El Nuevo Lord Protector:

Capítulo 74: Rin, ¿Es este tu bebé?


Rin estaba soñando. Podemos saberlo porque a pesar de que ya llevaba dos días en cama dormida sí gesticulaba. Aunque no hablaba dormida como siempre, porque ella no era ella misma en sueños. A veces gruñía, porque lo que hacía era gruñir en sueños. ¿Qué sueños era los que estaba teniendo? Si le hubiéramos preguntado a quien los estaba soñando, seguramente no habríamos sido capaces de saberlo, porque ella no hubiera sido tampoco capaz de explicarlo. Lo único que sabía es que podía entender ya qué era tener un olfato tan agudo. Era como ser capaz de ver la realidad con una dimensión nueva completamente diferente. La información que podía oler era tanta que casi la sentía tangible.

Una vez más, como tantas veces en sueños, comenzó a recorrer la habitación. Comenzaba en la cama y todo le quedaba muy alto, hasta su propio tocador, así que no era capaz de mirarse en el espejo ni comprobar que estado tenía. De todos modos no quería acercarse demasiado a él, había muchas cosas allí con un perfume intenso que se le incrustaba en los senos nasales y le nublaban la vista a la vez que le hacían doler la cabeza. Siguió caminando, le encantaba mirar el suelo debajo de sus pequeños pies blancos y ver que la llevaban hacia donde quería. Tenía una sensación de libertad que sentía no haber experimentado en toda su vida. Porque en ese momento, Rin no recordaba nada de su vida más allá de que había estado mucho tiempo queriendo salir hasta que por fin despertó varias veces, hasta acabar en aquella lujosa habitación. Gruñó, arañó el suelo sin conseguir llegar a dañar la dura madera y comenzó a dar vueltas sobre sí misma. Se sentía incómoda, quería salir, pero al otro lado de la puerta olía y presentía un ser que su instinto le gritaba que huyeron en dirección contraria. Gruñó otra vez, pero esta vez haciendo un motín de enfado. Quería salir y la salida más clara tenía un peligroso guardián al otro lado. Comenzó a correr en círculos, se sentía con muchísima energía al punto de no aguantar más. Hasta que por primera vez se dio que cuenta de que había otra salida, hacia el exterior, ya que vio el cielo. Era lo más bonito que había visto en toda su vida. Corrió directa a salir, pero se detuvo en su punto de partida. Rin vió cómo una mujer dormía tranquilamente en su lecho rodeada de ricos almohadones y con un pequeño bulto envuelto como un bebé al lado. Su olor le resultaba atractivo y nostálgico, aunque realmente no entendía nada. Pasó de largo y metió el hocico en la hendidura que había abierta en la puerta corredera que llevaba al exterior, hasta que consiguió abrirla un poco más y sacar la cabeza. Muchos olores, luz e información la golpearon en la cara, pero todo me parecía en extremo excitante. Quería volar en el cielo azul. Se metió de nuevo para maniobrar con sus pequeñas pies peludos y hocico hasta que abrió un poco más la puerta y tuvo vía libre. Retrocedió unos cuantos metros para tomar impulso, y con un ladrido de felicidad, saltó al exterior.

Rin se despertó.

Se encontraba bastante confundida por su entorno. Le daba la sensación de que todo le quedaba desproporcionado, a pesar de ser su habitación de siempre y comprobar que estaban todas las cosas perfectamente como las recordaba. Estaba rodeada de sus acostumbrados almohadones, olía a que habían puesto un hornillo con aceite de limón y de lavanda, un biombo la ocultaba del resto de la estancia, y a través de los paneles translúcidos que daban al jardín parecía que era de día por la luz que los atravesaba. Intentó moverse un poco para desperezarse y se dio cuenta de lo terriblemente adolorida que se encontraba. Fueron unos momentos en los que se estuvo orientando hasta que se despertó y se dio cuenta de algo especialmente importante: su bebé. ¿Dónde se encontraba su bebé? Se incorporó de golpe gracias a la adrenalina, y a pesar de sentirse un poco mareada por el hambre voraz que estaba empezando a sentir, un solo pensamiento rondaba su cabeza. ¿Y su bebé?

No le dio tiempo a conseguir levantarse de la cama, porque enseguida de abrió uno de los paneles de las paredes preparados para el servicio, saliendo de entre ellos Haru, quien traía unas cuantas cosas entre sus brazos que no alcanzó a identificar. La vio arreglar las pocas cosas desordenadas de la habitación y una vez terminó, se arrodilló a su lado cargando en brazos un bulto de telas ricamente bordado que antes parecía descansar en una cesta. Ya con lágrimas en los ojos Rin iba a preguntarle acerca de su bebé, pero Haru ya le estaba extendiendo aquel bulto a ella.

—Con cuidado, está durmiendo —le dijo mientras se lo colocaba entre brazos. —Es normal que duerma mucho, no se preocupe. También vengo a decirle de parte de todos en el Palacio que me alegro de que por fin despertara, dama Rin. Nos tenía preocupados, llevaba durmiendo ya dos días enteros.

Aunque supongo que es normal que estuviera cansada después del parto y la purificación que tuvimos que hacerle. —Siguió diciendo, monótona, mientras se levantaba tras dejarle el bulto —Me encargaré de preparar todo para que pueda tomarse un baño en condiciones y pueda desenredarle el pelo. Su Honorable esposo espera tras la puerta hasta que le dé su exacta aprobación para acercarse a usted y su hijo.

Rin escuchaba hablar a Haru pero apenas se enteraba de nada. Temblaba de los nervios mientras intentaba desenvolver de la manera más delicadamente posible la delicada criatura que tenía en brazos. ¿Ese era su hijo? ¿Por qué estaba envuelto como un tubo? Hasta que por fin empezó a llegar a la superficie de algo. Era peludo, suave, satinado. Un pelaje del mismo color que la forma demoníaca de su esposo. Temblorosa aún, ahora que ya se había marchado Haru a seguirle preparando el baño y todo lo que necesitara, terminó de desenvolver a la criatura. Ya de por sí se sentía débil, pero en cuanto lo vio, Rin se desmayó.

Pasos apresurados por el pasillo. Atsuko caminaba rápidamente con los pasos más largos que le permitía su kimono —que no era demasiado, a decir verdad— en dirección desde el pequeño espacio en el que dormía hasta las habitaciones de Sesshomaru y Rin. Iba acompañada de la silenciosa y eficiente Haru, quien siempre había sido de muchísima ayuda y más estos días, pero cada tanto se olvidaba de que era la única humana que trataba regularmente con Rin y que no podía tener ningún reemplazo posible. No sabía si debía estar enfadada con Haru por no haber sido capaz de preparar a Rin antes de presentarle a su hijo o consigo misma por no haber predicho la situación y haber instruido a Haru por si Rin se despertaba cuando no estuviera ella misma por allí. Ella misma se sentía aterrorizada después de haber presenciado el parto, no se quería imaginar lo que había sido para Rin. Por no hablar de que ninguna madre humana podría estar preparada para aceptar así sin más como hijo a una criatura como la que había parido. Tampoco ella sabía cómo tranquilizarla, porque todavía no había digerido lo que había pasado, ni su resultado.

Una última estancia dentro de las habitaciones le quedaba ahora hasta poder llegar al sitio donde se encontraba Rin, pero se detuvo en seco antes siquiera de empezar a cruzarla. A un costado de la última puerta que tendría que atravesar, se encontraba tranquilamente sentado Sesshomaru. Como siempre. Igual que las veces que tuvo que salir de la estancia de parto y se lo encontraba montando guardia fuera, ahora se encontraba fuera del cuarto esperando a que su mujer lo llamara de nuevo. Una visión que antes le parecía tierna, pero que tras ver la doble posesión demoníaca que sufrió Rin, ver el rostro de ella deformado, el verdadero rostro de Irasúe, aquellos ladridos, los ojos rojos en la oscuridad…. Cualquier cosa que tuviera que ver con perros demonio la aterrorizaba. La visión del mononoke allí sentado le recordaba todo eso y se encontraba paralizada del miedo. Haru tiró delicadamente de su manga para sacarla de su ensimismamiento y siguió tirando de ella hasta conseguirla meter dentro del cuarto de Rin. Sesshomaru no dijo ni una sola palabra, ni siquiera las miró entrar. Después de todo iban a entrar a atender y cuidar de su esposa, hasta que ella lo llamara. Haru cerró silenciosamente la puerta detrás de ellas, no sin antes ofrecerle una ligera reverencia a Sesshomaru. Una vez dentro, las dos mujeres cruzaron la habitación y rodearon el biombo que ocultaba el lecho de la vista desde la puerta.

La imagen que se encontraron fue lamentable. Rin se había despertado de su desmayo ya, y estaba sentada en el borde del futón con el pelo y el jubán de dormir completamente desacomodados, la piel sin color, encorvada como si fuera una muñeca sin vida, y mirando lánguidamente al vacío a través de una pequeña abertura de veinte centímetros en la puerta corredera que daba al jardín. Tenía a su pequeño dormido sobre su falda, pero ni siquiera lo tocaba. No se inmutó en lo absoluto con la llegada de las dos mujeres. Pero sí reaccionó cuando Atsuko por fin de dispuso a hablar.

—Rin, querida, ¿Estás bien?

Rin la miró con los ojos vidriosos. Tenía un nudo en la garganta que le impedía hablar. A Atsuko la destrozaba verla así. ¿Se habían equivocado al siquiera considerar la opción que les ofreció Irasúe para traer un demonio puro al mundo? Fue a estrecharla en sus brazos, y ella rompió en llanto. Le cantó un par de nanas hasta que se calmó, y pudo hablar.

—¿Un poco mejor?

—Si… no sé. —dijo, y tras una pausa, continuó: —¿Dónde está mi bebé? —preguntó con aún lágrimas en los ojos.

—Rin, cielo, este es tu bebé —le dijo tomándole delicadamente una de sus manos y poniéndola encima del cachorro.

—Este no es mi bebé —dijo, bajito, despidiendo un par de lágrimas, que despertaron al cachorro, haciéndole abrir los ojos —¿Esto es mi bebé?

Y con esto Rin se refería a la criatura que descansaba en su falda. Ella sabía de bebés, cómo debían verse y hasta estaba preparada para lo morados e hinchados que estaban hasta una semana después del parto. Pero no tenía nada de eso sobre ella. Lo que le decían que era su hijo era un pequeño perro de un inmaculado blanco, con el pelaje suave y sedoso, del tamaño de un bebé recién nacido un poco grande, respiraba con la boca ligeramente entreabierta, mostrando su extraña lengua y falta de dientes. Ahora que se había despertado la miraba fijamente con sus ojos rojos y pupilas verdes, y sólo dejó de respirar por la boca y cerrarla para gemir un poco, para luego seguir con la boca abierta.

—Es tu bebé. Yo lo saqué de tu vientre, lo vi salir, lo limpié por primera vez.

—No…

—Rin mírame. —le dijo Haru con voz algo más seria. —¿Quieres pruebas? ¿Por qué crees que para que durmiera lo hemos tenido que envolver tanto?

Y con un ágil, pero delicado movimiento, lo tomó separándolo de la madre haciendo que gimiera un poco, y lo colocó en el futón a un metro de distancia de ella. Enseguida, sin separar su mirada de Rin, el cachorro se acercó arrastrándose torpemente hasta ella.

—Él sí cree que eres su madre. Te busca todo el rato, y no se separa de ti. El tiempo que estaba despierto y tú seguías dormida sólo lloraba. Es un pequeño cachorro de perro y es tu bebé. Atiéndelo, al menos, no lo dejes morir.

Rin tomó sin demasiada determinación al cachorro en sus brazos, acunándolo, pero todavía encorvada sobre sí misma, cansada.

—¿Y qué hago con él?

—Lo que hacen todas las madres, cielo —le dijo Atsuko más conciliadoramente —Tendrás que cuidar de él y darle de amamantar.

Rin las miró con desesperanza. ¿Cómo se le daba de mamar a un perro? ¿Le podía dar de como sin problemas siendo ella humana porque era su madre? ¿O debía evitarlo al tratarse de un perro demonio? ¿Por qué Irasúe no se había quedado a explicarle nada? Miró directa a Atsuko, ella se veía definitivamente preocupada, con el ceño ligeramente fruncido, y los ojos cansados. Parecía más vieja de lo que la recordaba. Lanzó un suspiro de resignación y les pidió ayuda para colocarse cómodamente de costado acostada en el futón. Ni siquiera sabía si tendría leche en sus pequeños pechos, pero de desvistió lo suficiente para descubrir el que quedaba más debajo, y el cachorro instintivamente se enganchó a mamar. Era demasiado extraño. Se sentía desconectada completamente de la realidad, como si todo fuera una especie de sueño de esos que se tienen cuando en vano intentas seguir durmiendo por la mañana tras haberte despertado. Sólo una pregunta pudo sacarla de sus pensamientos.

—¿Cuándo va a presentárselo al padre? —le preguntó Haru —Siempre ha estado esperando detrás de la puerta desde que nos aislamos con Irasúe-sama.

—Cuando esté lista y quiera —le contestó automáticamente Atsuko, defendiéndola.

Tras unos instantes de silencio, les respondió que mañana. El día de mañana sería el día. No hoy. Las despidió, y se quedó a solas con su bebé, mientras miraba los colores del atardecer, hasta que se quedó dormida con su cachorro a su lado.


REVIEWS REVIEWS REVIEWS REVIEWS (UNO MAS Y FESTEJO LOS 200!)

Hola mi gentecilla bonita! Creo que tengo que felicitar día de la madre de nuevo porque antes de ayer fue en maso de países, yo que se XD

¿Qué tal os ha parecido el capítulo? Aviso que hay muchas incógnitas que no me he molestado en contestar, pero que ya se irán viendo, tales como: ¿qué mierda fue ese sueño tan raro? ¿La tuvieron que purificar? ¿Parió un perrito? ¿A dónde se nos escapó Irasúe llevándose a Fumiko? ¿Es normal que un demonio nazca así? ¿Se les pasará el trauma a los personajes? ¿Dónde está Jaken?, ¡que tiene que festejar que ya es abuelo! En fin, para esto y mucho más, ¡no se desconecten de mi canal!

respuestas:

arual17: los demonios ni los perros del infierno pueden con ella, el enfrentarse a lo que ha parido, eso ya no sé jajaja3

marysanty899: oish me alegro de que te haya gustado!3 Aunque no sé si ha ayudado con tu ansiedad con este cap ^-^U

Bueno bebes, esto es todo, muchas gracias a todos los que me leéis, espero que os haya gustado, un abrazo de oso panda y hasta la próxima! :3