Harry Potter pertenece a JK Rowling.
Star Wars pertenece a George Lucas (y a Disney)
Harén de Harry.
HP: Hermione Granger, Daphne Greengrass, Padma Patil y Susan Bones.
SW: Aayla Secura, Ahsoka Tano y Maris Blood.
Star Wars: The Lost Days of the War
Capítulo 79.
Harry, trató de ir a escondidas en compañía de Maris, pero Daphne y Padma, los descubrieron, cada uno abordó una nave caza y despegaron de Groth XI.
— ¿Qué haremos, Harry? —preguntó Padma.
—Destruir bases Separatistas. —Sentenció Harry, mientras que las cuatro naves caza, entraban a la Velocidad de la Luz. —Primer planeta, ante nosotros.
— ¿Crees que hay bases o fábricas de droides, aquí mismo, en Felucia? —preguntó Daphne incrédula, mientras miraba el planeta.
—Tranquilas, chicas yo me encargo de eso —dijo Maris sonriente, mirando su droide de navegación. —L-22, tiene un escáner muy potente y estoy viendo en mi pantalla, la base y la fábrica del planeta. Les estoy enviando a sus pantallas de GPS, lo que he encontrado.
—Entendido —dijeron ambas chicas.
Harry no dijo nada, mientras tomaba una decisión y descendían en un bosque de Felucia.
— ¿En serio, teníamos que venir a Felucia? —preguntó Maris, mirando asqueada las plantas y hongos, que tenían una apariencia gelatinosa y babosa.
—Concéntrense en la misión, chicas. No en la apariencia del planeta —dijo Harry sonriente, antes de colocarse su máscara.
—Sí, cariño —dijeron Padma y Daphne, con las mismas muecas de asco, de Maris mientras las tres trataban de concentrarse en buscar la base Separatista y la fábrica de droides, para poder irse de ese planeta, lo más pronto posible.
—Hombres —gruñó Maris mirando envidiosa, como Harry no prestaba mayor atención a la biodiversidad del planeta, sino que estaba concentrado en la misión y en el holo-disco en su mano. La Zabrak miró a las humanas, quienes tenían muecas de asco y gruñeron también, ellas asintieron y continuaron caminando, detrás de su novio.
Los minutos se sintieron horas, y las horas se sintieron una eternidad, cuando tuvieron que atravesar un pantano, cosa que incluso asqueó a Harry, pero finalmente encontraron ante ellos, una ciudad muy avanzada tecnológicamente.
—Por fin —suspiró Harry.
Daphne saco un tubo muy pequeño y activó un botón, enseñando que eran unos binoculares. —Miren esto: Todos son droides de batalla, y políticos Neimoidianos.
Al mirarlo Harry, Padma y Maris, por sí mismos, vieron que era verdad.
— ¿No hay civiles? —preguntó Harry incrédulo. — ¿Y los Felucianos?
Padma lo pensó un largo rato. — ¿Y si los Felucianos, han sido despojados de sus tierras más fértiles, por los Neimoidianos que apoyan a los Separatistas? —Lanzó una risilla divertida, ante lo que se venía ahora, no necesitaba realmente leer las mentes de sus compañeros. Sabían lo que estaban a punto de hacer, entre todos. Eran más que suficientes, para deshacerse de los droides y los Neimoidianos. — ¿Apoyaremos a la Republica entonces, y por consecuencia a los Jedi, Aayla, Hermione y Susan?
Padma y Daphne se rieron, sin poder evitarlo.
Pero eso llevó a que los droides fueran alertados, y comenzaron a correr hacía el lugar, para matarlos.
Padma desenfundó la empuñadura de su Kopesh y lo activó, liberando el haz de luz verde-aguamarina.
Daphne sonrió y sacó la empuñadura de un sable laser, sus tres acompañantes la miraron extrañados, hasta que ella presionó un botón azul y la empuñadura se alargó, al presionar otro botón, tres diminutos tubos surgieron: uno de ellos con forma de cruz y los otros dos con forma de L. El que tenía forma de cruz, redirigió el láser hacía arriba, pero también hacía los laterales, y los que tenían forma de L, redirigieron el láser cían hacía arriba, y ahora sí se veía la forma de tridente.
Harry desenfundó su Katana de luz naranja.
Maris activó sus Tonfas, de un bello rojo carmesí.
Cuando los droides fueron hacía ellos, ellos no dudaron, comenzaron a empalarlos, cortarlos, hacer revotar los disparos en la hoja de plasma y devolverlos, o en usar la Fuerza, para desarmar a los droides, o en empujar a los droides unos contra otros, o en usar rayos de la Fuerza, fuego, aplastar sus cabezas, entre otras técnicas oscuras.
Poco a poco, pudieron diezmarlos, y acercarse a la aldea, donde causaron una matanza, disminuyendo así a los políticos Separatistas, y en el camino, quizás siendo conscientes o quizás sin serlo, devolvieron el planeta a los nativos, convirtiéndose en héroes, a los ojos de todos.
Lo siguiente, fue destruir la fábrica de Droides, con los poderes más devastadores de La Fuerza del Lado Oscuro. Cuando dieron el trabajo por terminado y planeaban irse, encontraron a cinco Felucianos, con ropas de colores que ellos interpretaron como los líderes de las aldeas.
Los cinco líderes Felucianos, les pidieron quedarse a comer algo, en alguna aldea. Se encogieron de hombros y comieron, descansaron en el planeta, y al día siguiente, cuando estaban por irse, vieron a algunos Felucianos, saliendo de sus naves, los mismos cinco líderes, les dijeron que les entregaban algunos presentes, por su ayuda prestada: alimentos de todo tipo, ropajes nativos, instrumentos musicales y armas ceremoniales.
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Caminando por las calles de los barrios bajos de Coruscant, estaba Sheev Palpatine, él planeta viajar a Kamino por un trato que tenía con ellos, con los Kaminoanos pero, para poder hacer lo que deseaba, necesitaba juventud y era algo que él ya no podía conseguir.
Pero sí lo podía conseguir, Darth Sidious.
El Lord Sith, se acercó a un callejón y vio a su objetivo: niños de los más bajos recursos.
Niños en una pobreza extrema, por los cuales nadie (ni siquiera el Consejo Jedi) daría nada.
Nadie se preocuparía si fallecían, u ocurría algo peor.
Se acercó rápidamente a uno de los niños, quien tarde se dio cuenta, de que alguien lo asechando, y cuando trató de decir algo, o cuando trató de gritar, fue agarrado por la mandíbula, mientras que los poderes de La Fuerza Oscura de Sidious, entraban en acción y el niño comenzó a palidecer, las venas azules se marcaron en su piel, su piel comenzó a arrugarse, su cabello se volvió blanco, sus ojos se volvieron totalmente negros, y al soltarlo, solo quedaba el cadáver.
Comenzó a buscar en ese mismo lugar, tratar de encontrar otros niños, para tomar su juventud.
Luego de varias horas, Sidious abandonó Coruscant, en una nave de un solo pasajero directo a Kamino, y gracias a un anillo impulsor, no tardó en llegar al planeta, más que un viaje de unos cuarenta minutos.
Al llegar, se identificó y aterrizó, siendo recibido por el líder Kaminoano. ―Lo esperábamos, Lord Sidious.
―Gracias por esta bienvenida, Byshel. Dime, ¿Cuánto tardará el proceso en estar listo? ―Preguntó Sidious, mientras era guiado por el Kaminoano, hacía la Cámara de Extracción de ADN.
―Los clones han tardado diez años, en estar listos. Fueron diez años de crecimiento acelerado ―dijo Byshel. ―Pero, no tiene nada de qué preocuparse. Lord Tyranus, nos ha provisto de una tecnología única, y hemos logrado implementarla en nuestros sistemas, el proceso se ha acortado a cinco años.
―Perfecto, Byshel. Perfecto ―dijo Sidios deseoso, de iniciar su proceso de clonación.
Su propio Imperio Infinito, comenzaba ahora.
Justo ahora, que tenía una de las dos piezas fundamentales, para tener la vida eterna: Sus propios clones.
Ahora, solo necesitaba volver a Mygeeto y descubrir los otros secretos de su –actualmente–, fallecido maestro.
Sin olvidar, claro está: que aún tenía aquel misterio, aquel pulso de la Fuerza Oscura, que se sintió hace pocos días.
Algo que era imposible.
Si se hablaba de usuarios del Lado Oscuro, solo deberían de existir Tyranus y él, pues Grievous no era Sensible a la Fuerza.
¿Quién más podría estar entrenándose, en las artes del Lado Oscuro?
Quería pensar, que podría ser posiblemente Anakin, pero pronto lo descartó, ¿Cómo lo haría el chico?, era un Jedi como cualquier otro.
Un pobre idealista de la paz republicana.
No. Claramente había algo, que no estaba viendo y eso lo hacía enfadar.
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Anakin y Qui-Gon Jinn, fueron enviados por el Canciller Palpatine, al planeta Nelvan.
Maestro y aprendiz se miraron, mientras R2-D2, ponía las coordenadas y el piloto automático, hacía el lejano planeta.
― ¿Qué tanto lees, Anakin? ―preguntó Qui-Gon, al ver a su alumno de cabellos castaños, leyendo algo, eso no era normal.
―Le pedí a Jocasta Nu, libros sobre curación en la Fuerza, y me dio este libro. ―Lo levantó, para que su maestro viera el título.
―Los primeros pasos, en la curación con La Fuerza ―leyó Qui-Gon, de buen humor. ―Me alegra que encuentres otros intereses, fuera de estar estilizando la forma V. ―Una sonrisa de orgullo, apareció en el rostro de Anakin, quien seguía al pendiente de la lectura. Las horas pasaron, y el planeta apareció ante ellos. ―Prepárate Anakin, estamos llegando.
―Entendido, maestro ―dijo Anakin, mientras guardaba el libro y al ingresar a la atmosfera, e irse acercado a la superficie, vieron el suelo congelado.
― ¿Invierno? ―preguntó Qui-Gon, extrañado.
― ¿Por qué le extraña, maestro?
―Estuve aquí cuando era un Padawan, junto al maestro Dooku. ―Explicó él, Anakin se sorprendió de que Dooku hubiera sido el maestro de su maestro, apretó y aflojó muchas veces, su mano derecha. ―Me hice amigo de una de las tribus y nos enseñaron, a seguir el calendario y muchas cosas sobre la cacería, y.… según el calendario ―miró por la ventana, hacía el cielo. ―Y las estrellas, estas cinco estrellas, en forma de W.… me indican, que el clima no es normal, al menos en esta época. Cuando comenzaron a atravesar el bosque, vieron que algo ahuyentaba a las criaturas. ―Los animales están asustados.
―Pero no de nosotros ―dijo Anakin.
Una criatura de piel gris, de un gran tamaño y de grandes colmillos, intentó a atacarlos, pero Anakin y Qui Gon-Jinn esquivaron a la criatura, hasta que Anakin desenfundó su sable de luz.
― ¡Anakin, espera! ―trató de advertirle su maestro, pero el joven de cabello castaño, no tardó en acabar con la criatura. En ese momento, aparecieron miembros de una tribu de humanoides lupinos de pelaje grisáceo y cabellos negros. Un joven macho de la tribu, les gritó con enfado, aunque no entendían el idioma. ―Creo, que evitaste el rito de iniciación de este joven, mi joven Padawan.
Anakin se quedó en silencio un largo momento. ―Demonios.
Los hicieron subirse a unas criaturas, que servían como caballos y los llevaron a la aldea, una aldea compuesta por niños y mujeres, y luego, ante el anciano chaman de la tribu, quienes hablaban su propio idioma.
―La mujer dice, que algo ha invadido sus tierras. Sus mejores guerreros han ido en busca de lo que los invade, pero que ninguno ha vuelto. ―Tradujo Qui Gon. ―Elegían otro, cuando asesinaste a la criatura. ―Una de las mujeres Nelvan, se acercó a ellos y se quitó la camisa, enseñando su torso ante los dos Jedi. Qui Gon tocó la frente de la mujer, entendió su idioma y lo dijo en su idioma: ―Mi alumno y yo, buscaremos a sus compañeros guerreros, encontraremos la forma de salvarlos, pero no es necesario que lo ruegue con su cuerpo. ―La mujer, abrazó a ambos Jedi y volvió a vestirse. ―El anciano dice, que desean que dejes caer una gota de tu sangre, en la fogata. ―Anakin miró a su maestro, y solo con La Fuerza, se auto infringió una herida y dejó caer algunas gotas en el fuego, antes de curarse a sí mismo. Un humo gris y rosado, surgió de la fogata, tomando la forma de una mano. Qui Gon, agarró la mano robótica de su alumno, le quitó el guante, y la alzó en el aire, el chamán y las mujeres comenzaron a decir algo. ―Eres el Mesías que esperaban, un extranjero de gran poder y carisma, que salvará a sus hombres y resolverá el problema. El hombre de la mano espectral.
― ¿Y cómo esperas que lo consiga? ―preguntó Anakin, no deseando fallarles a estas personas.
El anciano habló, mientras se acercaba a una especie de caja, para luego acercarse a Anakin, a quien el anciano despojó de sus túnicas y camisas, dejando su torso desnudo, y su maestro fue traduciendo. ―Te colocarán unas sanguijuelas ceremoniales, te desean buena suerte. ―Anakin no se quejó, cuando las sanguijuelas fueron colocadas en su pecho y una se arrastró por encima de su ojo derecho, dejándole símbolos tribales de color azul. El chamán, le entregó una porra, las mujeres y los niños, le dieron una criatura, que él podría cabalgar y le desearon buena suerte. ―Anakin, esta será tu prueba del espíritu. Que la Fuerza te acompañe.
―No te fallaré, maestro. ―A medida que se alejaba de la Aldea, solo sintiendo que la Fuerza lo guiaba, el resto de la traducción profética, llegó a su mente: «Deja que el viento te guie, porque es el llanto de la madre, viaja en sus lágrimas que están congeladas de dolor; entra en la boca de la madre, para calmar su llanto» Había logrado encontrar una cueva, la cual liberaba una luz roja, algo antinatural. Algo artificial estaba causando esto. Ingresó en la cueva, y se dejó caer al precipicio, agarrándose de las salientes, y acabando vivo cuando llegó al fondo, caminó por un sendero claramente artificial. ―La cueva fue excavada, ¿Qué ocurre en este lugar? ―se preguntó, mientras veía salir geiseres de vapor, entonces vio las pinturas rupestres en las paredes, vio la historia: Uno de los Nelvan masculinos, era atacado por una criatura, y su brazo recibía el poder de la Mano Espectral, mano que se iba fortaleciendo, hasta que se iba volviendo en contra del Nelvan, destruyéndolo todo.
Siguió su camino, hasta encontrar un laboratorio, y unos tubos en cuyo interior, se encontraban los Nelvan masculinos, los cuales comenzaron a ser mutados. El humano de ojos azules comenzó a buscar, donde estaba el centro de mando y quien hacía eso, y pudo verlo finalmente, Anakin escaló por la pared, hasta la sala de controles del laboratorio, destruyó el vidrio y los usó, para atacar a sus enemigos, logrando matar a uno de los científicos, otros dos intentaron correr, pero el Jedi asesinó a uno de ellos, y el último atrajo a los droides que usaban electro-varas, pero Anakin se giró y apretó con la Fuerza, destruyendo los controles de las maquinas, para luego mandar a volar a los droides, y acercarse a la ventana, desde donde nuevamente usó la Fuerza y destruyó los tubos donde estaban encerrados los Nelvan, quienes estaban sanos y salvos, excepto porque ahora eran ciborgs, e incluso algunos fueron mutados, como si sufrieran de obesidad, pero ninguno de ellos, alcanzó a ser controlado, por el lavado de cerebro.
Gracias a las indicaciones de un Nelvan, Anakin escaló una estructura y destruyó un cristal, no supo lo que hacía el cristal o la máquina, la cual convirtió en chatarra.
Con el atardecer, llegaron los Nelvan masculinos y Anakin, a la aldea, pero las féminas no querían acercarse a ellos. Entonces, el Jedi encontró algo en su libro de Sanación de la Fuerza, y se sentó en pose de meditación, mientras respiraba suavemente, y su cabello bailaba con un viento inexistente, antes de alzarse, y un aura cálida y de paz, rodeó la aldea, mientras que los Nelvan masculinos comenzaron a temblar incontrolablemente, Anakin cerró sus ojos, pero sus parpados brillaron.
― "Anakin" ―susurró Qui Gon, mirando a los Nelvan. ― "¿Cómo lo has logrado?" ―Anakin se desmayó, los cuerpos de los Nelvan masculinos, liberaron una especie de babaza, que manchó el suelo y rápidamente se endureció, como si fuera cemento. Ante todos, los Nelvan masculinos, habían vuelto a una forma más "normal", no eran totalmente como les recordaban, pero gran parte de la mutación se había ido, los niños los abrazaron, se les aceptó nuevamente en la aldea, y se les vistió.
A Anakin, lo adoraron como a un auténtico dios, por más que él tratara hacerles entender que no lo era. Se sintió muy nervioso, cuando vio bosquejos de una estatua en su honor, y le pidió a su maestro, irse de allí.
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Asajj Ventress, solo supo que había permanecido mucho tiempo inconsciente, intentó levantarse, pero el dolor atravesó su cuerpo. Escuchó varios sonidos, y reconoció el lenguaje binario de un droide, pero ella no contestó, al menos no al inicio. ―Solo... sáquenme de aquí. ―Gruñó. Sintió la tela de una camilla, pasar por debajo de su adolorida espalda y de sus piernas, y comenzar a ser elevada. Los droides volvieron a hablar. ― ¡¿EL MAESTRO DOOKU, ¡¿ESTÁ AQUÍ?! ―preguntó incrédula. ― ¡Maldita sea, esto no es posible!
Fueron ascendiendo lentamente, y Ventress sintió aún más vergüenza, de la que había sentido, todo aquel tiempo que estuvo allí tendida, en ese barranco. ―Sobreviviste, mi aprendiz ―fueron las palabras de Dooku, cuando la vio llegar hasta el borde del barranco.
―Maestro... un simple Padawan... logró derrotarme. Skywalker, me ha derrotado. ―Dijo Ventress, sin entender por qué le importaba tanto. Apenas y conocía a Dooku, pero...
―No es el fin del mundo. Al menos, no por ahora ―dijo Dooku girándose, y guiando a los droides, y por consecuencia, a Asajj hasta una nave, la cual despegó cuando ingresaron a ella.
