Cuando llegué a los 8k de seguidores en wtt, hice una encuesta para decidir sobre qué escribir un pequeño extra. El tema eran las mascotas favoritas de mis lectores. ¡Lep quedó en primer lugar!
El gran guardián de la familia
Un día, Draco alzó a su conejo y se inclinó con él sobre una cuna, dejando que el animalito se asomase por encima de la barandilla. Lep empezó a olisquear y agitó las patas, intentando acercarse más.
Un conejo humano bebé. Leporis miró a su dueño y Draco jugó con una de sus orejas.
Ese día, se le dio la nueva misión de su vida: cuidar a los conejos bebés de su dueño. Draco lo colocó dentro de la cuna y le repitió varias veces que no debía despertarlo. Antes de que se fuese, Orión ya tenía el pelaje del conejo atrapado entre sus deditos.
Lep decidió que esa cosita le agradaba.
Al comienzo, no fue fácil entender cómo funcionaban los conejos bebés de los humanos. El niño lloraba de repente, no podía comer por sí solo, ni iba al baño. Lep se subía a su cuna, lo observaba un momento, y decidía que debía tener hambre. Para Lep, siempre era hambre.
También jalaba de su cabello con mucha fuerza o lo abrazaba por demasiado tiempo, pero eso nunca lo molestó. A veces se dormía usándolo de almohada y luego era babeado. Su dueño lo bañaba después de quitarle al niño de encima.
El primer sonido comprensible de Orión Malfoy-Potter fue un "le". Después comenzó a llamar "le, le, le" cada vez que quería que Lep se le acercase.
Cuando Orión empezó a gatear, Lep lo acompañaba moviéndose por el suelo y evitaba que fuese a algún lugar alto del que pudiese caerse. Creía que los huesos de los bebés humanos eran frágiles. En el tiempo que tardó en aprender a caminar, Lep se transformaba en un animal más grande, usualmente un perro, para que pudiese sostenerse de él al avanzar o cuando se tambaleaba.
Tan pronto como Orión pudo moverse con libertad por la casa, llegó el verdadero desastre. En una mañana normal, Harry o Draco entraban al cuarto para descubrir que Lep era perseguido por un pequeño niño que quería pintar su cabello de rojo y verde. No importaba que él pudiese adoptar esos colores por su cuenta, ¡Orión quería pintarlo con sus propias manitos!
El conejo bebé de su dueño era muy raro.
Cuando pensó que había comprendido el misterio de los conejos bebés, llegó el segundo.
Lep y Orión se asomaron desde el borde de la cuna y contemplaron en silencio a la bolita rosa y fea envuelta en una cobija.
Draco los cargó a los dos esa vez. Le dijo a Orión que fuese bueno con su hermano, porque era más pequeño y no entendía todo, y a Lep que también tenía que cuidar de él.
Unos meses más tarde, un niño pequeño y un bebé se peleaban por sostener a Lep, que era jalado de un par de bracitos a los otros en el proceso. Consideró seriamente si podría multiplicarse. No, algo le decía que estaba más allá de sus capacidades, como el hacerse humano.
Cuando su dueño los encontró, Lep lucía como un inmenso dragón verde jade. Antares dormía bajo una de sus alas y Orión coloreaba sobre su espalda.
Después fue un elefante mediano. Y un monstruo del lago Ness. Un rinoceronte, un gran pavo real albino, y una ballena. Lo último no salió bien.
Lep estaba seguro de hacer un buen trabajo a medida que los conejos bebés crecían. Uno se parecía a su dueño y el otro al Harry de este.
Para el primer año de Orión en Hogwarts, aunque le consiguieron un búho, Lep también fue con él. Se metió en la bolsa de dulces que Harry le entregó para el camino, y sacó su cabecita cuando ya estaban por subir al tren. Antares no paraba de llorar al decirles adiós con la mano, pero Draco le había asegurado que ellos podrían cuidarlo por su cuenta mientras Lep se ocupase del mayor.
En verdad no creía que su dueño o Harry supiesen cuidar de otro niño. En su opinión, ellos también estaban pequeños todavía. Tenía que ayudarlos, pero ir con Orión era la mejor opción ese año.
Pronto comprobó que tuvo razón al acompañarlo. Sólo la primera noche en el colegio, vio a Orión sacar la capa de invisibilidad de su baúl, y se preguntó si Harry lo sabría.
Orión recogió a Lep, jaló a Gideon, y les puso la capa encima a los tres.
—Son las dos de la madrugada, Orión.
—¡La hora perfecta para explorar, kingny!
Lep experimentaba una rara sensación de haber vivido esto antes. Muchas veces.
Unos meses más tarde, esa sensación volvió cuando estaba acurrucado contra el costado de Gideon, que leía en su cama. La puerta del cuarto se sacudió cuando intentaron forzarla a abrirse. Tenía un hechizo de cerradura y una mesa que la mantenía sellada al estilo muggle.
—¡Kingny!
Gideon pasó la página de su libro, como si nada ocurriese. Lep se enderezó y escuchó el sonido frustrado de Orión al otro lado de la puerta.
—¡Lo siento! ¿Ves? ¡Ya me disculpé! ¡Ábreme, kingny!
Gideon siguió leyendo y acarició el lomo de Lep con su mano libre.
—¡Gideon…! —Hubo un sonido de golpe, quizás Orión pateando la puerta. Luego suspiró—. Está bien, está bien, en serio. Lo siento, ¿sí? Perdón. ¿Me perdonas? ¿No me perdonas? ¡Voy a llorar y todos me van a ver llorando, kingny! No dejes que me vean llorando- —completó, con un sonidito lastimero.
—Tú no suenas así cuando lloras —aclaró Gideon.
—¡Bueno, pero…! ¡Agh! Lo siento, Gideon.
Gideon puso el marcapáginas en su libro y lo cerró.
—¿Por qué te estás disculpando?
—Porque fui un idiota —contestó Orión enseguida.
—¿Y?
—Lo que hice estuvo mal, no debí burlarme así.
—¿Y?
—Fue horrible, eso no se hace.
—¿Y?
—No quería que te pusieras triste, no sabía que te ibas a poner triste, y si lo hubiese sabido, obviamente no habría dicho algo que te…
—¿Y?
—¡No lo vuelvo a hacer! —juró Orión, deprisa—. Y si lo vuelvo a hacer, tú…tú…¡tú me puedes dejar afuera! Y duermo en el pasillo, y después me congelo por el frío que hace, y cuando me congele no podré hacer nada malo, porque estaré congelado y no me voy a poder mover y-
Gideon dejó escapar una risita y negó. Miró al conejo mágico de reojo.
—¿Tú le crees?
Lep se dio cuenta de que era uno de esos momentos en que debía apoyar a sus conejos bebés y asintió. Gideon resopló, abandonó el libro en la cama y fue hacia la puerta para retirar la mesa que la bloqueaba.
Orión se paró bajo el umbral, sonriendo y con los brazos abiertos.
—Papá Harry dice que las peleas se terminan con abrazos.
—¿Quién se peleó con quién? —Gideon rodó los ojos, pero Orión lo hizo extender los brazos, y se metió entre ambos para rodearlo.
Sí, aquello se le hacía familiar de algún modo.
Durante su segundo año, Lep no fue con Orión porque Antares lloraba aún más en el verano. Orión, como "buen hermano", decidió dejarle al conejo para que no se sintiese solo.
Cuando regresó por las vacaciones, descubrió que había hecho un amigo que le recordaba a Lep. El conejo estaba emocionado por la idea de que hubiese un conejo humano por ahí que tuviese una habilidad similar a la suya.
Se marchó a Hogwarts de nuevo cuando Antares entró al colegio. Draco lo sostuvo el día anterior y le repitió que debía cuidarlos, evitar que se metiesen en demasiados problemas, intervenir si se peleaban entre ellos, y ser un buen "hermano conejo". A Lep le gustaba ese título.
Pero luego hubo una comunidad de sirenas, un torneo casi mortal con tres colegios mágicos, una sala secreta con la estatua de un antiguo mago muerto, y Lep se cuestionó si merecía unos días de descanso.
Tomó la decisión la tarde en que Antares le pidió que lo acompañase al Bosque Prohibido a recoger flores para una chica que le gustaba. Dijo que Harry le enseñó un hechizo y sonaba a una actividad sencilla, para nada letal o peligrosa.
Entonces, mientras Antares metía un par de cápsulas mágicas más en su canasta, Lep tuvo la impresión de que la temperatura era muy baja. Se giró y descubrió que la mitad del Bosque Prohibido se estaba congelando detrás de ellos, a partir de los puntos en que Antares llevó a cabo los hechizos para encapsular las flores.
Ser el conejo de la familia Malfoy-Potter no era fácil.
—0—
Ese verano, Lep se tomó una semana de descanso. Orión le había enseñado a escribir sosteniendo un bolígrafo común con la boca, y Draco lució más sorprendido porque quisiera alejarse de ellos que porque pudiese comunicarse con él a través del lenguaje humano.
—¿Te quieres ir, Lep?
Sólo serían unos días, claro. Iría con Delphini en un viaje al campo, se relajaría jugando con conejos normales, y regresaría.
—Está bien —Draco asintió, vacilante—, si eso es lo que quieres…
Cinco días más tarde, Delphini entraba a la casa Malfoy-Potter cargando a un conejo que le era arrebatado enseguida. Antares lo abrazó, lloriqueando porque se hubiese ido y pidiéndole perdón si el congelar el bosque por accidente lo había asustado.
—¡Te juro que yo nunca te congelaría a ti, Lep! —insistía en decirle, acariciando su cabecita.
—¡Y si lo hace, te puedo descongelar! —añadió Orión enseguida, quitándole el conejo a su hermano—. ¡Pero no nos dejes! No nos portamos tan mal, ¿verdad? ¿Verdad? —repitió, viendo a Antares.
Lep tocó la nariz de Orión con la suya y se retorció, feliz por la bienvenida. Sí, ser el conejo de esa familia no era fácil, pero eran su familia.
Además, Draco preparó todo para entrar con él a la sala del Legado de los Malfoy y de los Potter, y oficialmente, Leporis se convirtió en el "guardián" de uno de los herederos. De Antares, en realidad. Orión ya tenía a Gideon para cuidarlo, y sus habilidades se llevaban bien la una con la otra.
Hubo una linda estatua de su forma de conejo en la sala de la Mansión y en el Museo, y una plática sobre sus responsabilidades, que Lep entendía bien, porque llevaba años cumpliéndolas.
Así que cuando unos árboles parlantes quisieron llevarse a Antares a un mundo subterráneo, sí, Leporis estaba ahí. De nuevo.
