Todos los personajes y la historia pertenecen a Kohei Horikoshi y Masashi Kishimoto
—¡JODER!—gritó Bakugo dando un puñetazo al césped. —¿Qué debería hacer?—
—Tsk.—masculló Bakugo, apretando el puño con fuerza. —Lo más razonable sería traer a esa médico para que cure a los ojos raros y mis brazos, para después ir a por el reptil y su esbirro. Sin embargo ...—se miró los nudillos ensangrentados y le vino el recuerdo de lo que le dijo Orochimaru
—Me encantaría seguir jugando contigo, Bakugo-kun. Por desgracia, tú no me interesas. Ya tengo a bastantes como tú de experimentos. Alguno que otro incluso más interesante que tú. —
Se imaginó a Uraraka encerrada en una jaula como una cobaya humana pidiendo ayuda a Deku mientras la torturaban. Solo el pensarlo hizo que le entraran nauseas.
—Aguanta un poco más, cara redonda. Te juro que te sacaré de donde quiera que te tengan retenida. —pensó Bakugo, que ya había tomado la decisión de ir en busca de Uraraka en la villa oculta del sonido.
—La próxima vez que nos veamos te pondré junto a mis preciados experimentos y así no te sentirás tan solito.—
—La próxima vez que nos veamos será la última vez que respires, serpiente.—susurró Bakugo.
El rubio no dijo en voz alta lo que también pensaba. Que era muy probable que él mismo acabara tullido o muerto. Un desenlace con el que estaba dispuesto a aceptar a cambio de dar muerte a Orochimaru y a Kabuto.
Bakugo calculó que aún quedaba sobre 1 hora para que llegara el atardecer que era el momento en el que tenía que comunicar a Minato su decisión y recibir los 50.000 Ryos (N/A: equivalente a unos 5.000 € o dólares).
Su estómago recordó a Bakugo que llevaba más de 9 días sin comer nada, subsistiendo a base del suero inyectado en su vena del hospital. Normalmente, prefería hacerse él mismo la comida, pero decidió ir al Ichiraku para ver por, muy probablemente, última vez a Teuchi y a su hija Ayame.
En el local, Ayame estaba escuchando con una sonrisa las historias de una pareja de ancianos. Bakugo se cruzó de brazos y observó la escena con ternura. Ayame era de las pocas personas que conocía Bakugo que no tenían una pizca de maldad. A pesar de las malas contestaciones del rubio y de sus quejas, ella siempre se pasaba por el orfanato y después por su casa a saludar.
—Je. El pelopincho y ella se llevarían bien. —pensó Bakugo con melancolía.
Mientras Bakugo estaba en trance haciendo una comparación mental entre Kirishima y Ayame, ésta se percató que había alguien parado de pie. Cuando se dio cuenta que era Bakugo, que estaba cruzado de brazos, su cerebro dejó de prestar atención a lo que decían la pareja de ancianos y sus ojos empezaron a humedecerse.
—Bakugo ... —susurró Ayame, con miedo de que lo que estaba viendo era una ilusión.
—Ey—se presentó Bakugo con una sonrisa arrogante.
—¡BAKUGO!—gritó Ayame con alegría y saltándole las lágrimas de sus ojos ya vidriosos.
Se disculpó brevemente con los ancianos y saltó a los brazos del rubio, avergonzado por ese gesto en público. Y más vergüenza sintió al percatarse que la pareja de ancianos le lanzaban un guiño. Bakugo les advirtió con un gesto, que no vio Ayame ya que seguía enganchada a Bakugo como un koala, que siguieran a lo suyo.
Los ancianos, asustados, captaron la indirecta y volvieron a sus asuntos.
—No me dejaban verte en el hospital ...—sollozó Ayame cayéndole las lágrimas en la camiseta negra del rubio. —Temí lo peor ...—
—¿Por qué clase de extra me tomas?—preguntó Bakugo, indignado y queriendo salirse del abrazo pero no sabiendo como.
—No vuelvas a preocuparme así, por favor ...—suplicó Ayame apretando aún con más fuerza.
Bakugo miró al suelo con tristeza. Había venido con la intención de despedirse, pero no quería hacerle sentir mal a una de las pocas personas de los dos mundos que conocía que le importaban.
Por fin, Ayame se separó de Bakugo y se limpió las lágrimas con el dorso de la mano.
—Lo siento. —se disculpó Ayame, que ahora tenía los ojos enrojecidos. —Debes pensar que sigo siendo la misma niña asustada que conociste hace 7 años.—
—Pues sí. —dijo Bakugo, encogiéndose de hombros.
—¡Bakugo! ¡Se supone que ahora me debías animar!—protestó Ayame haciendo pucheros.
—Haciendo pucheros solo estás dándome la razón. —se defendió Bakugo alzando una ceja.
Ayame dándose cuenta que Bakugo tenía razón, empezó a reír y volvió a abrazar al rubio ceniza.
—Primero lloras, luego te enfadas y ahora ríes... No hay quien te entienda. —dijo Bakugo rodando los ojos.
—Lo que pasa es que echaba de menos a mi gruñón favorito.—respondió Ayame con la sonrisa aún dibujada en su cara. Volvió a separarse del rubio pero esta vez al oír como las tripas de Bakugo rugían. —¿Tienes hambre, Bakugo?—
—No jodas, Sherlock. —dijo Bakugo, con el rostro rojo porque sus tripas le traicionaran. —Deberías cambiar de oficio y ser detective. —añadió con sarcasmo. — El bastardo del Yondaime podría darte unas clases. Parece tonto, pero de tonto no tiene ni un pelo.—
—¡Hablando del Hokage!—exclamó Ayame. —Nos dijo a mi padre y a mí que tu primer combate en el torneo de dentro de 3 semanas es contra una chica que se llama Temari. ¿Es fuerte?—
—No tengo ni idea de quien es esa extra. —respondió con sinceridad Bakugo.
—Creo que dijo que provenía de Sunagakure... —dijo Ayame, tratando de recordar la conversación con Minato.
—Aaahh. Debe ser la perra del abanico. Bah, no es una debilucha pero tampoco es nada del otro mundo—dijo Bakugo, aunque sin mucho interés ya que no iba a presentarse al examen. —¡Pero ahora lo importante es que me estoy muriendo de hambre! ¿Dónde está el viejo?—
—Se ha ido a negociar con un proveedor.—contestó Ayame. —Pero no te preocupes, aquí está Ayame para prepararte un plato inolvidable.—arremangándose y señalando su pequeño bíceps izquierdo
—¡Para inolvidable el último plato que me hiciste!—replicó Bakugo indignado. —¡Ni de coña voy a permitir que me envenenes de nuevo!—
—¡Vamos, no seas así! ¡Dame una oportunidad! —dijo Ayame
—¿Por fin has aprendido algo de cocina mientras estaba haciendo ese estúpido examen, mesera?—preguntó en tono burlón el rubio.
—¡Ahora soy casi tan buena que mi padre!—dijo Ayame, segura de sí misma. —¡Confía en mí!—
—Mmmm...—Bakugo no estaba tan convencido como Ayame, y menos cuando vio los boles de ramen casi intactos de la pareja de ancianos. —¿Y por qué esos viejos no han probado casi tus platos?—preguntó señalando a la mesa donde se sentaban.
—¿Eh?—Ayame se giró para ver si lo que decía Bakugo era cierto.
Y en efecto, era verdad, pero los ancianos, que habían espiado toda la conversación a pesar de la amenaza gestual del rubio, rápidamente se comieron el contenido del bol.
—FEFIFIOFO! (N/A: delicioso)—exclamó uno de ellos con la boca llena. La anciana mujer asintió, pero sus caras indicaban todo lo contrario.
—¡Lo ves! ¡Está tan bueno que se lo han comido en un instante!—exclamó Ayame, orgullosa posando las manos en su cadera.
—Ajá. —dijo Bakugo entrecerrando los ojos. —Hoy me siento generoso, ponles otra ración, que invito yo. —añadió con una sonrisa sombría.
—¡Qué bien!—exclamó Ayame dando una palmada por la alegría. —¡Señor Dadun y señora Dadun, mi amigo os invita a otra ronda! ¿No estáis contentos?—
A los pobres viejitos les recorrió un sudor frío por todo el cuerpo al pensar que debían comerse otro plato tan horrible. El anciano tragó con dificultad la comida que tenía en la boca.
—¡Uffff! Lo agradecemos mucho, pero es que se nos ha hecho tarde —exclamó el hombre levantándose acompañado de su mujer. —Debemos irnos a recoger a nuestro nieto en la escuela. —
—Pero ...—comenzó a decir Ayame.—...hoy es domingo.—
—Y los domingos no hay clase. —añadió Bakugo, mirando divertido a la pareja de ancianos
—¿Eh?—dijo el viejito no sabiéndose. —¿Dije escuela? ¡Quería decir parque! ¡Eso es! Con la edad uno ya no sabe lo que dice. Quizás otro día, Ayame. Os dejamos solos, ''parejita''. —dijo esto último con tono socarrón.
—¡Solo somos amigos, señor Dadun!—gritó Ayame, avergonzada.
—Puff, olvida a esos viejos mentirosos y prepárame algo picante. —dijo Bakugo con resignación.—Peor no lo puedes hacer que la última vez ... Espero. —susurró esto último.
Mientras Ayame preparaba ilusionada la comida, Bakugo se decidió a despedirse.
—Me voy a ir. —dijo Bakugo mirando a la mesa.
—¡Ya! ¡No seas impaciente y espera a que acabe que no me queda nada para terminar tu comida!—le regañó.
—¡No me refería a eso, mesera!—exclamó Bakugo alzando la voz, con una vena hinchada. —Lo que ... mmmm ...lo que quería decir es que hoy me voy.—
—Ya me lo imaginaba. —dijo Ayame concentrada en el plato.
—¿Eh? ¿En serio?—preguntó Bakugo, sorprendido porque Ayame se lo tomara así.
—Sí, no sé como de fuerte será esa tal Temari. Pero sí sé que hay dos rivales que te enfrentarás que son muy fuertes. Tu compañero Sasuke se ha ido a entrenar con tu sensei y Naruto está entrenando por las mañanas con Kurenai y por la tardes con su padre. Sé que no te gusta perder y por eso te irías a entrenar para vencerlos a todos. —dedujo mal Ayame.
—Bueno, mmm no es ...—Ayame interrumpió la aclaración que le iba a hacer Bakugo.
—¡Pero aunque sean muy fuertes y tengan a maestros tan buenos! ¡Sé que tú puedes patearles sus culos a esos extras!—dijo Ayame imitando la voz y la pose del rubio. —Ya sé que no te podré ser de mucha utilidad ni como sparring porque no sé nada de luchar, pero estaré en primera fila animándote con todas mis fuerzas. Y aunque pierdas ..., para mí siempre serás mi héroe que me defendió de esos niños en el parque. —dijo esto último ruborizándose.
—...—Bakugo abrió la boca para replicarle, pero no pudo. Se sentía culpable por no decirle la verdad, pero no quería que la última vez que viera a la joven fuera con la tristeza y decepción que sentiría al saber que se marchaba para siempre.
—¿Y con quién vas a entrenar?—preguntó Ayame, para romper el silencio viendo que Bakugo no decía nada.
—¿Eh?—Bakugo salió de su trance.—Yo solo. No necesito a ningún extra que me entrene.—dijo con la voz apagada y siguiendo mirando el plato.
Ayame sonrió ante la respuesta del rubio. Unos minutos después le sirvió el bol de ramen. Bakugo dio un bocado, y luego otro, y luego otro. La joven estaba impaciente para saber la opinión del rubio así que cuando iba por la mitad no pudo aguantar más y le preguntó:
—¿Y bien? ¿Cómo está?—
—Igual de malo que siempre. —respondió Bakugo con sinceridad.
—Pero ... —dijo hundida Ayame.
—Antes te dije que seguías siendo la misma niña de siempre. Aunque no lo parezca, era un cumplido. Cambiar está sobrevalorado. A mi toda la vida me ha gustado despertarme temprano, la comida caliente y patear culos. Y voy a seguir haciéndolo. Precisamente por eso, aunque esté malo, este plato me gusta. —explicó Bakugo terminándose el tazón. —Despídete del viejo por mí.—
—¡Tranquilo, él estará sentado a mi lado animándote también!—exclamó Ayame, más animada por las palabras del rubio.
Bakugo se levantó, pero antes de marcharse al despacho del Hokage se volteó en dirección de Ayame.
—Aah. Una cosa más. No cambies nunca.—Bakugo se puso serio y miró concentrado a la joven. Ayame, notó la seriedad en el rostro del rubio y se tensó—Que no lo hayas hecho en todos estos años es lo que me gusta de ti, Ayame.—
Bakugo se marchó con paso firme al despacho de Minato Namikaze sin darse cuenta que había dejado a Ayame al borde de un infarto.
