Regalo
Había dos formas de librarse de limpiar después de una fiesta. Pero siendo ella la protagonista y celebrándose en su casa, era imposible escaquearse por la noche y desaparecer para que el marrón le cayera a otro. De modo que Milly Solovieff había sido inteligente y optado por celebrar su décimo octavo cumpleaños con una fiestecita privada, a la cual solo acudió su círculo más cercano: Tamiya, su fiel compañera hasta el fin con quien pretendía ir a compartir piso a partir de aquel verano; Hiroki y Johnny, que iban como un pack indivisible y con quienes mantenían la amistad; y sus padres, que conocían a aquellos tres y no habían puesto ningún impedimento para que se quedasen a dormir por la noche.
—Pues es una pena que no pudieras alquilar el local —comentó Tamiya por la mañana, mientras desayunaban. Solo ella y Milly se habían despertado, los otros dos seguían roncando como un par de benditos, y los padres de la pelirroja no solían madrugar en sábado.
—Bueno, ya lo celebraremos con los demás el próximo finde. Además el lunes tenemos examen y sabes que tenemos que aprobarlo.
—¡Ay, mi amiga tan responsable que no se toma ni un respiro por su cumple! —bromeó la otra, y pellizcó suavemente la mejilla de su amiga, aunque apartó la mano antes de llevarse un mordisco—. Oh. Buenos días, señores Solovieff —saludó al ver que en la puerta de la cocina estaban los padres de Milly. Y vestidos, sorprendentemente.
—¡Mamá, papá! ¿Os vais? —preguntó Milly, extrañada.
—Sí. Nos dijiste que este fin de semana quería estudiar, así que hemos decidido irnos y pasar la noche fuera —dijo su madre.
—Es una prueba de responsabilidad. Espero que no nos llame la policía por la noche porque habéis hecho algo indebido —le advirtió su padre—. Si necesitas algo podemos ir a por ello antes de irnos, aunque en la nevera tienes de todo.
—No os preocupéis, me irá bien —dijo Milly, y se levantó para darles un beso antes de que se fueran—. Pasadlo bien.
—Lo haremos —dijo su madre—. Y ten cuidado —le susurró antes de irse con su marido.
Milly se dio la vuelta.
—No. ¡Tamiya, no! —le advirtió, había visto una sonrisa en su amiga pero no se la devolvió.
—¿Seguro? ¿Qué seríamos, diez personas? ¡Eso no es nada!
—Tenemos que estudiar. Ya podremos divertirnos la semana que viene. Prometiiiiiiiiido —dijo, ante la mirada inquisitiva de su amiga—. Pero de verdad, quiero aprovechar para estudiar.
—Pues yo vendré antes de cenar, si te parece. Tengo cosas que hacer en casa también. Ya que mi amiga no quiere que desfasemos un poco…
—Entrena ese chantaje emocional —bromeó Milly—, y vamos a despertar a estos dos.
De modo que antes de darse cuenta, Milly se había quedado sola en casa. Hiroki y Johnny no querían estudiar, pero pretendían respetar el deseo de su amiga de entregarse a los libros, de modo que le echaron una mano para dejar las camas hechas y quitar los globos que aún adornaban el salón, y salieron los tres, dejando a Milly a solas en su casa.
Joder, qué aburrido, pensó con cierto fastidio mientras repasaba los apuntes. En el fondo contaba con que alguno de sus amigos optara por quedarse al menos para hacerla compañía, pero también sabía que no podía concentrarse en sus notas si quien estuviera con ella veía la televisión o se distraía con el móvil. Había entrenado un plan de estudios muy riguroso pero era muy sencillo distraerse.
Pensó en comer temprano, tomarse una hora de descanso y luego seguir hasta que volvieran Tamiya y los chicos. En ese momento definitivamente no estudiaría, a su mente le vendría bien relajarse también y tal vez podrían ir a tomar algo o hacer una maratón de películas hasta quedarse dormidos en el sofá. No era mal plan, y así le gustaba.
De modo que, cuando después de comer, se echó en el sofá, y apenas habían pasado veinte minutos sonó la puerta, se sorprendió mucho. No esperaba a nadie hasta, al menos, mucho rato después. Pero se levantó a ver quién era.
—¡Ulrich! ¡Yumi! —dijo, con sorpresa.
—¡Feliz cumpleaños! —saludaron ambos.
Aunque Milly no era íntima del grupo de Yumi y Ulrich, siempre había tenido buena relación con ellos, y de hecho, si había necesitado algo, había podido contar con ellos sin ningún problema. Es más, todos ellos le habían enviado un mensaje de felicitación por su cumpleaños el día anterior, así que no entendía que la parejita se hubiera presentado en su casa para decírselo en persona.
—Gra-Gracias —dijo, sorprendida—. ¿Pasáis? —preguntó, confusa.
—Sí, nos quedamos un rato —dijo Yumi, y entró cuando la joven se hizo a un lado para dejarlos pasar.
—¿Queréis tomar algo? —preguntó la anfitriona.
—No, gracias, hemos comido hace poco —respondió Ulrich—. ¿Qué tal la celebración de anoche?
—Tranquila, como os podéis imaginar —comentó la pelirroja—. Pero mejor así. No esperaba vuestra visita, iba a ir a mi habitación a estudiar ahora…
Se dio cuenta en ese momento de que su frase parecía una indirecta para que los recién llegados no tardaran en irse, pero la parejita se miró y sonrió.
—¿Qué pasa?
—Has cumplido los dieciocho años, Milly. Felicidades, ya eres mayor de edad —dijo Yumi.
—… Gracias —Milly no entendía aquella frase.
—Y he venido a darte tu regalo, si quieres.
—¿Mi… regalo?
Tres años antes
Milly se encontraba ese día taciturna. Se había enterado de La Noticia, con mayúsculas. Ulrich y Yumi, el romance que se comentaba por toda la academia Kadic que en algún momento se haría oficial a pesar de que ninguno de ellos daba el paso y eran muy reservados sobre su situación, habían empezado a salir formalmente. Y aunque ella sabía que eso iba a ocurrir, no por ello le dolía menos. Ulrich era su amor platónico, y definitivamente estaba en brazos de otra chica.
—Hola —saludó una voz, arrancándola de lo ensimismado de sus pensamientos. Se sentó a su lado
—Hola, Yumi. Enhorabuena —dijo, con un deje de tristeza en la voz que no pudo disimular—. De verdad.
—Gracias. Pero sé que esto te duele. Llevas días un poco apagada cuando te veo por los pasillos —comentó la japonesa—. Y no sé si puedo hacer algo para arreglarlo.
—Es algo mío —respondió la joven, encogiéndose de hombros—. Tendré que superarlo, supongo.
—Me imagino… Pero bueno. Sé que Ulrich, aunque no corresponda lo que sientes por él, te aprecia mucho. No quiero que esto estropee nada.
—No te preocupes. Pero… gracias por venir a hablar conmigo —dijo Milly, casi en un susurro.
—De nada. Y, ¿sabes? Si cuando cumplas los dieciocho aún estás interesada… te dejo acostarte con él —había soltado Yumi, improvisando una broma, que desde luego había provocado una carcajada en la pelirroja.
Y en el momento presente…
—¡Qué dices! —soltó la pelirroja—. ¡Aquello fue una broma! ¡No lo podías decir en serio!
—La verdad es que no —admitió Yumi—. Pero me acordé el otro día, cuando Hiroki comentó que íbais a hacer una fiesta para vosotros. Y me acordé de aquello que hablamos. Así que lo hablé con Ulrich…
—Cálmate —dijo Ulrich, en tono suave, al ver que a la joven se le estaban subiendo los colores—. No pasa nada, aquí todos somos adultos.
—Pero… ¿cómo vas a acostarte conmigo? Tú estás con Yumi…
—Bueno…
—¿Bueno qué?
—Yumi y yo… de vez en cuando… nos permitimos hacer este tipo de cosas. Siempre que los dos estemos de acuerdo.
Milly no sabía que decir.
—Hace un año o así fue lo de William, ¿verdad? —preguntó Yumi.
—Sí, más o menos a la par que lo de Sissi —respondió Ulrich. Y Milly no sabía si dar más crédito a lo que oía o a la naturalidad con la que ambos comentaban aquello.
—Pero… es decir, ¿de verdad habéis venido a…?
—Nadie sabe nada. Solo le pedí a Hiroki que me confirmara si hoy por la tarde ibas a estar sola —explicó Yumi—. Ulrich y yo ya lo teníamos hablado, y si quieres hacerlo con él, me parece bien.
Milly apartó la vista, no era capaz de sostener la mirada de Ulrich. Aquello le había pillado por sorpresa, y no podía…
—¿Aún eres virgen? —preguntó el alemán.
Milly lo era, en el sentido más conservador de la palabra. No había tenido sexo con penetración. Lo más lejos que había llegado en una ocasión fue una noche que haciendo el bobo con Tamiya habían empezado con unos besos y habían terminado con ambas desnudas, dándose placer mutuo con las manos, pero de aquello había pasado mucho tiempo. No obstante, Milly se ocupaba de su propio placer. Se masturbaba con la frecuencia que su cuerpo se lo pedía, recreándose en el momento y disfrutándolo. Y, cuando tenía prisa o falta de tiempo, tenía un aparatito con el cual llegaba al orgasmo en dos minutos de cronómetro. Se sentía satisfecha en ese sentido, a pesar de no tener una persona con quien compartir aquellos momentos de placer.
—No necesito que nadie me desvirgue por pena —respondió la pelirroja, que no se había tomado muy bien la pregunta de su amigo. Bueno, en ese momento dudaba que pudiera seguir llamándole así.
—¿Por pena? ¿Quién ha dicho nada de pena? —preguntó Ulrich, confuso—. No pretendía ofenderte. Mi pregunta era más de saber si… querías perder la virginidad conmigo. Si aún lo eras.
—Y aunque no lo fueras —intervino Yumi—. Aquí los tres somos mayores. Y si quieres hacerlo con Ulrich, yo lo acepto, y a él también le gustaría.
—Pero… ¿por qué? ¿Qué ganas tú con eso? —preguntó Milly, que no entendía nada de aquello.
—Bueno… —dijo la japonesa. Ahora es cuando viene la trampa, pensó Milly, pero la dejó hablar—. Me gustaría… mirar.
—¡Venga ya! —exclamó Milly—. ¡Ya vale con la bromita! —estaba un poco molesta—. Asumí hace tiempo que Ulrich no sería mío, no para nada, ¡pero no tenéis que venir a cachondearos de mi!
—No… no era una broma —balbuceó Yumi—. Todo es verdad. Miré cuando Ulrich lo hizo con Sissi, y él miró cuando lo hice con William —le dio la mano a su novio—, y no pasa nada. Es como ver a tu pareja en una peli porno. No quiero controlar la situación.
—Pero no queríamos ofenderte —añadió Ulrich—. Siento si ha sido así. Pero el ofrecimiento era de verdad. Si te apetece, podemos hacerlo. Si no, podemos ir a tomar algo, y aquí no ha pasado nada —aseguró con una sonrisa.
Milly no sabía qué pensar. Por mucho que se hubiera empeñado en desmontar aquello, lo estaban diciendo de verdad. Y Ulrich. Bueno, sí, lo había asumido hacía tiempo. Pero has fantaseado con él, se recordó, puede que sea tu única oportunidad con él.
Ya, pero Yumi está mirando.
Y ha dicho que os da su bendición. No es como si la engañárais.
—Perdón —murmuró la joven—. No pretendía alterarme tanto. Y si de verdad os parece bien… Ulrich, me gustaría… —se trabó. No era capaz de decirlo, era tan vergonzoso. Pero Ulrich no iba a obligarla a expresarlo en voz alta.
—Ven —susurró este, mientras soltaba la mano de Yumi y extendía ambas manos hacia ella.
Milly acudió a su llamada y se vio rodeada por los brazos del alemán. Había cerrado los ojos, se acercaba más a ella. Ella cerró los ojos también y sintió que sus labios se fundían en un beso con lo de su amigo. No supo si se estiró por unos segundos, o tal vez varias horas, solo sabía que le gustaba su sabor, y sentirse abrazada por él mejoraba la sensación. Pero cuando se rompió el baso, tuvo que decirlo:
—Ulrich… no quiero que me trates como a una novata —pidió en un susurro.
—Claro que no —aseguró este—. ¿Te ha gustado?
La joven asintió.
—Podemos… pasar a mi cuarto —propuso la chica. Se moría de ganas por continuar la experiencia.
Y pasaron, caminando despacio mientras Ulrich le daba otro beso que le quitaba el sentido. Aterrizó sobre su propio colchón, y pudo ver al alemán sobre ella, sonriendo Pero no era una sonrisa que le pudiera dar miedo, sino de complicidad, ambos estaban allí voluntariamente.
Dejó que Ulrich le besuqueara el cuello y consintió que le fuese quitando la ropa, despojándola poco a poco de su jersey, de su camiseta, de su pantalón corto. Había quedado completamente expuesta para él, que la observaba satisfecho.
—¡Yumi! —exclamó, sorprendida al ver que mientras había sido desnudada, la japonesa se había quedado en lencería, y estaba tumbada de costado a los pies de la cama, sin perderse un solo detalle.
—Como si no estuviera —susurró la mayor—. ¿No quieres quitarle la ropa?
En realidad en ese momento se sentía un poco incómoda. Frente a la ropa adulta y provocativa de Yumi, ella se había puesto esa mañana unas bragas blancas con un hocico de un osito dibujado. ¿Por qué seguía siendo tan niña? Seguro que eso le cortaba el rollo a… ah, pues no. Ulrich había apoyado la cabeza justo sobre sus bragas, y le daba besos por encima de la tela.
—Ulrich, espera… yo quiero verte también…
Y no solo verle. Aprovechó mientras le despojaba de la ropa para acariciar cada poro de su cuerpo perfectamente formado. Tenía los músculos bastante formados, como correspondía a su gran actividad física. Lo probó también con la boca, prendada de su sabor, hasta que llegó a la prueba de fuego: su bragueta.
Ahora o nunca, pensó. Desabrochó el botón con cuidado y bajó la cremallera. Un pequeño tirón hacia abajo y el pantalón ya no era una molestia. Ella nunca había tocado un pene. Y verlos, bueno. En los libros de biología… y en algún video porno por internet. Tragó saliva, y contó mentalmente hasta tres. Tiró de la prenda.
Ulrich le pareció un dios del sexo en ese momento, con su pene completamente erecto. ¿Ya está así?, pensó,pero no lo dijo. Al fin y al cabo, llevaban un buen rato de darse el lote y había tocado su cuerpo. Esa erección denotaba que le gustaba. Y no quería parecer una novata, de modo que alargó la mano y empezó a acariciar su pene.
Tenía un tacto agradable. Era suave en su mano. Pasó de las caricias a un poco más de acciónl empezando a masturbarle. Despacio al principio. Sonrió cuando le vio acomodarse en la cama, le gustaba su técnica. Su técnica improvisada, pero estaba bien si le gustaba. Sonrió, confiada. Y en ese momento lo vio claro, no podía limitarse a usar su mano.
Su lengua empezó a acariciar aquel glande. Escuchó a Ulrich decir su nombre, pero ella lo ignoró y continuó. Era su primera vez, y además con Ulrich, pensaba hacerlo lo mejor que pudiera. Poco a poco se introdujo su miembro en la boca, le gustaba sentir los escalofríos de Ulrich y sus suspiros le indicaban que todo iba bien. Volvió a ignorarle cuando escuchó su nombre una vez más. Pero entonces la voz de Yumi surgió a su espalda.
—Ulrich va a correrse —le advirtió—. Puedes parar si…
Pero ella negó con la cabeza y unos momentos después sintió los fluidos del chico. Aquello le sirvió para comprobar que en el porno exageraban mucho con la cantidad con la que eyaculaban los actores. Ulrich no liberó tantos fluidos, pero aún así tuvo que apartarse. Aunque el sabor no era del todo desagradable, pensaba. Lo único malo era que ahora le apetecía besarle, pero con la boca así…
No pareció un impedimento para Ulrich, que se acercó a ella y le plantó el beso, como si no le importase el sabor de su propio pene. Milly sonrió y se quedó mirando al chico por unos momentos. De reojo podía ver a Yumi sin perderse detalle, no parecía incómoda por lo que veía y por alguna razón ella misma se sentía reconfortada. Como si la mayor velara porque la experiencia se desarrollara bien.
—Me ha gustado —dijo Ulrich—. De verdad. Y ahora es tu momento de disfrutar.
En realidad a Milly le hubiera encantado que en ese momento el chico la poseyera, pero casi se sentía como una marioneta en sus manos cuando se vio de nuevo recostada en el sofá, y Ulrich se acomodaba de nuevo entre sus piernas. Pudo notar su lengua presionando contra la tela de sus bragas, provocándola. Y lo conseguía.
De pronto notó un dedo travieso que había pasado bajo la tela para acariciar su sexo, que se estaba humedeciendo por momentos. Y sintió que se mojaba más de lo habitual, Ulrich la estaba estimulando en el punto exacto. Jadeó. ¿Cómo un gesto tan suave podía provocarla tanto? Sintió una pizca de envidia hacia Yumi… y cuando miró hacia ella, comprendió que la japonesa sentía también una pizca de envidia hacia ella por no ser quien disfrutaba de los dedos de Ulrich dándole placer.
Ulrich no tardó mucho en tirar suavemente de sus bragas, que desaparecieron en la habitación. El chico separó suavemente los labios vaginales de la pelirroja y empezó a hacerle caricias con la lengua. Ella no pudo contener un gemido. Ulrich le estaba dando sexo oral. Ni en el mejor de sus sueños con él había llegado a tanto. Su lengua se movía con experiencia, y sabía dónde estimularla y con qué frecuencia para mantener el placer al máximo.
Se aferró a las sábanas, apretando con fuerza, en el momento en que Ulrich deslizó un par de dedos en su sexo. Muy despacio, mientras seguía estimulándola con la lengua. Jadeó, gimió, gritó su nombre por el placer. Estaba en una nube maravillosa de la que no se quería bajar. Plenamente pasiva, disfrutando de aquella experiencia. Y sin poder contenerse, llegó al orgasmo… y se sorprendió a si misma al sentir unos suaves flujos que brotaron de su sexo. Ni cuando se masturbaba había sentido algo semejante.
—Lo siento… —dijo horrorizada por lo que había pasado. Había mojado a Ulrich con sus jugos—. Ulrich, yo…
—Está bien —atajó este, con una sonrisa amable—, estas cosas pasan cuando tienes sexo. Y ahora… ¿quieres seguir?
Le había hecho la pregunta mientras volvía a acariciar su cuerpo. Lentamente, disfrutando del tacto suave de su cuerpo. Se veía a la legua que había crecido y madurado. Aquella niña que había conocido se había convertido en una atractiva joven. Paseó las palmas por sus desarrollados senos, estimulando sus pezones, y ella solo fue capaz de murmurar un Sí mientras contenía más gemidos.
Pero estaba nerviosa. Ver a Ulrich situarse entre sus piernas con su erección apuntando hacia ella… de pronto la visión le daba un poco de miedo. Y cuando sintió el roce con su cuerpo, un movimiento reflejo intentó cerrar sus piernas. Mierda, aquello no debía pasar. Y nuevamente, sintió una voz a su espalda.
—¿Quieres que te ayude? —preguntó Yumi. Ya había previsto que eso podía ocurrir.
—Quiero… hacerlo —aseguró—, pero…
—La primera vez tenemos la cabeza llena de dudas y miedos —dijo su amiga—. Déjame a mi…
¿A ella? ¿Acaso se lo iba a montar con Ulrich delante de ella? Pero no. La japonesa se situó completamente tras ella, de modo que Milly terminó con la espalda apoyada sobre la chica. Las manos de Yumi se movieron gentiles entre sus piernas, separándolas con mucho cuidado, con unas caricias que resultaban bastante relajantes. Podía sentir la respiración calmada de Yumi y poco a poco, la suya se adaptó a ese ritmo. Ulrich aprovechó su acceso libre para estimular nuevamente el sexo de la pelirroja, humedeciéndolo para facilitar la tarea.
—Relájate —susurró Ulrich mientras volvía a aproximarse a ella.
Milly asintió, con las piernas separadas por Yumi, y volvió a besarse con el chico. Se tensó en el momento en que notó que su pene entraba en contacto con su sexo. Iba a ocurrir. Pero sus piernas no hicieron el ademán de cerrarse. Aguantó un gemido cuando sintió que el chico la penetraba suavemente. Apenas había entrado pero se sentía bien. Un poco incómodo. Se dejó hacer. Un poco más. Aaaaaah. Sí… Ulrich estaba por completo en su interior.
—Uuuul… riiiich —gimió mientras disfrutaba de sus primeras acometidas—. Mmmmm… —contuvo un jadeo cuando las manos de Yumi se movieron por inercia de sus piernas a sus pechos.
—Perdón —dijo la japonesa, que se había venido arriba al ver a la chica disfrutando de su novio.
Se apartó con suavidad, dejando que Ulrich se posicionara sobre Milly y continuó penetrándola, a un ritmo tranquilo, no tenían ninguna prisa por acabar. La pelirroja estaba pasando uno de sus mejores momentos. Ulrich le… bueno, no era hacer el amor, era sexo. Pero era bonito, se sentía de maravilla con él. La sensación era mil veces más poderosa que cuando se masturbaba. No se contuvo en ningún momento. Cada jadeo, cada gemido le querían demostrar que le gustaba.
Y el ritmo de estas aumentó al tiempo que Ulrich aceleraba sus movimientos. Era genial, estaba a punto de conseguir su segundo orgasmo y era gracias a él, la fantasía que siempre había tenido en la cabeza, y estaba a punto de cumplirse. Estimuló sus propios pechos mientras disfrutaba y unos momentos después, sintió que Ulrich eyaculaba. Aquella sensación dinamitó su clímax, derritiéndose ante aquel placer.
—Ha… sido… espectacular —acertó a jadear mientras se recuperaba. El chico yacía ahora a su lado, recuperándose mientras jugaba distraídamente con su cabello—. Pero…
En ese momento se preocupó. Se habían dejado llevar tanto que… lo habían hecho sin protección. Miró a ambos, alarmada. Y fue Yumi quien habló.
—Te dije que se nos olvidaría —le recordó a su novio.
—Cierto…
—Milly, tú no tomas la píldora, ¿no?
—No… —admitió ella. Apenas visitaba al ginecólogo. Total, no mantenía relaciones sexuales. Aunque se recomendaba ir incluso en ese caso, pero ¿quién tenía tiempo?
—Bueno… espero que no te moleste, pero… —dijo la japonesa, y del interior de su sujetador, sacó un pequeño envoltorio con algo en su interior—, por si acaso, hemos traído la píldora del día después. Ulrich trajo preservativos, pero…
—Están en el pantalón —comentó este.
—No… no pasa nada —aseguró Milly—. No esperaba tanta precaución…
—Bueno. Lo hecho, hecho está —comentó Ulrich—. La cuestión es… si quieres continuar.
—¿De… de verdad? —preguntó la joven, que no contaba con poder repetir esa misma noche.
—Me guardo esto para luego —dijo Yumi mientras devolvía el anticonceptivo a donde lo había levado.
—Tal vez esta vez quieras llevar tú el ritmo —propuso Ulrich mientras se tumbaba por completo bocarriba.
Casi movida por unos hilos invisibles, Milly se incorporó y pasó una pierna por encima del alemán. Sabía qué hacer. Empezó a estimular su sexo contra la erección de Ulrich, provocándole para que volviera a tener la erección, y se sintió orgullosa de lo poco que tardó en conseguirlo. Le gustas, se dijo mentalmente. Le excitas. Está así por ti, pensaba, ya que el chico no le quitaba el ojo de encima. Se llevó las manos a la nuca mientra sla permitía hacer.
Milly dirigió la erección de Ulrich a su sexo y se dejó caer lentamente. Amaba aquella sensación. Se permitió unos segundos sin moverse, solo disfrutando del pene del chico en su interior. Y llegó el momento de empezar a cabalgar sobre él. Despacio, era una posición complicada pero le gustaba. Probó a levantarse lentamente y dejarse caer de pronto. Aquello la excitaba mucho.
Pero Ulrich no estaba del todo acostumbrado a no hacer nada, por lo que se incorporó y empezó a lamer los pechos de su amiga y moviendo las caderas al ritmo en que ella subía y bajaba. Para la pelirroja eso era lo más. Su boca volvió a reclamar la de Ulrich y se fundieron en un nuevo beso que se estiró hasta el momento en que llegaron a un nuevo orgasmo, que la dejó completamente agotada.
—Mmmmm —protestó cuando cayó derrotada sobre la cama. Ahí tendida, oliendo a sexo, y sintiendo los fluidos de Ulrich entre las piernas se sentía tan vulnerable… Pero esa sensación pasó cuando la pareja se abrazó a ella—. Gracias —les susurró.
—Ha sido un placer —aseguró Ulrich—. Espero que también te haya gustado.
—Mucho —murmuró—. ¿En serio hacéis esto porque os gusta…? Es decir, Yumi, tú…
—Me ha encantado veros —aseguró—. Además, tampoco hacemos esto con frecuencia, es esporádico. En el cumpleaños de William, el de Sissi…
—Y dentro de dos semanas vuelve a ser el de Odd —le recordó Ulrich, y Yumi no pudo disimular una sonrisa de satisfacción.
—¿Con Odd? ¿En serio? —preguntó la pelirroja sorprendida.
—Sí. ¿Qué pasa? Ulrich es mi novio, y me gusta hacerlo con él, pero… con Odd es muy diferente. Es menos bonito, pero me gusta lo fogoso que es.
—Quién lo iba a decir… ¿y…? —quería hacer la pregunta. ¿Tendría que esperar otro año si quería hacerlo con Ulrich? ¿Solo iba a poder probar la fruta prohibida cada trescientos sesenta y cinco días? Eso no le gustaba—. ¿Y si quisiera repetir?
—Bueno. ¿Por qué no vienes a vernos después de mi cumpleaños? —propuso Ulrich—. Nadie piensa que nos gustaría también que vinieran a pedírnoslo.
Milly pensó que aquello era menos malo que tener que aguardar un año entero para volver a disfrutar de una tarde como aquella. Pero un pensamiento cruzó su mente. ¿Podría ir a visitarles cualquier otro día pos sorpresa?
¡Hola a todo el mundo!
No, Code: Lemon no regresa oficialmente. Esto es un capítulo especial que he pensado y me ha apetecido desarrollar, motivo por el cual se retrasa (un poco (más)) el siguiente capítulo del reboot en el que ya estoy trabajando. Espero que os haya gustado :) Y por no perder la costumbre, voy a aprovechar para responder las reviews del último capítulo.
la isa: no podía ser de otra forma, esa anécdota debía ser homenajeada :)
Moon-9215: A veces las cosas vuelven, aunque sea esporádicamente ;)
maria stern: Me alegra que te gustaran los one-shots y espero que este te haya gustado también :)
Nos seguimos leyendo por estos lares. Lemmon rules!
