CVI
Chibi Chibi
Washington, 17 de mayo de 1994, 11:14p.m.
Amy Snow no podía decir que estuviera demasiado satisfecha con sus acciones.
Se suponía que su objetivo era sacar a Amy Mizuno del camino, pero las cosas no habían resultado como ella esperaba. Al parecer, no contaba con los eventos que tuvieron lugar en Tokio hace un año y medio atrás. Y la herida seguía doliendo, pese a que hubiese pasado tanto tiempo desde que filtró la noticia de las muertes de Darren Church y Moira Lewis al correo de Amy Mizuno. Lo peor de todo el asunto fue que no había sido un duelo que hubiese sido ganado con astucia e inteligencia, sino que por un estúpido asunto del corazón. Amy Snow odiaba las emociones, por mucho que fuese imposible sucumbir a ellas en algún momento de la vida de una persona. Creía que aquellas eran un lastre para la lógica, la verdadera responsable de que la humanidad hubiera llegado al sitial más alto de la evolución.
Pero no todo eran malas remembranzas.
Con Alfombra Roja en su poder, había asegurado su estabilidad financiera. Aquella pieza de software actuaba como espada y escudo al mismo tiempo. Con ella, podía seguir sacando dinero de los bancos sin que nadie se diera cuenta, y podía defenderse de las intentonas por parte de las agencias gubernamentales de rastrear su ubicación. Aparte de todo eso, había firmado un jugoso contrato con la Vanguardia de Ares por la venta del software por unos nada desdeñables diez millones de dólares. A ella le daba lo mismo que lo emplearan para librar alguna guerra con Japón. Si tenía el software, podía vender copias a cualquier interesado, siempre y cuando tuviera el dinero para comprarlo.
Gracias a su nueva fortuna, Amy Snow había comprado acciones en varias empresas de tecnología, sobre todo de aquellas que participaban en la construcción del acelerador de partículas. Un año y medio desde la instalación del primer pilar, los avances eran desconcertantes. El tubo colosal por el que las partículas iban a desplazarse llevaba un setenta por ciento de avance, y las conexiones con las centrales nucleares ya habían sido construidas y probadas, sin percances. Gracias a aquel movimiento, sus riquezas se multiplicaron, y, gracias a Alfombra Roja, nadie tenía idea de cómo lo había hecho. Aparte de todo eso, su nuevo nombre ayudaba bastante a alejar a los esbirros del gobierno de su rastro.
Así pues, no todo era malo para Amy Snow.
Alguien tocó a su puerta, y Amy creyó que se trataba del repartidor, pues ella había ordenado sushi (algo que tenía en común con la Amy de Japón), por lo que se dio prisa en atender. Había pedido sushi del más caro, y pensaba dar una propina bastante generosa al repartidor. Pero cuando abrió la puerta, no vio a un repartidor sosteniendo un paquete con su comida. En su lugar, vio a una mujer de baja estatura, de cabello negro y ojos amarillos, que vestía completamente de cuero.
—¿Quién eres tú? —preguntó Amy, pero la mujer frente a ella no respondió. Se limitó a tomarla por la cintura con un brazo, y, con la mano libre, le asestó un golpe en la frente, lo que hizo que su visión se fuese a negro.
Tokio, 18 de mayo de 1994, 02:52p.m.
Saori tuvo que esperar a que las chicas salieran del colegio para que acudieran a su casa (Lita y Mina no querían dejar de hablar con los Three Lights, y Serena hacía una lista con las tareas que debía hacer para la próxima semana). Las cinco se encontraban bastante débiles después de su primer encuentro con las secuaces de Sailor Galaxia, lo que les había dejado pensando en si era una buena idea viajar al centro de la Vía Láctea. Sus poderes eran patéticos en comparación con los de Shadow Galactica. Las únicas del grupo que podían dar pelea eran Sailor Moon y Sailor Silver Moon. Por eso, Amy consideraba inteligente ganarse la venia de las Sailor Starlights para librar la batalla contra Sailor Galaxia.
Sin embargo, había otra cosa que molestaba a Amy, y se trataba de algo que había ocurrido hace un año y medio atrás, justo después de la derrota de Neherenia. Aquella transformación en princesas le había dado vueltas desde ese entonces, y había buscado la forma de volver a pasar por esa transformación, pero, hiciera lo que hiciera, parecía no haber manera de recrear esa transformación. Intentó recordar todos los detalles de aquel momento, y se percató de que ellas se habían transformado en princesas justo después de que Sailor Moon usara el Cristal de Plata a su máximo poder. Dado que sabía que ella podía hacerlo sin muchos problemas, quizás la próxima vez que se encontraran con Shadow Galactica, tendrían mejores probabilidades contra ellas.
Cuando las cinco llegaron a la casa de Saori, se encontraron con que no se trataba de una casa en absoluto. La "casa" de Saori era una habitación, pero una bastante grande, en la que cabía una cocina, un baño, una sala de estar pequeña y la cama. No había divisiones entre estos espacios, pero eso no le causaba problemas a Saori, sobre todo por el precio módico del alquiler. Serena miró hacia la cama, y vio a una niña de unos cuatro años, jugando con lo que parecía una tetera, pero sin el pituto. A Serena le llamó la atención los moños de la niña, muy similares a los que ella usaba, pero con la diferencia de que tenían forma de corazón.
—¿Y tiene nombre? —preguntó Serena, sentándose sobre la cama, y haciendo muecas graciosas, de forma que la niña se riera, a lo que ella correspondió de forma grata.
—Bueno, no ha dicho nada que se parezca a un nombre —contestó Saori, quien se puso a hacer tostadas con huevo para las recién llegadas, y un poco de leche para la niña—, pero dice Chibi Chibi bastante a menudo, por lo que creí sensato ponerle ese nombre. Además, responde cada vez que la llamo así.
—Chibi Chibi —repuso la niña con su voz aguda y dulce, mientras seguía jugando con la tetera.
—Es adorable —dijo Mina, acercándose a la niña, e imitando las muecas de Serena. Lita la siguió, sin decir nada, pero pensando en un montón de cosas deliciosas para darle de comer. Amy, por otro lado, frunció el ceño al notar que su computadora de bolsillo le estaba indicando que había una fuente de radiación sigma cerca.
—Hay una Sailor Senshi en esta habitación —dijo Amy de repente, sacando a todo el mundo de onda, a excepción de Chibi Chibi, quien seguía jugando con la tetera, aunque sí dijo "Sailor Senshi", en tono de pregunta. Serena se volvió hacia Amy, con una expresión de perplejidad en su cara.
—Quieres decir, ¿aparte de nosotras?
—Así es—explicó Amy, sosteniendo la computadora de bolsillo, y apuntándola hacia donde las lecturas eran más fuertes. Curiosamente, la señal parecía provenir de Chibi Chibi. Ella miraba con sus ojos grandes cómo Amy se iba acercando lentamente, y apretó la tetera con un poco de fuerza.
—La estás asustando —dijo Serena, pero Amy no le hizo caso. Continuó acercándose a Chibi Chibi, y ella protegió la tetera con sus bracitos, temblando de lo que parecía miedo. Amy, al ver el comportamiento de Chibi Chibi, se alejó de a poco, dando la impresión de que no era una amenaza, y Chibi Chibi se fue tranquilizando lentamente, aunque seguía protegiendo la tetera con sus brazos pequeños.
—No sé si es la niña o la tetera la fuente de la radiación —dijo Amy, guardando su computadora de bolsillo, alejándose más de Chibi Chibi, consiguiendo relajarla—. Parece que no soy muy buena con los niños.
—Permíteme —intervino Saori, quien había acabado con las tostadas y la leche, las que repartió entre Serena y sus amigas (la leche era para Chibi Chibi)—. He pasado un tiempo con ella, y creo saber cómo reacciona a la presencia de gente desconocida.
Saori se acercó a Chibi Chibi y tomó asiento sobre la cama, acercándose de a poco, mostrando una sonrisa tranquilizadora. La niña no mostró ninguna reacción, lo que parecía indicar que ella se sentía cómoda con la presencia de Saori.
—Que linda tetera —dijo Saori con su voz más suave, la que tenía reservada para hablar con Violet, y a las demás les desconcertó ver a una mujer tan ruda y agresiva comportarse como una chica sensible. Serena, sin embargo, debió haber esperado aquella faceta de Saori. La mayoría de las chicas fuertes tenían ese lado más vulnerable, lo que las hacía mucho más atractivas a los ojos de otras mujeres, debido al contraste entre aquellas dos partes de su personalidad—. ¿Puedo jugar con ella un rato? Te prometo que te la voy a devolver. Sé que es muy importante para ti, y no voy a permitir que otra persona la tome, ¿vale?
Saori no extendió la mano, sino que esperó a que Chibi Chibi hiciera su movimiento. También procuró no lucir ansiosa por tener la dichosa tetera, pues sabía que mostrar ansiedad en conseguir un objetivo era la peor forma de proceder. Chibi Chibi se quedó mirando a Saori por un rato con sus ojos grandes y redondos, ladeando la cabeza y jugueteando con la tetera, como considerando pasársela a la mujer frente a ella.
—¿Tetera? —dijo Chibi Chibi, penetrando a Saori con su mirada.
—Tetera —repitió Saori con su voz más dulce, reforzando una postura estática, dando la impresión que no iba a ir a ningún lado.
Diez segundos pasaron para que Chibi Chibi tomara una decisión. Le tendió la tetera a Saori, y ella la tomó, jugando un poco con ella. Serena y sus amigas no veían cómo podía beneficiar a la situación aquella maniobra, pero Amy vio que tanto la tetera como Chibi Chibi estaban lo suficientemente separados para que su computadora de bolsillo pudiera discriminar entre ambos. De inmediato, Amy sacó nuevamente su aparato y escaneó la habitación por señales de radiación sigma. Para su sorpresa, había dos señales, una que provenía de la misma Chibi Chibi, y otra que tenía su origen en la tetera.
—Que linda tetera —dijo Saori, jugando un poco más con ésta, antes de devolvérsela a Chibi Chibi con una sonrisa—. Procura cuidarla bien, ¿ya?
—Cuidarla —repitió ella, tomando la tetera, volviendo a jugar con ella, como si nada hubiese pasado.
—¿Quieres un poco de leche? —ofreció Saori, poniéndose de pie y tomando un vaso para llenarlo con leche—. La leche hace bien.
—¡Leche, leche! —exclamó Chibi Chibi, ladeando la cabeza de un lado a otro y sonriendo. Serena y las demás, miraban, enternecidas, por la forma en que Saori interactuaba tan bien con la niña.
—Mírenlas —dijo Serena, a quien le brillaban los ojos—. Parecen madre e hija.
—No sabía que Saori tuviera tan buena mano con los niños —dijo Rei, quien no podía dejar de sentirme asombrada por la forma en que Saori, siendo una guerrera fuerte, agresiva y ruda, podía ablandar su corazón con tanta facilidad.
—Me dieron ganas de tener un bebé —acotó Lita, mirando cómo Saori le daba la leche a Chibi Chibi, con una paciencia que ella ya quisiera—, aunque sea muy joven para tener uno aún.
Amy no decía nada. Se encontraba dividida entre la escena entre Saori y la niña, y los datos que mostraba su computadora de bolsillo. Ella, como Lita, también se vio arrollada por la idea de tener un hijo propio, pero debía mostrar calma ante la situación, y, desviando los ojos de Saori y Chibi Chibi, se dedicó a consultar los datos, y vio que no había margen de error en ellos. La tetera y la niña emitían radiación sigma. La pregunta era por qué. Chibi Chibi era demasiado pequeña para ser una Sailor Senshi, y la tetera presentaba un reto aún mayor.
A menos que la tetera sea una especie de contenedor, y la Sailor Senshi se encuentre dentro. ¿Pero quién será? ¿Será enemiga o aliada? No hay forma de saber sin analizar bien la tetera. Y no hay forma de analizar la tetera sin arrebatársela a Chibi Chibi, y no sabemos qué es lo que puede pasar con ella. Quizá se transforme en una Sailor Senshi más poderosa que todas nosotras juntas. Hay demasiadas interrogantes para hacer las cosas de forma apresurada. Hay que averiguar qué es lo que hace esa tetera, y por qué Chibi Chibi la protege tanto.
—Chicas —dijo Amy, aclarándose la garganta—, Saori, tenemos que hacer algo para aclarar este misterio, y creo que lo mejor es que convirtamos esta habitación en un laboratorio. Quiero instalar sensores en lugares clave, de forma que pueda entender de qué se trata todo esto. Quizás podamos atar algunos cabos con lo que quiero hacer. Chibi Chibi no sufrirá ningún daño. Lo que me interesa es la tetera.
Saori se llevó una mano al mentón, pensando. Sin embargo, no le tomó mucho tiempo tener una respuesta.
—Me parece bien —dijo, dando una mirada breve a Chibi Chibi—. De todas formas, deberé ausentarme por unos cuantos días, para ver si puedo traer de vuelta a las Sailor Gems. Alguien tiene que quedarse a cuidar de Chibi Chibi, alguien que no tenga padres a los que responder si uno se ausenta.
—Yo me ofrezco —dijo Lita, alzando una mano, aunque al hacerlo, recordó la pesadilla en la que vio a sus padres fallecer en aquel accidente aéreo, y sus ojos brillaron un poco—. Haré mi mejor esfuerzo para que Chibi Chibi esté lo más cómoda posible.
—Cuento contigo —dijo Saori, dándole una mirada de aprobación a Lita.
En cuanto a las demás, sí tenían familias a las que responder, y decidieron irse a sus respectivas casas. Saori, por otro lado, tenía la urgencia del tiempo, y, sin despedirse de nadie, salió de su habitación, no sin dejar instrucciones a la dueña de la habitación que Lita iba a estar viviendo allí por unos pocos días.
En el centro de la Vía Láctea, fecha y hora indeterminadas.
Sailor Galaxia apenas podía ocultar su frustración al ver que sus cohortes habían fallado en reclamar los Sailor Cristales presentes en el planeta Tierra. Sentada en su trono, vio a su séquito frente a ella, todas con caras que mostraban miedo puro al enfrentar la impaciencia de su ama.
—¿Cómo es posible que no sean capaces de recuperar esos Sailor Cristales? —gruñó Sailor Galaxia, casi poniéndose de pie—. Las Sailor Senshi del sistema solar no son tan fuertes para que les den tantos problemas.
—Señora Galaxia —dijo Sailor Iron Mouse con un visible temblor en la voz—, ellas, en efecto, no son tan fuertes, pero estaban las Sailor Starlights allá. Además, vimos a Sailor Silver Moon junto a ellas—. Cuando mencionó a Sailor Silver Moon, sintió un dolor agudo en su cabeza, lugar donde le había golpeado durante la batalla en el colegio.
Sailor Galaxia esperaba que las Sailor Starlights entraran en algún momento en el tablero, pues sabía que estaban buscando a su princesa perdida, y era cuestión de tiempo que aparecieran en la Tierra, pero no contaba con la reaparición de Sailor Silver Moon. Hasta donde Galaxia sabía, había quedado moribunda después de haber peleado con ella hace poco. A menos que aquella fuese una excusa por parte de sus subordinadas para justificar su fracaso en cumplir con su misión, la aparición de Sailor Silver Moon no tenía sentido.
—Me pregunto si dices eso para cubrir tus descuidos —dijo Sailor Galaxia, inclinándose hacia Sailor Iron Mouse, frunciendo el ceño, y la aludida retrocedió, tragando saliva—. Yo misma la derroté hace poco.
—Le juro, señora Galaxia, que ella está viva, y parece que es más poderosa que antes —dijo Sailor Iron Mouse, con la voz trémula—. Logró derrotarme fácilmente. Podría acabar con todas nosotras en pocos minutos.
—¡No digas tonterías! —bramó Sailor Galaxia, poniéndose de pie, sus ojos como rendijas—. ¡Estás poniendo excusas para no hacer tu trabajo! ¡Quiero esos Sailor Cristales, no justificaciones pobres! —Galaxia respiró hondo, volviendo a tomar asiento, calmándose. Le era difícil recuperar el control, porque su plan de obtener todos los Sailor Cristales de la Vía Láctea era mucho más que un plan.
Era la única forma de sobrevivir a lo que se venía en el futuro. (127)
—No sé qué siguen haciendo de pie allí —dijo Galaxia, con una voz más baja, pero llena de amenaza—. ¡Hagan su trabajo! Ya saben lo que les va a pasar si no hacen lo que les estoy ordenando.
Por supuesto que Sailor Iron Mouse y las demás sabían qué era lo que arriesgaban si fallaban en obtener los Sailor Cristales. Cada una de ellas se miró los brazaletes que usaban en sus muñecas, y tragaron saliva.
Una quinta Sailor Senshi apareció en el salón del trono, pero, con los gritos de Galaxia, nadie había notado su presencia. Era una mujer de ojos amarillos y un aparatoso uniforme de cuero negro, con una cola que le colgaba desde la parte de atrás de la cabeza. Cuando Sailor Iron Mouse y las demás se percataron de su presencia, se dieron cuenta que ella venía con otra mujer a cuestas, una mujer que se parecía bastante a una de las Sailor Senshi del planeta Tierra.
—Sailor Tin Nyanko —dijo Sailor Iron Mouse con un hilo de voz—. ¿Lograste capturar a una de las Sailor Senshi?
—No seas tonta —repuso la aludida con desdén—. No me interesan esas chicas de pacotilla—. Sailor Tin Nyanko siguió su camino hacia el trono de Galaxia, deteniéndose a una distancia prudente, y presentando a la chica en sus brazos.
—Señora —dijo Sailor Tin Nyanko, dejando a la desconocida en el suelo, justo a los pies del trono—, esta chica podría sernos de utilidad en nuestra búsqueda de los Sailor Cristales. Es muy inteligente, y, además, implacable. Sería una excelente adición a nuestras fuerzas.
Sailor Galaxia no dijo nada. Se quedó observando el cuerpo de Amy Snow, como si estuviera evaluándola. No sabía nada sobre ella, pero, dado que Sailor Tin Nyanko casi nunca fallaba en sus cometidos, algo que no podía decir del resto de sus compañeras, decidió darle el beneficio de la duda.
—Será una buena integrante de Shadow Galactica —dijo una voz que no era la de Galaxia. Todas miraron hacia la entrada al salón del trono, y vieron a una Sailor Senshi con un vestido de una pieza, bastante corto. Sailor Galaxia la recordaba bastante bien, pues ella la había rescatado del laboratorio de Herbert Dixon hace un año y medio atrás.
—Bienvenida, Sailor Zephyr —dijo Sailor Galaxia, con una sonrisa. Las cosas estaban comenzando a mejorar bastante.
(127) En este fic, Sailor Galaxia tendrá un propósito distinto al de simplemente ser la regidora de la Vía Láctea. Será más una antagonista que una villana.
