¡Hey a todos! ¿Qué tal ha ido la semana? Espero que todos sigáis bien y con ganas de continuar.
Antes que nada, tengo una mala noticia que dar... Por problemas personales, raf-lily nos abandonará para centrarse en lo que tiene que hacer, pero espera que todo siga igual o mejor con esta historia (¡y con vosotros!). Espero que le mandéis todo el apoyo del mundo a ella también, para que le vaya genial. Yo seguiré al pie del cañón, esforzándome ahora aún más, y me encargaré igualmente de transmitirle vuestras palabras (porque el contacto no lo vamos a perder).
Espero que esa noticia no os haya quitado el ánimo para leer. No os entretendré más, así que allá va el capítulo de la semana.
Capítulo 139: Detrás de Kimeramon
La pantalla del ordenador de Jeremy se quedaba pequeña para todos los que estaban mirando lo que el informático creaba siguiendo las indicaciones de Kouji.
—¿Así?
—Sí, pero en verde y morado.
—¿Acaso importa el color? —preguntó Odd.
—Todo es importante para saber a qué nos enfrentamos —declaró Jeremy, tecleando de nuevo y cambiando el tono de lo que estaba dibujando —. ¿Mejor así?
—Sí, bueno... Es cuanto pude ver...
—Mira que ese bicho es raro, pero no me esperaba que pudiese serlo más —declaró Sissi.
—Kouji ha dicho que parecía un tentáculo... ¿Algún trozo de digimon acuático? —preguntó Aelita.
—Los digimons que forman a Kimeramon son Kabuterimon, MetalGreymon, Greymon, Angemon, Airdramon, Devimon, Kuwagamon, SkullGreymon, Garurumon y Monochromon —recitó Wormmon.
—Mucho Greymon ahí metido —señaló Katsuharu.
—Piensa que de uno de ellos solo hay pelo, que en sí no tiene ningún sentido más allá de la estética —puntualizó Hawkmon.
—Evitaremos todos preguntarle a mi padre en qué pensaba cuando decidió ponerle esa melena así porque sí —alzó la voz Chiaki. Más de uno rió antes de jurar que guardarían silencio —. Entonces, ¿qué es lo que hay a la espalda de Kimeramon?
—Que yo sepa, las alas de Angemon y Airdramon —respondió Gatomon —. Y el pelo de MetalGreymon es rojo, no verde.
—Esa forma...
—¿Qué pasa, Lopmon? ¿Reconoces algo? —preguntó Koichi.
El conejo empezó a saltar por los hombros de todos hasta acabar pegado a la pantalla, mirándola fijamente varios segundos antes de buscar con la mano el ratón para continuar el trabajo.
—¡Espera! —pidió Jeremy —. ¿Sabes hacerlo?
—No, pero tampoco sabría guiarte —reconoció —. Tú solo mejora lo que vaya a hacer cuando lo acabe.
—¿Vas a jugar a las adivinanzas? —preguntó Takuya, ganándose un gruñido del conejo que preocupó ligeramente al chico —. Vale, no me meto en lo que no entiendo.
—Mucho mejor, Kanbara —aceptó el digimon mientras seguía, intentando que no le temblase el pulso, plasmar lo que tenía en mente.
—Eh, empieza a tener cierta forma... Aunque está sin pintura ni nada —señaló William.
—¿Una bola? —preguntó Katsuharu.
—¿Una bola con tentáculos? —siguió Odd.
—No del todo —dijo Lopmon antes de apartarse del ordenador —. Jeremy, ¿tienes algo parecido a un identificador en el ordenador?
—Si mal no recuerdo, Izzy dijo que tenía acceso a su base de datos en su ordenador en la Tierra —dijo mientras tecleaba —. ¿Qué quieres que busque exactamente?
—Es poca cosa, pero necesito que busques digimons que tengan eso.
—La lista puede ser larga...
A gran velocidad, Jeremy empezó a darle a las teclas, abriéndose varias ventanas en la pantalla por las que pasaban imágenes de digimons a gran velocidad. Tras él, más de una cabeza volvió a apelotonarse para observar, intentando identificar alguna de aquellas criaturas que se mostraban en un instante.
—Tienes una sospecha, ¿verdad? —preguntó Gatomon.
—Una certeza que no me gustaría que se diese —respondió el conejo.
—¿Y de serla? —quiso saber Patamon.
—Nos tocará pedir unos refuerzos que no queremos —suspiró Lopmon.
—¿Pasa algo? —se les acercó Arya.
—Nada, simplemente que nos preocupa qué pueda salir. Sus enemigos actuales ya no son simples marionetas, sino digimons poderosos que no juegan limpio.
—Es algo... espeluznante —aceptó la chica.
—¡Ha saltado algo! —exclamó Jeremy. Lopmon tardó poco en regresar al ordenador, apretando los puños ante la imagen en la pantalla —. ¿Qué demonios es eso?
—Parasimon —gruñó el conejo.
—¿Estás diciendo que Xana-Lucemon le ha metido los datos de otro digimon más a Kimeramon? ¿Acaso no lo veía suficientemente grotesco? —preguntó Sissi.
—No son simples datos añadidos —negó Patamon, flotando por encima de todos para hacerse bien visible —. Lo más seguro es que sea un digimon real, un Parasimon completo.
—¿A qué os referís? —preguntó Tommy.
—Parasimon es un digimon parásito que por sí mismo no es un gran problema. Pero si logra atrapar a una presa... —empezó Gatomon.
—Entonces podemos tener a un temible adversario —finalizó Lopmon —. Hace tiempo, cuando los tamers defendían la Tierra de digimons salvajes, hubo un incidente con un Locomon.
—¿Qué digimon es ese? —preguntó Katsuharu.
—Un digimon similar a los Trailmons, solo que más veloces —respondió agitando una mano —. El caso, ese Locomon fue poseído por un Parasimon que le forzó a correr y correr sin parar.
—¿Qué tiene de malo forzar a un tren a correr? —preguntó Odd.
—No es que le hiciese correr, simplemente magnificó sus deseos de correr —dijo Patamon.
—Te lo pondré más fácil —suspiró Gatomon —. Kimeramon está siendo poseído por un Parasimon. Kimeramon es una criatura cuyo objetivo es matar y destruir. Parasimon simplemente está haciendo que Kimeramon desee con más ansias matar y destruir.
—Pero eso no es lo que ha estado haciendo Kimeramon —observó Wormmon.
El silencio cayó demasiado frío tras las palabras del digimon insecto. Más de uno lo miró ligeramente preocupado antes de buscar respuesta en los tres ángeles. En vez de eso, Lopmon saltó desde donde estaba y planeó hacia la salida, seguido por los otros dos.
—¿No nos vais a decir nada? —preguntó Takuya.
—Lo único que se me ocurre es que ese Kimeramon no tiene voluntad alguna en su interior. Es una mera herramienta de Xana-Lucemon para eliminarnos a todos —dijo el conejo dándose la vuelta —. De ser así, a quien nos estamos enfrentando es directamente a Parasimon, solo que lo que golpeamos es su escudo de carne.
—¿Y entonces qué vamos a hacer? —preguntó Teppei —. Si ese parásito está usando el poder de una criatura formada por varios digimons, con todos esos datos a su alcance para atacarnos, ¿qué podemos hacer?
—Tendremos que pedir ayuda —suspiró Gatomon.
—No podemos dejar salir dos cartas de triunfo, Gatomon —negó Patamon —. Chicos, confiamos en vosotros para detener a Parasimon.
—¿Y cómo lo haremos?
—Llamaremos a Takato y a Rika para que os guíen en esto —declaró Lopmon.
—¡Pero...!
—Yo me encargaré de ellos, Patamon —interrumpió el marrón —. Tienes razón en que no es sensato dar más de lo que ya estamos dando, pero ellos necesitan una guía.
—Está bien —aceptó —. Enviadles un email para que vengan mañana a ayudaros. Hasta entonces, descansad bien.
Sin más, los tres pequeños digimons salieron del hangar, con el sonido del teclado de fondo. Tardaron bastante los demás en empezar a hablar entre ellos, confusos y algo molestos por el actuar de la triada de ángeles.
—En serio, esto no mola nada —dijo Odd.
—¿Por qué, si hay forma de vencer a los enemigos más eficazmente, no nos lo permiten? —preguntó Leire.
—¿Acaso nos están poniendo a prueba? —preguntó Neila.
—Bueno, es cierto que no podemos depender de los demás siempre —empezó a decir Takuya —. Quiero decir, hasta Kouji y yo, que teóricamente podríamos obtener más poder evolucionando a MagnaGarurumon y KaiserGreymon, necesitamos buscar otro método para ser más fuertes.
—¿Es por lo que me comentaste de la combinación de espíritus? —preguntó Ulrich al de la luz.
—Eso es. Que Takuya o yo usemos esa evolución haría que cuatro más quedasen automáticamente fuera de juego al no tener sus espíritus digitales —asintió Kouji.
—¿Y no os pueden ceder un poco de poder nada más? Un espíritu simplemente —preguntó Jeremy.
—Tiene que existir un equilibrio perfecto para que todo funcione —dijo JP —. Es sencillo, chicos —añadió al ver más de una cara confusa fuera del grupo que había visto aquellos dos digimons en acción —. Ejemplo fácil en ambos casos. Takuya es fuego y recibe el poder del espíritu del viento. El viento puede fortalecer al fuego, pero si es una simple brisa, no hace gran cosa.
—Es el motivo por el que los incendios son tan complicados de apagar cuando hay viento, se expande más rápido y las llamas se avivan —asintió Aelita.
—Por el otro lado, Kouji es luz. Entre los cuatro elementos que él recibe está el de la oscuridad —apuntó JP —. Si Koichi le diese una brizna de oscuridad, no sería nada. La luz y la oscuridad son hermanas...
—Son hermanos, gemelos —puntualizó Odd. Enseguida recibió un puñetazo de Sissi y una patada tras las rodillas de Ulrich.
—Hablo de los elementos, no de los cuerpos —carraspeó JP —. Para que Kouji no tenga problemas, el nivel de la oscuridad ha de ser igual al de la luz. Han de estar en perfecto equilibrio para que él pueda usar todo su poder como MagnaGarurumon.
—Para una fusión, los poderes han de estar en igualdad de condiciones —dijo Jeremy, aún tecleando —. Si uno destaca por encima de los otros, el equilibrio se rompe y nada bueno puede salir.
—Pero... MagnaGarurumon sigue siendo un digimon de luz y KaiserGreymon uno de fuego —dijo Tommy.
—Es la base —alzó un dedo JP —. El poder que aumenta es el básico con el apoyo de elementos afines.
—Así pues, como es imposible para vosotros evolucionar sin que otros tengan que quedar al lado, no vais a poder usar esa forma —suspiró Emily —. ¿Por qué entonces los ángeles no hacen nada? ¿O por qué no evolucionan ellos mismos?
—Porque aún nos queda mucho trabajo por hacer antes de enfrentarnos a Xana-Lucemon directamente —se adelantó Koichi —. Decirle a Xana-Lucemon que podemos resultar un verdadero peligro para sus planes sería acelerar las cosas.
—Mejor así, ¿no? —preguntó Sissi —. Acabaríamos antes con él.
—Aún quedan demasiadas torres activadas en el Digimundo —negó el de la oscuridad con cierta tristeza —. Mientras sigan así, él podrá extraer datos con los que fortalecerse.
—Y si no lo detenemos, seguirá fortaleciéndose igualmente —apuntó Yumi —. ¿Por qué seguimos parados?
—Por dos razones. La primera, esas torres en sí son energía oscura que contamina todo cuanto se le acerca. Ya lo hemos visto muchas veces, digimons poseídos porque viven cerca de una de ellas —alzó un dedo Koichi —. Por ello, la fuerza de la oscuridad actualmente es superior a la de la luz.
—Tú eres oscuridad —señaló William —. ¿No podrías hacer algo?
—Ahí está el segundo problema —sonrió levemente —. A día de hoy, no todos los aquí presentes estamos a un nivel aceptable para ser considerados un verdadero peligro. Sacar a Takuya o a mi hermano, así como a los tres ángeles en su última forma o los pocos aliados realmente poderosos que tenemos, llevaría a la inevitable gran guerra que nos espera al final y que, en nuestra situación actual, llevaría a muchos a la tumba. Incluso a los que sí podrían dar guerra.
