NOTA DE LA AUTORA: sigo viva, de verdad que sí. Aprovecho para dejaros un mensajito por aquí para agradeceros vuestro apoyo constante hacia la historia. Sabéis que ando liadilla y que cuando me siento por aquí a subiros el capítulo ya no tengo muchas ganas de hacer nada más que el zombie un ratejo. Pero bueno, hoy he sacado un poquito de tiempo y quería daros de nuevo las gracias. Espero que estéis todos muy bien.


Sora bajó al vista a los bocetos que tenía delante observándolos detenidamente y revisando algunos de los detalles. Se había quedado de pie, todavía con las cosas a medio preparar mientras que esperaba que diera la hora para ir a buscar a Taichi con el que había quedado unas calles más allá para que la acompañara a hacer unos recados aprovechando que él también estaba por esa zona.

Con lo que no contaba de ninguna de las maneras era con que de repente alguien la pinchara en los costados, haciéndola dar un brinco al no haber escuchado ruido a alguno ni a nadie acercarse. Lo siguiente que pudo oír fue precisamente la risa de aquel con el que había quedado a la vez que podía verlo retroceder unos pasos para huir de ella.

- ¡Taichi! – protestó-. ¿Estás bobo o qué te pasa? – avanzó los pasos que él había retrocedido para darle con la carpeta que tenía entre las manos.

No se molestó en volver a huir de ella, dejándose alcanzar mientras que se reía del susto que le había dado y la cara de enfado que intentaba tener. Estaba seguro de que si la picoteaba un poco acabaría por hinchar hasta los mofletes pero no era tan valiente como para meterse con ella con las hormonas revueltas.

- ¿De dónde narices sales tú tan temprano?

- Pues eso mismo. Acabé pronto y preferí venir a buscarte ya que me sobraba tiempo en vez de andar dando vueltas por ahí. No sabía si te iba a pillar ocupada o algo a ti…

- Pues no, estaba revisando esto – volvió a agitar la carpeta-, pero puedo hacerlo más tarde… Podrías haberme avisado.

- ¿Y perderme el susto que te acabo de pegar?

- Ya te pillaré desprevenido y verás… Ni con el gato ese que te trae por el camino de la amargura – le dijo entrecerrando los ojos-. Espera aquí, voy a ver si alguien me necesita para algo y vamos yendo.

- Tranquila, si podemos ir a la hora a la que me habías dicho, yo me quedo por aquí un rato sin problema.

- Deja de dar la lata. Vengo ahora – le dijo antes de salir hacia el pasillo, quedándose unos segundos mirando hacia su ayudante-. ¿Ya te has puesto de su parte? – le dijo a ella dando por supuesto que ella sería la que le había dicho dónde estaba-. Traidora…


Cuando Sora volvió al despacho, fue directa a la mesa para poder dejar las cosas que Haru le había dado, pudiendo así dejarlo todo listo para la vuelta.

- ¿Estás ya?

- Estoy – le dijo-. ¿Me acercas la chaqueta?

No obtuvo respuesta, únicamente viendo como se iba hacia ella había dejado sus cosas para poder acercárselas, recibiéndolo con una sonrisa de agradecimiento.

- Deja, que te ayudo – le dijo él mientras que estiraba el abrigo para que le fuera más sencillo ponérselo.

- Si ahora intentas hacerte el encantador conmigo por el susto que me has dado antes te advierto de que no va a funcionar.

- Solo me aseguro de que no me cojas frío – aprovechó que se giraba para colocarle bien los cuellos.

- ¿Con el día que hace hoy?

- Por si acaso – sonrió, divertido-. Y deja de protestar, para encima que te vengo a buscar hasta aquí y todo…

- No protesto, eso te lo agradezco mucho. La verdad es que tampoco me apetecía ir sola. Es el regalo de aniversario también, así que… No es algo que me apetezca tener en el bolso sola mientras estoy por la calle – admitió.

- Es verdad… Que y estáis por… ¿El cuarto? ¿Ya lleváis cuatro años casados? ¿De verdad? ¿Cómo es que no lo has mandado a orbitar otra vez tú a Marte?

- Pues… La verdad es que yo creo que ha mejorado en el tema de la cocina lo suficiente como para que me cueste hacer eso. Deberías de decirle que te enseñe a hacer algo así cuando Koemi quiera lincharte puedes hacerle chantaje con el tema…

- Koemi me tiene prohibido acercarme a la cocina – admitió divertido, encogiéndose de hombros-. Oye, ¿qué se supone que le has comprado como para no querer ir sola a por ello?

- Ya lo verás cuando lleguemos, que no está lejos. Y además, como me lo tienen que enseñar antes de llevármelo puedes cotillear en paz… - alargó la mano para coger el bolso-. Anda, vamos…

Echó a andar de nuevo hacia la salida, dejándolo pasar a él primero para poder dejar así cerrada la puerta de su despacho. Agitó los dedos en el aire para despedirse de Kaori, la cual estaba sentada en su mesa, viendo entonces llegar a Haru hasta donde ellos estaban.

- ¿Qué? ¿No soy lo suficientemente importante como para pasarse a saludar? – fue su saludo.

- Con lo gracioso que se debe de haber levantado hoy casi mejor que no te haya ido a rondar – contestó al pelirroja.

- Es una exagerada…

- ¿Dónde vais? – les preguntó la castaña.

- Voy a por el regalo para Yamato. ¿Quieres venir con nosotros? Luego podemos tomar algo. Aunque no te garantizo que no nos pille a los tres la prensa por ahí y aparezcas mañana en portada como nueva parte del lío que nos traemos montado…

- No, déjate, que luego el otro gracioso se mete conmigo y no tengo gana de aguantarlo – negó con la cabeza divertida-. Pues… La verdad es que no tengo nada que hacer ahora mismo.

- Pues listo, te vienes con nosotros – le dijo Taichi-. ¿Dónde tienes a Andrew?

- En San Francisco. Volvimos hace unos días y no tenía gana de volver a viajar yo. Así que me he quedado en casa…

- ¿Ha tenido que volver a irse? Anda, coge la chaqueta y vamos yendo… - le dijo la pelirroja-. O más bien ha huido porque sigue sin dejarme ver qué narices ha terminado de hacer con los diseños del trabajo de Yamato.

- Eso también – se rio-. Voy a por la chaqueta, vengo ahora mismo…


- A ver… Ven aquí – le dijo Sora a Yamato mientras que caminaba hacia él.

Hacía un rato que él ya se había vestido, habiéndose ofrecido a llevar a Aiko a casa de sus padres para que no tuvieran que estar dando vueltas ellos. Se acercó a dónde estaba para poder colocarle bien los cuellos de la camisa, dedicándole una sonrisa.

- Solo te voy a decir una cosa… Bueno, dos – dijo tras una pequeña pausa-. La primera es que van a acusarnos de habernos puesto a juego cuando vean lo que te has puesto…

- ¿Ah sí? En ese caso diré que me has copiado tú porque yo estoy libre de toda acusación – bajó la vista hacia ella, mirándola aún a través del flequillo, teniéndolo todavía mojado tras haber salido de la ducha poco antes.

- Seguro que me creen a mí – sonrió, bajando ahora la mano por las solapas de la chaqueta antes de volver a levantar la vista.

- ¿Y la segunda?

- La segunda es que estás estúpidamente guapo – le acabó por confesar antes de ponerse de puntillas y poder alcanzar de esa forma a poder darle un rápido beso.

Nada más apartarse pudo ver el tono rojizo que había aparecido en las mejillas de su marido, sacándole así una sonrisa. Le conocía la ropa que había escogido para la comida que tenían con los de su equipo, no era la primera vez que se la ponía. Había escogido un conjunto de pantalón y chaqueta de color tostado claro que contrastaba notablemente con la camisa que se habia puesto azul claro casi del mismo color del vestido que ella había diseñado para la ocasión.

- ¿Tú crees? – le acabó preguntando.

- Sí, así que voy a tener que tenerte muy vigilado no vaya a ser que alguna se te tire al cuello mientras que no miro…

- Ah, muchas gracias. Menos mal que te tengo a ti para salvarme – no pudo evitar posar las manos en sus costados.

- Y ahora te dejo con Aiko que yo creo que me va a hacer el trabajo bastante bien. Solo ten cuidado a la vuelta…

- Tranquila, me vengo directo a casa sin hablar con desconocidos – intentó sonar serio sin conseguirlo, pegándole la risa a ella-. Vístete tú tranquila, tenemos tiempo más que de sobra. Yo dejo a la pequeña con mi madre y ya me vengo para casa.

- Más te vale, porque te voy a dejar irte ahora así porque hoy hace calor, pero luego más te vale peinarte.

El rubio arqueó las cejas, terminando por entender que le hablaba de que tenía el pelo mojado, asintiendo. Soltó a la pelirroja y se giró hacia la puerta cuando sintió los correteos de Aiko por el pasillo yendo a buscarlos. Sonriendo nada más verla, la cogió en brazos.

- Te cacé, tortuguita.

- ¿Qué te parece chiquitina? – le dijo Sora a la niña-. ¿Está guapo papi?

- ¡Sí!

- ¿Ves? Tiene mi gusto – le dijo divertida al rubio viendo como se reía él también, cogiéndola mejor contra él.

- Anda, vamos a llevarte a casa de tu abuela antes de que me llamen protestando porque llegamos tarde…

Entretenido, posó a la pequeña en el suelo para dejarla irse a buscar a los digimon y los juguetes que quisiera llevarse con ella. Era una batalla perdida, porque a pesar de que tenía unos cuantos juguetes por todas partes, siempre tenía que llevarse con ella dos o tres de los favoritos que tenía en casa.

- Te vengo a buscar en un rato, ¿vale? Tampoco te apures mucho.

- ¿Gabumon se queda con ella o viene con nosotros? Porque hasta dónde sé, vais en la misma condición.

- Pues… Intenté hacerle chantaje con la comida, pero dijo que se quedaba con Aiko y que ya vendrá al evento…

- Qué vendido te tiene… - dejó ir una leve risa-. Venga, vete a llevarla y así me voy arreglando yo tranquilamente.

Asintió a las palabras de ella antes de salir en busca de Aiko para poder irse de una vez y dejar de dar vueltas. Fue tras ellos pasados unos minutos para poder despedirse de la pequeña y de los digimon.


- ¿A qué hora vais a volver a por ella? – preguntó Natsuko mientras que observaba a su hijo.

- Pues no lo sé. Supongo que no muy tarde porque es solo una comida y con los de siempre. Pero no te preocupes por nosotros. Yo te llamo y nos adaptamos a ti. Siempre puedo hacer algo de tiempo si Sora se casa dejándola en casa a ella primero.

- Mami se cansa porque el nene chiquitín pesa mucho – dijo Aiko tirando de la manga del jersey de su abuela.

La mujer sonrió, bajando la vista hacia ella unos segundos antes de inclinarse para coger cogerla en brazos y poder dejarla a la altura de ambos mientras tanto.

- ¿Pesa mucho?

- ¡Si! Y mami es pequeñita.

- La verdad es que tiene razón – dijo Yamato tras llevar una mano al cabello de la niña revolviéndoselo-. En comparación con el primer embarazo se le nota más, le cuesta más hacer las cosas ya.

- Yamato… Está de cinco meses, es lo normal – bajó la vista hacia la niña, no queriendo decir que cuando había sido ella la que estaba en camino no había sido lo más común que apenas se le notara y más tras pasar por el hospital-. Eso es que tu hermanito va a nacer sano y fuerte. A tu madre podemos cuidarla entre todos, y si se cansa ya tiene a tu padre para que la ayude.

- Y a mi abu…

- Claro que sí preciosa… - sonrió antes de volver a mirar hacia su despídete de tu padre que a este paso va a llegar tarde y tu madre le va a tirar de las orejas.

- Pórtate bien con la abuela, ¿eh?

- Sí papi – asintió ala vez que decía aquello, quedándose a la espera al ver que él se inclinaba hacia ella para poder darle un beso en la frente.

- Con el abuelo cuando aparezca por aquí no hace falta…