La pelirroja se acercó a Yamato, cogiéndose a su brazo de forma cariñosa mientras que caminaban de vuelva hacia donde habían dejado el coche. Estaban en medio de Ginza y le daba exactamente igual el comportarse así, simplemente le apetecía ir cogida a él así. Pudo ver como el rubio bajaba ligeramente la vista hacia verla, sonriendo antes de sacar la mano del bolsillo de la chaqueta para coger la de la pelirroja.
- ¿Tú crees que Takao va a seguir vivo mañana? – le preguntó divertido.
- No lo tengo demasiado claro – contestó, aprovechando el gesto de él de momentos antes para dejar sus dedos entrelazados con los de él-. Pero bueno también puedo entender el drama. Que tiene pinta de ser algo serio y es raro que nunca haya comentado nada…
- Ya, porque él es más abierto que yo – se encogió de hombros-. O al menos eso aparentaba.
- ¿Sabes qué creo que le ha pasado? Que es una de esas cosas tan… No sé, normales pero que a la vez dan para mucho revuelo que no encontraba el momento y luego lo fue dejando…
No era el caso, ni mucho menos pero algo así le había pasado a ella con el no haberle contado a Yamato que había estado a punto de casarse. En su caso no se había atrevido al principio porque no estaba segura de cómo abordar ese tema y porque no estaba del todo cómoda todavía con él como para hacerlo. Aún estaba demasiado nerviosa porque todo estaba empezando y le costaba hacer las cosas sin darles demasiadas vueltas. Para cuando había pasado el tiempo y por fin tenía la confianza necesaria para hablarle de ello, ya no había encontrado la oportunidad para sacarlo sin miedo a que se enfadara y al final había acabado siendo peor el remedio que la enfermedad. Sin duda lo de Takao no era lo mismo y lo que le había pasado era que no había encontrado el momento para salir con el tema de repente.
- ¿Quieres ir a dar un paseo? – le dijo el rubio devolviéndola así a la realidad.
- Pues… La verdad es que preferiría irnos a casa.
- ¿Ya? ¿Te encuentras bien? – arqueó una ceja.
- Un poco cansada – contestó a sabiendas de lo que le iba a responder.
- Bueno, pues en ese caso te llevo a casa y luego voy a buscar a Aiko yo a casa de mis padres.
- ¿No te importa? – intentó ocultar la sonrisa por haberse salido con la suya tan rápido.
- Claro que no, y así de paso aprovecho para coger algunos recados a la vuelta con ella que ya sabes que le gusta venir conmigo.
Acabó por sonreír entonces, dejándolo ahora encubierto con la excusa de la niña. De lo que tenía gana era de poder irse a casa y estar un rato a solas los dos. Había decidido que el detalle que le había preparado como recuerdo de los diez años del viaje. Por un lado, era una época en la que le hubiera gustado estar con él, ya que las pocas veces que hacía referencia a todo aquello hablaba de lo mal que lo había pasado en cuanto a nervios e incluso miedo por lo que se les venía encima, pero por otro no estaba segura de ser precisamente ella la fuente de apoyo. Algo le decía que podrían haber acabado con mucha facilidad como la segunda vez, en la que ella misma, incluso a sabiendas de lo nervioso que parecía estar él, era la que había acabado montando el drama era ella.
- ¿Quieres que te prepare una de tus infusiones? – le dijo Yamato una vez que hubieron llegado a casa-. Así te pones el pijama mientras...
- Pues… Me parece bien, pero haz para los dos y así me haces un poco de compañía. No creo que tus padres se vayan a enfadar porque te secuestre un rato más.
Pudo escuchar como el rubio se reía mientras que dirigía sus pasos hacia la cocina. Sin duda a sus padres no les iba a importar quedarse con Aiko más tiempo. Y mucho menos a él le importaba quedarse un rato con Sora. Se acercó a dónde guardaran los cacharros de cocina para poner a calentar el agua para los dos y poder preparar mientras tanto las tazas.
Sora salió hacia la habitación, como cabría esperar que hiciera con la intención de ponerse cómoda. Sin embargo, no era eso lo que había ido a hacer. Claramente que estaba más cansada de lo que estaría en una situación normal, pero ni necesitaba cambiarse ni no hubiera podido dar el paseo. Pero se moría de ganar por darle por fin a Yamato su regalo. Se puso a revolver en sus cajones, ya que lo había escondido para que no pudiera encontrarlo nadie por accidente o la niña jugando. Sonrió al pasar sus dedos por encima de la caja. De verdad que esperaba que le gustara ya que era una de esas ocasiones en la que casi que se podía decir que el regalo la habia encontrado a ello.
Independientemente del precio o no que hubiera tenido, ese drama se lo dejaba a Taichi cuando había ido a acompañarla, le parecía la mejor opción que hubiera podido encontrar. Y esperaba que fuera algo que lo cogiera por sorpresa en todos los sentidos. Terminó por salir de la habitación con ella, quedándose apoyada en la entrada del salón al ver a Yamato posando las tazas encima de la mesita para luego entretenerse en subirse bien las mangas de la camisa habiéndose quitado la americana que había llevado aquel día. Sonrió mientras que lo seguía con la mirada hasta que la pilló finalmente.
- ¿Qué haces ahí?
- Pues… vigilarle – dejó las manos a su espalda para que no viera tan rápido que traía algo con ella.
- ¿No te habías ido a ponerle pijama?
- Es más divertido ver lo guapo que estás hoy – amplió más su sonrisa al ver la cara que se le quedaba a él, arqueando ambas cejas, decidiendo entonces acercarse a él-. ¿Qué? Es la verdad… Ya te he dicho muchas lo bien que te quedan esos colores. ¿No te puedo decir cuando me gusta cómo vas?
Aunque aquellas palabras no eran del todo ciertas porque aquello mismo que la había visto haciendo en ese momento podía pillar también haciéndolo mientras que daba vueltas en pijama por la mañana con cara de dormido y despeinado del todo. Simplemente aquel día, llamaba la atención a sus ojos más de lo normal. Y algo le decía que ella y sus hormonas más alteradas de la cuenta iban a tener problemas el día del evento, porque no se fiaba ni mínimamente de él y sabía que tenía un nuevo uniforme de gala.
- Luego te metes conmigo porque tardo mucho en prepararme – le acabó por decir divertido, alargando las manos para posarlas en su cintura, viendo como se le escapaba.
- Porque a veces tardas más que yo, amor… - negó con la cabeza ante la cara de extrañeza de él-. Anda, vamos a sentarnos, ¿quieres?
- Empiezo a pensar que tramas algo, ¿me equivoco?
- ¿Yo? – intentó poner su gesto más inocente.
- Y ahora estoy completamente seguro de ello. ¿Me has engañado otra vez para llegar a casa primero?
- Pues… Podría ser – se sentó, acomodándose antes de dejar que viera que tenía un paquete entre sus manos.
- ¿Sora?
- ¿Qué? No quiero quejas ni quiero protestas. Creo que es algo lo suficientemente importante en tu vida como para que tengas un recuerdo de mi parte por ello. Aunque… Aunque yo no estuviera en tu vida en ese momento. Digamos que para bien o para mal fue lo que terminó por devolverte a mi lado de una vez por todas… Y sé lo importante que es para ti – dejó la caja sobre sus rodillas para posar su mano sobre las de él-. Y no me digas que no.
- No te digo que no… Pero no tenías por qué…
- Claro que sí. Tengo por qué porque me ha dado la gana y porque me hace mucha ilusión tener un detalle contigo. Siempre eres tú el que me sale con estas cosas y… Muchas veces eres el que de verdad se merece que sea yo la que tenga un detalle contigo – movió sus dedos sobre los de él-. Y… sé que tampoco te lo digo mucho, pero estoy muy orgullosa de todo lo que has conseguido. Que a veces se me olvida lo que haces y a lo que te dedicas – vio que quería abrir la boca, frenándolo con un gesto con la mano que tenía libre-. No, déjame. Si es que me da mucha rabia no hacer esto con más frecuencia. Vamos a ver… ¡que has estado dos veces donde nadie más ha pisado! Que te has matado años estudiando y trabajando como un loco para poder hacerlo. Y conociéndote como te conozco ahora mismo sé que fue la decisión que más te ha costado en toda tu vida, que no querías irte y dejarnos a todos en esta punta del mundo.
Era así de sencillo. A esas alturas lo veía con una claridad que hasta le parecía insultante. Siempre había quedado ella como la que peor lo había pasado por todos los "errores" de él. No eran errores. Quizás sí el cómo había hecho algunas cosas, pero él había tenido que irse solo a la otra punta del mundo a estudiar algo que le había costado muchísimo esfuerzo.
- Y aunque me digas que la recompensa es poder contárselo un día a Aiko ya cierto señorío que viene en camino… Pues vamos a permitirnos, aunque sea estos días, el celebrar un poco más por lo alto que estoy casada con alguien maravilloso que ha hecho cosas extraordinarias y a quien no podría querer más en esta vida.
Aprovechó el momento de confusión de él mientras que asimilaba sus palabras para tenderle el regalo para que pudiera cogerlo, notando como parecía estar demasiado superado por la situación como para poder reaccionar del todo aún. Le daba rabia que todos la pusieran siempre a ella como la que lo había pasado mal. Sí, evidentemente que lo había pasado mal. Pero ¿solo ella? Claro que no. Todos solían olvidarse muy rápido de Yamato. Y ella no podía agradecer más que hubiera tenido con él a gente como Mai, que no perdieron la paciencia con él.
Se dio cuenta de que, incapaz de responder todavía a sus palabras, Yamato optaba por mover sus dedos por la caja, empezando a quitar el papel de regalo solo para poder otra caja, esta vez de color oscuro y con algunas letras grabadas en ella, seguramente la marca de lo que había en su interior.
- Espero que te guste – le dijo la pelirroja antes de cruzar una mirada con él aprovechando para sonreírle ligeramente.
Todavía sin ser capaz de responderle, optó por la opción fácil, que era continuar con lo que estaba haciendo y poder abrir por fin el regalo de ella. Nada más levantar la tapa se encontró con un reloj. No era demasiado complicado adivinar que era algo que le gustaba bastante, ya que solía distraerse observándolos. Sora se había dado cuenta rápidamente de ello y ya había recurrido a ese regalo con él en algunas ocasiones. Sin embargo, cuando lo observó mejor, pudo darse cuenta de que no parecía un reloj normal. Confuso como estaba, cogió la pieza, notando que lo que había en el interior de la espera parecían órbitas en la cuales se podían ver pequeñas esferas.
- Se supone que representa el sistema solar. Eso que ves son los planetas y se van movimiento como lo harían ellos en realidad… Quería regalarte algo que estuviera relacionado con tu trabajo y cuando lo encontré… No sé, me pareció perfecto – estaba segura de que se había sonrojado ligeramente al hablar de aquello.
Más allá de eso era una pieza de diseño elegante y sobrio. La correa era de color negro oscuro y hacía destacar la esfera dorada en la que un cielo azul oscuro dejaba ver las órbitas, los pequeños planetas y el fondo estrellado.
- ¿Te gusta? – le preguntó ella pasados unos segundos al ver que guardaba silencio.
Vio como parecía querer responderle, tardando unos segundos y acabando por llevarse la mano que tenía libre al rostro, pasándosela así los ojos, delatando el verdadero motivo de su silencio. Aquello amplió la sonrisa de la pelirroja, la cual no pudo más que arrastrarse algo más por el sofá para quedar a su lado y aprovechar para rodearlo con los brazos.
- No podría estar más orgullosa de ti – le murmuró.
