Disclaimer: None of this belongs to me. Thanks to the beautiful Josie, for letting me translate it. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a tufano79, solo me pertenece la traducción.
Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction
(www facebook com/ groups/ elite . fanfiction)
Capítulo Ciento setenta y cuatro
POV Bella.
Edward y yo tomamos una siesta antes de la segunda ronda. Me despertó con besos por todo mi cuerpo y me llevó a nuevas alturas con su lengua. Después tomamos un baño ya que ambos estábamos sudorosos y tenía que soltar mi cabello. Los broches me estaban provocando dolor de cabeza. Edward se entretuvo en conseguir uno a uno en la bañera antes de lavar mi cabello con algún champú con olor tropical.
Edward y yo volvimos a la cama y dormimos hasta que su teléfono sonó desde los pantalones de su traje, en el suelo.
—Es el día después de nuestra boda. ¿No pueden dejarnos dormir? —gruñó, encontrando su teléfono y observándolo con una mirada asesina. Su cabello señalaba todas las direcciones y su rostro estaba lleno de marcas de almohada—. Jodido Harold. Lo ignoraré.
—¿No estuvo en la boda? —pregunté, bostezando y acurrucándome contra el pecho de Edward—. Juraría haberlo visto tomando shots con Emmett.
—Estuvo en la boda… —El teléfono sonó de nuevo—. Oh, por amor a todo lo bueno. ¡¿QUÉ?! —Reí—. Harold. No hagas que saque mi trasero desnudo de mi suite de luna de miel para patearte en las bolas.
—¡Oh, Dios! —Reí, cubriendo mi rostro con una almohada. Edward me hizo cosquillas.
—No, Harold, no pasaremos el día repasando algo de la escuela. Tengo tres días para ser un esposo para mi esposa. ¿Sabes lo que significa? La estoy follando. Muy profundo. De hecho, estoy dentro de ella ahora.
—¡Sí, bebé! Más duro, Edward —gemí.
—Llámame de nuevo y te mutilaré con mi pene —gruñó Edward—. Te veré el miércoles, no antes. —Terminó la llamada y apagó el teléfono. Lo tiró al suelo y gruñó—. Lo juro por Dios, ese chico será mi muerte.
—¿Qué quería? —pregunté, moviéndome para estar en el regazo de Edward. Roté mis caderas, sintiéndolo retorcerse contra mi trasero.
—No sé y no me importa porque mi esposa me está dando un gran espectáculo. ¿Vas a follarme? —preguntó, moviendo sus cejas sugestivamente.
Sonreí, tomando su dureza y deslizándome por su falo.
—¿Eso responde a tu pregunta? —La llamada de Harold fue rápidamente olvidada mientras nos perdíamos en el otro por tercera vez.
Sin embargo, nos vestimos después de eso para comer algo y pasar tiempo con nuestra familia antes de que regresaran a Chicago. También necesitaba ver a mi pequeña. A pesar de que Edward y yo nos habíamos reconectado, me sentía una terrible madre, más concentrada en mi libido que en las necesidades de mi hija.
—Bella, détente —dijo Edward, acunando mi mentón mientras me forzaba a mirarlo. Estábamos vestidos en un par de jeans y suéters ya que el clima había cambiado en la noche—. Nuestra bebé es la persona más importante en nuestras vidas, pero eso no significa que tengamos que descuidarnos el uno al otro. No te sientas mal por tomarnos estos días para nosotros.
—Lo sé. Lo siento. Necesitamos nutrir nuestra relación, igual que como lo hacemos con nuestra bebé —dije, acercándolo más con un abrazo—. Vamos. Están comiendo en la sala de degustaciones y planean irse en una hora, más o menos. —Edward asintió y se colocó un gorro ya que su cabello era una causa perdida. Fuimos a la sala de degustación y recibimos abrazos, besos y comentarios inapropiados. Gracias, Emmett. Fui directamente hacia Alice y tomé a mi hija de sus brazos. Marie rio mientras la giraba, sosteniéndola fuerte contra mi cuerpo. Edward se unió, fingiendo comer el pie de Marie y luego besando su abdomen.
—Iré a hacernos un plato, Bella. Siéntate y consiente a nuestro maní —dijo Edward, besando mi frente.
—¿Ya comió? —le pregunté a Alice, refiriéndome a la bebé.
—No quiso el biberón. —Alice se encogió de hombros—. Bueno, no de mí. Comió un poco por Esme, pero no se bebió todo.
Asentí y me quité mi suéter. Maniobrando, coloqué a Marie en mi seno. Se aferró con facilidad y succionó como profesional.
—Solo querías a mami, ¿verdad? —pregunté. Las manos de Marie se abrieron y cerraron mientras se alimentaba de mí.
—Entonces, Bella, ahora que terminamos con tu boda, me serviría un poco de tu ayuda para la mía —dijo Alice.
—Haré lo que pueda, pero sigo en post-natal —susurré, pasando mis manos por el cuerpo de Marie y memorizando su cuerpo presionado contra el mío—. ¿Qué estás pensando? ¿Cuándo?
—Bueno, ya que nuestra boda está planificada para el verano, me gustaría ir a la tienda de Pedro para comprar los vestidos, más o menos en la fecha de Día de Gracias. Y podemos bocetar tu vestido como mi madrina de honor —chilló Alice.
—Alice, te amo, pero necesito un poco de tiempo. Acabo de tener mi propia boda. Necesito unos meses de tranquilidad, ¿sabes? —dije—. Este año ha sido caótico.
—De acuerdo, pero sí necesito tu ayuda. Confío en ti, Bella. —Alice sonrió.
Edward regresó con una pila de comida. Me alimentó con bocados del plato mientras yo alimentaba a Marie. Era increíblemente dulce, acariciando mi mejilla o apretando mi rodilla con cada trozo. Marie terminó de comer y Edward la tomó con experticia, sacándole los gases. Me reacomodé y coloqué mi suéter de vuelta para poder comer. Edward sostuvo a nuestra bebé mientras estaba sentada en su rodilla, mirando a todos. Estando allí, un hombre de aspecto nerd se acercó a Edward.
—¿Edward?
—Harold —se erizó Edward. Marie lloriqueó, sintiendo la agitación de mi esposo. La tomé de sus brazos, acunándola para que pudiese dormir—. ¿Te das cuenta que de fuiste invitado a mi boda? ¿Recuerdas a mi esposa? La mujer que amo más que a mi vida? Y, ¿mi hija? No pienso en la escuela de medicina.
—Lo sé, lo siento. Mi novia, quien no pudo llegar, me pidió que te diera esto. —Le dio a Edward una gran caja. Edward la colocó en el suelo y esperó a que Harold continuara—. Mi novia dijo que fue inapropiado de mi parte llamarte esta mañana. Me disculpo y espero que me perdones. Olvido que el mundo no se encierra solo en la escuela de medicina, o clases, o, um, eso.
—Te disculpo, Harold, pero necesitas relajarte. Lo hiciste anoche. —Edward suspiró.
—Buen trabajo hacienda el arrastre del Cha Cha —sonreí, riendo bajo.
—Gracias, señora Cullen. —Se sonrojó—. Te veré el miércoles. Me iré a Chicago con Abby y Julian. Felicidades. —Salió dando tumbos.
—¿Si quiera quiero saber lo que hay aquí? —preguntó Edward.
—Dios, é les tan… —murmuró Alice.
—Nerdo —dijo Edward inexpresivo—. Es un chico brillante, pero no tiene seguridad en sí mismo. Siente que necesita mi aprobación para todo, como si mi palabra fuera la ley o algo.
—Te admira —dije.
—Pero ambos estamos en el primer año de la escuela de medicina. No soy mejor o peor que él. —Edward se encogió de hombros—. Harold solo es raro.
—Entonces, ¿ustedes dos tienen algo planeado en estos días? —preguntó Jasper.
—Estamos improvisando. —Sonreí, dándole una señal a Edward con mi hombre. Edward me dedicó una sonrisita coqueta. Ambos sabíamos que no pasaríamos mucho tiempo fuera de la pequeña cabaña, o vestidos por completo una vez que nuestra familia se fuera. Era nuestra oportunidad para conectarnos como marido y mujer. Lo necesitábamos y estaba ansiosa de continuar.
—Tendrán sexo, Jasper. Vamos. —Alice rio—. Míralos. Prácticamente se desvisten con los ojos. Además, ya vimos el seno de Bella.
—Estaba amamantando, tonta —dije inexpresiva. Nos molestaron hasta que empacaron para irse. Nos dieron abrazos, besos y buenos deseos mientras se iban. Mi corazón se rompió un poco cuando Esme y Carlisle se fueron con Marie, pero Edward dijo que podríamos hablar con ella cada noche y que nuestra relación, igual que nuestra hija, necesitaba nutrirse. El bobo usaba mis propias palabras para aplacar la culpa por querer hacerle el amor a mi esposo.
Después abrimos el regalo de Harold.
—¿Un par de sujetalibros de mono? ¿Qué demonios? —Edward gruñó—. Ese chico es jodidamente extraño.
—Según la tarjeta, fueron hechos por su novia —bufé—. Piensa que es un elefante blanco.
—Justo ahora, quiero olvidarme de Harold y de todo lo demás. Quiero hacerle el amor a mi esposa. —Edward gruñó, colocando los sujetalibros en la caja. Me cargó, tirándome sobre su hombro y llevándome a la habitación.
Y sí hicimos el amor. El resto del tiempo que pasamos en el chateau lo hicimos desnudos o parcialmente desnudos. No hubo parte de esa cabaña que no fuese tocada por nuestros cuerpos desnudos. Me torcí en tantas posiciones. Parecía que Edward hubiese leído el Kamasutra en sus cursos de la escuela de medicina. Cada posición me llevaba más y más cerca del cielo. Cada vez que hacíamos el amor me sentía más cómoda con mi esposo. Ya no me sentía gorda, flácida o poco femenina. La ardiente mirada de Edward me hacía sentir deseada, amada, querida y necesitada.
En la mañana del martes, regresamos a Chicago. Edward tenía que terminar sus tareas para sus clases que comenzaban el miércoles. Yo conduje la primera parte del viaje. Nos detuvimos en las afueras de Holland, Michigan, para desayunar y él se encargó del resto. Llegamos a Chicago alrededor de las tres, luego de recoger a nuestra hija en casa de Carlisle y Esme. En nuestra casa, comencé a lavar un poco y jugué con la bebé mientras Edward hacía sus asignaciones.
Los siguientes meses fueron tranquilos para mí, afortunadamente. Al contrario, mi esposo estaba colapsado por la escuela. Además de sus clases tenía que completar horas clínicas en los hospitales de la Universidad de Chicago. Las horas que trabajaban eran terribles. Solo se pondría peor mientras su educación continuara. Mi esposo estaba más enfermo que un perro y necesitaba un descanso. Incluso llegó al punto de bloquear el número de teléfono de Harold durante las tres semanas que tuvo libres en Navidad y Año Nuevo.
Por sugerencia de Edward, no colocamos nuestras decoraciones navideñas hasta que él pudo ayudarnos. Queríamos hacer especial la primera Navidad de Marie, así que compramos un árbol verdadero. Edward compró muchos ornamentos para conmemorar su primera Navidad, incluyendo un ornamento de Swarovski en forma de cisne para recordarle a Marie el nombre de soltera de su madre. También compramos los ornamentos de copo de nieve anuales de Swarovski, comenzando una tradición. También le dijimos a nuestra familia que celebraríamos Navidad con ellos, pero queríamos la víspera de Navidad para nosotros, con Charlie, quien se había mudado a una casa cercana en Glenview.
Después de la cena de víspera de Navidad, nos acurrucamos en la sala familiar. Marie estaba en el suelo, rodando en la colorida manta con Edward.
—¿Qué tal la casa, papá? —pregunté—. ¿Ya te estableciste?
—Quedan algunas cajas, pero ya casi terminé —dijo Charlie. Se mudó justo después de Día de Gracias. Su casa de Forks tomó tiempo venderse, pero una vez que lo hizo, se mudó casi que inmediatamente. Encontró un empleo como detective en Glenview. Me sorprendí de que consiguiera trabajo tan fácilmente, pero su síntesis curricular hablaba por sí sola—. He tenido un poco de ayuda cuando no he trabajado.
—¿Ayuda? —pregunté, tomando un sorbo de mi café.
—Um, sí. En tu boda, estuve hablando con la mama de Leah y Seth, Sue. Fue muy agradable e intercambiamos números telefónicos. Hemos estado hablando y pasando mucho tiempo juntos —respondió Charlie, su piel tornándose de un brillante rojo.
—Papá, ¿estás saliendo con ella? —canturreé. Su sonrojo se profundizó y bajó la cabeza—. ¡Papá! ¡Eso es increíble!
—¿De verdad? ¿No estás molesta? —preguntó.
—¡No! Papá, mereces mucha felicidad y ya era hora de que la consiguieras. —Sonreí, abrazándolo.
—Y Sue es increíble. —Edward sonrió—. Solía venir y consentirnos con su increíble sazón en la estación de bomberos. Además de eso, es una maravillosa persona. Todos en la estación la amaban y todos nos reunimos cuando perdió a su esposo. Seth y Leah acababan de mudarse aquí, comenzando su candidatura en la estación. Eso fue unos meses después de que yo empezara.
—Me contó sobre cómo todos la cuidaban. —Charlie rio—. Pero me sobrepasa la felicidad. Desde que regresaste a mi vida, Bella, me he sentido completo. Siento mucho no pelear por ti cuando mi relación con Renée terminó. Pero tengo a mi hija de vuelta. Te amo tanto, Bella. Además de tenerte, tengo a un maravilloso nuero y a la nieta más dulce. Mi relación con Sue es un bonus.
—Entonces, ¿cuándo se mudará Sue? —bromeé.
—Hey, basta. —Charlie rio.
Nos quedamos unas horas más y fuimos a dormir justo antes de medianoche. A la mañana siguiente, tomamos el desayuno y fuimos a casa de Carlisle y Esme antes de ir a la iglesia. Después de la misa, abrimos los regalos. Casi todo era para Marie. Fue totalmente malcriada con juguetes, libros y ropa. Disfrutamos un almuerzo tardío y una cena temprana con nuestra familia. Nos fuimos después de eso para poder empacar para nuestra luna de miel familiar, yéndonos temprano en la mañana para volar a St. Lucía. Trabajamos diligentemente, empacando nuestra ropa de verano para nuestra luna de miel tropical. Mientras hacíamos eso, Edward me dio mi regalo de Navidad. Le había dado a Edward su regalo frente a su familia: un maletín y un estetoscopio personalizados.
—Hace un año, me hiciste el hombre más feliz en el mundo cuando me dijiste que sí —susurró, dándome una elegante caja negra de cuero—. Este año ha estado lleno de tragedia, pero también con tantas alegrías maravillosas. Nos casamos. Tenemos una hermosa hija y un gran futuro por delante. Nunca imaginé encontrar una mujer tan increíble, pero verdaderamente, eres un ángel enviado para mí.
—Edward, tú eres el ángel —susurré, besándolo con dulzura—. Y también mi héroe.
Se sonrojó, empujando la caja más hacia mis manos. La abrí y vi el dije de diamantes más hermoso. Era un diamante grande y redondo, con dos hileras de diamantes rodeándolo.
—Es una forma de halo. Solo apropiado para mi ángel personal —susurró Edward, colocándolo alrededor de mi cuello—. Te amo, señora Cullen.
—Yo también te amo —susurré, besándolo con dulzura—. Hace que mi regalo parezca un poco soso.
—No, claro que no. Adoro el maletín. Mi bolso estaba en sus últimos días. —Edward soltó una risita—. Ahora, vamos a terminar de empacar para poder disfrutar de nuestra luna de miel.
—Solo si me dejas agradecerte apropiadamente cuando lleguemos a la propiedad que rentamos —ronroneé.
—¿Un agradecimiento desnudo? —preguntó Edward, sus ojos oscureciéndose.
—¿Qué mejor forma de agradecer? —Reí, un poco sin aliento. Él gruñó, pellizcando el puente de su nariz. Reí, bailando para terminar de empacar nuestra ropa. Fuimos a la cama y Edward no pudo esperar para que le diera su agradecimiento. Hicimos el amor hasta bien entrada la noche, lo que hizo que levantarnos a la siguiente mañana fuera una lucha.
El vuelo fue sin contratiempos. Marie se comportó muy bien, solo llorando cuando comenzamos a descender en St. Lucía. Cuando llegamos a la propiedad, nos presentaron a la niñera que cuidaría a Marie mientras nosotros salíamos en la noche o en cualquier momento durante el día. Sabía que no quería estar lejos de mi hija, pero la libertar de tener una niñera hacía nuestros planes más fáciles. Sin embargo, el plan solo era relajarnos y disfrutar esta vacación de la vida real.
Pasamos la mayor parte de nuestros días leyendo, acurrucándonos, pasando tiempo junto a la piscina y haciendo el amor. Edward y yo variamos nuestro tiempo lejos de Marie. Un día, salíamos a comer y a hacer algunas compras. Al siguiente, a cenar. La noche que la niñera esperaba trabajar, pero no tuvo que, fue víspera de Año Nuevo. Sabíamos que no queríamos salir, sino solo celebrar el Año Nuevo el uno con el otro y nuestra bebé.
Mientras el 2015 cambiaba a 2016, Edward y yo hicimos el amor, recibiendo el Año Nuevo de la forma más increíble. Con amor, caricias dulces y orgasmos. Nunca estuve más agradecida de que Marie comenzara a dormir toda la noche, solo despertándose como a las cinco porque necesitaba que le cambiaran el pañal.
Pasamos un día más en la isla, regresando el dos de enero. Era triste tener que dejar nuestro escape tropical para volar a casa, a un Chicago frígido, cubierto por medio metro de nieve. Mientras conducíamos a casa, en una limo que Emmett nos regaló por Navidad, me recosté en el hombro de mi esposo mientras jugaba con Marie. Ella estaba muy cansada y un poco emocional.
—No estoy lista para volver a la vida real. —Suspiré.
—No estoy listo para lidiar con Harold. —Edward soltó una risita—. Pero estoy emocionado por mis clases este cuarto. —Besé su brazo, feliz por su entusiasmo por su nueva carrera—. Pareces preocupada, Bella. ¿Está todo bien?
—Solo pensando. En mi carrera. —Me encogí de hombros.
—Sí, me preguntaba qué harías —dijo, envolviendo su brazo alrededor de mi hombro—. ¿Reconstruirás la oficina?
—No lo creo. Con lo que hizo Sheila, no creo poder confiar en nadie para que trabaje con ellos. Peter y yo hablamos un día mientras estabas en la escuela y decidimos comenzar un negocio por internet de fotografía y diseño gráfico. Está cerca y podemos usar la oficina que tengo en el nivel más bajo de la casa como nuestra "oficina" si tenemos clientes que necesiten vernos cara a cara.
—¿Te sientes cómoda con traer extraños a nuestro hogar? —preguntó Edward.
—Bueno, no realmente. Lo Bueno es que la puerta a la sala de entretenimiento se puede cerrar y tener una entrada a nivel de la calle —expliqué—. Tendré que hacer pequeñas remodelaciones en el nivel más bajo, cambiar la habitación a una sala de espera. Pero no haré tanto como antes. Mantendré mis clientes, pero explicaré que antes soy mamá. No es como si necesitara hacer un montón de dinero. Solo necesito hacer algo para mantener mi mente ocupada y tener interacción con adultos.
—¿Cuándo quieres comenzar a hacer eso? —preguntó—. ¿La remodelación y el nuevo negocio con Peter?
—Lo más pronto, probablemente en verano. Podemos hacer cosas diferentes en cuenta propia. Mientras hacemos eso, las renovaciones se pueden hacer ahora. Será duro, pero creo que resultará mejor para mí, para Peter y nuestra familia. —Me encogí de hombros.
—Eso suena increíble, Bella. Lo que sea que quieras hacer, bebé, te apoyaré. Estoy tan orgulloso y te amo —susurró, besándome suavemente.
—También te amo —respondí, envolviendo mis brazos alrededor de su cuerpo.
—Señor y señora Cullen, ya estamos en su casa —dijo el chófer.
—Gracias. —Edward sonrió. Nos bajamos del auto y Edward le dio al chófer una propina después de que nos ayudara a descargar el equipaje a la sala familiar. Después de que se fue, Edward encendió su teléfono y casi inmediatamente comenzó a sonar. Mi teléfono también comenzó a sonar y Marie inició un berrinche. Nuestra tranquila luna de miel se había acabado y la vida real llamaba.
Sin embargo, no importaba cuán ocupados nos encontrábamos porque estábamos juntos. Una familia. Nos amábamos el uno al otro y eso era todo lo que me importaba. Todo lo que necesitaba. Todo lo que necesitábamos. En el caos de nuestra bienvenida, besé a mi héroe y sabía que todo estaría bien.
Siempre tendría fuegos para apagar, pero como equipo nunca serían demasiado abrumadores.
