Disclaimer: None of this belongs to me. Thanks to the beautiful Josie, for letting me translate it. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a tufano79, solo me pertenece la traducción.


Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction

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Capítulo Ciento setenta y cinco

POV Bella.

Vamos a tener un bebé: el futuro de Caught in the Flames

—Mamá, ¿crees que la tía Leah tendrá un niño o una niña? —preguntó Marie. Estaba mirando la foto del ultrasonido que su padre le había dado, tratando de entender la imagen borrosa frente a ella.

—No importa lo que sea, mientras sea un bebé sano —respondió Bella, arrodillándose frente a su hija mayor. El resto de la familia estaba trabajando en desmantelar la parrillada de la fiesta de ascenso de Emmett, y las buenas noticias de Edward y Bella. Después de que terminaran, Amelia y Marie irían a la casa de sus abuelos para que las consintieran mientras Edward y Bella celebraban su aniversario y al nuevo integrante de la familia—. ¿Qué te gustaría, cariño?

—Un niño. —Marie asintió—. Papi está rodeado de muchas niñas.

—¿Y eso es malo? —bufó Edward, entrando con la parrilla al garaje de la estación—. ¡Tengo a las tres chicas más hermosas como citas permanentes! —Levantó a Amelia, besando sus mejillas. Ella chilló, retorciéndose en sus brazos.

—¡Papi! ¡Hace cosquillas! —dijo Amelia, dejando un beso ruidoso en su nariz. Edward soltó una risa fuerte, dejando a su hija en el suelo. Corrió, escondiéndose detrás de su madre, la esposa de Edward durante diez años, y espiando entre sus piernas.

Leah Clearwater era la hermanastra de Bella y vientre de alquiler de Amelia y el integrante más nuevo que crecía en su vientre. Como acto de devoción y amor, Leah le ofreció su útero a Bella y Edward cuando quisieron agrandar su familia. Bella había sufrido un embarazo difícil con Marie, agravado por un aborto terrible causado por su ex novio quien la había usado como saco de boxeo. Como resultado, Bella había tenido una histerectomía para salvar su vida. Obviamente todo salió bien, pero su cuerpo había pagado las consecuencias más altas. Nunca más podría tener hijos de forma natural.

Amelia Grace Cullen nació feliz y sana. Ahora, por gracia de Dios, Leah estaba embarazada de nuevo. Los óvulos fertilizados de Bella fueron implantados en Leah y afortunadamente nacería otro bebé feliz y sano. En secreto, Bella esperaba que fuera un niño. Edward tomaba muy bien que todo fuera rosa y de niña, pero sabía que su esposo adoraría tener una versión miniatura de él para compartir ese lazo padre e hijo. Marie era la niña de papá y Amelia estaba pegada a Bella, pero no era el mismo lazo que Emmett compartía con su pequeño Tristan.

—De acuerdo, Cullens, creo que podemos irnos —dijo Edward, echando un vistazo por la estación—. Sé que estarán agradecidos de que hayamos guardado todas las cosas de la parrillada. —Le dedicó una mirada severa a su muy embarazada hermana—. Gracias por ayudar, Alice.

—Cállate, Edward. Mis tobillos tienen el tamaño de mis muslos —gritó Alice, masajeando sus pies—. Y tengo jaqueca.

Edward arqueó una ceja, caminando hacia su hermana. Jasper estaba ayudando a Charlie a bajar el cartel colgado a lo largo de la cima de la estación. Carlisle y Esme caminaban hacia la entrada, habiendo guardado la comida sobrante. Edward se acuclilló frente a Alice y le tomó el pulso.

—¿Desde hace cuánto has tenido esta jaqueca e hinchazón?

—Estoy bien, doctor Cullen —dijo, apartando su mano—. Daré a luz a gemelos. Mi cuerpo está un poco raro.

—Me preocupa que esté muy raro. Podrías estar desarrollando preeclampsia, Alice —dijo Edward, frunciendo el ceño—. ¿Cuándo fue tu última cita médica?

—Edward, no eres ginecólogo. —Alice hizo un puchero.

—No lo soy, pero incluso un residente de primer año puede reconocer los síntomas de preeclampsia —dijo Edward, mirando a Jasper. Se había bajado de la escalera—. Deberíamos llevarla al hospital. Que le midan la presión…

—La llevaré —dijo Jasper, ayudándola a levantarse—. Ve a casa con tu esposa a celebrar su aniversario.

—Jasper, estoy bien —bufó Alice.

—Y yo soy un wookie. —Jasper rio entre dientes, guiando a Alice al auto—. Prepárate para que los últimos tres meses de tu embarazo sean de reposo, Mary Alice.

—Mátenme ahora —lloró mientras Jasper cerraba la puerta. Se despidió, entrando a su auto y conduciendo al Northwestern Memorial, donde era médico.

—Marie y Amelia, vámonos —llamó Carlisle, abriéndole sus brazos a sus nietas. Fueron hacia él, abrazándolo con fuerza y las subieron a la camioneta. Edward y Bella les dieron muchos besos, prometiendo que las irían a buscar en la mañana para ir al zoológico de Brookfield.

Edward y Bella regresaron a su casa. Juntos, celebraron su aniversario y las buenas noticias. Hicieron el amor, y besaron y acariciaron el cuerpo del otro. Después del clímax, se abrazaron mientras Edward paseaba sus dedos por la piel de seda de Bella.

—Hoy ha sido un día…

—Increíble. —Suspiró—. Primero la buena noticia de Emmett. ¿Sabías que tomaría el examen?

—Vino a estudiar algunos días mientras estabas de compras para los gemelos con Esme y Alice —explicó Edward, acariciando los suaves rizos de Bella—. Sin embargo, no sabía que había hecho el examen. —Apretó su agarre alrededor del delgado y sexy cuerpo de Bella—. ¿Qué piensas de las noticias de Leah?

—No puedo creer que vayamos a ser padres de nuevo, Edward —susurró Bella en la oscuridad—. Temía que no diese frutos. —Frunció el ceño, entrelazando sus dedos con los de su esposo. Aunque ya tenían dos niñas saludables, ambas suyas biológicamente, Bella sentía que era un fracaso como mujer porque no podía llevar a sus propios bebés. Trabajó con una psicóloga por varios años. Ayudaba con su sentimiento de fracaso, pero todavía había momentos donde detestaba lo que le había sucedido.

—¿Qué pasa? —preguntó Edward, pasando su dedo por el ceño fruncido.

—Estoy abrumadoramente feliz de que Leah esté embarazada de nuevo, pero todavía siento que…

—Ni siquiera termines esa oración, Isabella Marie Cullen —dijo Edward, acercándola a su regazo y acunando su rostro en forma de corazón en sus cálidas y suaves manos—. Sé lo que estás pensando.

—¿Lees mentes? —bromeó Bella.

—Cuando se trata de ti, sí —respondió Edward—. Sé que te castigas por lo que sucedió cuando tuviste a Marie. Bella, no eres menos mujer. Eres una madre increíble. Marie y Amelia son niñas maravillosas y perfectas. Te adoran. Amelia es afortunada de tener dos mujeres que la aman. Nuestro nuevo bebé será igual de afortunado.

Bella suspiró, entrelazando sus dedos en su suave cabello.

—Voy a luchar toda mi vida con estos sentimientos, Edward. Somos afortunados de que Leah haya ofrecido su cuerpo. Ella fue más allá del deber. No sé lo que habríamos hecho sin ella.

—Probablemente hubiésemos adoptado. Y hubiesen sido amados —murmuró Edward, besando sus dulces y suaves labios—. Ahora, quiero mostrarte lo mucho que te amo. Casi no tenemos tiempo a solas.

Bella sonrió contra su boca, sintiendo su excitación crecer entre ellos.

—Vaya tiempo de recuperación, doctor Cullen —arrulló Bella.

—Cuando tengo a la mujer más hermosa entre mis brazos, no hay duda —ronroneó Edward, maniobrando para que su esposa se sentara en su dureza. Hicieron el amor de nuevo, cayendo rendidos entre extremidades desnudas. A la mañana siguiente, Edward le llevó el desayuno a la cama a Bella, consintiéndola con su comida favorita antes de compartir un baño e ir a la casa de Carlisle y Esme para llevar a sus hijas al zoológico.

El resto del fin de semana pasó rápidamente. Leah ya no era bombero de Chicago. Se había retirado, oficialmente. Todos celebraron su retiro en la casa de Charlie y Sue en Glenview. También hablaron del embarazo de Leah, quien pasaría esos nueve meses en la casa de Edward y Bella, igual que cuando había tenido a Amelia. Funcionó con ese embarazo. Leah había roto con su novia de años y se mudó de su departamento compartido. Ahora se quedaba con Seth y su esposa, pero estaba ansiosa de mudarse a su propia casa. Vivir con Edward y Bella era un paso más cerca de su libertad.

Además, Edward daba los mejores masajes de pies. Y al estar embarazada con tobillos gordos e infelices, Leah vivía por esos masajes.

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—Sabes dónde está todo —dijo Bella mientras ayudaba a Leah a colgar su ropa en el clóset un par de semanas después del aniversario de Edward y Bella—. Todo lo que tenemos es tuyo. Lo sabes.

—Mientras tengas Cherry García en el refrigerador y latas de anchoas en los gabinetes, seré una campista feliz.

—¿Anchoas? —respondió Bella, arrugando la nariz—. Espero que no mezcles esas cosas.

—Tengo antojos raros, pero eso es demasiado para mí. —Leah rio—. ¿Has decidido si vas a querer saber el sexo del bebé?

—Tenemos tiempo, Leah —dijo Bella, sonriéndole a su hermana—. Ni siquiera se te nota todavía.

Leah bufó, levantando su camisa para mostrar sus jeans desabotonados. Su estómago, normalmente plano, estaba redondeado.

—Este se va a mostrar antes. Creo que es porque ya tuve uno —dijo Leah, frotando su estómago. Bella se acercó, pidiéndole con la mirada permiso para tocar su estómago—. Bella, tu hijo solo está rentando mi útero. No quiero que sientas que tienes que pedir permiso cada vez que quieras tocar mi vientre. Te amo y amo a tu familia. No haría esto por todo el mundo, Bella.

—Lo sé, pero no quiero asumir nada —dijo Bella, colocando su mano en el vientre de Leah. Jadeó, deseando poder cuidar de su propio bebé. Los recuerdos del embarazo de Marie eran difusos, pero felices—. ¿Cómo se siente?

—Ahora mismo me siento hinchada y cachonda. —Leah se encogió de hombros—. Voy a poner a trabajar a mi novio de baterías.

—¿Tienes un novio de baterías? —preguntó Bella, sonriendo de forma pícara.

—Una novia de baterías —respondió Leah—. Necesito una novia. Estos orgasmos vacíos son tan…

—¿Vacíos? —completó Bella.

—Exacto. —Leah suspiró, recostándose en la cama—. ¿Conoces a mujeres atractivas, sexys, solteras que estén interesadas en una mamá subrogada que vive con los padres del bebé que lleva dentro?

—No conozco a nadie, pero te ayudaré a encontrar a alguien —dijo Bella—. Vamos. Parece que tu estómago se va a comer a sí mismo. Vamos a alimentarte y luego debemos ir a buscar a Marie y a Amelia del colegio. Edward tiene turno en el hospital luego de su día en el consultorio. Podemos tener una noche de chicas.

—Podemos mirar películas de Disney hasta vomitar. O podríamos visitar a Alice. Se ha sentido miserable por estar de reposo —dijo Leah, arqueando una ceja—. Esa es mi idea de una emocionante noche de viernes. —Palmeando sus dedos contra sus labios, sonrió torcidamente—. Al menos no trabajaré esta noche. Seth y Claire tienen que cuidar Clear Waters junto con Garrett.

—¿No ha estado metiéndose con tus propinas últimamente? —preguntó Bella mientras subían las escaleras hacia la cocina. Bella trabajó rápido para hacerles un almuerzo.

—Nunca lo hizo, pero me gusta fastidiarlo. —Leah soltó unas risitas.

Pasaron la tarde hablando antes de subirse a la camioneta de Bella para recoger a las niñas del colegio. Luego de hacer unas llamadas, compraron una pizza, pan de ajo, gaseosa y varios botes de Cherry García antes de invadir la casa de Alice. Jasper las dejó entrar antes de correr a su turno nocturno en el hospital. Alice estaba en la sala, donde sus dibujos de los diseños para la colección de primavera-verano estaban por todas partes. A pesar de su confinamiento obligatorio, Alice lucía como una modelo para ropa de maternidad y su maquillaje estaba perfectamente hecho.

—Gracias por venir —canturreó Alice, dejando su cuaderno en la mesa de cóctel—. Amo a mi Jazzy, pero ha estado demasiado pendiente y preocupado.

—Tiene todo el derecho de estarlo —dijo Bella, colocando la pizza en el mesón de la cocina y preparando dos platos para sus hijas—. Coman aquí, ¿de acuerdo? Ya saben cómo es su tía Alice con sus alfombras.

—¡Olvídalo! —Alice rio—. Al estar atorada en este sofá o en la cama, he derramado más cosas de las que puedo admitir. ¡Vengan a darle besos a la tía Alice, niñas!

Marie y Amelia besaron tiernamente a Alice, sentándose junto a ella y parloteando acerca de la escuela. Después de eso fueron a comer en la cocina mientras Bella y Leah se sentaban a hablar con Alice.

—¿Qué dijo el doctor? —presionó Leah.

—Bueno, estoy de reposo por el resto del embarazo. Mi hermano, el metiche y sabelotodo tenía razón. Tengo preeclampsia. Jasper se castigaba a sí mismo por no reconocer los síntomas, pero estaba haciendo turnos dobles para tomarse un tiempo libre luego de que nazcan los bebés —dijo Alice, frotándose su enorme vientre.

—Jasper es tu esposo, no tu doctor —murmuró Bella, tomando la mano de Alice—. Debería estar enfocándose en ti, su esposa, no en la paciente.

—Todavía se siente culpable. —Alice se encogió de hombros—. He tenido jaquecas y los tobillos hinchados por un par de semanas. Pero apenas era coherente cuando llegaba a casa pues trabajaba hasta el límite. En realidad, no lo culpo. Estoy agradecida de que Edward haya dicho algo, pero… es lo que es.

—¿Sabes lo que tendrás? —preguntó Leah, sonriendo.

—Hay pocas sorpresas en este mundo. Decidimos no saberlo. ¡Ya fue muy sorprendente cuando el doctor nos dijo que tendríamos dos! —Alice rio—. Tenemos un cuarto adorablemente decorado con el tema de la jungla. Edward y Emmett ayudaron a poner el borde del papel tapiz el fin de semana pasado.

—Bueno, no puedo esperar a conocer a mis sobrinos o sobrinas —dijo Bella, apretando la mano de Alice.

—Yo tampoco. Aunque tampoco puedo esperar a poder hacer cosas normales como ir al baño sin ayuda o estar constantemente vigilada por mi esposo águila cuando tomo una ducha —bufó Alice—. No me importaría si Jasper se uniera a mí en la ducha para divertirnos un poco, ¡pero su mirada penetrante, asegurándose de que no vaya a desmayarme es desconcertante!

—Si Edward trata de hacer eso, me mudo —bufó Leah—. Ya voy a expulsar a un bebé para ti, pero esa es una línea que no quiero cruzar. Digo, sí, Edward ha visto todo esto, pero ugh.

—Está igual de traumado, Leah. —Bella rio—. Te ve como una hermana.

—Bueno, no se va a meter en mi asunto con este embarazo. Sí, es un doctor y uno bueno, pero no va a traer al mundo a su propio hijo. —Leah soltó una risita—. Tengo dignidad.

—No mientras estás embarazada. —Alice suspiró melancólicamente—. Demasiados doctores, enfermeras y practicantes han visto mi cosita. Me siento extrañamente violada. Será un largo, largo tiempo antes de que quiera tener sexo con Jazzy. Y eso dice algo. Jasper tiene el pene más perfecto…

—Sí, no quisiera saber nada sobre eso. —Leah soltó una risita—. De acuerdo, una vez, pero fue doloroso y asqueroso.

—Marie y Amelia, vayan abajo a jugar Wii —gritó Bella a sus hijas. Seguían siendo inocentes y no necesitaban escuchar nada del historial sexual de Alice o Leah. Afortunadamente las niñas obedecieron y bajaron al sótano para jugar con el Wii de Jasper—. Lo siento, oídos pequeños.

—El filtro desaparece cuando estoy embarazada, Bells —dijo Leah, dedicándole una sonrisa malévola—. Tú lo sabes.

—Sí, lo sé —dijo Bella inexpresiva.

—¿Dormiste con un hombre? —chilló Alice.

—Una vez. Fue una vez. —Leah suspiró—. Fue poco después de la muerte de mi papá. Sentía lástima por mí misma y fui a un bar local para beberme mis problemas. Además de la muerte de mi papá, mi novia en ese entonces había roto conmigo porque estaba deprimida. Bueno, duh. Mi papá acababa de morir, perra. De todas formas, ordené una cerveza y hablé con el barman. Recientemente había heredado el bar de su propio padre fallecido, tratando de encontrar una forma de hacerlo funcionar. Hablamos por la mayor parte de la noche y al final de la velada, David, el barman, me invitó a su departamento, que estaba encima de dicho bar. No estaba borracha, y tampoco él, pero lo siguiente que supe fue que estábamos besándonos en su sofá de cuero. Supongo que ambos queríamos sentir. Sabía que era lesbiana, pero no lo detuvo o a mí de besarnos.

»De todas formas, una cosa llevó a la otra y me llevó a su dormitorio. Pasó casi una hora con su lengua entre mis piernas. Eso fue un jodido placer. Si todos los hombres amaran comer coño como David, podría considerar volverme hetero, pero no hubo chance. Traté de devolverle el favor, pero los penes son tan poco atractivos. Lo entendió y me besó fervientemente mientras buscaba un condón. Colocándoselo, se posicionó entre mis piernas y entró. Había estado con chicas con un strap on, así que no era nueva la sensación, pero era diferente a un trozo de plástico que vibraba. Además, era más grande que cualquiera de los dildos que había probado. Follamos y me sentí conflictuada. Me había gustado, pero aún me gustaban más las chicas.

»A pesar de eso, se quedó en Chicago por un mes. Se volvió mi follamigo. Amaba lamer mi vagina y yo amaba que él lo hiciera. Nunca volvimos a tener sexo, pero disfrutaba follarme con su lengua. Vendió el bar y regresó a Nueva York o Nueva Jersey. Somos amigos en Facebook. Digo, su lengua estuvo dentro de mí por la mayor parte de un mes. —Leah rio—. Está casado con una mujer, tiene tres niños, un perro y un Volvo.

—No detestes el Volvo. —Bella rio—. ¡Es un buen auto!

—¿Y esa fue tu única incursión en el sexo heterosexual? —preguntó Alice.

—Síp. Digo, David era candente y muy tierno, pero como era técnicamente virgen, dolía —dijo Leah—. Como dije, si pudiera encontrar a un hombre como él, que le encantara lamer vaginas… hmmm.

—Es bueno que tú y Edward nunca, um, bueno, ya sabes. —Bella se sonrojó.

—Tengo mis sospechas sobre tu esposito. Parece un amante generoso y que siempre quiere asegurarse de que su mujer experimente orgasmos de otro planeta. —Leah rio—. ¿Le gusta lamer?

—Oh, sí. —Bella sonrió triunfante, recordando su aniversario. Podría haber competido con David acerca del tiempo que pasó dándose un festín del necesitado sexo de Bella.

—De acuerdo, basta de hablar de sexo y follar con la lengua porque Alice no está recibiendo nada —chilló Alice—. Y tampoco es como si me sintiera sexy. Soy una casa.

—Conociéndote, regresarás a tu físico delgado en un día —bufó Bella—. Todavía no he perdido todo el peso del embarazo de Marie, ¡y di a luz hace diez años!

—Lo que sea, Bella. Eres hermosa —dijo Leah, acercando a su hermana a su costado con un abrazo—. Ahora, quiero disfrutar mi viernes libre y ver unas películas, además de atragantarme con Cherry García. Alice, ¿tienes anchoas?

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Eran los primeros días de diciembre. Leah estaba esperando en la recepción de su ginecólogo con Edward. Bella estaba llegando de una reunión de negocios. Era la semana número veinte de gestación. La posibilidad de enterarse si sería niño o niña reposaba en sus mentes. Edward quería saber. Bella quería sorprenderse y Leah solo quería más anchoas.

—Bella necesita llegar pronto. Tengo que hacer pipí —siseó Leah, frotando su estómago.

—Acaba de enviar un mensaje de texto. Se está estacionando. —Edward soltó una risita—. Hubo un accidente en Lake Shore.

Leah asintió, removiéndose en su asiento.

—¿Crees que Bella quiera enterarse si el bebé es niño o niña? —preguntó.

—Está empeñada en sorprenderse. Mi hermana la convenció de eso —dijo Edward, hojeando una revista—. Quiero saber para poder pintar las paredes del cuarto azules o rosas.

—No hay nada malo con el verde o el amarillo —dijo Leah—. Mi color favorito es verde bosque.

—Soy todo un planificador. No acostumbraba a serlo, pero… —Edward suspiró—. Lo que sea que Bella decida, la apoyaré.

—Bueno, creo que el bebé es un niño —dijo Leah, palmeando su vientre—. Mi mamá dijo que la pancita está baja, lo que normalmente es un indicativo que el bebé es un niño. Con Amelia, mi pancita estaba por mis costillas.

Bella entró a la sala de espera, luciendo agotada.

—Lo siento mucho. Los caminos estaban llenos de hielo y algún idiota decidió cruzar cinco carriles en Lake Shore, causando un enorme accidente. Por cierto, Emmett manda saludos. La estación 18 fue una de las primeras en la escena y me dejó pasar para poder llegar a esta cita. —Se sentó, abrazando a Leah y besando a su esposo—. ¿Ya te han llamado?

—Te estábamos esperando —dijo Leah, apretando la mano de Bella. Esperaron unos minutos más antes de que la enfermera los llamara a los tres. Leah fue pesada y orinó en un vasito antes de entrar al consultorio. La enfermera le preguntó algunas cosas, le tomó la presión y se fue, probablemente a buscar al doctor—. Entonces, ¿vamos a saber si este manicito es niño o niña, Bella?

—No lo sé —dijo Bella, bajando la mirada al estómago de Leah—. Quiero saber, pero por otra parte no.

—¿Han escogido nombres? —preguntó Leah.

—Para una niña, nos decantamos por Elizabeth o Carlie —respondió Edward—. Si es un niño, Ethan o Jackson.

—¿Carlie? —bufó Leah.

—Es una combinación de Carlisle y Charlie —dijo Bella—. Y Elizabeth es el nombre de la abuela de Edward. Los nombres de niño fueron más difíciles de encontrar, pero estos fueron los únicos dos en los que coincidimos. Me hubiese gustado llamar a mi hijo como su padre…

—Y yo me opuse rotundamente —completó Edward, envolviendo la cintura de su esposa con su mano.

—Adoro tu nombre, cariño —arrulló Bella, besando su quijada—. Es tan majestuoso. —Edward rodó los ojos, besando la frente de Bella.

La doctora, una mujer mayor llamada doctora Leuschen, entró.

—¿Cómo están todos? —preguntó, sonriendo de forma brillante.

—Hasta ahora todo bien —respondió Leah—. Me pongo más grande a medida que pasa el tiempo.

—Puedo verlo. Has aumentado casi cinco kilos desde tu última visita, Leah —dijo la doctora Leuschen, leyendo su historial—. ¿Has tenido náuseas?

—No realmente. —Leah se encogió de hombros—. Estoy cansada y caliente, pero eso es normal.

La doctora Leuschen rio.

—¿Estás disfrutando el retiro?

—¿No tener que correr a edificios en llamas? Es increíble —canturreó Leah—. Digo, amaba mi trabajo, pero no me hago más joven, ¿sabe?

—Bueno, echemos un vistazo —dijo la doctora Leuschen, ayudando a Leah a recostarse sobre la camilla. Pasó sus manos por el vientre de Leah, ubicando al bebé—. Todo se siente bien. Estoy un poco preocupada por tu aumento de peso, pero como es tu segundo embarazo, todo suele suceder más rápido.

—Entonces, ¿eso significa que perderé el peso más rápido? —preguntó Leah, meneando sus cejas.

—Eso puede llevar un poco más de tiempo. —La doctora soltó una risita—. Déjame buscar la máquina de ultrasonido. ¿Quieren saber lo que tendrán?

—Se lo haremos saber —respondió Bella. La doctora se fue del consultorio. Bella miró a su hermana y a su esposo—. Todavía no quiero saber. Espero que no me detesten.

—Bella, no te detesto —murmuró Edward, besando a su esposa—. Solo estoy ansioso por saber, pero si quieres esperar, lo sabremos cuando Leah dé a luz.

—Todavía quiero saber. —Leah frunció el ceño—. Prometo mantener mi boca cerrada. Tal vez la doctora pueda escribir el sexo y colocarlo en un sobre sellado.

—Eso parece un compromiso lógico —asintió Edward.

La doctora regresó con la máquina de ultrasonido con una enfermera pequeña y rubia. La enfermera miró a Leah, sonrojándose ligeramente. Leah respondió igualmente, sosteniendo sus manos sobre su vientre redondeado.

—Johanna, ¿puedes buscar el gel? Olvidé tomarlo del clóset.

—Por supuesto, doctora —dijo Johanna, su voz suave y rasposa. Leah observó a Johanna salir del consultorio. Bella le dio un codazo a Edward, señalando a Leah. Edward entrelazó sus dedos con los de Bella mientras Johanna regresaba con el gel, dándoselo a la doctora.

—Gracias, Johanna —dijo la doctora Leuschen, vertiendo el gel en el estómago de Leah—. Entonces, ¿han tomado una decisión sobre el sexo del bebé?

—No queremos saber —dijo Bella, señalando a Edward y a ella—. Leah sí. Escriba el sexo en un papel y se lo da después. —La doctora asintió, encendiendo la máquina y presionando la varita por el vientre de Leah. El latido del bebé llenó el consultorio. Bella se aferró a la mano de Edward, con lágrimas llenando sus ojos.

—Buen latido. —La doctora sonrió. Volteó la pantalla hacia ellos—. Aquí está la espina dorsal, el cráneo, el latido y las manos. Todo luce perfecto para el desarrollo del bebé. —Imprimió algunas fotografías antes de voltear la pantalla. Escribió algo en un trozo de papel, dándoselo a Johanna—. Luces genial, el bebé también, y no quiero verte hasta el otro mes. Johanna te dará la información que quieres, Leah. Feliz Navidad y te veré el próximo año.

Johanna limpió el gel del abdomen de Leah, sonriéndole dulcemente. Bella y Edward no pudieron evitar notar su interacción. Cubriendo su abdomen, Leah se levantó. Edward y Bella caminaron a la recepción, dándole un momento a Johanna y Leah.

—Aquí está el sobre con el sexo del bebé, señorita Clearwater —dijo Johanna, dándole un pequeño sobre blanco.

—Por favor, llámame Leah.

—Leah. —Johanna se sonrojó—. Leí su historial. Lo que hace por los Cullen es tan increíble.

—Bella es mi hermana y querían tener más bebés —explicó Leah—. Los amo a ambos y poder hacer esto por ellos… lo haría de nuevo sin dudar. —Sonriendo tímidamente, se encogió de hombros—. De acuerdo, esta es la última vez, pero estaba más que dispuesta a darles este regalo.

—No muchas harían esto —dijo Johanna.

—Mira, puedo estar dando un paso en falso, pero ¿te atraigo? —preguntó Leah—. Dios sabe que pienso que eres otra cosa.

Johanna miró a Leah, absorta por su belleza y sinceridad.

—Lo estoy, pero eres una paciente. No puedo…

—Doctora Leuschen —llamó Leah, tocándole el hombro a la doctora con suavidad—. ¿Johanna es su enfermera regular?

—No. Mi enfermera, Molly, tenía a su hijo enfermo hoy —dijo la doctora. Pasó su mano por el hombro de Leah y se fue a su consultorio.

—Puede que sea una paciente, pero es poco probable que estemos en esta situación de nuevo. —Leah sonrió con suficiencia—. ¿Te gustaría salir a cenar?

Johanna se mordió el labio, un sonrojo cálido cubriendo su pálida piel. Parpadeando, asintió.

—Me gustaría. —Tomó el sobre, anotando su número telefónico en él—. Llámame. Estoy disponible casi todas las noches. Trabajo en el Northwestern Memorial en el área de partos cuando el doctor Girani está en servicio. Pero, está de vacaciones hasta la próxima semana.

—¿Qué tal si salimos el viernes? —sugirió Leah, tomando la mano de Johanna y besando sus nudillos—. Te llamaré esta noche. —Con una sonrisa, Leah salió hacia la recepción para hacer una cita para el próximo mes. Se aferró al sobre que contenía el sexo del bebé de Edward y Bella por dos razones. Una, porque tenía la información del bebé que llevaba dentro y dos, en ese sobre estaba el teléfono de la mujer que podría cambiar la vida de Leah para siempre.

Un par de días después de esa profética cita, Leah y Johanna salieron a cenar. Algo simplemente hizo clic. Leah tenía una personalidad mucho más fuerte, pero era tranquilizada por la confianza silenciosa de Johanna y sus respuestas sarcásticas. Mientras se alistaban para ir a ver una película, el teléfono de Johanna sonó. Frunciendo el ceño, vio que era del hospital. Una de los pacientes del doctor Girani había entrado en parto. El teléfono de Leah sonó un momento después. Era Bella. Alice estaba entrando al hospital y necesitaba que Leah se quedara con Marie y Amelia.

—Detesto que nuestra cita haya sido tan corta —dijo Leah, tomando las manos de Johanna—. Pero tú tienes que trabajar y yo tengo que ir a cuidar a las niñas.

—Normalmente, solo tendrían a una de las enfermeras del hospital, pero esta paciente es de alto riesgo —murmuró Johanna, entrelazando sus dedos con los de Leah—. La pasé genial, Leah.

—Hmmm, yo también —ronroneó Leah, acercando a Johanna—. ¿Sabes lo que haría de esta noche una casi perfecta?

—¿Sexo salvaje y escandaloso? —Johanna soltó una risita.

—No en la primera cita. —Leah también rio—. Esto… —Se inclinó hacia adelante y rozó sus labios contra los de Johanna. Su corazón saltó y mariposas tomaron lugar en su estómago. ¿O era una flatulencia? Johanna aceptó el beso de Leah con ánimo, trazando sus labios con su lengua. Leah entrelazó sus dedos con los suaves rizos de Johanna, gimiendo suavemente. Sin embargo, la fastidiosa necesidad de respirar las separó. Leah posó su frente contra la de Johanna—. ¿Puedo verte de nuevo?

—Eso espero —respondió Johanna, tomando el rostro de Leah entre sus manos.

Se besaron una vez más y Johanna caminó hacia su Volkswagen Beetle. Con un movimiento de mano, condujo hacia el hospital mientras Leah se subía a un taxi que la llevaría a la casa de Bella y Edward. Leah trazó sus labios con sus dedos.

—Me voy a casar con ella algún día —susurró. Sonriendo ampliamente, se abrazó a sí misma, feliz de haber encontrado a su para siempre.

Esperaba…

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La Navidad vino y se fue. La festividad se pasó en la casa de Alice y Jasper ya que todavía estaban en el proceso de manejar a gemelas. Ava y Elisa nacieron la misma noche de la cita de Leah con Johanna. Eran pequeñas niñas hermosas, pero con cólicos y quisquillosas. Tanto Alice como Jasper estaban abrumados con sus bebés. Jasper se tomó un permiso de paternidad y no debía regresar hasta el final de marzo.

Pasó Año Nuevo y todos fueron a la casa de Edward y Bella debido a su fiesta anual de víspera de Año Nuevo. Toda la estación 18 vino, junto con sus parejas e hijos. Cuando llegó la medianoche, parejas felices se besaron e hicieron nuevas promesas de amor y alegría. Por primera vez en años, Leah tenía alguien a quien besar en víspera de Año Nuevo. También fue la primera vez que Leah y Johanna hicieron el amor.

La pancita hacía las cosas ligeramente complicadas, pero tomaron ese paso significativo juntas.

En San Valentín, Leah fue voluntaria para cuidar a Marie y Amelia para que Edward y Bella pudiesen tener la noche libre. Edward había estado trabajando muchas horas debido a que uno de los doctores en su consulta había tenido que tomar un descanso por la enfermedad de su esposa. Había provocado momentos tensos en la casa Cullen. Leah decidió jugar a cupido y darle a su hermana y a su esposo la noche libre para reavivar el romance. Dios sabía que en un par de meses, sus vidas iban a cambiar con el nacimiento de su tercer hijo.

Leah le agendó un día de spa a Bella y a Alice, e hizo reservaciones en su restaurante favorito, un pequeño lugar italiano cerca del Lincoln Park. Incluso hizo una reservación de hotel para Bella y Edward. Habían hecho tanto por ella. Ahora se los estaba devolviendo. Además, Johanna estaba trabajando en el hospital. Celebrarían San Valentín el próximo fin de semana con un viaje al chalet donde Edward y Bella se casaron.

Cuando regresaron del spa, Alice ayudó a Bella a vestirse para su cita con su esposo. Con un abrazo y un beso en la mejilla, Alice se fue y Leah llevó a Marie y Amelia a comer. Bella esperó ansiosamente a su esposo y cuando llegó a casa, vestido con un traje negro y corbata roja, casi explota de felicidad. Llevaba un enorme ramo de rosas en tonalidades rojas, rosas y blancas. Caminó hacia ella, colocando el ramo en el mesón.

—Lo siento, mi amor —susurró—. Sé que mi horario ha sido terrible, pero contratamos a un nuevo doctor para que se encargue de la parte del doctor Zeller. Comienza la próxima semana y estoy libre el resto de los días. —Sacó una rosa del ramo—. Eres exquisita, Bella. Increíblemente hermosa.

—Puedo decir lo mismo sobre ti, cariño —ronroneó, tomando la rosa que le ofrecía e inhalando profundamente—. Amo cuando te vistes con traje. —Se colocó de puntillas, besando sus labios con ternura—. Feliz San Valentín, Edward.

—Feliz San Valentín, mi amor —respondió Edward, profundizando su beso. Ella chilló, aferrándose a las solapas de su chaqueta mientras su lengua entraba a su boca. Mordisqueando su labio inferior, se apartó—. Ahora, cupido ha hecho magia y saldremos a comer para pasar un merecido tiempo a solas, señora Cullen.

—¿Qué hizo Leah? —preguntó Bella, soltando una risita.

—Tenemos reservaciones en Il Sogno y luego pasaremos la noche en un hotel con vista al lago en Evanston —dijo Edward—. Leah me envió toda la información. Nos reconectaremos todo lo que podamos, mi amada esposa.

—Entonces, ¿la ropa es opcional? —Bella rio.

—Exactamente —canturreó Edward, ayudándola a entrar al auto. Condujo a Il Sogno, usando el valet para estacionar el auto. Compartieron una deliciosa comida y conversaron todo lo necesario. Después del expreso, Edward los llevó al hotel en Evanston que Leah alquiló para ellos por la noche. Edward pagó la habitación, siguiendo al dueño hacia el último piso con una elegante cama tamaño King y románticas velas encendidas por doquier. Edward tiró sus llaves a la cómoda, envolviendo a su esposa en un abrazo—. Ha pasado demasiado tiempo desde que estuve dentro de mi esposa.

—Me pregunto por qué —arrulló Bella, moviendo su cuerpo contra el de Edward. Él gruñó por lo bajo, desabotonando su abrigo y dejando que cayera alrededor de sus pies. Sus manos se movieron lentamente por sus brazos, disfrutando su suavidad. Los labios de Edward se ubicaron detrás de la oreja de Bella, succionando y jugando con su piel—. Joder, Edward. Eso se siente tan bien.

—Hmmm, eso es lo que vamos a hacer, señora Cullen. Vas a follar a Edward. —Rio mientras sus dedos bajaban el cierre de su vestido negro. Se aflojó y él deslizó la tela de lana por su cuerpo para revelar el conjunto de lencería rojo más sexi. Aumentaba la belleza de Bella, haciéndola lucir más preciosa. Se volteó y jaló su corbata, queriendo sentir su piel contra la suya. Se besaron apasionadamente mientras el traje de Edward se unía con el vestido de Bella en el suelo. Se sentó a horcajadas en su cintura mientras él se sentaba en la cama, su mano acunando y masajeando su trasero desnudo.

Adoraba cuando su esposa usaba tanga.

Y los ligueros eran suficiente para llevarlo al límite.

—Te necesito, mi Bella —susurró Edward, rodándolos para que ella estuviera sobre su espalda. Bajó la mirada hacia su esposa, quien jadeaba y pedía más. Besándola profundamente, metió su lengua en su boca mientras trabajaba rápidamente en quitar su sujetador rojo. Levantándola, movió a Bella para que estuviera entre las almohadas. La boca de Edward se movió hacia su inquieto pecho, envolviendo con ella su pezón rosado y despierto.

—Oh, mierda. —Bella suspiró, su cabeza cayendo contra las almohadas. Sus manos se pasearon por su suave piel, jugando y haciéndola sentir más excitada. Pasando sus dedos por sus muslos, abrió sus piernas y acunó su sexo, sorprendido por lo húmeda que estaba. El satín entre sus muslos estaba empapado por sus jugos.

—¿Todo para mí, señora Cullen? —preguntó Edward, mordiendo su seno.

—Sí —lloriqueó, moviendo sus caderas contra su mano. Apartando sus bragas, frotó sus húmedos pliegues contra su mano. Estaba empapada y desesperada por correrse. Edward besó fuertemente sus labios antes de moverse a su intimidad, su rostro justo frente a su coño empapado y necesitado. Metió su lengua dentro de su cuerpo, probando su dulce centro. Bella se arqueó, gritando por lo bajo mientras apretaba el cobertor entre sus manos. Edward mantuvo sus ojos en su esposa mientras su lengua se daba un festín en su vagina. Estaba inquieta, moviendo su sexo contra su rostro. Le encantaba. Había pasado demasiado tiempo desde que había tomado su suculento néctar.

«Nunca más», pensó para sí mismo. Aunque ambos eran profesionales exitosos, padres y miembros de la comunidad, tenían que mantener y perdurar su relación.

Añadiendo dos dedos a su centro húmedo, Edward embistió el cuerpo de su esposa con su mano. Ella se movía con él, tratando de tomarlo más. Con un temblor, el cuerpo de Bella explotó de placer y su orgasmo cubrió la mano y lengua de Edward. Bebió todo lo que ofrecía con avidez, manteniendo su boca en ella hasta que su cuerpo se vio reducido a espasmos esporádicos. Dejando un beso en su monte, Edward gateó por su cuerpo y tomó a su esposa en sus brazos. Ella lo besó, probando su orgasmo en su boca.

—Había extrañado eso —murmuró Edward, mordiendo sus labios.

—No tanto como yo extrañé hacerte el amor —arrulló Bella, acunando su erección a través de su ropa interior. Dejó salir la combinación más deliciosa entre un gemido ahogado y un gruñido feroz. Relamiendo sus labios, Bella sacó su ropa interior y le dio un vistazo a su dureza. Envolvió sus labios a su alrededor.

—Bella, estoy jodidamente cerca. Si sigues haciendo eso me voy a correr en tu boca. Quiero estar dentro de ti, en tu coño, cuando lo haga —dijo Edward ahogado. Bella lo liberó con un "pop", moviéndose para sentarse encima de su pene. Con una sonrisa de suficiencia, lo tomó dentro, corriéndose casi inmediatamente mientras su dureza la llenaba. Edward se sentó, envolviendo sus brazos alrededor de su cintura—. Te amo, mi Bella.

—Y yo te adoro, Edward —murmuró, moviendo sus caderas. Se besaron con frenesí mientras hacían el amor. Edward se deslizaba con facilidad en la vagina de Bella, sintiéndose completo por primera vez en casi un mes. Los dedos de Bella estaban enredados en el cabello de Edward, necesitando desesperadamente acercarse más a él—. Tan llena, cariño. Nunca puedo cansarme de ti.

—Lo sé, amor —susurró Edward, gruñendo mientras la embestía lo más que podía—. Tan estrecha… tan jodidamente estrecha, nena.

—Sí —gimió Bella, metiendo su lengua a la boca de Edward. Él acunó su trasero, moviendo sus caderas más rápido. La excitación de Bella se derramaba por su pene, haciendo que sus movimientos no fuesen forzados. Bella jadeó mientras su cuerpo se calentaba, con su orgasmo construyéndose profundamente en su vientre.

—Eso es, amor. Córrete para mí —arrulló Edward, sus dedos haciendo el camino entre sus cuerpos y tocando su hinchado clítoris.

—Edward —lloriqueó, sus uñas rasguñando su musculosa espalda—. ¡Mierda, cariño!

—Puedo sentir tu coño apretarse a mi alrededor, Bella. Quiero sentirlo todo —rugió, su mano frotando su montículo de nervios con fuerza. Su cabeza cayó sobre su hombro mientras su vagina temblaba con cada estocada de su esposo—. Mierda, Bella, estoy jodidamente cerca. Vente conmigo. ¡Por favor!

—Más duro, Edward —rogó. Él obedeció gustoso, estrellando su longitud en su tembloroso y necesitado cuerpo. Con un jadeo, el orgasmo de Bella la atravesó como un fuego salvaje. Su excitación se derramó por la erección de Edward, provocando su propia liberación y derramándose dentro de su esposa. Mantuvo sus estocadas hasta que su pene se volvió flácido, saliendo de su vagina—. Hmmm, ha pasado demasiado tiempo desde que hicimos el amor.

—Y me lo dices a mí, hermosa —dijo Edward, pasando sus manos por su espalda—. Ahora, hay un enorme jacuzzi del que quiero tomar ventaja mientras estamos aquí. En un par de meses, nuestras vidas van a cambiar con el nacimiento de nuestro tercer milagrito. Quiero tener tanto tiempo contigo como sea posible.

—¿Vas a tomarte un permiso como hiciste con Amelia? —preguntó Bella mientras se bajaba del regazo de Edward. Él se levantó, llevándolos hacia la bañera, la cual también tenía un aura romántica debido a varias velas. Abrió el grifo del agua mientras Bella se quitaba sus ligueros y tanga—. ¿Edward?

—He acumulado tiempo, pero puede que no sea tanto como el que tuve con Amelia —respondió Edward—. A lo mucho, tres semanas. Sin embargo, no estaré trabajando en emergencias hasta que nuestro nuevo integrante tenga, al menos, un año. Así que solo tendré horas administrativas y una visita ocasional al hospital. Esencialmente, horas de banquero. —Probó el agua, sonriendo y ofreciéndole su mano a Bella. Se metieron a la bañera, disfrutando el agua cálida y burbujeante—. ¿Qué hay de ti? ¿Qué pasará con el negocio de diseño gráfico con Peter?

—Está más que dispuesto a hacerse cargo mientras estoy de permiso —dijo Bella, jugando con el anillo de matrimonio de Edward—. Ahora, ¿qué pasará con el cuarto del bebé? Tenemos que escoger un tema, Edward.

—Sería mucho más fácil si supiéramos el sexo —bromeó Edward—. Leah todavía tiene los resultados.

—Quiero que sea una sorpresa, Edward Anthony —lo regañó Bella—. Tenemos que escoger algo unisex. ¿Circo, zoológico o granja?

—Alice hizo el tema de selva/zoológico. Vivimos en la ciudad y solo la idea de una granja me asusta. —Edward soltó una risita—. Hagamos el tema de circo. Aunque nada de payasos. Son espeluznantes.

—De acuerdo. —Bella rio.

Se quedaron en la bañera hasta que estuvieron arrugados. También planearon el cuarto del bebé e hicieron una lista de todo lo que necesitaban. Después de su baño, se metieron a la cama, haciendo el amor silenciosa y apasionadamente antes de dormirse entre extremidades y felicidad post coito.

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—¡Leah, vamos! ¡Tienes que decirme! —chilló Alice—. ¡¿Cómo puedo planear un baby shower cuando no sé el sexo del bebé?!

—Alice, no te puedo decir. Si lo hago, lo contarás. Solo sigue el tema que Edward y Bella escogieron para el cuarto del bebé, ¡el circo! —dijo Leah mientras revisaba los libros contables de Clear Waters.

—¡Pero tú sabes! No le diré a nadie —lloriqueó Alice.

—No, Alice. La única persona que sabe, además de mí, es Johanna y no dirá nada —dijo Leah, arqueando una ceja. Pasó una mano por su pancita, que se parecía más a una pelota de playa—. Alice, Edward y Bella decidieron que fuera un secreto. Estoy respetando sus deseos. Así que, usa el tema del circo para el baby shower. ¿Capische?

—Sí, sí —dijo Alice, recostándose en la silla de cuero de la oficina de Leah—. ¿Está bien si lo hacemos aquí?

—Por supuesto, Alice —respondió Leah—. Ya lo tengo apartado en el calendario: 18 de marzo desde las once de la mañana hasta las siete de la noche. Eso está cubierto.

—Lo siento. Aunque ya Ava y Elisa nacieron, mi cerebro todavía parece queso suizo. Succionaron mis neuronas —bufó Alice—. Estoy totalmente distraída.

—¿Y no eras así ya? —bromeó Leah.

—Perra —bufó Alice.

—Orgullosamente. —Leah sonrió con suficiencia—. Mira, sé que quieres que esto sea algo grande para Edward y Bella ya que probablemente será su último hijo, pero relájate. Todo saldrá bien.

—De acuerdo, de acuerdo. Suficiente estrés. Cuéntame sobre tu Johanna. ¿Cómo van las cosas contigo? —preguntó Alice, meneando las cejas.

—Las cosas van genial. —Leah suspiró—. Johanna es todo lo que había estado buscando en una chica. Es inteligente, graciosa, hermosa y llena de compasión. Además, lidia con mi mierda.

—¿Ya han dicho que se aman? —preguntó Alice.

—No con tantas palabras, pero sé que la amo —murmuró Leah—. Temo decir algo porque cada vez que lo hago, la relación se va al caño. Además, Johanna es mucho más joven que yo. Tengo treinta y cinco. Ella acaba de cumplir veintiocho. ¿Por qué querría estar con un vejestorio como yo?

—Basta. Las he visto y están destinadas a estar juntas. ¿Qué pasa con esta negatividad? ¿De dónde viene, Leah? Eres la mujer más segura que conozco —regañó Alice.

—No lo sé. Es solo que cada relación que he tenido se ha derrumbado. Quiero ese amor para siempre que tienen Jasper y tú, y como Edward y Bella, ¿sabes? —Leah suspiró—. Quiero comenzar mi propia familia. Aunque si Johanna es la indicada puede ser la que lleve al bebé. Estoy cansada de estar embarazada.

—Y me lo dices a mí —bufó Alice—. Han pasado casi cuatro meses y mi cuerpo no se ha recuperado de dar a luz a las gemelas. Quiero mi cintura de vuelta y no tener que preocuparme por hacerme pipí cuando estornudo.

—No necesitaba escuchar eso, Alice —dijo Leah inexpresiva.

—Y no me hagas hablar sobre los pezones irritados, y…

—¡ALICE! ¡Basta! Soy muy consciente de las desventuras de estar embarazada y las consecuencias. —Leah rio—. Menos los pezones irritados. No amamanté, aunque sí me saqué leche durante un mes para Amelia.

—¿Segura que no me puedes decir lo que tendrán? —rogó Alice.

—No —bufó Leah—. Ahora, tengo que terminar estas órdenes antes de abrir el bar. ¿Quieres que el baby shower pase sin ninguna novedad, cierto?

—Sí. Gracias, Leah —dijo Alice, abrazándola.

Dejó la oficina y Leah regresó a ordenar las cosas necesarias para el bar junto con algunas decoraciones para el baby shower. Mientras entregaba la orden, abrió la gaveta de su escritorio, viendo el sobre con el sexo del bebé. Nunca lo había abierto. Pasando sus dedos por los bordes del sobre, suspiró, regresándolo a su lugar. Bloqueando la computadora, Leah bajó al bar para comenzar su turno. No hizo mucho. Garrett y Seth tenían miedo de que se resbalara y cayera. Así que les hizo caso a los jefes hasta que su hermano le ordenó que se fuera a casa.

Las semanas pasaron y llegó el baby shower. Edward y Bella no querían uno, pero ya que habían donado la mayoría de las cosas de las niñas al Ejército de Salvación o a caridad, lo necesitaban para proveerse de las cosas que les faltaban. Clear Waters había sido transformado de una estación de bomberos a un circo extravagante, sin los candelabros. Leah estaba vestida con un lindo vestido de maternidad que combinaba con el atuendo de Bella. Además de las cosas para el bebé, había muchos regalos para Leah por su acto desinteresando al ser el vientre de alquiler para Edward y Bella.

Sirvieron la comida y jugaron varios juegos. El más embarazoso fue adivinar qué tan grande era la pancita de Leah. Charlie ganó, para desagrado de Leah. Ya se mostraba más y lo que adivinó Charlie fue la medida más larga del grupo. Después de la comida y los juegos, abrieron los regalos. Edward y Bella recibieron mucha ropa para bebé, juguetes y accesorios unisex que combinaban con el cuarto del bebé. Leah recibió varios paquetes de spa, un viaje con todo pagado a donde ella quisiera ir y un nuevo guardarropa, cortesía de Alice. Leah estaba sorprendida por la generosidad de sus amigos y familia. No esperaba recibir nada de la bienvenida, pero su hermana y su esposo lograron darle a Leah una pequeña muestra de cariño, aunque nada podría demostrar el agradecimiento por lo que Leah estaba haciendo por ellos.

Mientras Edward y Bella cargaban su camioneta, Leah estaba sentada y comiendo un poco de pastel. Johanna ayudaba a Seth y Claire a limpiar el bar. Edward le pidió ayuda a Seth, dejando a Johanna y a Leah en el bar, solas. Claire tenía que ir a buscar a su hija a la casa de la niñera.

—¿Qué tal está el pastel? —preguntó Johanna.

—El pastel más jodidamente increíble —dijo Leah, lamiendo el plato—. La crema estaba deliciosa.

—Lo puedo notar. —Johanna soltó una risita—. Puedo quitar la crema para que te la comas, nena.

—Suena muy tentador, pero debería parar. Este pequeño está haciendo saltos mortales en mi panza por toda la azúcar. —Leah rio, masajeando su abdomen—. Gracias por venir, Johanna. Significó mucho que estuvieras aquí para mí.

—No me lo habría perdido, Leah —dijo Johanna, sentándose junto a ella—. Tú significas mucho para mí. —Tomó la mano de Leah, entrelazando los dedos de ambas—. No sé si te sientes de la misma manera, pero he sido increíblemente feliz estos últimos meses. He tenido otras relaciones, pero nada se compara con lo que siento cuando estoy contigo, Leah. —Johanna tragó fuerte y la miró directamente a los ojos—. Te amo, Leah. Estoy enamorada de ti y estar contigo ha sido lo más maravilloso que me ha pasado en la vida.

Los ojos de Leah se llenaron de lágrimas. Siempre había sido la primera en decir "te amo" en todas sus relaciones. Esto era nuevo.

—¿Me amas?

—Con todo mi corazón —suspiró Johanna, limpiando una lágrima de la mejilla de Leah.

—Te amo tanto, Johanna. —Leah sonrió, besando los labios de Johanna. Su beso rápidamente subió de tono.

—¡Vaya! —Edward rio, cubriendo sus ojos.

Johanna y Leah se separaron. La última estaba sonriendo orgullosa mientras la primera estaba sonrojada.

—¿No habías visto a dos chicas besarse? —bromeó Leah.

—Besarse, sí. Ustedes dos estaban, prácticamente, atacándose una a la otra —dijo Edward, sonriendo con suficiencia—. Solo me llevaré esto y dejaré que ustedes dos regresen a su sesión de besos. —Tomó varias bolsas y salió del bar.

—No sé quién está más rojo… ¿tú o Edward? —Leah rio, pasando sus dedos por las mejillas de Johanna.

—Probablemente yo. —Johanna soltó una risita. Besó a Leah de nuevo y mordió su labio inferior—. Te tengo una pregunta, Leah.

—¿Qué, amor?

—¿Te vas a quedar con Edward y Bella después de que el bebé nazca? —preguntó Johanna.

—No. Necesito encontrar un lugar para vivir. No quiero quedarme con mi hermano y su esposa —bufó Leah.

—Bueno, esta es una idea loca. Mi contrato casi termina. Mi compañera se va a mudar a Seattle y bueno, tal vez… um…

—¿Quieres mudarte conmigo? —preguntó Leah, sonriendo suavemente.

Johanna asintió.

—Podríamos buscar un departamento o tal vez una casa pequeña —parloteó.

—Johanna, me encantaría. —Leah sonrió—. Después de que nazca el bebé, podemos comenzar a buscar. ¿Cuándo termina tu contrato?

—Julio.

—Bueno, tenemos un par de meses después de que este bebé nazca. —Leah sonrió brillantemente—. Pero, no puedo esperar a que estemos juntas oficialmente. Te amo, Johanna.

—Te amo más, Leah.

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—Cariño, ya llegué —dijo Edward en voz alta mientras entraba a la casa después de un largo día en la consulta. Estaban en la mitad de abril y necesitaban fisioterapeutas para los deportes de primavera.

—Tu cariño está en casa de Alice y Jasper. Está trabajando en el sitio web de Alice para sus últimos diseños —dijo Leah desde la cocina, comiendo su merienda normal de Cherry Garcia con un contorno de anchoas—. Marie está trabajando en su tarea en su habitación y Amelia está jugando con las chicas de al lado, y cenará con los Sullivan. —Leah hizo una mueca, moviéndose en su silla. Su espalda había estado doliendo los últimos días y se hacía peor con el paso del tiempo.

—¿Estás bien, Leah? —preguntó Edward.

—Me duele la espalda, pero estaré bien —respondió Leah, comiendo una anchoa. Un espasmo pasó por toda su espalda, causando que se quejara—. O no.

—Leah, vamos a llevarte al hospital. Puedes tener dolor de parto —dijo Edward, tomando el abrigo de Leah.

—Probablemente sean las contracciones de Braxton-Hicks, como las he tenido toda la semana —arguyó Leah, levantándose de su asiento. Sus ojos se abrieron como platos cuando sintió un chorro de agua entre sus piernas—. Jódeme.

—Leah, sé que no bateas en esa dirección. —Edward soltó una risita.

—Se me rompió la fuente —chilló. Edward la miró y vio un charco de líquido amniótico en los pies de Leah. Sin embargo, había sangre en él. Más de la normal. Ella siseó, agarrando su panza y cayendo sobre la silla.

Edward entró en acción.

—Leah, sé que no quieres que traiga al mundo a mi propio hijo, pero creo que estás más avanzada de lo que crees —dijo, colocándose su audífono de Bluetooth. La tomó en sus brazos, colocándola sobre la mesa de la cocina.

—Según lo que estoy sintiendo, puede que sí. —Leah gritó—. ¡MIERDA!

Edward quitó sus pantalones y ropa interior, revisando qué tan dilatada estaba. Para su sorpresa, el bebé ya estaba coronando. Marcó el 911 mientras corría por las escaleras para buscar toallas e implementos para recibir a su propio hijo. Estaba parloteando con el operador, explicándole que era doctor y una amiga estaba teniendo un bebé en su casa. Enviaron a Angela y a Jessica de la estación 18. Edward lavó muy bien sus manos y miró a Leah.

—Lo haremos aquí, Leah. Lo siento.

—No, yo lo siento. Debí haber… —Se quedó callada por un quejido.

—¿Contracción? —preguntó Edward. Leah asintió, sintiendo demasiado dolor para decir algo—. De acuerdo, en la siguiente contracción, tendrás que pujar.

—¿Cuándo fue la última vez que recibiste a un bebé? —gritó Leah.

—Hace una semana, en emergencias. Estaba haciendo rondas en el hospital y tenían poco personal. Fueron gemelos —dijo Edward, frotando las piernas de Leah. Ella lloriqueó, recibiendo otra contracción—. De acuerdo, Leah. Necesito que pujes.

Con un grito gutural, Leah pujó, tratando de detener el dolor. Cuando dio a luz a Amelia, Leah estaba drogada y no podía sentir sus piernas. Edward la animaba, pero su rostro estaba enfocado en la meta. Angela y Jessica llegaron, entrando a la casa debido a las instrucciones que les había dado a la operadora. Alistaron todo para traer al bebé. Angela se sentó detrás de Leah mientras Jessica llamaba a Bella para decirle que Leah tendría al bebé en la mesa de la cocina. Pasaron diez minutos y Leah finalmente había sacado la cabeza.

—Espera —ordenó Edward, metiendo sus dedos en la boca del bebé. Rotó el pequeño cuerpo, asintiendo hacia Leah—. ¿Lista?

—Sí —lloró, su cuerpo cansado y dolorido. Tomando la mano de Angela, Leah gritó mientras pujaba. El bebé se deslizó a los brazos de Edward, retorciéndose y llorando. Leah se apoyó en Angela, jadeando por el cansancio. Jessica aseguró el cordón umbilical mientras Edward lo cortaba, liberando a su hijo de Leah. Mientras limpiaba a su bebé, las emociones de Edward salieron a la superficie.

—Es un niño —suspiró Edward, con sus lágrimas cayendo por sus mejillas—. ¡Leah, tenemos un hijo!

—Tú tienes un hijo —dijo Leah, cansada—. Felicidades, papi.

—Vamos, Edward —murmuró Jessica—. Terminaremos de limpiar a Leah mientras atiendes a tu bebé. —Edward asintió robóticamente, llevando a su pequeño al mesón en la cocina. Usando las toallas, limpió y le dio a su hijo su primer baño. Tomó un pañal del baño y lo envolvió en una manta azul.

—¿Qué tal el APGAR? —preguntó Jessica.

—Un diez perfecto —respondió Edward automáticamente.

—Vamos, papá. Necesitamos llevarlo al hospital para que lo revisen —dijo Jessica—. Bella nos verá allí con Alice y Jasper.

Edward siguió a Angela y a Jessica mientras sacaban a Leah en una camilla. Se sentó en la parte de atrás de la ambulancia, acunando a su hijo, sorprendido por lo bonito que era. Tenía un hijo, un pequeño niño. Miró el pequeño bulto revoltoso en sus brazos, sonriendo felizmente.

—Hola, Jackson. Soy tu papi —murmuró Edward, inclinándose hacia adelante para besar la frente de su hijo.

—Me alegra que hayas elegido Jackson —bromeó Leah con cansancio.

—Jackson Charles Cullen —dijo Edward orgulloso—. Bella y yo lo decidimos anoche. Si hubiese sido una niña, el nombre habría sido Lilian Anne Cullen.

—Jackson Charles es mucho mejor. —Leah asintió, cerrando los ojos.

Llegando al hospital, Leah fue llevada al área de trauma para ser revisada por la doctora Leuschen. Bella encontró a Edward, y ella tomó con ansias a su hijo recién nacido. Fueron a otra habitación para que un pediatra revisara a Jackson. Era un poco pequeño ya que nació un par de semanas antes, pero además de eso, estaba perfectamente saludable. El pediatra quería mantenerlo allí por la noche. A regañadientes, Edward y Bella accedieron… después de que el pediatra tomara una foto de la nueva familia.

Edward sentó a Bella en su rodilla mientras ella acunaba a Jackson en sus brazos. El doctor tomó varias fotos y Bella envió un mensaje a todos en la familia.

Jackson Charles Cullen nació el 10 de abril a las 4:45 de la tarde, ¡recibido por papá! Leah y el bebé están bien, está en observación, pero todo está bien. ¡Con amor, Bella, Edward, Marie, Amelia y el bebé Jackson!

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Un par de meses después del nacimiento del pequeño Jackson, todos estaban yendo a la nueva casa de Leah y Johanna después del bautizo del bebé. Harían una bienvenida para Leah y Johanna, y celebrarían el bautizo de Jackson.

Llegando a la fiesta, Jackson fue secuestrado por su madrina, Kate. Lo arrulló y acunó mientras Edward y Bella buscaban comida. También querían ver a Johanna y a Leah, las adorables anfitrionas de la fiesta. Leah trabajaba en la cocina, preparando una bandeja de queso y salchichas. Johanna estaba tratando de llevar dos bandejas al comedor. Edward tomó una y besó su mejilla. Salieron de la cocina. Leah tomó la mano de Bella, llevándola al patio donde los niños jugaban.

—¿Qué pasa, Leah? —preguntó Bella.

—¿Crees que a Johanna le guste esto? —preguntó Leah, colocando una caja en las manos de Bella.

—¿Una caja? —bromeó Bella.

—No juegues, Cullen. Es lo que está dentro de la caja, boba —gruñó Leah.

Bella abrió la caja y vio un anillo de compromiso elegante, pero sobrio, dentro de la caja. Era de oro blanco y la piedra no sobresalía mucho. Era perfecto para Johanna ya que era enfermera. Tener un anillo muy grande cortaría los guantes que usara.

—¿Le pedirás que se case contigo?

—Me gustaría hacerlo hoy, pero lo he tenido desde hace casi un mes. —Leah rio ansiosa—. Lo compré cuando firmamos la casa, ¿sabes? Sé que estoy dando un gran paso, pero Johanna es mi para siempre, Bells. Quiero estar con ella para siempre. Quiero que sea mi esposa.

—Esto es hermoso, Leah. Absolutamente maravilloso. —Bella sonrió, abrazando a su hermana—. Johanna lo amará. Es perfecto para ella.

—Estaba orgullosa cuando lo escogí. —Leah sonrió ampliamente, tomando la caja de nuevo—. Entonces, ¿no te importa que le robe un poco el reflector a Jackson?

—Tiene tres meses, Leah. No le importará. —Bella soltó una risita—. Además, esta fiesta también es para ti. Es tu bienvenida.

—Oh, cierto. —Leah rio—. Vamos, antes de que nuestras personas especiales comiencen a preocuparse por nosotras. —Leah arrastró a Bella de vuelta a la casa.

Emmett había llegado con Tristan y su novia de casi un año, Anna. Esta era la primera vez que la llevaba a un lugar con la mayoría de sus amigos. Él era muy tímido, en especial por lo que había sucedido con Bella, Edward y Rosalie. Anna había conocido a todos los amigos de Emmett, pero en pequeños grupos. Todos la adoraban y pensaban que era la mujer más dulce en el mundo y perfecta para el gigantón. Ella entendía sus miedos y estaba dispuesta a esperarlo. Sabía de lo que era capaz y lo ayudó a redescubrirse y a ser el mejor hombre que podía. Lo más importante era que Tristan adoraba a Anna. Solamente eso probaba que era la mujer perfecta para ambos.

La fiesta estaba yendo a la perfección. Jackson iba de brazos en brazos, aguantándolo perfectamente. Solo comenzó a llorar cuando su padrino, Garrett, lo cargó. Aparentemente a Jackson no le gustaba el vello facial. A Garrett le había crecido una barba de chivo y le asustaba. Edward tomó a su hijo de los brazos de Garrett, dándole el biberón y cantándole para que durmiera. Colocándolo en el corral, todos salieron mientras Jackson dormía. El clima se había vuelto fresco y la fiesta se mudó al patio trasero del hogar de Leah y Johanna. Marie, Amelia y la hija de Seth estaban jugando al pilla-pilla y corriendo en el patio con el golden retriever de Johanna. Ava y Elisa estaban en una manta, jugando con Jasper y Carlisle.

Leah echó un vistazo alrededor, decidiendo que era el mejor momento para preguntarle algo importante a Johanna. Sus amigos, familia y seres queridos estaban en el mismo lugar. Caminó hacia Johanna, quien estaba charlando con Esme.

—¿Puedo llevármela por un ratito? —preguntó Leah, mostrándole a Esme una sonrisa deslumbrante. Esme asintió, sentándose junto a Alice, Charlie y Bella. Leah llevó a Johanna al gran roble en el patio. Era una de las muchas razones por la que escogieron la casa. A pesar de estar en la ciudad, tenía árboles grandes y un aura suburbana.

—¿Qué pasa, LeeLee? —preguntó Johanna, acunando el rostro de Leah.

Leah respondió con un beso

—Nada. Solo quería preguntarte algo —dijo Leah, tomando sus manos y besando sus palmas.

—¿No podía esperar a que todos se fueran? —Johanna soltó una risita.

—No realmente —respondió Leah, suspirando y metiendo la mano en su bolsillo. Se aferró a la cajita que contenía el anillo de Johanna. Esperaba—. Jo, sabes que te amo, ¿cierto?

—Como yo a ti, LeeLee. —Johanna suspiró.

Leah se apoyó en una rodilla, levantando la caja abierta.

—Te amo tanto, Johanna Elizabeth Ames. No puedo no imaginarte a mi lado. Quiero pasar el resto de mi vida mostrándote lo mucho que te amo y te adoro. ¿Me harías el honor de casarte conmigo? ¿Ser mi esposa?

—Oh, mierda —dijo Johanna ahogada—. ¿Quieres casarte conmigo?

—¡Todo el teatro! Tú en un enorme vestido blanco, y yo algo más ajustado. —Leah se sonrojó—. Una vez que pierda el peso del embarazo.

—Eres perfecta —regañó Johanna—. Te amo a pesar de lo que peses, nena.

—Todavía no has respondido a mi pregunta —respondió Leah, su corazón palpitando fuerte contra sus costillas—. ¿Te casarías conmigo?

—¡Sí! —chilló Johanna. Leah sonrió, colocando el anillo en la mano de Johanna antes de unir sus labios contra los de su prometida. Se besaron, inconscientes de que todos estaban aplaudiendo por la buena noticia. Amelia y Marie corrieron hacia sus tías favoritas, abrazándolas fuertemente y rogándoles ser las niñas de las flores. Amelia más que Marie.

—Ya era tiempo para que mi hermana sentara cabeza. —Seth soltó una risita.

—Estaba esperando a la mujer perfecta —bromeó Leah, sacándole la lengua a su hermano—. Y la encontré.

—Todos encontramos nuestro felices para siempre —dijo Emmett, dándole un apretón a la cintura de Anna. Ella le sonrió, pasando sus dedos por sus rizos—. No es una propuesta, pero te amo, Anna.

—Sé que sí, mi dulce Emmett. Y yo también te amo —dijo Anna, besándolo con ternura.

—¡El festín del amor! —Garrett rio—. Lo único que falta es un unicornio y arcoíris.

—No seas tan sarcástico, Garrett —lo regañó Kate, golpeando el hombro de su esposo—. Ya era hora de que tuviésemos otra boda para planear. ¡Adoro las bodas!

Leah rodó los ojos, caminando hacia Bella y Edward, sus dedos entrelazados con los de Johanna. Leah miró a su hermana.

—¿Serías mi madrina, Bells?

—¿Puedo usar traje? —bromeó Bella.

—Si quieres. —Leah rio—. Y, Edward, ¿estarías junto a mí? ¿Como dama de honor?

—Tengo una mejor idea —sugirió Johanna—. Edward, entrega a Leah. Sé que no quieres caminar sola hasta el altar.

—Sabía que había una razón por la que te pedí matrimonio. ¡Eres una jodida genio! —Leah sonrió, besando los labios de Johanna—. ¿Lo harías, Edward? Eres uno de mis mejores amigos, y te amo y respeto como a nadie más.

—¿Qué hay de Seth? —preguntó Edward, su voz atorándose en su garganta.

Seth se acercó, pasando su brazo por los hombros de su hermana.

—Me agrada la idea. Con tal de que pueda bailar con mi hermana casada. Además, sería raro que su hermano menor la entregara. Era el trabajo de papá y tú y Leah comparten un lazo similar al que compartíamos con nuestro papá.

—Entonces, me encantaría —respondió Edward—. Pero, Seth, puedes compartir el primer baile con Leah, después de la hermosa novia, por supuesto.

—Una cosa, Jo. Si tenemos hijos… tendrás que ser —bufó Leah—. Ya saqué suficientes bebés.

—Estaría más que encantada. —Johanna sonrió ampliamente, besando los labios de Leah. Todos se abrazaron. Leah y Johanna se apartaron, mostrando el anillo de Johanna. Edward y Bella sonrieron felices por la abundancia de amor y alegría.

Su familia crecía a grandes pasos con la llegada del bebé Jackson, Johanna y la novia de Emmett, Anna. Bella sonrió mientras se acurrucaba en los brazos de su esposo. Nunca había tenido una gran familia. Ahora, era enorme y los amaba a todos. Pero adoraba más a su esposo. Volteándose, besó los labios de Edward.

—Te amo, doctor Cullen. Gracias por darme todo.

—No, mi amor, eres tú la que me ha dado todo —arrulló Edward, acariciando su mejilla. Rozó sus labios con los contrarios antes de regresar a la feliz escena frente a ellos. Realmente era un sueño hecho realidad.

Fin