CAPÍTULO 1
NUESTRA PROMESA
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-Prométeme que serás feliz, Candy… Prométemelo.
-Tú también, Terry, promete que serás feliz.
Esas habían sido las últimas palabras que se dedicaron, que aunque fueran promesas nobles para la pareja eran las más dolorosas jamás pronunciadas.
A partir de esa última noche que se vieron frente a frente, la vida de los rebeldes había pasado por muchas circunstancias, algunas alegres y otras dolorosas. Antes de volver a encontrarse.
Chicago 1916
Hace ya dos meses que se enteró de quien era el tío abuelo y hasta ahora no podía creerlo completamente; así como su tutor lo había prometido nada cambió en su vida, ella seguía ayudando a las persona, la habían contratado nuevamente en el hospital Santa Juana de Chicago, sin embargo Candy, con el corazón noble que siempre la caracterizó, colaboraba con el doctor Martin en la clínica feliz, cada fin de semana iba como voluntaria, pues con el sueldo que recibía del hospital no necesitaba más.
Albert trataba siempre de persuadir a la rubia para que se tomara un descanso; pero ella respondía que la gente necesitaba ayuda, que las enfermedades y los malestares de sus pacientes no tomaban descanso, sin embargo el rubio sabía muy bien el motivo por el que la rubia trataba de ocupar todo su tiempo, y ese motivo vivía en Nueva York.
-Señorita Candy, quedó realmente hermosa.
-Dime solamente Candy, Dorothy, ya hablamos sobre eso.
-Ya le dije que no podría, si la señora Elroy me escucha me metería en problemas.
-No te discuto eso, sé muy bien cómo se pone cuando no se siguen las reglas que dicta la sociedad. –dijo lo último imitando la voz de la tía abuela.
-Use estos pendientes, quedarán perfecto con el vestido que usará esta noche. – dijo pasándole un par de pendientes largos de diamantes.
Esa noche en la mansión Andley se llevaría a cabo la presentación de la heredera de tan prestigiosa familia ante toda la alta sociedad de Chicago.
-Candy… - una cabeza tímida se asomaba por la puerta de la rubia.
-Annie! Ya estás aquí.
-Oh Candy! Estás realmente hermosa. – dijo entrando por completo a la habitación.
El cuerpo de Candy había cambiado completamente, su figura se había estilizado; había dejado atrás ese cuerpo poco agraciado por uno con curvas; su cabello, aunque ahora lo tenía recogido, estaba más largo con unas hondas definidas; su rostro estaba más hermoso aún, los ojos grandes y verdes cubiertos por unas espesas pestañas, atrapaban la mirada de quien los viera; de figura envidiable, altura perfecta y una cara hermosa podrían poner feliz a cualquier muchacha que le interese la apariencia, sin embargo a Candy todo esto le parecía algo banal, sin importancia; lo que la rubia ignoraba era que también tenía la belleza interna, noble y solidaria con los demás, conquistaba el corazón de quien la conociera.
- Annie, estás hermosa. - la morena era muy cuidadosa con su alimentación para no perder la figura de señorita, come le decía su madre, delgada con una piel cuidada se había vuelto una joven bella y elegante.
-Ya casi es hora de que bajes, Albert me dijo que te avisara que en un momento él vendrá por ti.
-Gracias. –dijo desanimada.
-Qué pasa Candy?- la miró con preocupación.
-Ya sabes que no me gustan estas fiestas.
-Pero Candy, esta fiesta es en tu honor. Deberías estar feliz, te presentaran como la heredera de los Andley, la familia más respetada de todo Chicago y parte de Estados Unidos.
-Sabes muy bien que eso no me importa. – a veces le molestaba que Annie sea un tanto superficial, pero así la quería, y mucho; entendía que así la habían criado. En ese momento escucharon que llamaban a la puerta.
-Debe ser Albert. – dijo viendo a Dorothy abrir la puerta.
-No, soy yo. – Archie entró a la habitación. – pero mírate, estás realmente preciosa gatita. – dijo haciéndola girar bajo la mirada de su novia, que aunque sabía que Candy nunca la traicionaría, sentía celos y temor, pues la mirada de su novio siempre cambiaba cuando veía a la rubia.
-Gracias Archie.
-Desearía tanto que Anthony y Stear estén aquí, este momento es el que más deseábamos; verte junto al tío abuelo William presentándote como toda una Andley.
-Yo también los extraño. –dijo mientras el castaño la abrazaba mientras le besaba la cabeza, destrozando con ese hecho a la morena, pues el joven siempre trataba a la rubia con especial dulzura, cuando a ella simplemente le besaba la mano, como todo un caballero.
-Ya es hora de bajar. – Annie los interrumpió, no podía seguir viendo esa escena.
-Sí, tienes razón. Annie, podrías adelantarte? – vio la consternación en los ojos azules – quisiera hablar con Candy a solas.
-De acuerdo. –dijo saliendo de la habitación con un dolor en el pecho.
-Qué sucede? Por qué no podías hablar frente a Annie?
-Porque esto sólo nos concierne a nosotros.– dijo tomando su mano. – un día prometimos protegerte y ser tus paladines, Lo recuerdas? – la vio asentir - Ahora sólo quedo yo.
-Archie…
-Gatita, tú siempre fuiste tan fuerte que no necesitaste de nosotros, es por eso que ahora quiero hacerte otra promesa, prometo apoyarte y cuidar de ti siempre, cada decisión que tomes estaré ahí para apoyarte, siempre tendrás en mí un aliado.
-Gracias Archie, esto significa mucho para mí.
Cuando Albert al fin fue para recoger a Candy, se asombró bastante ante la imagen que vio; sabía que su pupila era hermosa, pero cuando la vio le recordó tanto a su hermana Rosemary, Candy podría pasar como hija legítima de los Andley, el parecido era increíble. Esa noche la rubia atrajo la mirada de casi todos los hombres del salón, muchos la vieron como un buen prospecto para esposa, pues tenía el dinero y el prestigio de su familia, sin contar con su belleza. Eliza quien estaba en la fiesta por obligación, moría de rabia al ver que la joven rubia acaparaba la atención de los jóvenes, la odiaba y con esto la llegó a odiar aún más. La señora Elroy, por su parte, se llenó de orgullo al ver a Candy bajar por los escalones, con toda la gracia y elegancia de una dama, al fin mostraba ser buen material para ser moldeada y convertirse en una dama que lleve en alto el nombre de los Andley. Durante la fiesta Candy escuchó a algunos hombres hablar sobre la guerra y como ésta destrozaba la economía de Europa, sin contar que se llevaba la vida de muchos soldados y civiles; en ese momento recordó a su querido Stear, él había dado su vida por un ideal, su amigo Michael, ese doctor valiente, que fue a salvar vidas en esa terrible guerra.
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Nueva York 1916
Hace poco más de dos meses que regresó a Nueva York, se debatía entre ir a hablar con Robert para que le permitiera regresar al teatro o seguir con su nueva vida, estaba viviendo con lo poco que le quedaba de sus ahorros, tuvo que buscar trabajo, así que, volvió a aquel restaurante en el cual trabajó cuando había llegado a América, antes de audicionar y entrar a la compañía Stratford, tal vez no era lo que hubiera querido, pero de algo debía volver a empezar, tenía que cubrir los gastos médicos de aquella joven que salvó su vida y no estaba seguro en volver a las tablas.
Ese día en especial se sentía diferente, llegaba del trabajo muy agotado, agradecía que nadie supiera que ya estaba en la ciudad, así no tendría que ir a visitar a nadie, podía estar solo con sus pensamientos, esos que siempre le dedicaba a una enfermera pecosa, pero hasta que llegó a su apartamento supo que ese plan no sería posible.
-Qué hace usted aquí? – cuestionó con el ceño fruncido a la persona frente a él.
-Cómo estás Terruce?. – contestó su padre.
-Así como me ve. Ahora responda a mi pregunta, creo que está muy lejos de casa, sólo para preguntar cómo estoy.
-Quisiera hablar contigo, si me lo permites.
-Pues hable, estoy algo cansado y quisiera poder descansar. – dijo con rudeza.
-Me permitirás entrar a tu casa o quieres que hable aquí? – su padre no se amedrentaba ante la actitud de su vástago, pensaba que al menos en eso no había cambiado.
-No podría atenderlo como usted lo merece.
-Terruce, por favor. – acaso le había dicho: "por favor?" siempre creyó que su padre no conocía esa palabra.
-Ya está, ahora puede responderme? – dijo dándole paso a su padre después de haber abierto la puerta.
-Vine a impedir que cometas un error.
-A impedirlo, dice? – dijo con sorna elevando una de sus cejas.
-Sí, antes de que arruines tu vida. – Continuó - Mírate Terruce, dónde está el joven que me desafiaba con la mirada, el que actuaba con determinación y orgullo para cumplir sus metas.
-Tal vez lo dejé en alguna cantina de los barrios bajos de Londres. – contestó con insolencia.
-Terry, me enteré de lo pretendes hacer. –no dejaría que la actitud de su hijo lo amedrente.
-Ah, sí? Y que es eso que pretendo hacer? – dijo de manera burlona y molesta.
-Arruinar tu vida al unirla con esa señorita. – Terry había regresado con el propósito de cumplir con su promesa, pero antes debía conseguir un empleo para tener algún sustento para los gastos médicos de Susana; cómo se había enterado su padre?
-No es asunto suyo. –dijo a la defensiva.
-No cometas el mismo error que yo cometí al haberme casado con alguien por la que no sentía nada, solamente para cumplir con mi deber.
-Si sólo vino para eso, ya lo dijo. Ahora puede usted marcharse.
-Terry, por favor! – se exaltó un poco por la actitud de su hijo – si dejaste Inglaterra y tu posición como mi sucesor, lo hiciste por buscar tu sueño, y dudo mucho que éste lo sea. Todo este tiempo no interferí en tu vida, porque vi que estabas cumpliendo tus metas; pero ahora me arrepiento de haber escuchado a la señorita Andley. – que mencione ese apellido llamó la atención del castaño.
-A qué se refiere?
-A que tu amiga, Candice, me pidió que te dejara ser libre, que seas tú quien busques tu propio destino; pero sí en ese momento hubiera sabido cual era el camino que ibas a tomar, te hubiera hecho regresar tal como era mi intensión en ese entonces.
-Qué…? – no podía creerlo, todo ese tiempo creyó que a su padre no le importaba lo que sucediera con él, pero al parecer su pecosa había interferido para que él cumpliera sus sueños.
-Terruce, aún eres mi heredero, no voy a quitarte el derecho de sucesión al título, pero hasta eso, tienes este tiempo para cumplir una de tus metas, pues creo que el principal lo diste por perdido. – Terry lo vio con una mirada interrogante. – eres un Granchester, y una vez que entregamos el corazón ya no lo recuperamos.
-No me vengas con filosofías baratas! – estaba molesto, acaso su padre había visto dentro de él? – eso pensaste al lastimar a mi madre!? Me alejaste de ella, hiciste que la odiara, la lastimaste; acaso eso es amor para ti!?
-Tuve que hacerlo… tuve que llevarte conmigo, no sólo porque te quería a mi lado, sino porque mi padre hubiera lastimado a Eleonor, y eso, eso no me lo hubiera perdonado nunca. –alzó la voz para ser escuchado por su hijo, logrando con eso que Terry lo viera desconcertado.
-Qué quieres decir?
-Mi padre… tu abuelo, me amenazó con eliminar a tu madre, me dio a elegir: regresaba a Inglaterra contigo, tomando el título y seguir con el legado de la familia o quedarme y sufrir las consecuencias, perdería al único motivo para que yo permanezca en América, tu madre; al final igual volvería a Inglaterra. No importaba la decisión que tomara al final Ellie sufriría. No iba a dejar que la lastimaran, sabía muy bien de lo que era capaz mi padre; dime Terry, acaso tú no harías lo mismo por la mujer que amas? – entonces Terry pensó en su pecosa, él la prefería lejos de él, feliz no importaba si era con otro, aunque por dentro muriera de dolor, no quería verla triste y angustiada como lo hizo aquella noche en la azotea del hospital, por eso le había hecho esa promesa.
-Entonces, por qué me ignoraste todo este tiempo, si esa es tu manera de mostrarme cariño, hubiera preferido mil veces quedarme aquí con mi madre, pasar cualquier penuria a vivir ese abandono y rechazo de su parte y la de su familia.
-Cada vez que te veía me recordabas lo que le había hecho a tu madre, me dolía haberte hecho a un lado, pero me di cuenta que Carlota ya no te molestaba ni maltrataba; la primera vez que la vi insultándote me llené de furia la insulté y maltraté, estuve a punto de golpearla si no hubiera sido por Charles, su abogado y gran amigo, quien me detuvo lo hubiera hecho, eso la enfureció más, y cuando yo no estaba en casa solía maltratarte, había amenazado a los sirvientes para que no me dijeran nada, así que cuando comencé a ignorarte, ella dejó de molestarte y maltratarte.
-Tantos años de sufrimiento… -le dio la espalda.
-Terry, por favor… perdóname hijo,- se acercó a su hijo - sé que el mayor culpable de tu sufrimiento fui yo, hasta el final me equivoqué, no te ayudé cuando viniste a mí, y no sabes cuánto me arrepiento.
Terry nunca había visto ese comportamiento en su padre, pensó en correrlo pues seguía herido; sin embargo recordó ese día en Escocia, cuando se encontró con su madre, "…yo deseo tener una familia, buenas maestras y buenos amigos no son lo mismo…". – Mi Pecosa… eres una entrometida tarzán pecoso –dijo en su mente mientras una ligera sonrisa trató de pronunciarse en su rostro, el cual desapareció de inmediato.
-Sabe, padre?- lo vio a los ojos – ya no importa, eso ahora pertenece al pasado – "no seas rencoroso Terry, debes perdonar" esas habían sido sus palabras cuando lo ayudó a reconciliarse con su madre. – lo entiendo, entiendo sus motivos. – él hubiera hecho eso y más por Candy. – pero por ahora es pronto para perdonarlo completamente.
-Lo sé hijo, haré todo para que me perdones.
-No tiene que hacer nada, sólo deme tiempo.
-Sé que no puedo interferir en tu vida, eres una persona capaz e inteligente; pero te pido que pienses muy bien lo que harás. Mírate en el espejo que fue mi vida a lado de una mujer a la cual no amo.
Terry hubiera querido hacer caso el consejo de su padre, pero el recuerdo de aquella promesa que le hizo a su pecosa pesaba más que cualquier otra cosa en su vida, a ella no podía fallarle una vez más. Sabía lo que debía hacer y lo haría por ella, seguiría uno de sus sueños porque sabía que el otro, el más importante, nunca lo cumpliría.
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Hola!
He regresado con una nueva historia para nuestros rebeldes!
Espero que esta historia les guste.
