CAPITULO 19
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Nueva York.
Montados en un elegante carro, Candy y Terry, se dirigían a la mansión de los Andley en la ciudad de Nueva York. Como el castaño lo predijo, su padre había dejado un mensaje para ellos, el duque no sabía con exactitud la fecha de arribo de su hijo y nuera, pues creyó que los nuevos esposos se quedarían más tiempo en su luna de miel, así que, dejó el mensaje de ir a la mansión de la familia de Candy una vez que llegaran a América.
-Estoy nerviosa Terry.
-No tienes por qué estarlo, amor.
-Deben estar molestos conmigo por lo que les hice.
-No te preocupes pecosa, puedo asegurarte que están ansiosos por verte.
-Gracias… - murmuró abrazada al castaño.
-Por qué me das la gracias?
-Por estar junto a mí, por tu apoyo y no dejar que el miedo me supere.
-En ese caso, soy yo, quien debe agradecerte, mi amor, que me hayas aceptado de nuevo en tu vida, le devolvió el sentido a la mía. –antes de que Candy respondiera Terry tomó sus labios en un dulce y casto beso, lastimosamente no estaban solos.
-Ya llegamos señor.
-Ya es hora pecosa, vamos.
El chofer abrió la puerta del coche; el primero en bajar fue Terry posteriormente ayudó a su esposa a bajar. Candy se veía muy nerviosa, sujetó con fuerza el brazo de su esposo, quien en respuesta acarició sus manos dándole confianza.
Ni siquiera llegaron a la puerta y ésta ya se abría dejando salir a dos hombres jóvenes que nada más visualizaron que el carro paraba frente a la mansión y ver la cabellera castaña de Terry, emprendieron la carrera para encontrarse con su amada rubia pecosa.
-Candy! – el primero en llegar y abrazar con fuerza a la rubia fue Archie, quien lloraba de emoción al tener a Candy con ellos devuelta.
-Archie… - murmuró la rubia, entonces sintió otros brazos que la rodeaban.
-Pequeña… mi pequeña… - la voz de Albert se quebró por el llanto.
La escena era emotiva y hermosa, desde la puerta de la mansión los padres de Terry acompañados por la señora Elroy observaban la escena del reencuentro entre los jóvenes Andley. Terry observaba con una sonrisa a su esposa, al inicio tenía miedo de presentarse con su familia, sin embargo, ahora estaba ahí rodeada por su familia, tratando de abrazarlos al mismo tiempo a los jóvenes Andley.
-Candy…
Albert y Archie se separaron de la rubia al escuchar la voz de su tía abuela detrás de ellos; sabían que ella también quería saludar a Candy, la vieron sufrir al enterarse de su muerte, y cómo su salud se iba debilitando por la depresión que sufrió por todo lo acontecido con su familia.
-Tía abuela… -dijo tímidamente correspondiendo el abrazo de la matriarca de los Andley.
Permanecieron abrazadas por minutos, uniéndose al abrazo sus dos sobrinos. Eleonor, era un mar de lágrimas, tanto que Richard la abrazaba al verla tan emocionada; por su parte él estaba feliz por su nuera, en todo el tiempo que pasó en su casa, llegó a apreciarla mucho; pero Terry era el más feliz de todos, él había visto el sufrimiento de los Andley al creerla muerta, también sabía cuánto deseaba Candy, volver a ver a su familia.
-Perdónenme… perdón por haberme ido de esa manera.
-Eso quedó en el pasado, pequeña; pero por favor no vuelvas a hacer algo parecido.
-Nunca más… no volveré hacer algo que los lastime.
-Te extrañé tanto gatita…
-Archie, yo también los extrañé mucho.
-Hay mucho que tienes que contarnos Candy, entremos.
-Sí tía.
-Gracias hermano, gracias por devolvernos a Candy. - Albert se acercó a Terry y lo abrazó con fuerza.
-Creo que eso debes agradecerle al duque, fue él quien la encontró y cuidó.
-Lo sé; pero tú nunca te rendiste, aun cuando creímos que ella había muerto, nunca te rendiste. – se sintió culpable de haberse conformado en la búsqueda de Candy.
Todos ingresaron a la residencia, la tía abuela le pidió a Candy y Terry hospedarse en la mansión, a lo que el joven matrimonio aceptó gustoso, Candy estaba feliz de volver a estar con su familia, sólo quedaba visitar a sus madres para que su felicidad sea completa. Conversaron durante horas, hablaron sobre la boda de Terry y Candy, sin recriminarles al no haberlos invitado, ellos entendían su situación y todo por lo que pasaron para estar al fin juntos, ya en la tarde, las damas se dirigieron al salón a tomar el té mientras que los caballeros se dirigieron al estudio de Albert a tomar una copa, el duque tuvo que salir así que sólo estaban Albert, Archie y Terry.
-No puedo creerlo! – dijo Terry furioso.
-No fue su culpa Terry, yo se lo pedí, todo indicaba que Candy había muerto…
-Y estoy molesto contigo también Albert, si no me hubieran mentido habría encontrado a Candy mucho antes!
-Pues hizo bien, Terry. – los tres jóvenes miraron hacia la puerta.
Estando en el estudio, mientras las damas tomaban el té, Terry le preguntó a Archie sobre Kate, hasta donde sabía Archie y la enfermera tenían la intención de casarse. Entonces el joven Cornwell le contó que había terminado su relación con Kate, al enterarse que ella había mentido con respecto a Candy. Aunque Albert trató de convencerlo de que él se lo había pedido para evitar que Terry se marchara a la guerra y exponer su vida, se sintió traicionado, así que decidió terminar su relación. Candy había escuchado la conversación de los jóvenes, pues había ido a buscar a Terry con la ayuda de Dorothy, quien se retiró cuando vio a Terry acercarse a su esposa.
-No Candy – Terry tomó la mano de la rubia y la llevó hacia la silla - si no me hubieran mentido te habría encontrado antes y…
-Si Kate no les hubiera dicho que vio mi cuerpo, tú hubieras ido a Europa en plena guerra, y no quiero pensar que algo malo te pasara, o si te hubieras contagiado con la influenza. Albert hiciste bien. – sabía que Albert no lo hizo por maldad -Archie, sé que la amas – recordó que Terry le había mencionado que su primo había roto su relación con Annie y se había enamorado de su amiga Kate. – no dejes pasar tu felicidad sólo porque Kate ayudó a Albert a proteger a Terry.
-Gatita, eso lo entiendo; pero al menos debió decirme la verdad.
-Y qué hubieras hecho sabiendo la verdad? Estoy segura que se lo hubieras dicho a Terry; él me contó que lo estabas ayudando a conseguir una manera de ir a Europa y que tú pensabas acompañarlo. – el joven se quedó en silencio. – Terry, no tienes por qué molestarte con Kate y mucho menos con Albert, ponte en su lugar, acaso tú hubieras permitido que yo arriesgue mi vida yendo a una país en conflicto a buscar a alguien cuando todo indicaba que estaba muerto?
-Claro que no. – contestó rápidamente.
-Lo ves, él simplemente actuó para protegerte, y yo se lo agradezco infinitamente, así como se lo agradezco a Kate, ella no es mala, simplemente trató de ayudar a Albert.
-Eso es verdad, al inicio ella no quiso hacerlo, pero vimos que Terry y Archie estaban decididos a marcharse, ella quería contarte todo; - miró a su sobrino - pero desistió cuando vio que aun con lo que dijo no le creías y seguías con la intensión de ir a Europa. – ahora veía a Terry.
Los jóvenes se quedaron callados por varios minutos, Candy tenía razón, ahora que lo pensaban Albert y Kate habían actuado de esa manera para protegerlos, tal vez de haber ido a Francia no la hubieran encontrado, y posiblemente hubieran muerto o se hubieran contagiado con la gripe, aunque Archie lo hizo, al menos aquí tenia quien lo cuide, allá se hubieran quedado solos.
-Albert… discúlpame si fui rudo contigo, pero no me gusta que se metan en mis decisiones; sin embargo también entiendo tus razones, lo mejor será olvidarnos de ese asunto. – aún estaba molesto, pero no quería arruinar el reencuentro de Candy con su familia, ella había esperado tanto volver a su lado y no sería él quien le apañara esa felicidad.
Candy sabía que Terry estaba aún molesto, pero ya no quiso decir nada, tal vez si lo hacía desataba una tormenta, así que prefirió esperar a que esté más calmado para hablar sobre ese tema y que no siga resentido con Albert ni Kate.
-Sigues molesto? – dijo la rubia abrazando al castaño, ya estaban en su habitación listos para dormir, pues al día siguiente partirían a Chicago.
-Un poco.
-Terry…
-Pecosa, ya se me pasará, es sólo que sigo pensando que te hubiera encontrado antes y…
-Y si no…, cómo crees que me hubiera sentido si algo les hubiera pasado por mi culpa, tu padre quería llamarte en cuanto me encontró, no se lo permití, porque tenía miedo que durante el viaje te contagiaras, Terry yo me hubiera muerto si algo te pasaba por mi culpa, por favor entiende a Albert.
-Lo hago amor, yo hubiera actuado igual si fuera el caso; pero eso no quita mi molestia, ya se pasará, pecosa no quiero que estés triste por esto – le dio un tierno beso en los labios. – de acuerdo? – Candy sólo asintió abrazándose más a Terry.
-Te amo.
-Tanto como yo a ti, pecosa.
Terry la rodeo con sus brazos y fue así como los encontró el nuevo día, abrazados bajo las finas sábanas. Terry fue el primero en despertar, como cada día, y como de costumbre se quedó observando a su pecosa, guardaría esas imágenes toda su vida, a sus ojos Candy era la perfección personificada, no sólo física sino también interiormente; comenzó a sonreír al ver que Candy movía la nariz, indicio de que ya iba a despertar, así que, espero a que lo hiciera.
-Buenos días dormilona. –dijo besando su naricita.
-Buenos días mi amor. – lo volvió a abrazar y se acomodó para seguir durmiendo.
-Pecosa, cuando das los buenos días es porque vas a levantarte. – dijo riendo de la acción de la rubia.
-Un poquito más… sigo con sueño.
-De acuerdo, no importa si perdemos el tren, mañana saldrá otro hacia Chicago, o es en dos días? – dijo como si nada acomodándose también; mas antes de hacerlo sintió como la rubia se sentaba y se frotaba la cara para despertar completamente.
-Vamos Terry, levántate de una vez! Dónde están nuestras maletas?
Terry sonreía mientras obedecía las ordenes de su esposa, su Candy era única, sabía que ya quería partir hacia Chicago y de ahí a Lakewood, él estaba igual, quería ver a la señorita Poni, a la hermana María ya todos los niños del hogar, ya se imaginaba la alegría que les causaría ver a Candy de nuevo, saber que su pecosa está viva.
-Listos? – cuestionó Albert al ver a la pareja descender por la escalera.
-Sí! Ya estamos listos.
-De acuerdo, pero antes la tía abuela ordenó que desayunemos.
-Pero podemos hacerlo en el tren.
-No te preocupes pequeña, no perderemos el tren.
Algo renuente la rubia aceptó desayunar antes de partir a Chicago, no pudo comer mucho por la ansiedad, ya quería estar con sus madres, disculparse con ellas y abrazarlas fuerte.
Media hora después la familia Andley y los Granchester estaban llegando a la estación, por sugerencia de Albert, Terry se cubrió un poco el rostro, pues aunque había abandonado la actuación hacia algunos años, los periodistas estaban al acecho de una buena noticia, y no se equivocó, pues habían varios en la estación, Eleonor tuvo que disfrazarse para no ser reconocida, una vez en su vagón privado, pudieron relajarse y lo hicieron más al sentir que la gran máquina se movía.
Con cada pueblo o ciudad que pasaban el corazón de Candy latía con más fuerza, estaba cada vez más y más cerca de su hogar, ese que había añorado tanto, volvería a su colina a su familia, a sus madres.
-Candy debes comer, no querrás que te internen una vez que lleguemos a Chicago, verdad? – le decía Eleonor ya que la rubia no tenía hambre por los nervios y la ansiedad de estar cerca a su hogar.
-De verdad, no tengo hambre, siento el estómago revuelto.
-Candice debes alimentarte, ayer no cenaste y hoy almorzaste muy poco.
-Tía, estoy bien.
-Nada de eso amor, come esto, te traje algo ligero. – dijo Terry entrando al vagón con una charola en mano, seguido por Albert.
-De acuerdo. – aceptó la rubia comiendo todo lo que su esposo le había llevado.
Después de un largo viaje finalmente llegaban a la estación de Chicago, Candy no pudo evitar que algunas lágrimas se escaparan de sus lindos ojos, rememorando aquellos años en los cuales había estado ahí, llegando de un viaje o lista para partir.
-Te sientes bien amor?
-Sí, sólo estoy algo emocionada de estar aquí. – Terry la abrazó para darle fuerza y apoyo, él estaba igual que ella, ya quería estar con aquellas mujeres que lo habían acogido cuando más perdido se había sentido.
-Candy, Terry los autos ya están aquí.
-Señora Candy, bienvenida.
-George! – dijo la rubia mientras lo abrazaba.
-Qué gusto tenerla con nosotros nuevamente.
-Gracias George. – Candy lloraba de felicidad, pues el caballero era alguien importante para ella, él la había cuidado durante su adolescencia.
Se montaron en los coches y por petición de Candy, pues Terry prefería quedarse en la ciudad para que su esposa descansara, partieron enseguida hacia Lakewood; aunque todos estaban cansados por el viaje entendieron los motivos de la rubia, así que esa misma tarde, todos se dirigieron rumbo al hogar.
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Qué les pareció? Ahora sólo falta el reencuentro con la señorita Poni y la hermana María.
Se cuidan.
