Nuestro encuentro

Eran las 5:30 de la mañana cuando me levanté. Todo indicaba que seria un día normal en mi sencilla vida. Debía estar en una hora y media en el hospital. Annette, mi compañera de casa y de trabajo le correspondía entrar por la tarde. Me vestí, desayuné algo rápido y salí a la calle, el trayecto a mi destino era un poco largo y quería tomar el transporte de las 6:00. Iba a buen tiempo, suficiente para cambiarme y empezar mis labores de enfermera. Hoy tengo un par de asistencias quirúrgicas programadas desde la semana anterior. No hago otra cosa que rezar por la vida de todos los pacientes y que Dios dirija las manos sabias de los médicos, todos los días y en cada instante.

Tiempo atrás, después que fui despedida por el Doctor Leonard, fui a la Clínica Feliz a trabajar con el Doctor Martin y ayudar a mis dos madres. Una mañana, mientras me encontraba ordenando el archivo de los pacientes, recibí una carta. Anteriormente, cuando por los periódicos supo quien era Albert, el hombre con quien vivía y cuidaba en su enfermedad, me escribió disculpándose por su actitud prejuiciosa, y relatando profundamente que sus acciones se debían a sus preocupaciones hacia mi persona. Luego me sorprendió un poco, porque no pensé que se me tomara en consideración para retomar de nuevo mi puesto de trabajo y por supuesto que acepté de inmediato. Sin embargo, mis sentimientos hicieron acto de presencia, por una parte estaba feliz por volver a trabajar y, por otro lado, me entristecía dejar al Doctor Martin después de todo lo que me ha ayudado y contrario a mis pensamientos fue el primero en alentarme a continuar mi camino. Fue así que me decidí a no dejar ir la oportunidad, como si la estaba esperando...era un asunto de ganancias personales que me favorecerían mucho más, más que todo, era el de obtener experiencias y al mismo tiempo que alejarme un poco de mis seres amados y pensar en lo que debía hacer de mi vida, así que dejé mi hogar, mi lindo hogar de Pony para abrirme paso a esas nuevas experiencias. Estaría sola, pero eso no me importaba.

Después de dos años nuevamente en el hospital, se realizó un levantamiento de enfermeras. Necesitaban las más competentes en el ramo de la cirugía. Por supuesto que yo era una y eso me vendría perfectamente, así que esperaba que me propusieran y así fue. Sí, ahora vivo en Boston y trabajo en el State Hospital, el más grande. La Ciudad es maravillosa y en esta época las calles se iluminan. Es Diciembre y recuerdo que también lo era cuando puse pie en Boston. Es muy curioso, los otoños y los inviernos los tengo muy marcados en mi vida. Fue en Otoño que perdí a Anthony y fue así mismo que Terry se fue del colegio y de mi vida...para siempre. Los inviernos fríos, los inviernos de partidas y separaciones dolorosas. Mi separación... desde que nos dijimos adiós. Aun recuerdo aquella última vez, después que nos despedimos en ese mismo hospital…. años después nos encontramos por casualidad, sabía que yendo de nuevo a esa Ciudad el encuentro era inminente...y lo vi. Estaba allí de pie, su cuerpo echado sobre la pared. Seguramente su visita se debía a... ella.

Las ganas por correr a abrazarlo se hicieron presentes en mí y sentía que mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho. Hice acto de toda cordura para no cometer un error y me recordaba a mi misma que eso no podía suceder. Era mi deber mantener mi palabra y no acercarme a Terry. Además que siendo así, no sé si lo iba a soportar... volverme a separar de Terry...no lo sé.

Me detuve, mis piernas temblaban como si ocurría un huracán en mi interior que amenazaba con quitarme las fuerzas. No quería ser vista, me costaba respirar, porque si lo hacía mi corazón se me quebraría en pedazos, pedazos que no tenia idea si los podría algún día reunir. Su imagen, un Déjà vu. Su mirada perdida y una inexpresable tristeza que me dolía hasta en mis entrañas. Empecé a sentir angustia, pero logré tranquilizarme y dentro de esa calma decidí retroceder y decirle adiós, esta vez en silencio. Pero, parece que el destino jugaba todo en mi contra. Cada segundo que pasaba, se acercaba más y más. Debí huir, pero ya era demasiado tarde y no pude…lo amaba, amaba tanto a ese hombre con todo mi ser.

Me miró como si fuera una aparición. Como si no creyera que pudiera estar frente a él. La fuerza que tenia en sus ojos me paralizó completamente y no logré dar un paso hacía atrás. Solo había pasado un año y estaba más alto y más fuerte, su presencia más varonil y cautivante. Pensar en eso no aliviaba que mis recuerdos desaparecieran al contrario no pude dejar que me abatieran aquellos momentos que vivimos en Escocia y las tantas veces que compartimos en nuestros encuentros en La Falsa Colina. Por un momento no supe, las emociones me embargaron y mis lágrimas salían sin poderlas detener. La promesa estaba pendiendo de un hilo a punto de romperse...

... y luego de lo ocurrido llegó el momento de volver a decir, adiós. Fue más fuerte y doloroso, pero debía hacerlo. Después de haber estado en su fuego, caí a la realidad y un abismo frio se abrió ante mis ojos. Lo último que supe, fue lo que leí en el periódico, hablaban de su compromiso con Susana Marlowe, la mujer que le salvo la vida, la mujer que dió todo por él.

Ha pasado el tiempo

como era de esperarse las malas noticias vuelan rápidamente. Albert y los demás me insisten en que debo tomar una decisión. Pero no entienden que no puedo hacer nada. Si las cosas cambiaron, deben continuar tal y como están.

Con respecto a La Tía abuela. En estos momentos desconoce lo que ha sido de mi vida y creo que a estas alturas ni le importe. Le ha dado igual donde esté, porque simplemente no me soporta. Hasta ahora sigue sin aceptarme como hija de Albert. En su familia no entra una chica desobediente y descarrilada, como suele referirse de mi. Por un buen tiempo suavizó su trato, fue cuando supo que cuide de Albert, pero todo volvió a ser igual cuando me negué a acatar sus ordenes, de ser una dama y que debía casarme pronto. No dejaba de echarme en cara que por su generosidad era una Ardlay. Tampoco dejaba de señalarme como la culpable de las desgracias en la Familia. Si se diera cuenta entre otras cosas, que no soy lo que dice, no soy una aprovechada arribista que vive del dinero de los Ardlay y que me mantengo con mis medios como un simple mortal. Los últimos improperios que escuché con todo su desprecio fue su presentimiento de que sería quien ensuciaría su apellido. Sus palabras, a veces las escucho mientras duermo. Si supiera que…si supiera que ahora me encuentro en esta ciudad...pero ya no me importa. Lo único que me importa es Albert y mi intento por no desilusionarlo más. Aunque lo que pasó aquella vez, lo guardó en mi.

De vez en cuando los chicos vienen a visitarme. Supe que Neal y Eliza se hacían un embrollo tratando de descubrir mi paradero ¿Para qué quieren saber? no será para enviarme buenos deseos. Seguramente les hace falta seguir haciéndome la vida de cuadritos. Lo bueno es que Albert los mantiene a raya y eso ha dado resultados positivos.

En el hospital todo marcha bien y he podido hacer de nuevas amistades, bueno en realidad dos chicas enfermeras que conocí tres meses atrás en una convención que se llevó a cabo en el hospital. Las únicas que se acercaron a mí, ya que con mi forma de ser por supuesto que me gané la desaprobación de otras.

Solíamos entrar en charlas sobre planes futuros de trabajo. Yo también tenía mis planes, con eso de que me encantan los niños había decidido adentrarme al mundo de la pediatría. Mary la de más edad estaba comprometida con un hombre muy rico, al parecer pronto se casaría y dejaría el hospital y la casa. Me quedaría sola otra vez, pero no importa, ya tendría compañera muy pronto. Annette, mi otra compañera, es una chica francesa que sobrevivió a la guerra.

- ¿y tú Candy? - Era la primera vez que Mary me preguntaba algo tan directo y de esa índole. Debo confesar que me tomó por sorpresa, pese a que era algo que en cualquier momento pudiera suceder. Me quedé sin habla, pero a los segundos recuperé el ingenio e idear mi respuesta. Mary me recordaba a Annie y Annette a Patty, la ultima que era mi compañera de vivienda, tenía unos pensamientos un tanto, especiales. Soñaba con príncipes y princesas, carruajes que volaban por el aire y que un hombre alto y rubio llegaba por ella para llevarse a un castillo todo de color azul donde existía una fuente de agua dulce con seres sobrenaturales. Parece ser que los pies sobre la tierra no los tenía bien plantados, pero se vale soñar. Eso sí. Yo de niña también creía en los cuentos de hadas, en seres de otro mundo y un príncipe, pero con un príncipe de verdad y lo encontré. Fue maravilloso, pero no hubo final feliz como en los cuentos. Ese hombre al que he amado más que a nadie, mi príncipe, es Terence Granchester.

- ¿Yo? bueno, por el momento no tengo ese tipo de planes... mi único interés es concentrarme en mi trabajo y en mis nuevos estudio chicas, como les comenté estoy interesada en la pediatría. Eso ha sido algo que me ha apasionado hace tiempo y es un sueño que quiero cumplir...después el resto ha de venir por cuenta propia.

-¿Como puedes decir eso Candy? ¿No temes quedarte sola?

-¿Sola? Claro que no...estar sola también es bueno...además no he dicho que me niegue a esas cosas.

-Pero supongo que debes tener algún pretendiente. Alguien que te haya expresado cosas románticas, no sé...Tú eres una chica joven y muy linda y no dudo que alguien ande por allí.

-No lo sé- dijo encogiéndose de hombros - pero eso es algo que no me detendré a averiguar Mary - y con eso dió por terminada la conversación cuando se levantó para pedir un café antes de volver a su turno de trabajo.

Al final de la tarde recogió sus cosas y se fue al departamento. Su turno de ese día había terminado. A la mañana siguiente no tenía trabajo y lo dedicaría a sus labores domésticas y pasear por algún lugar. Esa semana le tocaba el turno de realizar las compras, la alacena estaba vaciándose y necesitaban comida. Por lo pronto llevaría lo que faltase para la cena, esa noche debía agasajar a su invitada, su otra amiga Annette. No tardó y de regreso y con mirada errabunda pensaba en tantas cosas, el trabajo, su vida, cuando sus ojos se quedaron estáticos en la figura de un hombre que se encontraba tomando un café en una mesa en el corredor de una cafetería. Estaba sentado, pero se podía ver que también era muy alto y su mirada estaba fija en la taza servida como si no había nada a su alrededor.

- ¡No puede ser él! – pensó – ...No recuerdo haber visto la representación de alguna obra en la ciudad...seguramente es solo una ilusión mía y va a desaparecer - El sintió esa mirada sobre él y puso su atención ahora en lo que tenía a escasa distancia. Sus piernas como hace tantos años temblaban, cuando vió que su ilusión se acercaba. Su corazón volvía a padecer un leve escozor. Era increíble que tan solo verlo le causaba las sensaciones mas inexplicables. El se levantó como disparado por un resorte, pero Candy rápidamente recuperó el aliento y siguió su camino. No estaba lejos de casa y en un par de minutos ya estaba allí y él, como aquella vez también volvía a estar frente a ella

-¡Candy!

-¡Terry!- dijo nerviosa

-¡Candy! ¿Cómo has estado?- por un momento hizo el intento de abrazarla, pero se contuvo al recordar que nada estaba dicho entre ellos y que aún pesaba el pasado.

-Bien... Cuánto tiempo, ¿no es así? - era tan obvio y sintió haber dicho una tontería, pero fue lo único que de su boca salió.

-Sí, dos años. Dos años padeciendo este dolor y cinco muriéndome en vida. Te he buscado Candy.

- Será mejor entrar - El lugar estaba ordenado y lo primero a toparse era el gran árbol navideño casi en la entrada. Se dirigió a la cocina dejó las bolsas . Terry la seguía con la mirada y ella reanudó la conversación -¿Por qué me buscabas? sabes bien que no debías...

-Por supuesto que sí...Después de lo que pasó aquella noche... dos años, pensé que las cosas entre nosotros podían cambiar, pero tú, volviste a dejarme solo. ¿Por que Candy, por que lo hiciste?

-Porque, porque tú sabes Terry que no podíamos estar juntos, porque ella estaba de por medio y porque prometí que no podía acercarme a ti... ¿Te parece poco todo eso?

-Pero, ¿Por que me diste ilusiones? Por que dejaste que te amara cada día más, si de por hecho lo estaba con todo mi ser, mi corazón, esa noche me robaste el alma Candy ¿Por que te entregaste en mis brazos esa noche?

-Sé que no debí y Perdóname Terry...de verdad te pido que me perdones porque yo no quise hacerte daño, pero me comporte como una estupida...de verdad que no lo hice con esa intención- dijo contrariada- pero yo...yo no podía romper la promesa que le hice a Susana y no debí comportarme como una desvergonzada, gracias a Dios que de eso no hubo consecuencias, porque...

-¡ Basta ! ... ¿Y qué si hubiese sido así? sería el hombre más feliz del mundo.

-Por favor Terry...no sabes lo que dices...

- Estoy cansado de todo. Del pasado, del estúpido deber moral impuesto a cumplir, maldito deber que terminó por hacer que me tragara mis palabras. ¿Sabes que esa maldita promesa que hiciste de nada sirvió?- dijo con ojos inexpresivos- Yo no me quedé con Susana porque la amara, no, en lo absoluto eso nunca sucedió y sacrificándote por nosotros tampoco iba a suceder. El querer a alguien no se impone Candy.

-En ese entonces solo sé que era lo que debía ser, pero ahora sé que eso no funcionó.

-¿Cómo?

-...Sí Terry...yo sé muy bien que eso no fue así...me di cuenta de ello...perdóname otra vez...pero pensé que era lo correcto- Terry tenia los ojos humedecidos y Candy supo que era hora de sincerarse- Ella me envió una carta, después de mi regreso de Nueva York, todavía la conservo y, y allí me di cuenta que tú sufrías...

-¿Una carta? Maldita sea...¿Cómo se atrevió?...

-Por favor...eso ya no tiene caso...

-¿Dudaste de mi y de lo que yo sentía?

-No - apartó su rostro tratando de olvidar aquel momento.

-¿Por qué te fuiste sin decirme nada? ¿Por que nos dimos por vencidos Candy? ¿A caso nuestro amor no era tan fuerte para vencer esos obstáculos? y por segunda vez lo volviste hacer-Terry apretaba sus hombros y los ojos de Candy también estaban brillantes por el humedecimiento de sus lagrimas.

- Terry... no íbamos a poder vivir tranquilos ni tener la conciencia en paz sabiendo que ella...-la mirada de Terry se suavizó y se apartó de ella. Era verdad, ella tenía razón, ninguno de los dos iba a estar bien. Mucho menos ella.

-Perdóname...perdóname por favor...pero hay cosas que no logro entender.

-Terry...Yo solía que tú estuvieras bien y en paz contigo mismo.

-Lo sé, pero me cuesta comprender muchas cosas, quiero creer que el tiempo hará su parte...Albert... siempre le hablaba para saber de tí, después de todo parece que gusto de torturarme.

-Supongo que te ha puesto al corriente.

-No, de ser así, este encuentro no habría sido una casualidad. Nunca me dijo nada sobre tu estancia, ni siquiera llegue a pensar que no estabas en Chicago. Solo me aseguraba que estabas bien y que habías continuado con tu vida y que yo siguiera con la mía...como si eso era tan fácil - dijo sonriendo amargamente- nunca me imaginé encontrarte en Boston y menos en una calle solitaria.

-Sí, tengo un poco mas de dos años en Boston, a raíz de, bueno, pero ...y tú, ¿Qué haces aquí?

-Ahora estoy en una sola representación y partiré mañana mismo.

-¿Te irás mañana?

-Sí, pero todo depende de lo que hoy resuelva qué hacer.

-¿Qué vas a hacer?

- Albert pese a no hablarme mucho de tí, jamás me confirmó que estuvieses comprometida ni mucho menos casado, no creas que me quedaba con sus respuestas por la tangente, siempre buscaba en los diarios alguna noticia tuya aunque eso me condujera a saber lo peor, tú estabas en el derecho de seguir tu vida, después de todo...te dejé ir y te desee felicidad...a mí solo me quedaría vivir de los recuerdos, de aquel beso y de aquellos momentos juntos. Si te hubieras casado con otro me habría vuelto loco...no sé qué habría sido de mi vida.

-Terry...no digas eso.

-Es la verdad...hoy más que nunca me abro a la verdad...no me importa sentirme expuesto y vulnerable, también soy de carne y hueso.

Ahora que estaban siendo sinceros -Yo, supe lo de Susana...y, lo lamento Terry- Candy solo recibió una mirada inexpresible de Terry al mencionar a Susana- yo pensé que te habías olvidado de mí...no me atreví siquiera a...

-¿Olvidarme de tí? - sonrió con seriedad frunciendo el ceño y agitando su cabeza- Estos años han sido un tormento para mí...añorándote día y noche, deseándote como no tienes idea...y ¿Que he tenido que hacer? tragarme todo eso y olvidar que tenia un corazón que latía por tí. Candy, cumplí con la parte que me correspondía, pero nadie podía quitarme el derecho de que mi corazón sintiera.

-¡Lo siento Terry!

-A cada instante te pensaba y de esa manera pude soportar esos años de soledad y abandono. En mis sueños siempre estabas tú y mis manos vagaban por tu cuerpo cada noche, creyendo que volvía a poseerlo. Esperé que el tiempo se disipara y en un momento prudente buscarte, pero después, me retractaba de mi acción con miles de preguntas en mi cabeza, también llegué a la conclusión de que tú me habías olvidado. Candy, escribí esa carta que pondría en el correo, una carta que, pese a no saber si mis palabras allí escritas lleguen a tu corazón, solo quiero que lo sepas- escuchaba en silencio cada una de sus palabras y les confirmaban lo que siempre ha sabido, que Terry era un hombre de una sola pieza.- Por favor - le extendió el sobre en el que resaltaba el nombre de ella. Candy fijó sus ojos en el objeto y sacó el contenido.

"En mi nada ha cambiado"

-Yo...

-Candy, una palabra tuya podría cambiar nuestros destinos hasta ahora y si nos hemos vuelto a encontrar y estoy aquí frente a tí yo, yo quiero saber, necesito saber si tú, si tú no has cambiado...es decir si, si aún me amas- ella quedó en un silencio algo prolongado, pero se debía a lo inesperado de la situación. Ella jamás pensó que la vida le devolviera aquello que perdió, aún cuando sabia que Susana había muerto, nunca lo imaginó, porque el tiempo muchas veces es un buen compañero para el olvido y en su historia no sería la excepción. Ahora comprendía las sabias palabras de la Señorita Pony: "Ninguno de nosotros podemos saber que nos espera a la vuelta de la esquina. Aunque tengas que soportar un dolor tan grande como para desgarrarte el corazón, si lo afrontas sin temor, encontrarás algo maravilloso en la siguiente esquina, esperándote para abrazarte". Sin duda esas palabras como un presagio encerraban la felicidad que alcanzaría, después de todo lo vivido.

- Terry...- dijo al fin- nunca ha dejado de ser así. Nunca dejé de pensarte, de recordarte, menos de amarte. Porque contigo fue que empecé a construir mis sueños, mis ilusiones de mujer, fue contigo que imaginé una vida, un amor y, muy a pesar de todo, eso quedó en mí, aunque no estuvieras a mi lado. No voy a negar que tuve muchas proposiciones de caballeros respetables, pero en ninguno de ellos te encontraba a tí y si eso hubiese sido posible, no iba a ser digno, ni justo, ni honesto de mi parte, porque tu amor se metió en mis huesos, en mi sangre y en mi corazón y no ha podido salir de aquí- dijo tocando su pecho. Te juro que contrario a mis deseos, si el destino, la vida me hubiese alejado para siempre de tí, lo habría aceptado, porque también es una manera de ser feliz y lo he sido Terry...lo he sido. El hogar, mis amigos, los niños y mis madres.

-Candy...¡Eso no habría sido justo!

-¿Y que ha sido justo Terry? ¿Que ha sido justo para tí, para mí, para nosotros?- antes que pudiera continuar- Terry, yo te amaba y ahora que te tengo frente a mí y que me quieres, yo también quiero decirte que te amo ...todavía.

- Candy... yo,...no sé que decir... ¡Dios, siento que mi comportamiento es patético!.. yo, tan elocuente en mis interpretaciones ... ahora, las palabras se extinguen ante ferviente declaración. Candy, mi Candy, mi pequeña pecosa...Te quiero... te amo, te amo... por favor te pido con el corazón en mis manos, que es tuyo, y que nunca dejó de serlo...que no me dejes nunca más...Quedate conmigo para siempre - dijo suplicante acunando el rostro de ella entre sus manos y limpiando sus lagrimas con sus dedos. Dejame tener la seguridad.

-No Terry...no podría hacerlo... ya no puedo y quiero quedarme contigo el resto de mis días...Te lo prometo- se abrazaron fuertemente y un beso añorado salió de sus almas.

-¿Para siempre?

-Para siempre

Fin.