Capítulo I —El dolor de tu rechazo
Parado en la cubierta del barco, observo fijamente como este se aleja lentamente de ese país, en el que creí que encontraría unos brazos llenos de amor, una sonrisa en tu rostro, que sería tanta la alegría que derramaríamos lágrimas de felicidad por volvernos a ver y por fin poder estar juntos. Por un momento creí que al fin encontraría ese lugar al que sientes pertenecer, tenía toda mi fe puesta en ti y no dude en ningún momento que el resultado sería así de grandioso, casi podía saborear la felicidad que me esperaba a tu lado.
Pero todo falló.
Tu bienvenida no solo no fue la que esperaba, sino que, lejos de ser amorosa, fue desdeñosa.
Pedirme que no volviera porque nadie podía saber que yo era tu hijo, rompió la burbuja de ilusión en la que había estado encerrado desde que partí de Inglaterra.
Fue doloroso escuchar de tus labios esas palabras que se clavaron directamente en mi pensamiento, repitiéndose una y otra vez. ¿Por qué la vida era tan miserable conmigo? ¿Por qué mis sueños, parecían imposibles de cumplir? ¿Por qué el amor era tan esquivo conmigo?
Sin embargo, de alguna manera recompuse mi aspecto e hice alarde de mi gran talento para la actuación. No iba a dejarte verme derrotado. No iba a permitirte que vieras cuan profunda era la daga que me acababas de clavar con tus palabras. No permitiría que vieras cuan desdichado me sentía por tu desdén. Te aleje de un solo empujón y me dirigí a la puerta sin volver a verte.
Salí de tu casa corriendo, huyendo. La nieve caía copiosamente cubriendo todo a su alrededor y congelándolo todo. Mis ojos anegados en lágrimas apenas visualizaban el camino; pero no me detuve. No podía. Necesitaba sacar de alguna forma todo el dolor y el rencor que se estaban acumulando en mi cuerpo. Sentía que iba a estallar y necesitaba liberarme de todo ello. Sabía que mi única salida era recurrir a mi único y mejor amigo… el alcohol.
Tus palabras taladran mi mente constantemente. Doy vuelta y sigo mi camino. No me da la gana ir al camarote. De alguna manera estar al aire libre hace que mis pensamientos se liberen y de alguna manera aminoren su toxicidad.
Recargado en la baranda del barco, una avalancha de recuerdos se apoderan de mi mente, y de estos solo hay un sentimiento que puede definirlos en su totalidad: soledad. Desde que tengo recuerdos he sido llamado bastardo por la esposa de mi padre, he sido relegado de la familia, de la sociedad y de todo aquello que pueda manchar con mi presencia.
En un principio no entendía bien el por qué y me lastimaban las palabras de la duquesa. Era un niño pequeño que no sabía que había hecho para recibir ese trato, —pero con el paso de los años descubrí la verdad, —ésa que mi padre se esmeraba en ocultar fuera del castillo, pero que era imposible evitar que ella le echara en cara—: el amorío que tuvo con una americana, y producto de tal desvergüenza nací yo, el fruto de lo prohibido.
Después de eso entendí su odio por mí y yo empecé a odiar a mi padre, por traerme a este mundo de esa manera, por ser un hijo ilegitimo, por no haber amado a mi madre lo suficiente como para casarse con ella y que fuésemos una familia. Desde ese momento nació un ser amargo, colérico con la vida y con su extraño sentido del humor.
Ahora de regreso a Inglaterra, nuevamente deberé regresar al lado de mi padre y enfrentar su ira por haberle desobedecido e ir en busca de quien yo consideraba mi madre [… y la cual me ha demostrado que sus palabras de amor, solo eran tinta en un papel sin valor sentimental alguno]. Aun así, no bajaré la cabeza. Si algo he aprendido del Duque es a ocultar muy bien mi pesar y no le daré el gusto de regodearse en mi dolor.
Son inimaginables los giros del destino, hace apenas una semana estaba tranquila en el hogar de Pony, con mis madres y mis hermanos, corría, jugaba y ayudaba en los deberes. Es lo que me corresponde pues a mi edad, y al no haber sido adoptada, debo corresponder en algo al hogar que me recibió hace 15 años y con el cual estoy muy agradecida por todo lo que me ha dado, especialmente por tener dos madres tan amorosas y buenas, que me han enseñado que en la vida nada está escrito y cada decisión que hacemos nos lleva hacia un lugar insospechado.
Y aquí estoy, en un barco rumbo a Londres después de ser adoptada por un millonario que no cuenta con hijos y que le pareció una buena idea tener una hija y mandarla a estudiar a Londres. Me ha elegido a mí por ser la mayor y por qué él no tiene tiempo de encargarse de alguien más pequeño. Yo no estaba muy segura de querer algo así, sin embargo, la señorita Pony me motivó a que fuera valiente y tomara esta oportunidad que la vida me presentaba, —ya que gracias a esto podría vivir nuevas experiencias que en cierta forma me ayudarían a madurar y ver de otra manera el mundo.
Debo decir que me dolió mucho dejar mi hogar, porque eso es para mí, un lugar de paz y tranquilidad donde me siento querida y completa. Me hubiese gustado conocer a mi padre adoptivo o benefactor como me pidió que le llamara el Sr. George Johnson, quien es la mano derecha en todos los asuntos legales del Sr. William A. Andley, pero ni siquiera tuvo tiempo de venir a darme la bienvenida.
Estuve apenas unas semanas en Chicago donde ellos aprovecharon de hacer el papeleo de mi adopción, trámite que demoro un poco más de lo habitual por mi edad y que retrasó en algunos días el viaje. Al llegar a Nueva York tuvimos que esperar unas semanas más pues, debido al retraso, perdimos el barco que zarpó semana y media antes.
El viaje estuvo bastante tranquilo y en verdad disfruté mucho esta experiencia. Es emocionante viajar sobre las aguas del mar y que te arrullen el sonido y el movimiento de las olas. Sin embargo, una noche donde no tenía sueño, salí de mi camarote y, rumbo al comedor, vi que el Sr. Johnson conversaba con alguien. Debo admitir que siempre he sido muy curiosa por lo que me acerqué para ver a tal persona, ya que desde donde estaba no se apreciaba muy bien.
Cuando casi estaba por llegar a donde ellos estaban, escuchar mi nombre me hizo disminuir el paso y permanecer oculta. Después de eso, volví sobre mis pasos y me quedé en mi camarote el resto del viaje.
A grandes rasgos me enteré de que fui enviada a Londres porque la familia del Sr. Andley no aceptó convivir con una huérfana de la cual desconocían sus orígenes y, por tanto, no expondrían a la familia a los malos genes de los cuales podría provenir. Descubrir eso borró la armonía que hasta el momento había sentido y la realidad fue como un balde de agua fría.
De pronto caí en cuenta de que me encontraba en un barco dirigiéndome hacia un país extraño, donde tendría que convivir con gente de pensamientos similares al de la familia Andley y por primera vez me sentí sola y desprotegida, abandonada en un mundo incomprensible para mí y rogué, rogué por encontrar a alguien que me entendiese y no me juzgase por ser lo que soy.
Una vez que llegamos a Londres, me incorporan inmediatamente al Colegio San Pablo, —un colegio distinguido al cual asiste la crema y nata de la sociedad londinense y los hijos de personas muy importantes de todo el mundo. Ha sido solo llegar para que se me diga cómo debo actuar y casi como debo pensar. Pareciera que no conocen el libre albedrio y te automatizan para ser todos un mismo modelo. No es algo que me fascine, debo confesar.
Salgo de mi habitación con la intención de conocer el colegio. Es un lugar hermoso y enorme, aunque algo frío, en mi opinión, todo es tan callado y lleno de normas que ya me siento fuera de lugar. Aún no he podido entablar comunicación con nadie y aunque nadie sabe que en verdad soy adoptada, parece que el hecho de ser americana hace que me vean como bicho raro.
En mi paseo he descubierto una hermosa colina, muy parecida a la del hogar de Pony, he disfrutado tanto estar ahí al aire libre y he reído en compañía de mi fiel amigo Clint que nunca me abandona y que agradezco tener a mi lado en esta nueva experiencia.
Me perdí en la magia de este nuevo lugar y, por un momento, me sentí de nuevo en casa. Creo que reí y hablé más fuerte de lo apropiado para una dama, pero fue inevitable no contagiarme de la libertad que inspira esta colina y olvidar lo opresor que puede ser el colegio con sus reglas. Aunque, pasó algo curioso y a la vez un poco peligroso—: de repente me sentí observada, no logré ver a nadie a los alrededores, —pero esa sensación de que no estás sola en un lugar, me invadió, por lo cual tuve que despedirme de Clint y alejarme de esa zona que está un poco retirada del edificio que conforma el colegio.
Parado en la cubierta del barco, observo fijamente como este se aleja lentamente de ese país, en el que creí que encontraría unos brazos llenos de amor, una sonrisa en tu rostro, que sería tanta la alegría que derramaríamos lágrimas de felicidad por volvernos a ver y por fin poder estar juntos. Por un momento creí que al fin encontraría ese lugar al que sientes pertenecer, tenía toda mi fe puesta en ti y no dude en ningún momento que el resultado sería así de grandioso, casi podía saborear la felicidad que me esperaba a tu lado.
Pero todo falló.
Tu bienvenida no solo no fue la que esperaba, sino que, lejos de ser amorosa, fue desdeñosa.
Pedirme que no volviera porque nadie podía saber que yo era tu hijo, rompió la burbuja deilusión en la que había estado encerrado desde que partí de Inglaterra.
Fue doloroso escuchar de tus labios esas palabras que se clavaron directamente en mi pensamiento, repitiéndose una y otra vez. ¿Por qué la vida era tan miserable conmigo? ¿Por qué mis sueños, parecían imposibles de cumplir? ¿Por qué el amor era tan esquivo conmigo?
Sin embargo, de alguna manera recompuse mi aspecto e hice alarde de mi gran talento para la actuación. No iba a dejarte verme derrotado. No iba a permitirte que vieras cuan profunda era la daga que me acababas de clavar con tus palabras. No permitiría que vieras cuan desdichado me sentía por tu desdén. Te aleje de un solo empujón y me dirigí a la puerta sin volver a verte.
Salí de tu casa corriendo, huyendo. La nieve caía copiosamente cubriendo todo a su alrededor y congelándolo todo. Mis ojos anegados en lágrimas apenas visualizaban el camino; pero no me detuve. No podía. Necesitaba sacar de alguna forma todo el dolor y el rencor que se estaban acumulando en mi cuerpo. Sentía que iba a estallar y necesitaba liberarme de todo ello. Sabía que mi única salida era recurrir a mi único y mejor amigo… el alcohol.
Tus palabras taladran mi mente constantemente. Doy vuelta y sigo mi camino. No me da la gana ir al camarote. De alguna manera estar al aire libre hace que mis pensamientos se liberen y de alguna manera aminoren su toxicidad.
Recargado en la baranda del barco, una avalancha de recuerdos se apoderan de mi mente, y de estos solo hay un sentimiento que puede definirlos en su totalidad: soledad. Desde que tengo recuerdos he sido llamado bastardo por la esposa de mi padre, he sido relegado de la familia, de la sociedad y de todo aquello que pueda manchar con mi presencia.
En un principio no entendía bien el por qué y me lastimaban las palabras de la duquesa. Era un niño pequeño que no sabía que había hecho para recibir ese trato, —pero con el paso de los años descubrí la verdad, —ésa que mi padre se esmeraba en ocultar fuera del castillo, pero que era imposible evitar que ella le echara en cara—: el amorío que tuvo con una americana, y producto de tal desvergüenza nací yo, el fruto de lo prohibido.
Después de eso entendí su odio por mí y yo empecé a odiar a mi padre, por traerme a este mundo de esa manera, por ser un hijo ilegitimo, por no haber amado a mi madre lo suficiente como para casarse con ella y que fuésemos una familia. Desde ese momento nació un ser amargo, colérico con la vida y con su extraño sentido del humor.
Ahora de regreso a Inglaterra, nuevamente deberé regresar al lado de mi padre y enfrentar su ira por haberle desobedecido e ir en busca de quien yo consideraba mi madre [… y la cual me ha demostrado que sus palabras de amor, solo eran tinta en un papel sin valor sentimental alguno]. Aun así, no bajaré la cabeza. Si algo he aprendido del Duque es a ocultar muy bien mi pesar y no le daré el gusto de regodearse en mi dolor.
Son inimaginables los giros del destino, hace apenas una semana estaba tranquila en el hogar de Pony, con mis madres y mis hermanos, corría, jugaba y ayudaba en los deberes. Es lo que me corresponde pues a mi edad, y al no haber sido adoptada, debo corresponder en algo al hogar que me recibió hace 15 años y con el cual estoy muy agradecida por todo lo que me ha dado, especialmente por tener dos madres tan amorosas y buenas, que me han enseñado que en la vida nada está escrito y cada decisión que hacemos nos lleva hacia un lugar insospechado.
Y aquí estoy, en un barco rumbo a Londres después de ser adoptada por un millonario que no cuenta con hijos y que le pareció una buena idea tener una hija y mandarla a estudiar a Londres. Me ha elegido a mí por ser la mayor y por qué él no tiene tiempo de encargarse de alguien más pequeño. Yo no estaba muy segura de querer algo así, sin embargo, la señorita Pony me motivó a que fuera valiente y tomara esta oportunidad que la vida me presentaba, —ya que gracias a esto podría vivir nuevas experiencias que en cierta forma me ayudarían a madurar y ver de otra manera el mundo.
Debo decir que me dolió mucho dejar mi hogar, porque eso es para mí, un lugar de paz y tranquilidad donde me siento querida y completa. Me hubiese gustado conocer a mi padre adoptivo o benefactor como me pidió que le llamara el Sr. George Johnson, quien es la mano derecha en todos los asuntos legales del Sr. William A. Andley, pero ni siquiera tuvo tiempo de venir a darme la bienvenida.
Estuve apenas unas semanas en Chicago donde ellos aprovecharon de hacer el papeleo de mi adopción, trámite que demoro un poco más de lo habitual por mi edad y que retrasó en algunos días el viaje. Al llegar a Nueva York tuvimos que esperar unas semanas más pues, debido al retraso, perdimos el barco que zarpó semana y media antes.
El viaje estuvo bastante tranquilo y en verdad disfruté mucho esta experiencia. Es emocionante viajar sobre las aguas del mar y que te arrullen el sonido y el movimiento de las olas. Sin embargo, una noche donde no tenía sueño, salí de mi camarote y, rumbo al comedor, vi que el Sr. Johnson conversaba con alguien. Debo admitir que siempre he sido muy curiosa por lo que me acerqué para ver a tal persona, ya que desde donde estaba no se apreciaba muy bien.
Cuando casi estaba por llegar a donde ellos estaban, escuchar mi nombre me hizo disminuir el paso y permanecer oculta. Después de eso, volví sobre mis pasos y me quedé en mi camarote el resto del viaje.
A grandes rasgos me enteré de que fui enviada a Londres porque la familia del Sr. Andley no aceptó convivir con una huérfana de la cual desconocían sus orígenes y, por tanto, no expondrían a la familia a los malos genes de los cuales podría provenir. Descubrir eso borró la armonía que hasta el momento había sentido y la realidad fue como un balde de agua fría.
De pronto caí en cuenta de que me encontraba en un barco dirigiéndome hacia un país extraño, donde tendría que convivir con gente de pensamientos similares al de la familia Andley y por primera vez me sentí sola y desprotegida, abandonada en un mundo incomprensible para mí y rogué, rogué por encontrar a alguien que me entendiese y no me juzgase por ser lo que soy.
Una vez que llegamos a Londres, me incorporan inmediatamente al Colegio San Pablo, —un colegio distinguido al cual asiste la crema y nata de la sociedad londinense y los hijos de personas muy importantes de todo el mundo. Ha sido solo llegar para que se me diga cómo debo actuar y casi como debo pensar. Pareciera que no conocen el libre albedrio y te automatizan para ser todos un mismo modelo. No es algo que me fascine, debo confesar.
Salgo de mi habitación con la intención de conocer el colegio. Es un lugar hermoso y enorme, aunque algo frío, en mi opinión, todo es tan callado y lleno de normas que ya me siento fuera de lugar. Aún no he podido entablar comunicación con nadie y aunque nadie sabe que en verdad soy adoptada, parece que el hecho de ser americana hace que me vean como bicho raro.
En mi paseo he descubierto una hermosa colina, muy parecida a la del hogar de Pony, he disfrutado tanto estar ahí al aire libre y he reído en compañía de mi fiel amigo Clint que nunca me abandona y que agradezco tener a mi lado en esta nueva experiencia.
Me perdí en la magia de este nuevo lugar y, por un momento, me sentí de nuevo en casa. Creo que reí y hablé más fuerte de lo apropiado para una dama, pero fue inevitable no contagiarme de la libertad que inspira esta colina y olvidar lo opresor que puede ser el colegio con sus reglas. Aunque, pasó algo curioso y a la vez un poco peligroso—: de repente me sentí observada, no logré ver a nadie a los alrededores, —pero esa sensación de que no estás sola en un lugar, me invadió, por lo cual tuve que despedirme de Clint y alejarme de esa zona que está un poco retirada del edificio que conforma el colegio.
Continuará...
Buenas noches a quienes lean este pequeño escrito. Es una breve historia de 5 capítulos, una desviación de la historia real, bastante rosa, sin enemigos que hagan sufrir a nuestros rebeldes consentidos, claro uno que otro problema que les surge pero nada tan dramático.
Si deciden leerlo, espero que les guste y les haga soñar con algo hermoso para esta pareja y si gustan dejar sus comentarios, serán bien recibidos.
Muchas gracias.
