I'm back. Okey, podría hablarles de mi estupendo día donde tuve que caminar a clase bajo la lluvia mientras me mojaba las medias por culpa de mi estúpido paraguas inservible, mientras un perrito me seguía, pero no les interesaría así que mejor lo represento en este oneshot que es también un regalo para mi hermosa waifu Mizah, y pues, qué les puedo decir, la amo intensamente.

Disclaimer: Harry Potter no es mío porque si fuera mío yo ni estaría publicando esto.

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Porque el perro es el mejor amigo del hombre.

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Llovía a cántaros cuando su tía Petunia le cerró la puerta de la casa ordenándole que fuera a la escuela. Harry se quedó allí, en el umbral, empapándose por culpa del agua que caía por el techo. Tenía frío, sueño, y mucha hambre. Sólo había tenido media rebanada de pan con margarina como desayuno, desayuno que se había ido en un par de mordiscos ansiosas.

Tía Petunia abrió la puerta.

Esperanzado, Harry le preguntó si podía quedarse en casa, como Dudley, que seguía durmiendo en su gran cama rodeado de todos sus juguetes relucientes. Su tía se enojó, y le dijo que no, pero le dio un par de botas y un paraguas. El paraguas estaba medio roto y oxidado, así que le costó abrirlo, y las amarillentas botas tenían la suela medio salida. Pero Harry estaba feliz, chapoteando con sus botitas nuevas y salpicando a los coches que pasaban por la calle. Se sentía como esos niños exploradores que iban por el bosque recolectando tesoros de los árboles y les vendían galletas a la gente.

Cuando notó que un perro venía siguiéndolo, se detuvo en una esquina a mirarlo. El canino era grande, tan grande que si se ponía a dos patas podría ser más alto que el mismo Harry. Su pelaje era hirsuto, de un negro sucio que se veía más fino por la lluvia, y las patas las llevaba llenas de lodo. Se sacudió, mojando a Harry de rodillas hacia abajo, sus anchos pantalones manchados de barro y agua sucia, y dio un par de vueltas persiguiendo su cola menuda.

Un niño normal se habría enfadado por eso, pero Harry, que era todo menos normal, no le tomó importancia y le dio una palmada al perrazo en la cabeza, girándose para caminar de nuevo. El perro le siguió tranquilamente, meneando la cola feliz y sacando la lengua. Juntos, cruzaron calles inundadas por el mal mantenimiento de las tuberías, y saltaron en los charcos de agua que se habían formado en la acera.

Harry y sus botitas nuevas, junto a un enorme animal que le hacía guardia.Las diez calles que separaban la casa de la escuela, se hicieron cortas en compañía de su nuevo amiguito, que le acompañó por debajo de la lluvia fría que soltaba el cielo gris. Al llegar a las puertas de su escuela, Harry miró tristemente al perro, que se paseó alrededor suyo y se lanzó al suelo, exhibiendo la panza y pidiendo mimos. Harry lo acarició torpemente, agachándose, su enorme paraguas estorbando y siendo molesto. El timbre de la escuela sonó y Harry tuvo que correr adentro, sintiendo pena por su amigo, que se enfermaría por el frío.

El perro ladró, pero Harry ya no podía escucharlo.

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A la salida, el canino estaba allí, y contento, lamió sus manos suavecito, como una caricia de hada.