¡YAHOI! Bueno, pues tercera cosita del día.
Esta historia ha sido la ganadora en la encuesta que puse en mi perfil y, aunque solo votaron cuatro personas (mi eterno agradecimiento para ellas, por corresponder cuando intento tener algún tipo de feedback por vuestra parte) quiero honrar a esas cuatro personitas que se tomaron un minuto de su tiempo en hacer un simple clic con el ratón o con el dedo.
Esta será también una historia corta, así que venga, disfrutadla.
Disclaimer: Naruto y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto.
¡Espero que os guste!
1
El instituto podía ser de lo peor. Sobre todo cuando tú eras de ese escaso tanto por ciento cuyo cerebro podía considerarse privilegiado.
Hinata no era superdotada, ni tampoco ostentaba un coeficiente intelectual demasiado alto. Simplemente le era sencillo memorizar, relacionar conceptos, además de su amplio y bien inculcado sentido de la responsabilidad. Claro que sus compañeros no veían más allá de sus narices. Muchos se limitaban a ignorarla, cosa que ella agradecía infinitamente, pero el resto se dedicaban a hacerle la vida imposible.
Ella no se lo tomaba a mal, no al principio, al menos. Tenía amigos, una familia que la quería y una hermanita pequeña en la que volcar todo el amor que tenía para regalar.
Pero había veces, situaciones, en las que deseaba que todo desapareciera y que, cuando volviera a abrir los ojos, todo hubiese cambiado. Ella sería entonces una de esas chicas guapas y despampanantes que no les importaba remangarse la falda hasta la cintura, ir maquilladas a clase o con esos taconazos de infarto que veía siempre en los pies de las altas y delgadas modelos.
Situaciones como la que se encontraba ahora mismo.
―¡Me has estropeado la blusa! ¡Y era de Gucci!―Empezó a temblar y retrocedió, abrazando su bandeja ahora vacía contra su pecho.
―L-lo siento, tr-tropecé y-
―¡Lo has hecho a propósito, rarita!―Sintió un pinchazo en el pecho y bajó la cabeza.
―P-perdón, y-yo… ―Una pequeña multitud había empezado a reunirse en torno a ella y sus acosadoras.
Hinata empezó a sentirse ansiosa. Quiso gritar y decirles que había sido culpa suya, porque si la tipa hubiese sido más consciente de que estaba caminando sobre suelo húmedo, tal y como indicaba el cartelito amarillo que había en el suelo, entonces no habría resbalado por sus andares altaneros, y no se habría sujetado a quién tenía más cerca que, para su mala suerte, había resultado ser Hinata, quién a su vez sostenía la bandeja con su recién adquirido almuerzo, mientras escaneaba la cafetería en busca de un lugar para sentarse a comer.
Y el resto supongo que os lo podréis imaginar…
―¿Qué pasa'ttebayo?―Todos en el comedor parecieron enmudecer de golpe ante el sonido de aquella voz masculina teñida de curiosidad.
Algunos huyeron espantados en el acto y los pocos que quedaron hicieron un pasillo casi sin proponérselo, dejando a Hinata a plena vista. La pobre no sabía donde meterse, así que creyó prudente esconder su cara totalmente roja detrás de la bandeja que todavía apretaba contra su pecho. Pero tuvo que hacer bastante fuerza para que no se le resbalara, porque las manos habían comenzado a sudarle en demasía.
Naruto Uzumaki, el capitán del equipo de fútbol, el sueño de todas y cada una de las mujeres heterosexuales del instituto. Y Hinata, por muy rarita que fuera, no era inmune a su encanto.
Dibujó su rostro en su mente: bronceado, ojos azules, rubio, nariz recta, tres marcas como de adorable gatito en cada mejilla. A finales del curso pasado se había cortado el pelo, y el nuevo corte, a juicio de Hinata, le sentaba de maravilla.
Dejó escapar un suspiro. Sí, era un estúpido cliché, pero Hinata llevaba enamorada de él desde que lo vio por primera vez hacía ya seis años, cuando ambos empezaban en el instituto.
Y no había sido su apariencia lo que la había hecho caer rendida a sus pies, no. Había sido su perseverancia, sus ganas de mejorar, como estudiante, como deportista y como persona, lo que la habían caer como una tonta.
Pero él no conocía su existencia, ni mucho menos. Apenas habían hablado… ¿tres veces? Podía contarlas con los dedos de una mano.
―¿Y bien? ¿Qué está pasando, Sakura-chan?―La chica que había acusado a Hinata de estropearle la blusa a propósito resopló.
Hinata no cedió a su impulso de bajar la bandeja y mirar cuando escuchó un susurro de ropas. Sabía la escena que se encontraría: al chico de sus sueños con el brazo sobre los hombros de Sakura Haruno, la capitana de las animadoras que, por alguna extraña razón y a pesar de su portentoso cerebro, se comportaba como una idiota sin neuronas cuando alguno de los jugadores estrella del equipo masculino de fútbol se encontraban rondando cerca.
―¡Esta imbécil me ha manchado la blusa!
―¿En serio? ¿Te pones así por una blusa? ¿Para qué están las lavadoras?―Algunas carcajadas resonaron en la cafetería.
―¡Es de Gucci, Sasuke-kun! ¡Y me la había comprado especialmente para-
―Va, Sakura-chan, no es para tanto. Seguro que en la lavadora queda como nueva. ―La suave voz de Naruto hizo que el corazón de Hinata se acelerara y se estrujara a la vez.
¡Cuánto deseaba que aquellas palabras consoladoras y llenas de ternura fuesen dedicadas a ella en vez de a otra chica! ¡Cuánto soñaba con que su brazo la rodease a ella y no a alguna otra!
―¡Pero…
―Estás avergonzando a la pobre. Mírala, no se atreve ni a mirarnos. Oye, ¿estás bien?―Sin atreverse a salir de su escondite, Hinata asintió repetidamente con la cabeza.
Al ver aquellos mechones oscuros y largos balancearse arriba y abajo Naruto tuvo que morderse el labio inferior para evitar reírse. Hizo presión con su brazo para obligar a Sakura a darse la vuelta y la pegó a él, sonriéndole brillantemente.
―Venga, te invito a dar una vuelta en mi coche después de clase. Podemos ir a ese vegano que tanto te gusta… ―Haciendo a la perfección su papel de deportista de élite que babea por una animadora, consiguió desviar la atención de los demás de Hinata.
Pero antes de abandonar la cafetería, y sin que nadie se diese cuenta, echó un fugaz vistazo por encima de su hombro, solo para asegurarse de que Hinata estaba bien. La vio bajar la bandeja y por fin pudo apreciar su rostro. Estaba totalmente sonrojada y miraba de un lado a otro sin cesar, como cerciorándose de que ya no era el centro de atención de nadie.
Solo entonces decidió bajar los brazos del todo y respirar así aliviada, de que todo hubiese pasado.
Era adorable. Y él no pudo evitar el tirón que sintió en la boca del estómago.
―¡Será puta, la mosquita muerta!―Naruto se mordió la mejilla y decidió centrar su atención en su sándwich vegetal.
Hizo una mueca al ver el bocadillo. A él le habría apetecido más una hamburguesa con patatas fritas, junto con un refresco de cola o una cerveza. Aunque esta último sabía que estaba descartada, al menos mientras siguieran en plena temporada.
Agarró su zumo de frutas tropicales supuestamente recién exprimido y dio un sorbo. La bebida no estaba mal, por lo menos.
―Venga, Sakura-chan, no es para tanto. ―La jefa de las animadoras sintió encenderse sus mejillas.
―¡¿La defiendes?! ¡¿A pesar de que ha humillado a la chica que te gusta?!―El rubio volvió a morderse la mejilla, reteniendo así las palabras que tenía en la punta de la lengua.
Sí, le gustaba Sakura, todo el mundo lo sabía: que estaba enamorado de ella desde que tenía uso de razón, que no podía quitarle los ojos ni las manos de encima si la tenía cerca. Y ella se dejaba, encantada de atraer con ello tanta atención, y también de intentar poner celoso al chico que realmente le gustaba.
Optó por callar porque, ¿qué sentido tendría decir nada? Así eran las cosas y habían sido siempre. Tenía amigos, un equipo que se dejaría el culo por él al igual que él por el equipo, la chica más deseada del instituto, la jefa de las animadoras, no rechazaba su contacto, sino que lo alentaba.
Sí, lo tenía todo, absolutamente todo. Incluida la familia cariñosa y unida. Su vida era perfecta, absolutamente perfecta…
―Pienso vengarme. ―La voz chillona de Sakura lo sacó de sus pensamientos. Levantó la cabeza y la expresión maliciosa que le vio no le gustó un pelo―. Esto no quedará así, te lo prometo. ―Naruto sintió el pánico invadirlo y tuvo que hacer un considerable esfuerzo porque este no se trasluciera en su rostro.
―Sakura-chan, va. No seas mala. ―Los ojos verdes de ella se entrecerraron hacia él, pero enseguida se relajó al ver la sonrisa juguetona y despreocupada en su cara.
―Oh, Naruto, tú sí que me comprendes. ―Se acercó más a él y rozó su pierna con la masculina.
Le pasó un brazo por la cintura, acariciando sutilmente como quien no quiere la cosa con su entrepierna. Un escalofrío recorrió la espina dorsal del chico.
―Sakura-chan…
―¿Y si nos vamos a casa? Podemos parar en el descampado un momento… ―Naruto cerró los ojos y suspiró.
El descampado o, como lo llamaban los mayores de la zona: el picadero. Allí iban la mayoría de los jóvenes hormonales como ellos a dar rienda suelta a su lujuria desde hacía generaciones. Sabía de buena tinta que él había sido producto de una de las visitas de sus padres a aquel lugar y, aunque a ellos les había ido más que bien, Naruto sabía que no lo habían tenido nada fácil, él había sido testigo.
Decidió apartar aquellos malos recuerdos y le sonrió a su acompañante.
―Claro, cielo. Lo que quieras. ―Le susurró al oído para luego depositar un beso en su cuello.
Algún que otro cliente los vio y meneó la cabeza. Ah, la juventud. Qué rápida iba hoy en día…
Hinata acudió al día siguiente al instituto con miedo. Kiba y Shino se habían ofrecido a acompañarla. El primero incluso había insistido en patearle las pelotas a Naruto, por haberla hecho sentir aún peor cuando se fue con la "tabla de planchar sin cerebro". Pero ella, aunque le agradeció su apoyo y su cariño, le dijo que no era necesario. Naruto no tenía ni idea de sus sentimientos, de que ella estaba enamorada de él hasta el tuétano, así que no lo hacía a propósito. No tenía caso enfadarse con él por algo que ni era culpa suya.
Nadie podía obligar al corazón a amar, ni tampoco a apagarse. Simplemente sucedía. No era cuestión de razón.
Se extrañó de que nadie reparara en ella, después del numerito del día anterior en la cafetería.
―¿Lo ves?―le dijo Shino en cuanto llegaron a su casillero―. La gente olvida pronto.
―Parece que todos están ocupados hablando sobre el rumor de idio-ruto llevando ayer en su flamante coche nuevo a la tabla al descampado. ―Si Hinata creía que la visión de ayer de ellos juntos había sido lo peor de la semana aquella revelación desplazó aquella imagen al instante.
―Kiba. ―El aludido pareció darse cuenta de lo que había dicho y miró para su amiga.
―¡Eh, pero solo es un rumor! ¡Igual y ni siquiera fueron! ¡Ya sabes que a la gente le gusta el morbo y-
―Está bien―dijo Hinata, mientras giraba la ruedecilla de su casillero para abrirla―. Está bien, Kiba-kun. Shino-kun. Naruto-kun puede hacer lo que quiera, al fin y al cabo. ―Sonrió con algo de esfuerzo mientras abría la puerta, con algo más fuerza de la necesaria.
Tuvo que respirar hondo para tranquilizarse, para evitar que su corazón adolescente se partiera en dos… Otra vez. Ya debía de estar acostumbrada. Naruto nunca se había fijado en ella, no tenía ni la más mínima esperanza en que la mirara siquiera un segundo. Sakura era la chica por la que perdía la razón desde que todo el mundo podía recordar. Ella era insignificante, una más entre la masa de estudiantes, una hormiga entre un millón.
Intentó apartar tan funestos pensamientos. Siempre había sido muy negativa. Una buena dosis de sus canciones favoritas más marchosas, un maratón de su serie favorita y unos cuantos capítulos del libro que estaba leyendo en esos momentos seguramente lo arreglarían. Sí, eso haría en cuanto las clases acabaran y llegara a casa. Se tomaría la tarde libre. Total, no había exámenes a la vista y la mayoría de los trabajos los tenía casi terminados. Podía tomarse unas horas de asueto sin que su expediente académico se viera afectado.
Terminó de recoger los libros que le tocaban aquella mañana y, justo cuando estaba a punto de cerrar su casillero, sus ojos toparon con una nota. Estaba perfectamente doblada, metida al fondo del todo, como si quién la hubiera dejado allí se hubiese asegurado de que solo ella la encontrase.
Intrigada, la tomó y la desdobló. A su lado, Kiba y Shino discutían sobre algo relacionado con los animales y la naturaleza, o algo así. No les estaba prestando mucha atención, la verdad.
Sus ojos se abrieron como platos al leer las palabras que había escritas en la hoja de papel.
Siento mucho lo de ayer, lo de la cafetería. Sakura-chan puede ser un poco… obsesiva, con la ropa, digo.
Por favor, me gustaría pedirte perdón como es debido. Eres una buena persona y me siento fatal cada vez que se meten contigo sin motivo.
¿Quedamos el viernes después de clase? En Ichiraku.
¿sí?
Te estaré esperando.
N.U.
Ene… u… Ene… u…
ENE, U.
¿Sería una broma de mal gusto? Con desconfianza, Hinata echó una mirada por el borde de la puerta de su casillero, buscando. No vio a nadie especialmente atenta a su persona, ni siquiera una breve mirada u ojos ansiosos. Todos los estudiantes charlaban o corrían por los pasillos ante los reproches de los vigilantes, apresurándose para las clases o, simplemente, disimulando para saltárselas en el momento justo.
¿Podría ser cierto? Hinata sacudió la cabeza. Era imposible. Su cerebro le dijo que era totalmente imposible. Naruto Uzumaki jamás se fijaría en ella, ni siquiera había escrito su nombre porque, seguramente, ni sabía cuál era.
No dudaba de que se hubiese podido sentir mal al respecto de lo ocurrido, porque a pesar de ser el capitán del equipo de fútbol, un deportista de élite en toda regla, nunca se había burlado o metido con nadie, ni tampoco permitía que sus chicos del equipo lo hicieran. Siempre que veía algún comportamiento de ese tipo lo paraba en el acto, incluso metiéndose en peleas y ganándose castigos por eso.
Era muy amable, una buena persona, que se esforzaba por hacer del instituto un lugar agradable para todos, aunque de vez en cuando hubiese algún incidente como el del día anterior, en el que ella estuvo involucrada.
Suspiró, soñando, durante unos segundos, con una posible cita entre ella y el chico al que amaba. Se mordió el labio inferior y, tras vacilar unos segundos, decidió guardarse la nota en el bolsillo de su chaqueta, para releerla una y otra vez cuando nadie la mirase.
―¿Hinata? ¿Te encuentras bien?
―Llevas un buen rato mirando para tu casillero. ¿Te has olvidado algo o-
―No―dijo ella, con voz firme, cerrando la puerta y asegurándola―. Perdonad, me abstraje un momento. ¿Vamos a clase? Toca ciencias, ¿verdad?―Ante la mención de la asignatura favorita de Shino, este empezó a hablar sobre el proyecto que la profesora les había encargado, y que iba a ser el mejor de la clase y el más elaborado…
Mientras, Hinata metió la mano en el bolsillo y acarició con las yemas de los dedos aquella nota, con el corazón latiendo como loco en su pecho.
Una pequeñísima parte de ella deseaba con toda su alma que fuese cierto.
Aunque en el fondo sabía que el rubio solo lo había dicho por decir, y que no iba a aparecer en aquella supuesta cita, seguro que ya se le había olvidado que se la había propuesto…
―¿Y si no es así, Hinata? ¿Y si la nota es de verdad y la cita es de verdad? ¿Y si es él el que se presenta y tú la que no vas? ¡Te odiará de por vida! ¡Adiós a tu inexistente posibilidad de acercarte a él!
Ajenos al caos mental de su amiga, Kiba y Shino seguían discutiendo sobre la clase de ciencias, mientras Hinata sentía su ansiedad crecer a cada momento.
Necesitaba consejo femenino. Y lo necesitaba con urgencia.
―¡Hola, guapa!―Hinata sonrió a la pantalla del ordenador, donde una guapa chica de pelo castaño recogido en dos moños la saludaba con entusiasmo.
―Tenten… Gracias por responder, no sabía si estarías muy ocupada y-
―Hey, tranqui. Ya sabes que suelo andar siempre con el ordenador encendido, o con el móvil, o la tableta… ¡Me he descargado un juego buenísimo y no puedo parar! ¡Te iba a encantar! ¡Es de rol por turnos y hay una conejita y- ―Hinata sonrió mientras su amiga disertaba sobre aquel nuevo juego.
Tras varios minutos de escucharla, Tenten calló y frunció el ceño, ladeando la cabeza.
―Algo me dice que no me has llamado para ponerte al día… sobre todo porque hablamos hace dos días… Y porque Neji y tú os mensajeáis casi a diario. ―Hinata suspiró.
―¿Está por ahí?―preguntó en voz bajita.
Tenten alzó una ceja.
―No, no está. Ha ido a una tutoría con un profesor. Tardará un buen rato. ―Tenten resopló y Hinata sonrió, para luego ponerse seria―. ¿Qué ocurre? ¿Ha pasado algo malo?
―No… no exactamente… ―En pocas palabras, Hinata le contó sobre lo que había pasado el día anterior en la cafetería.
―¡Esa zorra! ¡Arpía manipuladora sin cerebro… ―Tras explayarse a gusto sobre lo que opinaba de Sakura, Tenten se calmó y dejó continuar a su amiga.
―El caso es… que hoy he recibido esto… bueno, más bien me lo he encontrado en mi casillero… ―Hinata desdobló la nota que tantas veces había leído en lo que iba de día y la puso ante la pantalla del ordenador.
Tenten tuvo que acercarse a su propia pantalla para leerla, pero en cuanto lo hizo sus ojos castaños se abrieron como platos.
―¡¿ESTO ES REAL?!―Hinata hizo una mueca.
―Ese es el problema… que no lo sé. Algo me dice que Naruto-kun no sería tan cruel de gastarse una broma como esta, no es ese tipo de chico, lo sé. Pero… ¿y si lo hizo en un arrebato porque se sentía culpable y ya se le ha olvidado? ¿Y si no aparece? ¿Y si es obra de alguien más para jugarme una mala pasada?―Tenten suavizó su expresión.
―Hinata, no conozco a Naruto, apenas reparaba en él cuando estábamos en el instituto, estaba más centrada en otras cosas, y el equipo de fútbol masculino no era una de ellas. Pero creo que tu primo sí llegó a conocerlo bien, puesto que Neji fue designado su tutor durante el año pasado para que subiera sus notas y no lo echaran del equipo. ―Hinata asintió, recordando aquellas vergonzosas ocasiones en que llegaba a casa o bajaba de su habitación con su ropa más vieja y deshilachada y se lo topaba en el salón.
Se ponía toda roja y escapaba corriendo como alma que lleva el diablo escaleras arriba de vuelta a su cuarto. Al principio, Neji no entendía aquel comportamiento tan extraño en su usual educada y simpática prima, hasta que solo tuvo que sumar dos más dos y, a partir de entonces, llevaba a Naruto directamente a su habitación, para ahorrarle a Hinata lo que sin duda un bochornoso encuentro, además de protegerla, según él, de la perniciosa presencia de un chico como Naruto.
―… Y, en palabras de tu primo: "Naruto no está mal para ser un deportista cabeza de chorlito". ―Hinata soltó una risita―. Además, llevas años observando a ese chico, probablemente no haya nadie que lo conozca mejor que tú… ―Hinata frunció el ceño al ver a su amiga coger su móvil y teclear algo a toda velocidad―… Esto requiere una operación a gran escala. Necesitarás ropa, zapatos, maquillaje… ―Un escalofrío bajó por la espina dorsal de Hinata.
―Tenten… por favor, dime que no… ―Hinata se interrumpió al escuchar pasos apresurados por el pasillo, justo antes de que la puerta de su habitación se abriera con violencia.
―¡¿CÓMO ES QUE TIENES UNA CITA Y SOY LA ÚLTIMA EN ENTERARME?!―Miró para Tenten, reprochándole con la mirada.
La novia de su primo se encogió de hombros con una sonrisa.
―No puedo abandonarlo todo para volver a casa. Lo haría si estuviéramos cerca, pero no es el caso. Así que dejaré en manos de mi segunda de a bordo el asunto de la cita.
-¡¿Nee-sama, es cierto?!―Hinata miró para la pantalla, donde Tenten seguía sonriendo como si no hubiera roto un plato en su vida, y luego a su hermanita pequeña de trece años, cuya ilusión y emoción eran más que visibles.
―B-bueno, algo así… ―musitó tras varios minutos de silencio.
Hanabi pegó un chillido y abrazó a su hermana. Hinata tuvo que hacer esfuerzos para no caer de la silla.
―¡Serás la chica más guapa de la ciudad! ¡Tú déjamelo a mí! ¡Naruto dejará de perseguir a esos palos andantes para tener ojos solo para ti!―Hanabi siguió hablando entusiasmada, sobre lo hermosa que era su hermana y lo más guapa aún que la pondría para el viernes.
La hizo a un lado para sentarse ella en la silla del escritorio, frente al ordenador, discutiendo con Tenten sobre posibles looks, como si ella no estuviera allí.
Hinata deseó fervientemente tener el mismo entusiasmo y pensamiento positivo que su mejor amiga casi prima y su hermana pequeña.
Pero sabía que no era nada comparado con las chicas altas y espectaculares de las que Naruto se rodeaba.
No tenía nada que ofrecer.
―Eh, buen entrenamiento, tío.
―Estaremos en plena forma para el partido de la semana que viene.
―Les daremos p'al pelo… ―Naruto sonrió mientras salía de la ducha secándose la cabeza con una toalla.
Sus chicos estaban a pleno rendimiento, dándolo todo en las prácticas y dejándose la piel por mejorar cada día un poquito más. Claro que alguno no podría jugar a menos que mejorara su nota media en los próximos días, pero eso ya era cosa del entrenador Kakashi y de los profesores.
―Eh, ¿vamos a tomar una pizza o algo? ¡Muero de hambre!
―Las animadoras ya han terminado también de entrenar por hoy.
―Ninguna te daría ni la hora, tío. Ni lo intentes.
―Bah, qué sabrás tú. ―Todos rieron ante la pulla entre compañeros.
―Seguro que aquí el jefe habrá quedado con la ardiente Sakura. ―Naruto sonrió cuando Sai, uno de sus amigos más cercanos y compañero de equipo, lo abrazó por los hombros, dándole un par de palmaditas en la espalda.
―Y tú no habrás parado de acosar a Ino. ―Sai esbozó una de sus extrañas sonrisas.
―Oh, he hecho algo más que acosarla, si me entiendes… ―Carcajadas resonaron en el vestuario y Naruto frunció el ceño.
―Sai… ―El aludido suspiró y se alejó, con las manos en alto.
―Me portaré bien, lo prometo, san Narutín.
―No me llames así―gruñó él.
―Sobre todo porque no es un santo―dijo Sasuke, el mejor amigo de Naruto y su mano derecha tanto en el campo como fuera de ella.
―Tú tampoco, imbécil. ―Sasuke le levantó el dedo medio, zanjando así la cuestión.
Al lado de sus compañeros y amigos, Shikamaru, un alto chico de pelo moreno, miró de reojo para el rubio.
Se había enterado de algo, algo que seguramente no haría gracia al Uzumaki si llegaba a saberlo. En su mano estaba decírselo, aunque tampoco estaba muy seguro de querer meterse en el asunto. Pero también estaba el tema de que era algo… peliagudo. Además, no es como si quisiera aguantarlo malhumorado y gruñéndole a todo el mundo.
Naruto no sabía ocultar sus emociones. Sí sus sentimientos, y demasiado bien a veces, pero no sus emociones, ni las reacciones que estos provocaban. Así que tomó la única decisión que podía haber tomado. Su conciencia no le dejaría dormir tranquilo si no se lo decía.
―Oye, Naruto. ―El aludido miró de reojo para Shikamaru mientras se enfundaba en unos pantalones vaqueros.
Había notado a su amigo más callado y taciturno de lo normal.
―Sabes que mis padres, y los padres de Ino y Chōji son muy amigos, ¿verdad? Y que los tres nos pasamos la vida metidos los unos en la casa de los otros. ―Naruto asintió, preguntándose a dónde quería ir a parar Shikamaru―. Ayer vinieron a casa, a cenar. No es común durante la semana, pero una apuesta tuvo que ver entre mi madre y la de Ino o algo así, en fin… ―Se rascó la cabeza; Naruto se puso los calcetines mientras hacía acopio de toda la paciencia que no tenía―. El caso es… que Ino no se separó de su móvil en toda la puñetera noche. Eso no debería haberme sorprendido, es algo muy común, en principio pensé que estaría al tanto de alguno de esos cotilleos y rumores para los que parece vivir, pero luego me fijé en que no tenía la misma expresión de siempre. Parecía preocupada o contrariada por algo… ―Naruto se calzó sus deportivas, ahora intrigado. Shikamaru no solía hablar tanto, ni mucho menos sobre los asuntos de los demás―. Le pregunté si pasaba algo porque, por mucho que nos hayamos distanciado, sigue siendo mi amiga de la infancia, ¿entiendes? Me dijo que no tenía nada que ver conmigo, pero que estaba tratando de hacer desistir a una amiga suya de hacer algo… algo que haría sentirse mal a otra persona. No me especificó más, pero justo en ese momento le mandaron un mensaje y pude ver brevemente el nombre del que se lo enviaba en la pantalla. Tampoco tendría que haberme sorprendido, porque se trataba de Sakura… ―Shikamaru suspiró y negó con la cabeza, volviéndose para mirar directamente a Naruto, quién se ponía la camiseta en esos momentos―. ¿Ves por dónde voy? No me hagas decirlo, sería muy problemático.
Naruto frunció el ceño, poniéndose la cazadora. Repasó en su mente todo lo que Shikamaru acababa de decirle, buscando leer entre líneas. Nunca había sido muy bueno captando indirectas, pero en parte entendía la renuencia de Shikamaru a delatar completamente a su amiga. Y por eso lo respetaba.
Así que, al tiempo que terminaba de recoger sus cosas, se afanó en encontrarle sentido a las palabras de su amigo.
Ino estaba intentando hacer desistir a Sakura, su mejor amiga, de hacer algo, algo malo, algo que haría daño a otras persona, pero, ¿a quién? ¿A quién le guardaba Sakura tanto rencor como para…
Sus ojos azules se abrieron como platos al recordar cierta conversación en cierta cafetería la tarde anterior.
Pienso vengarme.
Su corazón comenzó a latir aprisa. No podía ser, Sakura no podía ser tan mezquina… ¿por una blusa? Meneó la cabeza y agarró el asa de su bolsa.
Salió a todo correr del vestuario, echando a correr por los pasillos, rezando por llegar a tiempo al aparcamiento.
Sus ruegos fueron escuchados y aumentó la velocidad de sus piernas.
―¡Sai! ¡Eh, tío, espera un momento! ¡Se me olvidó que tengo que hablar contigo de una cosa!―El aludido, que ya se encontraba casi en el interior de su coche, giró la cabeza y alzó una ceja al ver llegar a su capitán y amigo a todo correr y detenerse jadeante en la acera, a unos cuántos pasos.
―Vamos, Naruto, ¿no puede esperar?―Movió las cejas sugerentemente hacia el interior del vehículo, dónde Ino se atusaba el pelo y se retocaba el maquillaje gracias a uno de los espejos.
―No, no puede―le dijo él, lo más serio que pudo.
Suspirando, Sai cerró la puerta tras susurrarle algo a Ino que la hizo soltar una risita tonta y caminó hacia el rubio.
―Más vale que sea importante. ―Naruto terminó de recuperar la respiración.
―Lo es. ―Al menos para mí, pensó. Se aseguró de que Ino no les estuviese prestando atención y luego miró fijamente a Sai―. Necesito que me hagas un gran, gran favor. Te lo pido como amigo. ―Sai ladeó la cabeza, con curiosidad.
―¿De qué se trata?―dijo al fin, tras ver el gesto serio del rubio, algo anormal en él.
Naruto abrió la boca y comenzó a hablar, contándole atropelladamente lo que quería que hiciera.
Cuando acabó, Sai estaba total y absolutamente boquiabierto, estupefacto.
―Naruto…
―Por favor, por favor, Sai, por favor. Haré lo que quieras, pero, por favor, necesito esa información.
―Ino me odiará como…
―Por favor―repitió Naruto, desesperado.
Si Sai no lo ayudaba… tendría que hacerlo él mismo, pero para conseguirlo tendría que recurrir a métodos… drásticos, y eso solo sería como último, ultimísimo recurso.
Los ojos negros de Sai parpadearon un par de veces, incrédulos.
―No me digas que sino te ayudo, tú… ―Naruto tragó saliva y asintió―. Oh, joder, Naruto, pero si ni siquiera…
―Chist. ―Naruto lo hizo callar y movió la cabeza a todos lados, aliviado al comprobar que no había nadie más que ellos en el parking del instituto.
Sai soltó un suspiro de resignación. No quería que su amigo sufriera innecesariamente. Le debía mucho a ese rubio escandaloso y cabeza hueca. Así que se arriesgaría. Naruto lo merecía.
―Está bien, de acuerdo. Te conseguiré la información. ―Los orbes azulados del rubio se iluminaron.
―¿De verdad?―Sai asintió.
―Gracias, tío, te debo una, una muy gorda. ―Ambos chicos chocaron las manos y se dieron una palmadita en la espalda.
―No me debes nada, rubiales. ―Más bien es al contrario, pensó.
Naruto vio partir el coche de su compañero de equipo y suspiró.
Esperaba que Sai no tardara mucho en darle noticias.
―¡Jovencito, o bajas ahora mismo o te quedas sin cenar!―Naruto miró para su móvil una vez más, como llevaba haciendo en las últimas dos horas a intervalos de un segundo.
―¡Espera un momento! ¡Estoy terminando mis deberes!
―¡Naruto, último aviso'ttebane!―Resopló con frustración.
Miró para el teléfono y tomó una resolución.
Abajo, una hermosa mujer de largo cabello pelirrojo y ojos violeta esperaba al pie de las escaleras, con los brazos en jarras. Cuando al fin vio bajar a su único vástago, le lanzó una de sus miradas de madre cabreada.
―¡Que sea la última vez que tengo que llamarte cinco veces para que bajes!―Naruto fulminó a su madre con la mirada.
―¿Es que no puedes esperar ni cinco minutos?―A la mujer se le hinchó una vena en la frente.
―¡Han sido viente'ttebane! ¡Y no le contestes a tu madre!―De pie al lado de la mesa de la cocina, un hombre rubio suspiró mientras veía a su esposa y a su hijo discutir.
Tras varios minutos, madre e hijo se calmaron lo suficiente como para sentarse a la mesa.
―¿Por qué no has hecho ramen?―preguntó Naruto al ver la lasaña y la ensalada.
―Naruto―habló su padre esta vez―, no puedes vivir siempre a base de ramen. Y, además: hoy he cocinado yo. ―Ante aquello, el adolescente rubio se calló la réplica que tenía preparada.
Su madre frunció el ceño en su dirección y, al fin, los tres miembros de la familia empezaron a comer, en un algo tenso silencio.
―¿Cómo van los entrenamientos?―preguntó Minato, el padre de Naruto.
El chico sonrió y contestó a su progenitor.
―¡Genial, van genial! ¡La semana que viene les patearemos el culo a esos del este!
―¿Y los estudios?―preguntó esta vez su madre.
Naruto suspiró.
―Bien, mamá. No soy un cerebrito pero tampoco suspendo tanto como antes. Voy saliendo del paso.
―Supongo que tendremos que agradecer a ese chico, Neji, el que fue tu tutor el año pasado, por eso. ―Una pequeña sonrisa asomó a los labios del joven, al recordar el rostro pálido, los ojos blancos, y el cabello oscuro característico de los Hyūga.
Carraspeó y se quitó la servilleta del regazo, dejándola sobre la mesa.
―Tengo que ir al baño un momento. ―Kushina suspiró.
―Es una urgencia, mamá. Lo prometo. ¡Vuelvo enseguida'ttebayo!―Corrió a encerrarse en el cuarto de baño, con pestillo y todo.
Sacó el teléfono móvil del bolsillo y lo desbloqueó, revisando las llamadas, los mensajes, el correo y el whatsapp.
Nada. No tenía nada de Sai… aún.
Frunció el ceño y sopesó el mandarle él un mensaje de apremio pero enseguida negó. No quería agobiar a su amigo ni agobiarse él más de lo que ya estaba.
Suspirando, se volvió a guardar el móvil asegurándose de tenerlo en silencio y volvió a la cocina. Sus padres no comentaron nada al respecto aquella vez, ni la segunda vez que lo hizo esa noche, ni tampoco la tercera.
Pero a la cuarta, Kushina explotó.
―¡Ya está bien'ttebane! ¡Dame ese teléfono!―Naruto se detuvo a medio camino y se volvió a mirar a su madre con los ojos como platos.
―¿Qué dices, mamá? ¿De qué…
―Naruto, sabes que el móvil está prohibido durante las comidas―dijo su padre ahora, con más calma que su mujer―. Vamos, hijo. Vuelve a sentarse.
―No sé de qué estáis hablando―dijo, fingiendo indignación―. ¡De verdad que tengo que volver al baño! ¡No me encuentro bien y he tomado demasiada agua y esa lasaña tiene algo raro y-
―¡Naruto, el móvil! ¡YA!―A regañadientes, Naruto sacó el mencionado aparato del bolsillo de su pantalón de deporte y, justo cuando iba a tendérselo a su progenitora, la pantalla se iluminó.
Haciendo caso omiso del chillido de indignación de su madre, Naruto corrió a encerrarse en el cuarto de baño una vez más. Ya le quitarían el móvil después durante un mes si querían, pero aquello era más importante que estar prácticamente incomunicado unos días.
Abrió el whatsapp y vio que, efectivamente, Sai le había mandado varios mensajes y continuaba escribiendo, según indicaba la aplicación. Empezó a deslizar el pulgar por la pequeña pantalla a medida que iba leyendo, el desasosiego, el enfado, la indignación y la ansiedad creciendo a partes iguales con cada palabra que leía.
Tecleó un breve gracias a su amigo por la información conseguida y, cuando terminó, ya había tomado una resolución.
Salió del baño, topándose al pie de las escaleras con sus molestos padres. Endureció la mirada y sacó el móvil, dándoselo a su madre.
―Estaré en mi cuarto―masculló, para acto seguido comenzar a subir los escalones en dirección al mismo.
Mientras, abajo, Minato y Kushina se miraban, sin entender nada de lo que había pasado esa noche con su único hijo.
―¿Cómo llevas la abstinencia?―le preguntó Sasuke dos días después.
Como respuesta, Naruto le gruñó, mientras sacaba unos libros de su casillero y los metía en su mochila desordenadamente.
―No me jodas, teme. ―El moreno alzó una ceja ante la irascible respuesta de su amigo.
Sus padres, tal y como había temido, le quitaron el móvil durante una semana. Agradeció a su padre que abogara un tanto en su defensa, porque de ser por la mujer que se había buscado como esposa se habría quedado sin él de por vida.
No le habría molestado tanto si no fuera por el hecho de que, sin móvil, no tenía forma de hacer nada, absolutamente nada, para solucionar el problemilla que lo acuciaba en estos momentos.
Porque sus padres le habían anunciado, después de quitarle el susodicho móvil, que el viernes iban a tener visita, que ni se le ocurriera hacer planes. Maldijo el día en que decidió hacer partícipes a sus padres de todos los acontecimientos de su vida. Porque, de ser así, habría podido escaquearse, inventarse un ficticio entrenamiento o un partido inexistente que ellos no tenían forma de saber si era cierto que iba a tener lugar o no.
Cerró la puerta de su casillero de un sonoro portazo que sobresaltó a algunos a su alrededor e hizo a Sasuke alzar la otra ceja. Pero el Uchiha no hizo comentario alguno. Se limitó a despegarse de los casilleros y le dio un zape en la cabeza a su amigo.
―¡¿Pero qué coño-
―Es para ver si así se te sacuden las ideas. Eres Naruto Uzumaki, el que hace posible lo imposible, el que consigue remontar en los partidos hasta los peores resultados. Por eso te hicieron capitán, por eso eres mi mejor amigo. Dobe, no dejes que tus inseguridades y las estupideces de los demás te derroten. ―El timbre sonó anunciando el inicio de las clases y Sasuke echó a andar, arrastrando del brazo al rubio.
―Vamos. Tenemos matemáticas. Y ya sabes que odio llegar tarde a matemáticas. ―Naruto pestañeó perplejo un segundo para luego sonreír y soltarse de un tirón del agarre de Sasuke, poniéndose a su altura de dos largas zancadas.
―No vuelvas a cogerme de la manita, teme. No soy un bebé.
―A veces lo pareces.
―¡Sasuke!
―He dicho a veces―susurró el Uchiha, entrando primero en la clase.
Naruto sonrió para luego soltar una carcajada.
Sí, sus amigos eran raros. Pero eran los mejores.
Se mordió el labio inferior mientras observaba su aspecto por enésima vez en el espejo de su habitación. A su lado, Hanabi no dejaba de sacarle fotos con su teléfono móvil.
―Tengo que inmortalizar este momento. Así, cuando mis futuros sobrinos me pregunten sobre por qué su padre se enamoró como un tonto de su madre solo tendré que enseñarles estas fotos y…
―Hanabi, por favor, basta―rogó su hermana, con las mejillas rojas de vergüenza―. No voy a salir así, no puedo…
―¡¿Pero qué estás diciendo?! ¡Estás absolutamente preciosa, sexy y arrebatadora!―Hinata suspiró.
―Enseño demasiado―dijo Hinata, palpándose los muslos desnudos―. Y no sé si voy a poder andar con estos zapatos. ―Señaló las sandalias de plataforma que su hermana le había hecho comprar hacía un par de días en el centro comercial―. Además, yo…
―Nee-sama―llamó Hanabi, adoptando una expresión mortalmente seria―. Estás guapísima, eres guapísima. ¿Por qué te empeñas en negar lo evidente?
―Porque si lo fuera tal vez el chico que me gusta se habría fijado en mí, porque si fuera guapa, no solo Naruto habría vuelto la cabeza para verme, sino también otros chicos y, como puede atestiguar mi inexistente vida amorosa, ninguno lo ha hecho. Nunca. ―Volvió a morderse el labio inferior al oír la maliciosa vocecita de su inseguridad en su cabeza―. Hanabi, ayúdame a cambiarme…
―No―gruñó su hermana; dando un gran suspiro, Hanabi se plantó ante la Hyūga mayor y le cogió las manos, con una mirada suplicante en sus ojos blancos―. Por favor, nee-sama, por favor: vete así a tu cita. ―Hinata abrió la boca para decir que no era una cita, que dudaba que Naruto se fuese a presentar siquiera, pero no tuvo ocasión porque Hanabi siguió hablando sin dejarla pronunciar palabra―. Siéntete atractiva y femenina, no hay nada de malo en presumir del cuerpo de una, absolutamente nada. Sé que da miedo, porque, a diferencia de mí, tú detestas llamar la atención. Pero pruébalo, inténtalo. Y luego me cuentas. ―La adolescente de trece años le guiñó un ojo y Hinata suspiró, sabiéndose derrotada.
Tragando saliva y diciéndose que más tarde se arrepentiría, agarró su bolso y salió de su habitación. Agradeció que su padre no estuviese en casa, y que Neji ya no viviese allí, puesto que, si alguno de los dos la viera ahora mismo, no solo le prohibirían salir así de casa, sino que la encerrarían en su cuarto de por vida o hasta que cumpliera los ochenta, como mínimo.
Un par de trabajadores de la casa se quedaron boquiabiertos al verla aparecer y, con las mejillas rojas, Hinata aferró la tira de su bolsito y decidió ignorarlos. Sonriendo ampliamente y lanzando una mirada a todos para que volvieran a sus tareas, Hanabi la acompañó hasta la puerta.
―¡Que vaya bien, nee-sama! ¡Deslúmbralo y cuéntamelo todo cuando vuelvas!―Hinata dio un paso vacilante fuera de su casa y, al final, perdió un poco el miedo al ver que nadie reparaba en ella y anduvo con algo más de confianza hasta la parada del metro.
Tomó la línea correspondiente a su destino, teniendo que hacer transbordo tres paradas más adelante. Llegó a la zona en la que estaba el restaurante donde había quedado supuestamente con Naruto y llegó hasta el lugar. Tragando saliva, se puso al lado de la puerta del restaurante, echando un vistazo a su reloj.
Había llegado quince minutos antes de la hora acordada, lo que le daba tiempo más que suficiente para salir corriendo en caso de arrepentirse.
Sin embargo, al paso de los minutos, no encontraba las fuerzas para hacerlo. Cada vez que intentaba mover las piernas estas no le respondían, ignorando su orden de moverse.
Dio la hora exacta y Hinata tragó saliva, esperando tontamente ver aparecer una cabellera rubia corta y despeinada entre la multitud de transeúntes que iban y venían.
Pero pasaron cinco minutos, diez, quince, treinta… y Naruto no aparecía. Se dijo que tal vez se había retrasado por culpa de algún entrenamiento extra o alguna reunión de última hora que habría puesto el entrenador. Así que se dispuso a esperar otro rato.
Pasó una hora, una hora y cuarto, una hora y media… ya iba para una hora y tres cuartos. A punto de llorar, Hinata intentó por todos los medios retener las dichosas lágrimas.
No pasaba nada, Naurto era un chico muy ocupado y muy popular, igual y aún no había podido zafarse de los asuntos que lo retenían…
Dos horas de retraso llevaba cuando Hinata empezó a pensar que sus suposiciones de buenas a primeras habían sido correctas.
Aquella nota había sido una broma de muy mal gusto, por parte de alguien cruel y desalmado. Lo sabía. Tendría que haber hecho caso a su instinto femenino, que le había dicho desde el principio que Naruto no podía haberse fijado en ella, ni siquiera para pedirle disculpas por lo ocurrido en la cafetería con la estúpida de Sakura.
Tal vez, tendría que ir pensando en reunir las fuerzas necesarias para marcharse, en cuanto las lágrimas dejaran de rodar impunemente por sus mejillas…
Naruto observó a sus padres reír y bromear con antiguos amigos de su época el instituto. Un par de ex compañeros habían llamado para decir que irían a pasar el fin de semana a la ciudad, y que les haría mucha ilusión verse todos juntos para recordar viejos tiempos.
Naruto no hacía más que mover la pierna impacientemente, mirando para el reloj de restaurante cada dos por tres. Apenas había tocado su comida e incluso se mordía el labio de vez en cuando, murmurando maldiciones para sí.
―¿Te ocurre algo, hijo?―Le preguntó su padre.
Naruto se sobresaltó y tuvo que respirar hondo, tratando de tranquilizarse. Ya iba mucho tiempo de la hora supuestamente acordada con Hinata. ¿Y si ya se había ido? Parecía lo más probable: ninguna chica, por muy popular que él fuera, esperaría más de dos horas a que apareciera.
Maldijo una vez más a su madre en su mente, por obligarlo a asistir a aquella ridícula reunión donde él no tenía nada que hacer.
―No―gruñó―. Tendría que estar en otro sitio… ―murmuró.
Minato alzó una ceja al mirarlo.
―¿Con una chica?―Naruto fulminó a su progenitor con la mirada.
―Pue sí, con una chica: una que probablemente se sentirá tan humillada que no pisará el instituto, una que seguramente estará llorando en estos momentos… ―susurró; la imagen del rostro pálido y los ojos perlas de Hinata surcados de gruesas lágrimas hizo que se le encogiera el estómago y le dieran ganas de vomitar.
Había planeado fingir sentirse enfermo para huir de aquella estúpida cena, pero su madre lo había calado al instante y prácticamente lo había arrastrado de la oreja al restaurante donde estaban ahora mismo.
Minato observó la mueca de horror que cruzó fugazmente por el rostro de su vástago y suspiró. Naruto llevaba unos días raro, muy raro. De un tiempo a esta parte su hijo parecía estar hastiado, aburrido de todo, fingiendo felicidad cuando no la sentía en absoluto. Solo con sus amigos, aquellos que de verdad lo eran, dejaba entrever un poco de ese niño alegre y travieso que había sido de pequeño.
Y luego estaba la foto que le había encontrado escondida detrás de los escasos libros de su estantería. Era recortada de otra instantánea más grande, y en ella aparecía una chica, sentada en las gradas del instituto, de perfil, riendo por algo del momento, seguramente.
Había vuelto a poner aquella imagen donde la había encontrado y había salido de la habitación, sonriendo enormemente. Su pequeño se había enamorado y, para desgracia de Kushina, no era de la chica que ella deseaba como novia para su hijo. No obstante, y con el pasar del tiempo, Minato se preguntó por qué no habían oído nunca sobre la chica misteriosa, por qué no la habían conocido ni siquiera de vista o por qué Naruto no les había contado siquiera que le gustaba alguien, alguien que no era Sakura.
Todas esas preguntas lo inquietaban, pero viendo la angustia que teñía ahora el rostro del rubio menor, Minato supuso que su humor se debía a aquella chica desconocida. Naruto había dicho que estaría llorando en estos precisos momentos.
Sabiendo que se ganaría la reprimenda de su vida y arriesgándose a dormir en el sofá durante el próximo mes, sacó las llaves del coche de su bolsillo y se las tendió a su hijo, quién se las quedó mirando sin comprender.
―Ve―susurró Minato, poniendo las llaves en la mano de Naruto.
―Pero… ―El adolescente echó un vistazo a la mujer pelirroja que reía y Minato sonrió.
―Yo me encargo de tu madre. Tú vete. Ayuda a esa dama en apuros. ―Naruto tragó saliva.
―Pero… ¿cómo-
―Tomaremos un taxi, o un Uber. Tú no te preocupes por eso. Vete. ―Sintiendo profundo agradecimiento, Naruto dio un abrazo rápido a su padre y se levantó de la mesa, saliendo a toda prisa del restaurante, montándose en el coche y arrancándolo casi al momento, pisando el acelerador a fondo.
Kushina vio toda la escena sorprendida, mientras su marido sonreía.
―Era una emergencia―dijo el hombre, simplemente.
Esperaba que Naruto llegara a tiempo.
De verdad que sí.
―Oh, mírala, la pobre parece estar llorando… ―Carcajadas sonaron mientras, sonriendo satisfecha, Sakura grababa toda la escena desde la azotea de un edificio cercano.
La imagen de Hinata vestida como ellas lo hacían normalmente, sin duda en una pobre imitación, esperando a su caballero de brillante armadura la hizo sonreír aún más.
―Se lo merece, por golfa―dijo ella.
Dio la vuelta al móvil y sonrió a la cámara.
―Como veis, Hinata Hyūga es más tonta de lo que creíamos: ya va para tres horas que sigue esperando a que Naruto Uzumaki, el chico más popular que todo el mundo sabe se muere por mis huesos… aparezca para su inexistente cita.
―¡Cómo si no tuviera mejores cosas que hacer!
―¡O mejor género para escoger!―Sakura rio junto a sus amigas, mientras volvía a enfocar el móvil hacia dónde Hinata seguía plantada, limpiándose el rostro con un clínex tras otro.
Sakura sonrió perversamente. Se lo tenía merecido por humillarla frente a todo el instituto.
―Oye, espera un momento, ¿ese no es… ―Una de sus amigas señaló algo y todas se inclinaron hacia delante, para observar.
―¿Qué? ¿Quién?
―¡No puede ser! ¡Oh, no-me-lo-creo!
―¿Qué pasa, chicas? ¡Os estáis perdiendo lo mejor!―Sakura sintió un tirón en su brazo y fulminó con la mirada a la que la había cogido y arrastrado hasta el borde del mirador de la azotea―. ¿Qué…
―¡Mira!―Parpadeando, Sakura dirigió su vista hacia dónde todas miraban, boquiabiertas.
Sakura se quedó en shock en cuanto, en su campo de visión, distinguió una figura alta, delgada pero musculosa, cuya cabeza parecía coronada de rubio, salir de un coche mal aparcado y correr como si no hubiera un mañana hacia dónde se encontraba Hinata.
Incluso desde la distancia, Sakura reconocería aquel cuerpo y aquel cabello.
―¡No puede ser! ¡Es imposible!―Pero su enfado y su indignación crecieron aún más cuando vio cómo Naruto Uzumaki, el chico que siempre había proclamado su amor por ello a los cuatro vientos, se detenía jadeante delante de una sorprendida y boquiabierta Hinata…
―Aún… aún estás… aquí… ―Tratando de recuperar el aliento perdido en la carrera, Naruto apoyó las manos en sus rodillas flexionadas―. Dame… un… segundo… ttebayo…
Incapaz de hablar o pronunciar palabra o sonido alguno, Hinata asintió, no creyéndose lo que sus ojos veían.
Naruto, Naruto Uzumaki, el chico al que amaba… ¡estaba allí! ¡¿Pero cómo?! ¡¿Por qúe?!
―Entonces… ¿l-la nota era real? Pero ha llegado casi tres horas tarde… ―Sintió sus mejillas enrojecer en cuanto el rostro del rubio se levantó hacia ella y sus ojos azules como el cielo se clavaban en su persona.
Naruto quedó clavado en su sitio, igualmente incapacitado para hablar, en cuanto se fijó en Hinata.
Estaba… guapa… no, guapa era demasiado poco. Estaba hermosa, preciosa… y sexy. Tuvo que tragar saliva y hacer un esfuerzo sobrehumano para que sus hormonas no le jugaran una mala pasada. La imagen de los cuerpos sudorosos y desnudos de sus compañeros de equipo tras un entrenamiento de los duros siempre funcionaba.
Cuando estuvo seguro de que no iba a avergonzar a Hinata ni avergonzarse él con su primitiva reacción, fue que se puso en pie, lentamente, mientras repasaba con la mirada sus blancas piernas desnudas, apenas cubiertas por una mini falda vaquera, sus redondos y generosos senos apretados en una diminuta camiseta de tiras finas y su ovalado rostro, surcado de restos de lágrimas y del maquillaje que seguramente se le había deshecho con el llanto.
A pesar de ello, Naruto nunca la había visto más guapa. Sintió unas ganas casi incontenibles de besarla, pero sabía que no debía, no aún. No era el momento.
Dio un paso hacia ella, con una expresión de profundo arrepentimiento en su rostro.
―Hinata… yo… lo siento, lo siento muchísimo, de verdad. Intenté fugarme antes, de verdad que sí, pero mi madre insistió en que tenía que ir y yo… ―Hinata lo dejó hablar, sin oír ni una palabra de lo que decía.
Su cerebro aún estaba procesando el hecho de que todo aquello, esa ficticia cita que se había imaginado en su cabeza una y otra y otra vez hasta el cansancio iba, después de todo, sí a tener lugar.
Todo el cuerpo comenzó a temblarle, de expectación y de miedo. ¡Dios mío, ¿qué iba a hacer?! ¡Hasta ahora no creía que aquello fuese a ocurrir de verdad! ¡No tenía ni idea de qué hacer o de qué decir! El pánico comenzó a invadirla.
―Hinata, hey, ¿te encuentras bien?―La chica parpadeó al ver una mano bronceada moverse delante de sus ojos.
Retrocedió por instinto y enseguida enrojeció de vergüenza.
―S-sí, y-yo… p-perdón… ―Naruto se guardó las manos en los bolsillos y suspiró.
―No eres tú la que tiene que disculparse… ―Se rascó la cabeza, sintiéndose un estúpido.
Carraspeó, buscando llamar su atención.
―Bueno, tú… ¿qué te apetece hacer?―Hinata tragó saliva, arrugando y rompiendo el montón de pañuelos de papel usados que tenía en sus manos a falta de un sitio en el que tirarlos.
―M-me gustaría ir primero al baño… ―Naruto asintió, diciéndose que tenía que haberse dado cuenta de ello nada más verla.
―¿Entramos, pues?―sugirió, haciendo un gesto hacia la entrada del Ichiraku.
Hinata asintió y lo siguió dentro, escabulléndose al cuarto de baño en cuanto le fue posible, mientras Naruto saludaba a la camarera como si la conociera de toda la vida. Una vez a salvo en el baño, Hinata procedió a limpiarse el rostro. Su maquillaje había quedado totalmente arruinado pero, en previsión de que aquello podía pasar, Hanabi le había dejado un papelito con instrucciones bien claras y precisas para arreglárselo, en caso de necesitarlo, así como un pequeño neceser con todo lo necesario para ello.
Le llevó unos quince largos minutos recomponer de nuevo su apariencia y, para cuando volvió a salir, Naruto ya había encontrado una mesa. Le sonrió nada más verla, sintiendo mariposas en el estómago por eso. Con su cara ardiendo, se sentó frente a él en la mesa.
―Hinata―empezó él, inclinándose hacia ella y poniéndola aún más nerviosa―. De verdad que lo lamento. Debería haberte avisado, lo sé, pero hace dos días me quitaron el móvil y no tengo tu Facebook ni tu correo y no me sé el número de tu casa de memoria y yo-
―Está bien―le dijo ella, en apenas un susurro audible―. Está bien, de verdad que sí. No pasa nada. ―Naruto frunció el entrecejo pero no dijo nada más.
La camarera vino a atenderlos en ese momento.
―Para mí un ramen especial de la casa y una coca-cola.
―L-lo mismo para mí, pe-pero con Nestea en vez de coca-cola, por favor. ―La chica anotó sus pedidos y volvió a desaparecer, dejándolos nuevamente solos.
―Bueno, esto… ¿cómo estás?―Se sintió ridículo en cuanto la pregunta escapó de sus labios.
Hinata pestañeó para luego soltar una risita; delante de ella, Naruto había desviado la vista, sonrojado. Qué mono que estaba… Decidió ahorrarle vergüenza y contestó con toda la naturalidad que pudo reunir.
―B-bien. Las clases están siendo un poco difíciles este curso… ya sabes, el último. Y mi padre anda obsesionado con eso de que pida plaza en una buena universidad. Ya sabes. Lo normal. ―Se encogió de hombros, haciendo con ello que sus pechos se contrajeran y temblasen levemente.
Naruto tuvo que tragar saliva, sintiendo de nuevo a sus jóvenes hormonas hacer de las suyas. Pues sí que lo iba a tener crudo…
―Ya veo… Recuerdo que Neji me había comentado que quería estudiar empresariales, o algo así. ―Hinata asintió.
―Económicas, para ser más exactos, aunque al final se decantó por una doble titulación: económicas más derecho. Supongo que querrá especializarse en fiscalidad.
―Neji siempre fue muy listo. Nunca pude agradecerle todo lo que hizo por mí el curso pasado. Gracias a él conseguí subir mi nota media, y no me echaron del equipo. ¿Podrías darle las gracias de mi parte cuando lo veas o hables con él?―Hinata sonrió.
―Claro, Naruto-kun. Lo haré. ―Naruto tragó saliva.
―¿Podrías decirlo otra vez?―aquellas palabras salieron casi sin quererlo de su boca. Y antes de que pudiera retractarse, Hinata le respondió:
―Sí, Naruto-kun, le diré a Neji-nii-san lo agradecido que estás por su ayuda. ―Se tapó la boca intentando disimular una risita, lo que hizo a su acompañante sonreír.
La camarera volvió en ese momento con su comida y las bebidas, y ambos se entretuvieron unos minutos en servirse y coger los cubiertos.
―Y… eh… ¿ya sabes a qué universidad vas a ir?―preguntó Naruto, moviéndose por terreno seguro. Lo que menos quería en su primera cita con ella era meter la pata.
Hinata suspiró y meneó la cabeza, mientras daba vueltas a su sopa para que enfriase.
―L-la verdad es que aún no, no lo sé. Por eso papá se agobia: dice que si tardo mucho más en decidirme me quedaré sin plaza. Pero es que ni siquiera sé lo que quiero hacer.
―¿No estudiarás algo relacionado con el consorcio de empresas de tu familia?―Hinata negó.
―No, no me gustaría nada tener que trabajar con mi familia, y trabajar en un despacho todo el día leyendo cifras y calculando balances no es mi empleo ideal. Eso se lo dejo a Neji-nii-san y a Hanabi.
―¿Hanabi?
―Mi hermana pequeña. Tiene trece años y va a clases avanzadas, ¿te lo puedes creer? Pero no quiere que la adelanten de curso, quiere seguir al lado de sus amigos.
―Sabia decisión.
―Eso cree ella también. ―Ambos se sonrieron.
―¿Y tú, Naruto-kun? ¿Ya solicitaste plaza en alguna universidad?―Naruto negó.
―En mi caso, estoy esperando ofertas, para una beca deportiva. El enrenador Kakashi nos ha dicho que pronto empezarán a venir los ojeadores a vernos, por lo que últimamente los entrenamientos son más largos y duros de lo normal. Quiere que estemos en plena forma. ―Hinata asintió.
―Sé que lo conseguirás, Naruto-kun, no por nada eres el capitán. Se pelearán por ti. ―Naruto suspiró.
―Sinceramente, eso espero, porque sino, no tengo opciones a ir a la universidad. Mis padres podrían ayudarme a pagar parte de la matrícula y las mensualidades, sí, pero aun así tendría que pedir un préstamo, y lo último que quiero es ahogar a mi familia en pagos de por vida.
―Pero… ¿qué hay de las universidades públicas? Podrías… ―Naruto sacudió la cabeza en una negativa.
―Necesitaría buenas notas y mantener una media más que de notable para poder entrar, y sabes que, aunque he mejorado mi promedio desde el año pasado, no soy buen estudiante. Me cuesta mucho retener las cosas y tampoco soy constante: me aburro enseguida. ―Hinata disimuló una sonrisa, sabiendo que lo que el chico decía era la pura verdad.
―Entonces… t-te deseo mucha suerte. La semana que viene… hay partido, ¿no?―preguntó, como si no supiera ya que así era, puesto que se conocía prácticamente todo el horario del rubio.
―Sí, el viernes después de clase… ¿vendrás a verme… ¡Qui-quiero decir, a-a vernos, sí, eso, a vernos!―Hinata parpadeó, algo confusa por su exabrupto.
¿Había oído mal o Naruto había dicho… verme? Sacudió la cabeza, seguramente eran ella y sus estúpidas esperanzas en algo que no iba a pasar jamás. Que él le hubiese pedido quedar solo era una muestra de lo amable y considerado que el chico era. Se sentía culpable y ya. Era su forma de pedirle perdón por algo que, por otra parte, él no había tenido culpa ninguna.
―¿Por qué decidiste pedirme quedar? E-es decir… l-lo que pasó el otro día en la cafetería no fue culpa tuya… de nadie en realidad. Fue un accidente… ―Naruto se frotó la mano libre contra sus pantalones de vestir, incómodo.
¿Qué podía decirle? ¿Qué sintió su sangre hervir cuando vio a Sakura tratarla de aquella manera por una estúpida blusa? ¿Que quiso correr hacia ella, encerrarla entre sus brazos y gritarles a todos aquellos imbéciles que la dejaran en paz de una jodida vez? ¿Que quería protegerla de todo y de todos los que podían hacerle daño?
Se humedeció los labios y buscó en su mente una respuesta convincente. No quería mentirle porque si lo descubría eso seguramente la hiciese sentirse decepcionada de él, y Naruto no quería decepcionarla.
Antes se cortaría las venas que hacerla sufrir.
Finalmente, optó por una versión algo maquillada de la verdad.
―Porque, Hinata, no es justo que te traten así. Eres una buena persona: amable, dulce, tierna, inteligente. Siempre tienes una sonrisa o algo bonito qué decir sobre todos, incluida Sakura. Nunca te he oído criticarla o hablar mal de ella, a pesar de que tienes razones más que sobradas para hacerlo. Por eso… me gustas―Hinata se quedó sin respiración―, me gustan las personas como tú. ―Se sintió algo decepcionada pero enseguida desechó aquella sensación.
Oír que le gustaba como persona ya era más de lo que había llegado a soñar nunca escuchar de su boca.
―Pero… ―interrumpió Naruto su tren de pensamiento―… no has contestado a mi pregunta: ¿vendrás a… animar al equipo?―Hinata bajó la cabeza, mirando fijamente para su bol de ramen mientras jugueteaba con algunos de los fideos.
―Tú… ¿qui-quieres que vaya?―Requirió mucho valor por su parte que hiciese esa pregunta.
―Me… me gustaría mucho, sí. Bueno… s-si no tienes nada mejor que hacer… no sé… igual tienes que estudiar o algo… ―Hinata se apresuró a negar con la cabeza.
―I-iré―decidió al fin―. Iré a… animaros. ―Naruto tragó saliva, sintiendo mariposas danzar en su estómago.
―Bien. ―El silencio los envolvió entonces, mientras ambos daban cuenta de la comida, cada uno inmerso en sus pensamientos.
Pero no era un silencio incómodo, sino uno con el que ambos se sintieron a gusto, al tiempo que disfrutaban de la cena.
Cuando terminaron, pidieron postre: Naruto un helado de chocolate y Hinata uno de limón.
―Y… ¿estás en alguna actividad o club?―Hinata hundió la cuchara en su bola de helado y se la metió en la boca, saboreando la dulzura del dulce, antes de contestar.
―No, no en nada oficial, al menos. Unos cuantos chicos y chicas del curso nos reunimos una vez a la semana en una de las salas privadas de la biblioteca. Es un club de lectura.
―¡¿Os leeis un libro a la semana?! Vaya… yo apenas y consigo terminar uno al año… ―Hinata sonrió.
―Eso es porque aún no has encontrado el libro que te enganche. En cuanto lo encuentres, te volverás un adicto a la lectura. Además―prosiguió―, no es como si escogiéramos libros muy largos o complicados, esos los dejamos para las vacaciones. Suelen ser antologías de relatos fáciles de leer o libros de apenas doscientas o trescientas páginas, no más. O libros que ya todas hemos leídos y por ello se nos hace fácil volverlos a leer, pero que nunca hemos llegado a comentar entre nosotras. ―Naruto la observó, fascinado de pronto con ella―. ¿Y tú? Bueno, ya sé que eres el capitán del equipo de fútbol y todo eso… me refiero a si tienes algún interés más allá de los deportes… ―Naruto dio un mordisco a su helado antes de responder.
―Prométeme que no le dirás a nadie. ―Hinata pestañeó para luego asentir, lentamente, preguntándose qué requeriría tanto secretismo. Naruto inspiró largamente antes de hablar―. Me gusta la jardinería―dijo de golpe. Hinata abrió mucho los ojos al oírlo―. Sí, ya sé lo que piensas: que no pega conmigo, que es una afición más de chicas, que…
―No―lo interrumpió Hinata―. Iba a decir que nunca lo hubiese adivinado. ―Y eso que ella lo observaba siempre que podía, lo llevaba haciendo desde hacía años, y hasta ahora que se enteraba de semejante pasatiempo del chico―. ¿Lo llevas en secreto?―Naruto se removió, incómodo.
―Solo el teme lo sabe.
―Oh, Sasuke-kun―dijo ella.
Tenía lógica, era su mejor amigo.
―Y creo que Shikamaru lo sospecha, porque más de una vez me ha pillado comprando cosas de jardinería… vivimos más o menos cerca. Yo siempre le digo que son encargos de mi madre, pero una vez coincidió que mis padres no estaban y él lo sabía, pero aún así no comentó nada. Cosa que le agradezco en el alma.
―No tienes por qué avergonzarte…
―No me avergüenzo―dijo Naruto―. No es eso, es solo que… ―Se rascó la cabeza, buscando explicarse. No quería quedar mal delante de Hinata―. Soy el tipo duro del instituto, ¿sabes? El que aguanta las ostias más brutales en el campo, el que se la pasa entrenando siempre que puede, el tío popular que sale con la jefa de animadoras cuando le apetece… Sé que suena absurdo, pero no quiero arruinar esa imagen porque, sino, también se mancharía la imagen del equipo. Por eso estoy deseando largarme a la universidad, para poder hacer borrón y cuenta nueva… Para poder decirte lo mucho que te quiero y empezar algo real contigo. ―Pero esto último se lo guardó para sí.
Hinata lo escuchó atentamente. Cuando terminó, lo miró de una forma totalmente nueva, distinta a como solía. Si en ese momento se hubiese atrevido, lo hubiese besado. Allí, delante de todo el mundo.
Quiso abrazarlo, acunarlo contra ella, decirle que no tenía que demostrar nada a nadie, que fuese él mismo si quisiese. Pero también lo comprendía, porque a ella le pasaba algo parecido: había ciertas cosas que le estaban vedadas de hacer, porque en ello iba la reputación de su familia, de la empresa que a su padre tanto le costó mantener a flote cuando tuvo lugar lo peor de la crisis.
―Lo comprendo. De verdad. Mejor de lo que crees. ―La expresión de ansiedad desapareció entonces del rostro de Naruto y pudo sonreír, aliviado.
Terminaron la cena y, cuando llegó el momento de pagar, Naruto se adelantó y decidió hacerse cargo de la cuenta al completo. Hinata protestó, sobre todo porque seguramente ella podía permitírselo mucho más que el rubio, pero este se negó insistentemente a que gastara una sola moneda.
―Es una cita, así que pago yo―zanjó la discusión, apoderándose de la nota y dirigiéndose resueltamente hacia la caja para pagar.
Hinata frunció el ceño pero, sabiendo que era inútil, lo dejo por imposible. Ya encontraría la forma de resarcirse, se dijo. Esperó al lado de la puerta a que Naruto volviera y entonces ambos salieron a la calle.
Hacía una noche muy bonita, con el cielo despejado plagado de estrellas. Ambos se giraron a mirarse, ahora nerviosos y algo incómodos. ¿Cómo eran las despedidas en las citas reales? ¿Debían besarse o con un abrazo bastaba? Naruto carraspeó y se frotó la nuca. Debería llevar a Hinata a casa, ¿verdad? Sí, como todo un caballero.
―Esto… te llevo a casa―su frase sonó más brusca de lo que pretendía.
Hinata retrocedió dos pasos, agitando las manos y la cabeza en negación.
―N-no es necesario, Naruto-kun. T-tomaré un taxi…
―¡No, no, vine en el coche de mi padre y puedo llevarte'ttebayo! ¡¿Y si algo malo te ocurre?! ¡El mundo está lleno de malas personas!―Y ella era tan dulce, tierna e inocente… ¿y si se topaba con un violador o con un ladrón sin escrúpulos? ¡Peor! ¡¿Y si la secuestraba un asesino en serie?!
Hinata se tapó la boca, intentando inútilmente reprimir la risotada que brotó finalmente de su garganta.
―Está bien. P-por tu propia salud mental, t-te dejaré que me lleves a casa. ―Naruto se puso serio y asintió.
―Así me gusta. Vamos'ttebayo. ―Se dio la vuelta y Hinata tuvo que correr hasta ponerse a su altura.
Naruto tuvo que guardarse las manos en los bolsillos del pantalón, ya que estas le hormigueaban con las ganas que tenía de alargar los dedos y entrelazarlos con los de ella. Apretó los puños y respiró hondo para tranquilizarse.
Fueron hasta donde había dejado el coche mal aparcado (el cual, milagrosamente, no tenía ninguna multa) y le abrió la puerta para dejarla entrar. Cerró y rodeó el vehículo hasta entrar por la puerta del conductor. Se puso el cinturón y ayudó a Hinata a abrochar el de su lado. Luego, arrancó y echó a andar el coche.
―¿Dónde vives exactamente?
―Hacia el sur… ―Naruto hizo una mueca.
Él vivía en la zona norte, adiós a su excusa de vivir cerca para ir a buscarla algún que otro día para llevarla al instituto. Aunque bien podría madrugar…
―¿T-te molesta si pongo música?―Sin despegar las manos del volante, Naruto miró de reojo para ella.
―No, claro. Sírvase usted misma, señorita. ―Hinata sonrió y él sintió de nuevo aquel tirón tan familiar en la boca del estómago. Dios, era tan guapa…
Hinata puso la radio y manipuló los controles hasta dar con una canción que le gustaba, una de los años ochenta, que hablaba sobre que el paraíso estaba en la tierra y podía construirse en la misma… Hinata estaba tarareando y cantando versos sueltos en cuestión de segundos.
―¿Te gusta esta canción?―Hinata asintió, sonriente.
―No la conocía, la verdad, no hasta hace unos días… ¿Te suena El cuento de la criada?
―¿Esa serie que está tan de moda?
―Bueno, la serie está basada en un libro, pero sí, esa serie que ahora está tan de moda. En el último capítulo la protagonista canta fragmentos de esta canción y, ahora, no puedo parar de escucharla. Y creo que a mucha gente le pasa igual, a juzgar por los comentarios en youtube cuando la busqué. Todos eran del estilo "Like si has llegado aquí por El cuento de la criada". ―Naruto rio.
―Suele pasar y muy a menudo'ttebayo. ¿Me la recomiendas?
―¿La serie? Sí, claro, está genial. La verdad es que han hecho un gran trabajo… no como con Juego de tronos. ―Ante su ceño fruncido, Naruto le echó un pequeño vistazo, intrigado.
―¿No te gustó la serie?―Hinata meneó la cabeza.
―Me encantan los libros, pero la serie es un auténtico fiasco, al menos para los que somos fans de la saga literaria. Hicieron lo que les dio la realísima gana con los personajes, con la trama… con to-do. No fui capaz de pasar del tercer capítulo. Y mira que lo intenté varias veces.
―A mí también me aburría, pero por motivos distintos: demasiado diálogo y poca acción. ―Hinata rio.
―Si de verdad quieres empezar a ver El cuento de la criada… léete primero el libro. Así captarás mucho mejor las cosas que ocurren en la historia. ―Naruto asintió, serio.
―Si al final me decido… lo haré. ―Ambos se sonrieron.
Tardaron media hora en llegar a casa de la chica. Naruto aparcó delante de la verja y apagó el motor. Sintió sudarle las manos y se las limpió en el pantalón.
―Y-yo… me lo he pasado muy bien hoy―dijo Hinata, sin atreverse a mirarlo ahora directamente, con el rostro todo sonrojado.
Naruto enrojeció y asintió.
―Yo también me lo he pasado muy bien. Lo cierto es que… me divertí mucho. ―Se atrevió a mirarla y se mordió el labio inferior al ver lo encantadora que estaba, con sus pálidas mejillas y su cuello teñidos de rosado―. Hinata… ―Ella lo miró―. ¿Puedo… puedo decirte algo sin que te sobresaltes?―Confusa por su pregunta, ella movió la cabeza afirmativamente. Naruto se inclinó entonces hacia ella y le susurró al oído unas palabras que la hicieron temblar y casi desmayarse―. Estás preciosa. ―Y casi cae inconsciente cuando, en un impulso de lo más atrevido, el rubio se aventuró a depositar un suave beso en la comisura de su boca.
Muy, muy cerca de sus labios.
Demasiado.
Sintiendo sus piernas convertirse en gelatina, tanteó hasta dar con la manilla de la puerta y tiró para abrirla, bajando torpemente del coche.
―Gr-gracias por traerme. N-nos vemos el lunes.
―¡Espera!―Naruto la tomó del brazo y la obligó a abrir la mano, depositando un papelito en su palma―. Mi número―murmuró―. Dame un toque cuando puedas. ―Ella cerró el puño instintivamente y asintió, bajándose del asiento y prácticamente echando a correr hacia su casa.
Naruto la vio meterse en su hogar con una boba sonrisa bailando en sus labios. Silbando de puro contento, puso de nuevo el coche en marcha y maniobró para dar la vuelta y dirigirse ahora a su propio hogar.
Ya no le importaba el castigo que le esperaba en casa.
Porque nada ni nadie estropearía lo maravillosa y perfecta que había sido aquella cita con la chica de sus sueños.
Ni siquiera su madre y su mal genio lo lograrían.
Entró silbando a clase, saludando a todo el mundo y riendo hasta por la más mínima chorrada. Se dejó caer al lado de Sasuke, quién lo miraba, con las dos cejas arqueadas.
―Una de dos: o te ha tocado la lotería o has tenido un muy buen sexo este fin de semana. ―Naruto rio.
Ni siquiera iba a dejar que los comentarios burlones y sarcásticos de Sasuke le jodieran el día y el buen humor. Su fin de semana había sido más que perfecto porque había empezado con muy buen pie. No había parado de rememorar el sábado y el domingo la maravillosa cita que había pasado con Hinata. Como había predicho su madre lo había castigado, prohibiéndole salir y jugar a videojuegos o andar con el ordenador.
Así que había aprovechado parte del tiempo en estudiar y adelantar deberes y trabajos y la otra mitad del tiempo leyendo.
Sí, leyendo. Era difícil de creer siendo él, pero lo primero que había hecho al levantarse de cama el sábado por la mañana no había ni desayunar ni ver las noticias deportivas matutinas. Nop.
Lo primero que había hecho nada más despertarse había sido bajar al salón y empezar a rebuscar entre la colección casi infinita de su padre aquel libro que Hinata le había recomendado, El cuento de la criada. Si hacía el esfuerzo de leérselo y luego verse la serie seguro que encontraría más temas en común con ella.
Su progenitor lo había pillado in fraganti, pero Naruto no permitió que eso lo fastidiase. Le preguntó con toda la naturalidad del mundo si tenía el mencionado libro y, tras la incredulidad inicial, Minato había ido directamente a la parte derecha de la estantería y agarrado un libro blanco del penúltimo estante.
Se lo entregó, con la curiosidad impregnada en todo su rostro.
―¿Para qué lo quieres?―le preguntó.
Naruto se encogió de hombros mientras tomaba el libro en sus manos.
―Para un trabajo de clase.
―¿De literatura?―Naruto asintió, distraído, pensando ya en la conversación que tendría con Hinata sobre el libro.
―No le digas a mamá. Por favor. ―Minato reprimió una sonrisa y asintió.
―De acuerdo. ―Y ninguno de los dos dijo nada más.
Sobraban las palabras y, además, Minato no era tonto. Seguramente la misteriosa de la chica de la fotografía había obrado el milagro que estaba viendo ahora mismo: su hijo cogiendo un libro por voluntad propia para leerlo. Ver para creer.
Naruto salió de sus pensamientos en cuanto vio entrar a cierta chica de ojos perlas en la clase. Sonrió como un bobo, observando como su curvilíneo y perfecto cuerpo se dirigía con sus típicos andares tranquilos y algo vacilantes hacia el pupitre que solía ocupar en el aula.
―¡Naruto, cielo!―La voz chillona de Sakura reventó la burbuja de felicidad de Naruto.
Conteniendo una mueca de auténtico fastidio, Naruto dejó que la pelirrosa de ojos verdes se acercara, balanceando sus caderas enfundadas en el diminuto uniforme de las animadoras.
―Hey, Sakura-chan, ¿qué hay?―Ella hizo un puchero que a muchos les parecería de lo más sexy y adorable, mientras se dejaba caer en sus piernas y le rodeaba el cuello con los brazos, apretando sus pequeños pechos contra su torso duro y musculoso.
Sintió náuseas pero se dejó hacer, obligando a sus manos a posarse en la cintura femenina. De reojo, vio que Hinata había dejado de mirarlo y ahora parecía la mar de interesada en sus uñas, frotando los dedos entre sí de forma frenética y casi obsesiva.
A su lado, Sasuke meneaba la cabeza y lo miraba con cara de: "¿Eres imbécil?", mientras que Shikamaru suspiraba, desviando su mirada al techo y murmurando algo así como "Que todo se estaba volviendo demasiado problemático".
Apretó el agarre en torno a la huesuda cintura de Sakura. Ellos no sabían, no tenían ni pajolera idea de nada. No podía hacer nada, no por el momento: así eran las cosas, y así debía mantenerlas hasta final de curso, hasta verse libre de aquel ambiente opresivo y viciado.
Si ahora de pronto hacía público su verdadero sentir, solo le traería problemas a Hinata. Era consciente de su posición y de la de ella. La acosarían todavía más, le harían la vida imposible, las burlas la destruirían porque, por alguna razón, Hinata tenía muy mala opinión de sí misma.
―¡Eres muy malo! ¡Me tuviste abandonada todo el fin de semana!―Naruto sonrió brillantemente, enmascarando así la angustia que lo estaba corroyendo por dentro.
―Lo siento, nena. Tenía que estudiar y adelantar unos trabajos. Tengo que mantener mi media. ―Omitió el hecho de que su madre lo había castigado, porque eso implicaría tener que dar explicaciones.
Sakura ladeó la cabeza ante lo que había oído. Quiso chillar y abofetearlo, enseñarle el vídeo de su móvil y exponer así lo zorra que era Hinata Hyūga por quitarle a su chico. Tenía que averiguar, por otro lado, cómo demonios sabía Naruto que Hinata estaba en Ichiraku a aquellas horas. Algo le decía que no era simple casualidad, porque, según el vídeo que tenía grabado a buen recaudo en su móvil, Naruto corría directamente hacia ella. No se paraba con nadie ni se detenía por nada, como si estuviera concentrado en alcanzar un único objetivo.
Sakura no quería pensarlo, pero la única explicación era que alguien la hubiese traicionado.
Pero decidió aparcar aquel asunto por el momento.
Sonrió coqueta y enganchó los brazos alrededor de los hombros masculinos, con una mirada seductora en sus ojos verde jade.
―No importa. Cariño, ¿qué te parece si quedamos después de clase? Ya sabes… para ayudarte a aliviar la tensión acumulada… ―le susurró al oído lo suficientemente alto como para que todos a su alrededor lo oyeran.
Naruto se libró de responder al hacer su aparición el profesor en el aula.
Sakura se levantó de sus piernas, no sin antes darle un pico como promesa de lo que le haría más tarde, en la intimidad de su coche.
Naruto consiguió que el estremecimiento que lo recorrió no se notara, pero sí recibió una segunda mirada de reproche de su mejor amigo.
―Definitivamente, eres gilipollas. Más tonto y no naces.
―Cállate, teme.
―Estás haciendo el imbécil.
―Sasuke, cállate.
―Tú mismo. Luego no me vengas llorando. ―Ambos chicos empezaron a prestar atención a la lección.
Pero antes, Naruto se sacó el móvil del bolsillo y tecleó un mensaje rápido que envió. Vio como, extrañada, Hinata metía la mano en su estuche y sacaba su propio teléfono. Una mueca de sorpresa surcó su hermoso rostro y no pudo evitar mirar un segundo hacia atrás, topándose con la mirada culpable y azulada de Naruto.
Ella le sonrió trémula y articuló un "No pasa nada" con sus carnosos labios rosados.
Y es que, por muy tonto que pareciera, Naruto había sentido la necesidad de disculparse por la escenita de Sakura.
Por eso le había mandado un Lo siento más que sincero.
Odiaba verla sufrir. Y daría lo que fuera por verla sonreír.
Lo que fuera.
―¡Menudo gilipollas!―exclamó Kiba a la hora de la comida.
Dejó caer su bandeja con fuerza desmedida en la mesa en la que Hinata y Shino lo estaban esperando.
―Kiba.
―¡Pero míralo, es que es para vomitar!―Los ojos de Hinata se ensombrecieron y bajó la cabeza, jugueteando con su almuerzo―. ¡No sé por qué no me dejas darle una paliza, Hina! ¡O que Akamaru le de un buen mordisco en su po-
―Kiba―advirtió Shino, en un tono de voz algo más alto de lo que era normal en él.
Kiba se ruborizó y miró con disculpa para su amiga.
―Perdona. ―Hinata sonrió y negó.
―No deberíais reprimir vuestro vocabulario. Soy mayorcita. Puedo soportarlo. ―Sus amigos sonrieron.
―Eres una señorita―dijo Shino, simplemente―. Y las señoritas no deberían escuchar vulgaridades.
―Shino, ¿seguro que no vienes del siglo pasado o algo?―El aludido fulminó a Kiba con la mirada, o al menos eso pareció, porque las gafas oscuras que siempre llevaba hacían difícil adivinar su expresión.
―Que sea educado y considerado no significa que sea anticuado. ―Kiba iba a replicar pero se lo pensó mejor y meneó la cabeza.
―Pasando a otro tema… el viernes hay partido. ¿Por qué no me acompañáis a verlo?
―Creí que no te caía bien Naruto.
―Y no me cae bien, ya sabes por qué―dijo, haciendo un gesto hacia Hinata―. Pero eso no quita que el tío sea un as en el campo. Y si consigue que nos clasifiquemos para los cuartos de final, el instituto recibirá más fondos, lo que significa que podríamos hacer algo decente con el baile de fin de curso, no la cutrez de todos los años de decorar el gimnasio con los mismos adornos pasados de moda.
―¿Y crees que los profesores lo aprobarán?
―Lo harán si todos los alumnos presionamos un poco. Estoy seguro de que la zorra―no preguntaron, ambos sabían a quién se refería Kiba―será la primera en encabezar la petición.
―Tú lo que quieres es invitar a Tamaki sin que te pongan pegas―dijo Shino, haciendo alusión a la novia de Kiba, una guapa chica amante de los gatos (por muy irónico que eso fuese) que estudiaba en otro instituto distinto al suyo.
―Eh, no es un crimen querer pasar tiempo con tu chica. ―Hinata sonrió mientras los veía discutir.
Involuntariamente sus ojos se desviaron a la derecha de la cafetería, donde Naruto reía y gastaba bromas en compañía de sus amigos y compañeros de equipo, con un brazo rodeando la cintura de Sakura y ella acurrucada tan feliz sobre su pecho. Sintió el desasosiego invadirla pero luego negó, diciéndose que no podía ser tonta.
Lo del otro día había sido tan solo una muestra de la amabilidad de Naruto. Se había sentido mal porque su no-novia la hubiese acorralado e insultado delante de todo el instituto, y había sido su forma de pedirle perdón, aunque él no tuviera que hacerlo realmente.
Antes de desviar la vista, sin embargo, le pareció que los ojos jade de Sakura se posaban un segundo en ella, y, más extraño aún: creyó distinguir un destello de odio en ellos.
Pestañeó, pero Sakura ya estaba de nuevo riendo tontamente por algo que había dicho Naruto, y pegándose aún más al torso del chico.
Sacudió la cabeza, diciéndose que ya estaba siendo paranoica.
Sakura no tenía ningún motivo para odiarla. Nadie sabía de su cita con Naruto más allá de su hermana y de su mejor amiga, porque dudaba que Naruto lo hubiese comentado con nadie. Sería un suicidio social si decía que había salido a cenar con la rarita del curso.
Intentó por todos los medios que la tristeza no la invadiese. Porque dolía, dolía en lo más hondo ver al amor de tu vida enamorado de otra, en brazos de otra.
Y ese dolor la destrozaba cada día un poco más.
―¿Listo?―Naruto terminó de ataviarse con todo el equipo de fútbol y asintió.
Shikamaru y Sasuke le dieron palmadas en la espalda al tiempo.
―A por ellos entonces. ―Los tres salieron al campo y, antes de penetrar la línea blanca que separaba el terreno sagrado del resto del césped, se detuvo y cerró los ojos, impregnándose de los sonidos y los olores tan familiares.
Los gritos de las animadoras, la música de la banda, los gritos del público, el susurro del cuero del balón y de las ropas del resto de los jugadores…
Respiró hondo, dejando que todo eso penetrase en su interior y erizase el vello de su piel. Abrió los ojos nuevamente y, respiró hondo.
―Vamos a por ellos. ―Sasuke y Shikamaru rugieron y los tres entraron corriendo.
La afición chilló enloquecida en cuanto los vio. De reojo, Naruto miró para las gradas mientras calentaba, buscando un rostro en particular. Hinata le había dicho que iba a ir, que iba a estar allí, animándolo…
Recorrió los rostros uno por uno en tiempo récord, perdiendo las esperanzas cada vez que no encontraba sus ojos perlas. Hasta que la vio.
Su corazón comenzó a latir a toda prisa cuando, como atraída por su mirada, Hinata dejó de hablar con el que tenía al lado para fijar sus orbes blanquecinos en él. Un encantador rubor tiñó sus pálidas mejillas y, sabiendo que estaba dudando entre saludarlo o no, él hizo un imperceptible movimiento de cabeza. Hinata correspondió con una sonrisa tímida y levantando su mano apenas un centímetro, agitando sus dedos en un saludo silencioso.
Sintiéndose de pronto pletórico e invencible, Naruto terminó su calentamiento y se dirigió hacia donde el entrenador los llamaba.
―¡Naruto!―Sakura lo interceptó a medio camino y, sin pedirle permiso, enredó los brazos en su cuello y le plantó un beso en la boca que pretendía se apasionado y encender su lujuria, pero que lo único que hizo fue que todo su buen humor se esfumara de golpe.
Tuvo que obligar a su cuerpo a moverse, poniendo las manos en los hombros femeninos en un gesto de pretendida respuesta a la atrevida caricia. Detrás de ellos, sus chicos silbaron y las animadoras soltaban risitas tontas y de lo más irritantes.
―Para que te dé suerte. Cuando ganes… vayamos a celebrarlo―le dijo al oído.
Tratando por todos los medios de retener sus ganas de vomitar, Naruto consiguió esbozar una sonrisa, una del todo forzada, pero que nadie, salvo Sasuke y Shikamaru, se dieron cuenta de que era falsa.
―Claro, nena. Siempre a tu disposición. ―Se dio la vuelta y llegó al fin a donde lo esperaba el equipo.
El entrenador Kakashi, altamente observador, cruzó los brazos y lo miró fijamente durante un buen rato.
―¿Necesitas unos minutos?―Naruto respiró hondo y asintió.
―Saque a Sai en mi lugar. Solo durante el primer tiempo… ―Kakashi asintió y, en un gesto de comprensión, palmeó a su jugador estrella en el hombro.
Por su parte, Naruto se sentó en el banquillo y agarró una botella de agua, echándosela por la cara y empapándose toda la parte superior del torso, el cuello, la cara y el cabello. Uno de sus compañeros le pasó una toalla seca y se lo agradeció en un murmullo, mientras hundía el rostro en la suave tela, sintiendo una opresión en el pecho.
No podía aguantar más. Saber que seguramente Hinata estaría ahora mismo decepcionada con él, que no querría volver a mirarlo nunca más, ni darle la hora siquiera, hizo que las náuseas se incrementasen.
¡Al diablo Sakura y todos los demás! ¡Al diablo su plan de esperar hasta final de curso!
Tenía que decirle a Hinata lo que sentía. Que ella decidiera si quería afrontar las consecuencias de estar con él o no.
No era justo que decidiera por los dos, por ella.
A pesar de la escena que la había dejado con ganas de llorar, el partido estuvo entretenido. Consiguió serenarse lo suficiente como para poder permitirse disfrutar de cada minuto. Le extrañó que el entrenador no sacase a Naruto ya desde el principio, pero supuso que sus razones tendría.
Cuando el objeto de sus deseos se puso en pie y pisó el campo, la afición rugió, dándole ánimos. Ella se unió al griterío, aplaudiendo, deseando que Naruto oyese su voz por encima de todo el barullo, que la distinguiese entre miles de personas, como si fuese especial para él.
Rio, sabiendo que aquello era del todo imposible. Se dedicó a observar lo que quedaba del partido. Se enfadó con los demás cada vez que algún rival bloqueaba a Naruto o le impedía lanzar. Vitoreó cada vez que el rubio de sus sueños anotaba un tanto o alguien del equipo hacía una buena jugada.
Al final, el equipo de Naruto, su equipo, ganó el partido. Todas las gradas vibraron con los gritos, los aplausos y los saltos.
―¡Sí, mierda! ¡Así me gusta, joder!―Shino lanzó una mirada fulminante a Kiba mientras que Hinata reía, feliz.
―¿Vamos a cenar algo? ¡Invito a pizza!
―Solo quieres aprovechar las ofertas que habrá porque el equipo ha ganado el partido.
―¡Eh, soy un hombre que sabe ver las oportunidades!―Hinata volvió a reír, todo su malestar ya olvidado.
Siempre se le había dado bien resignarse.
―Chicos, ¿me esperáis un momento? Tengo que… ―Se tocó la tripa y con ese simple gesto Kiba y Shino entendieron.
―Claro. ¿Quieres que te acompañemos?
―No, estaré bien.
―No le pasará nada, Kiba. No es una niña.
―¡Y tú que sabes!―Riendo ante la tierna preocupación de Kiba, Hinata entró en los baños femeninos que había bajo las gradas.
Desde el final del pasillo se oían las risas y los vítores, y alguien había puesto música, seguramente en algún móvil. Vio pasar a toda prisa a un par de animadoras todavía vestidas con el uniforme y la chaqueta deportiva reglamentaria del instituto por encima. También se encontró con más chicas en el baño, a quién saludó educadamente.
Esperó su turno para entrar a uno de los cubículos. Cuando salió, se sorprendió al ver que ya no quedaba nadie. Encogiéndose de hombros, se lavó las manos, se las secó al aire lo mejor que pudo y luego salió, topándose de bruces con nada y nada menos que Sakura Haruno, la jefa de las animadoras.
―Vaya, vaya, mira quién tenemos aquí: Hinata rarita Hyūga en persona. ―Hinata tragó saliva y adoptó un aire de dignidad, enderezando la espalda y mirando directamente a la pelirrosa a los ojos.
―Hola, Sakura. ―Los orbes jade de Sakura se endurecieron.
Se despegó de la pared y caminó hasta estar delante de ella.
―¡No me tengas tanta confianza! ¡No somos amigas!―Hinata tragó saliva de nuevo pero no se dejó amedrentar.
―Lo sé. ―Sakura ladeó la cabeza con el ceño fruncido y empujó a Hinata hasta hacerla chocar contra la puerta del baño.
Hinata soltó un gemido, más de sorpresa que de miedo.
―No te hagas la lista conmigo… ¿Qué hacías el otro día saliendo tan ricamente por ahí con Naruto, eh? ¡Es mi chico, bruja!―Hinata pestañeó y se le fue el color de la cara.
¿Sakura los había visto? Pero… ¿cómo? Ichiraku no estaba en la zona de la ciudad que la animadora solía frecuentar ni mucho menos, nunca la había visto por allá.
―Yo… solo quiso ser amable… ―Empezó a balbucear una excusa.
No quería meter a Naruto en problemas con su novia.
―¡No tendría que estar allí! ¡Ni siquiera tendría que haber aparecido! ¡¿Cómo lo hiciste, eh?! ¡Nadie más sabía lo de la nota!―Hinata pestañeó y fue ahora su turno de ladear la cabeza, curiosa.
―¿Qué quieres decir?―preguntó, con el corazón latiéndole a toda prisa en el pecho.
Sakura bufó y la soltó, separándose unos pasos de ella. Levantó el brazo y la señaló con una uña perfectamente pulida y pintada apuntado directamente a ella.
―¡Que todo era una farsa, niña tonta! ¡Yo fui quién escribió la nota! ¡Te teníamos grabada, plantada allí de pie, toda vestidita cual muñequita de porcelana, esperando a tu príncipe azul! ¡Salvo que él, por obra y gracia del espíritu santo, decidió aparecer! ¡¿Cómo lo hiciste?! ¡¿Cómo lo engatusaste?! ¡Dime!―Hinata sintió el pulso rugir en sus oídos al escuchar la confesión de Sakura.
Entonces… la cita… ¿no había sido verdadera?
No… Naruto había ido, se había disculpado por llegar tarde, la había invitado a cenar… habían hablado… habían reído… se lo habían pasado bien…
Y todo… ¿había sido mentira?
―¡¿Qué cojones estás haciendo?!―La nueva voz, masculina, ronca, hizo a las dos chicas dar un respingo.
Naruto se acercaba a toda velocidad hacia ellas. Se interpuso entre ambas, protegiéndola con su cuerpo, y agarró a Sakura del brazo para empujarla lejos de ella.
―¡¿Qué hacías Sakura-chan, mierda?! ¡¿Es que no puedes dejarla tranquila?!
―¡¿Por qué la defiendes?!―Naruto respiró hondo.
Había entrado en pánico al salir del vestuario en busca de un sitio tranquilo para tomarse un respiro cuando la visión de Sakura acorralando a Hinata lo había llenado de miedo y de furia al mismo tiempo. Temiéndose lo peor y conociendo lo venenosa que podía llegar a ser la lengua de Sakura, había ido corriendo a rescatar a la Hyūga.
―Sakura-chan, será mejor que te vayas… ―Porque no confiaba en sí mismo, por muy mujer que fuera Sakura y por mucho que su madre le había inculcado el respeto hacia el sexo femenino, no toleraría ni una salida de tono más hacia Hinata. Hinata era buena y noble, una magnífica persona, y no se merecía el veneno de Sakura.
―¡¿Por qué?! ¡Dime, ¿por qué?! ¡¿Es porque tiene aspecto de princesita desvalida, eh?! ¡¿Por qué va por ahí con cara de ser la dama en apuros que necesita un caballero de brillante armadura que la salve?! ¡¿Por qué todos los tíos no pueden ver que todo es pura fachada?! ¡Las mosquitas muertas son las peores!―Naruto y Hinata parpadearon, ambos dándose cuenta de que aquello no era por el rubio, sino que iba mucho más allá
―Sakura-chan… ―La pelirrosa sacudió la cabeza y clavó la mirada en ambos.
―¡Es una jodienda! ¡Hasta Sasuke-kun es considerado con ella! ¡No es justo, maldita sea! ¡NO ES JUSTO!―Naruto miró ahora con tristeza para la chica.
―Sakura-chan―llamó, en tono suave―, tú no eres así. Eres fuerte e inteligente. Deja de comportarte como si fueras una idiota sin cerebro. ―Dicho esto, Naruto se volvió, para descubrir con horror que Hinata había desaparecido―. ¡Hinata!―Echó a correr fuera de la zona de los baños, buscándola desesperado con la mirada.
La encontró a punto de reunirse con sus amigos y aceleró el paso, cogiéndola del brazo para impedir que se fuera.
―¡Hinata, espera!―La chica se giró, con lágrimas a punto de derramarse de sus ojos. Sintiendo la angustia invadirlo, Naruto no pudo contenerse y la abrazó con fuerza, apretándola contra él―. ¡Lo que quiera que te dijera Sakura no es cierto! ¡Eres guapa, tierna, cariñosa, dulce, inteligente…
―Naruto-kun―llamó ella suavemente. Naruto la abrazó más fuerte―. M-me haces daño. ―Automáticamente, Naruto la liberó, pero no soltó sus brazos, observándola ansioso.
―¡L-lo siento! No quería… ―Ella levantó una mano indicándole que estaba bien e inspiró hondo, para recuperar el aliento perdido.
―Estoy bien. Ve con Sakura. Te necesita. ―Naruto apretó los labios y negó.
Tomando valor, deslizó sus manos a lo largo de los delgados y pálidos brazos de Hinata, cubiertos por una chaqueta lila con capucha, hasta agarrar sus muñecas. Sintió su pulso acelerado en la yema de sus dedos y no pudo evitar sonreír. Él le afectaba. Bien. Eso era buena señal.
―Hinata…
―E-está bien, ¿sabes? S-sé que lo del otro día fue tu forma de disculparte. T-te agradezco que me ahorraras la humillación, pe-pero… ―Naruto ladeó la cabeza y frunció el ceño.
―Sakura te lo ha contado, ¿no?―Hinata asintió.
―P-por eso… ―Naruto resopló.
―No tendrías que haberte enterado. No de momento, al menos. No hasta que estuviéramos comprometidos, al menos y…
―¿Eh?―Hinata pestañeó y Naruto enrojeció, dándose cuenta de que había pensado en voz alta.
―¡P-perdona! S-solo pensaba en voz alta…
―Ah… ―Ninguno fue capaz de decir nada durante varios minutos.
―Hinata… ¿y si te dijera que esa no fue la razón por la que fui a cenar contigo aquella noche? ¿Y si te dijera que la dichosa nota tan solo me proporcionó la excusa que llevaba tiempo buscando?―Hinata lo miró, con los ojos y la boca muy abiertos.
―N-Naruto-kun, ¿q-qué estás…
―Me gustas, Hinata. Y no como amigo ni nada parecido. No. Me gustas, me encantas, no puedo dejar de pensar en ti, me tienes tan loco que apenas puedo dormir por las noches… Eres lo primero en lo que pienso al despertar y en lo último en lo que pienso cuando acaba el día. ¿Sabes que fui el chico más feliz de la tierra cuando me asignaron a Neji como mi tutor el año pasado porque pensé que así podría conocerte mejor? Ya entonces me gustabas, pero siempre parecías rehuirme. Y aunque la cosa no mejoró… ―Hinata enrojeció al recordar alguno de esos episodios de huida algo bochornosos―…. Eso solo hizo que anhelara conocerte más. No podía dejar de observarte, de soñarte… Hasta que me di cuenta de que no solo me gustabas. ―El corazón de Hinata latía a toda prisa dentro de su pecho.
Sintió un escalofrío cuando las manos de Naruto acariciaron sus brazos hasta llegar a su rostro, donde las envolvió alrededor de sus mejillas, levantándolas para hacer que lo mirara, acercando sus rostros un poco más.
―N-Naruto-kun…
―Hinata Hyūga, estoy enamorado de ti. Te quiero. Sé que soy un imbécil por haberte hecho sufrir todo este tiempo, que no tengo excusa para mi comportamiento. Mi única defensa es que quería protegerte, no quería que fueras el blanco de bromas o comentarios jocosos por mi culpa, por quién soy yo… No quería que sufrieras innecesariamente―le confesó, con la voz ronca.
―E-eso lo d-debería decidir yo―dijo Hinata, con los ojos cristalinos a causa de las lágrimas que se acumulaban en los bordes de los mismos.
Naruto curvó sus labios en una sonrisa.
―De eso me di cuenta hace apenas una hora… ¿qué dices? ¿Quieres… quieres ser mi novia?―Hinata gimió, no creyéndose que su más anhelado sueño se estaba haciendo realidad.
―¡JODER, HINATA, DILE QUE SÍ DE UNA VEZ! ¡LO ESTÁS DESEANDO!―Naruto y Hinata miraron en dirección a donde Kiba daba saltos y hacía gestos de victoria con las manos, mientras sonreía y gritaba como un loco.
Shino se limitó a sonreír y asentir en su dirección, como diciéndole que si aceptaba, estaría haciendo lo correcto.
Se volvió entonces hacia Naruto y le sonrió, tomando valor para posar sus pálidas manos sobre las bronceadas de él, que aún le sostenían el rostro.
―Sí, Naruto-kun. Me encantaría ser tu novia. ―El alivio y la alegría inundó a Naruto, haciendo que soltara una exclamación de júbilo y que, sin más demora, la besara, dejando caer su boca sobre la de ella.
Hinata correspondió lo mejor que supo, poniéndose de puntillas para hacerle la tarea más fácil y abriendo sus labios lo más posible, dejando que su lengua hiciese lo que quisiera con la suya.
A partir de ese momento, Hinata supo que su vida iba a cambiar para siempre.
Ya nada iba a volver a ser lo mismo.
Fin 1
Pues ya tenéis entretenimiento para la cuarentena. De sobra xD.
Es tarde y ya se me están cerrando los ojos, así que... ¿Me dejáis un review? Porque, ya sabéis:
Un review equivale a una sonrisa.
*A favor de la campaña con voz y voto. Porque dar a favoritos y follow y no dejar review es como manosearme la teta y salir corriendo.
Lectores sí.
Acosadores no.
Gracias.
¡Nos leemos!
Ja ne.
bruxi.
