Lo Retorcido de Los Sentimientos.
Capitulo 1. "Deudas y Rutina".
La anciana Kaede iba a matarla. Rin miro su teléfono y frunció el ceño, ya era la una de la mañana. Ella le había prometido a la señora Kaede que volvería a casa antes de media noche.
Entro en la casa tan silenciosamente como pudo, Towa era de sueño ligero.
Se quito los zapatos, los dejo en la entrada, cerró la puerta, y se estremeció. Rayos, había echo ruido con las viejas tablas del piso.
-¿Señorita Rin? –Dijo la mujer mayor, frotando su ojo y sentándose en el sofá de la sala al lado de la cama de las niñas.
Rin miro a las gemelas, pero no parecían haberse despertado.
Se acerco a la niñera, no le tomo mucho tiempo ya que el departamento era pequeño.
La anciana Kaede fruncía el seño pero también la miraba con tristeza.
No había sentido esa mirada desde el día que su madre supo de su embarazo, hace ya 4 años.
-Lo siento. –Dijo ella, antes de que la mujer mayor pudiera decir nada, haciendo una reverencia algo exagerada. –Estoy realmente, realmente arrepentida. No pasara nuevamente, lo juro. No podía volver antes, ha sido una noche tranquila, y no he conseguido suficientes propinas, así que tuve que quedarme para poder pagarle esta semana.
La mueca en la cara de la anciana era de disgusto pero después suspiro.
-Rin, entiendo tu situación, es el único motivo por el que sigo aquí, pero debes entender la mía también. Tengo una familia, pero me paso hasta 15 horas cuidando de dos enérgicas niñas de 4 años y no me paga lo suficiente para eso.
-Voy a encontrar otro trabajo. –Dijo Rin rápidamente, tratando de controlar el ligero pánico creciendo en su interior. –Voy a encontrar un mejor trabajo y le pagare más.
La mujer suspiro de nuevo, sacudiendo la cabeza. –Eso mismo me dijiste el mes pasado, Rin. –Miro a las más pequeñas. –Admiro tu dedicación, pero no puedes seguir de esta manera. Solo tienes 21 años, te mereces algo mejor... Ellas se merecen algo mejor también... ¿Qué tal si les encuentras una buena familia...?
-¡Yo soy su familia! –Dijo alzando la voz con ira contenida.
Agradecía la preocupación, pero no quería que se entrometiera en su vida. La señora Kaede ya tenía una mala imagen de ella por ser madre soltera. Y no quería que tuviera más cosas con que juzgarla por portarse grosera con ella, aunque aquella idea fuese la más estúpida que había oído en su vida.
Suspiro profundamente, para calmarse. –Ellas ya tienen una familia... Me tienen a mí.
-Apenas te ven, preguntan por ti todo el tiempo. Ellas te extrañan y necesitan alguien que las cuide.
Rin miro a sus gemelitas. Dormían abrazadas en su cama, roncando bajito, y sus adorables cachetes casi tocándose.
Sintió unas lágrimas en sus ojos, pero las reprimió. –Las extraño también. –Miro a la señora Kaede y busco en su bolso. –Encontrare una solución, realmente no volverá a suceder. –Saco todo el dinero que tenía y se lo ofreció a la mujer. –Tome.
La mujer tomo el dinero. –Piensa en lo que dije, Rin. –Dijo antes de tomar su saco, colocarse las sandalias y salir del departamento.
Rin cerró la puerta con llave y volvió a la cama. Se arrodillo en el colchón apoyando sus brazos y recostando su cabeza, y se quedo viendo a las pequeñas.
La luz hizo que el cabello de ambas brillara, el pelo rubio platinado de Towa casi parecía plateado, y el cabello oscuro de Setsuna era tan hermoso que parecía seda. Parecían pequeños angelitos.
Rin cerró los ojos. Kami, estaba tan cansada, pero dormir era la última cosa en su mente.
No necesitaba abrir el refrigerador para saber que ya no tenían comestibles. Tenía calculado el tiempo que les llevo agotarse.
Ellas no tendría nada que comer hasta el día después de mañana.
Un gemido de frustración se instalo en su garganta. Luego apretó los puños con resentimiento e ira.
Casi de inmediato se le quito. Estar enojada con sus padres por echarla de casa, embarazada y sola era inútil. Ella no podía darse el lujo de perder el tiempo.
Necesitaba dinero. Ahora.
¿Pero cómo? Ella ya tenía dos empleos.
-¿Mami?
Rin abrió los ojos. Una de las gemelas ya no dormía. Se horrorizo al darse cuenta de que ya no podía distinguir las voces, ¿Era Towa o Setsuna?
-¿Cielo? –Murmuro bajito para que no notara el pánico en su voz.
La niña se sentó lentamente, apartando con cuidado los brazos de su gemela y verificando que siguiera dormida. Rin suspiro. Era Towa.
Ella era más madura que Setsuna, quien seguramente se habría despertado y echo un escándalo por la llegada de su madre, sin importarle si despertaba a su hermana... O a todo el edificio.
Towa gateo hasta su madre y Rin la estrecho en sus brazos. –Hola, princesita. –Le dijo dulcemente antes de besarla en la frente.
-Estas en casa. –Dijo mientras abrazaba el cuerpo de su madre como un monito. –Te extrañe.
-Yo también las extrañe. –Rin le sonrió mientras le daba palmaditas en la espalda. –Lo siento, ¿Se divirtieron mientras no estuve aquí?
Towa asintió. –Jugamos mucho. Aunque la niña idiota del departamento de arriba nos estuvo molestando.
-¿Qué dijimos de las malas palabras? –Dijo Rin, aunque concordaba con su hija, aquella mocosa era más desesperante que cualquier mujer chismosa de mediana edad, porque al ser niña tenía más energía y menos pelos en la lengua.
-"Que no las diga o Setsuna las repite". –Dijo Towa sonriendo.
Rin beso su frente. Towa era algo aventurera e impulsiva, pero era una buena niña que amaba a su familia -¿Algo más?
-Un hombre grande vino después del desayuno, tenía una carta para ti, pero la anciana Kaede no nos dejo tocarla.
-Con que una carta. –Rin acomodo a la niña entre sus brazos y camino a su escritorio. –Vamos a ver.
Prendió la lamparita y tomo la carta. Towa estaba más entretenida jugando con el cabello de su madre, así que no noto cuando esta se serio. Sintió un nudo en el pecho cuando vio de quien era.
-¿Qué es? –Pregunto Towa.
Rin abrió el sobre, saco la pequeña carta y lo empezó a leer.
"Calificaciones inaceptables...".
"...En caso de no lograr mejorar...".
"...La Beca será revocada a menos que el/la estudiante logre..."
El papel se le cayó de los dedos y ella no lo noto.
-¿Mami? ¿Algo malo paso?
Reacciono y miro a los enormes ojos rojos de su pequeña y se forzó a sonreír.
-No, cielo. Todo está bien.
Apretó el cuerpito de su niña y cerró los ojos.
-Vamos a dormir, nena. Estoy molida.
. . .
La mañana siguiente, Towa y Setsuna ya estaban levantadas y listas para el nuevo día.
Setsuna sonrió al ver a su madre en la casa. Dormía profundamente y roncaba como si no hubiese un mañana.
Towa le hizo una seña de silencio y ambas subieron a la cama, contaron hasta 3 con los deditos, y luego saltaron en la cama.
Rin soltó un quejido y se tapa la cara con la almohada. Las niñas rieron y se le echaron encima haciéndola reír. Rodeo con cada brazo a sus pequeñas y les hizo cosquillas. Ambas rieron y se sacudieron, estos momentos eran de felicidad para las tres.
Después de un momento, Rin se puso de pie, con las niñas en brazos, y las llevo al baño.
Tomaron un baño caliente en la tina, las niñas arrojándose agua y espuma, y su madre tallaba con dulzura el cabello de ambas.
Suspiro mientras pensaba en las cuentas que se le venían encima y los pagos a la señora Kaede.
Towa y Setsuna salieron de la tina colocándose la ropa, al igual que su madre. No quería parecer preocupada ante ellas, así que con una sonrisa empezó la tradición de cada domingo: "Hacer panqueques".
Mientras las niñas recogían sus camas y la ropa sucia de los cuartos, ella hacia deliciosos panqueques y ellas los llenaban de los dulces favoritos de la otra para que lo disfrutaran.
Era uno de sus momentos especiales. Towa sabía que Setsuna amaba lo dulce, así que tomaba la salsa de chocolate y trataba de dibujar un corazón y sus iniciales.
Setsuna en cambio, sabía que su gemela prefería lo salado, así que ponía queso crema, –cuando su madre compraba– y en caso de no haber, ponía una pizquita de miel.
Rin estaba orgullosa del compañerismo y amor que sus hijas se tenían entre ellas.
Después del desayuno, se arrodillo en el piso de su cuarto, metió la mano dentro del ropero y tomo una de las muchas latas vacías que había dentro de una caja de madera, la lata tenia escrito con marcador "Lavandería". De esta saco unos pocos billetes y salió junto con sus niñas con una cesta llena de ropa sucia.
Aunque vivían en Estados Unidos, quería que sus niñas conocieran las costumbres de su país natal.
Por eso tenían la regla de los zapatos en la casa y usar futones, comer con palillos y dar las gracias, antes y después de comer.
La lavandería quedaba a unas calles de su departamento y era algo concurrida, pero era divertido ir con las niñas.
A ellas les gustaba echar el jabón y las monedas.
Como debían esperar un rato, las llevo a pasear a un parque cercano. Tenía arboles, una fuente y juegos para asegurar la diversión infantil.
Sus niñas tenían una gran energía, y no tenían televisión ni videojuegos en casa, así que no se aburrirían en las próximas horas mientras estaban en aquel espacio público y ella buscaba empleos en el periódico. Alzo la mirada y las vio subiendo a un árbol, desvió la mirada unos minutos y ahora estaban jugando con los pajaritos, luego perseguían al gato naranja que venía sin falta desde que Setsuna y Towa le habían declarado la guerra porque una vez el animal se había comido sus palomitas, entendía a la señora Kaede, era difícil hasta para ella seguirles el ritmo, pero eran muy obedientes y sabían que no debían hablar con extraños, alejarse de su vista, o cruzar la calle si ella no les daba la mano.
Casi podía adivinar lo que seguía, dentro de poco iban a mirarla con esos hermosos y grandes ojos de colores rogando por un helado, y ella se resistiría por un minuto completo si tenía suerte, antes de ceder y cumplir con su capricho.
El amable señor les daría el helado con una sonrisa y les regalaría unas chispitas para que no lo vieran tan aburrido.
Luego las niñas se llenarían la cara y las manos de dulce, correrían a la fuente y meterían la cabeza al agua para lavarse, y luego huir del guardia que vigilaba el parque por ensuciar el agua.
Luego volverían a la lavandería, sacarían su ropa y luego iría a la tienda cercana a la casa y pediría algo a cuenta para preparar la comida; y mientras doblaban la ropa les pondría una película con su vieja computadora.
Luego de la cena harían algo de limpieza y las dejaría dibujar algo mientras ella trataba de hacer la tarea.
Y antes de dormir, les haría una rica leche con chocolate y les contaría por millonésima vez el cuento de "Caperucita Roja", se dormirían tranquilamente mientras ella anotaba la cuenta en su libreta de pagos. Después dormiría unas horas antes de que llegara el nuevo día para ir a clases ya trabajar mientras sus pequeñas se quedaban con la niñera.
No le gustaban los horarios, ni los días planificados. Siempre había preferido ver lo que el destino le deparaba y las sorpresas de que la vida traía.
Pero con dos empleos, la Universidad y dos niñas pequeñas, eso era prácticamente imposible.
No se quejaba, no tenía derecho a hacerlo. Sus niñas no tenían la culpa de nada. Y ella había elegido hacerse responsable de sus acciones, aunque eso le costó su familia, su futuro, y su estabilidad.
Miro a sus pequeñas que se acercaban a ella con una sonrisa de alegría. Pero todo había valido la pena, por ellas.
Escondió la cara en el periódico, fingiendo leer mientras escuchaba decirle que las mirara por que tenían algo muy importante que decirle. Rio al pensar que Perseo lo había tenido mucho más fácil que ella.
Pero al mirar sus caritas inocentes y características peculiares, no pudo evitar preguntarse, y no por primera vez, quien sería su padre.
. . .
¡Hola!
¡Lo sé, lo hice otra vez, pero no me pude resistir! Adoro a las gemelas de niñas, y por lo menos quise crearles una realidad donde estuvieran con su madre.
Actualizare pronto la de "Atrapada en los Brazos de un Demonio", así que no desesperen, díganme que les pareció el capitulo.
Los leo en el próximo. Y recuerden que Hanyou no Yashahime se estrena todos los sábados.
¡JA-NE!
