Me adjudico todos los errores ortográficos y/o gramaticales que puedan encontrar en el capítulo.
Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
PAPÁ QUIERE HUIR
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— Bueno —susurró perpleja. Quizás se imaginaba que estaba loco, ¿por qué debería interesarme un disfraz? Y tenía razón, me estaba volviendo loco si su respuesta no llegaba pronto. Bella relamió sus carnosos labios y asintió—. Mi disfraz era de Christine Daaé, del fantasma de la ópera.
Juré que el piso se movió y la habitación empezó a dar vueltas.
¿Del fantasma de la ópera?
Mi corazón martilló con fuerza atronadora en mis oídos. Di una honda bocanada de aire sintiendo mis músculos debilitarse sin importar que mi torrente sanguíneo fluyera como lava. Estaba petrificado y sin poder articular palabra.
Dios. Esto era una locura… un mal sueño.
Mis manos comenzaron a sudar frío, apoyé mi espalda desnuda en la puerta del baño, me iba a desmayar como un maldito cobarde.
Elevé mi cabeza y cerré mis párpados.
Mi respiración se había vuelto irregular.
Casi cinco años —repetí mentalmente— cinco años.
— Tengo vagos recuerdos —murmuró mi preciosa Bella trayendo de vuelta mis pensamientos al presente y haciendo que estuviera a punto del colapso.
Sus delicados hombros se elevaron dejando escapar un breve suspiro. Acomodó su larga melena castaña por sobre su hombro izquierdo y con sus dedos jugueteó con las puntas rizadas.
— Él vestía como Erik del fantasma de la ópera —reveló con nostalgia.
Mi estómago dio un vuelco y las arcadas aparecieron de nuevo; estaba temblando.
— Recuerdo que usaba una gran capa negra —continuó— era muy alto. Lo busqué al siguiente día, pero no logré saber quién era. Lo único que tenía como referencia era su altura, así que los siguientes días ponía atención entre los hombres altos del crucero, nada resultó y me di por vencida.
Empecé a toser.
Bella se acercó sujetando mi frío rostro entre sus manos; era tan dulce, tan inocente y yo… yo no quería ver sus bellos ojos. Así que como un vil cobarde rehuí su mirada.
Tenía que salir… debía hacerlo.
— ¿Te molestó la verdad? —indagó con su voz más dulce.
No. No era molestia, era completo terror, era una locura dolorosa.
Mi capacidad de raciocinio estaba en el nivel más bajo y no lograba siquiera hilar un evento a otro.
Es decir, yo estaba en un crucero hace cinco años, creo. ¡Sí!, por supuesto que lo estaba. Fui con mi grupo de amigos de la clase de arquitectura y Jasper, que siempre andaba de metiche en todos lados. Él debía recordar bien ese día.
Enfoqué mis ojos en Bella; es que no podía ser ella la chica del crucero, ¿cómo pude olvidar su cuerpo?
Apreté mis párpados, negando.
Imbécil. Claro que no puedes recordar su cuerpo, porque simplemente no recuerdas ni su rostro.
Dios. Bella es mamá… y por ende yo…
Negué. Mis pensamientos me estaban volviendo loco.
— ¿Qué pasó cuando descubriste tu embarazo? —pregunté nervioso.
— Nada —susurró— me hice responsable. Tampoco iba hablar a Royal Caribbean para pedir la lista de pasajeros.
— ¿No recuerdas nada de él? —Indagué.
— Me sujetó entre sus brazos cuando estaba por caer, así nos conocimos. Nunca hablamos, al menos no recuerdo —reconoció.
— Tengo —me aclaré la garganta—, tengo que salir.
Sostuve su suave rostro y me incliné dejando un corto beso en sus labios.
Caminé al buró, saqué un boxer y me lo puse. Luego adentré en el closet y me vestí con lo primero que mis ojos vieron: una camisa oscura y un pantalón de mezclilla, el calzado daba lo mismo, no había mucho de donde elegir.
Al salir del pequeño e incómodo confinamiento Bella me observaba con su ceño fruncido y nariz arrugada.
Era tan dulce, suave y siempre tierna.
— Iré a buscar a Jasper —anuncié lo más normal posible.
Caminé. Apenas di varios pasos.
— ¡Un momento, Edward Cullen! —Exclamó mi mujer con ese tono de voz autoritario.
¿Era en serio? ¿Desde cuándo Bella quería explicaciones? Ah, sí, desde que estamos viviendo juntos.
Se plantó frente a mí con su entrecejo fruncido y su nariz arrugada. Me barrió de pies a cabeza cruzándose de brazos, elevó su barbilla.
— ¿A dónde vas? —exigió saber.
— Te dije que iré a buscar a Jasper —repetí.
— ¿Me juras que no irás a buscar mujerzuelas?
Puse los ojos brevemente en blanco.
— No, Bella. Es lo que menos me interesa. No soy de ese tipo de hombres.
Resopló no muy convencida. Frunció sus deliciosos labios.
— No sé, no sé —entrecerró sus ojos, mirándome fijo— algo pasó, puedo sentirlo. De pronto te sientes mal; te vomitas, tu rostro palidece. Pareces más una ánima bendita y de la nada dices que vas a buscar a Jasper. Te molestó que hablara de la forma en que me embaracé, ¿verdad? —sostuvo su labio inferior entre sus dientes— ¿hubieras preferido ser tú el primero?
Dios. Esta mujer sacaba cada tema, era impredecible.
Si ella supiera.
— No digas disparates —pronuncié.
Su nariz se enrojeció al mismo tiempo que su labio inferior temblaba y sus ojos se volvían acuosos. Iba a llorar.
La tomé en brazos; no me tropecé con absolutamente nada siendo cuidadoso con mi chica al llevarla a la cama. Una vez la dejé en medio del colchón se acurrucó al lado mío, apretó sus hinchados y llenos senos en mi costado, enredando sus torneadas piernas entre las mías impidiendo que me moviera y por ende que me fuera.
Esto debía ser catalogado como labia femenil.
— Abrázame —pidió. De inmediato la abracé por los hombros con delicadeza— necesito sentir que no te importó lo que te confesé.
¿Cómo no me iba a importar? Si ese tipo, vestido del fantasma de la ópera, era yo.
¿Era yo? Sí, imbécil, eras tú.
Sacudí mi cabeza interrumpiendo mi diálogo interior.
— Además… —susurró sugestiva cuando posó su mano sobre mi miembro, el cual se puso tieso de felicidad. Frotó por encima de la tela del pantalón y empezó a mover su mano de arriba y abajo haciéndome sisear— te necesito —suplicó.
Buscó mis labios besándome con rudeza; me dejé llevar empujando su cuerpo en la cama.
Mi Bella era caliente como el infierno. Quería exprimirme hasta la última gota, parecía que me quería dejar tan seco como el limón olvidado de la heladera.
Solo ella era capaz de hacerme olvidar cualquier cosa.
Debía tener en mente una vasectomía inmediata. Al paso que íbamos terminaríamos teniendo cinco hijos y sin tener 30 años.
Reaccioné parpadeando; el rostro de Bella estaba desencajado por el deseo, tenía sus labios entreabiertos y jadeaba mientras sus pechos se bamboleaban con las arremetidas.
— Mi amor —gemí sin dejar de empujar mis caderas contra su centro.
Me estaba cogiendo a mi mujer, pero ¿en qué momento?
Ella puso sus manos en mis nalgas presionando con fuerza contra su cavidad, instando a ir más rápido, más profundo.
Llevé mi boca a la suya amortiguando sus gritos y jadeos. Era demasiado gritona, demasiado efusiva y caliente. Siempre quería más y yo era débil, siempre quería más también.
Me corrí en su interior al mismo tiempo que mi Bella conseguía su orgasmo.
Mis antebrazos temblaban, no podía seguir sosteniendo mi peso. Aunque tampoco la dañaría cayéndome sobre su cuerpo, eso nunca.
Dejé otro beso en sus labios saliendo de ella. Se había quedado dormida.
La acomode en medio de la cama cubriendo su cuerpo desnudo con las mantas.
La observé. Acaricié con mis nudillos su hermoso rostro y sus perfectas facciones. Estaba enamorado de ella, no había duda. Amaba su calidez, su loca personalidad y su sorprendente fragilidad, la amaba con todo mi ser.
— ¿Qué clase de broma nos hizo el destino? —hablé tan bajo como pude— siempre has sido mía, Bella. Nos pertenecemos, nena, y ninguno de los dos sabía. Te amo —me confesé.
Suspiré. La observé una última vez y dejé un corto beso en su frente mientras acomodaba mi pantalón y abotonaba nuevamente mi camisa.
No volteé hacia atrás, salí despavorido de la habitación y del apartamento. Necesitaba un momento para mí, quería asimilar, pensar detenidamente la nueva información.
Por eso cuando llegué al bar me mantuve pensativo y desesperado al mismo tiempo, sobre todo, cuando Jasper no atendió mis llamadas.
Obligué a mi mente a volver a esa noche en el crucero, frustrandome, al no poder lograrlo.
Bebí un tequila doble tratando de que el alcohol pudiera hacerme recordar. No conseguí nada con el primer shot, tampoco con el segundo. En el tercer shot tan solo logré que el barman se desahogara conmigo hablando mal de todos sus clientes.
Resoplé y eché un vistazo al lugar abarrotado de personas un viernes por la noche. Cada uno parecían ensimismados en sus propios rollos emocionales y apasionados. Esto último lo dije por la joven pareja que se comían sus bocas.
Negué. Maldito alcohol.
En el cuarto shot o tal vez en el quinto, mi mente vagó a la fiesta de disfraces…
— No quiero seguir bebiendo —anuncié arrastrando las palabras, dejé el vaso de whisky en la mesa. Froté mi rostro, me sentía borracho, bastante— me iré a dormir.
Me incorporé cuando mis compañeros vestidos de superhéroes siguieron bebiendo sin inmutarse de mis palabras. Caminé tambaleante por un lado de la pista y choqué de costado con Jasper. Él bailaba desde hace una hora con una hermosa sirena, por cierto, ¿qué hacía una sirena bailando con un vampiro? No tenía sentido, supongo que de eso se trataba la gran fiesta de disfraces. De coincidir sin que nada tuviese sentido.
Así mismo había sido el anuncio al llegar al crucero. "Diviertanse y conozcanse entre ustedes, que estaremos siendo una bella familia por una semana".
Tonterías.
— Me iré a mi camarote —dije entre hipidos golpeando ligeramente el hombro de Jasper. Éste me mostró los colmillos de plástico y agitó su mano en un claro mensaje que me fuera—. Diviértanse.
— Igual tú, ¡aburrido! —exclamó mi amigo entre risotadas junto a su pareja.
Encogí mis hombros y me alejé de ellos, seguí mi camino entre empujones y pisotones mientras todos bailaban y gritaban eufóricos disfrutando de la música.
Elevé mi vista a la gran escalera captando mi atención una hermosa Cristine que bajaba con algo de torpeza, me detuve justo al pie de la escalera. La hermosa castaña tropezó pisando el largo de su vestido, empezó a caer hacía en frente siendo detenida por mis brazos.
Ella se estremeció, pero no se alejó de mi agarre. Lo cual me pareció perfecto.
Me acerqué más a su rostro, el antifaz me impedía ver sus rasgos y comprobar lo hermosa que era, tan solo sabía que sus carnosos labios me llamaban a ser besados.
Lo hice. La besé y ella no se resistió.
El dulce sabor de su boca estaba mezclado con vino regalando para mí, el más delicioso manjar. Nuestras bocas siguieron probándose. La chica jadeó apretando su menudo cuerpo más al mío. Logrando que mi erección se pusiera firme y suplicara por ella.
Asustado, batí mi cabeza volviendo a beber de un solo trago otro shot de tequila.
— Era Bella… —susurré. Apoyé los codos en la barra y sostuve mi cabeza entre mis manos—. No había duda que lo era. Mi Bella —tambaleante me incorporé— debo hablar con ella, decirle todo…
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Aturdido, pestañeé ante el olor del alcohol.
Moví mi cabeza hacia los lados echando un breve vistazo en la habitación; era mi antiguo dormitorio en el apartamento de Rose.
Sin saber qué pasaba me intenté incorporar sintiendo un dolor punzante en mi cabeza, puse mi mano en la parte trasera y el dolor se sintió terrible.
De pronto mi hermana me abordó, abrazándome como si llevaramos años sin vernos.
― ¿Qué me ocurrió? ―pregunté atontado.
― Te desmayaste ―respondió Jasper, de quien no había notado su presencia, se acercó a la cama sentándose en el borde antes de soltar una gran carcajada. Sí, se estaba burlando, lo cual era normal―. Fue tan ridículo verte perder el sentido ―prosiguió, conteniendo su risa― tan solo te desvaneciste como simple hoja de papel cayendo y azotaste contra el piso.
― No te rías ―le reprochó Rose con gesto indignado―. Edward ―fijó sus orbes verdes en mí sosteniendo mi cara entre sus manos para luego abrir mi ojo con sus dedos, los examinó― ¿te sientes mejor? Estoy muy preocupada por ti, me asusté mucho cuando vi cómo Jazz y Roy cargaban tu cuerpo lazo, pensé que habías muerto.
Estreché mis ojos y la miré fijamente.
― Mi amor ―intervino Roy poniendo sus manos en los hombros de mi hermana― deja de tratar a tu hermano como si fuera un niño.
― Es mi hermano ―protestó ella mientras seguía pasando el algodoncito empapado con alcohol por mi nariz, negué― es normal que me preocupe por él ―rebatió.
Me senté, apoyando mi espalda en el respaldo.
Rose insistió con su algodón hasta que mi cabeza volvió a golpearse con el respaldo, me quejé. Ella solo frunció sus labios, pero aceptó no seguir insistiendo.
No recordaba qué había pasado ni cómo había llegado hasta aquí.
― ¿Cómo llegué con ustedes? ―pensé en voz alta.
― Un taxi te trajo ―respondió Jasper casi desesperado por hablar el primero y ridiculizarme como lo hacía siempre―. Venías dando tumbos de borracho y decías una sarta de tonterías, nos culpaste a Royce y a mí, de no sé qué cosa. Total, en una de esas dijiste que te ibas y que no podías con, no sé qué. Empezaste a vomitar de forma asquerosa por el pasillo hasta que por tu torpeza, tropezaste dándote un buen porrazo que te hizo desmayar. Fue tan cómico verte, debí grabar, solo que no me dio tiempo.
Bufé.
Froté mis sienes con mis dedos y cerré mis párpados por unos segundos.
Estaba en un jodido bar. Lo recordaba.
― ¿Discutiste con Bella? ―indagó mi hermana trayendo a mi cabeza el nombre de mi dulce tormento.
Sacudí mi cabeza, negando.
Solté un hondo suspiro dispuesto a confesarme.
― Estoy muy avergonzado con Bella ―revelé― no sé cómo enfrentar lo que estoy viviendo, creo que me volveré loco sino hablo.
Mi hermana enarcó una perfecta ceja y me miró con rostro contrariado, mientras su esposo se sentaba cerca de mis pies casi sin parpadear. Jasper ya había cerrado la boca y ahora se puso de pie llevando sus manos a los bolsillos de su pantalón.
Los tres me observaban con suficiente intriga y con una necesidad profunda de que me confesara a ellos.
Froté mis sienes.
— ¿Recuerdan el crucero? —inquirí.
Cerré mis ojos dejando que recuerdos del pasado me invadieran.
— Mierda —musité con voz ronca, aún estaba adormilado y la cabeza me estallaba.
Sin levantarme de la cama, miré el desorden en todo el camarote, la ventana virtual me decía que era de día y estaba soleado, ¡genial! Igual quería seguir durmiendo.
Me acomodé de costado y el delicioso aroma a jazmines se impregnó en mi fosas nasales. Busqué entre las sábanas y bajo de la cama, a la responsable de ese olor.
Era un idiota.
Había tenido el mejor sueño erótico de mis 22 años. Muy real y vivido.
— ¿Se dan cuenta? —pregunté.
Los tres se miraron entre ellos y luego posaron sus ojos en mí.
Mi hermana encogió sus hombros, también mordió su labio. Su frente estaba arrugada y se veía confundida. Apoyó su cabeza en mi pecho echando sobre mi cara su cabello rubio, despejé mi rostro de sus hebras doradas y bufé.
Rose se estaba portando como si estuviera apunto de morir.
— Edward —Rose mencionó con calma, incluso pasó su mano por mi brazo, sobando, como si fuese el lomo de merengue— deberías dormir un rato, hermano, descansa.
— ¿A quién le importa tus extraños sueños eróticos? —cuestionó Jasper— al menos no a mí.
Pateé las sábanas.
— ¡No están entendiendo! —grité. Me arrastré fuera de la minúscula cama y me incorporé. Mierda, me cubrí con la sabana la erección matutina—. No fue un sueño como siempre creí, ¡no fue! —levanté los brazos— ¡Era Bella!, ella fue la protagonista real de mi sueño erótico. ¡Escuchen! En el crucero… —empecé a narrar— me encontré con ella y tuvimos sexo y debió ser muy bueno, tanto, que no logro recordar lo que ocurrió. Estaba muy borracho —admití abochornado.
Rose cubrió su boca con ambas manos, mientras Jasper desorbitaba sus ojos azules.
— ¿Estás tratando de decir que eres el papá de sus niños? —inquirió Roy.
Choqué mi puño con mi cuñado. ¡Al fin alguien había entendido!
— Exacto —respondí por lo bajo—, soy el papá.
— ¿Quiere decir que tu suegro te va a matar porque es la segunda vez que embarazas a su hija? Y ni hablar que la primera vez fue premio doble —se entrometió Jasper dando comentarios desatinados que nadie pidió.
— ¿Bella lo sabe? —preguntó mi hermana, logrando que mi boca se secara, negué—. ¿Cuándo se lo dirás? —cuestionó—. Bella tiene que saberlo, tienes que hablar con ella y los niños —Rose se echó a mis brazos— eres papá, Edward. Tienes dos preciosos niños. ¡Soy tía!
Exhalé ruidosamente.
— No tengo idea de cómo se lo diré —admití derrotado— no logro recordar del todo, no sé en qué momento de la madrugada Bella se fue de mi camarote.
— Ella tuvo que haber ido con alguien —dijo Roy— alguna amiga, familiar, no sé. Puedes empezar por hablar con sus amistades.
— Fue con sus padres —manifesté—. Aunque, quizá también asistieron su mejor amiga y su primo. Su círculo de amistades es pequeño. Bella creció siendo muy protegida.
— Pues parece que la protección tú te la pasaste por alto —comentó Jasper ganándose un codazo de Rose.
— Debes recordar algo de esa noche, Jasper, ¿era Bella? Trata de hacer memoria —supliqué.
— No sé, no recuerdo —respondió dubitativo— pero puedes mostrarle el traje que usaste, quizá Bella te recuerde.
Los tres intercambiamos miradas. No era una idea tan descabellada.
— Edward —murmuró de nuevo Jasper— ¿y si no fuiste el único que estuvo con ella?
— ¡Jasper! —reprendió mi hermana dándole otro codazo.
Indignado, di un paso hacia él interponiéndose Royce en mi camino, apoyó sus manos en mí y me empujó hacia atrás.
— ¡Fui el único! —espeté, señalando con mi índice— Bella siempre ha sido mía —respondí posesivo.
— Tal vez Jasper tiene razón —articuló Rose. La miré ceñudo y muy ofendido, ella levantó sus manos—. Déjame hablar —pidió— ¿por qué no le muestras a Bella el traje que usaste?
— ¿Por qué no haces que Bella te recuerde? —agregó mi cuñado.
Me quedé pensativo dejando mis hombros hundir. Todo era tan confuso.
— Ahora date una ducha —pidió Rose— y vuelve a tu casa antes de que amanezca.
Asentí.
Me sentí mejor al hablarlo con ellos.
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El apartamento estaba en silencio. En completo orden, limpio y con un agradable olor a fresco, eso me indicaba que aún no se levantaban.
Sin darme cuenta pisé un juguete ruidoso del perro.
Merengue levantó su peluda cabeza blanca, gruñó al verme y se echó de nuevo en la puerta. Miré el pasillo y en lugar de entrar a mi habitación como habitualmente lo hacía, fui en busca de las nutrias siguiendo mi camino hasta la puerta del final.
Abrí la puerta: cada uno yacían en diferentes extremos de la cama, hechos bolita y sin mantas.
Me incliné cubriendo sus cuerpos con las sábanas.
Los contemplé.
Me había perdido cuatro años de sus vidas; no sabía sobre su nacimiento ni tampoco tenía idea de sus primeras palabras, ni sus primeros pasos.
Una opresión en mi pecho me dejó sin aliento.
Me entristecí, me sentí miserable por no haber podido estar con ellos. Porque estaba seguro, que eran míos, eran mis hijos.
Emma rodó, enredando sus cortas piernas en la manta. Estaba por caer al piso cuando mis brazos la detuvieron, ella abrió sus párpados desorientada y me sonrió frotando sus prqueños puños contra sus ojos.
— Edward… —pronunció con su vocecilla adormilada. La cargué en mis brazos y ella se aferró a mi cuello descansando su cabeza despeinada en mi hombro—. ¿Tú me quieres?
¿Cómo no iba a quererla? si era una hermosa princesa con el alma más sensible y noble que había conocido. Sí, lo admitía, estaba encariñado de ellos desde el primer momento que los vi. Habían atrapado mi corazón y se los entregué sin esperanzas de recuperarlo, era de ellos. Totalmente.
— Te quiero mucho, Emma —susurré.
Pasé una mano por su espalda, dando un suave masaje. Emma se aferró con mayor fuerza, al menos la poca fuerza que gozaba su pequeño cuerpo. Sonreí cuando dejó un beso en mi mejilla, sintiendo calentar mi alma.
— También te quiero —aseguró. Haciendo mi corazón bombear de forma irregular. Sabía que mi pecho estaba henchido de felicidad y emociones nunca antes sentidas.
— Edward —musitó entre bostezos Noah, interrumpiendo mi sentir. Estiró sus cortos brazos y rascó su cabeza revuelta, se puso de pie sobre el colchón y me hizo cargarlo junto a su hermana—. ¿Por qué no me despertaron? —se quejó.
Reí.
Ellos siempre querían mi atención por igual.
— ¿Sabías que Edward me quiere? —presumió Emma—. Yo también lo quiero.
Noah me miró con su rostro entristecido. Se aferró también a mi cuello y ancló sus cortas piernas a mi alrededor.
— También te quiero Noah —confesé.
El niño alejó su rostro del mío viéndome con los ojos muy abiertos, sonrió. Lo hizo de forma tan aparatosa que sus mejillas se pintaron de un rosa suave.
— Yo te quiero más —reveló, dejando un corto beso en mi otra mejilla.
Sonreí.
No podía dejar de hacerlo, sentía tanta dicha en mi interior. Era exultante.
— ¿Qué ocurre? —preguntó Bella al entrar en la habitación.
Volteé hacia ella con mis pequeñas nutrias en brazos. Simplemente me sentía presumido, ¿por qué no? Tenía derecho a sentirme como un pavorreal.
Mi Bella con su melena en un moño alto y luciendo un precioso vestido premamá en color amarillo con zapatillas bajas a juego, caminó lentamente hacia nosotros. Era hermosa, nadie lo podía negar.
— ¡Edward nos quiere! —chillaron al unísono.
Bella sonrió ampliamente asintiendo. Cruzó sus brazos bajo sus senos haciendo que la tela se bajara, exponiendo una gran marca enrojecida que le había hecho.
— ¿Qué tienes aquí, mami? —preguntó Emma llevando un dedo al seno de Bella. Justo en la marca.
La miré casi con los ojos desorbitados para que ella captara que debía cubrirse.
— No sé, cariño, creo que me picó un bicho —respondió sin quitar su vista de mí.
Encogió sus hombros sin importar el porqué de mis miradas; sin ocultar su sonrisa pidió a los niños cambiar sus pijamas por una muda de ropa limpia. Apenas logré poner a las nutrias en el piso, ellos salieron corriendo a donde estaba su cajonera en busca del atuendo del día.
— ¿Así que soy un bicho? —me burlé.
Bella se acercó envolviendo sus brazos en mi torso, elevó su rostro. Mis manos fueron a sus caderas.
— Un bicho muy guapo —aclaró—. Me dejaste muy cansada anoche —susurró descarada y feliz. Así como lo era ella.
Un punto a mi favor.
No se dio cuenta que no pasé la noche en casa.
Besé su frente en una promesa que no volvería a dejarla sola.
— Te amo.
Sus ojos color chocolate me vieron de forma acuosa y con esa chispa de luminosidad, sonrió ampliamente y luego mordisqueó sus labios.
De forma efusiva se echó sobre mí, enterrando su rostro en pecho.
— Pensé que nunca lo dirías —comentó risueña— te amo, Edward.
Sonreí al escucharle. Había descubierto su enamoramiento desde hace tiempo, pero nada de ello era comparado con escucharlo de su dulce voz.
Froté su espalda con delicadeza mientras besaba el tope de su cabeza.
Lo siguiente sería; decirle lo que había descubierto.
Porque de una cosa estaba seguro.
Yo era el papá de las nutrias.
Agradezco infinitamente su paciencia. Estoy con algunas complicaciones para actualizar, espero pronto todo vuelva a la normalidad. De igual manera les aseguro que habrá capítulo por semana sin importar el día. Espero que me dejen sus comentarios respecto al capítulo.
A quienes comentaron todo mi agradecimiento especial: PaolaValencia, Liz Barraza, Lily, Danaris14, cecilia monzon 5 , Dulce Carolina, Cassandra Cantu, ALBANIDIA, Viivii alice, Lizzye Masen, Torrespera172, terewee, Flor Mcarty, Antonella Masen, Leah De Call, Vivi19, Elizabeth Marie Cullen, Diannita Robles, Marianacs, Jade HSos, liduvina, Patty, Jane Bells, Lidia, Vanenaguilar, saraipineda44, Lili Cullen-Swan, Lupita Pattinson Cullen, lilibeth2013, cocoa blizzard, NaNYs SANZ, NarMaVeg, ClaryFlynn98, Ximena, mrs puff, Chiki García, Raque, Jessenia Torres, Gabby352, Fallen Dark Angel 07, Isis Janet, Ana, Diana, Lizdayanna, Pepita GY, Rini Chiba, Wenday14, Ady, JohaMalfoyCullenLightwoodBane, tocayaloquis, Lidia Hernández, Yaly Quero, solecitopucheta, Eli mMasen, sandy56, Andrea, EmilyChase, Iza, Jenni317, Eli, Lauguilln, rociolujan, Cinthyavillalobo, y comentarios Guest.
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