Me adjudico todos los errores ortográficos y/o gramaticales que puedan encontrar en el capítulo.


Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

PAPÁ QUIERE HUIR

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Llega un momento en la vida que no importa perder la noción del tiempo. Si eres feliz, ¿por qué habría de importar? Ah, si, porque tienes a tus padres que te envían mensajes de textos la mayor parte del día y te hablan cada noche que necesitan verte y convivir con sus nietos.

Entonces decides aceptar viajar junto a ellos y pasar unos días en medio de la naturaleza. La casa de campo era una opción interesante. Se respiraba aire fresco, muy frío para ser exacto porque estábamos a finales de enero y los árboles se habían vuelto grises, tristes y sin hojas.

No sabía en qué momento pasaron los meses; solo podía asegurar que habían sido los más felices de mi vida y la de mis nutrias.

Tampoco iba a mentir y decir que me había vuelto una experta cocinera en cuestión de meses, no. No lo era, pero al menos ya no me quemaba ni me cortaba los dedos.

Sonreí y admiré mi vientre redondeado de casi ocho meses. Edward y yo habíamos elegido que la revelación de su sexo fuera sorpresa hasta el día de su nacimiento.

Inspiré al sentir el viento frío golpear mi rostro.

Papá frunció sus labios logrando que su frondoso bigote se moviera de esa forma graciosa. Miró ceñudo hacia donde mi novio estaba y luego la arruga vertical en su entrecejo se profundizó.

Resultaba en vano todas las cremas que mi madre le compraba para desvanecer sus arrugas. Igual Charlie se estaba envejeciendo a pasos agigantados.

— ¿A todos lados tienes que traerlo? —preguntó, imitando el tono más despectivo—. No te he visto en meses y cuando decides viajar con nosotros lo traes a él también, pareces soldada a su persona.

— Es mi pareja, papá —fue mi respuesta—; y si Edward no es bien aceptado, no tengo porque estar aquí con ustedes —advertí— así que tú decides si quieres tenerme cerca o prefieres no verme.

Charlie resopló. En su semblante malhumorado lograba distinguir un atisbo de felicidad disimulada. Reí. Papá se hacía el férreo, según él mostrando su lado gruñón con mi Edward. Por supuesto que no le creía una palabra, aunque papá no admitiera y siempre mostrase una negativa a mi chico sabía que lo adoraba, a su modo, pero lo adoraba como yerno.

— Mmm —rezongó—. Edward parece el encantador oficial de las Swan —gruñó, mirando de nuevo hacia donde mi chico compartía una relajada conversación con mi madre, tía y abuela. Ellas reían un tanto jocosas a lo que Edward les estaba diciendo.

Sonreí cual tonta al ver a mi hombre pasar la mano por su desordenado pelo cobrizo. Él volteó hacia mí unos segundos mostrando su hermosa sonrisa de lado, volviéndose a centrar en la conversación que mantenía con las mujeres Swan, al parecer hablaban de baile, me di cuenta al ver esos malos movimientos de cadera de Renee y tía Sue. Ellas no podían ser peores. Era vergonzoso verlas hacer el ridículo. Todo lo contrario a la abuela Marie que tenía ritmo en las venas, reí.

No tardó mucho para que mis nutrias lo buscaran y Edward hiciera a un lado a mi familia, volcándose por completo en mis hijos. Amaba cuando pasaba horas jugando con ellos.

— Lo admito —escuché decir a papá. Volteé a verlo; su imponente altura me hizo elevar mi mentón. Llevó un brazo sobre mis hombros y me acercó a él en un abrazo fraterno—. Edward es mejor de lo que supuse, mucho mejor que el infeliz, desgraciado que te embarazó la primera vez.

Inspiré. No sabía qué afán tenían las personas cercanas a mí con ese tema. Desde Edward que había insistido hace tiempo atrás en que recordara cada mínimo detalle de esa noche, inclusive Jasper y Zafrina se habían inmiscuido en que me abriera con ellos y hablara sobre ese día.

No hablaría; porque simplemente no recordaba y tampoco tenía intención de recordar.

— Papá, no quiero hablar de ello.

Me sentí salvada cuando Félix y Kate se acercaron. Mi mejor amiga tenía una pequeña barriga de cuatro meses y mi primo se estaba portando como el hombre más sobreprotector que existiese sobre la faz de la tierra. Incluso superando a Edward que con mis casi ocho meses de embarazo me había dejado de perseguir y asustarse por todo lo que me pasaba.

— ¿Qué ocurre? —intervino Félix. Papá gruñó cuando me zafé de su abrazo una clara respuesta que no iba hablar.

Empezamos a caminar a paso lento a los sofá del jardín, justo donde Edward estaba junto a mi demás familia bajo los débiles rayos de sol. Apenas llegamos y él envolvió mi cuerpo por la espalda descansando su barbilla en mi cabeza, me sentí mejor estando en sus cálidos brazos.

— Edward se mueve muy bien, nena —comentó la abuela Marie con una amplia sonrisa. Su pelo grisáceo blanquecino, rostro lleno de arrugas y su cuerpo encorvado no le restaban el buen sentido del humor.

— De hecho mi Edward se mueve muy bien —admití, frotando mi vientre haciendo que mi chico empezara a toser mientras los demás enmudecían y Félix soltaba una risa disfrazada de tos.

Apreté mis labios al darme cuenta que había hablado de más.

— Yo me refería al baile, nena —aclaró la abuela estrechando sus cansados ojos marrones, al punto de volverlos rendijas—. Aunque todos sabemos que le dan gusto al cuerpo, eso es un hecho, sino mírate —tocó mi vientre, deslizando su arrugada mano por la redondez de mi barriga.

Mis mejillas se calentaron y todo mi rostro ardió ante las miradas inquisitivas de todos.

— Mmm… sí —balbuceé con mis mejillas enrojecidas.

¡Por los clavos de Cristo! ¿Por qué mi familia no podía ser normal?

— Diría que le han dado gusto al cuerpo desde hace tiempo —continúo la abuela—. Las pequeñas nutrias podrían pasar por hijos de Edward. —Ella rio y mi corazón retumbó con fuerza, volteé hacia donde mis bebés correteaban sin parar pateando las hojas secas que había por doquier, me quedé mirando por largo tiempo—. Pero, dudo que ambos se hayan encontrado en el crucero.

La sangre cayó de golpe a mis pies o, al menos así lo sentí cuando la incomodidad enmudeció el ambiente.

Era mi secreto. Y mi abuela lo acababa de revelar a mis padres.

— ¡¿Fue en el crucero?! —cuestionó papá con su voz a un grito, señalando entre Edward y yo. Mamá trató de calmarlo porque sino le daría aquí mismo un ataque—. ¡Responde Isabella! —ordenó.

Mis ojos picaban por llorar y terminé soltando un grito cuando lo vi caer.

El cuerpo robusto de mi padre cayó entre montones de hojas logrando que el impacto las hiciera volar sin sentido; mi madre pateó la cabeza y quiero pensar que fue sin querer, ya que se puso de rodillas y comenzó a abofetear las mejillas de papá para que reaccionara.

— Charlie salió muy debilucho —comentó la abuela sin inmutarse siquiera ante el cuerpo lazo de su hijo, la miré, yo también me había arrodillado y estaba desesperada porque volviera en sí—. No me veas así —dijo Marie— este hijo mío tiene la vena del drama Swan muy visible.

— Abuela —me quejé, mientras los brazos de Edward me hacían ponerme de pie y Charlie empezaba a reaccionar.

— Todo estará bien, cariño —murmuró mi Edward cuando me tuvo en sus brazos.

— ¿Qué me pasó? —preguntó papá en un tono desorientado.. Él seguía en el suelo con la cabeza apoyada en las piernas de mi madre. Por alguna razón Renee seguía abofeteando su cara sin parar.

— Ya Renee —pidió la abuela— no es necesario que sueltes todo tu resentimiento en él.

Mamá asintió.

— Llevenlo a la habitación, por favor —sugirió mamá a Edward y Félix. A lo que mi abuela rodó los ojos.


EPOV

Era mi oportunidad.

En el momento que Charlie se acostó en la cama. Félix acomodó una almohada en su espalda y una manta de cachemir en las piernas.

— ¿Estás bien, tío? —preguntó él— ¿necesitas algo?

Mi suegro negó.

— Ne-necesito hablar contigo —mis malditos nervios me traicionaron trayendo de nuevo mi tartamudez—. De-de hecho, me gustaría hablar con los dos.

Charlie arqueó sus cejas negras y tupidas mientras Félix movía su cabezas.

Era necesario que alguien más estuviera presente porque no quería morir sin pedir una última voluntad.

Apreté mis puños sudorosos. Ya estaba sudando frío sin haber abierto la boca, carraspeé.

— Yo estaba presente en el crucero —revelé.

Charlie rodó los ojos hacia atrás poniéndolos blancos. Se iba a desmayar de nuevo.

— ¡Ay Dios! —Lo escuché susurrar.

Me sentí mejor cuando Félix abrió uno de los ojos de mi suegro y me dijo que estaba bien, dándome ánimo para que siguiera hablando.

— No diré lo que pasó —murmuré con mi voz casi en un hilo—. Deben imaginar que si quiero una prueba de paternidad de las nutrias es porque estoy convencido que soy el padre.

El cuerpo de Charlie cayó de lado, justo sobre la almohada continúa. Me acerqué, al ver que Félix pasaba un paño húmedo por el rostro. Miré a todos lados y corrí golpeando mi hombro con el marco de la puerta del baño, sin perder tiempo busqué entre los estantes y cajones hasta encontrar un envase de alcohol.

Mis manos estaban temblando, no sabía si por los nervios o por el estado de salud de Charlie. Lo único que supe es que al abrir el envase de alcohol vacié gran cantidad sobre el rostro de mi suegro.

Éste gruñó, enderezó su cuerpo quedando de nuevo sentado, manoteó, alejándome de él.

Sus ojos parecían dos dagas puntiagudas y enrojecidas dispuestas a ser clavadas en mí sin piedad alguna. Rehuí su mirada.

— ¿Eres el tipo vestido del fantasma de la ópera? —indagó Félix. Su rostro estaba completamente estupefacto, sin siquiera secar la cara de Charlie, su mano se había quedado contenida en el aire sin reaccionar.

Asentí.

— No puedo creerlo —dijo él— embarazaste a Bella por segunda vez, es una locura.

— ¡Ninguna locura! —Exclamó Charlie poniéndose de pie y caminando hacia mí, hizo puños mi camisa y zarandeó mi cuerpo—. Te has aprovechado de la inocencia de mi hija. Ahora me queda todo claro, siempre han sido amantes.

— No es así —negué—, yo no sabía.

Charlie siguió sin creerme y sin soltarme; me acorraló contra la pared próxima y siguió sacudiendo mi cuerpo mientras mi cabeza rebotaba en la pared. Empezaba a distinguir círculos negros delante de mis ojos.

Félix intervino ayudando a que me soltara. En cambio Charlie estaba rehuso, negándose a hacerlo.

— No está mintiendo, tío —farfulló Félix—. Edward dice la verdad.

Charlie bufó. Se detuvo, pero no me soltó.

— Kate y yo —continuó Félix— sacamos a Bella del camarote donde estaba —sacudió la cabeza, quizá al evocar los recuerdos de golpe—. Ese día estaba a punto de partirte la cara —reconoció, cuadrando sus hombros— después comprendí que fue consensuado por mi prima.

Charlie me soltó yéndose contra su sobrino. Lo sujetó por el suéter café que traía puesto y empezó a zarandear con brusquedad, mientras repetía una y otra vez:

— ¡Debiste cuidar de mi hija!

Ahora fue mi turno de intervenir. Me entrometí enmedio para que lo soltara, si había que descargar el coraje con alguien, ese era yo.

— Lo siento, tío —se disculpó Félix, se arregló el suéter y se puso a mi lado—. Bella había tomado una decisión personal, nosotros no podíamos hacerle cambiar de opinión. Ella lo haría de todos modos y de igual forma nosotros la íbamos a apoyar.

El rostro de Charlie se crispó. Desilusionado se fue a sentar al pequeño sofá que había a un lado del ventanal. Se quedó meditando por algunos minutos con su vista perdida fuera de la habitación.

Debía ser un trago doloroso el reconocer que tu única hija era una simple mortal con errores y defectos; no aquella persona llena de virtudes, que los padres siempre tratan de idealizar.

— Mi niña —musitó sin dejar de observar fuera de la ventana. Tan pronto como pasó su tristeza se incorporó y caminó a la puerta—. Pero me va a escuchar…

Me interpuse en su camino.

Resopló.

— ¡Hazte a un lado, Edward! —ordenó— tú ya hiciste suficiente. Isabella me escuchará.

— Su hija no sabe nada y no se enterara por ustedes —dije—. Bella está embarazada y no voy arriesgar la salud, ni de ella ni del bebé por un suceso que pasó hace años. Lo único que necesito es su ayuda para realizar las pruebas de paternidad sin que ella sospeche.

— ¡Mis nietos son Swan! —Exclamó con orgullo.

— También son Cullen —declaré— tienen todo el derecho de llevar mi apellido. Quiero reconocerlos y antes de hacerlo necesito una prueba de paternidad. Cuando la tenga le diré la verdad a Bella, sin que nadie intervenga.

— Es injusto que quieras un lugar que nunca has tenido —rebatió Charlie.

— Si yo hubiera sabido que Bella había quedado embarazada, le juro que me hubiese hecho cargo —reconocí— así como lo hice esta vez.

— Dudo que te hubieras casado con mi hija a los veinte años.

— Veintidós —aclaré mi edad—. En ese entonces tenía solo veintidós años y su hija veinte.

Charlie gruñó.

Tal vez no me hubiese casado con ella, por supuesto que no. Ambos éramos estudiantes de universidad, con montones de conflictos. Sin embargo, la habría acompañado siempre y la hubiese apoyado en todo lo que yo pudiera. Bella no hubiera llevado su maternidad sola, eso sí que no.

— Yo te ayudaré.

Los tres volteamos a la puerta cuando Renee habló. Ella se cruzó de brazos y asintió mirándonos con una tierna sonrisa.

— Lo escuché todo y no hace falta contarme nada —aceptó mi suegra— solo dinos qué hacer y lo haremos.

— Renee —gruñó Charlie. Mi suegra llevó un dedo a los labios y lo hizo callar.

— ¡Renee nada! —rezongó—. Mi hija es una adulta y tiene derecho a buscar su felicidad. No importa que haya elegido estar lejos de nosotros. Quiero verla feliz y realizada.

— No sabes la ilusión que transmite al contar cada cosa que hace mal, ahí en su casita —continuó con una sonrisa— ella está aprendiendo por otras personas lo que nunca quisimos enseñarle nosotros, ya que decidimos tratarla como si fuese de cristal. La sobre protegimos, Charlie. Cometimos errores como padres al prohibirle todo y hacer que ella se manejara a escondidas. Así que no volveré a fallarle como madre y sí Edward asegura ser el padre de mis nietos haremos esa prueba y él tendrá su lugar frente a ellos.

— Entonces, ¿qué propones, hijo? —preguntó ella más calmada.

— Tengo un plan, lo llevo trazado desde hace meses —revelé—. Lo pondré en práctica al llegar a la ciudad. Mi amigo Jasper me ayudará, solo necesito que ustedes le pidan prestado los niños.

— Cuenta con ello —dijo Renee.

— Tienes que contarme todo —pidió Félix— necesito escuchar tu historia con pelos y señales.

Asentí.

Charlie se quedó en silencio frunciendo su bigote, renuente a mirarnos.


BPOV

— ¿Puedes centrar tu vista en la carretera? —pedí—. Me pone nerviosa que estés mirándome con esos ojos saltones.

Jasper batió su cabeza sin quitar sus manos del volante.

— Estoy tratando de recordarte —reveló.

Enarqué mis cejas, mirándolo fijo.

— ¿De recordarme? —inquirí—. ¿Por qué habrías de recordarme?

Levemente elevó sus hombros quedándose pensativo.

Inspiré y corregí mi postura al ver que había tomado la Interestatal 10. ¿Qué se supone que hacía?

— ¿Pretendes salir del estado? —cuestioné.

— No, solo estoy haciendo tiempo.

— ¿Tiempo para qué? —volví a cuestionar.

— Edward me pidió que te entretuviera —murmuró.

Fruncí mi entrecejo.

— ¿Por eso fuiste por mi a la oficina? —formulé—. ¿Qué ocurre con mi novio? Desde hace semanas actúa extraño, ¿acaso quiere pedirme matrimonio y está organizando una gran fiesta? —No pude evitar el sarcasmo en mi voz, por supuesto que conocía a Edward y jamás organizaría un evento de esa magnitud, menos cuando entre nosotros no existían planes de boda.

Sin embargo, la curiosidad por saber qué tramaba me estaba cosquilleando.

Creo que lo que realmente me hacía cosquillas era mi vientre al sentir los movimientos de mi bebé, sonreí y froté mi barriga. Este bebé era demasiado perezoso y pocas veces hacía acto de presencia.

De pronto y sin esperarlo Jasper dio un volantazo logrando desestabilizar la camioneta fuera de la carretera. Maldijo.

Grité. No sé porqué, pero era más emocionante estar gritando mientras la polvareda se elevaba y cubría la camioneta.

Me agarré con fuerza del asiento, al punto que mis uñas se clavaron en el cuero.

El ruido había sido aparatoso al estallar el neumático. La camioneta se había detenido de golpe y los cinturones se habían ajustado con fuerza sobre nuestros pechos.

Jasper gritaba junto conmigo aún sin entender qué ocurría. En cambio los dos seguíamos gritando.

— ¡¿Qué demonios fue eso?! —chilló mientras miraba por el retrovisor. Estaba temblando de forma graciosa que su cabeza solo parecía moverse de atrás y adelante—. ¿Lo viste?

Tal vez eran sus nervios o no sé, pero me preocupó al verlo reír con fuerza.

Toqué su brazo.

— Jasper —lo llamé— ¿Jasper estás bien?

Él no reaccionó solo reía como loco.

Desabroche mi cinturón y me acerqué. Sujeté su rostro e intenté que enfocara sus ojos en mí. En cambio él seguía riéndose sin sentido.

Tomé una bocanada de aire; agarré impulso con mi mano y estrellé cuatro veces mi palma sobre su rostro.

Su cabeza rebotó hacia atrás y yo lo seguí abofeteando, necesitaba que volviera en sí.

— Ya, Bella —musitó al punto del desmayo— ya pasó.

Sujeté sus hombros y empecé a sacudir su cuerpo con todas mis fuerzas. La cabeza de Jasper rebotaba contra el cristal de la ventana. Se quejó.

— Estoy al cien —respondió más despierto y sobando su cabeza— no es necesario que me provoques un traumatismo craneoencefálico, eh.

Me volví a mi asiento.

— Solo quería que estuvieras bien —encogí mis hombros— estabas en trance y no parabas de reír.

— Pues sí, pero tú abusas —tocó sus mejillas enrojecidas— tienes la mano pesada, Bella.

El ruido en la ventana nos sobresaltó. Era una chica con un maquillaje intenso que tocaba con sus nudillos el cristal.

Intenté abrir y Jasper tiró de mi mano.

— ¿¡Estás loca!? —gruñó—. ¿Cómo se te ocurre abrirle a una extraña? ¡Puede ser una asesina serial o una secuestradora!

Rodé los ojos volviendo mi rostro a la ventana; la chica nos miraba con cara de pocos amigos, sonreí y sacudí mi mano frente a su rostro haciendo que ella estrechara sus ojos delineados con lápiz negro. Mucho lápiz negro.

— Tiene exceso de maquillaje —murmuré—, ese de farmacia que no es de buena calidad. Mira cómo se le corrió por debajo de sus ojos.

— No entiendo una palabra —reconoció él—. Pero si abres esa ventana no puedo prometer que sigamos vivos.

— Es solo una chica de baja estatura con aspecto de rockera necesitada de atención y cara amargada, ¿qué de malo puede tener?

Bajé el cristal lentamente.

— Hola —saludé animada.

— ¡El imbécil de tu marido casi me mata! —farfulló viendo a Jasper con unos ojos furiosos.

— Él no es mi marido —aclaré. Así empezaban las habladurías.

— ¿Por qué tengo que ser yo el marido? —inquirió un ofendido Jasper, volteé a verlo y lo fulminé con la mirada.

— ¡Tu amante o lo que sea! —gruñó la chica. Contuve la risa al notar su desastroso cabello negro en un corte mal hecho y sin sentido, pues las puntas de su cabello apuntaban a todos lados como una medusa—. Mira cómo dejó mi ropa.

Asomé mi cabeza por la ventana y sí, su atuendo oscuro estaba polvoso de tierra, luciendo un gris desteñido.

— Oye, oye... —Jasper se bajó de un salto yendo a discutir frente a la chica—. Yo no tengo la culpa que una loca desquiciada se atravesara a mitad de la carretera. Por tu culpa casi nos volcamos —le señaló la parte trasera— mira el neumático, ¿quién lo arreglará?

— ¿Acaso pretendes que lo haga yo? —contraatacó la rockera con sus manos en la cintura—. Lo mínimo que deberías hacer por mí es conseguir dónde pasar la noche. Si lo haces no te denunciaré por intento de asesinato.

— ¡Hazlo lo que quieras! —Exclamó él—. Por mi vida, que no te subiré a mi camioneta.

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— Debiste conseguirte un amante más inteligente —susurró la chica desde el asiento trasero.

Llevaba rato burlándose de Jasper, porque este no había podido cambiar el neumático y ella lo tuvo que hacer por él.

— No es mi amante, es el mejor amigo de mi novio —volví a repetir por centésima vez. Resoplé, llevando mis manos a mi vientre endurecido. No me estaba sintiendo bien—. ¿Jasper, por cuánto tiempo más seguirás conduciendo?

Jasper volteó a verme y se encogió de hombros sin dejar de conducir a toda velocidad.

Mis ganas por vaciar mi vejiga eran muchas y no iba a resistir aguantar por más tiempo. Mi vientre se contrajo provocando una sensación de tirantez en mi espalda baja.

Jadeé al momento que la camioneta se detuvo saliendo de la carretera.

— ¡Bájate! —le ordenó Jasper.

La chica rockera llamada Alice se carcajeó. Empezó a reír tanto que cruzó los brazos sobre su estómago como si doliera, algunas lágrimas corrieron por sus mejillas, eran lágrimas negras porque su maquillaje se había corrido. Estaba espantosa.

— Bájame si puedes —retó Alice.

Jasper salió de un salto y abrió la puerta trasera. Mis ojos ojos se abrieron tan enormes, ¿en serio la iba a bajar? No tuve tiempo de prestar atención a sus discusiones sin sentido porque una ráfaga de dolor punzante en mi espalda baja me hizo gritar.

— Jasper… —Lo llamé sofocada.

— Ahora no, Bella.

Abrí mis piernas al ver que abundante líquido incoloro salía de mí.

Esto no podía ser verdad.

Sacudí mi cabeza.

Yo no podía estar en labor de parto junto a un par de locos, que no hacían otra cosa que no fuera discutir.


¡Hola! Sé que no se lo esperaban pero el tiempo pasó y el bebé quiere hacer su entrada triunfal, ¿quieren que Edward esté presente? Creo que se lo merece, ¿ustedes qué opinan? Espero que ustedes quieran compartir conmigo su sentir sobre el capítulo de hoy.

*Esta semana no habrá capítulo de Peligrosamente, tú. La semana que viene volveremos a los días acordadas para actualizar*

Gracias por sus favoritos, follows y reviews que me dejan.

Adelanto los martes en el grupo de Élite Fanfiction y a quienes quieran unirse a mi grupo, busquen: historias por Lau

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