Me adjudico todos los errores ortográficos y/o gramaticales que puedan encontrar en el capítulo.
Aviso: Para quienes no se enteraron el miércoles publiqué un capítulo extra de PAPÁ QUIERE HUIR por si gustan leer.
Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
PAPÁ QUIERE HUIR
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― Tu suegro quiere verte ―anunció Mike al entrar en la oficina. Levanté mi vista del plano que trazaba y miré al rubio sin dejar de fruncir mis cejas―. ¿Qué hiciste? ―preguntó tras de la mesa de dibujo y empezó a jugar con los lápices que había― tiene una cara de pocos amigos.
Pasé una mano por mi pelo y negué.
No me pondría a explicarle a Mike todo lo ocurrido el fin de semana.
― No ocurre nada ―mentí.
Me incorporé llevando conmigo mi móvil y caminé fuera de la oficina dejando a Mike con la duda impresa en su rostro. Algunos compañeros me saludaron mientras yo seguía caminando por los pasillos, una vez llegué a la oficina principal solté un hondo suspiro.
Toqué suavemente y asomé mi cabeza por la puerta.
Mi suegro apenas despegó la vista de su ordenador, me hizo una seña con su mano para que entrara. Después de sentarme en la silla frente al escritorio miré que seguía concentrado en la pantalla, empecé a tamborilear los dedos en mi rodilla en espera que dijera algo porque necesitaba regresar a la oficina y continuar con mi trabajo.
― ¿Necesitas algo? ―pregunté.
Éste volvió a fijar su vista en mí por unos segundos y después volvió a la suyo; tipeó con rapidez.
Me aclaré la garganta.
Fue que Charlie se alejó de la pantalla apoyando su espalda en el respaldar de su confortable silla de cuero.
Sus ojos tan iguales a los de su hija me observaban fijo. Hizo una mueca moviendo su bigote y exhaló ruidosamente.
― ¿Cómo le está yendo mi hija con los niños?
Rasqué mi nuca ante su pregunta tan fuera de lugar. En la compañía nunca se tocaba el tema de nuestra familia, al menos eso era lo que había aprendido de él. Sabíamos dividir lo profesional de lo familiar. A menos qué… ah, tenía una idea por dónde iba el tema.
― Bella está bien ―respondí― en dos semanas volverá a su trabajo.
Frunció su bigote.
― Mi niña ―gruñó por lo bajo y visiblemente enfadado― es tan terca, salió cien por ciento Swan ―comentó con orgullo para luego cambiar su gesto y arrugar su frente, me miró―. Me estoy mordiendo la lengua para no opinar ―dijo― mi niña era muy inocente hasta que te conoció.
Empujé el armazón de mis anteojos por el puente de mi nariz, dejando hundir mis hombros. Tampoco me pondría a debatir la inocencia de su hija, él tenía razón. Ella era inocente, sí, pero muy caliente y yo al ser un hombre débil, era fácil caer ante sus encantos.
― Cambiemos de tema ―carraspeó―. Te he mandado llamar porque tengo una oferta que hacerte.
Erguí mi espalda levemente ante el tono de voz tan profesional que estaba usando.
― Surgió un nuevo proyecto muy grande y ambicioso de un complejo habitacional ―explicó― es en Austin. Me gustaría que te hicieras cargo.
Parpadeé, abrí la boca sin articular palabra y volví a cerrarla.
― ¿Y-yo? ―tartamudeé. Odiaba hacerlo cada que me ponía nervioso―. Es que…
― En realidad son varios proyectos ―continuó, sin dejarme hablar― uno es el complejo habitacional y otro, un resot, los dos proyectos son en la misma ciudad, solo en diferentes fechas de importancia.
Mi mente procesaba de forma rápida la proximidad de ciudades entre Phoenix y Austin. Horas de vuelo serían más o menos de 2 horas y media, mientras por carretera es un viaje de más de 14 horas. Imposible. Esto me orillaba a estar fuera de casa, lejos de mi familia, de mi mujer.
Sacudí mi cabeza involuntariamente.
No. No aceptaría.
― No. ―Respondí tajante―. Viajar entre una ciudad y otra me alejaría de mi familia.
El rostro de Charlie se crispó, elevando su barbilla. Se había inclinado levemente sobre la mesa de escritorio.
― Son sacrificios que demanda nuestra profesión ―rebatió―. Así empecé yo para hacerme notar en este mundo de la arquitectura. Cada maldito reconocimiento tuvo un gran sacrificio, Edward ―señaló con su índice los cuadros enmarcados que lo ameritaban como el mejor arquitecto, la mejor constructora―. Eres el más indicado para llevar este proyecto, estoy confiando en ti. Te estoy confiando el prestigio de mi empresa, mi patrimonio y el de mis nietos.
Y él tenía razón. Lo aceptaba. Realizar el proyecto me traería reconocimiento y un mejor futuro. Vamos, ni siquiera tenía ahorros suficientes para realizar un depósito y ofrecerle una casa a Bella, a mis hijos. Lo poco que tenía me lo había gastado alquilando un barco para que todo se arruinara. Era un imbécil.
Dios. Era la mejor oportunidad de mi vida, ¡la mejor!
Estaba debatiéndome. Poniendo mentalmente en una balanza todo lo beneficioso que sería aceptar el proyecto y todo lo contraproducente que podría resultar.
El resultado era tan conflictivo; proyecto versus familia.
No había que pensarlo. Mi familia era más importante que todos los malditos reconocimientos.
A menos qué… ellos se fueran conmigo.
Sonreí.
― La única forma que yo podría aceptar ―articulé― sería llevarlos conmigo a Austin. Me llevaría a mi familia conmigo.
La sonrisa de Charlie se desvaneció de su boca, asintió con la cabeza y sonrió ampliamente, juntando sus manos sobre el escritorio. Se veía orgulloso y no entendía el porqué.
― No me equivoqué contigo, Edward ―declaró él― quise ponerte a prueba porque aún dudaba que fueras un muchacho tan cabal. Tan íntegro. Y veo que lo eres, sé que mi Bella y los niños estarán bien contigo ―se incorporó elegantemente y me extendió su mano― te felicito ―acepté su apretón de mano― el proyecto es tuyo. Sé que nadie lo haría mejor que tú.
Rodeó el escritorio y caminamos juntos.
― Ah, sí hay alguien que lo haría mejor que tú —comentó con orgullo.
― Bella ―ambos repetimos sonriendo. Ahora fui yo quien lo saludé fuertemente―. Gracias, por la oportunidad. No te vas a arrepentir.
Él asintió.
― Sé que no te debo explicaciones sobre mi relación con tu hija ―le dije― solo quiero que estés tranquilo. Realmente estoy enamorado de Bella, la quiero conmigo y sería incapaz de hacerle daño por voluntad propia.
― Cuidala ―me pidió―, y no dejes que beba.
Mi boca se abrió.
Charlie salió por delante de mí y se dirigió a su secretaria. ¿El acababa de hacer una jodida broma o me lo pidió en serio? Viviría con la duda para siempre.
Reí.
Regresé más animado a la oficina y mi buen humor salió volando al ver a Jasper esperándome cómodamente sentado en uno de los sofás con una venda rodeando su cabeza.
Estreché mis ojos y me acerqué al reconocer que usaba una camisa mía. ¡Era la nueva! ¿¡Qué demonios!?
― ¿Esa es mi camisa? ―inquirí.
Jasper rodó los ojos.
― ¿En serio te preocupa más una camisa que mi cabeza? ―cuestionó.
― Esa camisa es Dior y mi Bella me la regaló, aún no la estrenaba —me quejé—. ¿Qué haces con ella puesta?
Jasper inclinó su cabeza, mirándola de todos lados, estrujando la tela de la camisa entre sus dedos.
― Estaba en tu casa ―reveló muy quitado de la pena haciéndome fruncir el ceño―. Fui a disculparme con Bella ―explicó― le ayudé con el gordo, ¡y tu hijo me vomitó! Tu mujer me ofreció que fuera a su armario y buscara una camisa limpia y ¡esta me gustó!, eso es todo.
― ¿Y el vendaje? ―indagué.
Jasper se tocó la cabeza y negó.
― Era para darle más dramatismo a mi conversación con Bella.
Lo ignoré volviendo a mi lugar, sonreí al agarrar el lápiz entre mis dedos. Jasper no tenía remedio.
― No vas a preguntar cómo me fue con Bella ―dijo sorprendido. Negué―. Igual te lo voy a decir. Hablamos y ella se dio cuenta que soy un gurú de la comida, casi un actor nato y decidió perdonarme.
Estreché mis ojos, mirándolo.
Levantó sus palmas y se incorporó hasta llegar frente al escritorio.
― Bien, bien. Bella se enojó mucho y de verdad me disculpé sinceramente con ella, cometí un error debido a que me alcoholice. Pero, también le dije que el maldito alcohol te lleva a hacer cosas, en caso de ustedes los hace procrear hijos y pues a mí… me aligera la lengua. ¡Lo siento! no fue mi intención pasarme de cabrón con Bella.
Puso su mano en mi hombro.
― Lo siento, hermano ―se disculpó― eres mi mejor amigo y sé que no debí arruinar tus planes. Al menos dime que has hablado con las nutrias, ¿lo hiciste?
Negué desanimado al recordar que cada intento por sacar mi paternidad, mis niños salían con otro tema.
― Mira ―llamó mi atención poniendo unos tickets de avión en la mesa de escritorio― quizá estos boletos de avión no borran lo que hice ―se encogió de hombros― igual quise pagarles un viaje a mi Texas. Es un fin de semana en una casa de campo, tampoco creas que es muy lujoso, pero algo es algo. La cabaña está en Austin.
Casi había desorbitado mis ojos al solo escuchar la ciudad.
― En verdad, lo siento, Edward.
Me puse de pie y fui hacia él para estrecharlo en un abrazo. Palmeé su espalda con suficiente fuerza.
Se quejó.
― Te echaré de menos ―dije.
― Espera, espera ―me dijo―. ¿Qué quieres decir?
― Nada ―mentí, quería hablarlo primero con mi Bella antes que con cualquier otra persona―. Mejor explícame ¿qué hay entre tú y la emo? Fue raro verla con nosotros el fin de semana.
Jasper sonrió. Mostrando sus grandes dientes de caballo.
― Yo, nada ―respondió― es ella que parece garrapata adherida a mí, no se calma nunca. Creo que le gusto, y no la culpó.
Froté mi rostro. Jasper era tan insoportable y pagado de sí mismo.
― Sé poco de ella ―mencionó―. Se llama Alice Brandon nació en Misisipi y vino a vivir aquí por cuestiones laborales, se dedica a los bienes raíces y tiene 24 años. No cree en el matrimonio, no quiere hijos y no practica ninguna religión. También sé que es hija única.
Abrí un poco mis ojos.
― Guau… ―expresé― lo bueno es que casi no sabes nada de ella. Solo te falta decirme sus últimos cuatro dígitos de su seguro social.
― Su número social termina en 2852.
Boquee. Estaba anonadado.
― Los tres dígitos de seguridad de su tarjeta terminan en 187 ―se encogió de hombros―. Lo sé porque ella me la prestó para comprar una hamburguesa.
Empujé el armazón de mis anteojos al tiempo que cerraba la boca y llevaba mis manos a los bolsillos de mi pantalón.
Estaba convencido de que Alice era más importante para Jasper de lo que en realidad fuera capaz de admitir.
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Esa tarde llegué a casa con buenas nuevas y también con unas hamburguesas para cenar.
― ¡Edward! ―chillaron mis niños al verme entrar en la estancia, los alcé en mis brazos y los llené de besos.
― ¡Hola, nutrias! ―Los saludé sin soltarlos de mis brazos―. ¿Cómo estuvo su día de colegio?
Noah agitó su mano mientras estrechaba sus ojos.
― No me quejo ―murmuró él, haciéndome reír―. Todo lo que pone la maestra, ya lo sé.
Bella me había explicado brevemente que Noah era muy adelantado para su grupo de preescolar, la maestra le había sugerido que lo dejarían terminar el año con el resto de sus compañeros. Sin embargo no haría kinder, sino iniciaría de lleno la escuela elemental en grado uno. Él sabía leer, escribir, hacía sustracciones y adiciones básicas. Noah estaba listo para ser promovido, para un nuevo reto en su corta vida.
― A mí también me fue bien ―farfulló Emma captando mi atención. Echó sus brazos alrededor de mi cuello y enterró su cabeza en mi hombro.
No podía quejarme de ella. Solo que Emma iba acorde a su edad, su aprendizaje era normal y no por ello era menos inteligente. Era una nena preciosa, la princesa de papá.
― Hola, amor ―me saludó mi Bella al llegar hasta mí. Besó mis labios brevemente y me mostró sus brazos donde cargaba a Jay con sus ojos marrones muy abiertos―. Las nutrias me ayudaron a ducharlo, está muy guapo.
Los mofletes rosados de Jay se inflaron cuando empezó a hacer pucheros. Mi hijo era un gran niño regordete que no parecía tener un mes de nacido, sino cuatro.
Le besé la mejilla a mi regordete bebé dejando sobre el piso a las nutrias quienes corrieron con las hamburguesas y empezaron a poner la mesa como si fuese un alimento gourmet.
Sostuve a Jay entre mis brazos.
― Jasper estuvo aquí ―comentó mi Bella― me vino a pedir disculpas y las acepté.
La miré con una sonrisa.
― Me contó varios chismes ―continuó ella mientras mordiqueaba su labio inferior― con qué la chica gritona, ¿no?
Apreté mis labios en una línea y no respondí.
― Edward ―murmuró― ¿borraste el vídeo del club? Ese que grabó Jasper.
Sacudí mi cabeza, negando. ¿Cómo decirle que lo había archivado en mis documentos personales? Quizá pensaría que era un pervertido.
Ella suspiró manteniendo una risita en sus preciosos labios, sus ojos se veían emocionados mientras se acercaba a mí poniéndose de puntillas.
― He ido al ginecólogo y tenemos luz verde ―susurró en mi oreja haciéndome estremecer, la piel de mis brazos se habían erizado― también inicié con un método anticonceptivo, ya no tendremos de qué preocuparnos.
Mierda. Ya empezaba a imaginarme dentro de ella en todas las posiciones.
Tranquilo, Edward.
Alargué mis brazos elevando a mi Jay por encima de mi cabeza. Fue suficiente un poco de movimiento para que mi precioso bebé vomitara encima de mi rostro. ¿Qué manera de poner frío a papá?
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Nuestra noche de pasión fue reemplazada por la hora de amamantar a Jay. Mi pequeño hijo había salido glotón, se atragantaba desesperado por succionar la leche del seno de su madre.
Mis ojos se cerraban por un poco de sueño. Cabeceé.
Entonces recordé una noticia que no quería postergar más.
― Hoy tu padre me ofreció un nuevo proyecto fuera de la ciudad ―mencioné más dormido que despierto.
Bella volteó a verme mientras seguía alimentando a Jay. Sus ojos mostraban curiosidad.
― Es en Austin ―proseguí entre bostezos―. Son dos grandes proyectos que me alejaría de la ciudad por algún tiempo, un año ―le dije.
― ¿Un año? ―formuló― eso significa estar lejos 365 días, Edward ―su voz se había entrecortado.
Me apresure a incorporar mi torso y atraerla a mis brazos, estaba llorando.
La envolví con ternura besando el tope de su cabeza, inspirando su delicioso aroma a frutas.
― No llores, nena ―pedí― no me iré, al menos no solo.
Ella se alejó de inmediato y me observó con sus preciosos ojos abnegados en lágrimas.
― No entiendo ―musitó.
Froté sus brazos donde mantenía a Jay. Me acerqué dejando un beso en la cabeza de mi hijo.
― Vámonos juntos ―le dije― hagamos una nueva vida como familia.
Sus ojos se abrieron mucho; era gracioso su gesto de asombro.
― Pero, estaríamos lejos. En otro estado ―explicó, quedándose pensativa― ¿crees que podremos solos?
Asentí convincente, aunque en realidad estaba muerto de miedo.
― Es un gran reto para nosotros ―articuló, no muy convencida de cómo seguir. Acarició la escasa mata de pelo cobrizo de la cabeza de Jay, suspiró, fijando sus ojos en mí―. ¿Solo por un año?
― Solo por un año ―repetí, deslizando la punta de mi índice por sus carnosos labios.
Bella asintió.
― Intentemos ―aceptó con una gran sonrisa.
La atraje a mí, rodeando su cuerpo y a mi hijo con mis brazos.
― Ah… ―articulé― este fin de semana iremos a Austin para pasar un fin de semana juntos.
― ¿Y eso? ―preguntó.
― Cortesía de Jasper ―respondí.
Jay empezó a toser porque se atragantaba con la leche, la cual salía de su boca. Bella limpió sus comisuras con un pequeño pañuelo y fue mi turno de sostenerlo en brazos para ayudarlo a descansar. Froté su frágil espalda mientras lo ponía cerca de mi hombro hasta que un pequeño eructo salió de él seguido de un gas. Se había hecho de nuevo.
Estaba muy despierto y feliz. Eso también lo supo merengue que gruñó tras de la puerta.
Miré a mi chica y le sonreí a modo de disculpa mientras ella cubría sus inflamados senos.
Adiós a nuestra noche de pasión, bienvenido un nuevo desvelo.
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Iba a matar a Jasper.
Alquilar una cabaña con una sola cama teniendo tres hijos. ¿Dónde se supone que íbamos a dormir Bella y yo?
― Es preciosa ―escuché decir a mi Bella mientras avanzaba dentro de la cabaña. Volteó a nosotros con una sonrisa en sus labios, fue momento que Jay se quejó en mis brazos y lo empecé a arrullar. Emma tiró de mi pantalón y me hizo mirarla.
― ¿Edward, puedo subir a la cama? ―pidió, haciendo un hermoso puchero en sus labios, asentí. No iba a negarme a esa hermosa mirada tan dulce que tenía.
Ambos se soltaron de mi pantalón para salir corriendo hacia la cama; subieron sobre el colchón y comenzaron a dar pequeños saltos.
Nuestro fin de semana comenzaba lleno de energía. En un lugar un poco aislado y rodeado por la naturaleza; una pequeña cabaña llena de ventanales en lo alto de un árbol con una tirolesa incluida y un lago.
Con dos mellizos de casi cinco años y un bebé de seis semanas de nacido era bastante complicado estar en ese lugar. En cambio Bella y yo habíamos decidido darnos un tiempo para nosotros en familia y disfrutar del bello paisaje que nos regalaba la naturaleza.
Fue por ello que apenas llegamos y salimos a recorrer los senderos del lugar. Bella se encargó de Jay sosteniéndolo en sus brazos la mayor parte del tiempo mientras nosotros recorrimos con entusiasmo cada rincón de bosque que se nos presentaba, por supuesto que hubo más de un accidente por mi parte, pero nada serio y de qué preocuparse. Así llegamos al pequeño lago donde decidimos subir al bote, no sin antes ayudarles a poner el chaleco salvavidas.
— ¿Sabes remar? —Bella indagó con suma curiosidad.
Ella venía sentada en el lado opuesto del bote mientras mis mellizos venían en medio, sentados muy quietamente.
— Lo suficiente para cruzar este pequeño lago —le respondí sintiéndome orgulloso de mis campamentos de verano donde mi madre me inscribió cuando era niño. Quizá no era un experto pero me defendía bien con el remo.
— Quizá ya sea hora —mencionó Bella abriendo más de lo normal sus ojos para ver a las nutrias. Entendía su referencia y solo asentí sin dejar de remar.
Me aclaré la garganta .
En mi cerebro no hallaba las palabras justas para iniciar una conversación con ellos. ¿Qué podía decirles a unos niños tan pequeños? No quería herirlos, ni hacerlos sentir mal o menos queridos que su hermano menor.
— ¡Miren! —chilló Emma incorporándose con rapidez, señalaba con su dedo índice un grupo de patos que nadaban despreocupados por la orilla—. ¡Vamos con ellos!
— ¡Sí! —Noah también se unió entre gritos y aplausos.
— ¡Calma, chicos! —pidió Bella elevando el tono de su voz— ¡sentados! Edward les contará una buena noticia. —Me sonrió inocentemente.
Los niños fijaron sus miradas en mí volviendo a ocupar sus lugares. Vestían siempre igual; ahora lucían musculosas blancas y pantaloncillos de mezclilla. Emma movió su pequeño pie cubierto por tenis de princesa, mientras Noah llevaba unos tenis de luces rojas y azules.
— Bueno —empecé a decir— yo… ustedes —seguí remando sin ningún rumbo— los quiero mucho.
Ellos rieron, asintiendo.
Resoplé.
Nunca en mi vida me había sentido tan inútil. Y el simple hecho de iniciar una conversación con mis niños me tenía mal y sin sentido común.
— ¡Te queremos, Edward! —dijeron al unísono. Logrando que unas palabras poderosas me hicieran sentir henchido de felicidad.
Emma se volvió a poner de pie y señaló hacia otro lado.
— ¡Allá hay un conejo! —exclamó.
— ¡Sí! —chilló Noah junto a su hermana— vamos con él. ¡Vamos, vamos, Edward!
Remé hacia ese lugar.
La conversación estaba terminada, por el momento.
La seguimos postergando cuando atrapamos al conejo; cuando nos deslizamos de la tirolesa; cuando juntamos algunas rocas de formas diversas y colores extraños. A la hora de la comida no pudimos sacar el tema porque ellos seguían emocionados contando cada pequeña aventura.
Entonces cuando la tarde nos atrapó y el cansancio los vencía. Recién duchados, se dejaron caer en la cama, me recosté junto a ellos mientras mi Bella amamantaba a Jay en la mecedora de la esquina.
Empecé a jugar con sus manos; midiendo el tamaño de las mías con lo pequeño que eran las suyas. Noah casi cerraba los ojos.
— Les quiero contar una historia —murmuré, llamando su atención—. Hace mucho tiempo fui a un viaje en barco… conocí una preciosa castaña.
Bella se puso de pie y se acostó junto a nosotros, mientras seguía alimentando a Jay.
Emma se replegó a mi costado sin dejar de jugar con nuestras manos. Noah ya había abierto los ojos y escuchaba expectante.
— Esa chica estaba por caer y la sostuve entre mis brazos para que no cayera —les dije— me gustó mucho. Solo que ya no volví a verla hasta que pasaron muchos años y supe que ella tenía dos preciosos hijos y que yo era el papá. Pero ahora no sé cómo decirle a esos niños que yo soy su papá, no sé qué hacer… ¿qué creen que deba hacer? Ayudenme.
— ¿¡Tienes hijos!? —indagaron al unísono.
Noah rascó su barbilla mientras Emma estrechaba sus ojos vivaces. Ambos se habían sentado sobre el colchón con sus piernas flexionadas.
— Sí —acepté con una sonrisa— son niño y niña.
— Tal vez… —dijo Noah con su vocecilla casi susurrante— puedes darles pistas.
— ¿Pistas? —inquirí sin soltar sus manos. Estaba tan nervioso que lograba escuchar mi corazón palpitante a un ritmo loco en mis oídos.
— Si —insistió él— ¿qué color de ojos tiene su papá?
— Verdes —respondí de inmediato.
Noah solo asintió y Emma mordisqueó sus labios mientras arrugaba su frente con evidente curiosidad.
— ¿Color de pelo? —siguió preguntando Noah.
— Cobrizo —volví a responder al instante.
— ¿Cómo se llama la mamá de esos niños? —La voz de Noah apenas se escuchó—. Debes decir todo eso para que ellos sepan.
— Isabella —confesé, intuyendo que ellos estaban comprendiendo.
Ambos fijaron sus ojos en Bella y ésta asintió conteniendo sus lágrimas.
— Y... —intervino Emma— ellos deben saber si PAPÁ QUIERE HUIR.
Sonreí y atraje sus manos a mis labios, besé sus dorsos suavemente. Entretanto ellos miraban emocionados.
— Papá se quedará con ustedes si así lo quieren —prometí. Siempre respetando sus deseos sobre los míos.
Los ojos de Emma se volvieron cristalinos mientras Noah se había limpiado varias veces su rostro sonrojado. No quitaban su vista de mí.
— ¿Cómo se llaman tus hijos? —preguntó mi hijo en un sollozo.
— Sus nombres son Emma Marie y Noah Alexander —confesé lo último, desnudando mi corazón para ellos—. Pero les dicen nutrias.
Ellos se miraron entre sí y con lágrimas en los ojos se echaron sobre mi torso.
Reí, tragando el nudo en mi garganta.
Era la más hermosa bienvenida.
¡Hola! ¡Feliz domingo para ustedes! Aquí les dejo otro capítulo más de esta historia, nos leemos el próximo domingo con el final. Ojalá quieran compartir sus reacciones del capítulo conmigo, me haría muy feliz que se decidan a escribirme.
Martes de adelantos en el grupo de Élite Fanfiction y por si quieren unirse a mi grupo para ver imágenes de cada capítulo, ahí los espero. El link está en mi perfil.
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