Me adjudico todos los errores ortográficos y/o gramaticales que puedan encontrar en el capítulo.
Aviso: esperen el epílogo cualquier día de la semana. ¡Gracias!
Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
PAPÁ QUIERE HUIR
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Me removí entre las sábanas sintiendo un ligero, pero agradable peso sobre mi cuerpo, erguí un poco mi cabeza de la almohada y entreabrí un ojo dándome cuenta de que mis hijos estaban durmiendo sobre mi espalda, no era novedad. Lo hacían cada noche desde que llegamos de Austin. Ellos se cuelan en la habitación cada madrugada para dormir con nosotros.
Sonreí y volví a dormir o, al menos eso intentaba cuando Jay pegó un llorido haciéndome abrir los ojos por completo. El pequeño gordo reclamaba por atención, palmeé suavemente su estómago debido a que estaba al lado de nosotros, también en la cama.
Era el primer día en que Bella regresaba a la constructora junto a Victoria y James, así que le había sugerido hacerme cargo de mis hijos.
Froté la barriga de Jay con mi palma volviendo a cerrar los ojos.
Mi bebé volvió a soltar un alarido ensordecedor logrando que Emma se bajara de mi espalda al igual que Noah. Ellos de inmediato se centraron en su hermano menor.
Espabilado por completo me dediqué a cambiar el pañal de mi hijo por uno limpio y seco. Entretanto Noah buscaba algo cómodo para su hermano mientras Emma traía un biberón de leche.
Una vez Jay estuvo felizmente satisfecho y con ropa limpia lo llevé a su cuna, a un lado de nuestra cama. Necesitaba poner atención a mis dos hijos mayores.
— En un momento haré el desayuno —anuncié, mientras entraba al baño y me deshacía de la pijama, al no escuchar ningún ruido, asomé mi cabeza entre la puerta— ustedes pueden vestirse con el uniforme del colegio. Los espero en el comedor —les dije cubriendo mi boca de un bostezo.
Ninguno de los dos se movió.
— ¿Qué ocurre? —pregunté.
— Antes de vestirnos debemos desayunar, es una regla —me recordó Noah.
Asentí, frotando mi mandíbula. Desconocía las reglas de Bella sobre la crianza de mis hijos; por lo regular era yo quien salía muy de mañana dejándola a ella a cargo de los niños.
Por supuesto que esto cambiaría, era mi deber como padre involucrarme más en la vida de los tres.
Así que cuando salí del baño y estuve en la cocina opté por fruta y yogur. Fue un desayuno bastante ligero y rápido.
Todos estábamos vestidos y listos para salir, menos Jay que se quedaría en casa al cuidado de Zafrina. Dejé un corto beso en la regordeta mejilla de mi bebé que dormía nuevamente.
— Edward —la tímida voz de Emma me hizo voltear hacia la puerta de mi habitación. Ellos aún no lograban decirme papá, y aunque esperaba ansioso ese momento, me sentía a gusto con la confianza que había entre nosotros—. ¿Puedes peinarme?
Dio cortos pasos hacia mí y me tendió un lazo color azul que iba muy acorde con su uniforme. Dándose media vuelta, mi hija, expuso su corta melena frente a mí.
En mi vida había hecho alguna coleta.
Sostuve el suave y delgado cabello de Emma y lo empecé a manipular con mis manos. Tal vez, no era el mejor o más presentable peinado. Es mas, estaba seguro que si fuéramos a un concurso, quizá quedáramos en último lugar, sin embargo, ver el rostro feliz y orgulloso de mi niña al mirarse frente al espejo, me hizo sentir bien.
Qué importaba lo mal hecho que estuviera y lo deforme que se viera en su cabeza.
— Me veo bonita —se aduló mi hija.
— Eres preciosa —le aseguré, sosteniendo su menudo cuerpo en mis brazos, sus ojos brillaron de emoción envolviendo sus brazos en mi cuello, sonreí al ver que escondía su rostro en mi hombro—. Debemos irnos, no quiero que les pongan retardo.
Noah arrugó su frente al vernos llegar a la estancia mientras Zafrina sonreía emocionada.
— ¿Podrás cuidarlos por la noche?
Zafrina asintió con vehemencia. Le había pedido de favor que se hiciera cargo de mis niños para salir a cenar con mi Bella, por supuesto que había aceptado a cambio de escuchar sacrificadamente por media hora cada chisme que ella atesoraba en su libreta.
— Me quedaré con ellos toda la noche —aclaró, dándome un guiño y sirviendo a mis niños sus bolsos térmicos con su refrigerio— les dejaré llegar hasta mañana a las 10 am. —Estaba por rodar los ojos cuando me empujó para que saliera del apartamento con mis hijos sosteniendo mis manos—. ¡Anda, anda! Se les hará tarde.
Al voltear me encontré con la puerta cerrada en mis narices.
— Zafrina —gruñí.
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Llegamos al colegio justo con el tiempo exacto, alcanzamos a correr antes de que sonara la campana. Los acompañé al salón de clases, sin que ellos soltaron su agarre de mis manos.
— Mira, Candy —Emma canturreó alegremente a una niña de cabello rubio y bellos orbes azules— ya tengo papá.
No supe cómo reaccionar; tenía tantas ganas de abrazar a mi pequeña. Me sentía dichoso al ser presentado ante sus compañeros.
La niña rubia me escudriñó de pies a cabeza antes de alargar su mano hacia mí saludándome con algo de recelo. Le concedí el saludo y ella me sonrió mostrando sus pequeños dientes, volviéndose a mi hija llena de júbilo la abrazó.
— ¿Cómo se llama tu papá? —escuché que preguntó a Emma.
— Edward —respondió.
— Ven —fue el turno de Noah que tiró mi mano, llevándome con él— te presentaré a mi mejor amigo Nicholas.
— Oye —dijo Noah al niño tímido y callado que estaba en la esquina del salón— ¿lo estás viendo? —le preguntó al niño señalando hacia mí— Edward es mi papá.
Fue así como Emma y Noah me fueron presentando a cada compañero, convirtiéndome en todo un suceso, casi en una celebridad en un pequeño salón decorado con tiernos dibujos infantiles. Ellos habían superado esa pequeña barrera de llamarme papá al menos frente a sus compañeros de clase, solo deseaba que pronto lo hicieran directamente conmigo.
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Había pedido una mesa apartada, al aire libre para poder disfrutar la hermosa vista que nos ofrecía Phoenix. Era completamente espectacular bajo la noche.
— Me encanta este lugar —declaró mi Bella después de que el camarero levantara nuestras órdenes. Ella sostuvo la copa de vino en sus dedos y la acercó a sus labios rojos— ¿qué celebramos? —preguntó con una sonrisa.
Cuadré mis hombros y decidí centrar mi vista en sus ojos marrones. Me distraía fácilmente su boca en ese tono de lápiz labial.
— Celebramos una nueva vida en familia —respondí—. ¿Estás lista para una nueva aventura?
Inspiró, degustando el olor del vino y sin beber ni un sorbo volvió a dejar la copa en la mesa. Mi chica no podía beber alcohol porque seguía amamantando a Jay y era estricta en su ingesta porque solo deseaba alimentarse de comidas nutritivas por el bien de nuestro bebé.
— Estoy muy asustada, amor —reveló en un tono suave— enfrentar nuevos retos, me vuelve temerosa. Sin embargo, considero que estoy lista.
Sonreí. Alargando mi mano por sobre la mesa le di un apretón a la suya.
— Hay una idea que ronda mi cabeza desde hace días —continuó relamiendo sus labios— quiero poner a la venta mi casa.
Abrí mis ojos más de la cuenta empujando el armazón de mis lentes que se deslizaba por el puente de mi nariz.
— ¿Qué quieres decir? —indagué.
— No sé qué vaya a pasar con nosotros, Edward —murmuró— confío en que este nuevo destino juntos sea el inició de nuestra vida compartida por los años que nos queden —el brillo en su mirada era especial, era emoción pura combinada con incertidumbre— así que sea lo que pase con nosotros, mis intenciones es no volver a ese lugar que fue mi casa.
— Esa casa es un regalo de tu padre —le recordé.
— Lo sé y estoy inmensamente agradecida por todo lo que han hecho por mí, por mis nutrias —de pronto se quedó pensativa y con su mirada pérdida—. Yo crecí siendo criada como una plantita —susurró— vivía en un gran macetero y era regada con abundante agua, tomaba el sol necesario y volvía siempre a su lugar dentro de la casa. Fui muy amada y lo soy, no lo niego. Pero —sus ojos alegres estaban fijos en mí— esta plantita quiere echar raíces en otras tierras, libre del gran macetero.
Sonreí ante su ocurrente ejemplo. Ella estaba en todo su derecho de extender sus alas y volar, correr sus propios riesgos y tomar sus decisiones como mejor quisiera. Mi Bella ya estaba lista para tomar las riendas de su vida lejos, quizá muy lejos de sus padres.
— ¿Me acompañas?
Fruncí mis cejas a su pregunta.
— Necesitaré un buen jardinero —bromeó—, uno que sepa podarme muy bien. Sobre todo —su sonrisa se desvaneció— que sea paciente conmigo porque a veces soy una planta un tanto lenta.
Asentí.
— Aprenderemos juntos —prometí—. Tampoco soy un experto, en cambio sé que quiero una vida contigo.
— ¿Y cuánto tiempo crees que es una vida? —inquirió con una sonrisa coqueta.
— El tiempo necesario para ser felices, solo eso.
— Creo que estamos en la misma sintonía —aceptó—. Te amo.
— También te amo, nena. —Me incliné por sobre la mesa y dejé un corto beso en sus labios—. Cenemos—insté— porque después te llevaré a bailar, tenemos una gran velada para nosotros.
— Suena interesante.
— Será una gran noche —sonreí de lado.
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Eran pasadas las 2 am y nosotros seguíamos bailando.
Es decir, no era un gran experto bailarín; igual disfrutaba moverme con tal de restregar mi pelvis contra mi chica y mantenerla entre mis brazos. Estábamos sudados, acalorados y sin ganas de que la noche acabara.
Entrelace nuestros dedos y tiré de su mano llevándola entre el tumulto de gente, haciéndonos espacio para salir del lugar.
— Hey —la escuché que protestó negándose a caminar fuera— no me quiero ir.
Volteé a verla.
Su cabello se había vuelto con frizz debido a la humedad, era una melena salvaje que se me antoja sujetar en un puño y ponerla en...
Negué.
Traté de recorrer su silueta ante la penumbra del lugar y mordí mi labio; su vestido color vino se había subido ligeramente por sus muslos. No sabía porque, ella se me antojaba desnuda y en esas zapatillas color negro que eran capaces de estilizar sus piernas y hacerme desearla.
Esas piernas que yo había amado desde hace casi un año.
Me acerqué; rodeé su cintura, atrayéndola con fuerza hacia mí.
Elevó su rostro y sonrió.
Me incliné buscando sus labios; su boca caliente le concedió permiso a mi lengua. La besé profundamente adueñándome de su sabor, disfrutando.
Sus dedos se enterraron en mi pelo tirando de mi cabeza hacia ella, sentí un escalofrío al sentir su cuerpo moldeado al mio.
— Llévame —dijo entre suspiros sobre mis labios— llévame a dónde quieras.
Apreté mis dedos en sus caderas y la atraje contra mi cuerpo, necesitaba que sintiera lo mucho que la extrañaba.
— Bella —gemí recorriendo su mandíbula con mi lengua— te quiero tanto.
Entre besos, manoseos y suspiros salimos al estacionamiento, la acorralé entre mis brazos y un auto. Lo que provocó un déjà vu, ya antes habíamos vivido una situación muy parecida. Con la diferencia de que aquella vez ambos estábamos ebrios solo con la mentalidad de pasarla bien y sin compromisos sin tener idea que el destino ya había tejido sus hilos hacia nosotros.
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Solté su cabello en la última embestida y me vacié por completo dentro de ella dejando caer mi torso sobre su espalda caliente y suave. Mi corazón retumbaba completamente acelerado dentro de mi pecho, dejé un corto beso en su hombro desnudo y salí de ella tumbandome en la cama. La atraje a mi costado, abrazando su sudado cuerpo contra el mío.
Escuché que sus zapatillas cayeron al piso, sonreí satisfecho.
Bella se acurrucó soltando un bostezo, acomodó su cabeza encima de mi pecho. Mis dedos empezaron a recorrer su espalda de forma distraída.
Cerré mis párpados.
El cansancio me estaba venciendo y eso que apenas eran las 5 am. Era todo un semental que tenía a mi chica completamente fuera de combate, una buena historia que guardaría en mi memoria y las más locas fantasías cumplidas en un cuarto de hotel.
— Edward.
— Mmm.
— En verdad me gustaría tener una familia grande —reveló adormilada— seis hijos, me gusta.
Mis ojos se abrieron de inmediato, casi con miedo. Era pánico.
Bajé mi vista para darme cuenta que sus ojos estaban cerrados y su cuerpo se había vuelto laso, se estaba quedado dormida.
— Shh... —di unas palmaditas en su espalda— shh, duerme, cariño. Lo tuyo es puro sueño. Descansa.
Ya no respondió, su respiración se había vuelto acompasada.
Había una historia entre nosotros que apenas empezaba, sí, pero tampoco sería de un hijo por año. De ninguna manera.
(Tiempo después)
— Mamá —supliqué para que dejara de contar mis intimidades a mis suegros. A nadie le importaba saber que amaba corretear en calzones por toda la casa cuando tenía 4 años de edad.
Renee dejó un beso en mi sien a modo de disculpa. O eso quise creer, quizá era un déjame lucir en la conversación.
— Eso no es nada —dijo Esme minimizando la anécdota de mi madre. Ella amaba ser el centro de atención, rodé los ojos y compuse mi semblante cuando Rose me vio hacerlo—. Mi Edward cuando tenía esa edad jugaba con su pequeño pene a la hora de la ducha.
Apreté mis labios cuando la familia empezó a reír a carcajadas.
— ¡Esme! —riñó Edward con su rostro enrojecido.
— Ahí estaba mi pequeño hombrecito —continuó mi suegra, sacudiendo su mano como diciendo no pasa nada déjame hablar—. Lo estiraba de un lado a otro, yo temía que fuera arrancarlo o que no le fuera a funcionar como era debido.
Los ojos de Esme se estrecharon al verme y de pronto sentí la mirada de todos.
— Edward funciona muy bien —aclaré sonriente. Más que bien quería decir, yo lo catalogaría como excelentemente delicioso. Sonreí anonadada ante el recuerdo de la noche de hotel, suspiré.
— ¿En serio? —susurró mi chico en mi oído logrando traer mi mente al presente— tú no te quedas atrás.
Sus brazos continuaron alrededor de mi cintura, suspiré y apoyé mi cabeza contra su pecho.
La noche estaba por cubrir el cielo, había llegado la hora de irnos. De hecho mi Jay y las nutrias ya estaban en sus sillas correspondientes en el asiento trasero de la camioneta junto a merengue que cuidaba de ellos.
Mi padre se acercó intuyendo que era el momento. Me estrechó con fuerza contra su pecho liberándome de los brazos de mi novio.
— Cuidate mucho, tesoro —su voz se volvió entrecortada haciéndome sentir un nudo en mi garganta. Lo abracé con fuerza, de pronto quería ponerme a llorar como si tuviera cinco años—. Aquí estará papá si quieres hablar, no importa la hora.
— Te amo papá.
Charlie besó mi frente por largos minutos, posponiendo el momento y después se alejó dando media vuelta, sabía que se estaba limpiando las lágrimas de su rostro. Después llegó tía Sue sin dejarme digerir ver a mi padre tan abatido, ella me abrazó diciéndome en el oído que si salía algún galán le hablara. Abuela Marie me abrazó como queriendo romper mis costillas. Kate dejó un beso en mi mejilla, ella no fue tan efusiva porque la pequeña Carol de tres meses estaba en sus brazos. Félix me envolvió entre sus musculosos brazos y prometió visitarnos pronto.
— Oh, mi niña —musitó mamá con sus ojos llenos de lágrimas, me dio un abrazo fuerte transmitiendo su cariño—. Mi pequeña niña se va lejos de casa. Mamá te ama, cariño —acunó mi rostro— si necesitas algún consejo de cualquier índole, me hablas.
Tan solo moví mi cabeza, aceptando.
Caminé a la puerta de la camioneta que Edward había abierto para mí. Estaba por subir cuando Zafrina tiró de mi brazo, en esa forma tan impulsiva que tenía de ser, me asfixió al grado de casi dejarme sin aire con su abrazo.
— ¡Mi inútil amiga! —vociferó al tiempo que pasaba su mano por mi espalda, frotando y restregando sus pulseras multicolores en mi piel— te echaré de menos.
— Existen las videollamadas —le dije.
Zafrina se alejó para arrugar su ceño, de pronto las comisuras de sus labios color rosa fucsia se extendieron hacia arriba, me dio un guiño poniendo entre mis manos su pequeña libreta que ella adoraba.
Enarqué mis cejas.
Puso su palma evitando que la abriera y empezara a leer.
— Al tener esto contigo querrás hablarme siempre —reveló, haciéndome reír. Zafrina estaba en lo cierto.
— Nena —escuché a Edward. Por el rabillo de mi ojo derecho sabía que estaba en el asiento del conductor, esperando por mí.
Agité mi mano a todos y sonreí para no echarme a llorar.
Apenas subí a mi lugar y mi puerta fue azotada, cerrándose de golpe. Jasper metió medio cuerpo por la ventana y extendió su brazo a Edward.
Edward bufó y, resignado dejó caer sobre la mano del rubio las llaves de nuestro apartamento.
— Por favor, Jasper —exigió Edward— júrame que cuidarás de nuestro hogar por un año. Sin fiestas ni destrozos.
— Lo haré —prometió Jasper asegurando las llaves en su palma. Me sonrió inocentemente y despeinó mi cabello antes de bajarse y volver al lado de Alice. La chica malhumorada movió sus hombros para que quitara su brazo de ella, en cambio a Jasper se aferró más a su abrazo—. ¡Buen viaje! —chilló.
Cuando Edward puso en marcha la camioneta mi corazón estaba en mi garganta mientras fingía que todo estaba bien, agitamos las manos mis niños y yo mientras seguíamos articulando un adiós y merengue movía su cola, lleno de emoción.
El anuncio de "se vende" en el jardín de mi casa me hizo saber que era real. Habia dejado mi casa, a mis padres y trabajo.
Volteé hacia donde mis hijos iban cantando y batiendo palmas para Jay que tenía cinco meses, mi corazón se hinchó de emoción. Las nutrias habían cumplido cinco años y como celebración pidieron un pastel de chocolate y solo compartir con Edward y conmigo y su pequeño hermano, sin olvidar a merengue. No fue necesario un gran festejo porque ellos solo querían pasarlo en familia.
— ¿En qué piensas? —preguntó Edward al tiempo que entrelazó nuestros dedos permitiéndose conducir con su mano izquierda.
— En nuestros hijos —respondí.
— ¿Qué pasa con ellos?
— Son tan felices.
— ¿Y tú? —indagó.
Reí, mirando hacia el frente.
Era el final de una etapa y el comienzo de otra. ¿Cómo no iba a ser feliz? Estaba apostando todo por él, por mi familia y sabía que ganaría.
— Soy inmensamente feliz.
Recargué mi cabeza hacia atrás y sin soltar nuestras manos seguimos nuestro camino…
(Muchas millas después)
— ¡Quiero hacer pipi! —chilló Emma removiendose en su silla— ¡por favor, papá, detente!
Edward y yo nos miramos.
Ambos sonreímos y pude darme cuenta de la emoción desbordada en sus ojos, salió de la carretera para buscar el primer McDonald's donde estacionó. Lo seguí con la mirada viendo cómo abrió la puerta donde Emma venía, la tomó en sus brazos y dio vueltas con ella.
Era la primera vez que lo llamaba papá. Podía darme una idea de su emoción desmedida.
— Mami —dijo Noah restregando sus puños contra sus párpados, seguía adormilado— ¿dónde estamos? —miró fuera de la camioneta que sólo había poca luminosidad en el estacionamiento.
— Sigue durmiendo. Nos hemos detenido porque tu hermana quiso ir al baño.
— ¡Yo también quiero ir! —anunció, bajándose de la camioneta en tiempo récord.
Abrí la puerta y lo miré corriendo para encontrarse en los brazos de Edward. Éste lo sostuvo y Emma salió por un lado de ellos, mirándolos con una sonrisa.
— Papá —volvió a decir Emma mientras tiraba del pantalón— ¿podemos comer?
— Sí, papá, yo también tengo hambre —Noah se frotó la barriga.
— ¿Cómo me dijiste? —Edward preguntó sonriente.
— Papá —repitió Noah— eres mi papá —se abrazó al cuello.
Merengue gruñó mirando por el cristal.
— Oye —le dije a merengue— debes ser bueno con papá o lo harás huir.
Merengue ladró despertando a Jay y haciéndolo llorar. Mi niño empezó a patalear completamente enojado y con su rostro enrojecido.
Reí.
Reí como loco sin importar qué pensaran de mí. Era el hombre más feliz de la faz de la tierra. Del jodido universo.
Abracé a mis nutrias junto a mí, los estreché fuertemente haciéndolos reír conmigo. Los sostuve a ambos en mis brazos y me puse a girar con ellos.
Me sentía estúpidamente feliz.
— ¿¡Lo escuchaste, amor!? —vociferé con una extensa sonrisa—. ¡Me llamaron papá! Al fin me dijeron papá.
Sin soltar a mis hijos me acerqué dejando un sonoro beso en la sien de mi Bella. Ella sonrió emocionada mientras arrullaba a Jay en sus brazos y merengue movía su cabeza de un lado a otro tratando de entender.
Justo aquí, a las afueras de un establecimiento de comida rápida, el día apenas comenzaba y nosotros reíamos felices por el gran acontecimiento entre mis nutrias y yo.
Estas eran la cosas que realmente valían la pena.
Cuando encuentras más de lo que pediste, puedes HUIR o simplemente vivirlo.
Tú decides.
Muy agradecida por haberme acompañado en esta aventura. Espero que estén interesadas en saber que será de nuestra loca familia en algunos años, muy pronto traeré el epílogo, estén atentas.
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A quienes comentaron todo mi agradecimiento especial: Diannita Robles, cocoa blizzard, ALBANIDIA, Patty, Jess Amador, PaolaValencia, Flor Mcarty, liduvina, mrs puff, Leah De Call, Jane Bells, Eli mMsen, saraipineda44, terewee, Lily, Antonella Masen, Ximena, Iza, Moni, Jade HSos, Dulce Carolina, Ana, NarMaVeg, Lore562, NaNYs SANZ, Lizzye Masen, Gabby352, Lizdayanna, kasslpz, Fer, Pao Pao, Lili Cullen-Swan, Lida, ClaryFlynn98, Heart on winter, solecitopucheta, Diana, Fallen Dark Angel 07, Jessenia Torres 1, Cinti77, rociolujan, Isis Janet, ClaryF,L, Rini Chiba, Jenni317, Adriu, sandy56, Franciscab25, Pepita GY, Wenday14, EmilyChase, Cinthyavillalobo y comentarios Guest.
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