«Todos tenemos cicatrices. Algunas son visibles y con el tiempo aprendes a vivir con ellas; se transforman en un recordatorio constante de que estás vivo y debes seguir en pie, librando mil batallas. Existen otras tantas que a pesar de que el ojo humano no pueden verlas, sabes que están ahí haciendo eco en tu día a día. Son marcas de sufrimientos y otras guerras, las cuales son las más difíciles de sanar. Y entonces, tales cicatrices viven en ti como parte de tu esencia, así como siendo una pauta del camino que elegirás en tu vida.

Conocí a un joven mago, uno que tenía una cicatriz en forma de rayo. Él se conducía con fortaleza y bondad, detalle que creo que en el fondo era lo que más envidiamos de su persona, ya que nos encontramos en esta vida con cicatrices internas que nos llevaron a tomar malas decisiones.

Esta es mi está es mi historia, la de Draco y Barty, quienes nos guiamos por la oscuridad; el relato de mi mejor amiga y de una sangre sucia con apellido Granger, quienes el amor les llegó de manera imprevista y sí, hay que reconocer que una de ellas se llevó más desgracias que dicha. Así que si deseas conocer una versión distinta de esta historia, bienvenidos a mi mundo. Nada pierdes con leer y vivir a mi lado por un momento.»


La copa mundial de Quidditch

Las vacaciones estaban a plenitud, así como los rayos del sol que acariciaban las casas de campaña. Debo admitir que detesto el quidditch, sin embargo, el espectáculo que relucía ante mis ojos era maravilloso; aunado a esto mi pasión por conocer a brujas y magos de otros países me llenaba de gran curiosidad. Era algo increíble el estar rodeada de casas de campaña, de las cuales salían magos ataviados con capas de seda y con turbantes; había magos proveniente de Sudamérica hablando en un idioma desconocido para mí. Algunas brujas africanas parecían princesas de piel oscura, muy bellas y exóticas al nivel de las japonesas con sus rostros de porcelana. Y más allá de apariencias, lo fascinante es que éramos cientos de miles de magos y brujas de diversas partes del mundo unidos como una sola comunidad mágica.

Decidí dar una caminata para seguir disfrutando del color que traía consigo el mundial. Metí las manos en los bolsillos de mi pantalón y proseguí mi recorrido observando todo con suma curiosidad. Me llevé una que otra sonrisa de algunos niños que a leguas se veía eran americanos; mis compatriotas ingleses también me demostraron amabilidad cuando tropecé con una mochila y que gracias a un mago de barba poblada, me salvé de una caída. «Gracias» musité con una sonrisa y me alejé con mi soledad a cuestas.

No me considero una persona sociable, pues no poseo empatía hacia mis pares. Digamos que soy de la clase de calidad antes de cantidad, soy bastante selectiva y por ello me acarreo uno que otro desprecio. Aún así, admito que soy afortunada por tener cerca de mi a mis pocas amistades. Y hablando de ello, cuando pasé cerca de una familia ataviada con los colores de Irlanda, una voz familiar resonó a mis espaldas:

—¡Freeda, Freeda! ¡Te he estado buscando!

—Tonta, al contrario de otros vine sola al mundial y decidí dar un paseo mientras tú derramas miel sobre grageas— respondí riendo entre dientes a quien es mi mejor amiga, que corría con los brazos abiertos hacia mí.—¿Dónde dejaste a Diggory, Amanda?

Ella se ruborizó ligeramente y se cruzó de brazos, mirando por encima del hombro.

—Allá con los Weasley, Potter y la chica de la biblioteca. Pero no encajo ahí, prefiero estar contigo ¿Sabes? Digo, soy capaz de soportar a cualquiera estando con Cedric pero...nos topamos con Chang y no me fue muy grato—comentó con un dejo de amargura.

—Aún no superas lo de tu lesión, ¿Cierto?— inquirí, al tiempo que Amanda negaba con la cabeza.—¡No seas estúpida! Recuperarás tu puesto en el equipo tarde o temprano, además tu cabeza hueca de Hufflelpuff está de tu lado, ya supera eso.

Ella soltó un bufido de desaprobación y frunció el entrecejo. La miré divertida, pues si alguien amaba con pasión el quidditch sin duda era Amanda Kelsington; por ella me encontraba aquí ya que logró conseguir dos entradas para la final. Su amor por ese deporte le viene desde niña; aumentó cuando fue elegida como buscadora de Ravenclaw hacía ya tres años, pero una lesión la alejó del campo de juego dando pie a que Cho Chang ocupara su puesto en el equipo. Ese hecho le era difícil de superar, más si le sumamos que Cho parecía interesada en Cedric Diggory. Mi querida amiga es una chica agradable, aunque con una gran inestabilidad emocional.

—Él te quiere. Fin de la historia. Sabes que detesto las cursilerías porque soy un cupido amargado, pero ese imbécil te quiere, así que tranquilízate y disfruta cada momento— insistí dándole una palmada en la espalda.— Anda, ve con tu hombre y vigila a Granger.

—¡Ay, por favor! ¿Otra vez con eso? Dile a tu amigo que a la próxima se consiga a alguien más— me respondió alzando los brazos sobre su cabeza. Sus ojos castaños me miraron con inconformidad.— El curso anterior fue lo mismo, ¿Acaso Malfoy no puede acercarse a ella? O más bien su estatus se lo impide ¿No?— juguetó con su cabello mientras se encogía de hombros.

—No te cuesta nada, además es un favor que te pido. Es un ciclo porque Draco me hizo un favor y yo se lo estoy pagando, ahora tú me haces uno a mí y te lo pagaré cuando lo necesites. ¿Ves? ¡Nos conviene a todos!

—Sí, pero estás de acuerdo con que tanto Hermione como Malfoy, son personas que me importan poco y me desagradan.

—¡Haz lo que quieras! Solo que cuando necesites a una astuta Slytherin que le haga alguna maldad a Chang, ni me hables— resoplé con malicia.

—Bien, tú ganas Freeda Shilton. Nos vemos en la noche— se despidió con una sonrisa forzada.

Comencé a reír al tiempo que nos despedíamos y Amanda Kelsington se alejó.

Ella era un año menor que yo. Nos conocimos desde niñas en la casa de su madre, puesto que somos de algún modo parientes lejanas. Su primo Richard está casado con mi hermananastra Margaret, así que como es de esperarse nos frecuentamos seguido. Recuerdo que me encontraba en el jardín dándole vida con mis poderes a unos muñecos hechos con lodo. Amanda se acercó a mí con timidez, sus mejillas sonrosadas y las pecas por su nariz le daban un aire bastante gracioso, además que era muy pequeña para su edad. En cambio yo me veía un poco más grande de los años que tenía en ese entonces; mi cabello a comparación de la actualidad, lo llevaba hasta la altura del cuello. Siempre tenía las manos y el rostro con manchas de tierra. A ella eso le daba curiosidad, puesto que su madre la mantenía impecable y tampoco solía jugar con los demás, por ese motivo me extrañó que aquella mañana de verano esa niña se acercara a jugar conmigo. Ella parecía fascinada con los muñecos de lodo. Reía y reía al igual que yo. Desde ese momento descubrimos el gran lazo que nos unía. Cuando llegó a Hogwarts la recibí en el gran Comedor con alegría, con fe de que quedaría en Slytherin. Pero el sombrero seleccionador tenía la última palabra y quedó en Ravenclaw, motivo por el cual nos alejamos un par de meses. Estaba devastada porque su sueño era estar conmigo. Por mi parte no soportaba las burlas de mis compañeros y tampoco los consejos que me daban algunos alumnos de séptimo. Se oponían a la idea de que una Slytherin como yo fuera tan protectora con una chica de una casa rival. Sin embargo, tras conversar un día con Amanda en los pasillos, retomé mi relación con ella a pesar de todo. Esa era el motivo principal por el cual detesta a la casa Slytherin, el rechazo de mis compañeros y porque muy en el fondo ese era su gran anhelo al llegar aquí, el ser una serpiente como yo.

Al regresar a mi casa de campaña me topé con un visitante inesperado. Un mago de cabello platinado y ojos grises me esperaba de pie con los brazos cruzados. Estaba ataviado con un elegante abrigo negro y traía consigo una caja de varitas de regaliz que reconocí al instante. Parecía estar contento, pues sonreía con su tradicional altanería.

—¿Qué haces aquí comiéndote mis dulces, Malfoy?— lo increpé de mala manera. Él se limitó a reír.—¿Qué es tan gracioso?— insistí.

—¿Tanto te importa conocerlo que eres capaz de seguir a la sangre sucia?— me respondió arrastrando las palabras.—Eres perseverante, Shilton.

—Me importa demasiado, casi al nivel de tu amor silencioso por ella.

—¿Amor silencioso? ¡Por favor! Me humilló y debe pagarlo— resopló con una mueca.

Ya no me tragaba ese cuento. Éramos contadas las personas que sabíamos que Granger había humillado y golpeado a Draco el curso anterior. Él furioso y con su ego tocado, quería vengarse de ella. Aun así no comprendía el porqué su afán de vigilarla.

—Si te quieres vengar de alguien únicamente lo haces y ya. No la sigues como un perro y…

—Corrección— espetó levantando una mano para callarme.— Tú la sigues como un perro y a su vez tu amiga lo hace también. Yo únicamente las utilizo— terció con una carcajada.

—¡Si serás idiota, Malfoy! ¡Ah! Y bien, ¿Qué quieres?

—Entremos a tu tienda y te lo diré— indicó con seriedad, ingresando a mi casa de campaña.

—Como que te tomas muchas derechos aquí, ¿No?— le dije con molestia, sentándonos en el sofá.

—Te necesito esta noche— exclamó mordisqueando una varita de regaliz.— Mi venganza puede ser concluida y para eso necesito que tengas a Granger cerca de mi. Hay planes muy oscuros para hoy y quizá hasta él venga. Podría servirme para mi plan y también para el tuyo.

Tragué saliva. Observé a Malfoy que parecía muy satisfecho, pero sus palabras a mis oídos fueron lúgubres.

—¿Fenrir Greyback vendrá? Draco pero…¿Cómo? La seguridad es extrema en la Copa Mundial, ¿Qué pretendes hacer? Es vaya, algo ilógico si lo piensas.

—Hay cosas que no puedo contarte pero si quieres ver a un hombre lobo en acción quédate conmigo. La sangre sucia merece un pequeño susto.

Me levanté y lo fulminé con la mirada. Posé mis manos sobre mis caderas y le respondí de mala gana:

—¿Tú ego vale más que su vida? Sabemos perfectamente bien que un hombre lobo no da un simple susto y ya, ¡La matará, Draco! Eres una mierda. No voy a ser partícipe de esto. Digo, Granger no es una bruja que me agrade totalmente pero admitamos que es una buena chica, no merece algo así.

Él se levantó con lentitud y me encaró con su rostro lleno de desprecio.

—No te hagas la santa conmigo, Shilton. No me des sermones estúpidos cuando tú misma eres una mierda. ¿Querer matar a tu padre es un acto de benevolencia? ¿Valen más tus traumas infantiles que su vida? Piénsalo. Nos vemos en la noche— concluyó saliendo de la casa.

Me quedé inmóvil, con la sangre hirviendo de ira. Apreté la mandíbula y cerré mis puños. Desahogué mi frustración pateando una silla y golpeando con un puño una lámpara. Detesto cuando quiero hacer las cosas bien y termina saliendo el tiro por la culata. Soy vil, lo sé, pero no mataría a alguien inocente ni sería parte de. Lo que más me dolía era que Draco tenía cierta razón. Odio a mi padre, viví un infierno por culpa suya y quería venganza ahora que lo encontré, pero la cuestión era que ¿En verdad merece morir a manos de su peor pesadilla? Y luego estaba esa chica Granger no me había hecho daño. El ser cómplice de Malfoy y si las cosas salían de acuerdo a su plan, me convertiría en parte de una desgracia.

Me tumbé en el suelo, con las rodillas pegadas a mi pecho y cubriendo mi rostro con mis manos. Soy fría para tomar alguna decisión, aún así ¿Acaso somos una especie de dioses para decidir quién muere y quien vive? Era una incógnita que me atormenta a pesar de saber la respuesta. Cerré mis ojos, dejando que el mundo de los sueños me envolviera. Me vi a mí misma convertida en lobo con mis garras empapadas de sangre. Olfateaba algo desagradable así que seguí el rastro. Entonces lo encontré hecho un ovillo como un niño indefenso. Mi padre me miraba suplicando porque lo perdonara, en cambio yo reclamaba por su vida. Una voz me incitaba que lo hiciera, que lo matara a aquel hombre. Era Draco cargando entre brazos el cadáver de Hermione Granger. El olor a muerte me hizo enloquecer más y la bestia que yacía en mí se abalanzó sobre mi padre. Escuché otra voz, se sentía más real y cercana. Era Amanda que gritaba, pero a mí me costaba recuperar la conciencia.

—¿Estás ahí? ¡Freeda Shilton el partido iniciará! ¿En dónde se habrá metido?— escuché que decía con desesperación.— Una cosa es que no le guste el Quidditch pero desaparecer no se lo permito.

—Tranquila, mi amor. Sé paciente, está aquí dormida cerca del baúl— era la voz de Cedric Diggory cerca de mí, así que reaccioné y desperté.

—¡Por Merlín! Mujer te quedaste dormida por horas, el partido ya iniciará y venimos por ti— musitó Amanda mientras Cedric me daba una mano ayudándome a levantar, sin embargo, estaba atolondrada y con los ojos llorosos.

—¿Ya empezó?— susurré ahogando un bostezo.

—Inicia en quince minutos. Será mejor que nos vayamos ya, mi padre nos espera— comentó Diggory con amabilidad.

—Ah, vale. Gracias. Vayan adelante, en un momento los alcanzo.

Amanda asintió y salió de la mano de Cedric. Llevaban un año saliendo y por primera vez puedo decir que hizo una buena elección. Ella era una tonta enamoradiza con debilidad por los jugadores de quidditch, pero con una pésima reputación amorosa. Su primer novio fue en su segundo año con un chico mayor que yo llamado Oliver Wood. Fue un desastre que duró dos semanas pues sus diferencias radicaban por sus preferencias en cuanto a equipos y jugadores; dos fanáticos empedernidos son una pésima combinación. Después salió con un golpeador llamado Brendan Springwood, una cabeza hueca de Ravenclaw quien estaba más enamorado del quidditch que de ella. Otro romance fatídico pero de un mes.

Cedric Diggory llegó un año después. Su cuento de hadas inició tras un partido entre Huffelpuff y Ravenclaw, donde Cedric salió herido. Amanda fue la primera en auxiliarlo y permaneció a su lado en todo momento. Él era del mismo curso que yo, aún así entre nosotros no existía ni rastro de amistad pero por lo que lo conocía sabía de su popularidad entre las chicas por su atractivo y caballerosidad. No era un casanova, simplemente era un chico tranquilo que se enamoró de la dulzura de mi mejor amiga. Ella nunca ha sido propiamente de las más atractivas o populares del colegio, aunque su alegría era capaz de contagiársela hasta a las piedras como yo. Por ello soy tan protectora con ella, pues su torpeza mezclada con su inseguridad la hacía presa fácil de abusadores, sin embargo, Diggory era distinto y era capaz de sacar lo mejor de mi amiga, pero no todo es luz sin la oscuridad.

¡Salazar bendito! Ojalá tuviese el don de la adivinación para evitar tantas cosas. Jamás imaginé que aquella noche era el inicio de nuestro maleficio. De haber sabido lo que pasaría en el futuro no habría permitido que ese monstruo se acercara a Amanda, quien tras ser una flor inocente se convirtió en una marchita carente de esperanza.


¡Hola!

Este fanfic representa mi regreso después de un año de ausencia. Espero les guste y me acompañen a lo largo de las publicaciones. Procuraré publicar todos los lunes. Espero les agrade esta historia y me dejen algún comentario :3 Si tengo algunas fangirl del dramione, no desesperen.

Un abrazo.