CAPÍTULO 20
La incertidumbre se respiraba dentro del castillo, nadie comprendía lo que estaba ocurriendo, la Orden se mantenía atenta, el anuncio de la muerte de Harry los tenía devastados, Sirius Black se mantenía inconsolable, su espalda se encontraba recargada en la pared mientras los recuerdos lo azotaban lentamente, a pesar de las palabras de su amigo, él no lograba encontrar consuelo ante lo que acababa de oír, no tuvo tiempo de replicar con odio al pocionista, ni el valor de salir a buscarlo.
Hermione vio a todos deshechos, su mentora se limpiaba las lágrimas con disimulo, y el coraje en Neville Longbottom no se extinguía, Ron bajó las escaleras corriendo hasta que la vio, se acercó a ella esperando encontrar en su mirada la esperanza, pero la castaña bajó la vista, esperando que las lágrimas no bajaran, y caer derrotada en ese momento.
—Dime que no es verdad.
—Se entregó hace una hora, lo vi en el mapa frente a quien tú sabes, Snape no alcanzó a llegar —le dijo con calma, como si se encontrara en un trance.
—No... no pude disculparme, decirle que...
—Él lo sabía Ron —le respondió intentando que su pena fuera menor, hacer que si sintiera menos miserable.
—¿Qué esperamos aquí?
—No sé si tengan el valor para luchar, se supone que Harry era el único que podía detenerlo.
Ron se quedó callado, intentó abrir la boca varias veces pero ninguna frase era lo suficientemente inteligente en ese momento. Recordó a su hermana y la sangre empezó a hervirle, la sed de matar había llegado a sus venas de nuevo, vio a las personas que le rodeaban, sabía que lucharían, ya no había nada que perder, ellos habían visto morir amigos, familia y gente inocente, se había arriesgado tanto que lucharían dando esa última batalla, con todas las fuerzas que le quedaran dentro de sí.
—¿Tienes la espada? —ella asintió sin comprender—. ¿Qué falta?
—Sólo la serpiente.
—Dámela.
—Ron, estamos hablando de esa serpiente que es enorme, no sé si podamos...
—No iré solo —ella sólo la sacó entregándosela.
Lo vio marcharse hacia la salida, los gemelos detrás de él escoltaron su paso, estaban tan heridos que Hermione temía que eso fuera a salir bien. Escuchó los gritos de los alumnos, los mortífagos habían atravesado las barreras, la castaña vio a todos sacar la varita, ella no lo hizo, se agachó al suelo y sacó el mapa, buscaba con desesperación a Severus, no lo había hecho antes por el temor de no encontrarlo a él, ni a Harry.
Sirius y Remus vieron sus intenciones y se agacharon con ella, buscaban por todo el bosque a cualquiera de los dos, Remus observó a su amigo con incredulidad cuando vieron dos nombres estáticos, muy cerca de donde se alojaba Aragog.
—¿Por qué Voldemort anunciaría su muerte? —preguntó Sirius sin entender.
—Porque cree que está muerto —susurró Hermione—. ¡Tenías razón Remus! Sobrevivió a la maldición —dijo casi eufórica—. Severus debió sacar su cuerpo a tiempo.
—Vamos hacia allá.
—¡No! yo... iré, ustedes tienen que cubrirme para salir del castillo, organicen esto y me alcanzan en las cuevas, Severus no sabe esto, no sé qué hace ahí.
—Hermione —le dijo con seriedad el licántropo—. Es muy importante que esta información la tenga Severus cuanto antes.
—¿Qué Harry ha dejado de ser un horrocrux?
—No, que Harry está vivo, —la castaña asintió guardando el mapa, y sacando la varita—. ¡Rápido ve!
Hermione salió corriendo por los pasillos, Sirius y Lupin le siguieron los pasos y la jalaron cuando dos mortífagos aparecieron de pronto, ella lanzó el hechizo logrando expulsar a uno, ella retrocedió inquieta cuando vio acercarse a otros dos, Lupin arrojó una pluma al aire y está se transformó en un ave gigantesca, ella tembló al verla y vio a su ex profesor con suplica.
—¡Ahora! —le gritó, ella cerró los ojos y se aventó sobre el ave que despegó sus alas hacia el bosque prohibido.
...
Sus manos temblaban mientras sostenía el mapa, se asustaba cuando las hojas crujían, temiendo que algún mortífago lo hubiera seguido. Guardó el pergamino en su abrigó y entró a la cueva, notó que esta no estaba tan oscura como lo pensaba, algo la alumbraba, caminó por unos minutos hasta llegar a una ciénaga, entonces vio la luz que provenía de un lámpara improvisada.
—¿Severus? —llamó con un susurro.
Bajó las rocas con temor, entonces lo vio sentado sobre las piedras, se quedó muda e inmóvil, lo vio con la levita sucia, un corte en su mejilla con sangre seca, pero lo que le sorprendió fue que no le dirigió una sola mirada en cuanto la vio llegar.
Bajó la vista y vio que la cabeza de Harry descansaba en las piernas del pocionista, y la mano de éste "acariciaba" el cabello de su amigo. Se hincó hasta donde se encontraba su esposo, se sentía asustada en ese momento, los ojos negros del pocionista estaban perdidos, su mirada estaba enfocada en el vacío, un enorme dolor los atravesaba y algo que ella nunca vio, se mostraban rojos y las lágrimas bajaban de éstos.
—¿Severus? —Volvió a llamarle—, no me asustes más, háblame por favor.
Él la vio por unos minutos, abrió la boca pero ninguna palabra salió de ésta, bajó la vista hacia el rostro de su hijo y sintió desquebrajarse de nuevo, apretó su puño buscando la fortaleza que lo había abandonado.
—No llegué a tiempo —susurró sin poder controlarse, Hermione acarició su mejilla sin decir nada, él se rompió perdiéndose en Harry.
...
La paz que podía sentir sobre aquella avenida era algo que añoraba, pasado el mediodía él caminaba hasta poder llegar al colegio donde tenía a Harry, nunca permitió que Petunia se encargara de su educación, él pagaba el colegio y por lo tanto él decidía en qué escuela estudiaría el pequeño. Llegaba siempre cinco minutos antes de que abrieran las puertas, pero era uno de los últimos en entrar.
Observaba a Harry salir del aula, con un uniforme azul marino, su bata llena de residuos de pintura, lodo, comida y muchas veces de una mezcla pegajosa, arrastraba una lonchera, no lo olvidaría nunca, llevaba un dragón verde en el frente. En cuanto lo veía salía corriendo hacia él, la camisa blanca del pocionista terminaba sucia, junto con su cara cuando lo alzaba.
Cuando salían, lo bajaba y caminaban hasta casa a pie, en el camino Severus pensaba en todo lo que debía hacer ese día, desde la comida que tendría que darle, sus actividades, hasta poder hacer un espacio para realizar las pociones. Siempre se veía interrumpido por el niño, arqueaba la ceja con incredulidad, "nunca se calla", lo llegó a pensar varias veces.
Llegando a casa subían a la segunda planta, Severus quitaba el uniforme y colocaba unos pantalones cortos con una camisa limpia, ese niño era la perfección, él se esforzaba porque así fuera, cada vez que lo veía a los ojos luchaba porque no tuviera la misma niñez que había tenido él siendo un niño, tenerlo todo y que fuera un niño feliz era su principal objetivo.
Bajaba rápido de la cama mientras el hombre recogía el uniforme, escuchaba los pasos por el pasillo y él salía corriendo detrás de Harry.
—¡¿Qué te he dicho sobre el correr en las escaleras Harry?! —le gritaba asomándose por el barandal, pero el niño ya había bajado y lo ignoraba—. Cuando ruedes por ellas te vas a meter un buen susto, y ¡Voy a castigarte! ¿Me oyes?
No hubo respuesta alguna de eso, el pocionista sólo escuchó la caja de juguetes vaciarse en la sala, suspiró y agradeció enormemente tener una varita que le hiciera la vida más fácil. Cuando bajaba Harry lo miraba con aquellos ojos esmeralda llenos de súplica, el pocionista lo ignoraba algunos minutos hasta que el niño se colocaba con los muñecos y todos los juguetes cerca de él, entonces Snape llegó a considerar petrificarlo un par de horas.
Mientras la pasta se cocinaba y él intentaba hacer alguna carne, él tropezaba con los juguetes, bajaba la vista y lo veía con seriedad, entonces se odiaba porque ese niño se había vuelto a salir con la suya, se sentaba a su lado y Harry era más feliz así, Severus sacaba la varita y empezaba a usarla para que la cocina no fuera un problema y la comida estuviera a tiempo.
—Ni una palabra a nadie sobre la varita.
—Lo sé.
—Entonces deja de dibujarme en la escuela con una varita y un caldero Harry.
—Pero la Miss no dice nada —susurró intentando escaparse de la reprimenda.
—Porque cree que tu imaginación es buena para tu edad, y tampoco a la vecina, nadie debe saber que soy un mago.
—¿Por qué? —volvió a preguntar como siempre lo hacía.
—Ya te lo explicado muchas veces, es una regla o empezaras a recoger todos los juguetes a lo muggle. —El niño abrió los ojos asustado.
—Pero son muchos.
—Igual que tu indiscreción —Harry corrió a la sala y le dio a él un muñeco articulado.
—Te toca asaltar el banco y yo te arrestaré —suspiró y asintió con pesar.
...
—¿Severus? —llamó Hermione, pero él estaba sumido en los recuerdos.
Todos esos recuerdos pasaron frente a sus ojos, desde que era un crío, los primeros años donde lo vio crecer, esos llantos incesantes cuando tenía que dejarlo de nuevo en la casa de Petunia, la forma en que se aferraba su pierna y le suplicaba no dejarlo, las veces que tuvo que llevarlo dormido y amenazar a Petunia, con no gritarle ni pegarle si él llegaba a llorar.
La emoción con que lo veía cuando llegaba por él, siempre lo esperaba en la puerta y corría hasta él, las lágrimas bajaban con dolor sobre sus mejillas, todo eso se lo arrebató Dumbledore, esos años de paz y tranquilidad, de alegría y amor se fueron con el hechizo, su hijo había muerto odiándolo.
Él era parecido a Potter, era algo que siempre supo, pero tenía el alma de Lily, la alegría que desprendía y ese amor sólo podía ser de ella, y con el tiempo Harry llegó a parecerse a él, en carácter, en gestos, costumbres y expresiones, para todos ese pequeño de cabello negro era una gota a su padre, cuando caminaban juntos y la forma de vestir, siempre fue su mayor orgullo.
Hermione se asustó al ver que no reaccionaba, ver que lloraba en silencio fue una de las cosas que no lograba comprender, su mano temblaba ligeramente mientras la pasaba por los cabellos de Harry.
Toda esa escena se le hacía sumamente familiar, recordaba ser pasadas de las diez de las noche, Harry llevaría dormido quizá dos horas, salía del laboratorio y subía cansado a su habitación, veía el baño para ducharse o la cama para por fin dormir, optaba por lo segundo, se dejaba caer sobre la cama y cerraba los ojos rendido.
No pasaba mucho tiempo cuando oía la puerta abrirse, en otro lugar y en otras circunstancias, se habría levantado con la varita en mano, pero no lo hizo, vio a Harry medio dormido subirse a la cama y depositarse en su pecho, Severus le extendió las sábanas sobre su cuerpo, acarició su cabello largo y durmió al igual que él.
Aquella vieja costumbre que había adoptado desde que lo había recogido duró muchos años, y ahora viéndolo tendido en sus piernas, inerte, se lo recordaba y le dolía, añorando no recordar más.
—¿Severus? —Escuchó que volvió a llamarle—, no me asustes más, háblame por favor.
—No llegué a tiempo —susurró conteniendo la ira, pero no logrando mantener a raya el dolor, ella lo acarició sin entenderlo.
—No, Harry está bien.
—No, lo vi Hermione, la maldición le dio y...
—Pero Remus tenía razón, la maldición acabaría con el horrocrux que vivía dentro de él, pero no con Harry —le explicó queriendo que la escuchara, Severus dejó de ver al fondo de la cuerva para verla a ella.
—Está muerto, velo.
—Él está bien, va despertar, hay que esperar. —Volvió a insistir.
—Quisiera creerte —su esposa sacó el pergamino y se extendió.
—Velo tú mismo —el pocionista bajó la mirada con molestia, tres nombres aparecían ahí, él la vio con duda—. El mapa no miente.
Severus cerró los ojos y una lágrima más escapó de ellos, apretó con fuerza a Harry hacia él agradecido, recordando que su hijo le había visto antes de que la maldición le diera de lleno. Vio a su esposa y asintió abrazándola con fuerza.
—Gracias, gracias —le dijo a ella, queriendo demostrarle que le estaba regresando lo que más amaba.
—Severus han atacado el castillo, la serpiente aún está viva, pero él lo cree muerto.
—Y seguirá así.
—¿Qué?
—Llama a Black y Lupin, tengo una idea.
Hermione se alejó de él molesta, no era necesario que le dijera ese plan, ella sabía bien que no estaría de acuerdo con él, y sabía que ninguna petición bastaría para que él la escuchara, pero si se negaba él mismo lo haría, asintió con sus ojos entristecidos y salió de la cueva a esperarlos, tal como se los había indicado.
...
Severus se acomodó la levita, mientras escuchaba los pasos que se acercaban, pasó sus manos por su cabello y vio por última vez a su hijo, su cuerpo seguía sumido en un profundo sueño, pero algo le decía que no faltaba mucho para que él despertara.
Cuando ambos entraron, la mirada de Sirius de quebró de dolor, y un ataque de ira pareció correr por sus venas mientras apuntaba al pocionista.
—¡Sirius por Merlín, cálmate! —le pidió Lupin frenando el ataque.
—No está muerto Sirius —le aclaró Hermione desesperada.
—Creo que es bueno terminar de una vez con esto Black, —le dijo Severus acercándose a él—. ¿Crees que eres la persona más importante para Potter?
—Es mi ahijado.
—Tu sola respuesta es patética.
—No creo que sea el momento oportuno para tener esta conversación —intervino el licántropo con seriedad.
—Así es Lupin, les he pedido que vinieran para tratar los últimos planes de esta batalla.
—Sin Harry no podremos regresar.
—Todo lo contrario señorita Granger, Potter no regresará, pero es importante que alguien lo tenga vigilado en lo que yo me aseguro que la serpiente sea destruida.
—Ron se está encargando de eso —los ojos de Severus casi se salieron de orbita al escuchar eso, miró a su esposa con reproche.
—Espero que no haya sido tan ingenua de haberle dado la espada al señor Weasley.
—Confío en él profesor, y estoy completamente segura que él se ocupará de eso, además no iba ir solo.
—...Bueno, me aseguraré que ese niño inepto haya realizado tal hazaña, pero en lo que hago eso, es necesario que alguien mantenga vigilado al señor Potter, en caso de despertar él no debe moverse de esta cueva. —Hermione bufó molesta al enterarse de su plan, cruzó los brazos y se negó a volverlo a ver, Sirius y Lupin se mostraron sorprendidos e incrédulos.
—¿Y qué pasara con el que no debe ser nombrado? —preguntó con cierta ingenuidad Lupin.
—Yo me encargaré de eso, tú de mí... de Harry —corrigió de inmediato.
—Estoy de acuerdo —dijo de inmediato el animago.
—Yo no. —Dijo el licántropo.
—Yo tampoco —se unió la joven, controlando su furia.
—Severus, la profecía fue bastante clara, es Harry quién deberá salir a combatirlo, no podemos encerrarlo y esperar a que tú mueras, no puedes hacerle esto —susurró Lupin.
—Sí, sí puedo.
—Vamos Remus, déjalo, sabes que no haremos cambiar de opinión a Quejicus.
—No podemos estar tan lejos de la batalla, debemos mantenerlos informados y esta cueva está muy internada en el bosque.
—Pensé en eso, nos moveremos para quedar frente a los jardines del colegio, es lo más cercano que permitiré que estén, será a un costado de los invernaderos —ambos magos asintieron, mientras que Hermione terminó dándose la vuelta furiosa.
...
Aquel lugar rocoso se encontraba frente a los jardines del colegio, Lupin y Black se situaron en la entrada buscando obtener la mayor información posible, de esa manera podrían proteger más a Harry. Dentro de la cueva Snape colocaba a Harry y sin que Hermione se diera cuenta le administró una poción para mantenerlo calmado, y retrasar lo más que fuera posible el hecho de que despertara.
Se dio la vuelta, detrás de una pared de rocas para buscar a Hermione, donde ella había acondicionado una bolsa para dormir, ella lo vio con reproche y siguió sacando cosas de su bolsa de cuentas, le dio la espalda y continuó ignorándolo.
—Hermione...
—¿Qué se supone que planeas hacer? —le preguntó a Severus interrumpiéndolo, dándole la espalda, no hubo respuesta alguna, solamente sintió las manos del pocionista deslizarse por sus hombros hasta bajar y entrelazarse con sus dedos, la estrechó a su pecho y ella dejó convencerse—. Piensas dejarnos aquí e intentar matarlo.
—Cómo quisiera que comprendieras.
—Comprendo que no quieras que me ocurra nada, pero debes entender que no es fácil para mí... sigue siendo el mago más temido y más poderoso, ¿Qué posibilidades tendrías?
—Necesito asegurarme que la serpiente haya muerto, y sé que tengo posibilidades Hermione.
—Pero no quiero —susurró volteándose a él.
Severus le sonrió, en el fondo no dejaría de ser una niña, aunque en ese momento deseaba que le hablara la mujer, sabía que era su último momento para ser sincero, y sabía que eso terminaría por ponerla más histérica.
—Quiero que hagas algo por mí.
—¿Qué? —preguntó al notarlo serio y asustado.
—Le juré a tu madre que yo te mantendría con vida, eso haré. Confío plenamente en que las cosas resulten como las imagino y venir yo mismo por ustedes, pero no sé cuánto tiempo tenga antes que el Ministerio se haga cargo de mí.
—Pero hay muchos testigos que aseguran tu papel en la Orden —él asintió entregándole un frasco con una poción color azul, Hermione notó que se encontraba en un frasco de vidrio protegido—. ¿Qué es esto?
—Se lo debes dar a Potter.
—¿Cuándo despierte?
—No, debe ser hasta que el Señor Tenebroso haya muerto.
—¿Por qué?
—Por su seguridad, es muy importante que sea en ese momento, no debes olvidarlo Hermione. —Ella asintió guardando la poción en su abrigo.
—¿Cuándo lo buscará su papá?
—En cuento mate a ese bastardo, él vendrá por él y se lo llevará. —Le prometió.
—¿Aún vive? —le preguntó su esposa, él asintió.
El pocionista la estrechó contra su pecho, estaba asustado al igual que ella. Agradecía que su hijo estuviera con vida, pero faltaba lo más importante, y no creía poder ver esa escena de nuevo, lo haría el mismo.
Sintió un nudo en la garganta cuando se dio cuenta que no estaría ahí para cuando él recuperara sus recuerdos, pero le parecía lo más justo que los tuviera, que no creyera que esos momentos vagos eran el producto de la confusión, quería estar ahí y le pedía a la vida que así fuera.
No supo en qué momento se encontró besando a Hermione, podía notar que ella por fin había afrontado la misión que él quería hacer.
Sentía sus cabellos rozar su rostro, los besos demandantes que lo hicieron pegarse a la pared de la cueva. El tiempo corría en su contra, la separó de forma tajante, Hermione tenía sus pupilas dilatadas por el deseo, los labios rojos e irritados.
El hombre la vio con seriedad, su pulgar tomó esos labios enrojecidos, se mostraban calientes, su pulgar entró a su boca y ella lo succionó cerrando los ojos. Severus tomó la varita y apuntó hacia donde se encontraban aquellos hombres custodiando la entrada, un hechizo suficiente para que no se acercaran a donde él estaba con su esposa.
La joven vio a su esposo quitar uno a uno de los botones de la levita, y colocarla en el suelo, después la tomó a ella y el abrigo cayó junto con sus varitas. Volvió a besarla, pero en esta ocasión con mucha calma, con paciencia, olvidándose por un momento de la misión que tenía que cumplir, la alzó para que ella lo rodeara con sus piernas.
La pegó a la pared despacio haciendo un suave vaivén que la hacía gemir, la impulsaba hacia adelante, degustándose con su cuello expuesto. El deseo de no haberla tenido lo hizo olvidar que era un lugar inadecuado para poseerla, que estaban cerca de aquellos dos aurores y que su hijo se encontraba inconsciente a tan sólo una pared de roca que los dividía.
Ella apoyándose en su caderas y sosteniéndose de sus piernas lo observaba, la forma en que abría su blusa con lentitud, pasó la mano y el sostén había desaparecido, se quedó quieto admirando sus senos, la mirada de deseo del pocionista, provocó que éstos se erizaran más de lo que estaban. Se los llevó a la boca y ella arqueó su espalda, proliferando un gemido agudo que hizo que la erección de Snape doliera a un punto de lo insoportable, necesitando con urgencia el calor de su intimidad.
Ella lo vio a los ojos mientras besaba sus senos, succionando con lentitud provocando que se mojara aún más, iba a pedirle que parara ya, cuando la mano de él impulso su trasero a la erección de él, una y otra vez, ella sólo lo ayudó pidiéndole más.
—Ya por favor —susurró casi en suplica.
El hombre la bajó haciéndole caso, se puso de rodillas ante ella y besó aquel vientre que tanto dolor seguía dándole. Mientras lo hacía se deshizo del pantalón, hundiéndose en su intimidad con suaves besos que la hacían vibrar.
Cuando por fin pudo detenerse en ese exquisito aroma, se sentó sobre la levita viéndola casi desnuda, con una ropa interior negra y su blusa entreabierta, ella respiraba agitada tan sólo viendo a su esposo sacar su miembro, tan sólo bajando un poco el pantalón. No requirió ninguna indicación, ella se acercó a él colocándose a horcadas sobre sus caderas.
La sorpresa fue cuando él introdujo sus dedos y empezó a moverlos con suavidad, rozando su clítoris despacio. Su mirada se nubló, y se odió tanto porque pudiera causarle eso tan rápido, toda su intimidad de tensó y ella arqueó su espalda, siendo sostenida por él. No supo en qué momento sus dedos salieron y la penetró de lleno haciéndola gritar de dolor, el orgasmo llegó y él se encargó de moverla y hacerla disfrutar.
—Te eché tanto de menos —susurró ella en forma tan entregada que lo hizo temblar.
Severus sonrió al sentirla suya de nuevo, se llevó los dedos a su boca y bebió de ellos el sabor dulce de su esposa, lo hizo uno a uno hasta que no quedó nada de ellos.
—Yo también —respondió abrazándola con los delicados movimientos de ella.
...
Hermione se agarró el cabello en un moño, intentaba no ver cómo su esposo terminaba de cerrar su levita, la mirada de él había cambiado después de ese encuentro, no era tan angustiada y triste, sino más viva.
La tomó de la cintura y besó su frente con suavidad.
—Fue un placer que me hayas permitido esto de nuevo.
—¿Qué haré sino regresas?
—Voy a regresar —le dijo firmemente—. Si sucede lo contrario, mi abogado va a contactarse contigo, él sabe la localización exacta de tu madre, tiene órdenes, y necesito que lo ayudes a cumplirlas.
—Lo haré —le prometió siendo fuerte.
—No olvides la poción, es... necesario que se la des.
—No te preocupes, lo haré en el momento en que lo has estipulado. —Él tomó su varita y se dio la vuelta para corroborar que Harry siguiera inconsciente, se quedó viéndolo un par de minutos y el coraje le llegó de lleno— ¿Severus?
—Debo irme —le dijo dirigiéndose hacia la salida.
—¿Qué le diré a tu hijo si un día lo veo?
—Dile... que nada de esto fue su culpa —le dijo con voz trémula sin darle la cara a su esposa—, y que estoy muy orgulloso de quién es ahora.
Hermione quiso decir algo, pero las lágrimas se lo impidieron, y Severus ya había salido de la cueva dejándole sola, salió corriendo detrás de él, hasta que el pocionista se dio la vuelta, con la mirada le pedía que regresara y no se pusiera en evidencia, pero bastó ver su mirada para poder sentir la tristeza que estaba soportando ella.
La estrechó con calma, el rostro de ella se hundió en su levita, y el brazo de él la sostenía de su espalda, Lupin bajó la vista con respeto y dolor, él más que nadie sabía lo que significaba perder a quien amaba, así que entendía la postura que había elegido el pocionista, Black dio un paso hacia él con enfado, pero el licántropo lo detuvo con fuerza.
—Remus, no pienso permitir esto, es...incorrecto, no tiene derecho.
—Lo tiene Sirius —susurró.
Severus le dio un beso en su frente con cariño, y se separó de ella. De su bolsillo sacó aquellos anillos que ella había dejado en su casa, entonces se los colocó y le dio un beso en su mano, en aquella mirada figuraba la promesa.
El hombre se dio la vuelta y ella le siguió con la varita en la mano.
—Regresa. —Le pidió él.
—Déjame ayudar.
—Debes darle eso a Harry, vuelve.
—Por favor... —le pidió.
—Lupin llévatela —llamó el pocionista, el licántropo tomó a Hermione llevándosela sin que ella opusiera mayor resistencia, sólo las lágrimas bajaban mientras Severus sellaba la entrada de la cueva.
...
El nerviosismo de Hermione aumentó cuando pasó una hora y vio que Harry no despertaba, algo no iba bien, podía sentirlo, se acercó para asegurarse que respiraba, él parecía estar sumido en un profundo sueño, su pulso era normal pero nada indicaba que pudiera despertar.
—¿Harry? —le llamó moviéndolo un poco sin obtener resultados.
Sin embargo cuando su cabeza giró un poco notó un hilo que salía de su boca, se acercó para tomarla entre sus manos, el color era casi transparente, pero la consistencia era diferente al del agua, lo olió identificándolo de inmediato.
—Poción para dormir... ¿por qué te dio poción para dormir? —preguntó inquieta.
Se acercó a la entrada de la cueva, la batalla estaba en su máximo apogeo, entonces lo vio claramente, Severus estaba peleando con Voldemort, aquel parecía estar furioso por la evidente traición cometida, se puso nerviosa pero procuró confiar ciegamente en que él pudiera hacerlo.
Sirius fue arrojado por el licántropo haciéndolo tropezar, eso fue suficiente para captar la atención de la joven que estaba inmersa en la batalla.
—No me harás cambiar de parecer Remus.
—Te digo que debemos salir a ayudarlo, es por el bien de Harry, piénsalo.
—Sigo sin ver en Snape algo positivo para mi ahijado —respondió con cierto asco.
—Tal vez eso pienses tú, pero ¿no te has puesto a pensar en cómo tomara la noticia Harry, si Snape llega a morir en batalla? —el animago se quedó callado pensándolo un poco.
—Bueno, él... lo entenderá después.
—Sabes cómo reaccionará Harry si algo le pasa.
—Sí, tienes razón —asintió con temor a su amigo—. Pero selló la entrada.
—Bueno hay que buscar cómo salir de aquí, si Harry despierta y se da cuenta que no hicimos nada, él... va enfurecerse, se pondrá como loco.
—Definitivamente —respondió con miedo Black.
—¿Por qué se enfurecería? —preguntó la joven sin comprender nada.
—Hermione —exclamó Lupin asustado.
—Remus, dime ¿por qué va enfurecerse? si Harry lo odia. —Ambos magos se quedaron callados, a pesar de que Hermione se negó a moverse de ahí sin una respuesta que la dejara tranquila.
—Es algo entre ellos Hermione.
—Eso no me responde la pregunta.
—... Deberías ir con él, despertará en cualquier momento.
—A eso vengo, Severus le dio una poción para dormir ¿por qué haría eso?
Ambos hombres parecían sorprendidos y asustados con la confesión, se miraron uno al otro.
—Ve Hermione, intenta despertarlo, buscaremos abrir la entrada.
Hermione se dio la vuelta de inmediato, Severus le había mentido, no iba regresar como lo había dicho. Fue hasta donde se encontraba Harry, entonces recordó aquella poción que le había dado su esposo, la sacó de su abrigo y la destapó llevándosela a la nariz, aspiró un poco cerrándola con rapidez y quedando pasmada.
—Memorium... es una poción para que él recuerde, ¡por Merlín! —gimió asustada, esa poción llevaba algo más que ella no pudo reconocer.
Se quedó absorta por un momento, recordó haberle preguntado a su esposo sobre Harry, cuando él se encontraba en enfermería por el accidente en el río, su amigo había comenzado a delirar y empezar ver cosas fuera de lo normal, su esposo le había garantizado que eran recuerdos que empezaban a llegar a la mente de Harry.
—...¿Él está recordando? Pero... no hay forma, eso él no lo vivió... ¿lo... oblivaron Severus? —Ahora recordaba el semblante entristecido de su esposo, cómo si cargara una pesada cruz—. Harry debe saberlo, ¿dónde está él?
Eso no es posible, se repetía una y otra vez en su cabeza, pero también recordaba toda esa negativa porque el padre de Harry lo conociera, la razón del por qué siempre vivió en el anonimato y entre las sombras.
Parecía verlo delirar entre las sábanas de la cama, sudaba y su esposa lo veía sufrir, sumido en sus recuerdos y culpas.
—Le borré la memoria.
—¿Qué?
—Le quité todos los recuerdos a mi hijo.
—¿Por qué no lo vi antes? Estaba todo frente a mí, sólo debía unir las piezas... —se recriminaba odiándose, viendo sufrir a ambos por separado.
—Te noto feliz —le preguntó dándose cuenta en Navidad, claro que su esposo se encontraba feliz, tenía a su hijo cerca de él, como nunca lo había estado en años.
—Lo estoy.
—¿Con Harry aquí? —preguntó ella con ingenuidad, sin saber que ese era su motivo para estar feliz esa noche.
Ahora entendía porque nunca habló de la madre de su hijo, porque nunca estuvo con ella, aquella vez que le confesó que no había presenciado ninguna parte del embarazo de esa mujer, todo eso fue cierto, porque Lily se encontraba casada con James Potter, Severus debió adoptar a Harry cuando era un niño, pero la manera en que logró conquistar su corazón, le dolía y le asombraba.
—Por eso mató a Dumbledore, porque él te estaba envenenando, sólo quiso defenderte —le susurró con lágrimas en los ojos mientras acariciaba el cabello de su mejor amigo, ahora el dolor de Harry y el de su esposo se había transformado en el suyo.
—Usted no quiso escuchar Potter, pero Hermione vendrá conmigo, y después regresaré por usted y lo llevaré al lugar que le corresponde. —Le había dicho aquella noche donde Harry lo había visto asesinar al director.
—¡Harry! —Le llamó la primera vez en forma determinante— ¡Harry despierta! —le ordenó moviéndolo con fuerza, pero éste siguió inconsciente.
La joven tomó su bolsa de cuentas y la agitó vaciando todo su contenido hasta que salió una poción, la destapó con nerviosismo y se la dio a beber, sus manos temblaban, volteaba a ver continuamente la entrada que seguía bloqueada, Harry comenzó a toser y ella lo incorporó con rapidez.
Toda la protección que su esposo le dio a Harry fue por el amor que le tenía, admiró con dolor la forma en que él mostraba su máscara de odio e indiferencia hacia él, cuando por dentro debió sufrir el desprecio que le tuvo su hijo desde el inicio. Nada le detuvo para castigarle y protegerle, para asegurar su vida por encima de todo, cada año en Hogwarts pasó frente a sus ojos, cuando quemó su capa creyendo que él lo maldecía, cuando en realidad luchaba por cuidar de él, cuando ella intentaba salir del tercer piso para avisarle al director que Harry había ido por la piedra filosofal, ella esperaba que Snape no lo hubiera lastimado, no olvidará que se quedó estática viendo al profesor correr hacia ella, su semblante preocupado.
—¡Granger! ¿Dónde está Harry? —le cuestionó exigiendo una respuesta inmediata.
—Él... esta...
—¿Dónde está Severus? —preguntó Dumbledore siguiéndole los pasos.
—Abajo... —se respondió a sí mismo—. ¿No que él estaba perfectamente protegido? —le reclamó dejándolo solo y avanzando con rapidez, el director le siguió los pasos y Hermione los perdió de vista.
Cada enojo del profesor Snape con Harry, era preocupación, dolor y frustración de no estar a su lado, el accidente en tercer año, la última prueba del torneo, su escape al Ministerio, el accidente del río, él lo amaba y Harry debía saberlo, debió darse cuenta cuando lo encontró llorando en esa cueva, era el dolor de un padre y ella pecó de ingenua.
—¡Harry! —volvió a llamarle.
—Mmmmmm... —Lo incorporó y éste se tomó la cabeza con fuerza, no comprendiendo nada— ¿Dónde estoy?
—La teoría de Remus fue acertada, después que él arrojada la maldición...
—...vi a Snape —la interrumpió—... él... corría hacia mí.
—Creyó que habías muerto, trajo tu cuerpo a esta cueva.
—¿Dónde está? —Hermione lo ayudó a levantarse o lo llevó hasta la entrada de la cueva, entonces vio la batalla a unos pasos de él.
—Intenta matar al que no debe ser nombrado.
—¿Qué?
—Supieron que era un traidor desde que ocultó tu cuerpo, intenta matarlo ahora que Nagini está muerta —Harry vio a su alrededor confundido, vio la enorme barrera mágica frente a sus ojos—, Harry, el profesor Snape me dio una poción para ti, dijo que te la diera cuando la batalla hubiera terminado, debes beberla ahora.
—¿Qué poción?... ¿confías en él? —le preguntó con duda.
—Bébela, por favor —le suplicó entregándole el frasco, Harry lo vio con duda y freno la mano de su amiga, pero el olor de la poción fue inconfundible, la olió de cerca viendo a su amiga.
—Es... —dijo reconociéndola.
—¡Hazlo! —le pidió al ver que Harry también lo sabía, el camino a su pasado estaba en sus manos.
Harry asintió sin dudarlo, Sirius volteó en ese momento sin darse cuenta que ambos jóvenes se encontraban a sus espaldas, observó la temida poción en las manos de su ahijado y se sintió desfallecer.
—¡No Harry! —gritó intentando impedirlo, pero el joven la bebió con prisa, resbalándosele el contenido de los labios.
La bebió tan rápido como pudo, se encontraba fría y espesa, entonces él se sumió en una oscuridad absoluta.
...
Lo vio con cierto rencor mientras cerraba su maleta, las lágrimas bajaban silenciosas, aunque hacia un esfuerzo por no hacerlo, desvió la mirada cuando su padre se sentó en la cama a un lado de él, tocó su mano pero Harry la retiró despacio.
—Petunia nos espera en dos horas.
—Vas abandonarme ahí —le dijo con coraje.
—No, jamás voy abandonarte, irás al castillo y yo estaré cerca cuidándote todo el tiempo, no me perderé nada de tu vida Harry —le dijo con cariño, con una voz llena de dolor, llevando ese castigo a ambos—. Petunia sabe que debe tratarte bien...
—¡Pero no te veré! Y cuando lo haga... ¡no sabré que eres mi papá! Serás el profesor Severus Snape solamente —le gritó levantándose—... y yo... Harry Potter.
—¡El apellido no es importante Harry!
—¡Para mí sí lo es! —dijo desesperado—. Siendo Potter... no soy nada, no tengo a nadie y siendo Snape, soy tu hijo, te tengo a ti.
—No vas a perderme, te lo juro hijo —le prometió abrazándolo.
Harry manchaba la camisa de su padre con sus lágrimas, sentía al hombre temblar al igual que él, ¿por qué su padre temía tanto? Si era por poco tiempo y nada saldría mal. Severus tomó la cabeza de su hijo y la acarició estrechándolo, buscando que estuviera seguro de lo que le estaba prometiendo, pero era mayor y ya no era tan fácil calmarlo.
—Lo haré mientras duermes.
—¡No! —le gritó separándose de él y bajando por las escaleras corriendo.
—Harry... —susurró el hombre.
Espero unos minutos para que su hijo estuviera a solas, para que pensara y recapacitara que lo que estaba haciendo era lo correcto para ambos, no quería obliviarlo en un momento donde él lo estuviera odiando, quería hacerlo donde estuviera calmado.
Bajó las escaleras con lentitud, lo buscó en el laboratorio donde a veces se escondía, pero éste permanecía en absoluta soledad. Pasó desde la cocina, cuarto de baño, la sala, el jardín y la hija de la vecina. Severus entró a la casa asustado, volteó a ver la chimenea y se maldijo, había sido demasiado ingenuo. Se acercó a ésta viendo el último lugar a donde fue utilizada.
—Esto es maravilloso —susurró con sarcasmo mientras tomaba polvos flu.
Caminó con rapidez por los jardines de ese amplio lugar, tocó con desesperación la puerta enorme de madera, un rostro de gentileza apareció.
—Está aquí, con tu hijo.
—Están arriba, Severus —le dijo con calma, el pocionista subió las escaleras con rapidez—. No seas duro con él.
—¿Algún día lo fui? —le preguntó sin verla.
Cruzó el pasillo hasta llegar a la cuarta puerta de madera de roble, abrió sin avisar, entonces los vio sentados en la alfombra negra, ambos niños estaban con las piernas cruzadas, y serios teniendo una conversación.
—Vámonos Henry.
—No quiero.
—Severus déjalo quedar aquí, mira... te lo llevo temprano mañana.
—Ya hablé con él y sé que entiende.
—No...
—Consideraré llevarte a Durmstrange, pero debes obedecer y bajar, tienes 10 minutos —le avisó el pocionista retirándose con la mujer.
—De acuerdo Durmstrange es mejor, a que te oblivie —le dijo el infante a Harry.
—No seas tonto, él me va obliviar así vaya a Hogwarts, Durmstrange o una academia de ballet —respondió desesperado de no encontrar una solución.
—Yo te haré recordar —le prometió su amigo—. Si veo que te manda a Hogwarts me iré ahí, estando en Slytherin será fácil, y si veo que te manda Durmstrange convenceré a mi padre que me envíe ahí.
—¿Te irías conmigo?
—A donde vayas, te seguiré... y te haré recordar.
—Debes buscarme bien.
—Así te transforme en una chica, daré contigo —le prometió con una sonrisa mostrándole una cicatriz en su antebrazo, entonces Harry le mostró la suya cerca del hombro—. Bendito árbol.
—Sí —susurró el pelinegro riendo—. Esa caída servirá para algo.
Harry bajó las escaleras con pesadez y se acercó a su padre en silencio, usaron la chimenea y llegaron a la casa sin decir nada más. Subió a su habitación donde vio aquella maleta, cuando se giró vio a su padre frente a él, y lo abrazó con fuerza.
—Te amo papá —le dijo llorando—. No quiero dormir hoy.
—Yo tampoco —le respondió siendo fuerte.
Cuando convenció a su hijo de recostarse, le dio las dos pociones que reducirían su magia, él llegaría como un hijo criado por muggles, la magia que ahora manejaba no la iba poder controlar al llegar al colegio, la segunda poción controlarían todo ese poder. Ya solo quedaba el hechizo.
—No hay nadie más importante que tú —le dijo a su hijo, entonces Harry asintió aceptando que esa decisión le había dolido más a su padre que a él, buscando su bienestar.
...
Harry tomó una bocanada de aire como si se estuviera ahogando, la vista volvió a sus ojos y la cueva apareció, su amiga lo observaba asustada intentando hacerlo reaccionar.
—¿Harry?
Se quedó pasmado por un momento, todos sus recuerdos le llegaron de golpe, aquella casa, las risas, las vacaciones, su vida en el castillo, la risa y la seriedad de su padre, su familia, todo le llegó sin previo aviso, mezclado con su vida después de ser obliviado y el rencor inmenso que poco a poco le tuvo a él.
Cerró los ojos con dolor, para él ese recuerdo fue el último, y le pareció casi insoportable darse cuenta que habían pasado 6 años desde ese momento, donde uno a uno se dedicó a odiarlo, a insultarlo y rechazarlo tanto como pudo.
Contuvo el dolor al imaginarse a su padre sufrir solo, y recordando el último tiempo que pasaron juntos, llenos de enseñanzas, convivencias y un acercamiento que los llevó a vivir de nuevo como familia. Aquella sospecha fue acertada, siempre fue él, quién nunca lo abandonó como se lo prometió, aceptando el dolor a cambio de no perder un solo instante de su vida, estuvo frente a sus ojos todo el tiempo...
El joven se levantó de pronto dirigiéndose hacia la entrada de la cueva, lo que vio hizo que le hirviera la sangre, jóvenes siendo asesinados por mortífagos, hombres lobos atemorizando a los magos, y lo poco que restaba de la Orden combatiendo como podían, los ojos de Harry se perdían en la batalla buscando con desesperación, de forma ansiosa, sentía la magia correr por sus venas y el llamado que llegaba.
—¿Dónde está? No lo veo.
—¿Ver qué Harry? —le preguntó Sirius.
—Mi padre... ahí —dijo por fin señalándolo cerca de la cabaña de Hagrid.
Harry gimió cuando vio a Voldemort atacarle y su padre defendiéndose, volteó a ver la cueva y ese enorme escudo que protegía la entrada.
—Quiten los hechizos.
—No hay forma, los puso Snape.
—¿No hay forma? —preguntó en un tonó irónico— siempre hay forma, siempre —alzó la voz recalcando la última palabra— siempre hay un lado débil en los hechizos y las protecciones.
—Snape quiso que...
—¡No me importa! —Les gritó viendo el escudo— esto no es un ochrana, sólo hay que derribarlo.
—¿Harry? —le llamó su amiga, pero él desvió la mirada, Hermione lo tocó y él volvió a huir.
—Debo ir con él... ayúdame. —Susurró en suplica.
—No veo ningún defecto en el escudo Harry, no creo que Snape haya dejado un lado débil.
Empezaron a ver el escudo sin tener suerte, Harry se tomó el cabello desesperado, sacó la varita al tiempo suficiente que Sirius tomaba a la castaña en sus brazos y la alejaba de la entrada.
—Cuidado.
—Bombarda bouclier —gritó.
Provocando que parte de la cueva se viniera abajo, salió de ésta de inmediato. La batalla cercana se vio en silencio al escuchar la explosión, el pocionista volteó viendo con temor el fuego en los árboles y el polvo que se negaba a disiparse, entonces vio al joven salir corriendo sobre las rocas, tropezándose y corriendo a la vez, éste alzó la vista y Severus pudo ver en esos ojos todo el dolor acumulado.
—Hermione... no.
Unos brazos sujetaron con fuerza al joven impidiendo que se acercara.
—¡Harry no! —intentó detenerlo Lupin.
—Suéltame. —El joven luchó para seguir corriendo hacia la batalla, hasta lograr liberarse. Snape se abalanzó para perderse entre la multitud, buscando la ira de Voldemort, tomando el tiempo preciso para acabar con él antes que Harry llegara a los jardines.
—¡Papá! —gritó con rabia, la sola palabra hizo que Snape se detuviera quedándose helado al verlo marcado por el dolor de haberlo recordado.
