Se tiró en la cama y se puso a mirar el techo. Sus ojos lucían entrecerrados, su boca involuntariamente un tanto encorvada. Hacia abajo, claro.

Intentó dejar fluir el vacío que sentía dentro de ella. No era el mismo que había sentido hacía años, en la cúspide de sus malos momentos, pero claramente seguía allí. Era un tanto diferente en sensación. Pero, al final, vacío era vacío.

Dejó ir el aire por la nariz y cerró los ojos. Sintió la tela de sus pantalones tejanos rozarle hasta llegar a la incomodidad. Sintió el cierre del sujetador contra su espalda. Los zapatos, pesantes, colgando con sus pies fuera de la cama, demasiado pequeña para ella en versión desarrollada. Suspiró. Lo dejó pasar.

En la adolescencia los problemas venían impuestos por las condiciones hormonales de una. Akaashi era consciente de esto perfectamente: había pasado horas leyendo sobre estas con interés, buscando en vano explicaciones que la pudieran llevar a autodefinirse como algo. A saber quién era.

Era esa la pregunta que la atormentaba. Le daba la impresión de que no pertenecía en ningún lugar. Era demasiado diferente para ser normal, pero demasiado normal para ser diferente. No había nada que la encandilara. No tenía aficiones fuertes. Tan solo la ciencia, y no era precisamente un campo en que a su edad pudiera encontrar amistades. Algún lugar con un grupo de personas similares. Una comunidad.

Dada la falta de tal se desencadenaba la falta de una definición de sí misma. Una manera de clasificarsd en un tipo de persona. Se sentía genérica, carente de tipo alguno de personalidad construida. De algo a lo que decir esto soy yo. Simplemente se adaptaba a la situación correspondiente y, aunque hubiera quien llamara a este hecho "versatilidad", ella tan solo lo percibía como falta de carácter, de modus vivendi real. Llanura deformable.

Este "ser alguien" lo había tenido. La vida y el progreso de esta se lo habían, pero, usurpado cual ladrona de guante blanco. Ya no tenía pasión, ergo ya no tenía definición. Ella había sido tanto "Me llamo Keiko y me gusta leer" como "Me llamo Keiko y me gusta el anime". Ahora era tan solo "Me llamo Keiko". No era nada en concreto. Y eso... La entristecía. Porque no sabía qué ni dónde pintaba.

Era consciente de que el primer paso para sentirse mejor era tomar acción para mejorar la situación actual. Había algo que podía hacer para mejorar la suya: cambiarse de ropa, y quizás ponerse a jugar al Super Smash Bros Brawl para evadirse un poco. Hacía mucho que no jugaba, y tenía ganas de probar a Samus.

Aun así... El moverse le resultaba tarea difícil. Era como si sus extremidades se negaran a responder a sus (leves) órdenes motoras.

Y se quedó mirando el techo. Y dejó que el absurdo de la vida humana le tomara la mente.