SIN SALIDA


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PRÓLOGO

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Estación Espacial AEX


Cegada por el brillo del blanco impoluto de aquella habitación se cubrió el rostro con las manos y apretó con fuerza los párpados. Una lágrima se formó sobre su retina mientras intentaba echar un vistazo a su alrededor, luego de tantas horas sumida en la oscuridad le era difícil centrar su mirada en cualquier cosa, como si intentara ver directamente al sol.

Alguien la empujó al notar que se había quedado quieta y la fila comenzaba a avanzar, entonces se esforzó por mantener los ojos abiertos y lentamente comenzó a acostumbrarse al espacio austero en el que estaba mientras un par de lágrimas serenas se derramaban por sus mejillas.

No había nada sobre las paredes, nada más que su textura blanca y perfecta. No parecía hecho de ningún material que ella conociera. No había ventanas y las puertas parecían sellar el ambiente al vacío. Las paredes ligeramente curvadas en sus aristas. El aire incluso se sentía extraño, ajeno, como si fuera artificial.

La fila avanzó nuevamente y ella dio un paso adelante. No sabía a dónde se dirigía y se puso de puntas de pie para ver qué le deparaba a ella, y a todas las personas que caminaban en una fila recta a su espalda. Le dolían las rodillas y los tobillos por haber estado sentada por tantas horas dentro de esa cabina oscura, prácticamente apilada sobre otros cientos de personas.

No muy lejos pudo ver a tres seres, sentados en tres escritorios. Apenas podía vislumbrar sus expresiones, que para su sorpresa resultaban casi ausentes, como si estuviera frente a una oficina del gobierno, salvo que esos no eran seres humanos.

Una chicharra sonó y una luz se encendió sobre uno de los escritorios. La fila volvió a avanzar, pero en lugar del extraño silencio bañado de temor que había estado oyendo durante los últimos minutos, esta vez escuchó un grito. Al principio no entendía muy bien lo que decía, qué era exactamente lo que estaba gritando esa persona. Pero al cabo de unos segundos la fila comenzó a desarmarse por pocos centímetros. Los humanos temblorosos se estremecían al retroceder de la escena que se formaba frente a sus ojos mientras aquellos que no llegaban a deleitarse la pupila se acercaban cautelosos, todos intentando ver a qué se debía la conmoción. Repentinamente, aquellos soldados que habían estado conversando entre ellos en una esquina de la enorme habitación, alzaron sus armas y apuntaron al hombre que había armado el escándalo.

—¿¡Qué están haciendo con nosotros!? ¡¿Dónde está mi esposa?! —Alcanzó a escuchar ella, pero en lugar de una respuesta lo único que escuchó fue el chirrido mecánico de aquella arma tan compleja que cargaba el soldado. Una estela azul viajó en un instante frente a ella, de un lado de la habitación al otro, tan imperceptible como una bala. De no ser por el intenso tono neón no hubiera entendido lo acababa de ocurrir.

El impacto del peso muerto se oyó y nadie dijo una palabra. Todos se mantuvieron en completo silencio mientras aparecían un par de seres vestidos en trajes plásticos, como si se dispusieran a retirar material radioactivo y no el simple resto de lo que había sido un ser humano. Entre ambos colocaron el cadáver en una bolsa oscura y mientras uno se retiraba por una pequeña puerta de servicio, el otro permaneció frente a la fila limpiando la sangre que se había esparcido por los alrededores. Ella sintió un escalofrío al ver la mopa impregnándose de sangre, escurriéndose en un balde como si se deshicieran de una inconveniente mancha de café.

Nuevamente la fila avanzaba y mientras se acercaba su turno, ella miraba de un lado al otro buscando algún rostro familiar. Pero no tuvo éxito. No pasó mucho tiempo para cuando escuchó la chicharra y observó la luz verde indicando que era su turno. Tragó con fuerza y caminó con un gesto seguro hasta aquel ser que la miraba sin interés.

Una vez que estuvo frente a él, lo miró sorprendida. Su piel era púrpura y tenía pequeños tentáculos en toda la barbilla. Hizo una mueca al notar las yagas acuosas que tenía por todo el cráneo, como gruesas ampollas. No pudo distinguir si se trataba de un macho o una hembra, o si tendría sexo en absoluto. Sus grandes ojos negros la miraron de reojo y finalmente se dirigió a ella en un tono cansado.

—Levanta las manos —le dijo mientras tecleaba sobre una plancha blanca y observaba a su derecha una imagen holográfica. Presionó un par de veces sobre el holograma y se inclinó a tomar un aparato que estaba conectado a aquella plancha sobre la que escribía. Lo desconectó y lo puso frente a ella. El aparato inmediatamente reconoció sus muñecas y se prendió a ella como lo hubieran hecho unas esposas tradicionales, pero este aparato parecía mucho más efectivo.

Un poco espantada, observó el aparato destellando algunas luces y repentinamente sintió un pinchazo. Un código apareció en la pequeña pantalla que tenía adherida y repentinamente se encendió una luz verde. Extrañada, miró directo a los oscuros ojos de aquel ser que la había maniatado, pero éste no la observó y continuó tecleando hasta que una puerta se abrió detrás de él y le hizo un gesto silencioso para que continuara su trayecto.

Tomó aire y miró por última vez a la fila que estaba a sus espaldas, pero de nuevo falló en encontrarlos. No le quedaba más opción que continuar, de modo que dio un paso al frente y se adentró por esa puerta a un sitio oscuro. Una vez del otro lado de la puerta, ésta se cerró y se quedó totalmente a oscuras. Encerrada en un espacio aún más minúsculo que el anterior. Su corazón golpeó con fuerza, repentinamente comenzaba a sentir cierta claustrofobia.

—¿Ho… Hola? —se animó a preguntar e inmediatamente una luz similar al neón se encendió en la cúpula de aquella diminuta habitación. Alzó el mentón y la vio descender, desde la corona de su cabeza hasta la punta de los pies, y luego regresó a su sitio, rodeándola por completo a través de las paredes de su encierro.

Una puerta frente a ella se abrió, deslizándose hacia un lado. Del otro lado había dos seres en uniforme observando una imagen de su cuerpo en una pantalla. Y a pesar de sentirse completamente ignorada nada lograba calmar los temblores de su esbelto cuerpo.

Uno de ellos tomó un vaso de agua —o eso imaginó ella que debía ser—, de su escritorio mientras observaba las imágenes.

Ella dio un paso hacia adelante, saliendo de la capsula y echó un vistazo a la pantalla. Todos sus órganos habían sido escaneados y ante sus ojos un informe comenzó a escribirse automáticamente en un idioma que ella desconocía.

Uno de los uniformados asintió, y asimismo lo hizo el otro después de él. Entonces se giraron a ella y la observaron por apenas un instante antes de pasar a la siguiente fase. Su respiración se aceleró al notar ambas extrañas miradas ajenas sobre su cuerpo, analizándola de pies a cabeza. Miró a sus alrededores, pero no había nada que le pudiera servir de arma y temía que de la nada pudiera salir otro uniformado con un arma incandescente a la redujera a un bulto de carne sobre el suelo que eventualmente sería dispuesto en una bolsa de deshechos.

A pesar de que sus instintos clamaban un arrebato, permaneció inmóvil mientras ellos se acercaban con un pequeño aparato semi circular que terminaron colocando como una diadema sobre su frente.

No esperaba que con simplemente apretar un par de botones aquella diadema negra le diera una descarga tan fuerte que sintió como si su cráneo estuviera a punto de explotar y su cerebro hirviera dentro de su cabeza.

Abrió los ojos horrorizada, estaba en el suelo y los seres uniformados le retiraban la diadema haciendo caso omiso de su situación, dejándola arrastrándose débilmente sobre su espalda hasta la pared contraria más próxima.

Continuaron como si ella no estuviera jadeando casi en un estado catatónico, concentrando toda su atención en la diadema que por poco la mata y la conectaron a aquella pantalla que había exhibido todas sus entrañas pocos momentos atrás. De la misma forma en la que pudo ver todos sus órganos, pudo ver una imagen digitalizada de su cerebro con lo que ella pudo apenas distinguir podían ser destellos de sus ondas cerebrales.

Tal vez se equivocaba, ya que los rostros de esos seres eran alargados y sus bocas estiradas como las de un perro bulldog, pero podría haber jurado que los había visto sonreírse el uno al otro.

Luego de obligarla a ponerse de pie, introdujeron unos códigos en la pulsera que la mantenía maniatada y la empujaron a la siguiente puerta.

Del otro lado quedaba uno, más grande que todos los anteriores que había conocido. Lo primero que hizo fue mirar su pulsera, tomándola descuidadamente entre sus manos jalando de su menudo cuerpo. Tecleó algo que ella no pudo ver sobre un teclado diminuto ubicado en la base de una pequeña pistola puntiaguda y luego la tomó del brazo.

Gritó por primera vez desde que había llegado a ese lugar y mientras intentaba luchar con aquel horrendo ser que le apuntaba a la cabeza creyendo que finalmente le había llegado la hora, sintió un profundo ardor en el cuello. Repentinamente y para su sorpresa la soltaron y el mismo sujeto introdujo un código en su pulsera, logrando dejarla libre. Sin embargo, haberse liberado de sus ataduras extrañamente no se sentía para nada como libertad, ya que aún tenía la mirada profunda y oscura de ese ser extraño sobre sí misma y estaba segura de que aún faltaban pasos por seguir en esa minuciosa inspección

Instintivamente llevó su mano al cuello y sintió el hedor de su propia piel calcinada. Había un objeto extraño alojado allí, lo sintió bajo sus yemas, cuadrado y diminuto, escondido debajo de su propia piel cauterizada. Había detenido la hemorragia rápidamente y a su vez la habían marcado como al ganado.

Nuevamente alguien la tomaba por el brazo, arrastrándola hasta una nueva fila en donde aguardaba un grupo de humanos, todos habían sido recientemente marcados. No pudo evitar ver la marca rojiza en el cuello de un hombre alto y calvo, pero él no la miraba a ella. Él observaba las enormes naves que estaban entrando al hangar en el que aguardaban todos ellos. Temblando como ovejas adentrándose al matadero.

Muchos soldados aguardaban de un lado al otro del inmenso hangar. Todos armados y vestidos en el mismo uniforme oscuro y apretado, como una segunda piel brillante y acorazada.

Una ráfaga gélida la golpeó y se abrazó, su cabello revuelto y sucio se meció. Cerró los ojos y se volteó al sentir pequeñas piedras golpeando su rostro. Al enderezarse se maravilló con la enorme nave que aterrizaba junto a las demás, enorme e imponente, hecha en un diseño que jamás había visto en su vida.

Una plataforma se extendió como una escalera ante ellos. La nave llevaba una insignia grabada y la sigla "AEX9120" y pensó que sería conveniente recordarlo. Al igual que la "GEA04" en la que había llegado a ese extraño lugar.

Una nueva fila se formó a la fuerza, mientras los uniformados empujaban a las personas que aguardaban por su incierto destino en aquella plataforma. Uno de ellos apareció sólo para escanear el cuello de Bulma y luego la empujó a reunirse con otro grupo más pequeño, arrastrándola por el brazo amoratado, alejándola del grupo de humanos confundidos.

Cuando la dejaron con su el nuevo grupo observó con intriga a sus compañeros. Entre los que la acompañaban había un hombre de unos cuarenta años de cabello corto, sus gafas estaban rotas, el cristal parecía haberse impactado contra el suelo. Junto a él una mujer de piel oscura y cabello rizado y detrás de ella un hombre mayor de cabello cano. ¿Bajo qué criterio? Se preguntó, extrañada por el lineamiento de su grupo. Luego se giró y vio los otros grupos mientras eran separados. Uno de ellos sólo compuesto por mujeres jóvenes, otro por hombres y un último sólo de ancianos.

—Somos esclavos… botín de guerra —murmuró al darse cuenta de los destinos que sufrirían todos allí, mientras los veía siendo llevados al interior de diferentes naves. Pero, ¿qué era lo que tendría en común con estas personas?

Luego de ser empujados a abordar aquella nave oscura, el pequeño grupo permaneció en compañía de un soldado que no parecía demasiado interesado en la tarea de vigilarlos. Los miraba de vez en cuando con sumo desinterés como si se tratara de seres insignificantes. Pero a ella le pareció de lo más conveniente, no guardaba ningún deseo de llamar la atención.

Dócilmente se sentaron en el suelo, recostados contra las paredes de su nuevo encierro mientras sentían la vibración de la nave despegando hacia su nuevo y desconocido destino. Ella se preguntó, mientras cerraba los ojos, a qué lugar del espacio los estarían llevando.

—Oye niña —le susurró repentinamente el hombre de las gafas rotas—. Te escuché allá afuera, tú también lo notaste ¿verdad?

Ella asintió. Su rostro lleno de preocupación.

—Mi nombre es Bulma —comentó con la garganta seca.

—El mío es Myka. Trabajo en… Trabajaba —se corrigió—, en una fábrica de medicamentos. ¿A qué te dedicas tú?

—Uhm… Mi padre era el presidente de la Corporación Capsula.

—¿Eres hija de Briefs? —le cuestionó repentinamente el anciano—. Trabajé unos años en mi juventud con él, cuando la robótica no era más que una teoría.

—Yo he leído mucho sobre él —agregó la otra mujer.

—¿A qué se dedica usted? —le cuestionó Bulma, esperando que su respuesta afirmara la teoría que había estado meditando.

—Médica, me especializo en neurocirugía. Trabajaba en el hospital de la Capital del Oeste cuando todo esto sucedió. ¿Dónde creen que nos estén llevando ahora?

Ninguno se atrevió a darle una respuesta, aunque a juzgar por el semblante apesadumbrado que todos ellos mantenían, compartían una idea de su destino.

—Lo único que se me ocurre es que al menos no nos utilizarán como mano de obra barata o… como parte de una red prostitución. Eso debería darnos algo de esperanza —dijo Bulma.

—¿Qué tal si esas cosas quieren… nuestros cerebros? Quizás ni siquiera necesiten el resto del cuerpo —soltó en un tono tembloroso el cuarto miembro.

—Si tengo razón en esto y nos han separado por nuestro intelecto entonces tenemos una buena oportunidad de sobrevivir, a menos que… claro… sólo quieran los órganos —dijo Myka.

—¡Ey! —gritó el guardia al ver que los cuatro se habían acercado demasiado entre ellos—. Manténganse callados hasta que lleguemos.

—¿Hasta que lleguemos a dónde? —le cuestionó Bulma y él sujeto soltó una risa extraña.

—Pronto lo averiguarás.


Planeta Eros


No era muy complicado asumir la razón de haber sido llevada hasta ese planeta. Luego de ser arrastrados en la plataforma de aterrizaje, Bulma vio a lo lejos otros grupos descender encadenados. Todos parecían provenir de diferentes planetas, a juzgar por los tonos de sus pieles y las extrañas características de cada grupo. Sin lugar a dudas se había vuelto una esclava, y luego de entrar a un enorme edificio cuya arquitectura se asemejaba sospechosamente a la Romana de su propio planeta, cayó en cuenta de que aquello era una subasta. En ese planeta extraño sería utilizada o vendida, si sus cálculos no eran errados. Quizás ese había sido el primer día en su vida que había deseado con tanto ahínco estar completamente equivocada.

Su corazón se aceleró, probablemente dentro de unas horas estaría tan lejos de su planeta natal que no habría forma de volver. Si es que quedaba algo allí por qué volver. Sin embargo, el ambiente festivo la distrajo de su propia tortura mental. Música sonaba en los alrededores y tuvo que pararse de puntillas para ver una banda tocando del otro lado, tal como un festival en la Tierra. Lo cual le pareció particularmente perturbador y continuó escuchando la música con cierto horror.

Una vez dentro del edificio todo se volvió más calmo, ya no había seres caminando a su alrededor, empujándola, obligándola a seguir la cadena que la mantenía cautiva. Pero eso no había logrado calmarla. Dentro de aquella faustuosa estructura sólo había rostros más peligrosos que comenzaron a mirarla, analizándola de lejos, con la misma frialdad con la que ella hubiera comprado una camiseta. Un escalofrío intenso la acompañó en cada paso que daba sobre las baldosas resplandecientes de mármol. Los rostros tétricos y a su parecer especialmente deformes, como salidos de las peores películas de terror, la mantenían bajo la perturbadora estela de sus miradas.

Trató de ignorar todos los ojos que se había cernido con interés escalofriante sobre ella y continuó caminando, buscando discretamente alguna salida. Forcejeó disimuladamente con sus propias cadenas y repentinamente se preguntó si aquello que le habían implantado en el cuello sería para rastrearla en caso de que lograra escapar. Y aunque no podía dejar que eso la detuviera en el intento, logró desanimarla por un momento. Aunque, llegado al caso sería capaz de arrancarse aquel chip con sus propias manos de ser necesario.

Su vergonzosa caminata culminó nuevamente en una habitación pequeña y al cabo de un par de horas encerrada con una decena de otros seres, escuchando idiomas que desconocía en tristes susurros y gimoteos, y oyendo apenas una voz por radio parlantes haciendo eco en los corredores, vio como se llevaban uno a uno de ellos hasta que llegó el turno de su grupo.

El anciano fue el primero en despedirse. Ni siquiera logró formular una palabra antes de ser arrastrado por la puerta.

—No hay escapatoria… Nos van a vender como… como…

Y aunque Bulma deseaba tener las palabras adecuadas para consolar a la acongojada mujer que temblaba a su lado, no logró encontrarlas y se quedó callada. Su gesto se marchitó cuando escuchó los pasos de aquel soldado que las había encerrado allí, regresando por el corredor. El anciano ya había encontrado a su comprador.

Bulma se aferró con fuerza de sus cadenas cuando lo vio entrar y posar su mirada oscura directamente en ella. Se arrastró contra la pared cuando él se le acercó y la tomó por las muñecas. Su verdugo había determinado que había llegado su turno.

Repentinamente una fuerza que había mantenido dormida se despertó y batalló en vano con aquel hombre. Él la liberó de las cadenas y con un aspecto fastidiado la arrojó con fuerza al suelo.

—Compórtate, esclava —le dijo antes de levantarla como si se tratara de una frágil hoja caída de un árbol.

Al pasar por la puerta apenas pudo apoyar los pies en el suelo. Él caminaba con apremio a ese lugar en el que las bocinas sonaban tan estridentes que podía sentir la vibración de las paredes a su alrededor, retumbando sobre ella.

La luz se volvió intensa una vez que la empujaron a través de un telón oscuro y no logró ver más allá de unos pasos delante de ella misma. La luz la enfocaba de lleno y antes de que se diera cuenta estaba maniatada nuevamente, arriba de un pedestal, exhibida como un objeto.

La voz del presentador se hizo oír una vez más, ahora clara y sin ecos; y ella logró verlo a su lado, caminando frente a ella y señalándola. Apenas lograba escuchar lo que decía, mientras miraba hacia las gradas sin reconocer nada más que figuras oscuras.

Repentinamente el presentador acercó un objeto a su cuello, similar a una pistola de la Tierra, pero al disparar del gatillo nada le sucedió. Un holograma de sus escaneos apareció a su lado, cada dato de su anatomía desplegado para sus posibles compradores. Bulma escuchó los cuchicheos de la multitud y una pantalla a lo lejos se encendió, luego otra, luego otra. Dígitos desconocidos brillaban entre la penumbra en un azul eléctrico, uno tras otro al ritmo de una chicharra. El presentador los señalaba uno tras otro y la apuesta continuaba subiendo descontroladamente.

—¡Vendida al postor 965! —gritó el sujeto de piel verdosa y traje morado que se pavoneaba como una celebridad por el escenario.

Para el horror de Bulma, estaba siendo arrastrada a una nueva habitación y antes de retirarse logró ver a la otra humana siendo subida al mismo podio en el que ella estaba.


N/A: No, yo tampoco me esperaba publicando tan rápido. Pero dado que me avisaron desde el trabajo que muchos compañeros se contagiaron de covid, tendré unas dos semanas en casa y bueno, creo que todos estamos acá para distraernos. Ahora, volviendo a leer este prólogo lo encuentro bastante aburrido en comparación con lo que pasa más adelante. Este fic lo tengo adelantado uno 7 capítulos y si me dan mucho amor puede que publique dos por semana, si no me siento muy amada subiré el próximo martes el siguiente jajaja y no es chantaje, creo que uno por semana me dará más tiempo de seguir adelantando pero si leyeron Entre sus manos, sabrán que cuando me emociono publico doble. El siguiente capítulo se da unos años después que este prólogo, y lo escribí buscando hacer algo divertido pero en el camino PASARON COSAS, y va de la comedia al drama. ¡Espero que les guste!