Tanto tiempo ha pasado desde que no escribo aquí. Y tantas cosas también. Debo admitir que descubrí a esta pareja hace no más de una semana y me embobé. Snape siempre ha sido mi personaje favorito y, con el perdón debido, nunca me planteé que él pudiera sobrevivir (aunque sí lo quise). Una historia que nació de la inspiración más dormida dentro de mí. Recordé que amo escribir e imaginar.

Sin más, espero que sea de su agrado y cualquier comentario es bien recibido (he vuelto después de tantos años, nada puede ser perfecto ¿no?)


Defensas Caídas

Uno se arma de tantas barreras, impone una y mil trampas y muros para que nada ni nadie pueda llegar a herirlo. Defensas impenetrables, claramente. ¿Cómo iba a poder alguien descubrir la forma de romperlas, de atravesarlas o de si quiera saber que existen? La coraza indestructible de almas vulnerables, almas que ya no quieren volver a sentir.

Sin embargo, ahí está siempre el enemigo natural: la Fibra. La insufrible Fibra que lo destruye todo, que se pasea entre los muros como si nada, la que conoce sus debilidades a cabalidad, sabe que no sirven al final. Cuando tocan La Fibra, que en cada quien es distinta y muy difícil de localizar, todos los muros, corazas, trampas y fortalezas que con tanto esmero se construyeron se derrumban sin más, tan simple como la brisa soplando sobre el más frágil castillo de naipes.

Y así, simplemente, el alma vulnerable vuelve a sentir, primero fragilidad, temor. Se desmorona a pedazos de sólo pensar que está expuesta, casi desnuda. Así que sólo hay dos opciones: o correr lo más rápido posible, huir de la amenaza que representan los Sentimientos o ahuyentarlos. Bajo ninguna circunstancia considerar que Los Malditos vuelvan a hacer de las suyas, en especial uno de ellos que pareciera regodearse con la idea de descubrirse tan cerca de su víctima. Por alguna perversa intención de la vida, es el Dolor el que ataca más fuerte, el más testarudo, el que más insiste en quedarse y casi encariñarse con el alma. Para peor, el Dolor viene con amigos. Y todo por la maldita y traidora Fibra que no es capaz de desaparecer.

Las corazas ya no sirven, el alma expuesta demanda una rápida respuesta a su pregunta: ¿Corro o ahuyento?... ¿ Y cómo diablos iba uno a saberlo?

La exposición del alma es lo más difícil de soportar para aquellos que han sufrido. La vulnerabilidad nunca la mostrarán tras sus cientos de muros y casi siempre serán tildados de insensibles, duros y fuertes, de personas que ante nada caen, siempre impasibles ante los embates de la vida. ¿Pero qué saben los demás? ¿Por qué siempre tienen que juzgar? ¿No podrían simplemente callarse y no molestar?

Es así, las almas sensibles y heridas, por más que quieran, nunca dejarán de sentir. Sólo falta que llegue una, pura y honesta, que toque la Fibra para reanimarla, recordarle que vive... y que no está mal.

Aún así, él la odió. La odió por quererlo. La odió por recordarle que aún estaba vivo. Y se odió a sí mismo por no haber muerto.


Ella y sus estúpidos amigos con sus estúpidas ideas. Pudieron simplemente haberlo dejado morir allí como tenía que ser; y para colmo el insoportable de Potter hizo gala de su bondad sosteniéndolo cuando creía verlo morir ante sus ojos. Granger hacía lo posible por curar sus heridas con todos los incontables hechizos que podía recordar, no era capaz de entender por qué estaba tan compungida ni por qué buscaba salvar su vida con tanta urgencia (sus ojos), y Weasley tan sólo observaba pasmado. Hasta que oyó un canto lejano, un simple susurro en el aire que pareció aligerarles la vida en tan penosas circunstancias. Y es que aunque el antiguo director de Hogwarts ya no se encontraba entre ellos, prevalecería por siempre su lema: "Hogwarts siempre estará ahí...". Una majestuosa ave de plumaje incandescente como el fuego se acercaba a ellos con suma rapidez. Él ya le había dado sus últimos recuerdos al muchacho, ya había cumplido su misión y ya no cargaría nunca más con el doloroso recuerdo de Lily. El ave se posó suavemente a su lado cuando ya había perdido la conciencia.

Ahora los tontos chiquillos, además de haberle salvado la vida, conocían lo que él nunca quiso revelar al mundo. Frente a ellos no existían corazas ni trampas, ya lo sabían todo. Aún así, lo que más lo sacaba de quicio era que hicieran como si no se dieran cuenta. Claramente lo miraban distinto, como nunca antes, lo miraban con admiración y gratitud y casi podría decirse que con orgullo, pero sólo la chica lo hacía de otra forma, aunque no estaba seguro si lo imaginaba, ya que en su cuenta sólo dos seres humanos lo habían mirado de esa manera en toda su vida, para su desgracia los dos se hallaban muertos y, peor aún, a uno le tuvo que quitar la vida él mismo. Cuánto lo había destrozado. ¿Pero por qué demonios la mirada de esa mocosa impertinente se le calaba en los huesos? Sabía que todos quienes lo juzgaron agacharon sus cabezas en arrepentimiento, a pesar de todo todavía le temían y él quería que siguiera siendo así, era la única forma de soportarlo. El temor que inspiraba en los demás eran las únicas armas que le quedaban para proteger sus mermadas defensas.

Pero no estaba preparado para eso... no. No para una mirada cargada de cariño. La odiaba. El cariño sólo lo había conducido hacia el sufrimiento. Cuántas veces deseó no haber sentido nunca algo así. Dumbledore siempre le dijo que el amor era más poderoso que cualquier hechizo o guerra, pero él siempre estuvo en desacuerdo. El amor no hizo nada por él más que hacerlo sufrir y caer una y otra vez. El amor se burló de él siempre. No lo soportaba. Por eso odiaba aquella mirada, aquella que casi buscaba encontrar en él reciprocidad. Evidentemente no la iba a encontrar. Podía aceptar haber vivido, podía aceptar los lamentos, los llantos, la alegría y angustia en otros. Pero no podía aceptar sentirse vivo, porque implicaba eso mismo... sentir.

Sí debía admitir que Potter y sus amigos le profesaban cierta gratitud por su ayuda y preocupación, pero jamás se sentiría en deuda. A esas alturas de la guerra él ya se había resignado a su destino, y casi lo deseaba. Morir significaba terminar con todo de una vez, con los malditos y persistentes sentimientos que no dejaban de acecharlo. Darle sus recuerdos al chico significaba saldar la deuda con la persona más importante de su vida, y cuando lo hizo realmente se sintió en paz. Pero no consideró vivir. Casi se sentía culpable por hacerlo. ¿Por qué tantos otros murieron y él no? Tantos que sí querían vivir. Le asqueaba el destino... y esa mirada.

Tan ensimismado estaba en sus pensamientos que apenas notó que el sol menguaba y le pegaba en la cara mientras se escondía lentamente entre el frondoso y lejano bosque frente a él.


Estaban demasiado cansados para pensar en nada. Juntos como siempre, compartían un silencio nunca antes experimentado que los envolvía. Cada uno pensando distintas cosas pero las mismas a la vez. No podían sacar la vista de los tres cuerpos inertes frente a ellos, era tan terrible observarlos. A pesar del dolor que les comprimía el corazón y los pulmones, una tibieza aún muy lejana comenzaba a invadir sus maltrechos cuerpos.

La mano de Ron se posaba discreta y casi tímida sobre la suya. Ella compartía el sufrimiento del chico. ¿De verdad ese que veían tendido en el suelo era Fred? Seguían manteniendo la esperanza de verlo levantarse y esbozar una de sus amplias y sinceras sonrisas, que soltara alguna que otra broma que los hiciera recobrar las fuerzas. Pero no lo hacía. Estaban tan exhaustos que ni lágrimas eran capaces de soltar.

Se apoyó en el hombro de su ahora novio mientras cerraba los ojos. "Todo terminó", pensó. Estaba sumamente aliviada por eso, pero la congoja de perder a sus seres queridos no quería abandonarla. Se le retorcía el estómago y se le nublaba la mente. Ron le acarició suavemente la espalda, aún perdido ante la visión de su fallecido hermano mayor.

Harry, sentado junto a ellos, miraba alternadamente a Fred, Lupin y Tonks. A pesar de que se le clavaba una daga en el corazón cada vez que lo hacía, no podía evitarlo. Se sentía culpable de sus muertes, del sufrimiento que causaba a la familia de su mejor amigo, de la soledad que le esperaba al hijo de los valientes magos que sacrificaron su vida por él, la misma soledad que él tuvo que experimentar. No tener padres era algo que ya tenía asumido, pero nunca dejaría de preguntarse cómo hubiera sido su vida si ellos no hubieran muerto. Ahora él tendría que encargarse que aquel niño no sintiera lo mismo. Con las manos entrelazadas frente a sus ojos porfin logró mirar a otro lugar, y vio a Snape alejándose lentamente por las puertas del Gran Salón. "Gracias..." fue el único pensamiento que vino a su mente en cuanto lo vio.

Después de un largo rato, Molly Weasley se acercó con dificultad a los chicos con los ojos hinchados y rojos por el llanto, les dijo que se llevarían a Fred y los demás al anochecer, por lo que fueran a descansar un poco. Ellos no protestaron y casi automáticamente se levantaron y caminaron por inercia entre el gentío que ya comenzaba a movilizarse (algunos a sus casas y otros a los dormitorios del castillo). Cuando pasaban lentamente por el vestíbulo, una figura en las puertas de la entrada les llamó la atención. Vestido enteramente de negro y de espaldas a ellos, permanecía completamente inmóvil. Harry, Ron y Hermione se lanzaron fugaces miradas y continuaron su camino. Sin embargo, la muchacha se detuvo y continuó mirando al hombre frente a ella. Les indicó que luego los alcanzaría, a lo que ellos, luego de lanzarle miradas curiosas, se alejaron pesadamente escaleras arriba.

¿Por qué se hallaba así? Supuso que se marcharía del lugar inmediatamente luego de despertar. Quiso acercarse para hablarle pero no sabría qué decirle. Avanzó unos pasos y luego dio media vuelta pero volvió a quedarse quieta. Volteó nuevamente y lo vio aún ahí, sin siquiera moverse, como si se hubiera convertido en una estatua más.


"¿Me has perdonado? Después de todo lo que causé, ¿serías capaz de perdonarme?", aún miraba sin ver un punto cualquiera del destrozado castillo frente a sus ojos. "Supongo que sí." Cerró los ojos y recordó tan nítidamente a su amiga, al único amor de su vida, que casi pudo sentirla frente a él. Recordó su sonrisa hermosa y sincera que sólo ella le ofrecía. Sus bondadosos ojos eran tan desesperantemente parecidos a los del chico Potter. Sabía que lo había perdonado, Lily Evans no era de las que guardaban rencor, su corazón era tan puro que no había cabida para un sentimiento así.

-Profesor...-

Había logrado salvar al muchacho. Cumplió su promesa... y había sobrevivido. Claramente algo que estaba fuera de sus planes. La brisa fresca del atardecer le llenaba los pulmones y por un momento se dio cuenta de su propia existencia.

-Profesor Snape...- el profesor abrió los ojos, algo exaltado. Giró apenas el rostro. No tenía deseos de hablar con nadie. Se sintió un poco molesto.- Profesor...- prosiguió Hermione con un hilo de voz.- Yo...- jugueteaba con sus manos mirando la espalda del hombre.- Yo sólo quería...- Él cerró nuevamente los ojos para concentrarse en sus propios pensamientos, aquella mocosa sólo le estorbaba en esos momentos. Ella caminó unos pasos para quedar a su lado y mirarlo a la cara con las últimas fuerzas que le quedaban.- Gracias.

Snape la miró sólo un segundo, asintió casi imperceptiblemente. La chica sonrió con tristeza y se alejó.

Él permaneció en su lugar, tanto tiempo que ya las estrellas brillaban en el firmamento. El mundo seguía girando para él. "¿Por qué?", se había hecho esa pregunta tantas veces en las últimas horas, y aún no conseguía la respuesta. La mirada de Lily no se le borraba del pensamiento. Muy dentro de él sabía que ella lo había perdonado hace mucho tiempo, pero no se sentía conforme, porque seguía vivo... y ella no. Repentinamente los ojos de Granger fueron a parar a su cabeza. Se sintió derrotado una vez más. Aquella chiquilla lo sabía y ahora estaba vulnerable como nunca en su vida. Se sintió intranquilo y temeroso. Nervioso. La odió profundamente por mirarlo así, con afecto.

Esa era su fibra sensible. El afecto del que tanto había carecido durante toda su existencia era la fibra sensible que podía revivir a Severus Snape.


Esto sería una especie de Prólogo para la historia que recién maquino dentro de mi descontrolado cerebrito. De momento sólo son los pensamientos y sensaciones inmediatos que, a mi parecer, dejó el final de la guerra. Snape es un personaje sumamente complejo y difícil de trabajar, por lo que si algo anda mal háganmelo saber :)

Muchas gracias, sinceramente, para quien lea.