Notas de la Traductora:
Esta es una traducción del fanfic Oblivious escrito por Jess Palas, originalmente en inglés. Oblivious ha sido publicado en varias páginas. La historia original puede ser encontrada en y mugglenet.
Nro. de historia: 2063033.
Nro de autor: 74910.
En alguna oportunidad lo comencé a traducir, pero entre el trabajo y compromisos personales no pude continuarla. Al hacer la revisión de los capítulos que estaban publicados me di cuenta que tenía demasiados errores de redacción y gramática así que decidí intentarlo nuevamente. Anteriormente se llamaba "En el Olvido" pero considero que 'Ignaro' pega más con la historia, ya que significa: no conoce o ignorante; no de manera despectiva sino a manera de descripción.
El fic fue escrito en 2004 antes de que salieran los últimos libros y antes de que explicaran la historia entre Remus y Fenrir. Por favor tomar esto en cuenta antes de continuar con la historia.
Durante el fic se utiliza mucho la palabra 'feral' que significa: salvaje, silvestre, montaraz; para referirse a aquellos hombres lobos que han dejado que el lobo tome control del cuerpo humano, con la sed de sangre e instintos salvajes permanecen aún después de la luna llena. Considero que ninguna de las tres palabras capta la esencia, o no suena muy bien, así que dejaré 'feral' para describir a esta particular clase de hombres lobos.
Todos los reviews (comentarios) que dejen en el fic, relacionados con la historia y no la traducción, serán traducidos y enviados a la autora. Trataré de no colocar tantas notas de traducción a lo largo de la historia, sin embargo, cualquier crítica constructiva o corrección son bienvenidas.
Sin más que decir los dejo con la historia.
IGNARO
Escrito por Jess Pallas
Traducido por Chessi
Sumario: ¿Qué pasaría si hubiera más acerca de la mordida de Remus Lupin que un desafortunado paseo por el bosque? Secretos emergen cuando un feral llega a la ciudad…
Descargo de Responsabilidad: Esta es la casa de JK Rowling, yo sólo la invadí. Aunque reclamo derecho de todo lo 'no canon'
PARTE UNO
El feral
1: El Aullido
El ruido era increíble.
Remus Lupin reprimió una mueca al ser saludado por una ráfaga de aire caliente y ruido extremo que salía al abrir la mugrienta puerta al pie de las escaleras a medio alumbrar del sótano de una calle en las profundidades de Camden Town. En la selección del sitio los propietarios habían escogido bien; en esta parte de Londres, mayormente conocida por las masas de góticos, un lugar donde estar fuera de lugar era la norma, donde algunos individuos con vestimentas raras no llamarían la atención. No había manera de saber cuál era el oscuro secreto que residía en los que abrían esa puerta.
Porque eso era El Aullido.
Un lugar donde los hombres lobos iban a soltarse el moño.
Remus lo odiaba. Pero no tenía otra opción. Esta misión era vital para la Orden, y ninguna persona que no fuera un hombre lobo, o invitado por uno, podía entrar. No estaba seguro cómo se hacía la distinción, pero era un riesgo que no estaba dispuesto a tomar. Esto era muy importante.
La música (aunque Remus usaba este término eufemísticamente, ya que no podría entender otro propósito podían servir los aturdidores chillidos de ruido blanco y voces aullantes que llenaban el lugar) era ensordecedora, estremeciendo hasta el techo. Cuerpos se retorcían en todas direcciones, unos bailando y girando al son de la música, otros tumbados sobre el bar, otros arrinconados en esquinas oscuras hablando, peleando y… en otras actividades que era mejor dejar para la casa. Remus nunca se hubiera descrito como mojigato, pero había ciertas cosas que realmente deberían ser dejadas para hacer en casa.
Nunca entendería a la gente que iba a ese lugar. Se promocionaba a sí mismo como un lugar en que los hombres lobos podían ser ellos mismos: "Interpreta al buen cachorro de día y al perro malo de noche". Lugares como este, Remus estaba seguro, existían por siglos, pero las legislaciones de Umbridge y la opresión institucionalizada de su raza; que ella apoyaba; habían llegado a nuevos niveles. Era una especie de rebelión, una resistencia casi retorcida, una zambullida al bajo mundo mientras el de arriba se cerraba. Había mejores maneras de rebelarse, opinaba él, que comportarse como los estereotipos que causaban esas actitudes en primera instancia.
Suprimiendo un suspiro, Remus movió sus hombros, tratando de no mostrar lo incómodo que se sentía con el vestuario inusual que había adoptado con el propósito de mantener su coartada. Se había sentido algo macabro al principio, tomando prestada una chaqueta de cuero y otras prendas que encontró merodeando en el fondo del clóset de Sirius, todos gastados y probablemente sin tocar desde la fase de motociclista de su amigo a los diecinueve. Pero no había manera de evadir el hecho de que Sirius no iba a volver a ellos, ni de que él no podía costearse un nuevo guardarropa. En ambos casos, Remus no podía evitar la leve sonrisa que tocaba sus labios al imaginarse lo que sus amigos dirían al verlo vestido de esa manera. Canuto y Cornamenta se hubieran reído hasta quedar bobos.
Escogió recordarlos riéndose. El ahogarse en su soledad no serviría propósito alguno. Él había visto lo que eso le había hecho a Sirius, a pesar de sus propios esfuerzos, atrapado en Grimmauld Place por tanto tiempo. No le hizo ningún favor a sus amigos al enloquecer en la pena (lección que aprendió en 1981). Los extrañaba, siempre los extrañaría, pero honraría mejor sus memorias si seguía con su vida.
En todo caso, el que no fuera un desastre inconsciente en la esquina de ese bar, zampando Whiskey de Fuego y jugando al monstruo para escapar su trágica vida como aquellos alrededor suyo era un tributo a su crianza y a sus amigos. Teniendo en cuenta todo por lo que había pasado, era impresionante como no se había vuelto feral.
Hizo un recordatorio mental de agradecer a su padre la próxima vez que lo visitara. Silenciosamente agradeció a su madre y sus amigos.
Moviéndose cuidadosamente, y mirando alrededor tratando de encontrar alguna cara familiar, Remus se movió hacia el bar. Ésta era su tercera visita a El Aullido; las primeras dos, en días anteriores, habían resultado poco fructíferas, y estaba comenzando a perder confianza en que esta reunión (que Snape informó que supuestamente pasaría unos días antes de la luna llena) realmente ocurriría. Al notar la sonrisa de suficiencia del Maestro de Pociones cuando vio su atuendo, se preguntó brevemente si esta no era una treta por parte de Snape para hacerlo ver ridículo; casi imaginando que el Slytherin sacaba una Cámara Mágica para poner una foto en la cocina de cuartel general y hacer que todos rieran. Pero no, la información que Snape había proporcionado, aunque aún no había demostrado ser necesariamente genuina, había sido ofrecida con sinceridad. Que Remus luciera como un idiota, sencillamente era un glorioso bono.
Tonks había comentado que le lucía bien. Pero, a pesar del cariño que le tenía a Tonks, no estaba seguro de su sentido de la moda. Oh bueno.
Llegó a la barra, sentándose en un taburete en la esquina del mismo, una posición que ofrecía una vista ventajosa del resto del establecimiento, llamó la atención del canoso y rechoncho encargado mejor conocido como: Friedrek, con su túnica astrosa y el creciente parche de calvicie. Remus no tenía certeza de si era su verdadero nombre o no. Nadie usaba su verdadero nombre en El Aullido. Era parte del escape.
Había perdido la cuenta de cuentos "Wolfgangs" había encontrado. Parecía que la originalidad no era una característica de los clientes de ese lugar.
–¿Tú de nuevo? –el barman sonrío sin dientes mientras se aproximaba, limpiando un vaso sucio con un trapo aún más harapiento–. Ésta es la tercera vez que vienes esta semana.
Remus dio una media sonrisa.
–Debo estarme encariñando con este lugar –ofreció de manera casual–. Ciertamente es diferente.
La sonrisa del barman se agrandó.
–Ese el propósito de El Aullido. Relajarte luego de un día de pretender. Ser quién eres y dejar libre tu verdadera naturaleza.
–Saca algo de las personas. –Remus comentó, mordiéndose la lengua en lo que respectaba a qué sacaba exactamente.
Friedrek sonrió de nuevo, sin notar el pequeño juicio a su establecimiento.
–¿Algo de tomar?
–Whiskey de Fuego, doble, seco.
–En camino.
Friedrek desapareció tras el bar y él lo vio ir, sus palabras aún resonaban en la cabeza de Remus. Dejar libre tu verdadera naturaleza, había dicho. Pero eso no era exactamente lo que pasaba allí. Ese era un lugar al que los hombres lobos venían a comportarse como creían que los hombres lobos debían comportarse. La verdadera naturaleza del lobo no era retozar en la penumbra, escuchando no-música y vistiéndose como las 'criaturas de la noche' de una mala película Muggle de horror. La verdadera naturaleza del hombre lobo era salvaje. Los aspirantes de El Aullido no tenían idea.
Licántropos salvajes. La única variedad de hombre lobo que valía la pena tener. La razón por la que estaba en ese oscuro y ruidoso hueco en el quinto infierno, rezando porque no se viera tan idiota como se sentía.
Había un feral en la ciudad. Y Voldemort estaba ansioso de reclutarlo.
Fue Snape el que descubrió la intención de hacerlo, en una conversación escuchada a medias entre contactos que era mejor dejar sólo en su conocimiento. Un violento feral, exiliado de Bretaña por muchos años, había vuelto a su viejo territorio por invitación de Voldemort; decían que era más lobo que hombre, que tenía un don para el caos y un talento para la venganza, y luego de que los aliados de Voldemort habían sido mermados por los sucesos del Departamento de Misterio era exactamente el aliado que los Mortífagos necesitaban. Este era el lugar donde había decidido encontrarse con el representante de Voldemort, una de las noches en la semana previa a la luna llena. Con quién se encontraría y cuándo, era algo que Snape fue incapaz de descifrar. No pudo ni deducir un nombre. Era allí cuando Remus entraba.
No tenía necesariamente que escuchar la conversación. Sólo debía estar allí. Lo demás se podría solventar luego.
Friedrek volvió con su Whiskey de Fuego. Tocando el anillo de amatista en su mano derecha que diluía los efectos del alcohol, Remus bajó el pequeño shot de un golpe y ordenó otro. Jugando con el vaso vacío en sus manos dio una ojeada por la barra a las otras figuras medio ebrias, a las figuras oscuras de los que bailaban, el bambolear de la puerta mientras las personas entraban y salían, se sentaban en las mesas a hablar o se movían a la pista a bailar. Vio la tenue luz jugar con el vaso de vidrio mientras el Whiskey de Fuego calentaba su garganta en su camino hacia abajo.
Y allí comenzó.
Una extraña sensación parecía brotar de repente, un cosquilleo que corría como dedos helados por su espina y susurraba en su sangre. De repente su cabeza palpitaba mientras sus latidos parecían hacer eco en su cráneo y enviar un disonante temblor en sus miembros. Un dolor agudo emergió del lado izquierdo de su torso, trazando las líneas de la cicatriz en forma de luna creciente que indicaba que era bienvenido en El Aullido.
Remus sacudió su cabeza violentamente. En nombre de Merlín, ¿qué tenía ese whiskey de Fuego?
No tuvo tiempo de preocuparse por ello. Abruptamente un joven se sentó a su lado, sonriendo de una manera casi maníaca, su cabello engominado hacia atrás y pintado de negro azabache, sus ropas haciendo sentir que Remus estaba vestido de una manera semi-conservativa, y sus ojos…
Sus ojos dorados.
La mirada de Remus se movió súbitamente a las manos del joven, apretando su agarre en la barra. Pero el segundo indicador del feral no estaba allí. Cuando el joven le devolvió la mirada se percató.
Claro. Lentes de contacto amarillos.
Debía ser Muggle o hijo de Muggles.
–¡Ei! –Saludó el joven sin aliento, sus movimientos erráticos, pero Remus no pasó por alto la desesperación en su mirada–. Genial lugar, ¿verdad?
–Genial –Remus concedió, aceptando, pero no tomando el segundo shot de Friedrek mientras el barman tomaba la orden el joven. Todavía no podía sacudirse la extraña sensación que el último trago le dejó.
–Nunca supe que había lugares así, hasta hace poco –El muchacho estaba inquieto en su silla, casi gritando para hacerse oír sobre el bullicio de la música–. Lugares en los que podemos ser nosotros mismos, ¿sabes? Lugares en los que puedes encajar. Nadie pretende acá.
Todos pretenden acá. Sólo que todos pretenden juntos. Pretendiendo ser humanos de día y lobos de noche, sin tener un punto medio. Remus se tragó las ganas de decir sus fuertes opiniones; dentro de El Aullido no era el mejor lugar para discutir su hipocresía.
–Soy Fenris –El muchacho habló abruptamente–. Si, ese soy yo. Fenris. Un nombre apropiado para un hombre lobo.
Oh no, no estás pretendiendo, para nada. Bueno, Fenris era un poco mejor que Wolfgang, aunque igual de predecible. A Remus se le ocurrió que, irónicamente, si tuviera que dar su nombre real en ese lugar, era poco probable que alguien le creyera.
Friedrek llegó con el trago de Fenris. El joven se lo tomó de un trago, ahogándose un poco, pero ocultándolo lo mejor que pudo con una tos.
–Este lugar es lo máximo. –declaró dejando caer el vaso en el mostrador–, Me gustaría quedarme acá, sabes. Vivir siempre acá. Ser libre. Sin la endemoniada Umbridge, sin las miradas. Solo ser lo que soy. –La sonrisa maníaca volvió. La mirada desesperada nunca despareció–. Voy a bailar.
Y se fue tan rápido como apareció.
Remus no tenía certeza si el sentimiento perturbador que tenía era residuo del Whiskey de Fuego o la charla. Él podía entender el sentimiento. Pero la solución…
La vida tenía que ser desesperante para Fenris cuando ésta era la alternativa más agradable.
Realmente le desagradaba El Aullido. Una esperanza falsa envuelta en un ruidoso y mugriento empaque que llevaría a cada una de las personas de ese cuarto en el camino al olvido. Y había poco que pudiera hacer para ayudarlos.
Por favor que el feral venga esta noche. No tenía deseo de volver nuevamente.
Movió su bebida con un dedo. El extraño cosquilleo en su espalda no había sosegado. La cicatriz de su mordida había comenzado a doler.
Miró nuevamente alrededor esperando ver alguna cara vagamente familiar. Aunque la captura de los Mortífagos en el Departamento de Misterios había sido una gran hazaña había dejado a la Orden del Fénix en una gran desventaja. Las caras que reconocían, los nombres que sabían, estaban en la lista de capturados. Ahora muchos de los Mortífagos que hacían en trabajo de Voldemort eran desconocidos, anónimos y, por lo tanto, mucho más difíciles de descubrir.
Pero entonces una figura le llamó la atención, una cara vagamente familiar de las constantes sesiones informativas que Moody tenía sobre cómo identificar Mortífagos. Ésta era una cara de la primera guerra, aunque una persona de bajo rango, recordaba que era uno de los secuaces de Wilkes; Oldburn, u Oldstaff, o algún otro nombre parecido. Estaba cerca de la puerta y se acaba de levantar de una mesa, cuchicheando entre susurros con una figura en las sombras. Ojos amarillos brillaron contra las luces parpadeantes.
El feral.
Ignorando el temblar de sus huesos y el dolor en su costado Remus comenzó a levantarse.
Fue demasiado lento. En un rápido movimiento el feral se levantó y movió fuera del nicho hacia la puerta, sus ojos recorriendo el lugar. Por un instante escalofriante Remus pudo haber jurado que brevemente la mirada dorada se posó en él.
Pero entonces el feral se había ido.
Oldstaff, o lo que fuere, dio una rápida mirada alrededor, su cara llena de desprecio y un poco de miedo. El feral debió invitarlo dentro del local. Cuando el feral se fue, el Mortífago estaba solo en una guarida de hombres lobos y ciertamente lo sabía. Un par de miradas se voltearon en su dirección, tomó su capa y salió.
Remus respiró profundo y engulló su Whiskey de Fuego. Extrañamente pareció desaparecer la sensación de hormigueo de la primera.
Se había perdido la reunión, aparentemente. Pero no importaba. Había ocurrido lo suficientemente cerca y había otras maneras de obtener la información.
Sólo esperaba que el pensadero de Dumbledore estuviera todavía en sede central.
Bajando su cabeza contra la ruidosa atmósfera, Remus se escabulló hacia la salida e hizo su escapada hacia la noche.
