ya lo se,otra mas? y las otras que?, que quereis que os diga no he dejado de soñar con esta historia, y si no la escribo muero, espero os guste los que aun tengan ganas de leerme XD.

pd: las personas que me leen por primera vez siento deciros que soy lentísima a la hora de escenas intimas y no suelo ser muy explicita. aunque en esta es posible que si lo sea mas de lo habitual.

pd2: no tengo pensado dejar las otras historias en la estacada.


-la máscara de un rey-


capítulo 1


había sido feliz o eso recordaba su infancia era todo lo que un niño podía desear a excepción de la sangre real que corría por sus venas, El príncipe Rex black no recordaba lugar más alegre que su pasado, lo extrañaba tanto, nunca pensó en el peso de la corona, es mas no debía llevarla sobre su cabeza pues en realidad él no era Rex.

Su padre Henry era un hombre tímido pero temido y respetado, era muy atractivo de ojos café muy amable, su esposa Caroline se decía que era la más hermosa de todos los reinos, la leyenda de su amor era contadas cual cuentos de hadas.

cuando la amorosa pareja tuvo la bendición de un embarazo estaban dichosos, sin embargo, fue un parto difícil Caroline casi pierde la vida, y se quedó imposibilitada para tener más hijos, esa noticia no le afecto tanto al ver que había traído al mundo a un niño y una niña, mellizos.

Tenian características muy parecidas heredadas de su padre, una niña de cabello castaño y ojos color chocolate con un porte demasiado serio para su edad, cada día era más bella pero sin perder esa mirada adulta. El varón a pesar de parecerse físicamente entre ambos, él era demasiado alegre y juguetón, era aventurero por naturaleza, algo que Regina admiraba, pues ella odiaba salir de su rutina. Era una princesa, no le gustaba la aventura ella prefería el placer de degustarla en un buen libro con dicha temática, le gustaba estudiar, aprender sobre los reinos, sobre las costumbres de cada uno de ellos, adoraba sus vestidos, sobre todo aquellos que veía lucidos en su madre o en las demás damas de la corte.

Le fascinaba bailar, su padre se reía de ella diciéndole que eso era de bohemios no de princesas, ella gruñía, y lanzaba una mirada enojada a su padre quien no podía parar de reír, afirmando lo mucho que se parecía a él.

Por el contrario Rex era idéntico a su madre, tenía un carisma natural, iba a ser un gran rey, con el talante de su padre y con la simpatía de su madre, todo parecía estar bien atado.

Regina soñaba con conocer a un príncipe azul en algún baile, esta idea la hacía sonreír, en el fondo era una niña tan romántica, cosa que jamás le dijo a su padre, eso era solo un secreto entre ella y su madre.

Aun ahora a la edad de veinte años recuerda como si no hubiera pasado el tiempo, ese fatídico día en el que todo cambio. Su padre se quejó de una dolencia en el brazo izquierdo pocos días después el corazón se le paro, o eso dijeron los médicos en explicación a la familia, el día del noveno cumpleaños de sus hijos la muerte había dejado un mal sabor de boca.

Caroline estaba destrozada, había muerto el amor de su vida, se sentía mas sola que nunca, con dos hijos, tenía que asumir la regencia hasta que su hijo varón asumiera el trono, esto causo un revuelo nada sano, entre el consejo real, y el propio reino que no veía bien que la esposa del rey fuera a dar órdenes en representación del futuro rey, aunque en el fondo el hecho de ser mujer era un motivo más que suficiente, las leyes en favor de mujeres monarcas eran bastante limitadas, y en aquel entonces la Regencia era a lo máximo que se podría aspirar.

Sin embargo, las desgracia no terminarían ahí, tres años después, otro golpe de efecto se hacía presente en la familia.

Regina había acompañado a Rex, en una de sus aventuras.

-vamos Gina, no seas tan cobardica.- retaba el niño, que había adquirido en una de sus tantas travesuras un golpe fuerte en el labio que había dejando en la parte superior del mismos, una bonita cicatriz o para él lo era.

-¿para qué? No permitiré que mi rostro quede marcado como el tuyo- reclamo Regina apoyada en un árbol sosteniendo un libro.

-jo gina, no seas aburrida, exploremos el bosque, nademos en los ríos helados que llevan al lugar donde habita la diosa terra.-

-claro y morir de una hipotermia- la sola mención de una de las tantas enfermedades que su hermana le citaba a diario hizo que pusiera sus ojos en blanco.

- ¡lo hare yo solo! - se quejó el chico.

Había botado sus zapatos para luego quitarse los pantalones y quedarse con su calzón y camisa por si el agua estaba demasiado fría.

-ten cuidado no te vayas a resbalar, noto algo de corriente- añadio la jovencita que llevaba un vestido blanco y miraba por encima lo que su hermano tramaba.

Parecía una maldición, mirando hacia atrás, palabras malsonantes volaban a su mente, debió haberlo parado, darle un tortazo con la novela enorme que llevaba en sus manos, e ir directa al castillo, pero en el fondo le divertía esas ansias de exploración que tenía Rex, era tan diferente a su racionalidad innata.

La corriente había aumentado tanto y su hermano estaba encima de una piedra en el medio de aquel rio, al que conocían como Bravo, nunca un nombre fue puesto con tanta coherencia.

Al tratar de salir, el agua lo envolvió, Regina se acercó, y por una vez en su vida, solo una, se arriesgó a una aventura, una que no deseaba, vio el miedo en los ojos de su hermano, por primera vez, noto como aquel joven valiente pedía ayuda, grito su nombre.

Y salto a sujetarlo, tenía que hacerlo era su hermano, trato de sacarle la cabeza, trato de nadar cargando con su hermano, que empezaba a ahogarla sin querer, intento sujetarse de las rocas que aparecían en el camino.

Pero nada sirvió, la corriente los llevo a los dos, y sin alguna lógica los expulso de ella, dejándolos salir cuando estaban ya inconscientes.

Recordaba los gritos de su madre, llorando, al ver a sus hijos, ambos boca abajo al lado del rio, escucho como decía a uno de los caballeros de confianza que hicieran algo, que sus hijos no podían estar muertos, lloraba, uno de los caballeros apretó el pecho de la niña y esta escupió el agua que había tragado.

Rex en cambio, nunca abrió sus ojos, todo cambio desde ese instante, su madre le había pedido algo que cambiaría su vida para siempre, una mujer no podía gobernar ese reino, antes pondrían al hermano de Henry, un hombre sin escrúpulos y con delirios de grandeza, que se rumoreaba que se había jugado sus posesiones a una partida de cartas y con placeres carnales, un auténtico escándalo, además de su fijación por el homicidio.

Lady Caroline no solo había enterrado a un marido, sino también a un hijo, y lo único que tenía era a su hija, pero ambas eran mujeres en un mundo de hombres, su regencia sin un heredero pertinente era el mejor momento para que Harry Black quisiera reclamar el trono como hermano del antiguo rey y en falta de sucesor varón era una gran opción.

Regina tenía dos caminos a seguir, hacerse pasar por su hermano y tomar las responsabilidades de este,o la otra opción era prepararse para un ataque que posiblemente acabaría con la vida de ambas pues Harry no se tocaría el corazón para quitar los obstáculos que quedaran una vez subido al trono.

El vendaje que cubría su pecho nunca le había picado tanto como hoy, tal vez todo se debía al hecho de pensar en su hermano después de tantos años o simplemente la coronación inminente.

-majestad, ¿está preparado? – pregunto una señora relativamente mayor llamada ágata.

- ¿para ver a mi querido tío? - gruño el rey a su ama de llaves, el rey vestía una túnica roja, con destellos dorados, adornados con un cinturón negro y bajo esta un pantalón negro, y unas botas de cuero hechas a mano de color marrón...- informa a mi madre, que ha llegado el verdugo. - suspiro con desgana.

Fue hacia la sala del trono, ahí solía siempre esperar su tío, a menos eso recordaba a verle escuchado decir a su padre, al observarlo entendió las palabras de su padre, "con la mirada fija en el trono esperando cual cuervo a que de mí no quede más que carne descompuesta", ese señor veía el trono como un enamorado a su amante, para Regina en cambio ese asiento era una forma diferente de prisión, nunca pensó que ser un hombre fuera tan difícil, o más bien el hecho de fingir ser uno, era terriblemente agotador.

Hoy le picaba todo el cuerpo, su cabello que le llegaba hasta casi los hombros lo llevaba amarrado en una pequeña cola, como solía hacer.

- ¡vaya es verdad que estas vivo! - dijo con un fingido tono alegre.

- ¿acaso lo dudaba? - pregunto el futuro rey.

-vaya tu voz es…-

Su tío parecía estar buscando fallas ante la imagen de su sobrino, buscando la mentira, la muerte de su sobrina Regina Black había sido confusa, en algún momento se rumoreo que el que había muerto era el heredero es decir Rex Black, sin embargo, esa cicatriz era idéntica a la que recordaba poseía su sobrino, al menos en las pocas veces que lo vio, la voz, si bien no era tan masculina como cabría esperar tampoco era tan femenina como para poner en entredicho al hombre que se erguía ante él, y el físico era… no sabía cómo describirlo... realmente tenía dudas sobre ello.

-áspera-concluyo.

-espero no solo mi voz- el rey se sentó en el trono bañado en oro.

Observando con detenimiento a aquel por quien había tenido que asumir ese rol, quien apretaba sus puños hasta dejarlos blancos mientras miraba con envidia aquel sitio, la sola idea de que alguien pudiera sentir envidia de su triste vida, hacía que Regina quisiera cortarse las venas y derramar su sangre encima del jardín que había en el interior del castillo.

-sabia su alteza, que suplantar la identidad de otro es un delito que se paga con la muerte en nuestro reino- disparo su tío las flechas más venenosas que tenía.

La sonrisa de Regina en su mejor fachada de hombre, logro ensombrecer la repentina valentía del hombre.

-¿quieres que te enseñe la verga para que te quedes contento?- pregunto tan pagado de sí mismo, que el hombre retrocedió un paso al ver como sus pensamientos eran adivinados con tal claridad.- sino tiene nada más que decir, le ruego que salga de mi castillo, creo que he soportado bastante por un día ¿no le parece?-

-se dice que es estéril- retomo Harry tocándose el cabello ya teñido de canas.

-no se lo negare ni se lo afirmare. - respondió el rey cruzando sus piernas tomando una pose bastante masculina.

-no cree usted que es mejor dejar en el trono a alguien que si pueda perpetuar nuestro linaje- comento el hombre con esa mirada engreída que odiaba desde que era una niña.

-no sabía que aún se le levantaba, lo felicito- esto saco un intento de replica que murió en cuanto el rey levanto su mano-, y es libre de perpetuar su linaje, es lo bueno de mi mandato todos somos libres de opinar, algo con lo que creo no estaba de acuerdo o eso escuche de algunos de mis súbditos. -

El hombre apretó su mandíbula visiblemente frustrado. Era cierto lo que se decía del rey, pecaba de cínico y para colmo liberal, era terriblemente frustrante dialogar con él.

Las nuevas medidas del rey habían provocado mucha confrontación, el reino se había dividido en dos, los de ideas liberales y conservadoras, para mayor estrés para él que quería gobernar, había encontrado que la gente de clase baja, estaba también dividida entre devotos y detractores, las nuevas escuelas fundadas con el oro de la corona habían sacado en un principio para la gente ignorante la indiferencia, pero cuando mandaban a sus hijos a ellas, se sentían agradecidos.

Pronto se levantó, de su asiento.

-recuerde puede mirarlo- señalo aquella silla-, e incluso desearlo todo lo que quiera, pero tenga en cuenta que es ¡mío! - otra vez sonrió con suficiencia, desapareciendo por el pasillo por el que había llegado, un caballero salió de entre las sombras. -escóltalo hasta la salida, asegúrate de que se vaya, no lo quiero merodeando por aquí, y si habla con alguien de los nuestros dímelo inmediatamente. -

El caballero asintió.

-gracias Leonard- dijo antes de esfumarse dejando una sonrisa en el rostro del caballero al ver que recordaba su nombre.

Lo que pocos sabían es que el rey tenia por norma memorizar los nombres de cada uno de sus empleados, así como sus caras, era un gran esfuerzo, pero merecía la pena. Esto era con una intención clara, conocer a los amigos, los trataba no solo como empleados sino como allegados.

Se dirigió a la recamara de su madre con la frente fruncida, llamo tres veces antes de pasar.

-cariño ¿que tal ha ido?. -

Regina se desabrocho los botones de su túnica dejando su cuello más expuesto, cerrando la habitación tras de sí.

-estoy cansado- aseguro Regina.

-cansada dirás-

Una mirada glacial recibió la mujer más mayor de cabello cobrizo y ojos marrones.

-no me corrijas madre, es mejor así y lo sabes, los rumores son cada vez son más fuerte, ahora supuestamente soy estéril o impotente, hasta homosexual, y mi tío ya prácticamente me dijo que soy otra persona…- se sentó en el filo de la cama de su madre.

-cariño… esto terminara en cuanto pase un tiempo y ocurra de una vez el nombramiento, y sobre el tema de la impotencia y la homosexualidad es porque no se te ha visto con mujeres. - dijo simplemente.

-¿esto es vida madre?,salgo con escolta a todos lados, finjo ser quien no soy, a veces me olvido incluso de quien soy-confeso esto último con melancolía.

-Regina, tu eres Regina. -

La joven asintió aliviada de escuchar su verdadero nombre de la boca de su madre.

-ojalá pudiera hacer más cariño-

-no se puede hacer nada, y sobre lo de no salir con mujeres, el colmo seria que también tuviera que hacerlo- protesto con tono agrio la mujer tras aquella vestimenta cuidada de hombre, y una mirada triste.

Lo que no sabía Regina era que las cosas irían a mas, los rumores sobre el rey aumentarían más al quedarse prendado de uno de los nobles que veía en reuniones, Daniel, la forma de mirarlo era peor cada día, y esas miradas unidas a los toques sutiles que le daba en cualquier ocasión, fueron suficiente para que el rumor de que al rey le gustaban los hombres volara como si tratara de las propias nubes que pueblan el cielo.


Continuara…