Capítulo 80 "Yibo, Lay y Jackson"
No sabía cómo sentirse respecto a la situación. De lo único que estaba seguro era de cuán triste y decepcionado estaba.
Se había negado a hablar de frente con Yibo porque sabía que no soportaría descubrir alguna otra verdad, y porque sin poder evitarlo había comenzado a llorar. Por más que intentó, no logró contener su llanto, y aunque sus lágrimas se mezclaban con el agua, se notaba fácilmente que lloraba, pues sus ojos enrojecidos y cada vez más hinchados. Así que decidió que por nada del mundo le abriría la puerta, no ahora, no quería sentirse aún más humillado al exponer sus lágrimas ante él.
Haber visto ese video y escuchar de su propia voz que sí tuvo algo que ver con ella… lo destrozaba por dentro. Sí, no habían tenido sexo, pero casi lo habían hecho. El video era claro, las imágenes no mentían.
Esa tarde en el hotel, luego de que Yibo se fuera, tomó el baño más largo de su vida. No podía dejar de pensar, aunque lo intentara.
Fue hasta entrada la noche cuando decidió salir del baño, se envolvió en una bata y se tumbó en su cama a beber todo el alcohol que había disponible en su frigobar.
Fue una noche larga.
Cuando logró embriagarse un poco, no tuvo el efecto deseado. Su propósito era quedarse dormido y no pensar más, pero obtuvo todo lo contrario.
No durmió, no dejó de pensar, su tormento no se detuvo y solo logró llegar al aeropuerto a la mañana siguiente con una terrible resaca y una pereza insoportable.
Pero eso no fue lo peor. Llegó al aeropuerto con la seguridad de encontrar un vuelo para más tarde, pero no fue así. No había vuelos disponibles sino hasta el día siguiente.
Enojado, cansado y verdaderamente frustrado, regresó al hotel para quedarse ahí un día más. Se quedó en el cuarto, sumergido en sus sábanas.
El cuerpo entero le dolía. Ya había olvidado lo que se sentía luego de tener sexo intenso con Yibo. Sus caderas terminaban adoloridas, sus músculos cansados, y su piel llena de marcas difíciles de ocultar.
Ni siquiera quería entrar a las redes sociales, pues estaban saturadas con el chisme fresco de Yibo y su maravillosa novia.
Odiaba la situación. Sí, se estaba amargando mucho.
Su ánimo cambió un poco cuando recibió una llamada. Sonrió de lado al ver de quién se trataba y no dudo en responder.
—Hola.
—¡Al fin me contestas, hombre! Nos tienes muy preocupados, ¿te encuentras bien?
—¿Por qué no habría de estarlo?
—Xiao Zhan —murmuró con voz seria.
Él se quedó en silencio unos momentos y finalmente suspiró con pesadez.
—Estoy bien.
—¿Hablaste con Yibo? He estado llamándolo, pero no me responde las llamadas desde hace meses, creo que me odia.
—Fei Fei, él no te odia.
—Lo hace, porque tú y yo… bueno, nosotros… —fue interrumpida.
—Aun así, él nunca podría odiarte.
Ella se quedó en silencio. Ese era un tema que le preocupaba desde hace algún tiempo. Su primo, ¡su hermano! No soportaba su indiferencia, lo extrañaba demasiado.
—¿Y tú, Xiao Zhan? ¿Qué sientes por él luego de todo esto?
El aludido se mantuvo en silencio solo un par de segundos, conteniendo el aliento antes de decir con completa seguridad:
—Lo amo, tanto o más que antes. A pesar de todo, lo amo.
Fei Fei esbozó una gran sonrisa que Xiao Zhan no pudo apreciar. Lo sabía, ella sabía que esos dos se seguían amando con locura.
—Fei Fei, Yibo y yo hicimos el amor. Debimos hablar primero, y luego hacerlo, pero…
—De haber hablado primero, no habrían tenido relaciones.
—Tal vez…
—¿Te sientes culpable por irte directo al plato fuerte? —rio un poco.
—Sí —respondió, un tanto incómodo.
—No lo hagas, es natural que se fueran directo a la cama. Tal vez no fue lo mejor, pero sí lo que más deseaban y necesitaban. Por Dios, Zhan Zhan, no se habían visto en años, estaban solos en un cuarto de hotel, en otro país, lejos de la mirada de cualquier persona… si te hace sentir mejor, yo habría hecho lo mismo.
Ahora fue el turno de Xiao Zhan para sonreír un poco. Sí, se sentía mejor.
—Como desearía que tú y él se llevaran bien de nuevo —suspiró.
—¿Para que le pase tus recados? —rio ella.
—Mhn.
—Sí, yo también quisiera eso. Xiao Zhan, Xiao Zhan —suspiró de nuevo—. Vuelve a casa pronto, te estaremos esperando, ¿si? ¡Y aléjate del alcohol! No creas que no me di cuenta de que estás con resaca, se te nota en la voz.
Xiao Zhan solo gruñó antes de despedirse y colgar la llamada. Se quedó tumbado en cama durante el resto del día.
Cuando al fin pudo volver a casa, retomó su rutina diaria de siempre, como si nada hubiese sucedido, lo cual era sumamente difícil porque toda persona que lo rodeaba sabía sobre el video de Wang Yibo y su novia, y si bien no le decían nada al respecto, sí lo miraban de una manera distinta, como si estuvieran esperando ver alguna señal en él que les dijera qué tanto le había afectado la noticia. Pero Xiao Zhan no les dio el gusto, se mantuvo sereno ante la tempestad y siguió con su trabajo de manera profesional.
Un par de días después, observó algo en televisión que lo dejó con un nudo en la garganta.
Habían transcurrido algunos años desde la última vez que Wang Yibo le lanzó una indirecta a través de sus bailes y presentaciones. Desde "Versace on the floor" no volvió a interpretar canciones románticas ni pasionales, se limitó al baile callejero y nada más. Pero ahora… Wang Yibo se presentaba en Day Day Up bailando de nuevo una canción de Bruno Mars, uno de sus cantautores y bailarines preferidos.
Bailó nada más y nada menos que "Leave the door open". Xiao Zhan la conocía muy bien, había adoptado un gusto tremendo por Bruno Mars desde que conoció a Yibo.
La pasión con la que hacía cada paso, la expresión en su rostro ante la letra de la canción, y el movimiento fluido de su cuerpo desarmaron por completo a Xiao Zhan. No pudo apartar la mirada de la pantalla ni un solo segundo.
No tenía duda alguna, esa interpretación iba dedicada a él.
Wang Yibo le estaba diciendo que le dejaba abierta la puerta de su vida y de su corazón, a la espera de su regreso. Le decía que no estaba jugando, iba muy en serio, él siempre tendría la puerta abierta para él.
Pero… ¿Por qué? ¿Por qué luego de tantos años volvía a mandar indirectas?
Los dos se habían esforzado por años para no mirarse cuando se encontraba en algún evento o incluso en la agencia, después de todo trabajaban donde mismo. Un encuentro casual entre ellos era inevitable, pero se esmeraban todo lo posible porque sí fuese evitable.
O al menos así había sido hasta antes del encuentro en Nueva York, porque ahora Xiao Zhan se encontraba a Yibo en todas partes, y siempre lo descubría mirándolo. Su corazón casi se le salía del pecho cada vez que cruzaba la mirada con él, pero cuando se le ocurrió dirigirle esa sonrisa ladina tan condenadamente sexy, tan suya, tan seductora, tan… él, se le vino el mundo encima.
Wang Yibo estaba al otro extremo del pasillo, desde ahí lo miraba sin pestañear. Y Xiao Zhan… bueno, no tenía escapatoria, tenía que atravesar el pasillo y pasar junto a él.
Que momento tan incómodo.
Decidió desviar la mirada. Mantuvo su expresión serena y hasta su ceño se frunció un poco sin proponérselo. Estaba decidido a pasar de largo sin dirigirle una mirada, sí, lo lograría.
No lo logró.
Apenas alzó su mirada por unos segundos, se cruzó con esos ojos negros tan profundos e hipnotizantes. No había borrado aún su sonrisa.
—Hey, you.
Jamás imaginó que se atrevería a dirigirle la palabra. Y como si hubiese olvidado cómo caminar, su pie derecho tropezó con el izquierdo, trastabillando a menos de un metro de él, quien no lo pensó dos veces antes de poner sus manos en la angosta cintura de Xiao Zhan.
—¿Estás bien?
—Sí, sí —trató de recuperarse del shock, pero tardó un poco. Fue evidente su consternación al interactuar con él en público.
Echó un vistazo al único testigo de su corta interacción, asintió en su dirección a modo de saludo, y se fue sin decir nada más.
Wang Jackson había presenciado todo, pues estaba con Yibo y pudo ver cómo este no le apartó la vista a Xiao Zhan sino hasta que desapareció por el pasillo. En ese momento pudo confirmar una vez más lo loco que estaba Wang Yibo por ese hombre.
—Ya no soportas más esto, ¿no es así?
Yibo lo miró a los ojos con algo de sorpresa antes de asentir muy levemente. Jackson se conmovió un poco al notar sus ojos brillosos, no quería verlo así. Se arrepintió de hacerle aquella pregunta.
—Quisiera simplemente ir, robármelo y desaparecer de este país.
Jackson no pudo evitar soltar una risa por la confesión tan inesperada.
—¿Quieres ir a comer? —cambió de tema—. Yo invito.
Wang Yibo asintió con una leve sonrisa.
A pesar de todo, parecía tener cierta esperanza, cierto nivel de buen ánimo. Eso tranquilizaba a quienes lo rodeaban. O al menos así fue hasta el día siguiente, cuando Wang Yibo llegó con noticias inesperadas.
—¿Te vas a ausentar un mes? —Wen Pei todavía pensaba que estaba bromeando.
—Sí. A partir del primero de febrero.
—Eso es mañana.
—Ajá.
—¿No te parece que estás pidiendo permiso muy tarde?
—No estoy pidiendo permiso, estoy avisando. Volveré en marzo.
—¡No puedes hacer eso! Tienes proyectos pendientes, contratos.
—Pueden esperar —la verdad era que ya no le importaba mucho.
—¿Por qué estás haciendo esto? No es normal en ti. Tú no eres así de irresponsable.
—Si no estás de acuerdo, hablaré con la jefa.
No le importaba ser algo rudo con sus serios y fríos comentarios. Cualquiera que lo mirara pensaría que no había emoción alguna dentro de él, pero la verdad era que estaba lleno de muchas emociones en ese momento.
—Yibo… —silenció y lo miró con detenimiento durante unos segundos. Se veía desvelado, sumamente cansado y pálido—… algo sucedió, ¿verdad? ¿Qué pasó? —su tono se volvió comprensivo y amable.
—Necesito un descanso, no lo he tenido en años.
—Bien… ¿A dónde irás?
—Aspen.
—Entiendo… —se quedó pensando unos momentos, analizando la mejor forma de decir lo siguiente—. ¿Irás con Xiao Zhan?
—No, maldita sea, no. ¿Me puedo largar este mes o no?
—Pensé que no estabas pidiendo permiso.
Las mejillas de Yibo se sonrojaron por la furia que de pronto sintió. Se puso de pie y estuvo listo para irse de ahí, pero su manager lo detuvo.
—Está bien, vete —suspiró—. Solo no cometas estupideces.
Yibo no dijo nada, se fue así, sin más.
Cuando sus amigos se enteraron sobre su futura ausencia, no tardaron en ir hacia él para llenarlo de preguntas. Wang Jackson y Lay no lo dejaron en paz hasta saber por qué se ausentaría durante un mes entero.
La explicación que Yibo les dio fue:
—Necesito estar lejos de gente estúpida.
—Idiota, no seas así—se burló Jackson, tratando de no ofenderse y entendiendo que su amigo estaba muy fastidiado de todo.
—¿Por qué te vas un mes? —inquirió Lay, mirándolo con seriedad.
—Porque puedo.
—¿Irás solo?
—Sí.
—Déjame acompañarte —propuso Lay sin pensarlo dos veces.
Yibo no supo qué responder, pues no se esperaba algo así.
—No… no creo que quieras estar un mes entero conmigo.
—No un mes, pero sí unos días. Me gustaría conocer Aspen, ¿qué dices?
—¡No se olviden de mí! Yo también quiero ir.
El menor miró a sus dos amigos y suspiró pesadamente.
—No.
—¿Por qué quieres ir solo? Es mucho tiempo, y es un lugar muy lejos de casa. ¿Ni siquiera piensas invitar a tu novia?
—No —hizo una mueca de desagrado. Era la primera vez que ellos lo veían hacer esa expresión al tratarse de Xiao Lian Ji—. Y nadie más sabe que iré, ni siquiera ella, ni mis padres. Solo ustedes y Wen Pei, así que… no se les ocurra abrir la boca.
Sabían que en verdad estaba frustrado, pues no solía ser tan tajante con ellos.
—Nos preocupas —Yixing fue directo al punto—. Tememos que estés solo por tanto tiempo, y tan lejos.
Yibo alzó una ceja, eso tampoco se lo esperaba.
—No tienen motivos para preocuparse, solo quiero ir a descansar. Necesito alejarme de este país.
Jackson sí sabía el motivo por el cual se estaba alejando tan precipitadamente, o al menos lo intuía, pues se acercaba el aniversario de su noviazgo con Xiao Zhan. Años atrás le había tocado ser el paño de lágrimas en esas fechas, más de una vez. Sabía que se ponía muy mal cada año, pensando en lo que podría haber sido y no fue.
—Quiero ir solo —sentenció, y sin decir más, se fue de ahí.
Pero ninguno de los dos quitó el dedo del renglón, siguieron insistiendo hasta que Yibo se exasperó y les aseguró que quería irse ese mes para descansar, deshacerse del estrés, escapar del trabajo, hacer deporte en la montaña y olvidarse de todo.
No logró convencerlos de aquello, pues ni él mismo se creía ese cuento. Además… Aspen era un lugar lleno de recuerdos para él. ¿En verdad creía que estaría mejor viviendo ahí durante todo el mes de febrero?
Por supuesto que no.
Aspen era sagrado para él, pero justo en esos momentos no le vendría bien estar solo ahí.
Sus amigos no podían quitarse ese mal presentimiento respecto al viaje, pues habían notado cómo últimamente Yibo estaba más insolente de lo normal, su mal humor se estaba volviendo insoportable, y eso no era normal. Les preocupaba que terminara repercutiendo en su trabajo. Así que… como buenos amigos casi hermanos, se autoinvitaron a Aspen con el riesgo de ser corridos a patadas por Wang Yibo.
Al final fueron más los que terminaron enterándose del viaje de Yibo. Mao y los señores Wang lo supieron, y todos estuvieron agradecidos con Jackson y Yixing por haber insistido tanto en acompañarlo, pues llevaban tiempo mirando el comportamiento de Yibo y no podían más que preocuparse por él.
La fecha llegó y los tres amigos ya se encontraban en una sala privada del aeropuerto, listos para abordar su vuelo rumbo a Estados Unidos.
Era verdad que Wang Yibo tenía planeado quedarse todo el mes allá, pues llevaba bastante equipaje como para no lavar ropa ni una sola vez.
Desde su último encuentro con Xiao Zhan, antes de navidad, había decidido que no pasaría ese mes importante en China. Se había encargado de tener su agenda lo más despejada posible para poder ausentarse.
La gente terminó enterándose de que se iría de vacaciones, mas no sabían cuánto tiempo ni a dónde. Todos pensaban que pasaría unas vacaciones con su novia, pues veían lo cercanos que eran y lo bien que se llevaban, incluso sus padres y amigos cercanos llegaron a pensar que él estaba encontrando sentimientos verdaderos y profundos hacía ella.
Por una parte estaban felices por él, pues si se decidía por ella… no lo detendrían. Todo sería más fácil así, aunque por otra parte tenían grandes dudas respecto a sus actuales sentimientos hacia Xiao Zhan. Yibo ya no decía nada, pero al menos sus padres sabían que un amor tan grande como el que le tuvo a ese hombre no se borraría en años, quizás ni siquiera en una vida entera.
—¿Tu novia no se enojó contigo cuando supo del viaje? —preguntó Jackson, curioso.
—Sí.
—¿Y qué le dijiste?
—Que necesitaba tiempo lejos de todos, incluso de ella.
—Pero sabe que nosotros vamos —añadió Lay, igual de curioso.
—Le dije que dos tipos se me unieron, autoinvitándose —tomó sus cosas y se puso de pie—. Es hora de abordar —se fue de ahí antes de que le reclamaran algo.
Los primeros tres días en Aspen fueron una maravilla. Yibo se olvidó por un momento de todo, menos de Xiao Zhan. Podía estar pasándolo increíblemente bien con sus amigos, pero Xiao Zhan estaba en su mente a cada momento, y es que todo lo que le rodeaba le recordaba a él, todo.
Iban a esquiar, a hacer snowboarding, comían en todos los restaurantes del lugar y bebían alcohol en cada bar. Agradecían al cielo que nadie los reconocía, pasaban desapercibidos como cualquier grupo de turistas.
Durante esos días se olvidaron de maquillaje, peinados, y todo lo que tuviera que ver con vanidad. Vivían con chamarras, bufandas y gorros, así que menos los reconocían aún. También disfrutaban de la cabaña de Yibo, del jacuzzi, la chimenea. Incluso entre los tres se propusieron usar el asador que tenía en la terraza, prendieron fuego usando la toma de gas y cocinaron entre ellos. Yibo procuró solo observar y ayudar poco, temía arruinar todo o incendiar el lugar, pero no fue así. Lay le enseñó y él rápido aprendió y se dio cuenta de que no era nada malo con el asador.
El alcohol no faltó, pero cuando se acabaron las atracciones, Yibo comenzó a decaerse poco a poco.
Luego de varios días de estar ahí, los chicos decidieron ir a hacer senderismo, y a pesar de que odiaba hacerlo, Yibo los acompañó. Quizás era masoquista, quizás le encantaba sentirse nostálgico, pues hizo que tomaran la misma ruta que él y Xiao Zhan solían usar.
Wang Yibo miraba todo con tanta nostalgia que los demás se dieron cuenta, y es que estaba perdido en sus memorias, recordando incluso aquel momento incómodo y doloroso en el que Xiao Zhan le lanzó una bola de nieve en su entrepierna. Recordaba también con ternura cómo su Zhan Zhan lo había cargado y cuidado después de haberlo lastimado.
A medio camino, los tres chicos llegaron al restaurante de hamburguesas al que había ido con su ex novio.
La nostalgia lo invadió hasta puntos inimaginables.
Ya de regreso a la cabaña Yibo sugirió pedir un taxi, se sentía muy cansado, su ánimo estaba por el suelo.
—Comiste demasiado —Jackson le pasó un brazo por la nuca, recargando su peso en él.
—No debiste pedir esa última malteada —dijo Lay, haciendo lo mismo que Jackson.
Yibo no se inmutó.
—Lo siento, solo estoy muy cansado —admitió luego de haberse dado cuenta de que los dos lo miraban extraño—. Es temprano, así que… vayan a divertirse. Yo iré a descansar.
—¿Noche de películas? —propuso Lay. Y es que no se habían detenido en toda la semana. Necesitaban un respiro, todos.
—Películas y alcohol.
Yibo sonrió con sinceridad.
—Gracias, chicos, pero paso. En verdad necesito descansar.
Y así fue. Llegaron a la cabaña y Yibo fue directo a encerrarse en su habitación. No salió sino hasta el día siguiente. Intentaban animarlo, pero conforme pasaban los días estaba más y más decaído. Eso solo los preocupaba, pues ellos regresarían a China en poco tiempo, mientras que Yibo se quedaría ahí unas semanas más, solo.
Entonces notaron que además de no querer salir, comenzó a beber más y más alcohol. Ya ni siquiera tenía ganas de jugar "Just Dance" con ellos. Y cuando Wang Yibo ya no quería bailar… era asunto preocupante.
Días después llegó San Valentín, y los tres pasaron el día juntos. Yibo hizo un esfuerzo grande y se quedó con ellos. Fue ahí cuando comenzaron a charlar de muchas cosas hasta llegar a un tema importante: la novia de Yibo.
—Eres muy afortunado, es una chica espléndida —le dijo Lay.
El aludido solo sonrió de lado y asintió sin decir nada.
—¿Cómo la conociste?
—Wen Pei me la presentó.
—¿Y tienes planes a futuro con ella?
—No… yo, no sé —se fastidió.
Sus amigos no querían ser groseros, solo buscaban la forma de distraerlo, pero entonces pensaron que, si no la había llevado con él a ese viaje, era por una buena razón.
—¿Ya la llamaste?
Después de todo era San Valentín.
—Le mandé un mensaje.
—Wow… que romántico.
Sí, un mensaje aburrido y seco.
—Amigo, la vas a perder si no le prestas más atención. Pensé que eran de esos novios empalagosos e insoportablemente dulces —Lay hizo una mueca chistosa.
Yibo se encogió de hombros, indiferente. Tal parecía que habían estado haciendo bien su trabajo. Pues hasta Lay y Jackson le habían creído todo ese teatro, hasta ahora.
—Yo creo que no es más que una pantalla ante el público —dijo de pronto Lay, muy seguro de sus palabras.
Yibo alzó la mirada hacia él y sonrió de lado con esa picardía que no se le veía desde hace mucho.
—Touché —fue lo único que le dijo.
Lay ya se lo imaginaba, pero para Jackson fue una noticia impresionante.
—No… ¡¿Es en serio?! ¿Y ella lo acepta? —inquirió el más ingenuo de los tres, algo apenado por realmente no haberse dado cuenta antes.
—Tenemos un trato. Somos novios ante todos, pero… no somos más que amigos en la intimidad.
—Entonces ustedes… ¿Nunca han tenido sexo?
Yibo frunció el ceño y Lay golpeó a su amigo por indiscreto.
—Lo intentamos, pero no funcionó —fue sincero.
—¿No se te paró?
—¡Wang Jackson! —lo volvió a golpear.
—¿Qué? Estamos entre amigos, en confianza —se llevó una mano al brazo golpeado.
—Sí, pero míralo —señaló a Yibo y a sus mejillas y orejas enrojecidas por completo.
—No —confesó al fin Yibo—. No ocurrió nada ahí abajo.
—Extrañas a Xiao Zhan…
Ahora fue Jackson quien golpeó a Lay.
Yibo soltó un pesado suspiro lleno de tristeza y frustración. Desvió su mirada y se animó a hablar un poco más al respecto.
—Sí, lo extraño. Y hoy estaríamos cumpliendo cinco malditos años de relación, si no fuera por el gobierno tan mediocre y retrógrada que nos rige —se levantó de la silla, enojado y fue a encerrarse en su cuarto una vez más. Las emociones lo estaban abrumando.
Habían tocado fibras muy sensibles de su ser, pero era necesario. Veían cómo se guardaba todo, y no era bueno; necesitaba hablarlo, sacarlo, gritar que estaba inconforme; o de lo contrario eso solo terminaría dañando más a su corazón.
Horas más tarde, Lay y Jackson seguían celebrando San Valentín, comiendo chocolates en la sala y charlando amenamente, pero de pronto fueron interrumpidos por un silencioso Yibo que había salido de su habitación solo para ir a la cocina y sacar una botella de whisky. Salió a la terraza y se tumbó en una de las sillas para beber mirando el cielo nocturno.
Ninguno de los otros fue capaz de ir e interrumpirlo. Lo dejaron a solas, lo necesitaba, o al menos eso pensaban hasta que lo vieron perder la consciencia.
—No podemos dejarlo ahí, morirá congelado —dijo Lay, preocupado.
—¿Qué? ¿Le llevamos una manta?
Lay lo miró con cara de pocos amigos.
—Solo bromeo —rodó los ojos.
Ambos salieron y trataron de despertarlo, pero fue imposible, estaba tremendamente borracho. Tuvieron que cargarlo y llevarlo hasta su cama. A partir de ese momento se plantearon la posibilidad de llevárselo con ellos de regreso a China. Era un peligro dejarlo solo.
Su cuerpo se sentía pesado, su brazo ya estaba adormecido por estar durmiendo sobre él, pero no podía moverse.
Conocía bien esa sensación. Estaba resintiendo los efectos de haber ingerido tanto alcohol.
Maldijo por lo bajo una y otra vez, hasta que comenzó a quedarse dormido de nuevo.
Entonces el sonido de un par de golpeteos en seco lo despabilaron un poco. Parecía que venían de la puerta principal, pero… ¿Quién podría ser en plena madrugada?
Decidió ignorarlo, quizás era su imaginación.
Pero el golpeteo se volvió a escuchar, ahora más insistente que nunca.
Fastidiado, y más malhumorado que antes, se levantó para ir a abrir.
—Con un demonio, ¿qué quieren a esta hora de la… —silenció abruptamente cuando abrió la puerta por completo. Se talló los ojos con fuerza y los abrió todo lo que pudo.
¿Estaba alucinando?
—Hola, extraño.
Yibo sintió que sus rodillas se volvían gelatina. Ahí, frente a él, estaba Xiao Zhan. Sus mejillas estaban rojas y su cuerpo temblaba ligeramente, quizás por el frío, quizás por el nerviosismo.
—¿Qué haces aquí? —preguntó. Pero entonces recordó el frío que hacía afuera, lo tomó del brazo y lo metió a la cabaña.
—Supe que estarías fuera del país y supuse que estarías aquí. Me arriesgué a que no fuese así —rio con un tono nervioso—. Pero gracias al cielo aquí estás —lo miró detenidamente y suspiró con pesadez antes de acortar la distancia entre ambos para apretarlo entre sus brazos en un cálido abrazo—. No tienes idea de cuánto te extraño, lamento lo que pasó, lamento haber reaccionado así. Te creo, creo en tus palabras, aunque los hechos digan lo contrario, porque… porque te amo con locura, Wang Yibo, y no puedo vivir sin ti.
Yibo entornó los ojos y se separó del abrazo.
—¿Hablas en serio?
Xiao Zhan asintió. Se veía realmente arrepentido.
—¿Estás molesto conmigo?
—Lo estoy —respondió el menor—. Últimamente sales con chicas, sales mucho con mi prima, y dejas que los rumores de que tienes una relación se esparzan.
—Lo hago por el mismo motivo que tú cuando decidiste comenzar una relación con ella.
Yibo rodó los ojos, pero no se alejó de él ni un paso.
—No quiero pelear —se adelantó a decir, angustiado de comenzar un nuevo conflicto. No había volado diez mil kilómetros para eso.
—Entonces, ¿a qué has venido? —se esforzó para que Xiao Zhan no se percatara del temblor en su cuerpo.
—A disculparme contigo.
Wang Yibo se esperaba todo, menos eso. Parpadeó un par de veces, lleno de confusión.
—¿Disculparte? Pero… pero fui yo quien… —fue interrumpido.
—No me importa quién hizo qué. Discúlpame por lo que haya hecho, lo lamento y deseo que no se repita. Solo me importa estar contigo.
Para este punto ya se había formado un nudo en la garganta del menor, Xiao Zhan no estaba en mejor condición.
—Perdóname a mí también —y sin decir una palabra más, dio un paso al frente y acabó con la distancia que había entre los dos, fundiéndose en ese pecho que venía extrañando desde hace tanto.
Entonces se sintieron en casa. Ese abrazo les devolvió el calor y la vitalidad que tanta falta les hacía.
Xiao Zhan se separó luego de unos momentos, quería mirarlo a los ojos, acunar ese lindo rostro entre sus manos y besarlo hasta el cansancio. Y eso fue lo que hizo.
—Sé que la última vez hicimos mal al no hablar… —murmuró Wang Yibo.
—Nos fuimos directamente a la cama, lo sé.
—Pero hoy… Zhan Zhan, duerme conmigo.
El aludido asintió sin pensarlo dos veces.
—Me refiero a dormir. Estoy exhausto.
—Y algo ebrio.
—Un poco.
Xiao Zhan acarició su mejilla y terminó acariciando su cabello despeinado.
—¿Quieres que te abrace mientras duermes?
—Por favor —casi suplicó.
Tomados de la mano subieron a la habitación principal. Los recuerdos invadieron sus memorias y sus corazones se aceleraron. Al meterse a la cama buscaron de inmediato el calor del otro, pero no pasó mucho tiempo antes de que sus cuerpos les pidieran más.
—Lo siento, sé que dije que solo dormiríamos, pero…
—No te disculpes —besó los labios de Yibo, mordiéndolos con suavidad al final—. Quiero hacerlo, quiero hacértelo.
Wang Yibo casi jadea de solo escuchar la determinación con la que dijo aquello. Su cuerpo trémulo sucumbió por completo.
Esa noche dejó que Xiao Zhan lo hiciera suyo por completo. Hicieron el amor dentro de esas cuatro paredes que habían sido testigos de uno de sus primeros encuentros hace ya tantos años. Celebraron el amor, celebraron que había sido San Valentín.
Todo era perfecto. Un perfecto y hermoso sueño del que Wang Yibo despertó agitado, desorientado y sumamente afectado.
—No… —se pasó una mano por su frente perlada por el sudor, luego descendió sus dedos a los labios. La tristeza desbordaba su corazón al comprobar que todo había sido solo un sueño.
Había sido tan real. Sus dedos aún cosquilleaban, recordando la agradable sensación de recorrer la piel de Xiao Zhan con ellos.
No lo soportaba, necesitaba algo de él, una señal, un gesto, un roce, ¡ALGO!
Su último encuentro le había ayudado a aguantar un poco, pero la dosis por más alta que fuera ya no tenía el mismo efecto duradero de antes. Era un adicto, necesitaba más y más, y más.
Fue inevitable que se despertara con un humor de los mil demonios. Su resaca no ayudaba en lo absoluto, así que decidió comenzar a beber desde muy temprano. Todavía no amanecía, pero él ya había saqueado su reserva para beber a oscuras en su habitación.
En su mente se recreaba una y otra vez lo vivido en su sueño, combinado con los buenos recuerdos de su último encuentro con Xiao Zhan en Nueva York. Solo un par de meses habían transcurrido, pero él sentía como si fuera una eternidad.
No podía sacarse de la mente ese momento en Nueva York. Lo había vuelto a amar, lo había tenido entre sus brazos y lo había hecho suyo, demostrándole todo ese amor que acumulaba solo para él. Sin embargo, Xiao Zhan aún debía sentirse traicionado por lo que ocurrió después, y tenía toda la razón, Yibo no iba a discutir eso.
Si tan solo supiera que jamás había podido tener sexo con ella, lo había intentado, vaya que sí, había intentado arrancarse su recuerdo teniendo sexo con ella, pero nunca obtuvo mi siquiera una erección.
Que mediocre.
Repasó su sueño una y otra vez mientras bebía en la soledad y oscuridad de su habitación. Hasta que el olor de huevos con tocino llegó a sus sentidos. Ya había amanecido, pero sus gruesas cortinas no le permitían ver el lindo día que hacía afuera.
Mientras tanto, en la cocina se llevaba a cabo una pequeña discusión.
—No podemos dejarlo aquí —dijo Lay, preocupado y ayudando a Jackson a hacer el desayuno.
—Pero tampoco podemos obligarlo a volver con nosotros. Y no podemos quedarnos más tiempo. Tenemos que regresar.
—Lo sé —suspiró preocupado—. Algo se nos tiene que ocurrir. ¿Y si buscamos a su representante y le pedimos que lo obligue a volver?
—¿Cómo?
—No sé… que le inventé algo. ¡Ya sé! Podemos decirle que Valentino Rossi estará en Beijing.
—Es poco creíble, él está entrenando para una carrera que tendrá la próxima semana.
Lay y Jackson pegaron un brinco al escucharlo llegar.
—No se preocupen por mí —se asomó al sartén frente a sus amigos—. Sé que tienen que regresar a China, vayan. Yo me quedaré aquí un poco más.
Lay y Jackson compartieron miradas.
—Yibo… deberías regresar con nosotros.
—Ya les dije que no.
—Eres un cabeza dura —espetó Jackson—. Quien sabe qué pueda sucederte si te dejamos solo. Anoche no hubieras podido regresar a tu habitación si no fuera porque te llevamos a rastras.
—Pude haber dormido en el suelo —se encogió de hombros.
En verdad no le importaban mucho esas cosas. Y sus amigos lo notaron, preocupándose más.
Lo que no sabían era que Yibo solo quería un poco de libertad, lejos de las responsabilidades y compromisos. Lejos de su supuesta novia, quien lo amaba y él no podía cumplirle. Lejos de personas que le decían qué hacer y qué no hacer.
Lo único que quería era pasar un tiempo consigo mismo, beber, relajarse, llorar si tenía ganas de llorar, dormir todo el día si así lo deseaba, y pasar la noche en vela escuchando canciones que le recordaban a Xiao Zhan.
Era una estupidez, lo sabía, considerando su edad y los cuatro años que llevaban separados. No era para que siguiera sufriendo así por el, pero era inevitable, es más, él lo elegía así. Quería llorarle todo lo posible para regresar a China con baterías recargadas, libre de la carga que no podía soltar en su día a día, pero que en Aspen sí podía.
—Huele muy bien, ¿me puedo servir? Estoy hambriento.
—No me extraña, ayer apenas probaste bocado, te la pasaste bebiendo.
—Es necesario de vez en cuando —le sonrió, se veía un poco más tranquilo luego de ese desahogo nocturno.
Ninguno de los dos se atrevió a decirlo, pero habían escuchado cómo Yibo lloraba en medio de la madrugada. No había sido un llanto dramático y dolido, no, era casi silencioso y amortiguado.
Lay fue el primero en darse cuenta de eso cuando pasó por su habitación para ir al baño, se quedó en el pasillo, cruzado de brazos y recargado contra la pared en medio de la oscuridad. Pensando en cómo ayudarlo. Estuvo ahí solo unos momentos debatiéndose entre entrar y ayudarlo, o irse y no incomodarlo.
Momentos después Jackson casi sufrió un infarto al chocar con el en el pasillo, y fue ahí donde se dio cuenta de que Yibo lloraba. Ambos no sabían qué hacer, se quedaron ahí, cruzados de brazos y escuchando como un buen amigo sufría.
Al final optaron por no molestarlo. Sentían que solo lograrían incomodarlo.
Pero algo en lo que ambos estaban muy de acuerdo era en el hecho de que a pesar de sus veintisiete años cumplidos en el agosto pasado del 2024, Wang Yibo seguía siendo un niño de corazón sensible, un corazón que sufría al no poder estar con la persona más amada.
Durante el resto del día Yibo sugirió que sus amigos salieran a disfrutar y divertirse, después de todo se regresarían a China a la mañana siguiente. Pero no, ninguno se fue de ahí. Lo acompañaron todo el día. Se sentaron a ver películas en la sala mientras una ligera capa de nieve caía sobre ellos. Jackson era demasiado confianzudo, tanto que se acostó sobre el regazo de Yibo y le pidió que le diera calor. Lay solo rio y negó con la cabeza. Yibo rodó los ojos, pero no se negó, incluso comenzó a arrullarlo cual bebé.
Jackson rio y se dejó querer.
—Eres un buen amigo, Bo Bo.
—Ya cállate —le dio una nalgada y Jackson se quejó.
—Cállense y déjenme ver la película —Lay les lanzó un par de cojines.
—Tengo frío —se quejó Jackson luego de un rato. Y sin esperárselo, Yibo extendió su mano hasta alcanzar algo que había sobre la mesita a un lado del sillón, junto a la lámpara.
—¿Quieres? —le ofreció beber directo de la botella de tequila, tal parecía que el whisky del día anterior le aburrió.
—Eres un alcohólico, pero sí, dame —bebió con moderación e hizo una mueca de desagrado muy graciosa—. ¿Tequila, eh? Sabe mucho más fuerte que el que había probado en casa.
—Es mexicano —señaló el sello de importación. Era tequila original, del bueno, del valioso.
—Que buen gusto —alzó ambas cejas y volvió a darle un trago. De pronto volvieron a sentir que les lanzaban un cojín.
—Quiero probar.
—Pues ven, no pienso moverme de aquí —sentenció Jackson.
—Yo no puedo —señaló Yibo al gran bebé sobre su regazo.
Suspirando, Lay se levantó del sillón en el que estaba y se sentó junto a ellos para probar la bebida.
Jackson vio eso como una oportunidad y terminó acostándose horizontalmente sobre el regazo de ambos.
—Lay, acariciarme el cabello hasta que me duerma.
El aludido deslizó sus dedos por el suave cabello de Jackson, sin dejar de ver la película, solo para terminar dándole una fuerte palmada.
—No —le dijo simplemente.
—¡Hey! Eso dolió.
Entre los tres compartieron esa botella, Lay y Jackson solo daban pequeños tragos, apenas probándolo, pero lo suficiente como para lograr entrar en calor. El que ya parecía inmune al ardor que el tequila dejaba en la garganta, era Yibo.
Después de un par de horas ya estaba lo suficientemente ebrio como para no querer levantarse del sillón. Pero eso no le impidió seguir bebiendo hasta que no supo más de sí mismo. Sus amigos lo llevaron de nuevo a su cama y esta vez Yibo durmió tranquilamente toda la noche.
Al día siguiente amaneció con una resaca terrible, de hecho, aún seguía algo ebrio. No había devuelto el estómago, cosa que sus amigos esperaban para que la absorción de alcohol no fuera tanta, pero como no fue así, seguía ebrio.
Y como ya era costumbre en esos días, Wang Jackson y Lay prepararon juntos el desayuno, esta vez con una gran cantidad de café negro muy caliente, perfecto para la resaca que tendría Yibo. Éste se levantó directo al baño, pero al percibir el aroma de la comida y café, bajó casi corriendo a ver que hacían sus amigos.
—Dios mío, Yibo, sigues ebrio.
El aludido hizo una mueca de fastidio al ver que el desayuno aún no estaba listo, ignorando las quejas de esos dos.
—¿Cuándo vas a ducharte? Apestas.
De nuevo, solo hizo una mueca, pero esta vez acompañada de un gruñido muy gracioso.
La discusión se acabó cuando alguien llamó a la puerta. Jackson y Lay estaban ocupados en la cocina, así que… con toda la pereza del mundo sobre sus hombros, Wang Yibo fue a abrir. No le importó que aún tenía cara de borracho recién levantado, con unas fachas terribles. Traía puesto solo uno de sus calcetines, andaba descalzo y con un pants y sudadera manchados de comida y quién sabe qué otras cosas. Era un desastre. Pero de todas formas abrió la puerta principal.
—Hola, extraño —le dijo la persona fuera de la cabaña.
Yibo no dijo nada, mantuvo su rostro inexpresivo y simplemente cerró la puerta con tranquilidad para ir a tumbarse en la sala como si nada pasara.
Continuará…
¡Hola pastelitos! No pienso abandonar esta historia, aunque eso parezca y a pesar de mis antecedentes je je je.
11/07/21
10:30 p.m
