No poseo los derechos de autor. Los personajes son de Stephenie Meyer. La historia es completamente de Sylvia Day.
Siete años para pecar
28
—Soy yo la que tiene que dártelas —contestó la condesa—. A pesar de lo corta que fue la vida de mi hijo, tú llenaste sus últimos años de una inmensa alegría. Y por eso siempre estaré en deuda contigo.
Un movimiento proveniente de la cama llamó la atención de Bella. Hester se había inclinado hacia adelante para pasar las manos por el suntuoso tejido.
La modista ensalzaba las virtudes de la tela en un tono de lo más escandaloso, lo que encajaba a la perfección con la reacción que provocaría cualquier mujer que fuese vista llevando un vestido confeccionado con ella.
—Tal vez podrías hacerte con esta tela sólo el corpiño —sugirió Hester—. Y combinarlo con una falda de seda beige o incluso con una de damasco. O podrías utilizarla sólo para las mangas. O para los complementos.
—No —murmuró Bella, cruzándose de brazos—. Todo el vestido tiene que ser de esta tela. Con el cuerpo drapeado y un escote bajo en la espalda.
—¡C'est magnifique! —exclamó la modista, sonriendo de oreja a oreja y chasqueando los dedos en dirección a sus dos ayudantes para que empezaran a tomarle medidas a Isabella.
Una doncella con cofia blanca las interrumpió e hizo una reverencia.
—Lady Tarley, ha llegado un paquete para usted. ¿Quiere que se lo traiga aquí?
—¿Hay algún motivo por el que tenga que verlo precisamente ahora? —preguntó ella, confusa—. ¿No puede dejarlo en mi habitación?
—Viene con unas instrucciones muy específicas y dice que tenemos que entregárselo de inmediato.
—Qué intrigante. Sí, tráigalo aquí.
—¿Qué puede ser? —preguntó Hester—. ¿Tienes alguna idea?
—Ninguna. —Aunque rezó para que fuera de Edward. fuera lo que fuese.
Sólo llevaban unos días separados y ya estaba desesperada por verlo. De no ser por el precario estado de salud de Hester y porque tenía que estar constantemente encima de ella para que comiese, a esas alturas ya lo habría dejado todo para estar con él.
Unos segundos más tarde, reapareció la doncella con una cesta en la mano. La dejó en el suelo y la cesta se balanceó hacia delante y atrás. Un pequeño gemido proveniente de su interior hizo que Bella se acercase.
—¿Qué es? —preguntó lady Pennington, dejando la taza de té a un lado.
Isabella se agachó y levantó la tapa de la cesta, suspiró al ver el cachorro que había en su interior.
—Oh —exclamó, enamorándose del perro al instante.
Se agachó para cogerlo y se rió encantada al notar su pequeño y peludo cuerpo en las manos.
—Dios santo —exclamó Hester—. Es un perro.
Eso sólo consiguió que Bella se riese con más ganas. Se sentó sobre los talones y colocó al perrito encima de su regazo para poder mirar la medalla que le colgaba del collar de piel roja.
Aqueronte, decía en un lado y Bella sintió una punzada en el pecho. En el otro lado sencillamente ponía: Con todo mi amor, EAC.
—¿Quién te ha mandado esta criatura? —preguntó la condesa.
—Supongo que ha sido Baybury —contestó Hester, embobada.
Bella cogió la carta que colgaba de una cinta negra en el asa de la cesta. El sello lacrado no dejaba lugar a dudas acerca de quién era Edward ahora, pero Isabella desechó ese pensamiento, completamente decidida a luchar por él.
Mi querida y obstinada Bella:
Espero que el pequeño amigo que acompaña esta carta te haga feliz. Y rezo para que te recuerde a todas horas al hombre que te lo ha regalado. Le he encargado que cuide de ti y que te proteja, porque sé que se enamorará de ti tan locamente como yo.
Su excelencia me ha exigido que asista al baile de máscaras que organiza Treadmore dentro de cinco días. Le he dicho que sólo iré si mi prometida también está presente. Soy capaz de meterme en el mismo infierno para verte.
Dale por favor recuerdos a tu hermana y dile que espero que se recupere muy pronto. Puedo entender que enfermase durante tu ausencia: en mí, no verte está teniendo el mismo efecto.
Tuyo para siempre,
Edward
Un dibujo acompañaba la carta, un retrato de ella en la glorieta que Edward había construido en la isla. En el dibujo, Isabella tenía la mirada perdida y parecía pensativa.
Tenía los labios hinchados de los besos de él, y el pelo suelto le caía sobre los hombros. Apoyaba la cabeza en una mano y estaba cubierta únicamente por una camisa translúcida.
Ese día, Edward no llevaba consigo sus utensilios de dibujo, lo que significaba que había guardado aquella imagen tan íntima de ella en su memoria y que la había dibujado luego.
—¡No llores, Bella! —le dijo Hester, alarmada al ver las lágrimas resbalándole por las mejillas.
—¿Va todo bien, querida? —le preguntó la condesa, levantándose para acercarse a ella—. ¿Echas de menos a tu Temperance?
Bella abrazó a Aqueronte y la carta que lo acompañaba contra su pecho.
—No, aunque pensar en ella me recuerda lo efímera que es la vida. Benedict era el hombre más sano y robusto que he conocido nunca. Edward acaba de perder a sus tres hermanos. Hester y yo perdimos a nuestra madre. No podemos permitirnos el lujo de dejar escapar la felicidad. Tenemos que luchar para conseguirla y aferrarnos a ella con uñas y dientes.
Elspeth se arrodilló a su lado y le tendió las manos para que le dejase a Aqueronte.
—Eres una criatura adorable —le susurró al perro cuando Bella se lo entregó.
Mientras, ella se puso en pie y volvió a mirar la pieza de seda roja.
—Ahora ya tengo una ocasión para ponerme el vestido.
—Que Dios ayude a ese pobre hombre —dijo Hester con sus ojos verdes resplandecientes de picardía.
—Ya es demasiado tarde para él. —Bella levantó los brazos para que pudieran tomarle medidas—. Lo he atrapado… para siempre.
Espero que les guste y sigan...estaré por aquí muy pronto xoxo
¶Love¶Pandii23
