No poseo los derechos de autor. Los personajes son de Stephenie Meyer. La historia es completamente de Sylvia Day.


ÁMAME

4

La ayudó a estabilizarse y luego, rápidamente, se desvaneció con un destello negro saltando por encima del bajo muro de setos y fundiéndose con las sombras. No se dirigió a la parte trasera de la mansión, sino hacia la puerta principal, y desapareció en un santiamén. Bella aturdida por la repentina despedida, volvió la cabeza hacia el jardín muy despacio y vio que Cullen se estaba acercando a ella con rápidas zancadas, seguido de varios caballeros.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó con brusquedad, mirando agitado a su alrededor—. Me he vuelto loco buscándote.

—Lo siento.

Fue incapaz de decir nada más. No dejaba de pensar en Montoya, que evidentemente había reconocido el silbido de aviso.

Por un momento todo había sido real, pero ya no lo era. Igual que el fantasma que ella había imaginado, el conde era escurridizo.

Y muy misterioso.

—¿Te importaría explicarme lo que pasó anoche?

Bella suspiró por dentro, pero por fuera esbozó una alegre sonrisa.

—Explicar ¿qué?

Christopher St. John —pirata, asesino y extraordinario contrabandista— le devolvió la sonrisa, pero sus ojos de zafiro la observaban con astucia y expresión inquisitiva.

—Sabes muy bien a lo que me refiero. —Negó con la cabeza—. A veces te pareces tanto a tu hermana que resulta alarmante.

Lo alarmante era lo guapo que era St. John a pesar de las muchas maldades que podía maquinar su cerebro. Bella y a llevaba algunos años viviendo en su casa, pero cada vez que lo veía, volvía a asombrarse de su atractivo.

—Oh, eso que has dicho es muy bonito —dijo ella con total sinceridad—.Gracias.

—Descarada. Desembucha ya.

A cualquier otro hombre le costaría mucho sonsacarle información que ella no estuviera dispuesta a darle, pero cuando la áspera voz del pirata sonaba así de seductora, era incapaz de resistirse. St. John tenía el pelo y la piel dorados, unos labios finos y carnosos a un tiempo y unos iris azules intensos y brillantes. A Bella le recordaba a un ángel; estaba convencida de que sólo un ser celestial podía ser tan perfecto de pies a cabeza.

La única señal visible de su condición de mortal eran las arrugas que le rodeaban la boca y los labios, vestigios de una vida llena de peligros. Desde que se casó con su hermana, esos surcos habían disminuido un poco, pero nunca llegarían a desaparecer del todo.

—Descubrí que había un hombre que mostraba un interés fuera de lo común por mí. Él se dio cuenta de que y o lo había advertido y se acercó para explicarse.

Christopher se reclinó en su sillón de cuero negro y frunció los labios. Detrás de él había un enorme ventanal con vistas a los jardines traseros, o a lo que serían los jardines traseros si los tuvieran. En lugar de jardín, lo que había era una explanada llena de malas hierbas, que hacía imposible que nadie pudiera acercarse a la mansión a hurtadillas. Cuando una persona tenía tantos enemigos como St. John, nunca podía bajar la guardia, y menos aún por frívolos motivos estéticos.

—Me dijo que le recordaba a un antiguo amor.

Él hizo un sonido parecido a un bufido.

—Un inteligente y sentimental ardid que casi avergüenza a Cullen y provoca un terrible escándalo. No me puedo creer que cay eras en esa trampa.

Bella se sonrojó con renovada culpabilidad y protestó:

—¡Era sincero!

Era incapaz de creer que alguien pudiera fingir tan bien la melancolía. Eso no significaba que no considerara que había algo que no encajaba, pero sí que se creía la explicación de Montoya.

—Mis hombres lo siguieron.

Bella asintió. Ya se lo imaginaba.

—¿Y?

—Y lo perdieron.

—¿Cómo es posible?

St. John sonrió al ver su sorpresa.

—Es posible cuando uno se da cuenta de que lo están siguiendo y está entrenado para evitarlo.

—Su sonrisa desapareció—. Ese hombre no es un inocente con mal de amores, Bella.

Ella se levantó con el cejo fruncido, cosa que obligó a St. John a ponerse también de pie. La falda de flores se meció contra sus piernas cuando se volvió hacia el otro extremo del despacho, perdida en sus pensamientos. Las apariencias pueden ser engañosas. Aquella estancia y el criminal de su dueño eran buenos ejemplos de ello. El despacho estaba decorado en tonos rojos, crema y dorados y podría pertenecer a cualquier noble del reino, así como la mansión de la que formaba parte. No había nada allí que delatara su principal función: servir como cuartel general de una enorme e ilegal organización contrabandista.

—¿Qué querría de mí? —preguntó luego, recordando lo que había ocurrido la noche anterior con absoluta claridad.

Aún podía oler la exótica fragancia de su piel y oír el ligero acento con que pronunciaba las palabras, haciéndola estremecer. Aún sentía el ligero hormigueo que le había provocado en los labios al presionar su boca sobre ellos y, al recordar la firmeza de su abdomen, la sensación se desplazaba enseguida a sus pechos.

—Desde mandarme una sencilla advertencia hasta algo más siniestro.

—¿Como por ejemplo?

Bella lo miró a los ojos y se dio cuenta de que la estaba observando con complicidad.

—Como seducirte y dejarte inservible para Cullen . O seducirte y alejarte de mí para utilizarte en mi contra.

La palabra « seducir» relacionada con el misterioso y enmascarado

Montoya le provocó sensaciones muy extrañas. Tendría que haberse asustado, pero no fue así.

—Tú sabes tan bien como y o lo afortunado que es el hecho de que conocieras a Cullen mientras estabas cautiva de tu padre y la suerte que tienes de que el conde esté dispuesto a ignorar tu escandaloso pasado y tus relaciones familiares.

—Tamborileó con los dedos sobre el escritorio casi sin hacer ruido—. Tu hijo será marqués y tu descendencia disfrutará de todas las ventajas imaginables.

Todo cuanto pueda poner en peligro tu futuro es motivo de preocupación. Bella asintió y volvió a apartar la vista, con la esperanza de esconder cómo se sentía al oírlo reducir su relación con Cullen a los beneficios materiales. Ella sabía que sería la que más saliera ganando de esa unión. Como amiga de Cullen sólo quería lo mejor para él. Pero el matrimonio era algo completamente distinto.

—Y ¿qué quieres que haga yo?

—No salgas sola. Si ese hombre se vuelve a acercar a ti, no dejes que se aproxime en exceso.

—La severidad de sus rasgos se relajó. Vestía de azul cerúleo, un color que combinaba tanto con su tez morena como con el chaleco bordado que se ceñía a su firme pecho.

—No pretendo fastidiarte. Sólo quiero mantenerte con vida.

—Lo sé.

Pero Bella había pasado toda su vida encerrada. No sabía si apreciar la seguridad que eso le proporcionaba o lamentar las restricciones que implicaba. Intentaba comportarse, trataba de ceñirse a las reglas que le imponían, pero a veces le resultaba muy difícil conformarse. Sospechaba que el problema era que por sus venas corría la sangre de su padre. Y eso era lo que más deseaba cambiar de sí misma

— ¿Puedo retirarme? Cullen llegará muy pronto para llevarme a dar un paseo por el parque y debería cambiarme.

—Por supuesto. Pásalo bien.

Christopher observó cómo Bella abandonaba la habitación y volvió a su sillón, pero se puso en pie enseguida cuando su esposa entró, balanceando su abultada falda rosa. Como de costumbre, en cuanto la vio se le aceleró el corazón y lo asaltó una mezcla de atracción y pura alegría.

—Hoy estás preciosa —dijo, rodeando el escritorio para abrazarla.

Tal como hacía desde la primera vez que se vieron, María se fundió contra él y Christopher sintió el peso del delicioso cuerpo que tanto adoraba.

—Cada día me dices lo mismo —murmuró ella, pero su sonrisa rebosaba placer.

—Porque cada día es cierto.

Christopher le posó una mano en la espalda y estrechó la figura de su mujer contra su fibroso cuerpo. A pesar de la diferencia de altura, encajaban como dos piezas de un rompecabezas.

María tenía la misma melena negra y brillante que su hermana pequeña, pero ése era el único rasgo físico que compartían. Bella se parecía más a su padre, el vizconde Welton. Había heredado sus mismos ojos color esmeralda y su complexión alta y estilizada. María, que por suerte tenía un padre distinto, se parecía a su madre española y tenía los ojos oscuros y una figura menuda y bien torneada.

St. John y su esposa formaban una pareja sorprendente; sus apariencias antagónicas se complementaban de tal forma que la gente solía comentarlo a menudo. Pero en realidad el principal motivo por el que llamaban la atención de los demás era por sus respectivas reputaciones. La anterior lady Winter seguía siendo conocida como « La viuda de hielo» , porque se rumoreaba que había asesinado a sus dos anteriores maridos. Christopher era su tercer y último esposo, el dueño de su corazón, y a menudo lo felicitaban por seguir con vida.

« Has sobrevivido otra noche en la cama de tu esposa» , bromeaba la gente.

Él siempre sonreía sin decir nada. En realidad lo que decían era cierto, pero no pensaba desmentir el malentendido. Pocos comprenderían que él moría cada noche entre sus brazos y que luego volvía a nacer.

—He oído el final de tu conversación con Bella —le dijo María—. Y creo que estás enfocando la situación con una perspectiva equivocada.

—¿Ah, sí? —Ahí era donde radicaban sus verdaderas similitudes. A pesar de lo distintos que eran por fuera, por dentro eran alarmantemente parecidos: los dos tenían una mente criminal y eran muy astutos

— ¿Qué me he perdido?

—Sólo estás viendo el interés que puede tener ese hombre enmascarado por Bella. Pero ¿qué hay del interés que puede sentir ella? Eso es lo que me preocupa a mí.

Él frunció el cejo mientras admiraba con aire distraído la hermosa cabellera que le caía sobre los hombros y sobre sus generosos pechos, que se hinchaban provocativos por debajo de su amplio escote.

—Bella siempre ha sido muy curiosa. Así fue como conoció a Cullen.

—Sí, pero dejó que ese hombre la besara. Un completo desconocido. ¿Por qué? Bella lleva muchos años lamentando la pérdida de su amor gitano y manteniendo a Cullen a raya. ¿Qué la puede haber fascinado tanto de ese hombre como para reaccionar de esa forma?

—Mmmm… —Él inclinó la cabeza y se apropió de su boca para darle un largo beso—. Si muriera, ¿tú me llorarías con la misma devoción? —le preguntó, mientras le acariciaba los labios con los suyos.

—No.

María sonrió con el misterio que tanto lo fascinaba.

—¿No?

—Nada ni nadie podría separarte de mí, cariño. —Pasó sus pequeñas manos por encima de su pecho—. Yo moriría contigo. Ése es el único supuesto en que permitiría que te separaras de mí.

El corazón de Christopher se hinchó con el amor que sentía, tan intenso que a veces llegaba a abrumarlo.

—Así que nuestra joven Bella se ha sentido atraída por ese hombre de una forma que jamás había experimentado con ningún otro. Y ¿qué sugieres que hagamos al respecto?

—Tenemos que vigilarla más de cerca y encontrar a ese hombre. Quiero saber quién es y cuáles son sus intenciones.

—Hecho. —Sonrió—. ¿Tienes planes para el resto de la tarde?

—Sí. Estoy bastante ocupada.

Christopher trató de disimular su decepción. A pesar de tener una buena lista de cosas que hacer, no le hubiera importado disfrutar de la compañía de su esposa durante una o dos horas. La posibilidad de hacer el amor en pleno día, con las cortinas abiertas para dejar que entraran los rayos del sol en el dormitorio, le resultaba deliciosa. En especial cuando era ella quien se colocaba encima y se contoneaba sobre su cuerpo, bañada por la luz.

Christopher dejó escapar un dramático suspiro y la soltó.

—Pásalo bien, amor.

—Eso depende de ti. —Los ojos negros de María brillaron con malicia—.Verás, resulta que en mi agenda pone que tengo que hacer el amor de dos a cuatro y voy a necesitar tu ayuda para completar esa tarea.

Christopher se excitó de inmediato.

—Estoy a tu servicio, señora.

Ella dio un paso atrás y bajó la vista hasta la parte delantera de sus calzones.

—Sí, y a lo veo. ¿Nos retiramos?

—Me encantaría —ronroneó él con la sangre caliente.

Entonces oyeron cómo alguien llamaba en la puerta abierta y los dos se volvieron a la vez.

—Hola, Tim —dijo María, sonriéndole al gigante que agachaba su enorme cabeza para pasar por debajo del dintel.

Él hizo una reverencia a modo de saludo y murmuró:

—¿Aún quieres hablar conmigo?

—Sí.

Tim era uno de los lugartenientes en los que Christopher más confiaba. También era un hombre con una paciencia infinita y mucha mano para las mujeres. Les tenía gran aprecio y eso se notaba. Ellas enseguida lo percibían y se mostraban mucho más abiertas con él que con los demás hombres. Lo escuchaban y confiaban en él, cosa que en esa ocasión los ayudaría a manejar a Bella.

Christopher miró a María a los ojos.

—No te desnudes —le susurró al oído—. Quiero hacerlo yo.

—Como si fuera un regalo —bromeó ella.

—Y lo eres. Mi posesión más preciada. —Le dio un beso en la punta de la nariz y se alejó de ella—. Voy a hablar con Tim sobre su nueva misión, que no es otra que vigilar a Bella.

María le respondió esbozando una sonrisa digna de verse.

—Eres muy listo, siempre te anticipas a mis preocupaciones. En realidad, nunca necesitas mi ayuda.

—Claro que sí —replicó él—. Y además valoro mucho tus opiniones. —Entonces bajó la voz—: Enseguida te demostraré cuánto.

María le acarició la palma de la mano con la yema de los dedos mientras se alejaba de él y sus manos se separaban.

—Nos vemos en la cena, Tim —dijo ella pasando por su lado, cuando el gigante entró en la habitación.

—Sí, señora.

Tim miró a Christopher con una sonrisa irónica en los labios.

—Conozco bien esa mirada. Esto irá rápido, ¿verdad?

—Sí, mucho. Quiero que te conviertas en la sombra de la señorita Swan.

—Ya he oído lo que ocurrió anoche. No te preocupes. Conmigo estará en buenas manos.

—No te lo pediría si no estuviera convencido de ello. —Christopher le dio una palmadita en el hombro mientras se dirigía hacia la puerta—. Nos vemos en la cena.

—Bastardo afortunado —soltó Tim detrás de él.

Christopher sonrió y corrió escaleras arriba.


Espero que les guste y sigan...estaré por aquí muy pronto xoxo

¶Love¶Pandii23