No poseo los derechos de autor. Los personajes son de Stephenie Meyer. La historia es completamente de Sylvia Day.


ÁMAME

6

La valla quedaba justo delante. Bella corrió hacia ella después de asegurarse de que el guarda estaba lo bastante lejos como para no verla. Pero no se percató del hombre que estaba escondido detrás de un enorme árbol. Cuando la agarró con su brazo de acero y le tapó la boca con la mano, la joven gritó aterrorizada, pero sus gritos no consiguieron atravesar la cálida palma de su captor.

—Silencio —susurró Edward, empotrándola contra el árbol con su duro cuerpo.

Bella lo golpeó con los puños. Tenía el corazón acelerado y estaba muy enfadada con él por haberla asustado.

—Estate quieta —le ordenó él, separándola del árbol para sacudirla mientras la miraba fijamente con sus ojos oscuros—. Siento haberte asustado, pero no me has dejado otra alternativa. No quieres verme, no quieres hablar conmigo…

Ella dejó de resistirse cuando Edward la abrazó con fuerza, y sintió la poderosa presencia de un cuerpo que le era completamente desconocido.

—Voy a retirar la mano. Guarda silencio o llamarás la atención de los vigilantes.

La soltó y se apartó muy rápido, como si de repente oliera mal o hubiera visto en ella algo desagradable. Pero Bella enseguida extrañó el olor a caballo y el cuerpo de Edward.

La luz del sol se reflejaba en su pelo negro y sus atractivos rasgos. Odiaba que se le encogiera el estómago cada vez que lo veía y que le doliera el corazón hasta que por fin conseguía que le volviera a latir. Llevaba un jersey de color crudo y calzones marrones y tenía un aspecto muy varonil. Peligrosamente varonil.

—Quiero pedirte perdón.

Tenía la voz ronca y áspera.

Ella lo fulminó con la mirada.

Colin suspiró con fuerza y se pasó ambas manos por el pelo.

—Esa chica no significa nada para mí.

Entonces Bella se dio cuenta de que no se estaba disculpando por haberla asustado.

—Qué bonito —contestó, incapaz de esconder su amargura—. Me siento aliviada de saber que lo que me rompió el corazón no significa nada para ti.

Él esbozó una mueca de dolor y le mostró sus manos castigadas por el trabajo.

Bella , tú no lo entiendes. Eres demasiado joven y demasiado inocente.

—Sí, bueno, ya has encontrado a otra más mayor y menos inocente para comprenderte. —Pasó caminando junto a él—. Yo he encontrado alguien mayor que me comprende a mí. Ahora ya estamos todos contentos, así que…

—¿Qué?

Se asustó al oír el grave tono de su voz y se le escapó un grito cuando la agarró con brusquedad.

—¿Quién? —Tenía el rostro tan tenso que Bella se asustó de nuevo—. ¿Es ese chico que vive junto al arroyo? ¿Benny?

—¿A ti qué te importa? —le espetó—. Tú la tienes a ella.

—¿Por eso te has vestido así? —Su acalorada mirada le recorrió el cuerpo de arriba abajo—. ¿Por eso llevas el pelo recogido? ¿Para él?

Bella había considerado que la ocasión lo merecía y se había puesto una de sus mejores prendas: un vestido azul marino estampado con flores rojas bordadas.

—¡Sí! Él no me ve como a una niña.

—¡Porque él es un niño! ¿Lo has besado? ¿Te ha tocado?

—Únicamente tiene un año menos que tú. —Levantó la barbilla—. Y es conde.

Un caballero. A él nadie lo sorprendería haciéndole el amor a una chica detrás de una tienda de mala muerte.

—No estábamos haciendo el amor —replicó Edward, furioso, agarrándola de los brazos.

—Pues a mí me lo ha parecido.

—Porque no sabes nada.

Los dedos de Edward se pasearon por su piel con inquietud, como si no pudiera soportar tocarla, pero tampoco pudiera resistirse a hacerlo.

—Y ¿se supone que tú sí?

Él apretó los dientes en respuesta a sus burlas.

¡Oh, cómo le dolió aquello! Saber que Edward amaba a otra mujer. Su Edward.

—¿Por qué estamos hablando de esto? —Bella intentó soltarse, pero no pudo.

Él la agarraba con mucha fuerza. Pero ella necesitaba alejarse. No podía respirar cuando la tocaba, a duras penas conseguía pensar. Sólo el dolor y una profunda pena conseguían atravesar sus abrumados sentidos—. Ya me he olvidado de ti, Edward. Me he apartado de tu camino. ¿Por qué tienes que venir a molestarme otra vez?

Él le pasó una mano por debajo del pelo, sobre la nuca, y la atrajo un poco más hacia sí. Tenía el torso pegado a ella y le subía y bajaba con agitación. El contacto le provocó unas sensaciones muy extrañas en los pechos, que se le hincharon y empezaron a dolerle. Dejó de forcejear; le preocupaban las posibles reacciones de su cuerpo si seguía por ese camino.

—Te vi la cara —le dijo Edward con brusquedad—. Te hice daño. No pretendía lastimarte.

Las lágrimas asomaron a los ojos de ella, que parpadeó deprisa, decidida a evitar que resbalaran por sus mejillas.

Bella.

—Posó la mejilla contra la suya y le habló con voz apesadumbrada

—: No llores. No puedo soportarlo.

—Pues entonces suéltame y aléjate de mí. —Tragó con fuerza—. Mejor aún, quizá puedas encontrar algún empleo mejor en otro sitio. Eres buen trabajador…

Edward le rodeó la cintura con la otra mano.

—¿Me echarías?

—Sí —susurró, agarrándolo del jersey—. Sí, lo haría.

Haría cualquier cosa para evitar verlo con otra chica.

Él frotó la cara contra la suya con fuerza.

—Un conde… Tiene que ser lord Cullen. Maldito sea.

—Es bueno conmigo. Hablamos mucho y sonríe cuando me ve. Hoy me va a dar mi primer beso. Y yo…

—¡No! —Edward se apartó de ella. Sus iris habían desaparecido tragados por las pupilas, lo que los convirtió en negras lagunas atormentadas—. Es posible que él consiga todo lo que yo no tendré nunca, incluida tú. Pero por Dios que no pienso dejar que me arrebate también eso.

—¿Qué…?

Entonces Edward se apoderó de su boca. La sorprendió tanto que ni siquiera se pudo mover. Bella era incapaz de comprender lo que estaba ocurriendo. No sabía por qué se estaba comportando de esa forma, por qué se acercaba a ella en ese momento, precisamente ese día, y tampoco entendía que la besara como si se muriera por descubrir su sabor.

Edward ladeó la cabeza para que sus labios encajaran mejor, mientras le presionaba la mandíbula suavemente con los pulgares y la animaba a abrir la boca. Ella se estremeció con violencia, ahogándose en aquella acalorada marea de deseo; tenía miedo de estar soñando o de haber perdido la cabeza. Abrió la boca y se le escapó un gemido cuando la lengua de Edward, suave como el terciopelo, se coló en su interior.

Entonces dejó de respirar. Estaba asustada. Y él empezó a musitar, su querido

Edward le susurraba mientras le acariciaba las mejillas con suavidad.

—Déjame —le murmuró—. Confía en mí.

Bella se puso de puntillas y deslizó los dedos por sus sedosos rizos. No tenía experiencia y lo único que podía hacer era seguir su ejemplo, mientras dejaba que le devorara la boca con delicadeza y ella le rozaba la lengua con indecisión.

Edward gimió y de sus labios salió un sonido cargado de apetito y de necesidad.

Luego la cogió por detrás de la cabeza y se la ladeó para profundizar el beso. La conexión era cada vez más intensa y la respuesta de Bella más ardiente. El hormigueo que le recorrió la piel dejó a su paso un rastro de carne de gallina, mientras en la boca de su estómago crecían la necesidad, la temeridad y una ardiente esperanza.

Edward le deslizó una mano por la espalda hasta agarrarla de las nalgas para presionarla con más fuerza contra su cuerpo. Cuando notó la dura cresta de su excitación, Bella sintió que un profundo dolor florecía en su interior.

Bella … preciosa. —Los labios de Edward recorrieron su cara y, con cada beso, fueron borrando las lágrimas que encontraba a su paso—. No deberíamos estar haciendo esto.

Pero siguió besándola y besándola y frotando la pelvis contra la suya.

—Te quiero —jadeó ella—. Te quiero desde hace tanto tiempo que…

Él la cortó, posando los labios sobre los suyos. Su pasión empezó a aumentar y deslizó las manos por su espalda y por sus brazos. Cuando se dio cuenta de que

Bella no podía respirar, se apartó un poco.

—Dime que me quieres —le suplicó ella con la respiración acelerada—. Tienes que hacerlo. Oh, Dios, Edward… —Frotó su cara llena de lágrimas contra la suya—. Has sido tan cruel y tan mezquino…

—No puedo tenerte. Tú no deberías desearme. No podemos…

Se apartó, soltando un salvaje juramento.

—Eres demasiado joven para que te toque de esta forma. No. No digas nada más, Bella . Soy un sirviente. Siempre seré un sirviente y tú siempre serás la hija de un vizconde.

Ella se rodeó con los brazos. Le temblaba todo el cuerpo como si estuviera helada en lugar de ardiendo. Tenía la piel tensa y los labios hinchados y palpitantes.

—Pero tú me quieres, ¿no? —le preguntó con voz temblorosa, a pesar de lo mucho que se estaba esforzando por ser fuerte.

—No me lo preguntes.

—¿Ni siquiera puedes concederme eso? Si de todos modos no podré tenerte, si nunca vas a ser mío, ¿no puedes por lo menos decirme que tu corazón me pertenece?

Él rugió.

—Pensaba que era mejor que me odiaras. —Alzó la cabeza hacia el cielo, con los ojos cerrados—. Creía que dejaría de soñar si conseguía que me odiaras.

—Soñar ¿con qué?

Bella se olvidó de toda precaución y se acercó a él para deslizar los dedos por debajo de su jersey y acariciar los duros músculos de su abdomen.

Él la cogió de la muñeca y la fulminó con la mirada.

—No me toques.

—¿Tus sueños son los mismos que los míos? —le preguntó con suavidad—. ¿En ellos me besas como lo has hecho hace un momento y me dices que me quieres más que a nada en el mundo?

—No —contestó—. No son dulces, románticos y femeninos. Son los sueños de un hombre, Bella.

—¿Cómo lo que le estabas haciendo a aquella chica? —Le empezó a temblar el labio inferior y se lo mordió para esconder el delator movimiento. Volvieron a su mente aquellos dolorosos recuerdos, que se sumaron a la agitación provocada por los desconocidos apetitos de su cuerpo y las suplicantes demandas de su corazón.

—¿También sueñas con ella?

Edward la volvió a coger de la muñeca.

—Jamás.

La besó.

Con menos presión y urgencia que antes, pero no por ello con menos pasión. Sus labios, tan suaves como las alas de una mariposa, rozaron los de Bella, deslizó la lengua en su boca y luego la sacó. Fue un beso respetuoso y el solitario corazón de ella lo absorbió como la tierra del desierto se bebe la lluvia.

Luego le cogió la cara con las manos y le susurró:

—Esto es hacer el amor, Bella.

—Dime por qué a ella no la besas así —gimió con suavidad, clavándole las uñas en la espalda por encima del jersey.

—Yo no beso a nadie. Nunca lo he hecho. —Posó la frente sobre la suya—. Sólo a ti. Siempre has sido sólo tú.


Espero que les guste y sigan...estaré por aquí muy pronto xoxo

¶Love¶Pandii23