No poseo los derechos de autor. Los personajes son de Stephenie Meyer. La historia es completamente de Sylvia Day.


ÁMAME

23

—Sí, sé quién eres, aunque me habían dicho que estabas muerto. —Se llevó la copa a los labios y se bebió todo su contenido de golpe. Notó cómo se le calentaba el estómago y sonrió—. Entonces ¿eso es lo que pretendes? ¿Trabajar como su subordinado y desearla a distancia? ¿O quizá quieras hacerle el amor sobre el heno con tanta frecuencia como te sea posible, hasta que se case con otro o se quede embarazada de ti?

Simón se enderezó y dejó la copa, preparándose para el esperado —y, sin embargo, sorprendentemente fuerte— puñetazo que lo lanzó al suelo. Los dos rodaron por la alfombra y pelearon, tirando una mesa a su paso y rompiendo las figuras de porcelana que tenía encima.

A Simón sólo le llevó un momento ganar. Le habría costado menos si no hubiera estado preocupándose por no lastimar al chico.

—Ríndete —le ordenó—. Y escúchame.

Ya no arrastraba las palabras; de repente su tono era firme y serio.

Masen se quedó quieto, pero sus rasgos seguían reflejando su furia.

—¡No vuelva a hablar de Bella de esa forma! —masculló.

Simón se puso de pie y le tendió la mano para ayudarlo a levantarse.

—Me estoy limitando a señalar lo evidente. No tienes nada. Nada que ofrecerle, nada con lo que mantenerla, ningún título que darle ni tampoco prestigio.

El joven apretó los dientes y los puños al oírlo.

—Eso ya lo sé.

—Estupendo. Vamos a ver —Simón se puso bien la ropa y se volvió a sentar tras el escritorio—, ¿qué me dirías si te ofreciera mi ayuda para que consigas lo que necesitas para ser digno de ella? Dinero, una buena casa, quizá incluso algún título de una tierra lejana, que encaje con tu aspecto exótico…

Masen se quedó helado y entornó los ojos con ávido interés.

—¿Cómo?

—Yo me dedico a ciertas actividades que podrían encajar con el perfil de un joven con tu potencial. He oído hablar de tu brillante intento de rescate de la señorita Benbridge. Creo que con el entrenamiento adecuado me podrías ser de mucha utilidad. —Sonrió—. No le haría esta oferta a nadie más. Así que espero que te consideres afortunado.

—¿Por qué yo? —preguntó Masen con recelo y cierto tono de burla en la voz. Era un poco cínico, cosa que a Simón le pareció excelente. No le serviría de nada un chico completamente inocente—. Usted no me conoce y no sabe de qué soy capaz.

Simón lo miró fijamente.

—Sé muy bien lo que es capaz de hacer un hombre por la mujer que le gusta.

—Yo la amo.

—Sí. Hasta el punto de que estarías dispuesto a ir tras ella sin importarte lo que eso pudiera suponer para ti. Y yo necesito ese nivel de dedicación. A cambio, me encargaré de convertirte en un hombre rico.

—Eso podría tardar años. —Masen se pasó una mano por el pelo—. No sé si podré soportarlo.

—Eso os dará tiempo de madurar y ella podrá darse cuenta de todo lo que se ha perdido durante todos esos años. Y entonces, si te acaba aceptando, sabrás que está tomando la decisión con el corazón de una mujer y no con el de una niña.

El joven se quedó inmóvil un buen rato. Resultaba evidente cómo le pesaba la responsabilidad de la decisión.

—Pruébalo —le animó Simón—. ¿Qué daño te puede hacer?

Por fin, Masen soltó el aire y se dejó caer en el sillón que había al otro lado del escritorio.

—Lo escucho.

—¡Excelente! —Simón se reclinó en su asiento—. Esto es lo que yo pienso…

—¿Por qué no me dijiste nada? —le preguntó María, cuando Simón acabó de contárselo todo. Lo miraba como si fuera un completo desconocido. Y, en realidad, tenía la sensación de que lo era.

—Si te lo hubiera dicho, mhuirnín —dijo él con suavidad—, ¿le habrías ocultado la información a tu hermana? Claro que no; y, en cualquier caso, no era yo quien debía decidir.

—Y ¿qué me dices del dolor y el sufrimiento de Bella ?

—Una consecuencia desafortunada, pero yo no podía hacer nada para aliviarlo.

—¡Me podrías haber dicho que seguía vivo!

—Masen tenía todo el derecho a convertirse en un hombre digno del amor de Bella . No lo culpes por perseguir a la mujer que ama de la única forma posible para él. Precisamente y o comprendo muy bien sus motivaciones. —Hizo una pausa y después siguió hablando con voz más relajada—. Además, lo que él decidiera hacer con su vida no es cosa tuya.

—Pero sí es de mi incumbencia ahora que afecta a la señorita Benbridge — aseveró una voz por detrás de ellos.

María se dio media vuelta sobre la silla para mirar al hombre que había hablado.

—Lord Cullen —lo saludó, sintiendo que se le encogía el corazón.

Nunca había visto al conde con un atuendo tan informal y, sin embargo, su alta figura y su mandíbula apretada reflejaban una tensión que dejaban entrever lo lejos que estaba de ser un hombre despreocupado. Se había recogido el pelo negro en una cola con un cinta y llevaba botas en lugar de tacones.

—¿Éste es el prometido? —preguntó mademoiselle Rousseau.

—Milord —lo saludó Christopher—, estoy impresionado por su devoción.

—Hasta que ella me diga lo contrario —contestó el conde con seriedad—, considero que el bienestar de la señorita Benbridge es una de mis responsabilidades.

—Hacía años que no me lo pasaba tan bien —dijo Lysette, sonriendo abiertamente.

María cerró los ojos y se frotó el puente de la nariz. Christopher, que estaba justo detrás de ella, le posó las manos en los hombros y se los estrechó con ternura.

—¿Alguien puede ponerme al día? —preguntó Cullen .

María miró a Simón, que le devolvió la mirada arqueando las cejas.

—¿Con cuánta delicadeza debería hablar?

—No es necesaria ninguna delicadeza —respondió Cullen —. No soy ningún ignorante ni un débil.

—Va a emparentar con nuestra familia —apuntó Christopher.

—Cierto —convino Simón, pero entornó los ojos.

A continuación, resumió los hechos que los habían conducido al momento presente, poniendo especial atención en no revelar nombres como el de Eddington. Simón siempre tenía muy presente que no podía dar esa clase de información.

—¿Me está diciendo que el hombre de la máscara es ? — preguntó Cullen , frunciendo el cejo—. ¿El chico del que la señorita Benbridge se enamoró cuando era una jovencita? ¿Y ella no sabe que es él?

—Ahora ya lo sabe —murmuró Tim.

—Masen se lo está confesando en este preciso momento —explicó Christopher.

Se oyó un ruido sordo tras ellos y todos se volvieron para mirar a Pietro, que estaba de pie, con la boca abierta y una maleta a los pies.

—¡Eso es imposible! —dijo el cochero con vehemencia—. á muerto.

María fulminó a Simón con la mirada y él esbozó una mueca de dolor.

—Esto se pone más fascinante a cada momento que pasa —comentó Lysette.

—Eres una criatura vil —le espetó Simón.

María se levantó de la silla.

—Debería ir a ver cómo van las cosas.

—No será necesario —murmuró su marido, mirando detrás de ella.

Todas las cabezas se volvieron en dirección al pasillo que conducía al comedor privado. Bella apareció con los ojos y la nariz rojos y el pelo alborotado; era la viva imagen de una belleza con el corazón roto.

Masen salió del comedor justo detrás de ella y su presencia dejó sin aliento a todos los allí reunidos. Llevaba una ropa muy elegante y se movía con seguridad; no había en su alta figura ni rastro de su anterior vida de servidumbre.

Era un hombre muy atractivo, de ojos oscuros y sensuales rodeados por unas largas y gruesas pestañas, boca voluptuosa y una mandíbula decidida. Él también tenía aspecto de estar destrozado y profundamente herido y María sintió lástima por ambos.

—Bella … —La refinada voz de Cullen sonó preocupada.

La mirada verde de ella se encontró con la suya y los ojos se le llenaron de lágrimas.

—Edward.

El tono agónico de Pietro se sumó a las revelaciones del día.

Distraída con todo lo que estaba pasando, María no sospechó las intenciones de Cullen hasta que éste se acercó a Masen y le preguntó:

—¿Se considera usted un caballero?

Edward apretó los dientes.

—Claro que sí.

Cullen lanzó entonces un guante a sus pies.

—En ese caso, exijo satisfacción.

—Se la concederé.

—Cielo santo —susurró María, llevándose la mano a la garganta.

Christopher se alejó de ella y, deteniéndose junto al conde, dijo:

—Será un honor ser su padrino, milord.

—Gracias —replicó Cullen .

—Yo seré el de Masen —intervino Simón, uniéndose a ellos.

—¡No! —gritó Bella , mirando horrorizada a los cuatro hombres—. Esto es absurdo.

María tiró de ella.

—No puedes interferir.

—¿Por qué no? —preguntó su hermana—. Esto no es necesario.

—Sí lo es.

—Tengo una casa en Bristol —afirmó Cullen —. Sugiero que vayamos todos allí.

Masen asintió y respondió:

—Ése era mi destino, así que me parece muy conveniente.

—Yo he provocado esto. —Bella miró a María con aire suplicante—. Mi egoísmo ha sido lo que nos ha conducido a esta situación. ¿Cómo puedo detenerlo?

—Lo hecho, hecho está —dijo su hermana, acariciándole la espalda.

—Quiero ir con ellos.

—No creo que sea lo más conveniente.

Christopher se volvió hacia ella y Maria vio en su cara que no estaba de acuerdo. No comprendía por qué querría que fueran con ellos, pero y a tendría tiempo de averiguar sus motivos. Cualquiera que fuera su idea, ella confiaba ciegamente en él y sabía que su marido siempre se preocupaba por su bienestar y su felicidad.

—Pues yo quiero ir —insistió Bella con más decisión.

—Cálmate —le aconsejó María suavemente—. Podemos hablar de ello después de un baño caliente, cuando nos hay amos cambiado de ropa.

Su hermana asintió y se marcharon a pedir agua caliente y una bañera.

Como todo el mundo estaba absorto en sus propios pensamientos, nadie advirtió al hombre que se había sentado en un sillón en sombra en la esquina. Y aún llamó menos la atención cuando se marchó.

Cuando salió, Jacques tiró del ala de su sombrero tapándose más la cara y recorrió el camino de entrada en dirección al carruaje que aguardaba unos metros más allá.

Abrió la puerta y miró en su interior.

—Acaban de retar a duelo a Masen.

Cartland sonrió.

—Entra y cuéntamelo todo.


Espero que les guste y sigan...estaré por aquí muy pronto xoxo

¶Love¶Pandii23