No poseo los derechos de autor. Los personajes son de Stephenie Meyer. La historia es completamente de Sylvia Day.
ÁMAME
25
Se detuvo al oír su nombre. Lord Cullen estaba saliendo de una habitación que quedaba a pocas puertas de la suya. Le hizo una reverencia.
—Milord.
Él lanzó una intencionada mirada en dirección a sus botas.
—¿Puedo acompañarte?
Ella pensó por un momento en la posibilidad de contestarle con una amable negativa, pero luego cambió de idea. Por muchas ganas que tuviera de estar a solas con sus pensamientos, Cullen merecía una explicación y la oportunidad de reprenderla si lo deseaba.
—Sería un honor.
Él esbozó su encantadora y luminosa sonrisa y se acercó. Iba vestido como un caballero de campo y ese aspecto más informal que de costumbre le sentaba muy bien. Bella recordó la vez que fueron a Lincolnshire y le devolvió una genuina sonrisa.
—Estás encantadora cuando sonríes con los ojos —dijo él.
—Es porque estás muy guapo —le contestó Bella .
Cullen se llevó la mano de ella a los labios y levantó la vista por encima de su hombro. Masen estaba al final del pasillo, fulminándolo con la mirada. Posó la mano de Bella sobre su brazo y se la llevó en dirección a la escalera que daba al piso inferior y a los jardines traseros.
Sintió la mirada de su rival clavada en su espalda.
Edward observó con cuánta confianza Cullen trataba a Bella y sintió una furia salvaje que lo asustó.
No podía soportarlo.
—Deberías buscar algo en lo que ocupar el tiempo, mon ami —aconsejó
Jacques, sorprendiéndolo con su repentina y silenciosa presencia—. No conseguirás controlarte si no dejas de pensar en ella.
—Nunca he dejado de pensar en ella —replicó—. No conozco otra forma de vivir.
—La muchacha necesita tiempo. Admiro la fortaleza que demuestras al dárselo.
Edward apretó los puños.
—No es fortaleza. Lo que pasa es que no quiero matar a nadie delante de ella.
—Alors… deberías salir. Distraerte un poco.
Él inspiró con fuerza y asintió. En realidad, era lo que se disponía a hacer cuando vio a Bella con Cullen. Se obligó a apartar la vista del lugar por donde se habían ido hacía sólo un momento.
—Ésa era mi intención. Te estaba buscando.
—¿Qué quieres que haga? —preguntó el francés, con su acostumbrada expresión de seriedad.
—No puedo ir a la ciudad. A St. John le preocupa que la señorita Benbridge pudiera seguirme, y aunque lo considero bastante improbable, la preocupación me parece sensata, así que de momento debería quedarme por aquí.
—Lo comprendo.
—St. John ha enviado alguien a reunirse con sus hombres de Bristol. Ve con ellos y dirige la búsqueda. Diles lo que tienen que buscar y qué pueden esperar. Si encuentras algo importante, envía alguien a buscarme.
Jacques asintió y partió de inmediato. Bajó por la escalinata principal, mientras que Edward utilizó la del servicio. Cuando llegó a la cocina, ignoró las sorprendidas miradas de los sirvientes mientras salía por la puerta en dirección a los establos.
Cada paso que daba le resultaba más dificultoso y tenía el corazón encogido al pensar en el inminente encuentro con su tío, que no le dolería tanto como el que había tenido con Bella.
Entró en el silencioso establo e inspiró con fuerza; el olor del heno y los caballos le resultaba familiar y tranquilizador a un tiempo. Los animales resoplaron y se movieron incómodos cuando el olor de Edward flotó por el aire, perturbando su tranquilidad. Miró a su alrededor en busca de los aposentos de los mozos, pero le fallaron las piernas cuando llegó a la entrada. Un hombre estaba apoyado en el quicio de la puerta, contemplándolo dolido y furioso.
Los años habían tratado bien a Pietro. Aparte del estómago un poco más prominente, el resto de su cuerpo seguía estando en forma y fuerte. Se le veían algunas finas hebras plateadas en las sienes y la barba, pero tenía la misma piel suave y sin arrugas.
—Hola, tío —lo saludó con un nudo en la garganta por el dolor y el afecto.
—El único sobrino que tengo está muerto —contestó Pietro con frialdad.
Edward se estremeció ante su rechazo.
—Te he añorado mucho.
—¡Mientes! ¡Dejaste que pensara que habías muerto!
—Me ofrecieron la opción de llevar otra vida. —Edward abrió las manos a modo de plegaria silenciosa en busca de comprensión—. Sólo tuve una ocasión para aceptar, no había segundas oportunidades.
—Y ¿qué hay de mí? —le preguntó Pietro, enderezándose—. ¿Qué hay de mi dolor? ¿Eso no significaba nada para ti?
—¿Crees que yo no lo pasé mal? —le espetó Edward, dolido por la condena de otra persona que amaba—. Debería haber muerto de verdad.
—¿Por qué lo hiciste? —Pietro se acercó a él—. He intentado comprender por qué querrías hacer algo así, pero no lo entiendo.
—No tenía nada que ofrecer. No tenía ninguna posibilidad de darles una vida confortable a aquellos a los que amaba.
—¿Confortable para qué? ¡La única incomodidad de mi vida ha sido lo mucho que te he llorado!
—Y ¿qué me dices de lo que supondría para ti dejar de trabajar? —lo desafió Edward—. ¿Qué me dices de una vida de viajes y descubrimientos? Ahora puedo ofrecerte esas cosas, pero antes no podía.
El dolor contrajo los atractivos rasgos de Pietro.
—Yo soy un hombre sencillo, Edward. Un techo sobre la cabeza, comida, familia. Eso es todo cuanto necesito para ser feliz.
—Ojalá mis necesidades fueran igual de sencillas. —Se acercó a la cuadra más cercana y se apoyó en la media puerta de madera—. Yo necesito a Bella para ser feliz y ésa fue la única forma que encontré para conseguirla.
—Edward… —Oyó el suspiro de su tío—. Sigues amándola.
—No tengo ni idea de cómo podría dejar de hacerlo. El sentimiento forma parte de mí, tanto como el color de mi piel y de mi pelo.
Pietro se apoyó junto a él en la puerta de la cuadra.
—Debería haberte criado en el campamento. Así nunca habrías deseado cosas que están fuera de tu alcance.
Edward sonrió y lo miró de reojo.
—Bella y yo nos habríamos encontrado igualmente.
—La que habla es tu sangre gitana.
—Así es.
Se hizo un largo silencio mientras los dos buscaban las palabras adecuadas.
—¿Cuánto tiempo llevas en Inglaterra? —preguntó Pietro por fin.
—Unas semanas.
—¿Llevas aquí unas semanas y no has venido a verme? —Negó con la cabeza—. Tengo la sensación de que no te conozco. El chico al que yo eduqué se preocupaba más por los sentimientos de los demás.
Edward, afligido por todo el dolor que había causado, alargó el brazo y posó una mano sobre el hombro de su tío.
—Si mi amor es un error, no es debido a la falta de afecto por ti, sino a lo mucho que la amo a ella. Habría hecho cualquier cosa, habría ido a cualquier parte para convertirme en un hombre digno de Bella.
—Pues parece que has conseguido lo que te propusiste —contestó Pietro con tranquilidad—. Tienes una ropa y un carruaje muy elegantes.
—Ahora todo me parece absurdo. Ella está tan enfadada conmigo como tú.
No sé si me perdonará y, si no lo hace, todo habrá sido en vano.
—No todo. Siempre me tendrás a mí.
Las lágrimas asomaron a los ojos de Edward y las reprimió moviendo la cabeza. Su tío lo miró un momento y luego lo abrazó.
—En ti sigue habitando parte del viejo Edward —le dijo con voz ronca.
—Siento mucho todo el dolor que he causado —susurró él, con la garganta demasiado dolorida como para hablar más alto—. Sólo pensé en el fin, no en el proceso. Lo quería todo y ahora no tengo nada.
Pietro negó con la cabeza y dio un paso atrás.
—No te rindas todavía. Te has esforzado mucho para llegar hasta aquí.
—¿Podrás perdonarme?
Si conseguía recuperar el afecto de su tío, quizá también lograra el amor de Bella.
—Es posible. —Esbozó una pícara sonrisa—. Tengo que cepillar seis caballos.
Edward se la devolvió.
—Estoy a tu servicio.
—Vamos. —Pietro le pasó un brazo por los hombros y lo acompañó hacia los aposentos de los mozos—. Tendrás que cambiarte de ropa.
—Puedo comprarme más si ésta se echa a perder.
—Hum… —Su tío lo miró con curiosidad—. ¿Eres muy rico?
—Exageradamente rico.
Pietro silbó.
—Cuéntame cómo lo hiciste.
—Claro. —Edward sonrió—. Tenemos tiempo.
La tarde estaba muy avanzada. El sol estaba empezando a ponerse por el oeste y ya habían comenzado a preparar la cena. Aquella noche, los invitados de Cullen cenarían más pronto de lo acostumbrado y luego pasarían la velada en el salón, tratando de ignorar la tensión latente entre las distintas partes. No cabía duda de que sería incómodo, y Cullen lo comprendía. Por su parte, se preocupaba por Bella y creía que era la mejor candidata para él y sus necesidades. Eso era lo único que lo vinculaba al resto.
—Masen se ha quedado —le dijo a ella, mientras paseaban por el jardín trasero.
—Oh —exclamó Bella , sin dejar de mirar al frente.
Cullen suspiró y se detuvo, cosa que la obligó a ella a hacer lo mismo.
—Háblame, Bella . Ésa siempre ha sido la principal base de nuestra amistad.
Ella esbozó una temblorosa sonrisa y se volvió para mirarlo de frente.
—Lamento haberte hecho esto —dijo con remordimiento—. Si pudiera volver atrás y cambiar lo que ha ocurrido la última semana, lo haría. En realidad, retrocedería varios años; tendría que haberme casado contigo hace ya mucho tiempo.
—¿Eso harías?
La acercó más a él y le posó las manos en las caderas con delicadeza. Por detrás de Bella , una profusión de rosales trepadores se retorcían por el arco que daba acceso al estanque. Las semillas de diente de león flotaban en el aire y creaban un encantador telón de fondo para una mujer igual de encantadora.
—Sí. Todos estos años he estado llorándolo y ahora resulta que él estaba prosperando. —Se le escapó un delicioso sonido muy parecido a un gruñido—.Le ha resultado muy fácil darme de lado. Y estoy harta de que no me tengan en cuenta. Primero mi padre y luego Edward.
Se apartó de él y echó a andar con ágil y decidida elegancia.
—Yo nunca te he dejado —aseveró Cullen , señalando la que sabía que era su mejor baza—. Disfruto demasiado de tu compañía. Hay muy pocas personas en este mundo con las que me sienta igual.
—Ya lo sé. Eres un encanto. Y te quiero por eso. —Consiguió esbozar una leve sonrisa—. Eso es lo que ha hecho que me decida. Tú siempre te mantendrás firme y me apoyarás. No intentas ser alguien que no eres. Me inspiras decoro y me ayudas a comportarme como una dama. Y los dos encajamos muy bien.
Cullen frunció el cejo con aire pensativo.
—Bella, me gustaría que habláramos con más detalle sobre eso del decoro y la buena conducta. Discúlpame, pero me resulta muy extraño que menciones esos rasgos como parte de mi atractivo. Pensaba que lo que más te gustaba era nuestra amistad y lo bien que nos llevamos.
Ella se detuvo y su falda verde pálido se balanceó contra sus piernas.
—Estos últimos días me he dado cuenta de una cosa, Cullen. Tengo tendencia al comportamiento temerario, igual que mi padre. Y necesito vivir rodeada de cierto entorno para reprimir esos impulsos tan egoístas.
—Y yo te proporciono ese entorno.
Bella le sonrió.
—Sí. Eso es.
—Hum… —Se frotó la mandíbula—. Y ¿Masen apela a tu naturaleza temeraria?
—Lo más exacto sería decir que la estimula, pero sí, eso hace.
—Ya veo. —El conde sonrió con ironía—. Su papel parece mucho más divertido que el mío.
—¡Cullen!
Bella parecía ofendida y eso lo hizo sonreír.
—Lo siento, cariño, pero debo ser franco contigo. Por un lado, dices que yo no pretendo ser quien no soy, al contrario, supongo, que Masen. Y por otro me dices que inhibo una parte de tu naturaleza de la que no estás orgullosa. ¿No crees que en cierto modo eso también es intentar ser alguien que no eres?
A Bella le tembló el labio inferior, como siempre que estaba molesta. Se puso en jarras y le preguntó:
—¿Acaso quieres que me vaya con él? ¿Es eso lo que me estás diciendo?
—No. —Borró de su semblante cualquier rastro de humor y por fin se decidió a revelar los sentimientos que tenía tan bien escondidos—. No creo que él sea el hombre más indicado para ti. No creo que te merezca. No creo que te pueda proporcionar la vida que te haría feliz. Pero eso no significa que yo esté dispuesto a vivir con la mitad de tu persona.
Bella parpadeó.
—Estás enfadado.
—Pero no contigo —puntualizó al instante, alargando los brazos hacia ella de nuevo. La cogió de los codos y la volvió a atraer hacia sí—. Y, sin embargo, podría llegar a ocurrir y no quiero que pase. Lo que sucede es que no quiero tener sólo una parte de ti. Si me eliges a mí, y o te haré feliz. La pregunta es si tú podrás hacerme feliz a mí si sigo esperando toda la vida a que vuelva aquella preciosa chica que un día me pidió que la besara.
—Cullen…
Bella le acarició la mejilla y él frotó la nariz contra su palma para inhalar el dulce aroma a madreselva que siempre desprendía.
—No te merezco —susurró ella.
—No es eso lo que te ha dicho Masen —repuso, apartándole la mano de la cara para abrazarla. Luego apoyó la mejilla en su sien y le añadió—: Ahora te voy a dejar sola. Tengo cosas que hacer y tú necesitas tiempo para pensar.
—No quiero que te enfrentes con él.
—Es demasiado tarde para cambiar eso, Bella. Pero sólo pediré primera sangre, no te preocupes.
Cullen sintió su alivio en la relajación de la tensión de su espalda.
—Gracias —le dijo Bella .
Él le secó una lágrima que le resbalaba por la mejilla y dio un paso atrás.
—Estoy a tu disposición en todo momento. No dudes en venir a buscarme si necesitas cualquier cosa.
Ella asintió y observó cómo Cullen se dirigía de nuevo hacia la mansión.
Cuando desapareció de su vista, miró a su alrededor y se vio perdida y sola.
Nadie sabía cómo se sentía y lo profundamente herida que estaba por la reaparición de Edward después de todos aquellos años.
Entonces se detuvo de repente y contuvo el aliento, abrumada por una repentina revelación.
Había una persona que quería tanto a Edward como lo había amado ella. Una persona que estaría igual de destrozada por su traición.
Bella sabía que Pietro necesitaría tanto consuelo como ella, así que se recogió la falda y corrió en dirección a los establos.
Espero que les guste y sigan...estaré por aquí muy pronto xoxo
¶Love¶Pandii23
