No poseo los derechos de autor. Los personajes son de Stephenie Meyer. La historia es completamente de Sylvia Day.
ÁMAME
26
François Depardue adoptó una expresión aburrida cuando entró en la posada de Bristol. Subió la escalera que conducía a las habitaciones y llamó a la puerta que buscaba. Oyó una voz que le daba permiso para entrar, cosa que él hizo rápidamente.
—¿Y bien? —preguntó Cartland con impaciencia, levantando la vista de los mapas que había desplegado sobre la pequeña mesa redonda.
François tuvo que esforzarse para contener una respuesta iracunda. Cada día que pasaba detestaba más a aquel descarado y arrogante inglés. Había intentado convencer a sus superiores para que mantuvieran a Cartland bajo custodia hasta que estuvieran seguros de quién era el verdadero culpable de la muerte de Leroux, pero no había habido forma.
« Si está mintiendo —dijeron—, lo tendrás más cerca y te será más sencillo eliminarlo» .
Insistieron en que Cartland se uniera a la partida de búsqueda y el inglés enseguida asumió que estaba al mando. Era un excelente rastreador y mejor asesino, pero esas habilidades quedaban diluidas por una errónea creencia en su propia superioridad.
—Parece que Masen se va a quedar en casa de lord Cullen . La mansión está muy bien vigilada, imagino que se debe a la presencia de Christopher St. John.
Cartland sonrió.
—Seguro que el conde tiene miedo de que Masen se escape como el cobarde que es antes del día del duelo.
—Si tú lo dices… —dudó François.
El semblante del inglés se ensombreció.
—Me parece que la presencia de mademoiselle Rousseau te ha alterado demasiado.
« Lysette» . François sonrió al pensar en ella. Hubo un tiempo en que era inofensiva, pero él y sus hombres se aseguraron de que jamás volviera a serlo, ni tampoco inocente. Aparte del sincero deseo de hacer justicia contra el asesino de Leroux, el único aliciente que le veía a aquella desgraciada misión era la posibilidad de volver a cruzarse en el camino de ella.
Se le calentó la sangre al pensarlo. Lysette lucharía contra él —siempre lo hacía—, y mejoraba con cada nuevo encuentro. Pero cuanto más se resistía, más disfrutaba él. Y ahora que los Illuminés, para los que trabajaba, le habían encargado que se asegurara de que o Cartland o Masen pagaran por la muerte de Leroux, imaginaba que el inevitable sometimiento de su cuerpo le resultaría todavía más dulce.
Quizá los Illuminés pensaran que se iba a unir a ellos, pero a él no le gustaba ser un segundón.
—¿Tienes alguna sugerencia respecto a la mejor forma de proceder? —preguntó François.
—Quizá podamos atraer la atención de los guardias utilizándome como cebo.
Luego podemos asaltar la mansión por la noche y matarlo.
—Pero eso no me dirá quién es el verdadero culpable, ¿no es cierto?
Cartland se puso de pie y le espetó:
—Es evidente que yo soy inocente, ¡si no, nunca me habrían enviado tras Masen!
—Y entonces ¿qué hace aquí mademoiselle Rousseau? —François sonrió—.¿Acaso crees que sólo ha venido para observar y aplaudir mis esfuerzos? Estoy seguro de que no eres ningún estúpido. El plan era enviarte conmigo, con Quinn y con ella. Nada se ha dejado al azar. Y si crees que tu espía —hizo un gesto en dirección al hombre que aguardaba en una esquina de la habitación— te ha dado alguna ventaja, te equivocas.
—Y ¿qué sugieres que hagamos? —replicó Cartland rojo de furia.
François reflexionó un momento y luego se encogió de hombros.
—Masen se va a batir en duelo por una mujer. Quizá ella sea la clave para conseguir su confesión.
El inglés palideció.
—¿Estás pensando en secuestrar a la cuñada de St. John? ¿Es que te has vuelto loco?
—No creo que el pirata sea tan temible como se rumorea —dijo François.
—No tienes ni idea —murmuró Cartland. Entonces adoptó una expresión de astuta determinación—. Aunque… quizá tengas razón. —Sonrió con suficiencia—. Pensaré en una forma. Dame tiempo.
François se encogió de hombros de nuevo, pero también empezó a dar forma a sus propios planes en silencio.
—Está bien. Me voy abajo, ¿venís conmigo?
—No. Tenemos cosas que hacer.
—Como queráis.
Con los ojos entrecerrados, Cartland observó cómo Depardue se marchaba.
—Nos está dando más problemas de lo que esperaba —murmuró—. Como no puedo ni pensar en matarlo y o mismo, tendremos que encontrar una forma de acelerar su camino hacia ese final.
—Pues envíalo a buscar a la chica —contestó Jacques con despreocupación—. Ha sido idea suya; no debería poner muchas pegas.
Cartland sonrió mientras reflexionaba en la idoneidad del plan. Si Masen o St. John se ocupaban de Depardue en su lugar, conseguiría aumentar su presunción de inocencia.
—¿Podrías ayudarlo a entrar?
—Oui.
—Excelente. Ocúpate de ello.
Cuando Bella encontró a Pietro, el hombre estaba llevando un caballo del corral hacia el establo. Por un momento, se quedó asombrada del gran parecido que guardaba con Edward. Al haber dejado los recuerdos de su amor de infancia en el pasado no se había dado cuenta antes, pero ahora que había visto al Edward hombre, las similitudes eran imposibles de ignorar. Verlo le resultó angustioso y se le llenaron lo ojos de lágrimas. Aunque trató de hacerlas desaparecer parpadeando, eran demasiadas y le nublaron la vista. Se las limpió con enfado.
—Señorita Swan. —Pietro la miró con compasión—. Duele mucho. Ya lo sé.
Ella asintió.
—¿Cómo estás tú?
—Estoy enfadado —admitió—, pero me alegro de haberlo recuperado. Si amaba al chico que fue en su día, quizá usted se sienta igual.
—Me alegro de que siga con vida —consiguió decir Bella—. ¿Necesitas algo?
Él esbozó una sonrisa ladeada.
—Es muy considerado de su parte pensar en mí en un momento como éste.
La verdad es que comprendo que la adore.
Ella se ruborizó ante el delicado cumplido.
—Lleva muchos años amándola, señorita Swan. —La profunda voz de Pietro y su ligero acento la tranquilizaron, aunque no podía decir lo mismo de sus palabras—. Yo intenté disuadirlo desde el principio, pero se negaba a escucharme. Creo que es muy revelador el hecho de que los dos sigan sintiendo tanto por el otro después de haber estado separados todos estos años.
—Eso no cambia el hecho de que se sienta inferior a mí —dijo ella, con un suspiro tembloroso—. O que a mí no me guste la persona en la que me he convertido tratando de convencerlo de su valor.
Él la observó durante largo rato y luego asintió.
—¿Me ayuda?
—Claro. —Bella se acercó—. ¿Qué necesitas que haga?
—¿Puede llevar este caballo al establo por mí? Aún tengo algunos que pasear antes de que se ponga el sol.
Ella cogió las riendas que le entregaba. Pietro le dedicó una sonrisa un tanto extraña, pero en ese momento todo lo que tenía que ver con su vida a Bella le parecía muy insólito.
—Gracias —murmuró el hombre y se marchó.
Ella se dio la vuelta y se encaminó hacia la puerta del establo.
En cuanto entró, se dio cuenta de las intenciones de Pietro. Se quedó inmóvil y sin aliento, presa de una mezcla de sorpresa y colérico deseo.
Edward estaba de espaldas a ella, pero lo reconoció al instante. Tenía el torso desnudo y llevaba unos calzones desgastados y vulgares, junto con unas botas hessianas. Sus poderosos músculos se flexionaban por debajo de su piel sudorosa, mientras cepillaba con energía el pelaje de un caballo.
El repentino asalto de recuerdos de su infancia casi la hizo perder el equilibrio. La imagen de los arañazos que sus propias uñas le habían dejado en la piel dorada añadía mayor aliciente al atractivo cuerpo de Edward, que ella se moría por poseer de nuevo.
Él se detuvo al notar el peso de su escrutadora mirada. La profunda inspiración de ella hizo que volviera la cabeza para mirarla.
—Bella.
Espero que les guste y sigan...estaré por aquí muy pronto xoxo
¶Love¶Pandii23
