No poseo los derechos de autor. Los personajes son de Stephenie Meyer. La historia es completamente de Sylvia Day.
ÁMAME
28
Bella se despertó al notar que una mano le tapaba la boca. Se asustó mucho y luchó contra su atacante, clavándole las uñas en la muñeca.
—¡Estate quieta!
Al oír la orden se quedó inmóvil. Luego, en cuanto su cerebro soñoliento asimiló la imagen de Edward inclinado sobre ella en la oscuridad, abrió los ojos como platos.
—Escúchame —siseó él, lanzando una rápida mirada en dirección a la ventana—. Hay unos hombres fuera. Por lo menos una docena. No sé quiénes son, pero no son los hombres de tu padre.
Bella le apartó la mano para liberar su boca.
—¿Qué?
—Me ha despertado el ruido que han hecho los caballos cuando los hombres han pasado junto al establo. —Edward dio un paso atrás y se apartó de la cama—. He salido por la parte de atrás para venir a buscarte.
En un gesto instintivo, Bella tiró de las sábanas hacia arriba, pero él las volvió a retirar.
—¡Vamos! —le dijo con urgencia.
—¿De qué estás hablando? —le preguntó ella con un furioso susurro.
—¿No confías en mí? —Los ojos de Edward brillaban en la oscuridad.
—Claro.
—Entonces haz lo que te digo y deja las preguntas para luego.
Bella no tenía ni idea de lo que estaba pasando, pero sabía que él no bromeaba. Inspiró con fuerza, asintió y se levantó de la cama. La habitación sólo estaba iluminada por la luz de la luna que se colaba por la ventana. Llevaba la larga melena recogida en una gruesa trenza que se balanceaba contra su espalda al caminar. Edward se la agarró sin que ella se diera cuenta para acariciar el pelo con los dedos.
—Ponte algo de ropa —le dijo—. Rápido.
Bella se ocultó tras el biombo que había en la esquina y se desnudó para ponerse la camisola y el vestido que llevaba el día anterior.
—¡Date prisa!
—No puedo abrocharme, necesito a mi doncella.
La mano de Edward asomó por detrás del biombo, la cogió del hombro y tiró de ella para arrastrarla fuera de allí.
—¡Estoy descalza!
—No hay tiempo —murmuró.
Abrió la puerta de la habitación y salió al pasillo.
Estaba muy oscuro y Bella apenas veía nada, pero oía voces masculinas.
—¿Qué está…?
Edward dio media vuelta a la velocidad del rayo y le tapó la boca con una mano temblorosa.
Ella tardó un momento en comprender. Luego asintió, prometiendo en silencio que no volvería a decir nada.
Él siguió avanzando por el pasillo en silencio, con ella cogida de la mano. Por algún motivo, y a pesar de que iba descalza, la madera del suelo crujió bajo sus pies cuando no lo había hecho bajo las botas de Edward. Él se detuvo. Debajo de ellos las voces que se oían se quedaron también en silencio. Parecía que toda la casa estuviera conteniendo la respiración. Esperando.
Edward se llevó un dedo a los labios, luego la cogió y se la echó sobre un hombro. Lo que ocurrió a continuación fue muy confuso. Bella estaba boca abajo y, desorientada, fue incapaz de comprender cómo él pudo llevarla desde el segundo piso hasta la planta baja.
Cuando los hombres descubrieron que ella no estaba en su habitación, se oyó un grito procedente del piso de arriba, seguido del sonido de unos pasos que avanzaban por encima de sus cabezas. Edward maldijo y corrió tanto que a Bella le empezaron a doler los dientes, mientras su trenza azotaba las piernas de él con tanta fuerza que temió hacerle daño.
Edward rodeó sus esbeltas caderas con el brazo, apretó con fuerza y aceleró.
Salieron a toda prisa por la puerta principal y bajaron los escalones.
Más gritos. Más carreras. Sonido de espadas cruzándose y los gritos de la señora Pool irrumpieron en la noche.
—¡Está allí! —gritó alguien.
El suelo tembló debajo de ella.
—¡Por aquí!
La voz de Benny fue música para sus oídos. Edward cambió de dirección, mientras Bella levantaba la cabeza y veía fugazmente a sus perseguidores. Justo entonces los interceptaron otros hombres, a algunos de ellos los reconoció, pero a otros no. Éstos se sumaron a la lucha proporcionándoles un tiempo precioso y pronto ya no había nadie pisándoles los talones.
Edward la volvió a dejar en el suelo poco después. Ella miró a su alrededor con los ojos abiertos como platos y vio a Benny montado en un caballo y a Edward subiéndose en otro.
—¡Bella!
Le tendió una mano mientras con la otra agarraba las riendas con destreza.
Ella posó la mano sobre la suya y Edward tiró de ella hacia arriba y la tumbó boca abajo sobre su regazo. Cuando espoleó el caballo, sus poderosos muslos se contrajeron debajo de Bella y partieron al galope a través de la noche.
Ella aguantó como pudo, a pesar de que las sacudidas le estaban revolviendo el estómago. Pero la huida no duró mucho. En cuanto llegaron a la carretera, se oyó un disparo que resonó en la oscuridad. Edward convulsionó y gritó. Bella chilló, sintiendo cómo se desmoronaba todo su mundo.
Él se deslizó y cayó…
Bella se despertó al notar una mano que le tapaba la boca.
—Silencio. Hay alguien en la casa.
La voz de Edward la inmovilizó en la semioscuridad. Durante unos segundos, el horror y el miedo de aquel vívido sueño siguieron siendo reales. Sentir el cuerpo de Edward pegado a su espalda y sus fuertes brazos rodeándola la tranquilizó.
La consciencia fue apareciendo poco a poco. Reconoció las molduras del techo y notó el contacto del terciopelo por debajo de su pantorrilla.
Estaban tumbados en el sofá de la biblioteca. Por el aspecto del fuego de la chimenea —ya reducido a ascuas—, debía de llevar dormida por lo menos un par de horas.
Se dio la vuelta entre los brazos de Edward para mirarlo y susurró en su oído:
—¿Quién es?
Él negó con la cabeza con sus ojos negros brillando en la oscuridad.
Bella se quedó quieta, percibiendo la tensión del cuerpo de Edward. Y entonces lo oyó. El sonido de unas botas sobre el suelo de madera.
Botas. A aquellas horas…
Los latidos de su corazón abandonaron el constante ritmo de la duermevela y se aceleraron. Al contrario de lo que ocurría en su sueño, esa vez era Edward quien estaba en peligro.
Él le buscó los labios para darle un rápido y firme beso. Luego se deslizó por el borde del sofá en silencio. De rodillas, se abrochó los calzones y se puso la camisa, después se levantó despacio para coger su espadín.
Ella también se puso la bata.
—Cierra la puerta cuando me vaya —le susurró Edward, desenfundando la espada con suma lentitud para evitar hacer ruido.
Bella negó con la cabeza y se acercó hasta donde el tenue brillo de la empuñadura revelaba la posición de la daga de Edward, encima de su chaleco y su casaca. Él posó una mano sobre la suya en cuanto Bella cogió el arma.
—No.
—Confía en mí —dijo ella y volvió la cabeza para posar la mejilla sobre la suya.
Edward apretó los dientes.
—Mi cordura depende de tu seguridad.
—Y ¿crees que la mía no? —Bella le acarició la mejilla con una mano temblorosa y deslizó un dedo por la ligera línea que marcaba el lugar donde aparecía aquel hermoso hoyuelo cuando él estaba contento—. Tranquilízate. Mi hermana es « la viuda de hielo» .
Se hizo el silencio y ella pudo ver cómo Edward tragaba saliva mientras reflexionaba.
—Deja que te ayude —musitó Bella insistente—. ¿Cómo vamos a avanzar si siempre me dejas atrás?
Sabía lo mucho que a Edward lo atormentaba que ella pudiera estar en peligro porque ella sentía exactamente lo mismo por él.
Al final, lo vio asentir con cierta brusquedad. Bella le dio un rápido beso en los labios separados y desenvainó la daga.
—Te quiero.
Dijo las palabras sin sonido y con los labios pegados a los suyos.
Luego le cogió una mano y se la besó.
Espero que les guste y sigan...estaré por aquí muy pronto xoxo
¶Love¶Pandii23
