Por fin el tan esperado encuentro.
Disclaimer: Rurouni Kenshin pertenece a Nobuhiro Watsuki.
Capítulo 3
"Lazo"
1863
Contrario a lo que pudiera pensarse, Kenshin no abandonó a Hiko de la noche a la mañana, ni se escabulló bajo sus narices. Era pleno medio día, con el sol en lo alto, y Kenshin se había acercado a intentar dialogar con su maestro. Secretamente había querido convencerlo de que bajaran juntos de la montaña y se unieran a la revolución que se había estado cosechando.
"Baka deshii (estúpido estudiante), no puedo permitirte abandonar esta montaña. Ni siquiera has terminado tu entrenamiento. Olvídate del mundo exterior, y concéntrate en dominar la espada."
Sobra decir que había recibido un rotundo no. Aun así, al final, Hiko le había dado permiso de irse, si acaso deseando equivocarse. Kenshin por supuesto, ignoraba los pensamientos de su maestro.
Hubiera sido fácil, se dijo el chico, el haber ido directamente al campo de reclutamiento, otro secreto a voces, donde los revolucionarios se reunían. Todo había estallado tras el último edicto de Tokugawa en contra de los extranjeros y de ahí, había sido una bola de nieve que se iba haciendo cada vez más y más grande.
Él no lo entendía por supuesto, inmaduro y puro como era, sólo deseaba cambia el mundo, pertenecer a éste… Pero, hacía dos años, había recibido aquél mensaje de sus hermanas a través de una futura aprendiz de sacerdotisa. Incluso si no era creyente, por mero egoísmo no se atrevía a negar la veracidad de aquél mensaje. Y quizá fuera por eso que se había desviado del camino y terminado adentrándose a los terrenos del santuario.
Fue así como se dio su segundo encuentro con la miko de ojos azules, que entonces todavía no era una miko.
Había bajado de la montaña con su propio morral de provisiones, a sabiendas de que tenía lo suficiente para llegar a su destino con los rebeldes, cuando había sido confundido -dado a su espada – con un comerciante y había terminado siendo atacado por un grupo.
¿Era esto una prueba del cielo? Se cuestionó el chico, cuando se vio obligado a desenvainar la espada. Hasta ese momento jamás había tenido la necesidad de matar a nadie, su maestro siempre había estado con él para tomar tan terrible decisión y últimamente habían dejado todo en manos de la policía tras haber dejado inconscientes a sus atacantes.
Kenshin supuso que podría hacer lo mismo ahora, peleando en un inicio sin desenvainar la espada. Sumergiéndose más en una danza que en una pelea. Golpeando sin miramientos a sus atacantes en puntos clave que podrían causar heridas letales.
Sin embargo, inexperto como era, sus pasos terminaron llevándolo dentro del santuario, subiendo uno a uno los peldaños en dirección al Tori; el último oponente había resultado ser un ronin (samurai sin dueño) y Kenshin se había visto obligado a desenvainar la espada.
Pudo haberlo matado.
De hecho, estuvo a nada de hacerlo.
En un paso en falso de su atacante, el pelirrojo había conseguido la mano ganadora, giró saltando sobre éste consiguiendo herirlo en el hombro -el samurai había resultado ser mucho más habilidoso de lo esperado y conseguido evitar el golpe – Mas el muchacho había sido más adiestrado, aprovechando el impulso de su caída giró sobre sí para acertar un corte directo a la espalda de su oponente, el cual terminaría elevándolo por los aires para caer al suelo sin vida… pero.
-¡Dame! (no)
Justo en el último instante, a mitad del giro, aquella voz le había obligado a su mano a revelarse y moverse a favor de la vida de su oponente.
Había volteado el filo de la espada.
Y con eso había terminado hiriendo su propia mano.
El hombre cayó al suelo, sin embargo, inconsciente. Aun con todo la carne había sido herida en un corte largo y limpio, pero no de gravedad.
¿Debería matarlo ahora? Algo en su conciencia le decía que era mejor acabar de lleno, pero su cuerpo no le respondía.
-Te dije que pararas.
Kenshin se sobresaltó al volver a escuchar aquella voz. Algo en su dormida conciencia la reconoció, sería imposible olvidar esos ojos.
La niña se acercó hasta inclinarse sobre el caído, revisando que el mismo siguiese con vida. De cierto modo parecía una mamá gallina regañando a una serpiente, que el muchacho sintió el deseo de defenderse.
-Él me golpeó primero -soltó incómodo, como el hermano que espera salvarse del castigo de la madre tras haber golpeado a su hermano.
Kaoru le miró elevando una ceja.
-Y ya no puede pelear contra ti así que deberías dejarlo en paz. -Declaró, señalando a la espada que seguía desenvainada. -¿En serio tienes que matarlo?
Resultó fácil ofenderse.
-Sino me podría matar a mí. -Refutó con molestia.
-¿No podrías encontrar otra manera? ¿Por qué sostienes la espada, entonces?
Kenshin se sobresaltó en su sitio. Las palabras de su maestro resonando en su mente.
"El arte de la espada es el arte de matar... Matas a unos para proteger a otros, asesina a uno para salvar a todos. Ése es el principio de cualquier arte de la espada."
Avergonzado de pronto, Kenshin limpió su espada y volvió a guardarla en su funda. Con el movimiento, Kaoru fue capaz de la herida en el brazo derecho del chico.
-También estás sangrando. -El aludido miró un instante su propio daño, antes de escucharla suspirar y volviendo su atención a ella. -Ven -Le dijo.
Y comenzó a levantar el cuerpo caído del ronin para sorpresa y enojo del pelirrojo.
-¿Qué estás haciendo? Es un ladrón.
Kaoru le miró con molestia, había fuego en sus ojos.
-Es una persona, un ser humano -sentenció con fuerza.
Logrando con ello el que el corazón del chico volviera a retumbar en su pecho, y la voz de su maestro de nueva cuenta en su mente.
"Eran humanos también… que simplemente trataban de vivir sus vidas de la única manera que sabían."
-Uno que necesita atención médica antes de ir a dormir a una celda en la policía. -Concluyó ella, Kenshin casi podía jurar que lo acusaba al tiempo con esas mismas palabras, y supuso que desde su perspectiva era fácil dar con tal veredicto-. ¿Y bien señor rurouni (vagabundo)? ¿Va a ayudarme o no?
Por un segundo, Kenshin sintió un pequeño tic en el ojo, esta niña conseguía hacerlo rabiar de la misma manera que su maestro.
-Mi mano está sangrando -dijo a modo de excusa y exagerando el daño en la misma.
Ella contuvo el impulso de rodar los ojos, aunque él se dio cuenta de su sentir, era demasiado honesta.
-Puedo verlo, pero todavía te queda la otra. -Señaló para pesar de él- ¿Y bien?
Kenshin suspiró.
Y se colocó del otro lado del caído, entre los dos - aunque Kenshin podía jurar que él estaba cargando la mayor parte del peso – ambos atravesaron el Tori y entraron al santuario.
…
-¡Kaoru dono! ¿Otro más? -Fue la exclamación de Yumi al verlos entrar cargando al hombre inconsciente.
El interior estaba bastante iluminado a pesar de la hora, una suave neblina había oscurecido el paisaje, pero en el interior varias linternas iluminaban las habitaciones. Había una segunda sacerdotisa sentada con Yumi y dos chokkas atendiéndolas, estos últimos salieron a hacerse cargo de tomar al hombre inconsciente y proceder a revisarlo.
-Lo sieno, Yumi sama; pero no pude dejarlo a su suerte.
Yumi gruñó, a pesar de los presentes. Kenshin supuso que Kaoru debía darle más de un problema al día a la mayor, y por un instante sintió que tenían algo en común.
-No puedes seguir trayendo vagabundos así, este no es un hospital -le regañó.
Kaoru se mantuvo firme.
-Dijiste que el deber del clero era apoyar y ayudar a su gente, ¿cómo podríamos ayudarlos quedándonos de brazos cruzados?
Algo se estiró en el pecho del chico, ¿no había dicho algo similar a su maestro horas antes de bajar de la montaña?
-De haber sabido que tomarías mis palabras y las interpretarías a tu manera, me habría quedado callada.
-Igual, una vez dichas las palabras dejan de ser nuestras.
Kenshin rió por lo bajo, apenas una débil exclamación, -supuso que tenía más en común con la aspirante a miko de lo que creía-, pero Yumi fue capaz de oírle y tomar al fin conciencia de su presencia.
-Ah, el aprendiz de Seijuro san -Reconoció.
El aludido parpadeó mostrando un reciente interés.
-¿Conoce a mi maestro?
-Cómo no podría conocer a nuestro mejor cliente -declaró uno de los chokka con una sonrisa grande, sus dos compañeros asintiendo con él -Nuestro mejor comprador de sake
Kenshin sintió vergüenza ajena, vaya razón para darse a conocer se dijo.
-Debí imaginarlo
Karou le miró con interés.
-Así que tu maestro es un adicto al alcohol -concluyó aunque sin burla.
-Dalo por hecho -muy contrario a lo que sentía el chico.
Entonces la voz de la segunda miko volvió a llamar su atención al volver a entrar a la sala tras haber revisado el cuerpo del inconsciente.
-Es un corte bastante profundo, afortunadamente no de gravedad, ¿hace cuánto lo encontró Kaoru dono?
Kenshin se removió entonces incómodo, pero Kaoru soltó sin problemas.
-Justo cuando recibió la herida.
Yumi -con justa razón- se escandalizó.
-¡Kaoru dono! ¡El agresor…!
La morena le restó importancia con un movimiento de manos.
-Descuida, es él -lo señaló.
Kenshin se sentía como presa atrapado bajo el reflector de las luces de miles de farolas.
-Él me atacó primero -se defendió patéticamente, elevando la voz sin quererlo.
Contrario a lo que pensó, la atención volvió a concentrarse en Kaoru, supuso debido a que sabían que él era el aprendiz de Hiko. Yumi se cruzó de brazos, la molestia evidente en su semblante.
-No me digas, ¿otro ronin (samurai sin señor/dueño)? -La aludida agachó el rostro, haciendo un puchero culposo -¡Kaoru dono!
-Ya sé, ya sé. -Trató de calmarla-. Ya mandé por la policía. -Aseguró, intentando aliviar el ambiente.
Yumi elevó una delicada ceja.
-¿Lo hiciste?
La morena sólo se encogió aún más. Yumi suspiró.
-Kago kun, si fueras tan amable
El aludido, al parecer el más grande de los chokka asentió.
-Enseguida Yumi sama.
-Asegúrate de llamar al maestro Takani también.
El joven volvió a asentir y salió del recinto rumbo a la ciudad acompañado de otro más de sus compañeros. La segunda miko se excuso para volver a atender al ronin, no sin antes notar la situación del chico.
-Kaoru dono, tu invitado sangra -señaló.
Por toda respuesta, la aludida intentó hacerse la desentendida.
-¿Oh, enserio?
-¡Kaoru!
Mas Yumi no le permitió lavarse las manos, la mayor sabía que no estarían en esa situación de no ser precisamente por la niña.
-No importa. -Contestó Kenshin, restándole importancia, de cualquier manera no planeaba quedarse -Puedo curarme yo mismo. -Aseguró.
Pero Kenshin no había notado el duelo de miradas entre aprendiz y sacerdotisa, mucho menos el momento en el que la última había ganado y obligado a la primera a aceptar sus responsabilidades por encima de sus propios intereses. Así que se sobresaltó cuando la niña le detuvo al tomarle con fuerza la mano sana y obligado con la misma fuerza a sellar su mirada con la suya propia.
-Prometí que te curaría y eso haré, así que sígueme -Sentenció, comenzando a andar.
Por detrás de ellos, Yumi les seguía con la mirada -brazos cruzados- con un extraño brillo en sus orbes castañas.
Algo confundido, el chico repasó su previa conversación en su mente, sin encontrar la promesa que la niña mencionaba.
-No prometiste na-
-¡Solo síqueme!
Y así, sobresaltado por el temperamento de la aprendiz de miko, se dejó arrastrar hasta la habitación de la misma, casi casi que a regañadientes. Y se hubiera quejado lo suficiente hasta haberse liberado del agarre y enfrentado a la misma; excepto que estaba cansado -y algo hambriente- y la mano le dolía, haber volteado la katana en el último segundo le había supuesto un mayor esfuerzo -aunque ignoraba exactamente cómo se había hecho el corte en la misma.
Kaoru no le soltó sino hasta que hubieron entrado en la habitación. El santuario tenía un edificio aparte donde dormía el sacerdocio, incluyendo a las miko, las aprendices y los recientes refugiados de otros santuarios, por lo que era normal el que compartiesen habitación. Sin embargo, Kenshin se dio cuenta de inmediato -tras dar una mirada inquisidora al cuarto- que la aprendiz gozaba de acomodo individual, un área exclusiva para ella; se recordó entonces el porqué de aquél favor.
Kaoru era una vidente según las creencias. Si kamisama la visitaba en sueños, nadie más tenía derecho a ocupar el mismo espacio. Pero supuso que el acceso durante el día no estaba restringido necesariamente a tener una que otra visita.
O de otro modo él no estaría allí.
-¡auh! -se quejó cuando el alcohol hizo contacto con el golpe, la niña lo atendía sin aviso ni cuidado, el pelirrojo la miró con irritación. -Pensé que las mikos debían ser gentiles.
A su lado, la morena apenas y se inmutó.
-¡Hmp! Me confundes con una geisha, nosotras no fingimos. -Señaló con orgullo. Luego analizó el corte en el antebrazo del chico. -Apenas y es un rasguño. -Dijo sorprendida.
Porque efectivamente se trataba de un corte limpio y casi hasta pequeño, que fortuna había evitado la mayor parte de la vena del corazón.
-Te dije que podía curarlo yo mismo -Le recordó todavía sonando irritado, pero se dejó atender hasta que ella le hubo vendado la herida, descubriendo que sí se había lastimado la muñeca, ella lo notó también y se aseguró de apretar la venda como era debido.
Kaoru lo miró con atención una vez terminó. El chico era apenas media cabeza más alto que ella, pero se veía bastante joven. Sus ojos eran azules como los de ella, pero tenían atisbos de listones violetas, casi como los ojos de un chamán, se dijo. Su cabello era de un castaño que en la luz se veía pelirrojo y la niña se preguntó si tendría sangre extranjera, lo más seguro sería que sí, aunque no se atrevía a mencionarlo por miedo a ofenderlo. De pronto se sintió con ganas de saber más de él.
-¿Qué edad tienes? -Preguntó.
Kenshin, que seguía sintiéndose irritado por las razones incorrectas, le miró con cautela.
-¿Por qué te interesa?
Kaoru sacudió los hombros.
-¿Y por qué no? -discutió, y luego un brillo de diversión bailó en sus ojos- …Shinta -Soltó, incapaz de ocultar su sonrisa.
El aludido casi se levanta de su silla, el sobresalto es evidente en su expresión, el chico se remueve incómodo y ella finalmente deja salir su risa.
-Entonces acerté.
-Mi nombre es Kenshin -gruñé él.
Kaoru vuelve a analizarlo, pero ya no hay duda en sus ojos, sino una ligera ternura que lo destantea hasta olvidarse de su enojo.
-Hmm, supongo que tiene sentido si eres un espadachín. ¿Quién es tu señor?
La voz de su maestro vuelve a resonar con fuerza en su mente.
"El Hiten Mitsurugi es una espada libre"
Vuelve a sentir la necesidad de cerrarse en sí mismo, mas Kaoru, al darse cuenta de su incomodidad por el tema, termina disculpándose al instante.
-No tienes que explicarte si no quieres. -Le aseguró para su sorpresa- Sólo necesito saber si tienes dónde pasar la noche.
Eso… es algo en lo que no había pensado; a través de la ventana alta, él se da cuenta de que la noche ha comenzado a instalarse.
-Odiaría importunar.
-¡Ha! -Se burla ella al instante, -como si no lo hubieras hecho ya.
El pelirrojo vuelve a arrugar el gesto.
-No eres muy convincente, ¿sabes?
Por toda respuesta ella ríe, y Kenshin se da cuenta de que podía pasarse la vida discutiendo con ella si el encuentro termina con su sonrisa.
-Soy Kaoru, -se presenta al fin con una pequeña reverencia -miembro de la honorable familia Kamiya y aprendiz de sacerdotisa.
Kenshin la imita.
-Himura Kenshin, aprendiz del Hiten Mitsurugi Ryu
-No me resulta familiar, aunque lo cierto es que no conozco mucho del arte de la espada, salvo las katas que nos enseñan aquí
Él la mira con genuina sorpresa.
-¿Ustedes usan la espada?
Kaoru se aguanta las ganas de burlarse.
-Toda sacerdotisa que se precie debe saber pelear con distintos instrumentos. -Explica. -Mi hermano - Koishihiro -incluso se ha inspirado para diseñar un nuevo estilo de espada, el Kamiya Kashin Ryu. O al menos así planea llamarlo.
Kenshin asiente, ligeramente intrigado por saber más de ella.
-¿Tienes una familia grande?
Kaoru sonríe con algo de pena.
-Al ser hija de un daimyo se podría decir que sí, pero en realidad sólo somos mi hermano y yo. El resto son los hermanos de mi padre. ¿Tú?
Kenshin niega con la cabeza -Sólo somos yo y mi maestro -y se sorprende al decirlo, no porque no sea cierto sino porque lo es, en cierta forma Hiko era su familia, aunque ignoraba si el hombre veía lo mismo en él.
El resto de la tarde continua con una conversación amena en la que ambos completan de a poco sus historias y compaginan - sin saberlo – sus destinos. El pelirrojo se pregunta si esto es lo que se domina formar un lazo, de amigos al menos, descubriendo lo cómodo que se siente en compañía de ella. Kaoru siente algo parecido, incluso si se relaciona con los habitantes del santuario siempre ha habido una línea que ninguno pareciera querer cruzar con ella, todo por su papel en sus creencias, a pesar de su corta edad; por lo que relacionarse de esta manera con el chico -mientras tienta los límites de su libertad con el mismo al hacerle perder la paciencia- resulta refrescante.
…
Mas tarde llega la hora de la cena, y Kenshin se sienta a la misma mesa que el resto, las miko y las aprendices sin embargo, se encuentran en la habitación siguiente -puertas abiertas- y acepta la hospitalidad con el corazón abierto.
-Suerte con la sopa -murmura de pronto un chico a su lado, y el aludido le mira con cierta confusión- fue el turno de Kaoru dono de cocinarla.
Aquello lo destantea un más, y decide dejar la sopa hasta el final.
Grave error, se da cuenta después.
-Está amargo y agrio al mismo tiempo -murmura, mano en la boca para evitar devolver lo que a fuerza ha entrado.
Kaoru aparece de repente.
-¿Todo bien?
Y Kenshin no sabe si mienta por pena hacia ella o por temor a sí mismo sobre la posible reacción de ella, especialmente con el temperamento que le ha descubierto horas atrás.
-Ah, todo bien.
Entonces hay un murmullo de voces afuera y el semblante de ambos cambia.
Dos oficiales de la policía se encuentran afuera y están por entrar para llevarse al ronin, que aún seguía inconsciente. Yumi le hace una señal a Kaoru y la niña asiente, antes de que Kenshin pueda siquiera reaccionar la morena ya le ha tomado del brazo y jalado de vuelta a su habitación.
-Ven, deprisa.
El chico entiende que aquello es más por la protección de él que del mismo santuario, esta chica está intentando protegerle al encubrirlo. Aunque duda que aquello vaya a funcionar del todo, tras recordar el resto de la banda que había dejado igualmente inconscientes en las afueras del santuario.
Por un instante mira sus manos enlazadas, incluso en compañía de su maestro -donde el contraste entre ambos le hace lucir pequeño e inofensivo – nunca nadie se había tomado tantas libertades con él. Obviando protocolo, nunca había recibido tanta atención sincera, mejor dicho, nunca nadie -a veces ni siquiera su maestro- se había interesado tanto en él. Y el joven no puede recordar entonces a dónde se suponía que debía ir.
…
Llegan a la habitación y permanecen ahí hasta que los oficiales se han ido. Kaoru le guía después en dirección a los baños, donde le provee de ropas limpias, él no está muy seguro de que el blanco sea su color pero no se queja, después de todo es más un refugiado que un invitado, se dice.
Cuando vuelve al edificio, Kago el chokka que había ido por los oficiales, le informa que debe dirigirse a la habitación de Kaoru dono como todos la llaman, se da cuenta al fin. Ni siquiera tiene que tocar, la morena abre la puerta incluso antes de que el mismo levante la mano, y con ese simple gesto le invita a pasar.
Sólo entonces el pelirrojo nota los dos futones en el suelo que ella ha preparado, y de pronto no sabe qué decir.
-No hay remedio, deberás quedarte aquí. -Le informa ella, terminando de ajustar la corona de trenzas en su cabeza.
-No tengo que hacerlo, sé dormir a la intemperie. -Asegura él, algo avergonzado.
Kaoru, sin embargo, le mira con severidad.
-¿Ofenderás mi hospitalidad? -Reclama, Kenshin desvía la mirada contrito tras un instante. -Por supuesto que no.
-¿Aunque sea impropio?
Los ojos de ella se abren en asombro.
-¿Cuántos años crees que tengo? -Pregunta con genuina curiosidad.
Él la mira aún más destanteado.
-¿Por qué importa?
-Porque dependiendo de nuestras diferencias de edades será impropio o no. -Asegura ella. Y tiene un punto, reflexiona él, ella insiste -¿Y bien?
-Tengo catorce.
Ella parpadea sorprendida.
-Te ves más joven.
-Eso me dicen -contesta sonrojado-, ¿tú?
Ante la pregunta la sonrisa de Kaoru regresa y se ensancha, manos en las caderas.
-Diez -Suelta como la fresca mañana, mentón arriba, orgullosa.
A Kenshin le cae un balde de agua fría encima, boca abierta en asombro e incredulidad, si es casi tan alta como él. Lejanamente la voz de su maestro quejándose de lo enano que es vuelve envuelta en una risa.
Kaoru desde luego ignora de lleno su reacción, acostumbrada como siempre a que la gente reaccione de esa manera cada que confiesa su edad.
-Así que no habrá problema -asegura tomando la división con ambas manos-, igualmente pondré la pantalla, no te atrevas a pasarla -amenza.
Kenshin regresa a sí mismo, a esa parte de él que le gusta discutir con ella.
-Como si fuera a haber algo que ganar del otro lado -murmura por lo bajo, metiéndose a su futón.
-¿Dijiste algo? -cuestiona ella por encima de la pantalla.
Kenshin ni siquiera se voltea.
-Nada, sólo mis plegarias. -Asegura con una sonrisa altanera.
Ella le mira confusa.
-Pensé que no eras creyente
Finalmente él la mira por encima del hombro, la risa burbujeando en su garganta.
-Estaba siendo sarcástico -suelta.
Y la reacción que esperaba se dibuja en la venita que le sobresale en la frente a su compañera.
-Cretino. -Gruñe lanzándole un cojín.
Kenshin lo intercepta con facilidad, pero esperando atraparlo hasta que casi le golpea el rostro, y se suelta en carcajadas.
Himura Kenshin no se une ése año a los rebeldes. Su viaje se retrasa por una especie de retiro espiritual, después de todo, ¿no le había dicho su maestro que necesitaba aclarar su mente antes de pensar en involucrarse en la lucha? Internamente sabe que no es por qué sino por quién ha decidido desviarse, pero aún es muy pronto para reconocerlo.
Así que se engaña en sus días en el santuario con ella, y si está siendo egoísta, comportándose como un niño, se dice que sólo está actuando acorde a su edad.
Ambos comparten la habitación noche tras noche, durante el día comparten las actividades, incluso si en algunas el chico se reduce simplemente a observarla; Kenshin se ha convertido en algo así como su guardaespaldas, reflexiona Yumi.
Ha pasado una semana y la miko decide que su deseo egoísta quizá termine haciendo más daño que bien. Pero al ver la sonrisa de Kaoru, se convence de que no podría ser de otra manera, no desea el mismo destino para ella.
Así que permite aquél lazo e ignora el mal presentimiento que le advierte de una futura tragedia.
A/N: Sé que dije que no me sumergiría de lleno en los datos históricos, y como siempre terminé bebiendo del agua que dije que no iba a beber xD Así que perdonen si eso hace que los capítulos sean más tardados de escribir.
