Hermione tenía un mal presentimiento. Desde hacía días había sentido algo frío que parecía aferrarse a su espalda. Había asumido que era psicológico. Para todos los que sabían que Voldemort había regresado, la sensación de paranoia debía ser similar. Las palabras de Harry aún le resonaban en la cabeza. La forma en la que había descrito a Voldemort y cómo se habían dado los acontecimientos.

Se pasó todo el viaje de vuelta en tren taciturna. Sintiendo escalofríos. Le pareció ver que algunos alumnos de Slytherin la miraban fijamente durante el trayecto. Lo achacó, una vez más, a su paranoia.

Pero hubo algo que no puedo achacarle. Cuando abrió la puerta de su casa, con su baúl a rastras y, sentado en su salón, se encontró nada más y nada menos que con Lord Voldemort, esperándola. Se le cayó todo al suelo pero atino a sacar la varita a tiempo.

_ Hermione… ¿Qué estás haciendo? _ Voldemort mostró una sonrisa aterradora. _ No querrás que te expulsen por haber hecho magia fuera del colegio, ¿Verdad?

_ El ministerio será comprensivo dadas las circunstancias. _ Hermione miraba de un lado para otro, buscando a sus padres, temiéndose lo peor.

_ El ministerio va a tomar las medidas pertinentes para asegurarse de que nadie sepa de mi regreso… incluso si tiene que expulsarte… tú mejor que nadie deberías saber que el ministerio está lejos de ser de fiar. Baja la varita, Hermione… tú no puedes matarme… además… tampoco quieres, en el fondo lo sabes.

Hermione notó como, lentamente, su varita iba bajando. No fue un acto consciente. De no haber sentido ya la maldición imperius en clase, se le habría pasado por la cabeza que el mago oscuro la había usado con ella. Notó cómo le temblaba la mano y se le escurrió la varita entre los dedos.

Pero lo más extraño fue percatarse de que no tenía miedo. Era como si su instinto se hubiera apagado. Racionalizaba que estaba en peligro mortal, pero su cuerpo no respondía a ello. Su pulso no se aceleraba, su respiración no se entrecortaba.

_ Realmente el ministerio hizo un gran trabajo contigo, Hermione. _ Voldemort parecía molesto. _ Siéntate frente a mí, donde pueda verte.

Hermione movió los pies pesadamente y finalmente se sentó en el sofá. No estaba asustada, pero sí nerviosa, sentía una extraña expectación en la boca del estómago, sintiendo que algo se aproximaba.

_ Realmente no recuerdas absolutamente nada… _ Emitió un largo suspiro. _ Una parte de mí esperaba que todo esto fuese una pantomima.

_ No tengo ni idea de qué estás hablando. _ Le miró a los ojos, con desafío. _ Si has venido a matarme, hazlo ya.

_ Hermione, no soy la clase de hombre que mataría a su propia hija…

_ Si esta es alguna clase de truco o juego para llegar hasta Harry, no sé a dónde quieres llegar. _ Cerró el puño.

_ No es ningún truco, hija mía… Te lo han hecho olvidar… pero en el fondo sigue ahí… bajo la superficie… Recuerda, Hermione.

La joven sintió un agudo dolor de cabeza, escuchó un pitido que la hizo estremecerse y cayó al suelo. Pudo ver una imagen, un flash… apenas un destello. Pudo ver una gran serpiente dirigirse hacia ella y abrir la boca, amenazadora. Pudo recordar cómo, sin miedo, había abierto la boca y había hablado al reptil.

_ Detente.

Hermione se quedó en silencio un par de segundos. Se había desplomado en el suelo. Respiraba agitadamente. Le dolía la cabeza… sentía su cerebro ardiendo. Pero aquella imagen le parecía muy real, muy vivida. La serpiente… y aquel salón que no recordaba haber visto antes.

_ ¿Y bien, Hermione?

Hermione pudo escuchar que de los labios de Voldemort había emergido un siseo, similar a la forma en la que había escuchado hablar a Harry con serpientes más de una vez. Pero esta vez, fue completamente capaz de entender las palabras que había tras ese sonido.

_ Eso no demuestra nada.

Se asustó al notar la forma en la que su boca se curvaba. Lo había sentido. No había sido intencional, pero aquellas palabras no habían sido pronunciadas en inglés. Se estremeció.

_ No eres el único hablante de pársel del mundo. _ Tragó saliva.

_ Lo que sí demuestra, querida… es que tienes un don… y que durante todo este tiempo… alguien te lo ha estado negando. _ Hermione se estremeció. Eso era cierto. _ Has heredado la perspicacia de tu madre. Estoy seguro de que no podrás evitar preguntarte qué más te han arrebatado.

Voldemort desapareció envuelto en una neblina oscura y Hermione se dejó caer en el sofá. Encontró a sus padres inconscientes en su cama… no les había hecho daño. No sabía si eso la aliviaba o la asustaba aún más.

Aquella noche, Hermione no durmió. No podía evitar tener pesadillas con lo sucedido el día anterior. Pensó en escribir a Harry, pero fue incapaz. ¿Y si Voldemort realmente era su padre? Le había encarado con más valor del que sentía, pero lo cierto es que no quedaban muchos hablantes de Pársel conocidos.

Decidió irse al parque y olvidar lo sucedido. Se encontró a sí misma sentada en un columpio, observando la nada. Ni siquiera prestó atención a que alguien se sentaba en el columpio contiguo hasta que movió la cabeza como por casualidad y se percató de que se trataba de una cara conocida.

Hermione no podía evitar preguntarse qué diablos hacía Pansy Parkinson sentada en un columpio, en un parque muggle, situado en mitad de Londres. La certeza de que algo no iba bien la atenazaba y le daba pánico.

_ Hola Hermione. _ La saludó con una sonrisa.

Era la primera vez que escuchaba a Pansy llamarla por su nombre sin algún apelativo despectivo. Si hacía memoria no estaba segura de si la había escuchado usar su nombre de pila alguna vez.

_ ¿Qué haces aquí? _ Le preguntó, sin contener su mal humor.

_ Venía a verte… _ extendió la sonrisa, no parecía irónica. _ Sabes… es raro… ahora que por fin puedo dejar de fingir.

_ ¿Fingir? ¿Fingir qué? _ La miró firmemente a los ojos.

_ Ya sabes… que me caes mal. Fingir que te odio. _ Emitió un largo suspiro. _ Ha sido agotador.

_ ¿Insinúas que has fingido odiarme durante cuatro años? _ Hermione la miró a los ojos, elevando una ceja.

_ Sí. _ Se bajó del columpio, mordiéndose el labio.

_ Pues has hecho un gran trabajo. _ Le espetó Hermione, furibunda. _ Jamás habría dudado que me odiases profundamente.

_ Bueno… ese era el plan. _ Dijo, mirándola.

_ ¿Y de quién fue ese plan? _ Bufó Hermione, poniendo los ojos en blanco.

_ Tuyo… ¿No te acuerdas?

Aquella vez fue como si un camión acabara de golpearla en la cabeza y su cerebro estuviera dando vueltas por su cráneo. El dolor fue terrible, y con él llegó otro flash mucho más intenso y otros recuerdos más nítidos.

Se vio a sí misma en un carruaje, atada de pies y manos, mientras abandonaba una gran mansión que sólo distinguía a través de los barrotes del escaso cubículo de madera. Recordaba sentir muchísimo odio y frustración. Pero también recordó cómo, a mitad de trayecto, el carruaje se detuvo y los caballos emitieron relinchos de terror.

La puerta trasera del carruaje se abrió y, tras la figura alta de su madre, Pansy se mostró, adentrándose en el habitáculo. Hermione la miró, incrédula. ¿Qué tenía? ¿Nueve, diez años?

_ ¿Qué estás haciendo? _ Le preguntó la castaña, con voz sombría.

_ Sacarte de aquí. _ Respondió Pansy, sintiendo que recalcaba una obviedad. _ No iba a dejar que te metieran en Azkaban sin hacer nada.

_ Pansy… eso es exactamente lo que vais a hacer tu madre y tú. _ La miró a los ojos. _ Vais a dejarme aquí y vais a volver a casa. Con suerte los guardias no os habrán visto la cara, pero deberíais borrarles la memoria de todas formas.

_ Hermione… No puedo dejarte aquí. _ Susurró ella. _ No puedo quedarme sabiendo que vas a ir a ese infierno sin…

_ Pansy, no me han condenado a Azkaban. _ Hermione suspiró. _ En el ministerio han sido más creativos… Han decidido borrarme la memoria.

_ ¿Borrarte la memoria? _ Pansy se estremeció.

_ Sí, al parecer han decidido que mi castigo será criarme entre muggles. Creo que es más cruel incluso que pasar la tarde con los dementores.

_ Bueno… pero si eso es cierto… podré volver a verte. Tendrán que enviarte a Hogwarts… serías un peligro de no hacerlo. _ Pansy sonrió, esperanzada.

_ Cuando me veas en Hogwarts actuarás como si no me conocieras. _ La miró fijamente. _ Me tratarás como a la asquerosa sangre sucia que creeré ser.

Pansy le miró como si le hubiera dicho que se habían cancelado las navidades durante el resto de su vida, visiblemente destrozada.

_ ¿Por qué?

_ Porque si intervienes… sabrán que estabas relacionada conmigo de alguna manera. Sabrán que sabes quién soy… y entonces tendrás problemas.

_ Pero Hermione… tú eres mi mejor amiga… no puedo olvidarte sin más… no puedo fingir que…

_ Lo harás… es más… te vas a meter conmigo, me vas a humillar e insultar. Quiero que no quede una sola persona en Hogwarts que dude lo mucho que me desprecias.

_ Pero…

_ No, Pansy. Júramelo. _ La miró a los ojos._ Por nuestra amistad.

_ Lo juro… _ Susurró ella, bajando la cabeza. _ Haré lo que me pidas, Hermione. Pero prométeme que volveremos a hablar, algún día. Que volveremos a ser amigas.

Hermione alargó la sonrisa.

_ Te lo prometo. Y ahora márchate.

Hermione se había caído del columpio. La única razón por la que no se había dado de bruces contra el suelo era que Pansy la había sujetado. Notaba el corazón desbocado y el cerebro ardiendo. Era como si estuviera metiendo la cabeza en un horno. Se notaba la boca seca, le costaba pensar.

_ ¿Estás bien? Quizá es demasiado pronto… sé que me dijiste que "cuando llegara el momento"... pero quería verte. Han sido unos años muy largos.

_ Esto no puede ser cierto… _ Suspiró Hermione. _ Mi vida entera no puede ser una mentira. Esto es un truco.

Apartó a Pansy de un manotazo, tratando de recuperar la estabilidad, a pesar de que aún se sentía terriblemente mareada. Quería ganar terreno, distanciarse pero Pansy la siguió.

_ ¡Déjame en paz! _ Le espetó, sacando su varita del bolsillo.

_ Tú no harías magia en público… en un barrio muggle. _ Suspiró Pansy. _ No serías tan tonta.

_ Sería en defensa propia. _ Espetó, tragando saliva.

_ ¿Para defenderte de qué? ¿De que te dé un abrazo? _ Pansy suspiró. _ Porque es lo que iba a hacer.

_ No creo que mi cerebro sea capaz de soportar eso sin fundirse. Si con unas palabras casi me matas no quiero ni imaginar…

_ ¿Cómo que casi te mato?

_ Mi cabeza… estas imágenes que me estáis metiendo… _ Notó algo cálido bajo la nariz.

Estaba sangrando. Apenas un par de hilos de sangre por la nariz. Pero no pudo evitar asustarse al pensar en lo mucho que le dolía la cabeza.

_ Estás intentando recordar dos vidas… debe ser duro para tu cabeza. _ Suspiró Pansy. _ Lo siento, iremos más despacio.

_ Esto no puede ser cierto… _ Hermione cerró la mano en un puño. _ No voy a dejar que juguéis así conmigo.

Se adelantó hacia Pansy y le dio un golpe en la nariz, que emitió un crujido, reflejando que se había roto. La morena se dejó caer al suelo, emitiendo un lloriqueo.

_ ¡Está bien! ¡Pégame si te hace sentir mejor! _ Le gritó, con los ojos húmedos. _ Pero eso no va a cambiar quién eres, Hermione. Ni lo que vivimos juntas.

_ ¡Márchate! _ Le gritó a Pleno pulmón. _ ¡No voy a formar parte de vuestro juego! No voy a traicionar a mis amigos por mucho que juguéis con mi mente.

Pansy se puso en pie y la miró con fijeza. Tenía la boca completamente teñida por la sangre que había manado de su nariz.

_ Ya es tarde para eso, Hermione. _ Bufó, visiblemente enfadada. _ Está bien. Vive esa falsa vida muggle el tiempo que quieras. Pero eso no va a cambiar nada.

Pansy se dio la vuelta y se marchó en dirección contraria. Hermione no la detuvo, aunque notó que la mano con la que la había pegado le temblaba.

Después de aquello, Hermione no estuvo segura de si aquello había sido real o un simple sueño. Nadie volvió a tratar de contactar con ella en todo el verano. No hubo más sueños ni visiones. Pero sí pesadillas relacionadas con el carruaje en el que recordaba, con total nitidez, haber estado encerrada.

Fue un verano común, anodino. Cuando Hermione volvió a subir al expreso de Hogwarts el uno de septiembre, reencontrándose con Harry y Ron, se sintió mejor. Estaba convencida de que lo había superado… hasta que, de camino a la reunión de los prefectos, sus ojos se cruzaron con los de Pansy.