Intentaré tardar lo menos posible, Dcromeror, aunque ahora tengo trabajo y me tiene ocupado. Aquí tienes el capítulo 2.
El pájaro había caído como una piedra. En pleno vuelo había ardido y se había desplomado. Al tocar el suelo de piedra, terminó de consumirse hasta no dejar más que un montón de ceniza. Una Hermione muy niña, que apenas rozaría los seis años, tenía la mano adelantada. Pansy aún no se creía que ella fuera la causante de todo aquello.
_ Pero… si ni siquiera tienes varita. _ Espetó la muchacha, con los ojos como platos y la boca abierta de par en par, reflejando algunos huecos en la dentadura fruto de la caída de algunos dientes de leche.
_ La varita sólo es un canal, Pansy. _ Susurró Hermione. _ La magia está dentro de nosotros… es simplemente que algunos somos más perceptivos que otros. ¿Acaso has visto que un elfo necesite varita?
_ ¿Dices que los elfos son mejores que los magos? _ Preguntó Pansy en su inocencia. Hermione se carcajeó, provocando que se sonrojara.
_ Es sólo fuerza bruta, Pansy… es como un gorila… sí, es más fuerte que una persona… pero de poco le sirve esa fuerza sin otros talentos. _ No, decididamente Hermione no hablaba como las otra niñas de su edad. Parecía mayor de lo que era. _ Hace falta una mano muy refinada para emplear la magia como se debe… los elfos no pueden ni soñar con tenerla.
Pansy se llevó la mano a la barbilla, visiblemente confusa.
_ Lo entenderás más adelante.
_ ¡Hermione!
En el presente, Hermione se había quedado traspuesta en el compartimiento. Notaba el ya familiar calor de la sangre que le bajaba por la nariz, pero la cabeza ya no le dolía tanto. Era como si la barrera que separaba aquellos recuerdos de su consciencia fuese cada vez más fina. La asustaba pensarlo. La primera vez se había desmayado por una imagen.
Muy distinto había sido aquel instante, en el que había tenido un recuerdo completo y no había quedado más que traspuesta.
_ ¿Estás bien? _ Le preguntaba Ron. _ Te sangra la nariz.
_ Sí… debe ser el cambio brusco de temperatura, estoy bien. Sólo un poco dormida.
Mintió por inercia… ni se lo pensó. ¿Por qué lo ocultaba? Era como si una fuerza en su interior le impidiera decirlo. Y también porque le daba miedo. Le daba miedo cómo iban a reaccionar. No quería que la relacionaran con Voldemort de ninguna manera.
Notar la mirada de Pansy clavada en ella mientras se movía por el tren o subía al gran comedor no ayudaba. Estaba claro que no había olvidado la conversación que habían tenido a principios de verano, y que esta no había sido ningún sueño. Hermione no tenía apetito aquella noche, pero se forzó a comer. Por suerte, había demasiada actividad para que nadie se fijara en ella, o eso quiso pensar.
Estaba encerrada en sí misma, con sus pensamientos, hasta que el profesor anunció que presentaba a la nueva profesora de defensa contra las artes oscuras. Levantó la cabeza interesada cuando la mujer se adelantó.
Se trataba de una mujer menuda, pálida como la ceniza, con una cortina castaña por cabello que caía a ambos lados de su rostro. Había una mirada inteligente y sibilina en sus ojos oscuros mientras miraba hacia los alumnos. A Hermione le dio la impresión de que la había mirado a los ojos directamente, y eso la asustó.
Tenía la extraña sensación de que conocía a la mujer, y vista sus experiencias desde que Voldemort la había visitado, no dejaba de pensar en todos esos pequeños detalles con mucha más importancia. Cada sensación de que algo era familiar le preocupaba.
_ Estaré encantada de conoceros a todos. _ La mujer tenía un tono de voz elocuente, calmado y seguro… con un ligero toque a un acento del este de un país que Hermione no supo identificar. _ Soy la profesora Elizabeth Baker. La verdad, no era necesaria tanta parafernalia, profesor Dumbledore. Tan sólo un pequeño apunte habría bastado.
La mujer se dirigió de nuevo a su asiento en la mesa que presidía el comedor, y esta vez Hermione sí que estuvo segura de que la había estado mirando y notó una extraña sensación de desasosiego. Aquella noche no durmió demasiado bien y por primera vez en su vida parecía distraída en sus clases, desubicada.
Había estado a punto de causar un accidente en pociones y por poco se había quedado dormida en encantamientos. Pero la clase con la nueva profesora fue la peor a pesar de que logró mantener el tipo.
La profesora Baker le hizo todas y cada una de las preguntas a ella. Y aunque Hermione supo responder correctamente, acabó mentalmente agotada. Suerte que era la última clase del día. Necesitaba relajarse. Estaba recogiendo sus cosas cuando notó a la profesora detrás de ella.
_ Señorita Granger… cuando sus compañeros hayan salido me gustaría hablar con usted a solas.
_ Sí, profesora.
Hermione obedeció y se vio a sí misma sentada sola frente a aquella mujer, sintiéndose muy pequeña repentinamente, como un pequeño insecto ante un enorme depredador capaz de aplastarla en cualquier instante. La mujer esperó pacientemente a que el aula quedara vacía y entonces cerró la puerta tras de sí.
Cada paso retumbó de forma extraña. Cuando se sentó en la mesa, a apenas un metro de ella, Hermione notó que su pulso se desbocaba.
_ Hay que ver cuánto has crecido, Hermione… estos años te han sentado muy bien. Te has convertido en toda una mujer.
Su mal presentimiento parecía estar cobrando sentido. Mientras aquella mujer la miraba, notó cómo volvía a dolerle la cabeza. Había otro recuerdo buscando salir de su memoria, pero esta vez su cerebro estaba haciendo su mayor esfuerzo por rechazarlo.
_ Me duele mucho que no me reconozcas… _ Suspiró, un suspiro largo y hastiado. _ El departamento de desmemorizadores del ministerio es ducho en su trabajo. Pero no temas… Los recuerdos surgirán tarde o temprano.
_ Quizá yo no quiera que surjan. _ Reconoció, con desafío, mirándola fijamente. _ Quizá quiera seguir siendo la persona que soy ahora.
_ Pero eso no es justo, ¿No crees? _ Se adelantó y le acarició el rostro con los dedos. _ Para tomar esa decisión deberías tener toda la información.
Hermione emitió un suspiro, sintiéndose extrañamente reconfortada. La mujer no le había dicho quién era, pero instintivamente lo supo. Instintivamente la palabra acudió a sus labios y, como empujada por un impulso irresistible, emergió, buscando desesperadamente ser escuchada.
_ Madre… _ Hermione no mostró la sorpresa que esperaba ante sus propias palabras.
Mirándola con detenimiento no le costaba ver que su cabello tenía exactamente el mismo tono que el suyo… ¿Quizá se lo alisaba con magia como ella había hecho en alguna ocasión? Y sí que había similitudes aquí y allá. La forma de la nariz, los ojos… Muchos más que con la que había creído siempre que era su madre biológica.
_ Mi querida y dulce Hermione. _ Susurró, mirándola a los ojos. _ Sabía que una parte de ti no me iba a olvidar… Tenía que estar cerca de ti…
Hermione tuvo un estremecimiento y pudo notar cómo la sangre bajaba por su nariz. El recuerdo fue fugaz, pero muy intenso. Se vio a solas con aquella mujer, en una habitación de la que estimaba era la misma mansión que había visto en el otro de sus recuerdos.
Le tendía una copa dorada, y ella se la llevaba a los labios y bebía. Recordó un sabor ferroso mientras aquel espeso líquido carmesí bajaba por su garganta. No le costó identificar aquella sustancia.
Y sintió un extraño placer recorriendo su cuerpo, que la llevó a recoger con la lengua su propia sangre, que había manado de sus fosas nasales una vez más. El sabor la dejó extasiada, como si fuera algo conocido y deseado. Sintió un extraño estremecimiento y una sonrisa extensa adornó su rostro hasta que pudo reaccionar, visiblemente confusa.
_ ¿Qué ha sido eso? _ Preguntó, echándose hacia atrás en la silla.
_ No lo sé, no puedo leerte la mente… aunque por tu expresión parece que has recordado uno de nuestros momentos más cercanos como madre e hija.
_ Me estabas haciendo beber sangre. _ La miró con repulsión.
_ Y te estaba encantando, que es lo que más te asusta. _ Sonrió la mujer. _ Porque la persona que eras no puede parecerse menos a la persona que eres ahora.
Elizabeth parecía encontrar todo aquello muy divertido.
_ Verás… yo te crié de una forma muy distinta a como recuerdas que lo hicieron tus padres muggles.
_ ¿Quizá porque ellos me querían? _ La miró con fijeza.
_ Yo siempre te he querido, Hermione. _ Se acercó a ella y trató de acariciarle la mejilla, pero Hermione se apartó. _ Estoy muy orgullosa de ti. Eres una joven astuta, decidida, hermosa… ¿Cómo no iba a quererte cuando hay tanto de mí en ti? Y eso es real… no como esas imágenes que el ministerio ha puesto en tu cabeza.
Hermione bajó la mirada, sintiéndose dolida. Si todos los recuerdos que tenía con sus padres eran falsos de verdad… ella misma… su propia identidad. ¿Podía considerarse real?
_ Y mi supuesto padre… ¿Él me quiere? _ Le preguntó.
_ Tu padre no quiere a nadie más que a sí mismo, Hermione. _ La muchacha chasqueó la lengua. Si le hubiera dicho que sí, habría sabido que todo tenía que ser mentira. _ Yo siempre te he querido por ambos. Quizá tuviéramos objetivos comunes, y una relación cordial… pero tu padre y yo no somos pareja… y tú siempre has sido mi hija.
_ Entonces… ¿Por qué me tuviste con él?
_ Era el mago más poderoso disponible… y yo quería que tuvieras sus dones. Su don para hablar con las serpientes, por ejemplo.
Elizabeth se sentó junto a ella y la atrajo hacia sí, rodeándola con el brazo. Hermione esta vez sí que se dejó hacer, y la profesora comenzó a acariciarle el pelo con delicadeza. Aquello le resultaba familiar.
_ Te apartaron de mi lado, Hermione… y les odio por ello. He tenido una larga vida y tú eres lo mejor que me ha pasado. La única que lograba entenderme… la única que compartía mis deseos… y ahora hasta eso me han arrebatado.
_ ¿Tus deseos? _ La miró a los ojos. _ ¿Qué deseos?
_ Si te lo dijera ahora… te asustarías. _ Susurró Elizabeth, sin detener sus movimientos. _ Cuando lo recuerdes… cuando veas quién eres y tomes tu decisión.
_ Mi decisión… _ Repitió Hermione.
_ Sí es tú decisión. Tu padre pretendía obligarte… pero yo no voy a hacerlo. Tú decidirás quién quieres ser, Hermione. _ Le besó en la frente. _ Mi hija… o la chica que el ministerio quiso que fueras.
Hermione no supo en qué momento se quedó dormida, pero se despertó una hora después en su propia cama. No dejaba de darle vueltas a que la profesora había dicho que Voldemort y ella tenían objetivos comunes… y que había vivido una vida larga, a pesar de que no parecía especialmente mayor. Es más, por su apariencia, no parecía exceder los veinticinco años y los números no le cuadraban. ¿Acaso la había tenido con diez años? No podía ser.
Y ya no se trataba sólo de una barrera biológica. Con diez años una persona no llegaba a la conclusión de aliarse con otra persona porque "sus objetivos coincidían", y tener una hija. Necesitaba saber más sobre Elizabeth Baker… aunque probablemente ese ni siquiera fuera su verdadero nombre.
Se sintió extrañamente renovada porque, por primera vez desde que había empezado aquella locura, tenía la sensación, falsa o no, de que tenía algo de control sobre la situación más allá de dejarse llevar por aquella locura.
Aquella mañana comió de tal manera que hasta Ron la miraba raro. Necesitaba energías y llevaba varios días comiendo fatal. Durante la mañana, se volvió a sentir como ella misma. Cuando llegó el descanso, Ron le ofreció ir con ellos a los terrenos, pero ella se rehusó.
_ Tengo algo que consultar en la biblioteca, os veré luego. _ Le dijo al pelirrojo.
_ Ya empezamos… Hermione, eres incorregible.
_ Sí, así soy yo.
_ Aún no nos has dicho qué quería la profesora cuando te pidió ayer que te quedaras. ¿No habrás pedido un giratiempo otra vez?
_ ¿Qué? No, claro que no. _ Bufó, poniendo los ojos en blanco. _ No tiene importancia. Sólo quería comentarme algunas cosas sobre mis respuestas a sus preguntas.
_ Está bien… ¿Nos vemos en la comida?
_ Claro, Ronald. No te metas en líos… no más de lo normal, al menos.
Aquel apacible momento de normalidad la había ayudado más de lo que le gustaría admitir. La búsqueda en la biblioteca fue infructuosa. No encontró nada sobre Elizabeth Baker o ninguna mujer que se le pareciera físicamente en brujos de los últimos años. Dejó caer el libro sobre la mesa pesadamente, con aspecto de derrota.
_ Si buscas a tu madre no la vas a encontrar ahí.
Alzó la vista y sus ojos se tropezaron con los de Pansy. Parecía que llevaba un rato allí, observándola sin intervenir, esperando que finalmente se derrumbrara.
_ ¿Y tú cómo sabes que la busco a ella? _ Le preguntó, juiciosa.
_ Teniendo en cuenta que nos da clase, di por hecho que no tardaría en abordarte, Hermione. _ Se encogió de hombros.
_ Y supongo que tú sí sabes dónde buscar. _ Suspiró Hermione.
_ Sabría guiarte en la buena dirección, si me dejaras. _ Extendió la mano, ofreciéndosela.
_ ¿Por qué lo harías?
_ Ya te lo he dicho, eres mi mejor amiga. _ Pansy le sonrió. _ Tus metas son mis metas.
Hermione dudó, mordiéndose el labio, pero finalmente extendió la mano y se la estrechó a Pansy.
