No vas a tener que esperar más.
Hermione reía. Se lo estaba pasando muy bien. Hacía tiempo que no estaba tan relajada. Lo que había empezado como un inocente intercambio de bolas de nieve, se había convertido en una auténtica batalla campal entre todos los niños de Godric's Hollow.
Cuando emergió de la nieve, se dio cuenta de que era la única que se reía y no tardó en darse cuenta del motivo. Los padres de todos los niños estaban allí, mirándola, aterrados. Se incorporó y se crujió el cuello.
_ ¿Qué pasa? Sólo estábamos jugando. _ Dijo, mirándolos uno por uno.
Su vista se cruzó con los ojos verdes de Lily Potter, sintiendo una sensación extraña al observarla. Normalmente disfrutaba ese temor, pero en aquel momento sentía una punzante sensación de malestar al notar ese miedo.
_ ¿Qué ocurre? _ Preguntó, incorporándose.
_ Nos… nos gustaría saber… _ Comenzó Lily. _ El motivo de su visita… su alteza.
_ Pasaba por aquí. _ Comentó, sin darle importancia.
_ Sólo es que… quería recordarle que todos tenemos nuestros papeles en regla y… _ Lily tragó saliva. _ No queremos problemas.
_ No lo dudo. _ Bajó la vista hacia Harry. _ No estoy aquí para acusarlos de nada. No es tarea mía. ¿Acaso no puedo pasearme por un pueblo y confraternizar con los niños de mi edad?
_ Claro… usted puede hacer lo que quiera. _ susurró un hombre que aferraba a su hijo contra sí misma.
Hermione emitió un largo suspiro y se desvaneció con un sonido de petardeo. Apareció frente a la madriguera. Había aparecido allí, sin pensarlo realmente. Aquella vez no se aproximó. No fue necesario. Podía ver desde muy lejos que la familia Weasley vivía una vida amarga.
La casa estaba desvencijada, con rastros de haber sido quemada con anterioridad. Hermione pudo distinguir varias tumbas en los terrenos, con apenas unos años debido a lo nuevas que parecían. La casa estaba protegida por una enorme valla.
La princesa atinó a ver a Molly Weasley salir de su casa, demacrada y delgada hasta el extremo, con el rostro de alguien que no tenía ganas de vivir. No se atrevió a quedarse allí. Desapareció antes de que la mujer pudiera verla siquiera.
Pansy la encontró en el balcón, observando la inmensidad que se contemplaba desde su mansión. Como tantas otras veces, parecía estar perdida en su mundo y obviar el resto del universo. Se colocó a su lado y la miró.
_ Pareces triste… _ Susurró Pansy.
Hermione tardó un par de segundos en contestar, meditando la respuesta.
_ Pansy… ¿Tú crees que soy una buena persona? _ Había un brillo melancólico en sus ojos mientras hacía la pregunta.
_ Cielo, soy tu novia, claro que creo que eres una buena persona. _ Sonrió Pansy. _ La mejor persona que conozco, de hecho.
_ Entonces… ¿Por qué todo el mundo me tiene miedo?.
_ ¿Quienes? _ Preguntó, mirándola a los ojos.
_ He estado por Godric's Hollow...
_ Ese sitio está lleno de muggles y sangre sucia, Hermione. Por supuesto que te tienen miedo. Están por debajo en el escalafón, y lo saben.
_ Sí, están por debajo. _ Susurró, distraída.
Por supuesto que lo estaban, siempre lo habían estado. Era lo natural… aquello en lo que había creído desde el mismo día de su nacimiento. ¿Por qué tenía entonces esa extraña sensación que no era capaz de quitarse de encima?
_ No deberías mostrarles simpatía, se confiarán.
_ ¿No soy su futura reina? ¿No deberían respetarme si les voy a liderar?
_ Te respetan. Nadie se atrevería a alzarse en tu contra.
_ El miedo y el respeto no son lo mismo. _ Susurró Hermione. _ No quiero su miedo.
_ ¿Qué quieres decir? _ Preguntó Pansy.
_ No quiero reinar así. Es posible que ni siquiera la corona sea para mí. _ Miró una vez más al horizonte. _ Creo que no es lo que quiero.
_ No sé de qué hablas, Hermione. No pareces tú.
_ Que no es lo que quiero, Pansy. ¡No quiero ser una tirana! ¡No es lo que deseo!
Hermione notó cómo la mente se le derretía cuando un fogonazo pareció quemarle las retinas. Su cerebro fue golpeado por el peso de la realidad y se encontró de nuevo mareada, bajo tierra, frente a su madre, sosteniendo el cetro que le había llevado a ver aquella realidad.
¿Había ocurrido realmente o tan sólo había sido una visión? Lo había sentido todo muy real. Segundos antes, para ella, había sido una persona muy distinta, una princesa… recordaba con claridad quién había sido. El terror que causaba con la misma seguridad con la que la sangre brotaba de su nariz.
_ ¿Qué ha pasado? _ Elizabeth la miraba, visiblemente confusa.
Hermione tomó el cetro entre sus manos y lo golpeó contra el suelo, haciendo el cristal añicos. Elizabeth se quedó mirándola, con los ojos abiertos de par en par y la boca abierta de la impresión, incrédula.
_ ¿Qué has hecho? _ Le dijo, completamente superada.
_ He visto el mundo que ese cetro podía ofrecerme… y no lo quiero. _ Dijo, mirándola fijamente. _ No quiero saber nada de esto. No quiero lo que mi padre busca. Poco me importa cómo nace la gente, o sus dones.
_ Parece que realmente te he perdido en estos años. _ suspiró Elizabeth. _ Está bien… de acuerdo.
_ ¿De acuerdo, sin más? _ Preguntó, mirándola fijamente.
_ ¿Qué esperabas? _ Elizabeth se cruzó de brazos.
_ Pues… no lo sé… ¿Que discutieras? ¿Que me atacaras? _ Elizabeth sonrió.
_ Eres mi hija, y te quiero, Hermione. Soy una asesina, una psicópata… disfruto con el dolor ajeno. Pero lo que no soy, es una mala madre. _ Se encogió de hombros. _ Te he enseñado todo lo que podía ofrecerte, te he mostrado los placeres que trae mi vida… y tú has decidido que preferías lo que el ministerio te dio. Yo me apartaré y te dejaré vivir tu vida. Pero no esperes que tu padre haga lo mismo.
_ Él no me importa, nunca lo hizo. _ Hermione bajó la cabeza.
_ Sólo quiero que sepas… que si me quieres a tu lado, yo siempre estaré, Hermione. _ sonrió Elizabeth, extendiendo la mano. _ Déjame que te lleve a Hogwarts.
Hermione asintió y le cogió la mano. Aquella sensación de malestar la invadió cuando se aparecieron de nuevo en el castillo. Hermione se movió de vuelta a su dormitorio y se tiró en la cama, pensativa. No sabía cómo reaccionar ante todo lo que le había sucedido.
Era demasiada información que procesar. La castaña se quedó dormida aquella noche, pero su sueño fue intranquilo y plagado de pesadillas.
Elizabeth en cambio, no tenía ese descanso. Voldemort no estaba contento con la información que le estaba dando sobre su hija.
_ No, Tom. No vas a hacerle nada a nuestra hija. _ Ratificó Elizabeth al escuchar su perorata. _ Vas a dejarla en paz.
_ ¿Disculpa? _ Voldemort apuntó la varita en su dirección. _ ¿Cómo te atreves a..?
_ No, no te estoy amenazando. _ Elizabeth puso los ojos en blanco. _ Pero no entiendes la amplitud de la situación.
Elizabeth sonrió, una sonrisa siniestra y pícara a partes iguales.
_ Hermione es mi hija. Y nadie puede cambiar eso. Así que es cuestión de tiempo
_ ¿Cuestión de tiempo?
_ Tarde o temprano ocurrirá… volverá a ser quién es realmente. Mi sed de sangre está en ella… por mucho que la reprima terminará por salir.
_ ¿Cuánto tiempo tendré que esperar? _ Gruñó Voldemort.
_ No lo sé… pero yo soy paciente, Tom. Tú deberías serlo también… tienes todo el tiempo del mundo.
Hermione y Pansy se encontraban sentadas frente al lago. La primera, con expresión alicaída, de circunstancia. La segunda, visiblemente dolida, enfadada.
_ Se avecina una guerra, Pansy, y quiero que estés a salvo.
_ Me importa una mierda estar a salvo. _ Dijo Pansy, atreviéndose a ser mal hablada. _ No quiero volver a fingir. ¡No quiero que vuelvan a pensar que te odio!
_ Pansy, no voy a permitir que te pongas en peligro por mí.
_ ¡Yo te amo, Hermione! ¡Llevo enamorada de ti desde antes de entender lo que significa ese sentimiento! _ Le gritó. _ ¿Crees que es fácil tratarte con desdén? ¿Fingir que no siento nada más que desprecio?
Hermione le acarició lentamente el rostro. Ese gesto la derritió por completo. Pansy sollozó, dejándose llevar por sus sentimientos.
_ Por favor, Pansy… será sólo un poco más… después volveré a tu lado, te lo prometo.
_ Está bien… _ susurró, en voz muy baja. _ Fingiré. Pero tendrás que compensarme muy bien después de esto, Hermione.
_ Te lo prometo. _ Le susurró la castaña.
Tres años después.
Siempre pensó que sentiría algo. Que en el momento en el que Voldemort muriese… algo en su pecho se contraería ante la muerte de su padre. Pero de la misma forma que pasó con los horrocruxes, no sintió nada. Nunca había sentido nada, y aquella vez no fue la excepción.
Durante las celebraciones, Hermione estuvo tan alegre como el resto. Ella se estaba riendo cuando Pansy la abordó, le saltó encima y, antes de que nadie pudiera intervenir, la estaba besando con una intensidad desmedida.
_ Mi amor… _ Susurró, en voz baja. _ Te has hecho esperar…
_ Sí… lo siento. _ Susurró la castaña. _ Deja que te compense.
Ron ponía los ojos en blanco. Había visto desde hacía años como su mejor amiga enfriaba lo que para él parecía haber sido el inicio de una relación años atrás.
Hermione era la muchacha más feliz del mundo. Aquella noche durmió a pierna suelta. O eso pensaba hasta que despertó al día siguiente.
Hermione tardó un tiempo en reaccionar. Se encontraba tirada en mitad del bosque, observando el cielo diurno. Era una mañana fría, y podía sentirlo perfectamente a través de lo rasgado que estaba su pijama, exponiendo gran parte de su piel a los elementos.
Pero no era eso lo que más la preocupaba. Lo que la dejaba realmente desubicada era la sensación pegajosa en la mandíbula y el pecho… y el inequívoco sabor ferroso en su boca. Instintivamente miró hacia la derecha, donde había tenido la sensación de que algo estaba allí.
Un ciervo… estaba convencida de que se trataba de ello, a pesar de que estaba completamente desfigurado. Los recuerdos, fugaces, acudieron a su memoria. Podía ver que el cuello del animal estaba deformado, y no pudo evitar evocar la forma en la que la carne había cedido cuando la había apretado con los dedos. Le había roto el cuello.
Recordó cómo le había arrancado la piel a mechones y la forma en la que el animal, aún vivo, gritaba pidiendo ayuda cuando lo mordió. Recordó lo certeros y afilados que habían sido sus dientes al atravesar la carne… y un torrente de sensaciones placenteras invadió su cerebro.
Los huesos a su lado estaban casi limpios. Ella había dedicado casi toda la noche a arrancarles la carne, de una forma metódica y precisa, casi quirúrgica. Estaba orgullosa de su trabajo… mucho más de lo horrorizada que se sentía.
_ Has tardado… pero siempre fue una cuestión de tiempo.
Elevó la vista y sus ojos coincidieron con los de su madre. La muchacha tragó saliva al ver la gran sonrisa que tenía.
_ ¿Por qué he hecho esto?
_ Porque está en tu naturaleza, mi amor… y no puedes hacer nada por evitarlo, por más que trates de reprimirlo, tarde o temprano emergerá… lo llevas en la sangre.
_ Eso significa que estoy condenada… _ Susurró Hermione, golpeando el suelo con los puños.
_ Eh… pequeña… _ Se inclinó para quedar a su altura y la tomó del mentón. _ Si quieres ser una heroína… aún puedes serlo.
_ Yo no quiero hacer daño a nadie.
_ A nadie que se lo merezca… _ susurró Elizabeth. _ Piensa en los seguidores de tu padre… ¿Acaso merecen tu compasión? ¿Acaso no sería ese un uso perfecto de tus talentos?
Hermione empezó a imaginarlo… cómo le arrancaba el rostro a los mortífagos… cómo apretaba sus máscaras hasta destrozarles el cráneo por la presión del metal. Se llevó la mano al rostro, notando cómo se mareaba un poco.
_ Vamos a cazar mortífagos. _ Extendió la mano y Hermione se la cogió sin dudar, se puso en pie y sonrió.
Estaba a punto de marchar cuando sintió que se le encogía el corazón.
_ Pansy… _ Susurró. _ Quiero a Pansy.
Era de noche, la máscara del Mortífago había rodado por el suelo. Hermione le había partido las cuatro extremidades, y estaba mordisqueando la pierna arrancada del cuerpo. Pansy se mantenía a su lado, acariciando su pelo castaño con una sonrisa tristona.
_ Te quiero… _ Le susurró.
Hermione separó sus labios de la pierna. Sus ojos, que tenían el aspecto de los de una bestia, recuperaron su brillo y su inteligencia.
_ Y yo a ti, Pansy... gracias por quedarte a mi lado.
_ Te seguiría hasta el fin del mundo, Hermione.
