Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es fanficsR4nerds, yo sólo traduzco sus maravillosas palabras.

Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is fanficsR4nerds, I'm just translating her amazing words.


Thank you fanficsR4nerds for giving me the chance to share your story in another language!


Gracias a Yani por ser mi beta en esta historia.


Día 14: 26 de marzo de 2020

Edward

16:43 PDT

Los Ángeles, California

Estoy saliendo de la ducha usando solo una pantalonera con una toalla colgando de los hombros cuando escucho unas pesadas pisadas subiendo por las escaleras. Alzo la vista para encontrar a Emmett mirándome. Tiene la camiseta metida en la parte trasera de sus shorts para correr como si fuera una bandera y me dedica un asentimiento, sacándose los audífonos de las orejas.

—Hola, hombre —me dice.

—Hola —respondo. No he hablado antes con Emmett, al menos no uno a uno. Hablamos un poco cuando el grupo cena afuera de mi habitación—. ¿Fuiste a correr? —pregunto, asintiendo hacia él. Baja la vista a su cuerpo antes de mirarme.

—Sí, ¿corres?

Sonrío, jalándome el cabello.

—Usualmente. —De hecho, me estoy volviendo loco al no poder salir a correr. Bella ayuda, y no solo con la parte de liberar energía física acumulada, pero extraño salir a correr.

Emmett lo considera.

—Tendrás que venir a correr conmigo cuando seas libre —me ofrece—. A nadie aquí le gusta.

Le sonrío.

—Sí, suena genial.

Asiente, y sus ojos se mueven a mi puerta cerrada. Sigo su mirada antes de volver a verlo.

—¿Bella ya ha intentado apuñalarte?

Lo miro dos veces y Emmett suelta una risa explosiva.

—¿Eh?

Se ríe entre dientes, sacudiendo la cabeza.

—Salimos a caminar hace unos días y ella trajo un cuchillo de carnicero. Cuídate la espalda, hombre; a la chica le gustan los objetos filosos.

Lo considero mientras miro mi puerta cerrada.

—Pues estaba murmurando sobre asesinatos mientras dormía esta mañana —musito. Tal vez debería asegurarme de cachearla cuando entre a la habitación.

Ese pensamiento me intriga y tengo que sacudir un poco la cabeza para despejarme los pensamientos antes de tener una jodida erección en el pasillo.

Emmett se ríe y lo miro.

—Hombre, no puedo esperar hasta que ustedes dos salgan y convivan con el resto de nosotros. Necesitamos otro tipo por aquí.

Le sonrío, jalando la toalla que tengo alrededor del cuello.

—Será genial poder convivir —le comento, ladeando un poco la cabeza. Emmett me sonríe.

—Te veré más tarde, hombre. Tengo que bañarme.

Se dirige al pasillo y me giro hacia mi habitación, empujando la puerta para abrirla. Bella está extendida sobre mi cama usando una de mis camisetas y nada más. Su culo sigue asomándose por ahí, y requiero de toda mi puta fuerza de voluntad para ignorarlo.

—¿Quién era? —pregunta, alzando la vista de su teléfono.

Cuelgo la toalla en el gancho que está junto a la puerta.

—Emmett. —Hace mmm y la miro—. Dijo que es probable que cargues con instrumentos filosos. ¿Debería llevar a cabo una inspección corporal cada vez que entres aquí?

Bella me mira entre sus pestañas y mi broma empieza a ser contraproducente. Ya estaba excitado, pero ahora ella me está mirando así.

—¿Tienes miedo de no poder con ello? —pregunta, tímida de la manera más perversa de todas.

Bufo una carcajada, me muevo hacia la cama y le nalgueo su culo expuesto al pasar. Grita mientras yo me lanzo sobre el colchón.

—Creo que puedo bien contigo.

Se remueve para ponerse de rodillas, girándose para verme. Sé que no es realista querer sexo de forma constante, pero carajo, siempre se trata de más con esta chica. No puedo tener suficiente.

—Cuéntame algo de ti —dice, sorprendiéndome. Parpadeo y la miro.

—¿Como qué?

Se encoge de hombros y durante un momento se ve más joven de sus veintidós años, su cabello despeinado se derrama sobre sus hombros, que se ahogan en una de mis camisetas. Se mueve para sentarse con las piernas cruzadas y puedo ver su coño asomándose por debajo de la orilla de mi camiseta.

Me golpea la rodilla y parpadeo, alzando la vista hacia ella.

—¿Qué?

—Eres un pervertido —resopla. No suena ni un poco enojada, así que le lanzo una brillante sonrisa.

—¿Qué quieres saber?