Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es fanficsR4nerds, yo sólo traduzco sus maravillosas palabras.

Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is fanficsR4nerds, I'm just translating her amazing words.


Thank you fanficsR4nerds for giving me the chance to share your story in another language!


Gracias a Yani por ser mi beta en esta historia.


Día 19: 1 de abril de 2020

Bella

12:37 PDT

Los Ángeles, California

Estoy muriendo por probar el bidet y ni siquiera es porque crea que puede hacer que me corra. Siempre me ha gustado la idea de los bidets, me parecen mucho más higiénicos, pero al crecer en un lugar insignificante, nunca antes me había cruzado con uno.

Jasper y Alice se van a la tienda para comprar cartas para otra noche de juegos. Desearía que también se hubieran llevado a Emmett. Él está acechando a mi alrededor, estresándome. Ha dejado bromitas en toda la casa durante el día, y o es una mente maestra que puede predecir mi rutina o tengo una mala suerte extraordinaria porque hasta ahora soy la única persona que las ha encontrado.

Está afuera justo ahora, dándome un puto momento de paz, así que me paro del sofá.

Edward alza la vista de su laptop para verme.

—Tengo que orinar —le digo.

De inmediato se siente intrigado.

—¿Vas a usar el bidet?

Le sonrío. Está demasiado interesado para que sea algo casual.

—¿Quieres verme orinar, pervertido?

Edward resopla.

—Sí, no me opondría.

Frunzo el ceño, ladeando la cabeza. Nunca he estado con alguien con el que me sintiera inmediatamente tan cómoda. La mayoría de los chicos se ponen raros y se avergüenzan cerca de mí cuando digo o hago algo vulgar o inesperado, pero Edward me lo regresa del mismo modo. De alguna forma, de alguna manera imposible, él encaja con mi tipo de locura.

Miro hacia el patio. Puedo ver a Emmett y Rose allá afuera, sentados en la mesa y comiendo. Miro a Edward y me humedezco los labios.

—Vamos —digo, estirando la mano hacia él. Se anima, cierra su laptop y la avienta al sofá. Subimos las escaleras, nos detenemos en el baño para mirar el bidet.

»Voy a probarlo —le digo—. Si es bueno, compraremos uno para el otro baño. —Señalo con el mentón al final del pasillo.

Edward resopla y le sonrío, me meto al baño y cierro la puerta detrás de mí. Puedo escuchar a Edward avanzar por el pasillo y me giro hacia el bidet.

Resulta que es menos sexy y más incómodo, al menos hasta que me las arreglo para ajustar las velocidades. No hace que me corra y en realidad no lo intento, pero sí me siento muy limpia después.

Al terminar me dirijo al final del pasillo. Veo a Edward recostado en su cama y entro a su habitación, cerrando la puerta a mis espaldas. Alza la vista y me sonríe al acercarme.

—¿Cómo estuvo?

—¿No escuchaste que me corrí? —pregunto secamente. Edward vuelve a resoplar, me rodea la cintura con un brazo y me jala para ponerme sobre él. Sonrío.

—No estuviste ahí el tiempo suficiente para correrte —murmura sobre mi cuello. Gimo al sentir sus palabras vibrar a través de mi cuerpo.

—¿Tienes celos de que tú no puedes hacer que me corra así de rápido? —exhalo, intento mantener la delantera en esta conversación, pero fallo miserablemente.

Edward nos gira tan rápido que no me doy cuenta de lo que está pasando hasta que estoy sobre mi espalda. Me sonríe, su cuerpo se empuja contra el mío en las maneras correctas de modo que se me atora la respiración. Se agacha, sus labios rozan la orilla de mi oreja, siento su aliento caliente, enviando sacudidas de luz a través de mi cuerpo directo a mi clítoris.

—Apuesto a que podría hacer que te corras sin tocarte —dice, aleja su cuerpo del mío solo lo suficiente para poder seguir sintiendo su calor.

Gruño, estirando las manos para volver a bajarlo, pero captura mis muñecas con una mano, deteniéndolas sobre mi cabeza mientras apoya el resto de su peso en su otro brazo y sus rodillas.

—Edward —me quejo, mis caderas se alzan, estoy desesperada por sentirlo otra vez. Se ríe entre dientes, el sonido es sombrío y delicioso.

—Jugaremos más tarde con esa idea —murmura, se inclina para dejar un beso francés en mi garganta—. Pero te correrás para mí, Isabella.

Santa mierda, escucharlo usar mi nombre completo me ha provocado cosas que no esperaba. Estoy jodidamente empapada, mi coño ansía que él esté dentro de alguna manera, de cualquier manera.

Edward se acomoda entre mis muslos, mis brazos siguen atrapados en su agarre. Quiero liberarlos, pasar mis dedos por su cabello y arrancarle la camiseta. Quiero trazar las líneas entre cada peca de su piel, mapear sus constelaciones y perderme en las galaxias remolineando entre sus ojos esmeralda. Él es mundos desconocidos, inexplorados, y quiero ser la primera en descubrir todo el universo que él tiene por ofrecer.

Ese sentimiento crece en mí, se apodera y me sofoca hasta que ya no puedo recuperar el aliento. Siento pánico, me siento atrapada por mis repentinos pensamientos, pero luego Edward me sonríe y el pánico empieza a menguar.

—Para que conste, no quiero que me orines encima.

Las palabras de Edward me sacan del resto de mi pánico y me río.

—¿Qué?

Sonríe, y es una sonrisa perezosa y tonta que hace que mi corazón tartamudee solo un poquito.

—Me excita más el que te sientas lo suficientemente cómoda conmigo para orinar. En realidad, no me interesa para nada la orina en sí misma.

Me río, lo cual se convierte en una risa a carcajadas. Edward se ríe conmigo, y colapsamos uno sobre el otro, un enredo de miembros y risas y sonrisas.