Este capítulo es un pequeño puente. El siguiente capítulo es el clímax y luego tenemos el final. ¡Cuántas ganas de poder escribir estos capítulos finales!
Veo que les gustó mucho la revelación de los sentimientos de Sam. ¡Me alegra oírlo! Obviamente Luna es la protagonista, pero el aspecto que más me interesaba desarrollar en esta historia era esta idea del amor que Sam aún sentía por Luna, los motivos del fin de su relación, y cómo Sam había lidiado con ello. A los que le gusta escuchar música e imaginarse a los personajes cantándolas o identificándose con ellas, les recomiendo escuchar/leer "Let you go" de Joshua Basset (HSMTMTS). Es la canción perfecta para esta Sam.
Como siempre, agradecimientos especiales a los lectores que comparten sus opiniones conmigo y con el público general:
daglas99: No te preocupes amigo, ya estoy vacunado y con inmunidad natural. ¡Soy inmortal… hasta que se demuestre lo contrario!
Mauro Loud: Es lo que Luna creía, la pobre nunca se imaginó la realidad, sobre todo porque fue Sam quien había puesto fin a la relación. Ya logré vacunarme, estoy vivito y coleando. Gracias!
Luna PlataZ: Así es amiga, el capítulo anterior finalmente viste cómo tantas de tus teorías se volvieron verdad. No podía decir nada, pero siempre me sorprendió cómo lograste ver venir muchas de ellas, sobre todo la de por qué Sam rompió con Luna. Cuando leí esa predicción hasta pensé en cambiarlo jajajaja Pero era demasiado bueno como para quitarlo. Sobre Luna usando sus poderes para que alguien se enamore de ella, pues los efectos son temporales, no permanentes. Podría llegar a "manipular" a alguien por un muy pequeño tiempo, pero en cuanto deja de cantar el efecto se disipa. Así que tendría que cantar por siempre jajajaja Sobre Carol siendo un clon… Enloqueciste jajaja. Y también noté que accidentalmente dijiste que Luan es la hermanita de Luna, pero eso no es posible, si una se llama Morrison y la otra DiAngelo…
Misugi: ¡Me alegra que te haya gustado el capítulo! Sobre la complejidad/profundidad de la lectura aumentando progresivamente, pues no es algo intencional, creo que es lo que naturalmente ocurre cuando la historia avanza y todas las pequeñas tramas/subtramas/alegorías van entramándose y desembocando hacia el clímax. Se vuelve más "profundo" porque de repente se evidencia cómo todo se conecta y cuál es la intención. Y sobre el K-Pop, no tengo nada contra el género personalmente, pero me parece divertido insultarlo jajajajaja
Luis Carlos: Ella sí es bisexual, y pues como posibilidad de que acaben juntas… existe, sí. En teoría. Me gusta la frase "canario dentro de una jaula de oro" para describir a Carol. Creo que la describe muy bien. ¡Ya veremos cómo continúa la historia!
Sylar Díaz: Tus reviews me divierten demasiado jajajaja Me pone contento ver que alguien reconozca el tema central de la historia, el perdón. Sobre las teorías, pues como siempre no diré nada jajaja Pero ya veremos cómo se resuelve todo ahora que falta poco.
Jairo De la Croix: Yo también soy un gran fan del drama, como mis historias suelen demostrar. Me alegra que te haya gustado el capítulo y esas escenas que mencionaste. Lo tomo como una victoria jajaja.
Rigerhit047: ¡Muchas gracias! Me alegra que te haya gustado tanto. Definitivamente es también mi capítulo favorito y el que más ganas tenía de escribir desde que comencé esta historia.
El caballero de las antorchas: Yo soy parecido, no suelo leer muchos AUs jajaja Pero esta idea siempre me había intrigado, así que no podía no darle una oportunidad a escribirla. Y tranquilo, no va a ser la última ni por mucho menos.
Capítulo 9:
Bet on me.
—Te traje una soda.
Con la mirada apuntando al suelo pude ver la punta de los zapatos de Chunk.
—Es tu favorita —insistió.
Suspiré. Mi pie derecho no paraba de moverse, pisando el suelo una y otra vez como si estuviera masacrando una colonia de hormigas. No sentía sed ni contaba con los ánimos para hablar con nadie. No era culpa de Chunk, sin embargo, por lo que muy a mi pesar, levanté la vista y acepté el Baja Blast que me ofrecía.
—Gracias.
—No hay problema.
Iba a volver a mi posición de melancolía —encorvada hacia delante, con mis codos apoyados sobre mis rodillas y mi pie moviéndose por su cuenta— cuando mi padre me tomó suavemente por el mentón. Cerré los ojos y dejé que me ladeara la cabeza, observando con preocupación las gasas que cubrían el corte de mi mejilla.
— ¿Sigue doliendo?
—No; ya estoy mejor —respondí, asumiendo que preguntaba por el corte. Si me hubiera preguntado en general, la respuesta hubiera sido muy distinta.
Asintió, sentándose a mi lado. Debería haberlo dicho en lugar de quedarme en silencio, pero su presencia era muy reconfortante incluso si ninguno de los dos hablaba. Necesitaba el silencio para desenredar los pensamientos e ideas que se habían anudado en mi mente. Nada parecía tener sentido, todo era confuso. La jaqueca de los golpes había desaparecido con la anestesia y los medicamentos que me habían dado en el hospital, pero el estrés no se había reducido en absoluto.
Allí estaba, sentada en una banca dentro del hospital esperando a que Mazzy volviera de la habitación de Sam, si es que ella la recibía en absoluto. No había revisado mi teléfono, pero el cielo nocturno que se veía por la ventana me hacía pensar que estábamos cerca de la medianoche. Chunk y Tabby vinieron en cuanto se enteraron de lo que había ocurrido, pero aunque yo no tenía nada grave y me habían dado el alta en cuestión de minutos, Mazzy y yo nos negamos a irnos hasta que pudiéramos hablar con Sam.
Tras los dos primeros ataques, los doctores habían reunido la información necesaria para determinar que la droga abandonaba el sistema en cuestión de minutos. Aún así, Sam permanecería bajo observación por el resto de la noche, recibiendo el alta por la mañana si los análisis de sangre lo permitían. Sus padres estaban en la habitación con ella y teníamos permitido visitarla… si es que ella lo autorizaba. Y hasta ahora no habíamos tenido éxito. Los doctores insistían que el horario de visita ya había finalizado, pero Mazzy y yo nos rehusábamos a irnos. Tras varias horas intentando comunicarnos con Sam o con sus padres, finalmente le había pedido a Mazzy que fuera por su cuenta.
Quizás Sam sólo no quería verme a mí.
Sentí un movimiento a mi izquierda y volteé para ver a Tabby regresando del baño para sentarse a mi lado. La pobre se veía muy cansada, aburrida, y preocupada. Me miró con tristeza en sus ojos y levanté un brazo para que se reclinara contra mí, rodeándola por sobre los hombros y apoyando mi cabeza sobre la de ella. Sus poderes parecían estar activándose inconscientemente, pues estaba helada al tacto, pero preferí no decir nada al respecto.
Todavía estaba tratando de aceptar todo lo que había ocurrido.
Sam, mi mejor amiga de la infancia, mi ex novia, todavía estaba enamorada de mí. Al parecer, nunca había dejado de estarlo. ¿Cómo podía habérseme escapado? ¿Cómo era posible que no lo notara? Mi mente me mostraba memorias de los últimos meses, pero ahora las revivía con el conocimiento de que cada broma, cada mirada, cada comentario, cada gesto, cada toque que ella me había dado o hecho tenía un anhelo escondido.
Era como una película con un giro argumental impresionante e inesperado, y que al verla por segunda vez notas las miles de pistas ocultas de las que no te habías percatado. Sólo que mientras que usualmente esa es una experiencia fascinante donde aprecias el genio del director, yo no podía dejar de sentirme como una idiota. Una ciega.
Lo peor de todo era saber que Sam lo había hecho por mí. Ella aún me amaba, pero decidió ponerle fin a nuestra relación sin recriminar nada, sencillamente porque se había dado cuenta que yo ya no sentía lo mismo. Y jamás me lo había echado en cara, nunca lo dejó entrever, nunca me guardó ningún rencor.
O tal vez sí. Quizás me odiaba por dentro. ¿Cómo podía saberlo? Evidentemente yo no era capaz de entender ningún tipo de emoción. ¿Cómo es que nunca lo había notado? Traté de pensar en cuándo había sido la última vez que ella me había cantado algo. Después de habernos infiltrado en la escuela. ¿Cómo no pude leer sus emociones allí? ¿Las estaba ocultando? ¿O es que sencillamente nunca me había preocupado por leerlas con claridad?
Sentí que Tabby se movía ligeramente, por lo que levanté la vista justo a tiempo para ver a Mazzy acercándose a nosotras a paso lento.
—Tabby, ¿me acompañas a la cafetería? Puedo comprarte algo para comer si te quedaste con hambre.
Parecía lista para decir que no, pero miró a Mazzy, luego a mí, y finalmente asintió con la cabeza. Me dio un abrazo rápido y luego se puso de pie, alejándose junto a Chunk para darnos algo de privacidad a Mazzy y a mí.
— ¿Pudiste hablar con ella? —Pregunté en cuanto estuvo a distancia de conversación.
—Sus papás me dejaron entrar, pero sólo hablé por un minuto.
— ¿Cómo está? ¿Qué te dijo?
—Está… bien.
— ¿Y qué te dijo?
—Ella, uh… Bueno, ella pues…
—Mazzy —insistí—. ¿Qué dijo?
Carraspeó y miró hacia un costado.
—Me dijo que necesita estar sola y que nos hablará cuando se sienta lista. Me pidió por favor que no le hablemos... en especial tú.
Me recliné contra la pared, golpeando mi cabeza un poco más fuerte de lo que quería. El agudo dolor del impacto palidecía sin embargo en comparación con la sensación de vacío que llenó mi corazón.
— ¿Tú lo sabías? —Le pregunté.
La forma en la que mordió su labio fue lo suficientemente elocuente para mí.
— ¿Qué cosa? —Ofreció, tratando de evitar darme una respuesta.
—Ya sabes a qué me refiero.
—Pues…
—Lo sabías, ¿no?
Silencio. Asentí para mí misma, abriendo la botella y bebiendo un sorbo de soda.
— ¿Lo sabía Sully? ¿Lo sabía todo el mundo?
—Luna, yo no lo sabía. O al menos, nunca me lo dijo.
— ¿Pero lo sospechabas?
—Yo… Bueno, uno no puede dejar de amar a alguien de un día para el otro, ¿no? Creí que las dos estaban adaptándose a los cambios. Que todavía estaba acostumbrándose a que sólo fueran amigas y ya no novias. ¿En todos estos meses no has tenido ningún momento en donde la llama se avivó de nuevo?
—Por supuesto que sí —admití, tanto para ella como para mí misma—. A veces… extrañaba nuestra relación. Quería besarla de nuevo.
—Es normal —me aseguró—. Es perfectamente normal. Si te hace sentir mejor, no sabía que ella seguía enamorada de ti. Sólo creí que todavía había un poco de ese amor en ella, y que se iría con el tiempo.
—Pero nunca se fue. Y yo nunca lo noté.
—Luna…
— ¿Cómo pude ser tan ciega? —Dije, dejando la soda a un lado y cubriendo mi rostro con mis manos— ¡Y todo este tiempo estuve hablándole de Carol! ¡Imagínate lo que debe haberle dolido!
Mazzy no dijo nada, y entonces recordé cómo todo el incidente con Sam había comenzado. Me puse de pie y me acerqué a mi amiga, colocando ambas manos sobre sus hombros, tomándola por sorpresa.
—Y Mazzy… A ti también te lastimé.
— ¿De qué hablas?
—Yo… debería haberlo notado también. Ugh, en verdad he sido demasiado ciega. Todo este tiempo que estoy pasando con Carol… Debería haberlo consultado contigo. Sobre todo después de lo que pasó con Sully y las porristas. Creí que no sería un problema porque Carol no estuvo involucrada personalmente, pero ella es amiga de ellas, y quizás yo debería…
—Luna —me interrumpió con una mezcla de suavidad y firmeza—. No tienes que explicarme nada. En estos últimos días que has pasado con Carol te he visto más feliz de lo que has estado en mucho tiempo. Tienes mi apoyo, chica.
—Pero Sam me dijo…
—Mira… De acuerdo, quizás en algún momento le dije a Sam que estaba enfadada. Detesto a todas las porristas, y Carol es amiga de ellas. Sí, parte de mí sigue enfadada con ella por… no lo sé, por ser parte de ese grupo. Pero eso no significa que tú tengas que cambiar tus sentimientos por mí.
—Pero eres mi amiga —respondí, sacudiendo la cabeza—. No quiero lastimarte, o echar sal a la herida.
—No me lastima. O sea, a veces me molesta un poco, ¡pero nunca te diría que dejes de estar con ella sólo porque no me agrada! No todo tiene que ser tan… extremo. Me molesta un poco, pero tampoco es algo súper grave. Y… Sully ya me dijo que él nunca vio a Carol junto con esa perra de Chelsea y las otras. Así que, ya sabes… El amor es complicado. No dejes que otras cosas se metan en el medio. Sólo haz lo que te haga más feliz.
Nos sonreímos y enseguida nos fundimos en un abrazo.
—Lo siento mucho…
—No te preocupes, está bien —me aseguró, mientras nos separábamos.
—Entonces… supongo que no tenemos nada que hacer aquí.
—No por ahora.
— ¿Estaba enfadada?
—No, no realmente. Parecía más… triste. O avergonzada. Quizás las dos.
—Ya veo…
Rodeó mis hombros con un brazo mientras las dos comenzamos a caminar hacia el ascensor más cercano.
—No te preocupes, Luna. Todo va a salir bien. Las dos han pasado por mucho como para que no se recuperen de esto.
— ¿Crees que me perdone? —Pregunté, temiendo la respuesta.
—Creo que las dos quieren disculparse, sin saber que la otra ya ha aceptado las disculpas incluso sin que las hicieran.
—Puede ser, pero siento que lo que hice debió de haberla lastimado mucho más de lo que ella me lastimó a mí. Mil veces más.
—No estoy de acuerdo, pero incluso si así fuera, ¿no es ella quien dijo que todo se puede perdonar? Vamos, no te mientas, tú sabes que todo se va a resolver. No tengo ninguna duda de que tú te culpas a ti misma más de lo que ella lo hace. Y hasta pareciera que tienes miedo de que te perdone.
Presioné el botón del ascensor y esperamos en silencio a que llegara a nuestro piso. No me digné a responder, pues no estaba lista para decir en voz alta que Mazzy tenía razón, que no me sentía digna de ser perdonada. No después de haberme equivocado de tal manera. No después de haberle causado tanto dolor y angustia a uno de mis seres más queridos, a una de las pocas personas que alguna vez me había amado con tanta intensidad.
Entramos en silencio, dirigiéndonos a la cafetería para buscar a Chunk y Tabby. Mientras descendíamos piso tras piso, sentí que el silencio continuaba incriminándome más y más con respecto a lo que Mazzy había sugerido, por lo que intenté cambiar el tema.
—Entonces… Tú y Sully…
Ella carraspeó, tirando del cuello de su remera y luciendo un tanto nerviosa de repente.
—N-No estamos saliendo de nuevo, si es lo que preguntas…
—No pregunté nada. Sólo me sorprendió verlos juntos.
—Sí, bueno, ya sabes… Hablamos. Tratamos de estar en la misma página.
Asentí con suavidad.
— ¿Significa que ya lo perdonaste?
—Le dije que todavía no sé si estoy lista para perdonarlo. Y que incluso si lo hiciera, me llevaría mucho tiempo volver a confiar en él. Que llevará mucho tiempo y trabajo reconstruir lo que teníamos… pero estoy dispuesta a hacer el esfuerzo.
— ¿Y qué dijo él?
Se encogió de hombros.
—Nada, justo en ese momento escuchamos gritos.
—Oh. Hehe, lo siento.
— ¡Ya deja de disculparte!
Reímos un poco mientras buscamos a mi padre y mi hermana. Los encontramos rápidamente, y tras hacerles saber que no tenía sentido quedarnos en el hospital, los cuatro nos dirigimos a la camioneta de Chunk. Llevamos a Mazzy a su casa, y luego condujimos en silencio hacia nuestro hogar. Los tres llegamos, y tras agradecerles por su apoyo, les dije que estaba cansada y que prefería ir cuanto antes a mi habitación para dormir.
—Avísame si necesitas algo —me dijo Chunk, dándome un fuerte abrazo—. Sé que te cuesta hablar sobre tus sentimientos… pero siempre estoy aquí si me necesitas.
—Lo sé. Gracias.
Extendió el abrazo por unos segundos más, quizás esperando que decidiera contarle todo lo que sentía, pero eventualmente suspiró y me dejó ir, refregando mi cabello y sonriéndome.
—Buenas noches, Lunita.
Me despedí también de Tabby y, sin siquiera cenar o ducharme, me dirigí directo a mi habitación, cambiándome a unos pijamas más cómodos y recostándome en la cama tan pronto como pude. El frío de las sábanas en mi espalda era reconfortante, pero mientras mi mirada se perdía en el techo, ni la más cómoda de las almohadas podría haberme relajado.
Tenía demasiadas cosas en mi mente, sobre todo ahora que a todos mis problemas con Sam y Carol se sumaba la incómoda verdad en la que Mazzy me había obligado a pensar.
¿Me aterraba ser perdonada? Desde niña siempre me sentía particularmente afectada por mis errores. Siempre fui de esas personas que se disculpan una y otra vez, y que desconfían cuando la gente dice que está bien, que te perdonan. Incluso con asuntos ya resueltos donde todas las partes lo han superado, siempre quedaba en algún pequeño rincón de mi mente la idea de que no había hecho lo suficiente para disculparme, o que la otra persona todavía me guardaba cierto rencor o dolor por lo que fuera que yo hubiera hecho.
Siempre era demasiado crítica conmigo misma. Quizás demasiado. No en vano había practicado durante tantas horas para convertirme en una buena pianista, guitarrista, baterista y cantante. Mis poderes no me habían hecho automáticamente genial tocando instrumentos, sólo me habían hecho mucho más susceptible a notar la diferencia entre una música bien realizada y un pobre intento. Y ahí era donde mi furiosa autocrítica me llevaba a pasar tardes enteras sentada practicando, hasta que mis dedos apenas podían moverse, sólo para asegurarme de tocar las notas con claridad y precisión.
Esperaba demasiado de mí misma, y en cierto punto sabía que no era sano. Pero me medía a mí misma con una vara distinta a la de los demás, porque a diferencia de la gran mayoría, yo no era una persona común. Era una metahumana, y los metahumanos debíamos evaluarnos con otro estándar. No podíamos permitirnos los mismos errores que las personas comunes. Se suponía que debíamos ser mejores, más responsables, más cuidadosos. La idea de un metahumano equivocándose era imperdonable, pues las consecuencias eran mucho más grandes que las de un error común.
Algunos errores me acompañarían por el resto de mi vida.
Necesitando alguna forma de descargar mis emociones, me senté y estiré mi brazo para poder tomar la guitarra acústica que descansaba junto a mi cama. La coloqué sobre mi regazo, y comencé a tocar casi sin pensar, tratando de enfocarme en las emociones que brotaban por cada poro de mi piel, cantando para tratar de depurar mi sistema de ellas.
This is my all time low
Somehow it feels so familiar
Somehow it seems so familiar
I feel like letting go
And every second that goes by
I'm screaming out for a second try
Sam me había mostrado aquella canción por primera vez. Me había pedido que le enseñara a tocarla en el bajo, y con mucho gusto le había explicado cómo hacerlo. Al igual que yo, ella tocaba de forma intuitiva, tratando de aprender las canciones a oído. La principal diferencia era que no tenía mi habilidad sobrenatural para entender la música de inmediato, por lo que usualmente resultaba más práctico dejar que yo escuchara la canción para poder explicarle las secuencias de acordes y notas.
Me encantaba oírla tocando el bajo. Así fue como me enamoré de ella, con su música como una ventana al alma. Una ventana que ella abría conscientemente, invitándome a entrar, mostrándose en su verdadera esencia frente a mí, sin nada que ocultarme.
O al menos así había sido durante tanto tiempo.
Said goodbye
To my best friend
Sometimes there's no one left to tell me the truth...
No creí que Sam fuera capaz de guardarme secretos. Ella sabía de mis poderes, confiaba en ella más de lo que confiaba en mi familia. Se suponía que estábamos en la misma página, pero ahora quedaba más que claro que no era así. Y si bien una pequeña parte de mí quería echarle la culpa y pretender que yo no había hecho nada malo en esta situación, lo que sentía por Sam no era rencor, sino culpa.
De ser por ella, aparentemente, nuestra relación habría continuado. Ella no se había rendido. Fui yo quien no continuó correspondiendo sus sentimientos, la que dejó de amarla con la misma fuerza que antes. Quizás debería haber puesto más esfuerzo. Pasar más tiempo con ella, volver a esas etapas iniciales de nuestra relación donde todo era una aventura, donde cada paso que dábamos nos hacía descubrir nuevas sensaciones, nuevos sentimientos, explorar partes de nuestro corazón que desconocíamos.
It's gonna kill me
The rest of my life
Let me apologize while I'm still alive
I know it's time to face
All of my past mistakes
I've got to live with them the rest of my life
La armonía de mi guitarra y voz se vio interrumpida por una insignificante vibración que no habría molestado a nadie en circunstancias normales, pero que mis poderes me hicieron sentir con gran intensidad, arruinando por completo mi inmersión. Justo cuando estaba por llegar al puente.
Ya distraída y molesta, dejé mi guitarra a un lado y comencé a hurgar en mi mochila hasta tomar mi teléfono celular y revisar las notificaciones. Unos canales a los que estaba suscrita subieron nuevos videos, los Jellyfish habían ganado su juego, había reportes de Muscular Fish recorriendo el Estado de Michigan, y por supuesto, tenía más de una docena de mensajes.
Me recosté con un bufido. Tenía exactamente cero deseos de ponerme a responder mensajes que, claramente, estarían relacionados con lo ocurrido con Sam. No era el momento y no me encontraba con el estado de ánimo necesario para hacerlo. Marqué la aplicación entera como leída y dejé mi teléfono a un lado.
No quería pensar en ello. No quería pensar en nada. Por supuesto, no lo logré, pero eventualmente el cansancio pudo más que mi angustia, y en algún momento de la noche mis ojos se cerraron y logré conciliar el sueño.
Decir que el dormir me ayudó a descansar sería un mero tecnicismo. Sí, cumplió las funciones metabólicas que se supone que el sueño se supone que hace, pero en cuanto a mi salud mental, los sueños que tuve no fueron para nada placenteros.
Olvidé la mayor parte de ellos poco después de despertar, pero recordé ante todo los sentimientos. Culpa, dolor, traición, angustia. Recordé la alegría de sentir el olor de galletas caseras, el frío de mi nariz contra un vidrio, y luego el horror. No debía ser una genio para saber qué cosas se habían apoderado de mis pesadillas.
Era un sábado, por lo que no me sentí culpable por dormir hasta las once de la mañana. Incluso me tomé mi tiempo bajo la ducha, aprovechando la acústica del baño para cantar baladas de amor que, por algún motivo, venían a mi mente.
Cause I think we messed this up
falling in and out of love.
I wish I could pick a different end
Can we go back to being friends?
Ya higienizada y cambiada con ropas para el resto del día, fui directamente hacia la cocina. Chunk estaba en su trabajo, y a través de la puerta cerrada de la habitación de Tabby podía oír el sonido de la televisión, así que tuve la casa prácticamente para mí sola mientras desayunaba.
Aproveché también ese momento para finalmente revisar los mensajes de mi teléfono. Como esperaba, la mayoría de mis compañeros de clases me habían escrito, preguntando por cómo nos encontrábamos Sam y yo. Nadie había oído la confesión de Sam, por lo que no tenía que explicar nada. Copié y pegué el mismo mensaje genérico para enviárselo a todos. Que me encontraba recuperada, que Sam seguramente podría irse del hospital esta mañana, que les agradecía la preocupación y que todo estaba bien.
El único chat que requirió de atención particular fue el de Carol, quien me había escrito un par de mensajes durante las horas que habían ocurrido entre el final de la práctica y la medianoche.
Luna acabo de enterarme de lo que ocurrió, ¿están bien? Por favor avísame si necesitan algo, lo que sea, me había escrito poco después del ataque. Y luego, algunas horas más tarde, me había enviado un mensaje de audio. Le di Play y lo llevé a mi oído.
—Hola, Luna —me dijo, y oír su voz tan de cerca hizo que un escalofrío recorriera mi espalda—. Sé que seguramente estás ocupada y probablemente muy angustiada, pero sólo quería decirte que… Lo que pasó en el auditorio entre Sam y yo no fue tu culpa. No te culpo. Y tampoco la culpo a ella. Tiene razón en estar enfadada. No tengo excusa. Y si tú te sientes de la misma forma, te pido disculpas. Debería decírtelo en persona, y lo haré, a ti, a Sam y a tu amiga Mazzy, cuando tenga la oportunidad. Pero… bueno, no sé. He estado pensando en esto durante toda la noche y quería decírtelo cuanto antes. Quiero creer que nos hemos vuelto muy cercanas últimamente, y odiaría arruinarlo todo por no poder aceptar que hice algo mal. Así que… ya sabes. Avísame si necesitas algo. Nos vemos.
Suspiré y presioné mi teléfono contra mi frente. ¿Por qué tenía todo que ser tan complicado? ¿Por qué todas mis relaciones parecían colisionar justo cuando debería estar concentrándome en la música y el musical para el cual sólo faltaban un par de días? Demasiados sentimientos encontrados, demasiadas emociones que se mezclaban. Sentí que tenía varias sogas atadas a distintas partes de mi cuerpo, todas tirando en distintas direcciones. No eran lo suficientemente fuertes como para lastimarme, pero sí como para confundirme, desconcertarme, desorientarme.
La cabeza comenzaba a dolerme, por lo que me serví un vaso de jugo y me dirigí a la habitación de mi hermana. Estar con ella era siempre relajante, y con suerte, me ayudaría a distraerme. Golpeé con suavidad en la puerta y, una vez que me invitó a que pase, entré a su pequeño santuario.
Estaba todavía vestida con sus pijamas, sentada en el borde de su cama mientras veía su película favorita de princesas. Me dedicó una mirada un tanto preocupada, pero enseguida le sonreí y me senté a su lado, rozando mi brazo contra su hombro.
— ¿No te cansas de ver esta película? —Le dije, peinando su cabello con mi mano.
Rió un poco y pareció relajarse cuando notó que estaba de ánimos para hablar.
—Es la mejor película de todos los tiempos.
— ¿Lo es realmente? ¿O sólo te gusta porque la princesa tiene poderes de hielo como tú?
—Las dos cosas —admitió, encogiéndose de hombros—. La música es muy buena.
—Es pegadiza —admití.
— ¿Quieres verla conmigo? —Preguntó, deteniéndose por un instante antes de continuar— Siento que hace mucho que no hacemos algo juntas.
No estaba reprochándome. Sonaba completamente honesta, lo cual no hizo sino hacerme sentir incluso más culpable que si me hubiera recriminado no dedicarle tiempo suficiente a mi hermana.
—Por supuesto. Hace mucho que no la veo —dije, poniéndome cómoda a su lado.
Y durante un buen rato, todos mis problemas se disolvieron, pasando a un segundo plano mientras discutíamos la trama de la película y los personajes, haciendo bromas acerca de los pequeños trolls. Cuando la canción principal de la película llegó, las dos cantamos a todo pulmón, tratando de alcanzar esas notas imposibles que los compositores habían puesto sólo para arruinarle la vida a los padres de las pequeñas niñas que una y otra vez tratarían de alcanzarlas.
—Nada mal, nada mal —le dije en cuanto acabamos, gratamente sorprendida por sus dotes musicales.
—Gracias —dijo, mostrándose un poco tímida—. Esta canción es… Es como…
—Te hace sentir feliz, como si pudieras hacer lo que quisieras, como si el cielo fuera tu límite —respondí por ella, notando que no hallaba las palabras.
Ella rió.
— ¿En serio lo sentiste?
—Fuerte y claro, chiquita. Pusiste tu corazón en cada nota.
—Es que, ¡la letra es tan inspiradora! ¡Y lo que ella hace con sus poderes, me hace pensar en…!
Su entusiasmo se desvaneció, y durante varios segundos evitó mirarme.
—Es una buena canción —finalizó, sin demasiado entusiasmo.
Había estado pensando en esta conversación durante varios días, por lo que ya tenía preparado un pequeño libreto. Caminé por la cama hasta colocarme detrás de ella, rodeándola con mis piernas y abrazándola por detrás, apoyando mi cabeza sobre la suya. Ella se acomodó, recostándose contra mi pecho y dejándose abrazar.
—Tabby, no hay nada que quiera más que tu felicidad.
—Lo sé.
—Tú y Chunk son todo lo que tengo. Me parte el alma pensar en que algo pudiera pasarte.
—Lo sé, Luna, lo sé.
—Los poderes son muy peligrosos. Si los usamos sin pensar, podríamos arruinar nuestras vidas. Sé que apesta, pero así es la vida en Royal Woods. Los metas no somos afortunados, somos blancos fáciles. Sé que quieres ser una heroína…
—Sam ya me lo dijo —se adelantó, sonando abatida—. Es demasiado peligroso.
—Lo es. Pero…
Debatí cómo decir lo que estaba a punto de contarle. Ella notó mi pausa y movió la cabeza, tratando de mirarme al rostro.
— ¿Qué ocurre? —Preguntó.
—Bueno… Mira, usar tus poderes es extremadamente peligroso. Pero… bueno… no significa que no puedas usarlos nunca.
Eso definitivamente captó su atención. Nunca había puesto excepciones, siempre le había dicho que usar sus poderes estaba terminantemente prohibido, incluso que debía intentar actuar como si no los tuviera. Esto era un gran cambio en la narrativa que había tratado de inculcarle por tantos años.
— ¿A qué te refieres? —Preguntó con cierta esperanza en su voz.
—Usar tus poderes puede ponerte en peligro, a ti y a todos nosotros. Así que no es algo que puedas usar libremente sin preocuparte por las consecuencias. Pero a veces puede haber situaciones donde no usar tus poderes puede ser más peligroso que usarlos. Así que… bueno, confío en que eres lo suficientemente lista como para saber cuándo puedes usarlos… ¡pero sólo como último recurso!
— ¡¿Lo dices en serio?!
—Sí. No es que me agrade del todo, realmente estoy en contra de usar poderes. Pero sería hipócrita si te dijera que no debes usarlos nunca.
— ¿Hipócrita?
—Significa que no sigo los consejos que doy.
—Ya sé lo que significa, tonta —me dijo, riendo—. ¿Pero por qué serías una…? ¡Espera! ¡No puede ser!
Se separó de mi abrazo, arrodillándose justo frente a mí, mirándome con estrellas en los ojos.
— ¡Usaste tus poderes en público! —Me dijo, apuntándome con un dedo— ¡Lo hiciste!
Suspiré y asentí.
— ¡Oh, wow! ¡Nunca creí que lo harías! ¡Cuéntame, cuéntame todo!
Había pasado muchos días preparándome mentalmente para este momento, y sin embargo, cuando llegó la hora de finalmente ser honesta con mi hermana, me encontré a mí misma dudando. ¿Debía poner más énfasis en el miedo que me generó utilizarlos, o en la adrenalina de finalmente dar rienda suelta a esa parte que había encadenado en mi interior durante tantos años?
Tabby esperaba una rápida respuesta, pero los suaves golpes de alguien llamando a nuestra puerta principal retrasaron mi explicación. Entrecerrando los ojos como si desconfiara que me fuera a escapar, dejó que saliera de la habitación y me dirigiera hacia la entrada de la casa.
Espié por la mirilla de la puerta, y lo que vi me tomó por sorpresa. Abrí la puerta de inmediato, tratando de no mostrarme tan estupefacta como me sentía, y ofrecí una sonrisa a mi inesperada visitante.
— ¡Luan! ¡Qué sorpresa! ¿Qué haces por aquí?
Era la última persona de la que habría esperado recibir una visita sorpresa. Nunca la había visto fuera de los ensayos, ni siquiera en otras partes de la escuela. Verla en la puerta de mi casa, tan fuera de su elemento, fue ligeramente desconcertante.
Ella, por su parte, se veía muy nerviosa, sus ojos moviéndose sin parar, como si estuviera tratando de ver todas las direcciones al mismo tiempo. Miraba hacia los costados y detrás de ella, brevemente a mis ojos, luego hacia el suelo y sus dedos, los cuales frotaba con exagerado entusiasmo. Finalmente reunió las energías suficientes como para enfocarse en mí por algunos segundos.
— ¡Lamento venir sin avisar! —Se disculpó, agachando la cabeza y juntando las palmas de su mano frente a ella en un gesto de disculpa— ¡P-Pero no tenía tu teléfono, y no sabía a quién pedírselo, y no podía…!
—Oye, tranquila —dije con suavidad y una sonrisa— No te preocupes. No estaba haciendo nada importante.
Desde el pasillo a las habitaciones, escuché a una niña de once años gruñendo con falsa molestia. Tabby usaría esas palabras en mi contra, estaba segura.
—L-Lo siento. La otra vez te oí hablando con tu amiga sobre tu casa, y creí que había escuchado que esta era tu dirección… ¡No lo hice a propósito! Sólo estaba preparándome para salir de un ensayo y ustedes estaban cerca, no es que te estuviera espiando ni nada de eso.
Ni siquiera había pensado en cómo es que ella había encontrado mi casa. Habría imaginado que alguien de la escuela lo sabría, por algún motivo. Su disculpa me parecía exagerada. Pero… bueno, sin querer sonar demasiado prejuiciosa o condescendiente, Luan no era la mejor en cuanto a conversaciones y socialización. Decidí que probablemente sería mejor que fuera muy clara en hacerle saber que todo estaba bien.
—No te preocupes, suelo ser bastante ruidosa cuando hablo —bromeé, antes de abrir más la puerta y dar un paso al costado—. No te quedes ahí, amiga, pasa.
Tardó un par de segundos en decidirse, pero finalmente entró a mi casa, quedándose de pie a mi lado y sólo moviéndose para seguirme mientras me dirigí a la mesa.
— ¿Quieres algo para beber?
—N-No, gracias, e-estoy bien.
—Ok. Bueno, y, uh, ¿a qué debo esta visita?
—Yo… quería ver... Ya sabes… Cómo estabas después de lo que le pasó a tu amiga.
Suspiré. Ya había intuido que estaría relacionado con eso.
—Estoy bien. No me pasó nada.
Levantó un dedo, apuntando tímidamente al moratón que me había quedado por los golpes de Sam.
—No es nada grave. Se ve peor de lo que realmente es.
—Se ve doloroso… Tuviste suerte que la policía llegara pronto. Las otras veces que ocurrió, las personas se pusieron muy violentas.
—Sí. Fue un poco aterrador, pero no duró mucho. No tienes que preocuparte.
—Qué bueno que no haya durado mucho. Los deportistas y las porristas además gritaron muchas cosas horribles acerca de ellos mismos —comentó, desviando la mirada hacia el suelo.
Me mordí el labio, tratando de no pensar en lo que Sam me había revelado por culpa de esa estúpida droga.
—Todo el mundo los escuchó —continuó—. Algunos trataron de decir que eran mentiras, pero todos saben que todo era cierto. Lo que sea que les pasó los obligó a decir verdades. A mostrar sus verdaderos rostros.
—Yo diría que los obligó a contar lo peor de ellos —sugerí en cambio—. Todo el mundo tiene cosas vergonzosas o malas que no queremos que nadie sepa. Es terrible.
—Sí… Lo es. Pero a veces nos olvidamos que nadie es totalmente sincero. Vivimos en una sociedad donde todo el mundo actúa, donde todos pretenden ser alguien que no son, donde encajar es preferible a ser auténticos. Donde todos tienen cosas que esconder, incluso gente que consideramos cercana a nosotros.
Pensé en Sully, ocultando su infidelidad. En Mazzy y sus inseguridades. En Sam y el amor que nunca perdió por mí. Mis tres mejores amigos, con secretos que yo jamás había sospechado.
Sacudí la cabeza. No me hacía bien pensar demasiado en esas cosas.
—Quizás tengas razón. Pero nadie se merece lo que ha estado ocurriendo en la escuela. En especial no alguien como Sam.
Luan levantó tímidamente la mirada, ladeando un poco la cabeza mientras me observaba.
— ¿A qué te refieres? —Preguntó con delicadeza.
—Sam es… Es la mejor amiga que alguien pudiera tener. Graciosa, amable, divertida... Siempre apoya a sus amistades.
—Ayer no parecía muy amable… Te trató a ti y a Carol Pingrey bastante mal. Tú no te lo merecías, estabas divirtiéndote.
—Es… complicado.
Pareció querer agregar algo, pero se detuvo, examinándome con cuidado. Finalmente suspiró y desvió la mirada por unos instantes, como si hubiera cambiado de parecer.
—Si hay alguien que no se merece sufrir así, eres tú —me dijo con determinación—. Lo que quería decirte ayer era que… Nunca nadie se había preocupado tanto por mí como tú lo haces. Siempre me saludas, y me preguntas cómo estoy. El resto del mundo me ignora, como si fuera invisible. Pero tú siempre gastas tiempo en hablar conmigo. Y eso significa mucho para mí.
Sonreí ante el evidente cariño con el que Luan parecía estar agradeciéndome. Estiré una mano sobre la mesa para tomarla por la muñeca, apretándola con suavidad.
—Trato a las personas de la misma manera que quisiera que me trataran a mí, y me preocupo por ellas en la medida que me demuestren que se lo merecen. Y tú eres una muy buena persona, Luan. Me gusta hablar contigo, eres una gran compañera.
Creí que ello la haría sentir mejor. Para mi absoluta sorpresa, su rostro se deformó en una máscara de tristeza, y en cuestión de segundos comenzó a llorar, separándose del contacto con mi mano.
Me quedé estupefacta, sin saber en qué me había equivocado.
—N-No me lo merezco… —Dijo entre sollozos—. N-No soy… S-Sólo soy una antisocial. Por eso no tengo amigos… Nadie querría tenerme cerca.
—Oye, ¡no digas eso! Vamos, hermana, eres una chica muy dulce. Estoy segura que si hablaras un poco más con la gente, podrías tener muchísimos amigos.
—N-No… N-No todo el mundo es t-tan amable como tú. Ni mis papás me querían —mencionó, sollozando un poco más fuerte, presionando los dorsos de sus manos contra sus ojos—, p-para ellos sólo era un t-tubo de ensayo.
Recordé lo que Carol me había contado acerca de los padres de Luan. Científicos y doctores que habían trabajado para Tetherby. Eso debería haberlo dejado en claro, pero ahora, pese a que no entendía a qué se refería con eso de "un tubo de ensayo", no me quedaba ninguna duda de que eran terribles personas.
—P-Pero tú eres distinta… Tú eres una buena persona. Y yo… Yo quería decirte…
—Puedes decirme lo que quieras —le aseguré, poniéndome de pie y rodeando la mesa para colocarme justo delante de ella.
Ella se limpió las lágrimas y me miró con intensidad, sus ojos ojerosos y cansados dejando entrever una clara preocupación en ellos.
—Creo que no deberías ir al musical.
Parpadeé un par de veces, haciendo un esfuerzo consciente para cerrar la boca luego de que mi mandíbula cayera por sí sola.
—Uh, ¿qué? —Fue lo mejor que logré articular.
—La escuela es un lugar peligroso últimamente —me dijo, cerrando sus manos sobre la mía, apretándome con cariño y preocupación—. Nadie está a salvo, y el musical va a reunir a mucha gente en el mismo lugar. Y tú… tú ya has estado muy cerca de los ataques. Tres incidentes en los que te viste involucrada. ¡Y y-yo no soy de las creen esos rumores de que tú estés involucrada!
Fruncí el ceño. ¿Rumores?
—Pero por un motivo u otro, los problemas parecen seguirte. No es tu culpa, estoy segura que no lo es… pero siento que estás en peligro. Y como dije, si hay una persona en toda la escuela que no merece sufrir, esa eres tú. Así que por favor, trata de no ir al musical. El Señor Budden puede tocar por ti. Cuídate. Por favor…
Me rogó con la mirada, sus ojos cargados con miedo y genuino desasosiego. Traté de decodificar su pedido, de entender si realmente me estaba pidiendo que no participara del musical para el cual había estado practicando durante tantas semanas. Para el cual había incluso escrito parte de la canción más importante de la obra. Parte de mí quería creer que estaba bromeando, que no podía estar realmente sugiriendo ello.
Su mirada, sin embargo, demostraba la seriedad de su pedido.
—Luan, no puedo no presentarme. Todos cuentan conmigo. Llevamos practicando durante semanas. ¡No puedo defraudarlos!
— ¡Pero podría pasarte algo malo si vas! —Respondió, al borde del llanto— ¡No quiero que sufras o que te lastimen!
Suspiré, separando mis manos del agarre de Luan.
—Aprecio tu preocupación, en serio. Es muy… agradable que te preocupes así por mí. Pero nada va a pasarme, ni a mí ni a nadie. Va a haber mucha seguridad en el auditorio, nadie podría hacer nada sin que los descubrieran.
Por supuesto, Luan no sabía que la persona detrás de los incidentes tenía la capacidad de hacerse invisible, pero era mejor guardarme esa información para mí misma.
—Pero… Si algo ocurriera…
—Oye —dije, sonriéndole con un sentimiento fraternal que se avivó en mi interior—, sé que toda esta situación da mucho miedo. Todos estamos un poco asustados, pero no podemos dejar de vivir por el miedo, ¿sabes? Estoy segura que nada malo va a pasar en el musical. Así que no te preocupes, ¿de acuerdo?
Luan continuó mirándome con los ojos vidriosos. Apretó con fuerza sus labios, como si estuviera esforzándose para no decir nada más. Finalmente bajó la cabeza, asintiendo con suavidad.
—Está bien —dijo casi en un susurro—. Entiendo.
—No te desanimes. Te digo algo, después del musical, te invito a ir a tomar un helado o algo para celebrar. ¿Qué te parece?
Pareció que mi invitación la dejó al borde del llanto. Aún así, trató de sonreírme. Trató.
—Okay. Me encantaría poder hacerlo.
— ¡Perfecto!
—Sí… perfecto.
Se puso de pie, sus manos temblando mientras trataba de acomodar su falda.
—Debería irme, yo… tengo que trabajar en… cosas.
—Sí, claro. Gracias por venir a verme, en serio. Y por preocuparte por mí. Lo aprecio mucho.
La conduje hacia la puerta, abriéndola y dando un paso hacia fuera con ella.
—Eres una buena persona, Luna. No mereces que nada malo te ocurra.
—Gracias, Lu. Tú también, pero como dije, no tienes nada de qué preocuparte. ¡Nos vemos en el musical!
Ella volteó y comenzó a alejarse.
—Nos vemos allí.
Me pareció raro que no me mirase o que no me saludara con la mano, pero a decir verdad, eso era lo menos raro de toda la conversación que habíamos tenido. Volví a entrar a mi casa, tratando de entender un poco mejor a esa chica. ¿Qué era lo que pasaba por su mente? ¿Qué quería decirme realmente? ¿Por qué una parte de mi mente retumbaba, como diciéndome que había algo que no estaba entendiendo?
Hubiera continuado reflexionando acerca de aquella extraña visita, pero el sonido de alguien aclarando su garganta me devolvió a la realidad. Miré hacia el pasillo de las habitaciones, desde donde Tabby me miraba con los brazos cruzados sobre su pecho.
Quizás fueron sus poderes, pero de repente sentí que la temperatura de la habitación se disminuía.
—Con que no estabas haciendo nada importante, ¿eh? —me dijo, con gélido énfasis en mis propias palabras— Pasar tiempo con tu hermana no es tan importante, supongo.
—...voy a tener que hacer mucho para que lo dejes pasar, ¿no es cierto?
—Ni siquiera te das una idea de lo que te va a costar haber dicho eso —mencionó antes de que una maligna sonrisa creciera en su rostro—. Pero puedes empezar contándome cómo y dónde fue que usaste tus poderes. Y si me dices todos los detalles… quizás no despiertes a la madrugada con hielo debajo de tus pijamas.
Y así fue como le conté hasta el último detalle de mis recientes aventuras.
