Hemos llegado al clímax de la historia. No tengo mucho que decir, sólo que el capítulo 11 será el último de la historia.
Voy a aprovechar esto en su lugar para mencionar que si alguno de ustedes es de leer historias en inglés, estoy realizando un fic en colaboración con un gran amigo. La historia en cuestión es "Archetypal" de TheSiegePerilous. Originalmente era un collab entre Siege y LoudAutomata16, los dos grandes amigos míos del fandom. Auto ha dejado el fandom, sin embargo, y entre los tres decidimos que yo sería un buen candidato para reemplazarlo. Hasta ahora he escrito los capítulos 29, 30 y 31, y pronto continuaré escribiendo el resto del arco de Luan en el que estamos actualmente. Es un fic sumamente gracioso que deconstruye muchos tropes de distintos géneros. Oh, y Lincoln es literamente un "Harem King", aunque van a tener que leer la historia para saber qué significa eso realmente lol
Como siempre, agradecimientos especiales a los lectores que comparten sus impresiones conmigo:
Luna PlataZ: Ya sé jajaja no voy a cambiar nada sólo por tus predicciones lol Tabby es un personaje que siempre me ha gustado escribir, ojalá más gente en el fandom hiciera cosas con ella. Y me alegra que todo el mundo haya captado el obvio "Amigo, te quiero mucho, no vengas a la escuela mañana" jajajaja Me divertí mucho escribiendo eso y tratando de hacerlo sonar serio lol Muchas gracias como siempre.
chaotix: Tú te mereces un 130 como lector!
ziggsbomb: Tus reviews siempre son la bomba.
daglas99: Hasta ahora las únicas que están relacionadas son Lori y Leni, el resto por ahora han sido adoptados, ninguno sabe mucho acerca de sus padres biológicos. Así que no lo sé, quizás en el futuro cuando todos se encuentren descubran algo… o quizás no, quizás simplemente son todos huérfanos.
Guest: Al fin! jajaja
Luis Carlos: Veremos en este capítulo qué onda con las advertencias de Luan.
El caballero de las antorchas: En primer lugar, no te preocupes por ponerte al día, todo a su tiempo amigo. Después, respondiendo a tu pregunta, la habilidad de traspasar los objetos está definitivamente más en línea con Kitty Pryde que con Visión. Visión lo que logra hacer es controlar su densidad, lo cual no sería el caso aquí.
andres888: Me parece bastante presuntuoso asumir que si al resto de los lectores les gustó algo es porque "se dejan llevar por aspectos muy superficiales y no toman en cuenta la coherencia narrativa y no son tan críticos con toda esta historia". Pero te tomo la crítica. Muchas gracias.
Misugi: Por supuesto que puedes dibujarlo jajajaja Yo no le pongo copyright a nada, siéntanse todos libres de hacer lo que gusten con mis cosas. Muchas gracias por los comentarios, me alegro que te hayan gustado esas distintas partes del capítulo. ¡Ya estamos bien cerca del final!
Sylar Diaz: Era imposible escribir un fanfic con Luan en el que no dijera la frase jajajaja Sobre lo de Tabby, pues la verdad nunca sentí que Luna no tuviera conexión con Tabby, creo que en el capítulo 2 queda bastante establecido con la forma en la que Tabby le habla que las dos son bastante cercanas, sólo que Luna no aprecia que su hermanita use sus poderes como si nada. Si hasta se dijo varias veces que Luna rompe su regla de no usar los poderes para ayudar a dormir o calmar a Tabby. Pero bueno, lo tendré en cuenta para el futuro, muchas gracias.
Rigerhit047: ¡Por supuesto que lo hice a consciencia! Jajajaja, tenía que decir la frase sí o sí. Creo que nunca la describí gordita y pequeña pero si así te gusta imaginarla pues adelante jajaja Lo del horario de visita… un mago lo hizo. Canon. Y sí, lo de Mazzy es como una amistad en la vida real sucedería. "Sí, me jode un poco, pero eres mi amiga, tampoco nos vamos a andar peleando" lol. Y sí que le di duro al Life is Strange 3. Mejor que el primero, pero no tan bueno como el segundo.
Capítulo 10:
Breaking free.
El fin de semana pasó casi sin que lo notara. Me encerré en mi hogar, practicando las canciones del musical con mi piano, con reiteradas pausas en las que mi guitarra me llamaba, invitándome a que la tomara y que otro tipo de música se expresara desde mi interior. Canciones que no pensaba o elegía conscientemente, sino que más bien se manifestaban incluso sorprendiéndome. Canciones lentas, sentimentales, tristes, introspectivas. No me permití a mí misma detenerme a reflexionar acerca de lo que ocurría en mi interior, pero encontré catarsis en dejar que mi cuerpo depurara todas aquellas bulliciosas emociones a través de la música. Permitir que las notas que vibraban en las cuerdas se llevaran mis dudas e inquietudes para que se dispersaran en el aire en lugar de continuar carcomiéndome por dentro.
Incluso dentro de mi relativo aislamiento, me permití algunas ventanas para interactuar con otros. En principio, comencé a pasar más tiempo con Tabby, muchas veces impulsado por ella acercándose a mi habitación.
—No tengo nada que hacer —me decía, tomando asiento en mi cama con una gran sonrisa—, ¿te molesta si escucho mientras ensayas?
—Claro que no, hermana. Siempre eres bienvenida.
Y así, mientras continuaba ensayando mi papel en el musical, ella permanecía a mi lado, observándome casi con adoración, aplaudiendo cada vez que terminaba una canción, y haciéndome adorables preguntas.
— ¿Qué acorde era ese? Sonaba como un Sol, pero no lo era, ¿no? ¿Y cómo se llama cuando haces estos cambios de notas rápidos? ¿Tú escribiste esta parte? ¿Por qué hay una pausa allí? ¿Por qué tienes las partituras si la mitad de la canción la tocas con los ojos cerrados?
Usualmente me habría cansado en algún momento, quizás más pronto de lo que me siento orgullosa admitiendo. Pero con el poco uso que le estaba dando a mi teléfono, su compañía era más que bienvenida, y con gusto respondí a cada una de sus preguntas. Incluso cuando, agotado el tópico musical, ella comenzaba a indagar más acerca de mis poderes.
— ¿Cómo sabías que podías silenciar objetos y personas? —Me preguntó el domingo por la tarde, mientras las dos comíamos galletas en mi cama.
Me encontraba sentada contra el respaldo, con ella recostada con su cabeza en mi regazo, mirando hacia arriba mientras permitía que yo jugase con su cabello.
—No lo sabía. Sólo lo intenté y funcionó —respondí.
— ¿Y qué sentiste cuando lo descubriste?
—Me sentí… rara.
— ¿Rara como malo, o rara en el buen sentido?
—Creo que en el buen sentido —admití, acariciando su cabello—. Como si estuviera descubriendo una parte de mí. Pero también fue un poco aterrador.
— ¿Aterrador cómo?
—Porque entendí que no me conocía tan bien como pensaba. Y eso podría llevarme a perder el control. No hay nada más peligroso que un metahumano sin control.
Tabby asintió, tomando otra galleta para disimular su silencio masticando.
—Podrías practicar tu poder de silencio con las alarmas de papá —sugirió tras unos segundos de intensa reflexión—. Odio que me despierte un sábado a la mañana.
Reí en voz alta, dándole un pequeño golpecito en su frente.
—Estás loca, hermana —dije, sacudiendo la cabeza, aunque no admití que no me parecía una idea tan descabellada.
Mi segunda ventana de escape durante esos pocos días fue Mazzy, quien me escribía mensajes regularmente, chequeando cómo me encontraba y asegurándose que no me sintiera terriblemente deprimida. Lo cual, bueno, no, no lo estaba. No realmente. Pero era seguro decir que mi estado de ánimo no se encontraba en su punto más alto.
Por suerte, cada vez que parecía estar hundiéndome en un pozo difícil de salir, ella aparecía con un mensaje o una llamada para rescatarme, distraerme, recordarme que no todas mis mejores amigas estaban ignorándome. Me aseguraba que Sam sólo necesitaba tiempo, que todo volvería a la normalidad.
Cuánto quería creerle.
Más allá de eso, no hablé con nadie más, manteniéndome ocupada con mi música. Antes de que me diera cuenta, el gran día había llegado, y los nervios sólo comenzaron a atacarme en el trayecto hacia el auditorio. Vestida de negro como el señor Budden nos había pedido, me interné en la parte trasera del escenario, espiando desde detrás de las cortinas cómo las butacas comenzaban a ocuparse con alumnos, familiares y profesores. Reconocí a muchísimos de mis compañeros de clase, así también como a Chunk y Tabby, sentándose junto a Mazzy. Varias filas más atrás, mirándola casi con nostalgia, Sully se encontraba, aparentemente por su cuenta, sin nadie con quien hablar o junto a quien disfrutar el musical.
Me sentí un poco mal por él, pero tenía otras preocupaciones más urgentes. Nunca había sufrido de pánico escénico, y tampoco lo hice en aquella oportunidad, pero vaya que sí sentí que mi desayuno se revolvía en mi estómago. Sobre todo cuando oí una voz detrás mío, y vi que Carol acababa de llegar y se encontraba hablando con el señor Budden.
No había hablado con Carol desde aquellos mensajes que ella me había enviado el viernes, pero sí había pensado mucho acerca de ella. En quién era realmente. En cuán diferente era de lo que había imaginado antes de conocerla, y en lo mucho que todavía tenía por descubrir. Sentí que nos debíamos una conversación a corazón abierto. Ella daría la disculpa que sentía que debía dar. Y yo… quizás dejaría de pretender, de engañarme, y la invitaría a salir.
Pensar en ello aceleró mi corazón, pero sacudí mi cabeza para tratar de ahuyentar esas distracciones. Estaba a minutos de tocar frente a toda la escuela. Estaba tan nerviosa como todos a mi alrededor, con miembros de la banda y del club de teatro corriendo de un lado a otro, dándose ánimos entre compañeros y buscando algún que otro cesto de basura para vomitar.
Sí, lo último que necesitaba era algún nuevo motivo para estresarme.
—Viniste.
Y hablando de no estresarme, volteé sobresaltada al oír que alguien me hablaba casi en un susurro, como un fantasma emboscándome por la espalda. Me encontré con nada más y nada menos que con Luan, vestida con su disfraz del bufón de la corte. El simple diseño consistía de unos pantalones grises y un vestido dividido verticalmente por la mitad, con el lado derecho color negro y la mitad izquierda de un amarillo similar al de la blusa que ella solía vestir. Llevaba también un par de botas, una de cada color, y su cabello estaba recogido en dos colas de caballo. En su rostro llevaba un antifaz amarillo con rombos negros encerrando el espacio de los ojos, y del lado izquierdo, una lágrima negra estaba pintada. El diseño estaba claramente inspirado en las cartas de poker, el Joker en específico. Parecía salida de una adaptación de Alicia en el País de las Maravillas.
El único elemento que parecía fuera de lugar era una margarita de pétalos rosados en medio de su pecho. Parecía ser de un plástico duro y, si bien no desentonaba, no iba con la estética de póker. No lo había visto en los ensayos, pero supuse que quizás el equipo de vestuario había hecho un cambio de último momento.
—Hey —le dije, sonriéndole y apuntándola con los dedos de mis manos como si fueran dos pistolas—. Te ves bien, DiAngelo.
—Te dije que era peligroso que vinieras —me respondió, compungida, como si le doliera que la hubiera ignorado.
Suspiré, un tanto incómoda. Sabía que ella era… difícil de tratar, por decirlo suavemente. Quería ser educada y apoyarla, asegurarle que todo iba a estar bien, que no tenía nada que temer. Sin embargo, no me encontraba en el mejor estado mental, y lo último que necesitaba en aquellos momentos era agregar a mi larga lista de preocupaciones la posibilidad que un metahumano con dos poderes que lo volvían indetectable decidiera atacarnos justo donde mi familia se encontraba.
—Vamos, no pienses en esas cosas —dije, tanto para ella como para mí misma—. Todo va a salir bien. Sólo relájate. Estoy segura que deslumbrarás a todos con tu actuación.
Quizás estaba exagerando un poco, considerando que su rol en la obra se reducía a un par de rápidas intervenciones donde contaba chistes cortos. Pero vamos, la chica se veía como si necesitara un poco de motivación. Su rostro estaba pálido y sus hombros caídos, sus manos abriendo y cerrándose como si estuviera a punto de sufrir un ataque de nervios.
Mi cumplido no pareció ayudarla. En cambio, cerró los ojos y desvió la cabeza, como si no pudiera verme a la cara, claramente estresada por la obra de teatro y asustada por la posibilidad de que algo malo le ocurriera. No podía culparla, en verdad, pero tampoco sabía qué más hacer para contenerla y hacerla sentir mejor. Luan me confiaba todas esas cosas porque no tenía a nadie más que la escuchara, pero yo no era precisamente la mejor persona para aconsejar e inspirar. En especial no en aquel momento, con mi mente tan ocupada con tantas otras cosas.
En retrospectiva, fallé como amiga. No la escuché como ella necesitaba que la escucharan. No presté atención a los indicios ni a las señales. Quizás, si hubiera sido más receptiva, si hubiera sido el apoyo que ella esperaba que yo fuera, las cosas hubieran ocurrido diferente. Otro grave error para agregar a mi larga lista.
Como se dieron las cosas, prioricé no distraerme ni preocuparme demasiado, buscando acabar con esa conversación tan pronto como me fuera posible.
—Vamos, despreocúpate. Practica tus líneas, haz lo que has practicado durante tanto tiempo, y cuando la obra termine iremos a comprar esos helados que te prometí. ¿Qué dices?
Levanté mi puño cerrado, ofreciéndolo para chocarlo. Ella lo observó con atención, como si le estuviera dando una daga de sacrificio, pero finalmente me dedicó una sonrisa que parecía mucho más honesta de lo que sus ojos mostraban. Me sorprendí; quizás Luan era mejor ocultando la verdad de lo que le daba crédito.
—Suena genial —respondió, chocando su puño cerrado con el mío—. Voy a preparar mi parte. Suerte, Luna.
—A ti también.
La observé marcharse, no sin cierta pena; pese a no entenderla del todo, estaba claro que no era su mejor día. Con suerte, una vez que la obra iniciara ella lograría distraerse lo suficiente como para dejar de estar tan preocupada y consternada.
— ¡Ah, ahí estás!
El señor Budden se acercó a mí con Carol a su lado.
— ¡La estrella que le faltaba a mi constelación musical! —Dijo— ¿Estás preparada? ¡Todas estas semanas de práctica rinden sus frutos esta tarde, cuando el mundo finalmente sea testigo de su talento!
—Ya he tocado frente a audiencias —mencionó Carol, frunciendo el ceño, pero nuestro profesor no le prestó atención.
—No necesito motivarlas porque sé que las dos tienen el talento y la fortaleza mental como para sobreponerse a los nervios —dijo, mirándonos a Carol y a mí—. Así que lo único que les pido es que se diviertan. No se estresen, simplemente dejen que sus almas fluyan al compás de la música. Si son auténticas y la están pasando bien, eso se hará notar en lo que tocan, y harán que la audiencia también se contagie de su alegría y entusiasmo.
Me sorprendí al escuchar aquellas palabras de aliento. Era casi como si estuviera describiendo mis poderes.
—Entraremos al foso de orquesta en cinco minutos para afinar los instrumentos. Nos vemos allí. ¡Éxitos!
Se despidió de nosotras con una enorme sonrisa en su rostro, dejándome a solas con una Carol Pingrey que se veía espectacular con su ajustado vestido negro, con una faja blanca por encima de su cadera.
Si antes estaba ligeramente nerviosa, ahora me encontraba casi sudando.
—No te preocupes, estoy segura que todo saldrá perfecto —dijo Carol, quizás notando pero malinterpretando mi ansiedad.
—Sí, lo sé, es sólo… Bueno, ya sabes. Siempre hay un poco más de presión cuando tocas frente a un público que no conoces.
—Te entiendo. ¿Sabes cómo hago para superar esa presión?
— ¿Te los imaginas en ropa interior?
— ¡No! ¡Tonta! —Dijo, riéndose y dándome un suave golpe en el hombro— Cierro los ojos e imagino que no están allí. Sólo pienso en mí y en mi cello, como si estuviera practicando en mi habitación. Así, a la única que puedo decepcionar si me equivoco es a mí misma. Y eso me quita presión, porque sería peor si pudiera defraudar a otros.
—Supongo… aunque suena como si aún tuvieras un gran peso sobre tus hombros.
Ella se encogió de hombros.
—A donde vayamos corremos el riesgo de decepcionar a alguien. Hay que aprender a vivir con eso. Ya lo tengo asumido.
— ¿O sea que ya no estás nerviosa?
—O sea que siempre estoy nerviosa —me corrigió con una pequeña sonrisa—. Además, hoy es un día especial, diferente al resto de mis presentaciones.
— ¿Y por qué es eso?
Su sonrisa creció algunos centímetros, y volvió a darme un suave golpecito en mi hombro.
—Porque es la primera vez que toco con una amiga —dijo con suavidad—. Voy a ir yendo al foso. ¿Vienes conmigo?
Solamente atendí a asentir. En aquel momento, hablar requería demasiada coordinación para mi sobrecargado cerebro.
Cincuenta minutos más tarde, la obra se hallaba a mitad del primer acto, y mi mente se había desprendido de cualquier otra distracción. Sólo tenía ojos para mis partituras y oídos para las instrucciones que el señor Budden nos susurraba y las líneas de los actores para guiarme. Había preparado mis partituras para la siguiente canción, y siendo que no debía tocar hasta el final de las siguientes dos escenas, me permití prestar atención por unos minutos a la obra en sí.
—Victoria, ¿cómo pudiste atreverte a abandonar el castillo y escaparte con ese bruto caballero? ¡Podrías haber muerto! ¡Es mi trabajo mantenerte a salvo! —Gritaba el Rey, a quien no podía ver desde mi desventajosa posición en el foso, pero cuya voz me llegaba fuerte y claro.
— ¡Ya tengo quince años, padre! ¡No soy una niña!
— ¡Pues te sigues comportando como una! ¡Eres una princesa, y él un soldado! ¡Sólo estás confundida! ¡Lo que sea que estés sintiendo está mal!
— ¡¿Cómo puede algo que se siente tan bien estar mal?! —Lloró la princesa, sorprendiéndome con lo sincera de su actuación. Había mejorado muchísimo desde que los ensayos habían comenzado.
— ¿Con que así es, eh? —Dijo el rey con un tono amenazante— ¿Osas hacer oídos sordos a las palabras de tu padre el rey? Quizás deba tomar medidas más drásticas para protegerte. ¡Guardias! ¡Manden a ejecutar al caballero!
— ¡Padre, no!
— ¡Mi rey, mi rey! —Dijo con sumo entusiasmo y alegría una nueva voz que acababa de entrar en escena.
Se suponía que no debía moverme de mi lugar, pero estiré mi cuello tanto como pude para lograr obtener un vistazo de Luan, con su disfraz de Joker, entrando en escena con una gran sonrisa en su rostro. Se movía de a pequeños saltos, dando la ocasional vuelta en su lugar para vender la personalidad excéntrica y ligeramente desquiciada de su personaje. Era realmente impresionante ver el contraste entre la Luan que yo conocía y la que se paseaba por el borde del escenario en aquel momento.
— ¡Ay, mi rey! ¡No se preocupe tanto! —Dijo ella, arrodillándose frente al rey y quedando fuera de mi vista— ¡Si un rey se enfada puede tener problemas en las coronarias! ¡Jajaja! ¿Entiende?
El chiste era muy bobo, pero el tono jocoso y la risa extrañamente auténtica ayudaron a que la audiencia riera también.
— ¡Cálmese, mi rey! ¡Sé que quiere ejecutar al caballero, pero no hay que perder la cabeza! ¡Jajaja! ¿Entiende?
El actor que hacía el papel del rey hizo una calculada pausa para dejar que la audiencia se riera. Aproveché aquellos segundos para aplaudir mentalmente. Luan volvería más tarde a la obra para contar algunas bromas, pero por lo pronto había cumplido su papel a la perfección en su primera pequeña escena.
—Es cierto, no es propio de un rey actuar impulsiva o violentamente. Mi hija, no puedo cambiar lo que tu corazón siente. Si estás enamorada del caballero, pues que así sea. Pero mientras vivas en mi reino obedecerás mis órdenes, ¡y en este acto te prohíbo volver a hablar con él! ¡Si lo buscas o vuelves a hablarle, juro por mi corona que será ejecutado!
— ¡No! ¡No puedes hacer eso!
— ¡Si en verdad lo amas, si en verdad te importa su vida, te olvidarás de él y dejarás que encuentre otro amor!
— ¡Padre, no, por favor!
— ¡Si no eres la princesa responsable que tu reino necesita, entonces al menos aprenderás a fingir serlo! ¡He dicho!
El rey y sus guardias se alejaron por uno de los lados del escenario, dejando a la princesa sola, llorando sus penas. Bajé la mirada para acomodar mis partituras, solamente por costumbre…
—Oh, ¡pobre princesa!
...sólo para levantar la cabeza al oír la voz de Luan una vez más.
—Debiendo ocultar sus verdaderos sentimientos, su verdadero ser, ¿y por qué? —Recitó, acercándose al borde del escenario— Sólo para complacer al Rey.
Un inteligible murmullo surgió desde detrás de escena, y rápidas y confundidas miradas fueron intercambiadas entre los miembros de la orquesta. Si bien la Señora Bernardo permitía e incluso incentivaba la improvisación, estaba bastante segura que una de las reglas no escritas del teatro era no improvisar escenas nuevas el día del estreno, cuando todos estaban con los nervios al máximo.
— ¿Pueden imaginarlo? ¿Faltar a la verdad y vivir una mentira sólo para complacer a alguien más? ¿Sólo porque es lo que "esperan" de nosotros? —Continuó Luan, apuntando con sus manos al público y mostrando una soltura que nunca antes le habíamos visto— Por supuesto que pueden. ¿No somos todos la pobre princesa cada día de nuestras vidas? ¿No están todos ustedes vistiendo constantes máscaras para esconder sus verdades? ¿Y para qué? ¿Para encajar? ¿Para ser aceptados? ¿Para no desentonar?
El murmullo comenzó a crecer, con algunos actores chistando y susurrando para tratar de llamar la atención de Luan. La princesa había dejado de llorar, mirando a Luan totalmente confundida, y el público lo notó. Pronto se produjo ese inexplicable pero tangible cambio entre un silencio respetuoso y un silencio expectante, donde hasta las respiraciones parecían haberse callado.
—Todos ustedes viven una mentira. Mienten para ocultar quienes son realmente. A veces por el bien de otros, y a veces porque no son capaces de aceptar la verdad ustedes mismos. ¿No les parece esa una triste existencia? ¿No les parece esa una gran desgracia? ¡Pues despreocúpense, porque hoy les haré enfrentar sus más temidas verdades! ¡Jajajajajaja!
Con una desquiciada risa, llevó una mano hacia la flor rosada de su traje y presionó el centro amarillo. De inmediato, cortinas metálicas bajaron, sellando las entradas al auditorio, atrapándonos dentro.
El silencio de rompió, y pronto la mayoría de la audiencia se había puesto de pie, alejándose a toda velocidad sólo para comprobar que las puertas metálicas no cedían ante sus golpes. El señor Budden comenzó a gritar, tratando de hacer entrar en razón a Luan. Todos a mi alrededor estaban entrando en pánico, y yo misma sentí mi corazón latiendo desesperadamente.
— ¡No teman! —Gritó Luan con sumo entusiasmo y una sonrisa tan sincera como aterradora— ¡Sé que enfrentar la verdad les duele, les asusta! ¡Pero, ¿es que acaso no es peor llevar adelante una vida de mentiras?! ¡Hoy mismo les doy la oportunidad de enfrentarse a las verdades que han enterrado en lo más profundo de sus corazones! ¡Enfréntenlas, y quizás encuentren en la verdad la misma redención que yo descubrí!
Fue en ese punto que varios de los actores, incluidos los guardias y el rey, se acercaron a Luan con la intención de aprehenderla. Ella pareció verlos por el rabillo del ojo, pero en lugar de tratar de escapar, simplemente sonrió. No se movió, ni siquiera cuando uno de los chicos trató de tomarla por el hombro…
Y fue entonces cuando todos vimos, con horror, que el brazo del chico atravesó a Luan como si de un holograma se tratara. Hubo algunos gritos de sorpresa, y de pronto los valientes chicos que habían subido al escenario perdieron todo rastro de coraje.
Yo, por mi parte, sentí que me quitaban una venda de los ojos, pero al hacerlo, también me apuñalaban por la espalda. Me puse de pie, queriendo decir algo, pero en aquellos momentos sentí que tan sólo tenía energías y la claridad mental suficiente como para quedarme allí de pie, boquiabierta, tratando que aquella bizarra situación cobrara sentido de alguna manera.
— ¡Así es! ¡La verdad ha salido a la luz! —Dijo Luan, estirando sus brazos y realizando una exagerada reverencia hacia la audiencia, cruzando sus pies por detrás— ¡Soy una metahumana! ¡Soy la responsable de los ataques a la escuela! ¡Nada como una mezcla bruta del suero de la verdad que mis padres desarrollaron para obligar a que las basuras populares escupan todos sus secretos! ¡La verdad arruinó sus falsas vidas de perfección! ¡Y lo mismo ocurrirá con todos ustedes! ¡Jajajajajaja!
El eco de los golpes a las puertas metálicas se hizo aún más fuerte, apenas eclipsado por los gritos de terror de todos los presentes, incluidos mis compañeros de banda y profesores, quienes habían también iniciado la retirada, dejándome prácticamente sola en el foso de la orquesta. Con excepción de otra persona.
— ¡Luna, tenemos que irnos! —Me dijo Carol, desesperada, tomándome por el hombro y tratando de arrastrarme hacia la salida.
Volteé para mirarla. Se vería aterrada, probablemente tan asustada y pálida como yo misma me encontraba. En cualquier otra situación, habría tratado de escapar junto a ella. Pero había algo en mi interior que me impedía huir. Un pequeño hilo que tiraba de mí hacia el escenario, alejándome del camino fácil de escapar, y enfrentándome a la difícil decisión de tratar de hacer algo.
Echándole una rápida mirada de disculpas a Carol, me escapé de su agarre y corrí entre instrumentos hacia el lugar que ocupaba el director de orquesta, la posición más alta del foso junto al escenario.
— ¡Luan! —Grité, tratando de hacerme oír por encima del caos— ¡Luan, no tienes que hacer esto! ¡Detente!
La Joker bajó la mirada, encontrando mis ojos, y pude ver de inmediato la culpa y tristeza que la inundó.
—Te pedí que no vinieras, Luna —me dijo, sonando honestamente herida—. Te dije que era peligroso. ¡Lo siento! ¡En serio lo siento! ¡No quería que estuvieras aquí! ¡No quería tener que lastimarte!
— ¡No tienes que lastimar a nadie!
— ¡Ya es muy tarde! —Se lamentó, con un par de lágrimas cayendo de sus ojos— ¡Eres la única persona que me escuchó, la única que se preocupó por mí sin importar lo que eso pudiera hacerle a su reputación! ¡Eres la única que no se merece lo que está pasando! Pero ya es muy tarde. Tengo que hacer esto. Todos deben enfrentarse a sus verdades más terribles, y no puedo cancelar esto, ni siquiera por ti.
— ¡Luan, has visto lo que esa droga le hace a la gente! —Imploré, tratando de razonar con ella— ¡Tanta gente sufriendo esos efectos podría acabar con gente muerta!
Luan llevó una mano a su pecho, apretando el traje como si le doliera el corazón.
—Incluso ahora te preocupas por los demás… —dijo, su rostro mostrando verdadero arrepentimiento— Pero estás equivocada. En los demás ataques usé un sintético que yo misma creé a partir de la mezcla de mis padres. Mucho más agresiva y potente. Esta vez usaré todas las reservas de la fórmula original que logré robar de la fábrica de Industrias Tetherby. Lo único violento y agresivo serán las verdades a las que todos se verán obligados a enfrentarse.
Y sin darme tiempo a reaccionar, volvió a mover su mano hacia la flor de su traje, oprimiendo el botón del centro.
Un ruido como el siseo de una serpiente se manifestó por encima del escenario, y todos levantamos la vista para ver con horror cómo las máquinas de humo comenzaban a liberar un visible gas que se expandió por el techo antes de caer como la lluvia radioactiva. Traté de cubrir mi boca y nariz con mi mano, pero cuando las primeras gotas comenzaron a caer sobre mi cabeza y brazos, supe de inmediato que tan sólo estaba retrasando lo inevitable.
—Es aterrador, al menos la primera vez —me dijo Luan, acercándose al borde del escenario y mirándome con el dolor de quien ve sufrir a un amigo—. Yo era el sujeto de prueba. Sé lo terrible que se siente. Lo sufrí hasta que mi cuerpo se volvió inmune a la droga, hasta que no quedó verdad por descubrir.
Mis pulmones comenzaban a arder, desesperados por liberar el aire que mantenía dentro. Sentí la cabeza más ligera, y no supe si por aguantar la respiración, o porque la droga ya estaba comenzando a afectarme por el contacto con mi piel y ojos. Me tambaleé hacia atrás, chocando contra los atriles de partituras, y cayendo de rodillas al suelo.
—Espero que tus verdades no sean dolorosas —continuó, poniéndose de pie—. Realmente no mereces sufrir como los demás.
Quise gritarle, pero mi cuerpo no podía aguantar más, y finalmente me vi obligada a exhalar e inhalar. En cuanto lo hice, mis pulmones se llenaron de aquel gas, y el efecto fue casi instantáneo.
Lo primero que experimenté fue una sobreexposición de estímulos en todos mis sentidos. Las luces del escenario y del auditorio brillaron como supernovas, todos los colores mezclados en mis ojos como explosiones de fuegos artificiales hasta que nada tuvo sentido. Mi equilibrio quedó completamente desorientado, y por largos momentos no supe si estaba de pie, cayendo, o si era el mundo a mi alrededor el que no paraba de girar. Los sonidos de la gente tosiendo, gritando y llorando se mezclaron en un torbellino. Todo era caótico, inexplicable, surreal. Las paredes se derretían, los sonidos se agudizaban, el suelo se deshacía debajo de mí, las sombras crecían hasta consumir mis alrededores…
Y de repente, como si el auto en el que viajaba se detuviera de golpe, sentí que volvía a la realidad. Mi respiración agitada era lo único que oía, y sólo al tratar de abrir los ojos fue que comprendí que ya estaban abiertos, pero me encontraba en medio de la nada misma, del vacío infinito.
— ¿Luan? —Llamé, aunque no supe por qué lo hacía, o quién era esa Luan a la que llamaba— ¿Hola? ¿Hay alguien aquí?
Mi voz parecía no salir de mi propia boca sino que resonaba como si el cielo mismo pronunciara aquellas palabras. Una tormenta omnipresente que se oía en cada rincón de aquella extraña realidad.
Confundida, di un paso hacia delante.
En el momento en que mi pie hizo contacto con una superficie en aquel vacío, una explosión de colores ocurrió, como una onda expandiéndose por el mar, con mi pisada como epicentro. Manchas de pintura aparecieron y se materializaron en un pasillo que poco a poco fue perdiendo variedad de tonos, acabando con una monocromía verde. Observé el largo pasillo en el que me encontraba, extendiéndose al infinito en ambas direcciones. A los costados, puertas de madera con cristales que dejaban ver hacia el interior, y el resto de las paredes cubiertas con filas y filas de casilleros…
Estaba en el pasillo de mi escuela. Lo recordé de repente, ¡yo iba a la escuela! ¿Pero por qué estaba ahí? ¿Qué estaba haciendo? ¿Era normal que todo fuera verde?
—Eres una cobarde.
Volteé sobresaltada, encontrándome cara a cara con una figura tan verde como el resto de la escena. Parecía estar hecha de arcilla, con sus ojos completamente lisos y sin señales de pupilas o iris alguno. Retrocedí un paso, asustada, pero luego de la sorpresa inicial logré reconocer la figura.
— ¡Sully! —Dije, dando un paso hacia él, pero una nueva fila de baldosas apareció donde apoyé mi pie, manteniendo la distancia entre ambos —Sully, ¿qué está pasando?
—Estás enfrentándote a tu verdad, Luna —me dijo con frialdad—. Eres una cobarde.
— ¿De qué hablas?
—Dime la verdad: ¿me odias?
Estaba confundida, desorientada, pero incluso en ese estado sabía la clara respuesta a esa pregunta.
— ¡Claro que no! ¡Sully, eres mi amigo! —Le dije, dolida ante la idea de que él creyera que podía odiarlo.
—Si somos amigos, ¿por qué me dejas solo? ¿Por qué no me hablas? ¿Por qué haces tu mejor esfuerzo por ignorarme?
—Yo… Sully, no te ignoro… Es sólo que…
— ¡No mientas! —Rugió, y todo el pasillo tembló, con polvo verde cayendo del techo— ¡Yo sé la verdad! ¡Sólo admítela! ¡¿Por qué no te atreves a perdonarme?!
— ¡Hiciste algo muy malo! —Dije, tratando de mantenerme de pie incluso con todo el suelo temblando— ¡Tengo que apoyar a Mazzy! ¡Ella no se merecía lo que le hiciste! ¡Ella me necesitaba más que tú!
— ¡MENTIRAS! —Dijo, levantando su rodilla antes de bajarla de un pisotón.
El suelo se resquebrajó bajo él, y las grietas se expandieron como una tela de araña, cubriéndolo todo, desde las paredes hasta él mismo. Rayos de luz salían de entre las grietas, como si el Sol mismo se ocultara del otro lado, y de un momento a otro, el pasillo explotó, enviando esquirlas de arcilla en todas las direcciones.
Cubrí mi rostro con mis brazos, pero nada pareció impactar en mí. Cuando los temblores acabaron, levanté la vista. El verde había dado lugar al amarillo, y el pasillo de la escuela se había convertido en la cafetería, desierta excepto por mí, de pie junto a una mesa.
No había rastros de Sully en ninguna parte.
—Pretendes que lo haces por mí —dijo una voz a mis espaldas—, pero es una gran mentira.
En donde no había nadie, de repente la figura de Mazzy se encontraba de pie, mirándome con las manos en los bolsillos de su chaqueta. Todo en ella, desde su cabello hasta sus ropas, era tan amarillo como el resto de la escenografía.
—Mazzy… ¿de qué hablas? ¡Por supuesto que lo hago por ti!
Las columnas de la cafetería se fracturaron con profundas grietas sobre su superficie, pero aún así se mantuvieron en su lugar.
— ¿Qué está pasando? ¿Por qué todo se rompe?
—Toda mentira es frágil —respondió ella, caminando a mi alrededor—. Incluso las más elaboradas, aquellas que nos repetimos a nosotros mismos hasta creerlas, sucumben ante la arrasadora verdad.
—No lo entiendo…
—Hasta que no aceptes tu verdad, todos los muros de falsedades que construiste seguirán cayendo. Uno tras otro. Y si no tienes cuidado, te aplastarán.
— ¡¿De qué verdad hablas?! ¡Déjate de juegos! —Le dije, estirando una mano para tomarla por el hombro, solo para ver cómo ella ya no estaba frente a mí, sino a mi lado, como si nunca hubiera estado en otro lugar.
—La verdadera razón de por qué no perdonaste a Sully. El verdadero motivo por el que no te atreves a decirme que no debería volver con él.
La cabeza comenzaba a dolerme, invadida por memorias, recuerdos, experiencias. Es como si hasta hacía unos segundos no hubiera recordado nada acerca de mi vida, pero ahora que Mazzy lo mencionaba, todo cobraba sentida. Su relación con Sully, el incidente en el campo de juego, la confesión, la pelea, la reconciliación. Demasiada información invadiendo mi mente en un instante.
—Yo… Yo no quiero que no vuelvas con él —contesté—. Es tu decisión. Mazzy, yo te apoyaré sin importar lo que decidas. ¡Eres mi amiga!
El techo de la cafetería se quebró, y grandes trozos de escombros cayeron peligrosamente cerca de mí. Todo a mi alrededor comenzó a temblar una vez más.
— ¿Por qué todo sigue rompiéndose? —Dije, consternada— ¡No estoy mintiendo! ¡Eres mi amiga!
— ¿Lo es Sully?
— ¡Sí!
— ¿Lo has perdonado?
—Yo… sí. Sí, lo perdoné. ¡Lo perdoné, ¿de acuerdo?!
— ¿Y por qué no has vuelto a hablarle? ¿Por qué no lo ayudas si lo ves deprimido? ¿Qué es lo que te detiene?
— ¡Porque no quiero lastimarte si es que tú no lo perdonas primero!
—Aaaah, pero tú no quieres que lo perdone —dijo Mazzy con una sonrisa, volviendo a caminar a mi alrededor—. Dices que es mi decisión, y tú misma lo perdonaste, pero en el fondo deseas que yo no lo perdone. ¿No es así?
Más memorias me llegaban. La charla en el hospital. La charla en la cafetería. Mazzy quería perdonarlo, pero… Pero yo…
—Yo no… no sé si deberías perdonarlo —admití.
Los temblores parecieron reducir su intensidad.
— ¿Y por qué tú puedes perdonarlo pero yo no?
—No lo sé…
— ¡Mentiras! —Estalló, y las columnas se partieron a la mitad, cayendo pesadamente sobre las mesas, destrozándolas. Grietas volvieron a cubrir todo a mi alrededor.
— ¡Mazzy, en serio no lo sé! ¡Por favor, detente!
—Las dos sabemos la verdad, Luna. La verdad que ocultas, la verdad que has internalizado pero que no te atreves a admitir. La que has cubrido con un manto de mentiras que, poco a poco, arruinó, arruina, y aruinará cada uno de tus vínculos.
— ¡No sé de qué verdad hablas! —Grité, mis ojos llenándose de lágrimas por la impotencia de no comprender nada de lo que ocurría a mi alrededor.
Apenas acabé de pronunciar aquellas palabras, la figura de Mazzy y todo a mi alrededor se convirtieron en polvo, esparciéndose cuando una fuerte nos rodeó. El viento incrementó su velocidad, conmigo en el centro del huracán, y vi con ojos abiertos cómo el polvo pasaba de amarillo al celeste como el más claro de los cielos.
De un instante al otro, la destrucción se detuvo, y como por arte de magia, el polvo se reacomodó formando nuevas figuras, paredes, cortinas, pósters, guitarras, y una cama. Una cama que me resultó familiar, y tras darle una rápida mirada a la pequeña habitación en la que me encontraba, las memorias volvieron a mí.
—Tabby… —susurré, recordando.
— ¿Por qué me haces esto?
Sentada contra el respaldo de su cama, abrazando sus rodillas contra su pecho, estaba la figura celeste de mi hermana menor, llorando opacas lágrimas de arcilla que caían por sus mejillas.
— ¡Tabby! ¡Tabby! ¿Por qué lloras? —Dije, arrodillándome junto a ella y tomándola por los hombros.
—Porque no me dejas ser quien quiero ser —dijo, llorando más fuerte—. ¿Por qué nunca me dejaste usar mis poderes? ¿Por qué quieres que viva sin ellos?
—Oh, Tabby —dije, sintiéndome a punto de comenzar a llorar junto a ella—. Yo sólo quiero que seas feliz.
Una pequeña parte de mí se sintió satisfecha cuando nada pareció resquebrajarse ante aquella frase.
—Eres… eres lo más importante en mi vida —continué, abrazándola contra mi pecho—. ¡Eres mi hermana! No quiero que nada malo te pase. No quiero que sufras.
— ¿Y por qué me haces odiarme? —Me preguntó— ¿Por qué me dijiste durante años que debía esconder mis poderes? ¿Por qué me convenciste de que había algo malo conmigo? ¿De que mis poderes eran algo malo?
Años de conversaciones pasaron por delante de mis ojos en cuestión de segundos. Me vi a mí misma hablando con Tabby una, y otra, y otra vez. Ella mostrándome con orgullo algo nuevo que había aprendido con sus poderes, y yo explicándole que estaba mal, que nunca debía usarlos. Que debía pretender que no los tenía.
—Yo… Tabby… Lo siento, lo siento tanto —dije, apretándola más fuerte contra mí y cerrando mis ojos para evitar que las lágrimas se escaparan—. Sólo quería protegerte. No quería que… que pasaras por lo mismo que yo.
Oí nuevamente el sonido de algo partiéndose, y para mi horror, noté que Tabby misma parecía estar resquebrajándose bajo mi agarre.
— ¿O sea que lo que tú sufriste justifica hacer que me odie a mí misma?
— ¡No! ¡No, por supuesto que no! ¡Sólo quería que fueras feliz!
—Nunca lo hiciste por mí —dijo ella con tristeza, su rostro agrietándose sin que pudiera hacer nada por evitarlo—. Sólo querías perpetuar la mentira de que los poderes son los que causan dolor.
— ¡Tabby, espera!
—Tenías que decirme que mis poderes eran malos para que tu mentira cobrara sentido.
— ¡TABBY!
Tanto ella como la habitación se desmoronaron, y ni siquiera mi grito de agonía logró detenerlo. Mis lágrimas escaparon, cayendo pesadamente sobre el temporalmente vacío piso en el que me encontraba de rodillas. Llevé una mano a mi pecho, tratando de apretar mi corazón para evitar que doliera, para que dejara de sangrar.
Tenía el suficiente uso de razón para saber que algo andaba mal, que nada de lo que veía era real, pero todo se sentía demasiado verdadero. Las cosas que mis amigos decían, las emociones que sentía dentro de mí. Había algo de realidad en todo ello.
— ¿Vas a seguir ignorándome?
Levanté la vista. Estaba de rodillas en la sala de estar de mi casa. Todos los muebles, paredes y cuadros eran grises, sin la más mínima presencia de color alguno. Y de pie frente a mí, mi padre, Chunk, mirándome con dolor en su rostro gris.
—Chunk…
— ¿Cuántos años más vas a seguir ignorándome? —Repitió— Ignorando mi amor. Sin poder verme al rostro, sin aceptar que sigo amándote como te amé desde el día que te adopté.
—Chunk, yo no te ignoro —le dije, tratando de ponerme de pie pero con las lágrimas aún fluyendo—. ¡Papá, te amo! ¡Nunca te ignoraría!
Toda la habitación se sacudió.
— ¡No! ¡No, no estoy mintiendo! —Grité, girando a mi alrededor, gritándole a las paredes— ¡No hagan esto! ¡Nunca quise ignorarlo!
—Hay distintas formas de ignorar —respondió él—. Nunca me permitiste ayudarte. Nunca me permitiste oírte. Nunca te permitiste a ti misma abrir tu corazón a mí, pese a todas las veces en las que ofrecí un hombro para llorar. Y tú sabes por qué, pero no te atreves a admitirlo.
—Papá, por favor… Por favor…
—Admítelo, Luna. No me hagas decirlo.
— ¡No sé de qué hablas!
Una grieta se abrió entre nosotros, separándonos cada vez más.
—Nunca me perdonaste, Luna —dijo Chunk, resquebrajándose y con pequeñas piezas de su cuerpo cayendo al vacío entre nosotros—. Nunca pudiste aceptar que yo te perdoné. Que nunca te culpé. Que continué queriéndote en lugar de resentirte. Esa es tu mentira, Luna: la idea de que no mereces ser amada.
Una explosión de luz rosada escapó desde las profundidades de la grieta, como una erupción que acabó por destruir mi casa, reemplazando los grises muebles con asientos rosados, un pequeño escenario, atriles, altavoces, y estatuas de instrumentos. Mientras mi respiración continuaba volviéndose cada vez más violenta.
— ¡Chunk! ¡Chunk, espera! —Grité, girando para encontrarlo, pero ya se había ido. Me encontraba sola en la sala de ensayo de mi escuela, sola con mis lágrimas, mi agitada respiración…
Y la hermosa melodía de un chelo.
— ¿Es por eso que te enamoraste de mí? —Me preguntó la rosada figura de Carol en cuanto la miré tocar su instrumento con la perfección de una profesional— ¿Era sólo un amor inalcanzable? ¿Alguien que nunca creíste que te prestaría atención? ¿Una forma de asegurarte que tus sentimientos nunca fueran correspondidos?
— ¡Carol! ¿Por qué? ¿Por qué todos dicen estas cosas? —Me quejé, llorando a viva voz.
—Decimos lo que ya no te atreves a admitir. Lo que has hecho, las mentiras que te has contado, las verdades que ocultaste para tratar de sentirte mejor. Soy tu enamoramiento vacío, esa persona ideal que armaste en tu mente. Justificando mis errores, defendiéndome de Sam y Mazzy sólo porque decidiste que enamorarse de mí era lo mejor. ¿Y todo por qué? Para continuar avivando tu gran mentira.
— ¡No! ¡No, no! —Grité, sacudiendo mi cabeza y cerrando mis dedos alrededor de mi cabello hasta hacerme doler— ¡No es cierto! ¡No creo eso! ¡No creo no merecer ser querida!
La siguiente nota se ahogó cuando el arco del chelo se partió en dos. Carol levantó finalmente la cabeza para dirigirme una triste mirada.
— ¿Y por qué buscaste un amor imposible? ¿Por qué hiciste todo lo posible por enamorarte de alguien tan diferente? ¿De alguien con quien nunca imaginaste sentirte tan cercana?
— ¡No puedo controlar mis emociones! —Respondí— No controlo de quién enamorarme… No es algo que decidí.
—No. No conscientemente —explicó—. Pero la verdad es más fuerte que tus mentiras, Luna. Decidiste ignorarla por mucho tiempo, pero todas tus mentiras se desmoronan frente a ella.
— ¿Y cuál es? ¿Cuál es esa verdad? —Pregunté, exasperada, cansada, agotada. Demasiadas emociones se arremolinaban en mi interior, y no encontraba nada que tuviera sentido. Lo único concreto era mi dolor, y lo mucho que todas las palabras que mis seres queridos decían me dañaban.
Carol me miró con simpatía.
—Sólo a ti te corresponde revelarla.
Y en un flash de luz, la sala de ensayos se esfumó, y esta vez me encontraba en mi propia habitación, sentada en mi cama. Todo era de aquel extraño material, esta vez monocromático en una tonalidad de rojo brillante y apasionado. Pasé mi antebrazo sobre mis ojos para tratar de secar las lágrimas, y cuando los abrí de nuevo, dos manos sostenían mi rostro por las mejillas.
Frente a mí, la roja figura de Sam me miraba con una triste sonrisa.
—Es la verdad de la que se desprenden todas tus mentiras —me dijo, acariciando mi rostro con sus frías manos—. Es la verdad que tan desesperadamente buscas ocultar. La que tanto te cuesta aceptar, y por la que has construido tantas mentiras. La que te lleva a culparte de todo. La que te hace creer que hay cosas que no pueden perdonarse, por lo que no aceptas que Mazzy pueda perdonar a Sully.
La habitación entera retumbó, como un corazón latiendo.
—La verdad que intentas ocultar diciendo que todos los poderes son una maldición.
Otro latido.
—La verdad que entierras convenciéndote que Chunk debería odiarte, enfadándote cuando entiendes que él no te reprocha nada.
—No… —dije, sacudiendo la cabeza, pues estaba comenzando a ver una luz al final del túnel, el atisbo de esa verdad de la que todos hablaban, y la cual de a poco comprendía. Y mientras más clara se volvía, más fuerte e intenso retumbaba mi habitación.
—La verdad que no admites pero te lleva a enamorarte de un imposible.
—Sam, no, por favor…
Las ventanas vibraban, parecían a punto de estallar.
—La verdad que te lastima, que no comprendes, que no puedes aceptar… —sus manos acariciaron mi mejilla— La que estás tan desesperada de negar que hasta decidiste dejarme.
— ¡No! ¡No, Sam, no! —Grité— ¡No fue así! ¡Nunca quise dejarte!
Las ventanas estallaron. Trozos de vidrio rojo salpicaron mi cama, mi alfombra. Un viento huracanado entró a mi habitación destrozando libros, muebles, ropas, todo fundiéndose en una marea roja de destrucción.
—Me dejaste porque una parte de ti no podía aceptar ser feliz —susurró, su suave voz y su gentil pero frío tacto haciéndome creer que ella era la verdadera Sam, la que una vez amé, incluso si su rostro rojo y ojos lisos eran tan inhumanos y despojados de vida—. Una parte de ti se rehúsa a ser feliz, a ser querida, a ser apreciada. Todo porque te has mentido. Te has creído la mentira de que no mereces ser feliz, ser amada.
—No es así… —me quejé, llorando frente a mi ex-novia, tratando de negar algo que, en mi corazón, estaba poco a poco entendiendo que era cierto— Sam…
Ante mi negativa, el rostro de Sam se quebró, con una horrible rajadura atravesándolo desde su frente hasta su mentón. La habitación volvió a sacudirse, con libros cayendo de las estanterías y mi guitarra partiéndose en pedazos.
Si bien una parte de mí entendía que aquella visión no era verdad, ver a mi mejor amiga a punto de deshacerse me inundó de desesperación.
— ¡No, Sam, no! ¡Por favor, no te vayas! —Imploré, tratando de mantenerla en una pieza a fuerza de voluntad.
—Si quieres evitar que todo tu mundo se desmorone tienes que aceptar tu verdad —me dijo—. ¿Sabes cuál es? ¿Sabes qué es lo que no has atrevido a admitir durante tantos años?
—Yo…
Un trueno sonó desde fuera de la habitación, y los vientos giraron más fuerte.
—Dilo, Luna. Sé que lo sabes. ¿Qué es lo que has negado durante tanto tiempo? ¿Qué es lo que te han dicho pero nunca has aceptado? Tú sabes lo que es. Dilo y las heridas podrán comenzar a sanar.
El caos a mi alrededor se hizo más fuerte, las paredes se llenaron de grietas, la cama misma sobre la que nos encontrábamos comenzó a deshacerse, y mis lágrimas cayeron más fuerte que nunca.
Pensé en todo lo que me habían dicho en los últimos diez minutos. En lo que, según Chunk, era mi mentira: que no merecía ser amada. Y la verdad era lo que esa mentira trataba de ocultar. Algo que había negado durante tanto tiempo y que al parecer había afectado a todas mis relaciones.
No hizo falta indagar demasiado para entender de qué estaba hablando Sam. Lo cierto es que siempre había estado allí, apenas oculta, asomando por la superficie, siempre presente. Lo sabía porque todos mis seres queridos me lo habían dicho una y otra vez, repitiéndolo hasta el hartazgo. Y yo nunca lo había aceptado. Nunca había entretenido esa posibilidad. Prefería dejar que la culpa, la tristeza y el enfado me dominaran porque era más sencillo lidiar con esas emociones que con la verdad.
Cerré los ojos, todavía llorando, y mis dedos se cerraron sobre Sam tan fuerte que creé nuevas grietas en su cuerpo. Sabía lo que tenía que decir, pero no hallaba en mí la fuerza para hacerlo.
—No puedo… Sam, no puedo hacerlo…
—Claro que puedes, Luna. Es difícil, pero tú te has enfrentado a cosas peores. Tú sabes que eres lo suficientemente valiente como para admitirlo, por más que te asuste.
—Yo…
—Vamos, Luna. Dilo.
El techo de mi habitación se desprendió, dejando a la vista un cielo de tormenta, con vientos tan fuertes que incluso si lo gritaba Sam no podría oírme. Me sacudía, amenazándome con levantarme por los aires como un mero cometa. El resto de mi habitación continuó despedazándose.
—Yo… No… No fue...
Sólo cuando la figura de Sam comenzó a deshacerse fue que apreté mis dientes y pronuncié mi verdad en un débil y tembloroso susurro.
—No fue mi culpa.
El cuerpo de Sam brilló como un faro, con un destello de luz blanca que se extendió hasta cubrirlo todo, penetrando incluso mis párpados cerrados.
Y un instante más tarde, ya no estaba en las ruinas de mi habitación ni bajo una tormenta. Estaba en un escenario totalmente diferente. Ya no era todo monocromático. Me encontraba en una calle, un paisaje urbano, y cada elemento tenía su color verdadero. El escenario parecía estar ligeramente borroso, y todo brillaba más de lo usual, pero se sentía mucho más real que el resto de mis visiones hasta el momento.
Más aún, sentí otras cosas, otras sensaciones que me llegaban desde todas direcciones. El sonido de coches en la lejanía, el frío de la nieve bajo mis pies, el olor a galletas…
Conocía ese olor. Volteé hacia mi izquierda, y vi mi propio reflejo en la vidriera de la panadería: una niña pequeña, con cabello largo, un gorro de lana y una campera de abrigo. Una niña inocente, pero con un rostro confundido y preocupado.
—Lo hiciste, Luna.
Esa voz. Conocía esa voz. Giré una vez más, y me encontré con la viva imagen de mi madre, tal y como la recordaba, arrodillada a mi lado y mirándome con una sonrisa.
—Sabía que podías hacerlo.
—Mamá… ¡Mamá! —Grité con una voz chillona, saltando a sus brazos abiertos, perdiéndome en un nostálgico abrazo que extrañaba más que nada en este mundo. Y en cuanto ella apoyó su cabeza sobre la mía como solía hacerlo, lloré.
Lloré como hacía mucho tiempo que no lloraba, desgarrando mi alma y sintiendo que mi corazón amenazaba con desangrarse. Y ella, como siempre solía hacer, acarició mi cabello y masajeó mi espalda, esperando con paciencia a que todas las emociones contenidas abandonaran mi interior.
—Todo está bien, Luna. El primer paso siempre es aceptarlo.
—M-M-Mamá… Mamá… Perdón —llegué a decir, enterrando mi rostro en su pecho.
—No tienes nada de qué disculparte.
—Yo… M-Mamá, yo…
— ¿Qué vas a decir, corazón? ¿Que me mataste? —Ofreció con tranquilidad.
Lloré más fuerte. Sí, eso era precisamente lo que iba a decir.
—Las dos sabemos que no es así, Luna —me susurró—. Te has culpado durante demasiado tiempo, pero tú sabes que no fue tu culpa.
—S-Si no hubiera gritado… Si no hubiera usado mis poderes…
—Luna, mírate —me pidió, separándose de mí.
Mis brazos se negaban a soltarla, pero con delicadeza y perseverancia, logró que eventualmente diera un paso atrás y que me mirara a mí misma, sin entender qué era lo que quería decirme.
—Eres sólo una niña. ¿Cómo puedes sentirte responsable de una tragedia que nunca quisiste? Nunca te culpé. Chunk nunca te culpó. Pero tú decidiste tomar responsabilidad por algo que no merecías. No eres la culpable, Luna: eres una víctima.
—No… No, yo… Yo no…
Su mano me tomó por el mentón, pero a diferencia de las frías manos de Sam, esta era cálida, placentera, sanadora.
—Me duele verte así —admitió, con lágrimas formándose en sus bellos ojos—. Me duele ver cómo mi muerte te afectó. Luna, tú y tu hermana siempre han sido mis más grandes tesoros. Mis hermosas hijas. Y jamás hubiera querido que una hija mía creciera odiándose a sí misma.
—Pero… mis poderes… mis poderes no...
—Tus poderes no son una maldición. Son una parte de ti, y son lo que tú hagas de ellos. Si los aceptaras, si volvieras a usarlos como lo hacías cuando eras pequeña, tus poderes pueden ser algo muy especial. Pueden ser maravillosos, pero sólo si les das la oportunidad para usarlos bien.
— ¿Cómo? ¿Cómo? —Pregunté, desesperada por obtener respuestas— Cada vez que los uso… Cada vez que pierdo el control… Siempre pienso en lo que pasó esa noche, y yo… Yo no...
—Las emociones son armas de doble filo. Controlarlas es casi tan peligroso como dejarlas sueltas. Pero ignorarlas no es nunca la solución, pues son parte de nosotros. Y tus poderes, Luna, son también una parte de ti. ¿Recuerdas cuando cantabas para que tu hermana bebé se tranquilizara y dejara de llorar?
Asentí, tratando de recuperar mi aliento mientras mi llanto se apaciguaba.
—Siempre entendiste que podías usarlos para ayudar a los demás. Tu alma fue siempre la de una heroína. Y ahora mismo, mucha gente te necesita.
Un nuevo torrente de memorias llegó a mi mente. El auditorio, el musical, mis amigos, mi familia, Luan. Todo comenzó a cobrar sentido, pero al mismo tiempo, se sentía como un sueño.
— ¿Pero cómo puedo ayudarlos? —Pregunté, y esta vez mi voz era la normal, y mi cuerpo era una vez más el de una chica de quince años.
—Todos están sufriendo, enfrentándose a sus propios demonios —me reveló—. Solo tú puedes ayudar a calmar sus emociones. Sólo tú entiendes a Luan, y eres la única que puede detenerla. Pero para ello tienes que controlar tus propias emociones y salir de este trance.
Tabby y Chunk estaban allí. Mazzy y Sully estaban allí. Gente inocente estaba sufriendo en aquel momento. No podía quedarme de brazos cruzados. Tenía que hacer algo. Tenía que hablar con Luan y acabar con aquello.
Pero para ello…
—Si me voy —comencé, mirando a mi madre con dolor—, ya no podré verte.
Ella me sonrió, poniéndose de pie y acariciando mi rostro con sus manos.
—Yo siempre estoy contigo, Lunita. En tu corazón. Soy esa luz de esperanza que siempre te pidió a gritos que te perdones a ti misma. Nunca voy a dejarte.
El llanto volvió una vez más, y pese a que sabía que había un mundo de gente allí afuera que me necesitaba, decidí ser egoísta por un minuto y permitirme un largo abrazo con mi madre. Llorando en su hombro mientras ella acariciaba mi espalda. Y pese a que mi cuerpo ya no era el de una niña pequeña, así fue como me sentí.
Ella no me apuró. Me permitió descargarme, sólo hablando una vez que mi corazón se sintió en paz, habiendo dejado salir toda la angustia que había cargado durante tantos años.
— ¿Estás lista?
—No —admití, separándome y frotando mis ojos con el dorso de mi mano—. Pero tengo que hacerlo.
Di un paso hacia atrás y cerré los ojos, respirando profundamente para calmarme.
— ¿Cómo puedo salir de aquí? —Pregunté.
—Tus poderes son la clave. Tienes un control sobre tus emociones que nadie más tiene. Tú puedes romper el trance. Pero sólo lo harás cuando aceptes la verdad.
— ¿Que no fue mi culpa? ¿Y cómo hago eso?
—Sólo respóndeme, y sé honesta: ¿te perdonas por lo que ocurrió?
Durante años, la respuesta hubiera sido un rotundo 'no'. No hubiera jamás permitido que alguien me convenciera de que mis poderes no eran más que una carga. Una maldición, incluso. Pero ahora ya había visto lo que eso me había llevado a hacer, y cómo afectaba a todos a mi alrededor. Cómo afectaba la forma en la que trataba a Sully y Mazzy, cómo me alejaba de mi familia, cómo incluso había afectado mis emociones en relación a Sam y Carol.
Ya no iba a dejar que mi culpa controlase mi vida. A partir de ese momento, mi vida me pertenecería.
—Sí —dije con seguridad, sintiendo que unas cadenas invisibles se rompían y que mi alma extendía sus alas por primera vez en mucho tiempo—. Me perdono.
Mi madre me sonrió, y acercándose a mí, comenzó a cantarme una canción de cuna. Su voz aterciopelada me rodeó como una agradable brisa primaveral. La paz en su tono se volvió palpable, y al cerrar los ojos, logré dirigirla hacia mi interior. Vi los colores de la música en mi mente, sentí aquellas emociones positivas y dejé que me energizaran, que apaciguaran los fuertes latidos de mi corazón. En cuestión de segundos, me sentí renovada, y abrí los ojos para dedicarle una última sonrisa a mi madre.
Un instante después, el mundo a mi alrededor estalló en un cálido destello blanco.
Abrí los ojos y me reincorporé, tosiendo y sintiéndome mucho más pesada de repente. Estaba sentada en medio del foso de la orquesta, con sillas e instrumentos desparramados a mi alrededor. Tragué saliva, sintiendo mi garganta seca, y no sin cierta dificultad, me puse de pie y eché un vistazo.
Las buenas noticias fueron que, tal y como Luan había prometido, nadie parecía estar sufriendo un ataque de ira, con un deseo primordial de lastimar a todos a su alrededor. Todo el mundo estaba de pie o sentados en su lugar, quietos.
Las malas noticias fueron que todos se encontraban murmurando, con la mirada perdida, y sólo hacía falta ver sus rostros para entender que estaban pasando por experiencias traumáticas.
—...Luna…
Volteé al oír mi nombre, y me encontré con que Carol se hallaba recostada a unos pocos metros de mí.
—Es la única persona que me quiere por quien soy… ella tiene sentimientos por mí… pero si la rechazo... me quedaré sola una vez más…
Me quedé observándola, boquiabierta y sintiendo una punzada de dolor. Al cabo de unos segundos, volvió a repetir lo mismo, y cualquier esperanza de que hubiera malinterpretado lo que dijo se esfumó.
Mi corazón ardió de dolor, pero sacudí la cabeza. Debía concentrarme. No era el momento ni el lugar para distraerme.
— ¿Luna?
Volví a voltear hacia el escenario, desde donde Luan me observaba pálida, como si hubiera visto un fantasma.
—Pero… ¿Cómo…? ¿Cómo estás consciente?
—Luan... Luan, sé todo el dolor por el que pasaste —le dije, dando un paso hacia delante.
Ella dio un paso hacia atrás.
—Carol me contó acerca de tus padres.
—No sabes nada de ellos. ¡Nadie sabe lo que me hicieron! —Estalló, luciendo asustada.
Retrocedió un paso más, llevando sus manos hacia sus brazos, frotándose como si tuviera mucho frío.
—Mis papás me usaron para experimentar sobre los metahumanos. Me llenaron de agujas, me quitaron tanta sangre… Me lanzaron toda cantidad de rayos para entender mi invisibilidad. Me metían en agua congelada para probar los límites de mi habilidad para traspasar objetos. ¡Me usaron como conejillo de indias durante años, Luna! ¡No digas que sabes por lo que pasé!
—Yo… Luan, tienes razón. Lo siento… Lo siento tanto. No te merecías lo que te hicieron. Eso es… ¡horrible! ¡Luan, lo lamento mucho!
—Tú… no tienes idea… La peor parte es… Es sentir…
— ¿Sentir que algo está mal contigo? —Ofrecí, y la mirada de tristeza que Luan me dirigió me dijo que había dado en el clavo— ¿Sentir que todo lo que haces está mal? ¿Odiarte a ti misma? ¿Culparte por todo lo que pasaba? Luan, lo sé. Es así como me sentí durante tanto, tanto tiempo. Pero yo tuve una familia y amigos que me respaldaron. Tú nunca tuviste eso. No le fallaste a nadie, fue el mundo el que te falló a ti.
— ¡Sí, y ahora lo verán! —Gritó, extendiendo sus brazos hacia toda la gente a nuestro alrededor— ¡El suero de la verdad los obliga a enfrentarse a las verdades que ocultan en sus corazones! ¡Yo no los estoy lastimando, ellos se han lastimado al ignorar sus verdaderos problemas! ¡Y así…! ¡Así sabrán lo que se siente ser ignorada! ¡Ser despreciada y olvidada!
—Luan, no te merecías lo que te pasó, pero no puedes hacer esto. Hay gente inocente aquí.
— ¡Nadie es inocente!
—Quizás… Quizás no. Todos hacemos cosas malas. Pero todos merecen una segunda oportunidad. Ellos merecen una… Y tú también.
Extendí una mano, ofreciéndola para que la tomara.
—Tú puedes tener una segunda oportunidad. Me importas, Luan. No dejaré que vuelvas a estar sola.
Ella observó mi mano. Parecía completamente confundida, como si jamás hubiera esperado esta situación. Una de sus manos se dirigió tímidamente hacia la flor en el centro de su traje, y comprendí que allí estaba la clave.
Pero enseguida negó con la cabeza, comenzando a llorar.
—Eres muy amable, Luna… Pero ya es demasiado tarde para mí. No quiero una segunda oportunidad. Y no quiero tu perdón. Sólo quiero que todos sientan lo que yo he sentido.
— ¿Y en qué ayudará eso?
—En nada. Pero al menos no seré la única.
— ¡Luan, por favor! ¡Tienes que detenerlo!
—No. No, no, todos tuvieron su oportunidad, y la dejaron pasar. Este sufrimiento no es más que el que ellos crearon al mentirse a sí mismos.
Cerré mis puños. Al parecer, Luan no estaba lista para cooperar conmigo, y no podía seguir dejando correr el tiempo. Todos a mi alrededor estaban en el mismo trance en el que yo misma me había encontrado, pero a diferencia mía, no tenían poderes que les ayudaban a controlar sus emociones.
Tenía que ayudarlos cuanto antes.
Suspiré, desviando la mirada de Luan, y en cambio me dirigí hacia una guitarra eléctrica que había quedado en el suelo. Me aseguré que estuviera conectada antes de colgarla sobre mi hombro.
— ¿Qué estás haciendo? —Preguntó la Joker.
—Cantando —respondí sencillamente antes de respirar hondo y comenzar a tocar un suave arpegio. Sentí las notas vibrando a mi alrededor, y concentrándome en ellas, comencé a expandirlas. Me imaginé a mí misma como el epicentro desde el cual todas las ondas se expandían, recorriendo la habitación entera y arrastrando con ellas las emociones que deseaba transmitir.
Tranquilidad. Paz. Esperanza. Aceptación. Perdón.
Y cuando comencé a cantar, fue incluso más fácil guiarlas hacia todos a mi alrededor, como una fogata expulsando calor.
I'm not a perfect person
There's many things I wish I didn't do
But I continue learning
I never meant to do those things to you…
Los murmullos en el auditorio se detuvieron, señal inequívoca de que mi canto estaba surtiendo efecto. Continué tocando, decidida a calmar las fuertes emociones de todos los presentes, aunque no tuve en cuenta un pequeño detalle…
— ¿Qué es esto? ¿Qué estás haciendo? —Preguntó Luan desde el escenario, tambaleándose y mirándose a sí misma sin comprender. Sus ojos volvieron a enfocarse en mí, y su boca se abrió de la sorpresa— ¡Tú! ¡Tú eres la meta que casi me descubrió! ¡Hiciste que esa otra chica corriera más rápido!
Parpadeó un par de veces, antes de cubrir su boca con sus manos.
— ¡Sharp! ¡La otra chica! Pero, ¿qué estás haciendo? ¿Por qué me siento…? ¡Un momento, así es como te escapaste!
Pude ver en sus ojos el momento exacto en el que comprendió lo que estaba haciendo, y decidí que debía acabar con mi misión cuanto antes. Canté más fuerte, usando mis poderes no sólo para llevar las emociones, sino para aumentar el volumen de mi música.
And so I have to say before I go…
— ¡No! ¡No, Luna, no puedes hacer esto! ¡No es justo!
Comenzó a correr hacia mí con una mirada llena de desesperación. Sabía que con mis manos ocupadas con la guitarra, no iba a poder hacer mucho para detener a una metahumana con el poder de volverse intangible.
Sólo me quedaba una solución, y aunque no me sentí particularmente cómoda con ella, no pude pensar en nada más.
La distancia entre las dos se acortó, por lo que cerré los ojos y me concentré. El siguiente movimiento requeriría de mucha precisión para no hacerle demasiado daño. Levanté la mano con la que rasgueaba justo cuando Luan se lanzaba hacia mí…
That I just want you to KNOOOOW!
...y al bajarla, controlé las ondas, aumentando su intensidad y dirigiéndolas en un cono hacia Luan, creando lo que Sam había definido como un estallido sónico.
El acorde retumbó hasta hacer vibrar las paredes, y la fuerza del impacto golpeó a Luan en el aire cuando menos se lo esperaba, disparándola hacia el centro del escenario, donde rodó hasta llegar al fondo, golpeando la cortina.
Había ganado unos preciosos segundos, por lo que volví a controlar todo mi poder en transmitir las emociones de paz y tranquilidad que la gente a mi alrededor necesitaba.
I've found a reason for me
to change who I used to be.
A reason to start over new:
and the reason is you.
Acabé con el estribillo y miré a mi alrededor. Carol continuaba recostada, pero esta vez sus ojos estaban cerrados, y en su boca había dibujada una sonrisa. A donde miraba, la escena parecía repetirse. Todo el mundo estaba en lo que parecía ser un plácido sueño.
Suspiré aliviada. Lo que ahora necesitaba era encontrar la manera de abrir las puertas y permitir que la ayuda llegara para los demás. Pero sabía que Luan no iba a permitírmelo. Parecía estar dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias. Podría intentar apaciguarla con mis poderes, pero no sabía cómo interactuarían con ella. No parecían haber sido particularmente efectivos en los pocos segundos que había podido influenciarla. Supuse que tendría que ver con la supuesta inmunidad que ella decía haber desarrollado al suero de la verdad.
¿Qué clase de monstruo la haría pasar por tantos experimentos que sus emociones habían quedado para siempre afectadas?
Debía encontrar la forma de detenerla, pero ¿cómo? Sus poderes la volvían prácticamente imposible de atrapar. Mi boom sónico la había tomado por sorpresa, pero si se volvía intangible no la afectaría en lo más mínimo. El sonido requiere de un medio elástico para propagarse, y si ella lograba atravesar la materia, mis ondas probablemente la atravesaría también sin dañarla. No tenía forma de detenerla. Excepto…
Ella misma lo había mencionado. El frío contenía su capacidad de traspasar la materia. Y para ello…
Busqué con la mirada hasta que la encontré, todavía en su asiento junto a Chunk.
—Tabby, por favor, despierta —susurré, tocando un rápido riff de guitarra lleno de energía y pasión que dirigí específicamente hacia ella.
Las notas se movieron por el aire hasta llegar a su cuerpo, y tras continuar tocando por unos segundos, vi cómo Tabby se ponía de pie, sobresaltada y con los ojos abiertos.
— ¡Luna! ¡Luna! —Gritó, mirándome confundida.
— ¡Tabby, ven rápido! ¡Te necesito! —Le grité.
Ella miró a su alrededor, notando a toda la gente que parecía estar durmiendo, pero de inmediato comenzó a correr hacia mí, saltando por encima de los asientos y esquivando a toda la gente que se cruzó en su camino. Llegó a mí y me dio un fuerte abrazo en las piernas.
— ¡Luna! ¡Luna, fue horrible! —Me dijo, temblando como una niña asustada. Lo cual, bueno, supongo que era bastante correcto.
—Lo sé, pero Tabby, no tengo tiempo para explicarlo. Necesito que me hagas caso, ¿de acuerdo? ¿Puedes hacer lo que te diga? Te lo explicaré todo más tarde.
—Yo…
Me miró, claramente sin comprender nada de lo que estaba ocurriendo, pero de inmediato asintió con la cabeza.
—Muy bien. Tabby, voy a necesitar que uses tus poderes.
— ¿Qué? ¿En serio?
—Sí.
—Pero… Pero Luna…
—Escucha… Sé que durante mucho tiempo te dije muchas estupideces. Que mantuvieras tus poderes ocultos, que no los usaras. Necesito que te olvides de todo lo que te dije. Tus poderes son tuyos, una parte de ti, y ahora mismo los necesitamos para salvar a todos. Tu siempre quisiste ser una heroína, ¿no? Ahora es el momento.
Era demasiado para comprender en tan poco tiempo, y noté en su mirada que le costaba asimilar lo que le decía. Aún así, mi hermana era valiente, mucho más valiente que yo, y no tardó en asegurarme que haría todo lo que le pidiera.
—Bien. Perfecto. Vamos a tener que trabajar juntas para hacer esto, así que préstame atención.
Y en tan pocas palabras como me fue posible, resumí mi improvisado plan.
—Pero Luna, no soy tan fuerte —se quejó, mirando sus propias manos.
—Claro que lo eres. Y además, no vas a estar sola. Yo voy a ayudarte.
— ¡Luna!
Las dos volteamos hacia Luan, quien se había reincorporado ya del inesperado ataque. Un dedo parecía estar rascándose el interior del oído. Había tenido cuidado de no lastimar sus tímpanos, pero seguramente escucharía un agudo pitido por algunos minutos.
— ¡Te dije que te mantuvieras a un lado! ¡Te dije que no vinieras esta tarde al musical! ¡Traté de mantenerte a salvo! ¡¿Y así es como me pagas?! ¡¿Arruinando mi venganza?!
— ¡Todavía estás a tiempo de hacer las cosas bien, Luan! —Le grité— ¡Abre las puertas para que la ayuda venga en camino! ¡No actúes como una villana!
— ¡¿Villana?! ¡¿Yo?! —Y dicho eso, estalló en una carcajada desquiciada y perdida— ¡No, Luna! ¡Todos ustedes son los villanos! ¡Yo sólo soy la loca que los expone! ¡Que expone sus mentiras y falsedades!
— ¡Estás lastimando a gente inocente!
— ¡Ellos se lastiman a sí mismos con sus mentiras!
Negué con la cabeza, mis manos cerrándose sobre el cuello de la guitarra.
—Luan, por favor, no me obligues a hacer esto.
— ¿Crees que puedes detenerme? —Me provocó con una sonrisa fuera de sí— ¡Estaba jugando limpio, Luna! ¡Pero si estás en mi camino, no me dejas otra opción!
Y así, levantando una mano y chasqueando el dedo frente a su rostro, se volvió invisible.
—Muy bien, Tabby, es tu turno —le dije—. Intentaré ganar tiempo.
Corrí hacia un costado tan rápido como pude, tocando la guitarra y usando mis poderes para aumentar el volumen mientras comenzaba a cantar.
La nieve pinta la montaña hoy, no hay huellas que seguir
En la soledad un reino, y la reina vive en mí
El viento ruge y hay tormenta en mi interior
Una tempestad que de mí salió
— ¿En serio? ¿Estás tratando acaso de aburrirme hasta el cansancio? —Dijo la socarrona voz de Luan.
Quizás otra persona no habría podido determinar su ubicación con tanta facilidad, pero mis poderes me permitieron encontrar el origen del sonido con la precisión de un radar. Y una vez que supe en dónde se encontraba, aumenté el volumen de mis acordes y mi voz, creando mini estallidos sónicos en su dirección.
Lo que hay en ti no dejes ver
Buena chica tu siempre debes ser
No has de abrir tu corazón…
¡Pues ya se abrió!
Los primeros estallidos parecieron tomarla por sorpresa, obligándola a saltar hacia un lado, pero pronto resultó evidente que no podría simplemente esquivarlos. Fue entonces cuando su cuerpo se volvió visible una vez más, pero aunque mis boom sónicos continuaban yendo en su dirección, ella parecía apenas parecía afectada por ellos. Se mantenía de pie, mirándome con enfado, y avanzaba paso a paso.
Continué tocando y cantando, tratando de llamar su atención y detenerla, pero apenas podía ralentizar sus movimientos, haciéndole perder tiempo en avanzar hacia mí.
— ¿En serio crees que puedes detenerme? —Dijo, mientras se acercaba cada vez más— ¡No puedes tocarme, Luna! ¡Tus poderes no me afectan! ¡No hay nada que puedas hacer!
Muy pronto llegó hasta mí, y con un rápido movimiento, logró golpear la guitarra fuera de mi agarre, volviéndose tangible para tomarme por el cuello de mi camisa.
—Ya conocías mis poderes, ¿este fue tu plan? ¿Tratar de tocar fuerte hasta derrotarme?
—No, Luan, claro que no —respondí, con una pequeña sonrisa—. Mi plan era aumentar los poderes de Tabby.
Apunté hacia el costado con la mirada, y Luan giró la cabeza. El enfado en sus ojos dio lugar a la decepción y el terror.
Tabby, empoderada por mi música, se encontraba de pie en una de las butacas, girando sus brazos en círculos. Toda la humedad del aire —y hay mucha humedad cuando trescientas personas están dentro de un espacio cerrado— se condensaba a su alrededor, formando una enorme esfera de hielo de al menos dos metros de diámetro sobre ella, girando como un planeta.
— ¡No! ¡No, no, hielo no! —Gritó Luan, soltándome y retrocediendo.
Crucé mi mirada con la de Tabby, y los dos asentimos al mismo tiempo. Sin la guitarra, pero con la motivación a viva voz, continué cantando para darle a Tabby las últimas energías que necesitaba para su movimiento definitivo.
¡Libre soy, libre soy!
¡No puedo ocultarlo más!
¡Libre soy, libre soy!
¡Libertad sin vuelta atrás!
Mi música, invisible para ojos normales pero tan clara como el agua para mí, llegó a Tabby, y de inmediato su postura y energía cambiaron. Se movía más rápido, y su rostro lleno de esfuerzo pareció relajarse al tiempo que la esfera de hielo se volvía más y más grande.
Luan continuó retrocediendo, y en seguida se volvió invisible, con el sonido de sus pisadas alejándose rápidamente en dirección al escenario.
Tabby lo notó, y rápidamente cruzó los brazos sobre su pecho antes de expandirlos hacia los costados.
Y firme así, me quedo aquí
Libre soy, libre soy...
— ¡Nova de hielo! —Gritó.
La esfera de hielo estalló como una piñata, y pequeñas esquirlas del tamaño de pelotas de golf salieron disparadas en todas las direcciones. Cerré los ojos más por costumbre que por miedo, y cuando los abrí unos segundos más tarde, vi que cientos, tal vez miles de esas esferas estaban flotando en el aire, separadas unas de otras cada cuarenta o cincuenta centímetros. Como un cielo estrellado, los trozos de hielo permanecían suspendidos, rodeando todas las fuentes de calor —o sea, personas como yo— sin dañarlas.
Incluídas las fuentes de calor invisibles, como aquella que se había detenido en seco en medio del escenario.
— ¡Prisión helada! —Gritó Tabby, aplaudiendo de frente con los brazos estirados.
Cada pequeño trozo de hielo en los alrededores del escenario voló a toda velocidad hacia la posición de la invisible Luan. Como pelotas de tenis sobre el velcro, el hielo se pegó a su forma, combinándose uno con otro hasta que, tan sólo unos segundos más tarde, todo se había combinado en un gran bloque de hielo transparente.
Luan volvió a hacerse visible, temblando por el frío. Su cuello, cabeza, y la parte superior de sus hombros eran lo único que se encontraba libre, con el resto de su cuerpo atrapado dentro del hielo. Ella gruñó mientras trataba de moverse, con sus brazos y piernas moviéndose algunos pocos centímetros dentro del hielo, pero su habilidad para atravesar objetos sólidos parecía estar gravemente disminuída.
—No… no… ¡No! ¡No, Luna, no! ¡No, esto no debía ser así! —Gritó, sacudiendo la cabeza tanto como su prisión de hielo le permitía.
Suspiré, dejando caer mis hombros, y expulsando junto con ese aire toda la tensión que había acumulado en la última media hora.
Desde la primera fila de butacas, Tabby también bajó sus manos, y el resto del hielo que no había sido enviado para capturar a Luan se deshizo en cristales tan minúsculos que se volvieron invisibles a la vista.
Aún con todas las energías que le había enviado a través de la música, el esfuerzo pareció ser demasiado para ella, dejándose caer de rodillas en el suelo. Me acerqué como pude en su dirección, colocando una mano sobre sus hombros.
— ¿Estás bien, hermana?
—Sí… claro… —dijo, respirando profundamente entre palabra y palabra, antes de levantar la vista con una sonrisa juguetona—. El frío es parte también de mí.
Pese a lo terrible de la situación, pese a lo cansada que me encontraba, y a todas las terribles emociones que había experimentado en tan poco tiempo, me permití reír.
Todo había terminado…
O al menos eso creí, hasta que oí las sirenas de la policía.
