Y henos aquí. El capítulo final de la historia. Estoy muy emocionado por poder traerle un fin a esta pequeña historia de una chica con superpoderes aprendiendo a aceptarse a sí misma y entender que no hay nada más liberador que la verdad.

No tengo mucho más que decir. Haré los agradecimientos generales al final, incluyendo los saludos a los lectores, ¡así que no dejen de leerlos!

¡Vamos derecho hacia el final!


Chapter 11:
We're all in this together.

El sonido de las sirenas llegaba a nosotros como un lejano eco que atravesaba las paredes, cada vez más intenso. Miré a mi alrededor. Toda la audiencia estaba desmayada. La mayoría fuera de su lugar, recostados en los pasillos, unos sobre otros, contra los muros o puertas. Algunos habían estado escondiéndose entre las butacas, y allí es donde descansaban en aquellos momentos. Y en medio del escenario, Luan, atrapada en una prisión de hielo. Continuaba quejándose, tratando en vano de moverse, y por lo que veía, estaba comenzando a llorar.

Apreté mis puños y tragué saliva, comprendiendo de inmediato la gravedad de la situación. Debía ayudar a abrir las puertas del auditorio para que la policía y eventualmente los médicos entrasen a ayudar a todo el mundo. Y en cuanto lo hiciera, era el fin del juego. Mi identidad secreta como metahumana sería revelada. Mi vida como la conocía estaba a punto de cambiar para siempre.

Observé a Tabby, a mi lado. Todavía estaba recuperándose, secándose el sudor de la frente y respirando con mucha dificultad.

Me odié a mí misma. Todo había ocurrido demasiado rápido. No había pensado en las consecuencias, y de manera totalmente descuidada e irresponsable, había involucrado a Tabby. Podía permitirme arruinar mi vida, pero de ninguna manera dejaría que mi hermana pagara las consecuencias.

—Tabby… Lo que hiciste fue muy valiente —le dije, arrodillándome frente a ella y colocando ambas manos sobre sus hombros—. Estoy muy, muy orgullosa de ti.

Pese a su cansancio, su rostro se iluminó con una sonrisa.

—No podría haberlo hecho sin ti —me dijo—. Mis poderes nunca habían sido tan fuertes. Me sentí como Elsa.

—Sí, lo hiciste genial —sonreí, tratando de ocultar cuán nerviosa me sentía—. Gracias a ti vamos a poder salvar a todos.

—Fue un trabajo en equipo.

—Sí… pero cuando esas puertas se abran y la policía aparezca, nadie puede saber que estuviste involucrada.

Su sonrisa se desvaneció.

— ¿De qué hablas?

—Si descubren que eres una metahumana, entrarás en el Programa de Protección a la Identidad Secreta, pero todos sabemos lo que le pasa a los metas, tarde o temprano.

Tembló, claramente no por el frío.

— ¿Qué vamos a hacer, entonces? —Me preguntó mientras una de sus manos se cerró alrededor de mi antebrazo— ¿Nos escondemos?

Negué con la cabeza, dejando escapar un resignado suspiro.

—Capturamos a una villana, Tabby. Alguien va a tener que hacerse cargo, o harán una investigación y las dos seremos descubiertas de todas formas.

— ¿Y entonces qué? —Dijo, visiblemente molesta y preocupada— ¿Quieres llevarte la culpa para protegerme? ¿Crees que voy a dejar que la policía se lleve a mi hermana?

No me sorprendió que supiera cuáles eran mis intenciones.

—Tú quieres ser una heroína, ¿no? —Le pregunté, tratando de sonreír para ocultar todo el miedo que se agitaba en mi interior— Si quieres ayudar a otros, no puedes dejar que corten tus alas tan pronto. Estaré bien.

— ¡No! ¡No, Luna, no lo estarás! —Se quejó, su mano apretando mi antebrazo tan fuerte como para dejar una marca— ¡Es como lo que vi en ese sueño raro! ¡No voy a dejar que te vayas!

Parecía estar refiriéndose a lo que fuera que el gas le había hecho ver. No tenía idea de qué podía ser, pero al parecer estaba relacionado conmigo. ¿Cuál era la incómoda verdad que la atormentaba? ¿Habría logrado encontrar catarsis y superarla como yo? ¿O la música solamente había detenido la alucinación, sin llegar a darle un cierre? Supuse que tendría que preguntárselo en cuanto tuviera la oportunidad, y ayudarla en caso de que lo necesitase.

En aquel momento, sin embargo, había otras prioridades.

—No me iré a ninguna parte —le prometí, acariciando sus mejillas con las palmas de mis manos—. Todo va a salir bien. Encontraremos la forma de salir de esta.

—Luna…

—Pero estaré mucho más tranquila si hacemos lo posible por mantenerte fuera de peligro.

—Poniéndote a ti en peligro.

—Sí.

— ¡¿Cómo puedes pedirme que haga eso?! —Se quejó con un tono de voz completamente afligido.

—Sólo deja que yo me encargue de todo, y no digas nada cuando despiertes, ¿de acuerdo?

— ¿Cuándo qué?

Haciendo algo de lo que no me sentía para nada orgullosa, comencé a cantar una canción de cuna, cerrando los ojos y moviendo mis dedos en el aire para concentrarme y manipular las ondas de sonido a voluntad.

Tabby comenzó a protestar, pidiéndome que lo reconsiderara, pero con cada instante que pasaba sus párpados se volvían más pesados, y sus puños aflojaban su agarre sobre mi blusa negra.

—Luna… No… lo hagas…

Sus palabras se perdieron cuando se desmayó, recostándose hacia delante contra mí y cayendo en mis brazos abiertos. Suspiré, acariciando y acomodando un mechón de cabello detrás de su oreja. Ahora que mi hermana estaba dormida ya no tenía que preocuparme por mantener oculta mi preocupación. Sentí una bola de nervios justo en mi diafragma, quitándome el apetito y molestándome cada vez que tomaba aire. Observé el tranquilo rostro de Tabby, preguntándome cómo sería la próxima vez que la viera. Qué tan complicadas se volverían nuestras vidas. Cuántos obstáculos se levantarían entre nosotras, y contra qué clase de viento y marea tendría que luchar para que podamos permanecer juntas.

La acomodé con cuidado en una butaca vacía, con una pose lo más natural posible, y volteé en dirección a Luan.

Tenía la cabeza gacha, con la mirada en el suelo. Sus extremidades y la parte baja de su abdomen estaban totalmente cubiertas e inmovilizadas por el hielo. Lo único que se movía eran sus hombros, sacudiéndose tanto por el frío como por su suave llanto que apenas si se oía en el silencio del auditorio y con las sirenas de la policía cada vez más cerca.

No sabía cómo sentirme con respecto a ella. El odio y miedo que había cultivado por aquella figura anónima se había desvanecido, pero en su lugar crecía una decepción inconmensurable, y no estaba segura de cuál de las dos era peor. Apretando los puños y levantando el mentón, me acerqué a ella, subiendo al escenario una vez más.

Levantó la cabeza cuando oyó mis pisadas, y con lágrimas cayendo por su rostro, cruzó su mirada con la mía.

— ¿Y ahora qué? —Me preguntó, girando la cabeza y dedicándome una sonrisa de oreja a oreja que era tan escalofriante como sincera.

—Y ahora… apretaré ese botón que tienes en tu traje —expliqué, tratando de controlar mis emociones para tener una última charla con ella—. Las puertas se abrirán y la policía entrará para ayudar a todos.

—Ayudar a todos y arrestarme —añadió con tranquilidad.

Comencé a frotar mis manos, desviando la mirada.

— ¿Qué esperabas? Lastimaste a mucha gente y revelaste tu identidad a todo el mundo. Tus poderes seguramente te permitirían escaparte, pero la policía te buscaría hasta encontrarte. ¿Qué creíste que pasaría? ¿Que huirías por siempre? ¿Que nadie se molestaría en atraparte? No… No es como que quiera que te arresten. Pero tú… Las cosas que hiciste…

—Sólo hice que la gente debiera enfrentar sus verdades —explicó con tranquilidad, como si no fuera una media paleta a punto de ser arrestada—. Si sus verdades son dolorosas no es mi culpa. Es culpa de todos ellos por llevar adelante una vida basada en mentiras.

— ¡No digas eso! ¡No pretendas que le hiciste un favor a todos! —Me quejé, dedicándole una mirada llena de reproche— ¡Lastimaste a mis amigos! ¡Sully, Mazzy, Sam! ¡Todos tuvieron que ir al hospital! ¡Arruinaste todas las relaciones que teníamos!

— ¿Lo hice realmente? Yo no estaría tan segura.

La tranquilidad con la que lo dijo me sacó de quicio.

— ¡Por supuesto que lo hiciste! ¡Hace semanas que no somos los mismos! ¡Y ahora mi mejor amiga no quiere hablarme! Y es todo tu culpa.

— ¿Fui yo la que obligó a Sullivan a engañar a su novia? —Preguntó, tomándome por sorpresa— ¿Fui yo la que le dijo a Mazzy que continuara ocultando sus inseguridades? Claro que no. Sabes que no es así. Su relación se mantenía con una fundación de mentiras que cada uno ocultaba del otro. ¿Y qué pasó? Se vieron obligados a revelar y enfrentar la verdad, y ahora están curando esas heridas. Cuando finalmente vuelvan a salir, su relación será mucho más fuerte que antes. Si me lo preguntas, les hice un favor.

—No… no hables como si los conocieras —me quejé, incómoda por no poder responder contundentemente a las obvias locuras que decía. Porque claramente no podía tener razón.

—Incluso sin mis poderes, suelo ser invisible —explicó con cierta tristeza—. Lo malo es que nadie me presta atención. Lo bueno es que me es más fácil observar. Todo el mundo está demasiado ocupado todo el tiempo siguiendo la rutina e ignorando la realidad, prefiriendo ver la construcción del mundo que crearon en su mente. Sé más sobre la gente que ellos mismos, sólo porque me siento y veo las cosas objetivamente. Vi a Sullivan sentándose por su cuenta, pero también vi cómo él y Mazzy pasaban la mayor parte de los almuerzos mirando al otro.

¿Cómo es que ella había visto todo eso y yo, sentada junto a Mazzy, no?

— ¿Y lo de Sam? Les hice un favor a ella y a ti. Era obvio que te amaba. Fingir que no lo hacía sólo la lastimaba. Tener que pretender que no tenía problema contigo volviéndote tan cercana a Carol hizo que acumulara mucha rabia. Obligarla a admitir sus sentimientos fue lo mejor que pude hacer por ustedes. No más secretos entre mejores amigas.

—Lo siento, pero no vas a convencerme de que lo que hiciste fue algo bueno o noble —le dije, negando con la cabeza—. Nadie es perfecto… pero no puedes obligar a la gente a enfrentar las cosas que hacen mal. Incluso si crees que es por su bien. No te corresponde tomar esa decisión. No sé qué pensar de ti. No creo que seas una mala persona. Pero lo que hiciste fue terrible. Y que ni siquiera puedas verlo como algo malo me preocupa.

Luan se encogió de hombros, o al menos trató de hacerlo en la situación de limitado movimiento en la que se encontraba.

—Supongo que no es algo en lo que podamos estar de acuerdo —dijo con tanta suavidad que parte de mi enfado se desvaneció, y volví a ser consciente de las marcas de lágrimas que cubrían sus mejillas.

— ¿Pero entiendes que vas a ir a la prisión de juveniles metahumanos? —Le pregunté, genuinamente preocupada.

Luan suspiró, bajando la cabeza una vez más.

—Sí.

— ¿Y entonces por qué lo hiciste? ¿En serio creíste que podrías escapar?

—No, claro que no. Nunca estuvo en mis planes escapar.

— ¿Y entonces…?

—Luna… Nuestras vidas son muy diferentes —me dijo, sonriendo con tristeza—. Tú tienes una familia que te quiere. Tienes amigos. Un cálido hogar al que regresar al final del día. Yo no tengo nada de eso. Todos los que alguna vez fingieron quererme me defraudaron. No tengo un lugar, no tengo una razón para querer que las cosas sigan igual. Siempre supe que este show acabaría conmigo tras las rejas. ¿Pero qué importa? Al menos ahora todos me conocen. Todos saben mi nombre. Y lo mejor es que hice que todos tuvieran que verse cara a cara con sus verdades. Quitarse la máscara, salir del personaje que actúan día a día, y mirarse al espejo.

—Te refieres a tratar de humillarlos y deprimirlos —señalé con incredulidad, volviendo a enfadarme por su falta de empatía.

—Ya te lo dije: sólo estoy revelando lo que ellos mismos cultivaron y ocultaron. Y no humillé a nadie. No es como con los jugadores y las porristas. Ellos sí merecían la humillación. ¿Aquí? Nadie escuchó sus secretos. Cada persona tuvo que enfrentarse a sus propios demonios. Les di la posibilidad de reconocer los mayores problemas de sus vidas. Si cambian para mejorar o si continúan viviendo sus mentiras… eso ya es cosa suya. Mi misión aquí ya acabó. Cumplí con mi parte en la obra.

Suspiré y froté mis sienes. Me dolía la cabeza, y ya no quería seguir pensando.

Oímos golpes en las puertas metálicas. La policía estaba tratando de entrar. Los nervios volvieron a crecer, y podía sentir mis manos temblando.

—No tienes que quedarte —me dijo.

—Por supuesto que sí —respondí—. Alguien tiene que hacerse cargo de esto.

—Claro que no. Sólo vete. Sé que crees que soy una villana… pero no mentía cuando dije que te aprecio. No quería que vinieras hoy porque sé que eres una buena persona. No me importa si no estás de acuerdo con lo que hice. No voy a decirle a la policía que tú fuiste la que me detuvo. Tampoco diré nada de tu hermana.

Entrecerré los ojos y enfoqué mi mirada en su rostro, como si pudiera leer su mente sólo con mirarla con intensidad. No… no parecía estar mintiendo, ¿pero cómo saberlo?

— ¿Por qué debería confiar en ti? —Pregunté, desesperada porque me diera una respuesta convincente.

—Porque no tengo motivo para mentirte —respondió con tranquilidad, sonriendo y dejando escapar una risa, como si la situación le pareciera de lo más divertida—. ¿Qué ganaría mintiéndote? ¡Ya te lo dije, mi plan siempre iba a acabar conmigo siendo arrestada! Me molestó ver que tenías poderes porque estaba segura que yo era la única metahumana en la escuela. Pero tu intervención no cambia nada. Todo el mundo tuvo largos minutos para enfrentarse a sus mentiras y verdades. Cuando despierten, no podrán ignorarlo. Ya gané. No necesito vengarme ni arruinar tu vida.

Su sonrisa y risa eran desconcertantes. Había una seria desconexión entre su mente y la realidad. Sus ojos, sin embargo, hablaban a gritos, y veía en ellos una tremenda honestidad. Muy a mi pesar, le creí. Le creí totalmente.

Quería creerle. No había nada que quisiera más en aquel momento que encontrar una manera de que todo continuara relativamente normal. De no tener que revelar mi identidad secreta, no tener que arriesgarme a ser alejada de mi familia, o que todos debiéramos mudarnos. No exponerme a que la llamada Maldición de Royal Woods que acababa con los metahumanos pusiera sus ojos en mí. Si existía alguna manera de salir de aquella situación sin hipotecar mi vida tal y como la conocía...

—No puedo sólo quedarme aquí y pretender estar desmayada.

—Entonces vete. Hay una salida de emergencia por detrás de los vestuarios. Si te vas ahora, probablemente no te encuentres con la policía.

—Hay cámaras —señalé, levantando una mano hacia las paredes, donde pequeñas cámaras se hallaban grabando cada momento de aquella conversación—. Si hago las cosas bien, quizás pueda evitar que vean a Tabby. Pero si no hay alguien que tome la culpa, entonces se verán obligados a revisar, y la vida de mi hermana también cambiará para siempre.

—Todos estarán ocupados arrestándome y ayudando a las personas a recuperarse —dijo, riendo una vez más—. ¡Además, tú ya tienes experiencia eliminando las cámaras! ¿No fue eso lo que hiciste después de que me encontraras aquella noche?

— ¿De qué estás hablando?

—Lo dijo la directora: alguien eliminó los registros de las cámaras de seguridad. No querías que nadie las descubriera a ti y a Sam, ¿no? Sólo hazlo de nuevo.

Fruncí el ceño. Ninguna de nosotras había eliminado los videos. Estaba convencida de que esa había sido Luan, pero ¿por qué no lo admitiría? ¿Estaba tratando de engañarme? ¿Qué ganaría con ello?

Los golpes en las puertas metálicas continuaron incrementando en intensidad.

—No tienes mucho tiempo. Si confías en mí, abre las puertas y vete. No voy a revelar tu secreto.

— ¿Por qué no lo harías? ¿No es todo tu acto acerca de la verdad?

Abrió la boca para responder, pero su expresión cambió de repente, frunciendo el ceño y mirando confundida hacia el suelo. Como si no tuviera una respuesta preparada para ello.

—Yo… No lo sé.

—Eso no me da mucha confianza…

—Supongo que… puedo hacer una excepción. Por una amiga.

Nuestros ojos volvieron a encontrarse. Di un paso hacia delante y coloqué una mano sobre su hombro.

—Si hubiera prestado más atención… Quizás las cosas habrían sido distintas —le dije con tristeza.

—No fue tu culpa, Luna.

No estaba en posición de abrazarla, pero me incliné hacia delante dejando que mi frente se apoyara contra la suya.

—Cuídate —le pedí—. Sé que en el fondo eres una buena persona.

No respondió, pero la oí aclarando su garganta, tratando de contener un sollozo.

Con los insistentes golpes en las paredes volviéndose más desesperados, y sabiendo que si realmente existía alguna posibilidad de que pudiera escapar debía hacerlo allí mismo cuanto antes, presioné el botón en el centro de la flor. Las puertas metálicas comenzaron a levantarse lenta, muy lentamente, y sin perder ni un instante, corrí hacia los vestuarios. Oía las sirenas y los gritos de la policía, pero traté de no distraerme.

Rápidamente llegué a la salida de emergencia que Luan había mencionado. Traté de abrirla, pero estaba trabada. Maldiciendo, eché una mirada hacia atrás. No podía dejar que esto me detuviera.

Estiré mi puño hacia la puerta y lo cerré con fuerza, aguantando la respiración. Un segundo más tarde, propiné la patada más fuerte que pude a la puerta, la cual se abrió y golpeó la pared trasera. No se oyó sonido alguno. Con cuidado, salí fuera y volví a cerrarla, dejándola casi como la había encontrado, aunque ahora la cerradura estaría probablemente rota.

Liberé la burbuja de silencio que había creado, y tomando aire, comencé a escabullirme hacia el edificio principal de la escuela. La policía parecía estar del otro lado del complejo. Si me movía con cuidado, podría entrar por una ventana como habíamos hecho con Sam. Ya sabía dónde estaba la oficina con las cámaras de seguridad. No era una ingeniera en sistemas, pero creía tener los suficientes conocimientos como para eliminar un registro de las cámaras. O, si aquello no era suficiente, nada que un pequeño boom sónico para destruir las computadoras no pudiera solucionar.

Probablemente. No estaba segura de cómo funcionaban esas cosas.

Continué caminando agachada, pegada contra la pared exterior del auditorio, mirando en todas las direcciones, rezando por no encontrarme con nadie. Sería muy difícil explicar qué hacía escapándome del lugar donde había habido un ataque metahumano. No podía permitir que—

— ¡Cuidado!

Lo primero que sentí fue una ráfaga de aire caliente, e instantes después, un balón de fútbol golpeó la pared justo delante de mí. Dejé escapar un pequeño grito, y la sorpresa fue tal que caí hacia atrás. Mi corazón comenzó a latir con fuerza, y mi presión se desplomó, a punto de desmayarme.

— ¡Lo siento! ¡Mi error!

Miré a la izquierda. Una chica (que podría jurar que no estaba en ningún lado unos segundos atrás) se acercaba a un trote ligero. Era más chica que yo, más joven incluso que Luan, pero se movía con confianza y una actitud ganadora: el mentón alto, los hombros anchos, el pecho inflado, su cola de caballo sacudiéndose con cada paso que daba.

El balón de fútbol había rebotado en la pared y rodaba lentamente hacia ella. Con un rápido movimiento de su pie, lo levantó y atrapó con una mano, acercándose hasta mí y extendiéndome una mano.

— ¿Necesitas una mano? —Me ofreció con una sonrisa.

Me quedé observándola. Había algo en su rostro, en sus mejillas con pecas…

—Uh, ¿hola? ¿Estás bien? No te golpeé en la cabeza, ¿no?

— ¡Oh! No, no, lo siento, estoy bien —dije, aceptando la mano que me ofrecía.

Me levantó con sorpresiva facilidad.

—Lo siento, no te vi ahí —me dijo, aunque algo me decía que no estaba siendo del todo honesta—. Si yo fuera tú, no iría por allí.

Señaló hacia el otro lado del edificio.

— ¿Por qué no? —Pregunté, tratando de hacerme la desentendida.

—Está lleno de policías. Algún meta loco atacó la escuela, y todas las fuerzas de seguridad de la ciudad parecen haber venido. Incluso cerraron la cancha de fútbol, ¿puedes creerlo?

—Uh… Eso suena terrible.

—Lo es, ¿en serio esperan que vaya hasta el parque a practicar? ¡Está en el otro lado de la ciudad!

—No me refería a…

—En fin —dijo, comenzando a hacer controles con el balón, golpeándolo con ambos pies y con la rodilla para mantenerla rebotando—, te recomendaría que vayas por esa calle de allí, esperes un par de minutos, y luego vuelvas a ver qué es lo que está ocurriendo.

Miré hacia la calle que señalaba. Nadie me vería si me iba por allí.

—Yo, uh…

—El resto de la manzana está llena de policías. No sé a dónde ibas, pero no parecen estar de humor como para dejarnos pasar a donde queramos. Como si ellos fueran el dueño de todo el lugar, ¡ja!

Eché una mirada. No veía policías en este lado del edificio, pero los sonidos de gente movilizándose eran inconfundibles. Había mucha gente trabajando del otro lado.

—También entraron en la escuela —mencionó la niña con cola de caballo, continuando sus ejercicios con el balón como si fuera lo más casual del mundo—. Creo que están yendo a revisar las cámaras de seguridad para ver qué fue lo que pasó donde sea que pasó algo.

Pude sentir el momento en el que mi rostro perdió todo color, y aquella bola de nervios que se había formado en mi interior aumentó su densidad hasta volverse insoportable.

—Una pérdida de tiempo; dudo que encuentren algo —comentó.

— ¿D-De qué hablas?

—Oh, ya sabes —dijo, mirándome intensamente a los ojos con una sonrisa socarrona mientras continuaba jugando con el balón sin siquiera verlo—. Esas computadoras son fáciles de hackear. Cualquier cerebritos que esté tratando de proteger la identidad secreta de un meta puede eliminar los registros desde su casa. Incluso puede ver las cámaras de seguridad ella misma, acceder a los micrófonos, y enviar a una asombrosa deportista a decirle a alguien que todo está bajo control. Para evitar que ese alguien haga algo tonto que pueda llevarla a exponerse.

Continuó haciendo controles, hasta que finalmente dejó que el balón cayera, deteniéndolo con la suela de su calzado deportivo. Me miró una vez más con esa expresión divertida, como si supiera más que yo. Por mi parte, yo me encontraba muda, mirándola con la boca abierta, tratando de darle sentido a lo que acababa de decirme.

—En fin, ya que no puedo jugar aquí, iré a otro lado. ¡Nos vemos!

Se alejó con el balón, doblando en la esquina.

Tardé algunos segundos en reaccionar.

— ¡Espera!

Salí corriendo detrás de ella, pero cuando doblé en la esquina, no había nadie. Sólo sentí una pequeña ráfaga de aire caliente que golpeó mi cara, dejándome con más dudas que certezas.


Quizás estaba siendo demasiado ilusa. Después de todo, ya estaba arriesgando muchísimo al confiar en Luan, a quien en mayor o menor medida conocía. No conforme con ello, estaba ahora confiando en una completa extraña que había sido críptica al respecto de que quizás no debía preocuparme por las cámaras de seguridad. Quizás. Estaba apostando mi vida y la de mi familia en un quizás.

Las dudas y los miedos continuaron atacándome por veinte minutos. Veinte interminables minutos que pasé en la calle que la chica me había sugerido. Veinte sufridos minutos en los que toda clase de escenarios pasaron por mi mente, hasta que la ansiedad del desconocimiento pudo más que el temor de acercarme. Me dirigí hacia la entrada de la escuela.

El lugar estaba abarrotado, lleno de autos de policía, ambulancias, y decenas de personas, probablemente familiares de las víctimas. Se había montado lo que parecía ser un hospital de campañas, con filas y filas de carpas repletas de sillas de plástico donde los alumnos y los familiares que habían estado presentes en el auditorio esperaban su turno para ser atendidos por los médicos. Con cautela y astucia, me las ingenié para escabullirme entre la gente, mientras caminaba y recorría las tiendas buscando a mi familia.

A medida que caminaba, presté atención a la actitud y semblante de las personas. Lo que vi era muy variado, pero podía decirse que las dos emociones que veía con mayor frecuencia eran alivio y vergüenza. Gente sentada, mirándose a los pies, ocultando su rostro, frotando nerviosamente sus manos.

Nadie me prestó demasiada atención. La policía y los médicos me vieron con mi ropa negra y asumieron correctamente que era una más de los miembros de la orquesta. Me moví sin ser interrumpida por nadie, pasando casi desapercibida. Todos parecían estar sumidos en profundas reflexiones, sin tiempo para detenerse en la pianista que caminaba sin rumbo aparente.

En un momento me detuve cuando vi a lo lejos una escena que me tomó por sorpresa. Mazzy estaba sentada por sí misma, viéndose tan miserable y preocupada como la mayoría de las personas. Iba a dirigirme hacia ella para hablarle y asegurarme que estuviera bien, pero alguien se me adelantó.

Sully apareció con una botella de agua, arrodillándose junto a Mazzy y ofreciéndole la bebida. Ella la tomó, la observó durante algunos instantes, y luego abrió los brazos. No podía ver la expresión de Sully desde donde me encontraba, pero el abrazo que compartieron era más que elocuente.

Sonreí, aunque mientras observaba la conmovedora escena, las palabras de Luan volvían a sonar en mi mente. ¿Era posible que, incluso con las intenciones equivocadas y la forma equivocada, algo bueno hubiera salido? ¿O estaba mi mente tratando de justificar a Luan por el aprecio y la lástima que le tenía?

— ¿Luna?

Oí que alguien me llamaba, y al girar en dirección a la voz, tragué saliva y comencé a prepararme mentalmente para la conversación que, inevitablemente, debería tener con Carol.

Ella estaba sentada en una silla a algunas tiendas de distancia, con un enfermero a su lado que escribía algo en una planilla, aparentemente habiendo terminado de revisar a Carol. Levanté una mano para saludarla, gesto que ella respondió, pero no me dirigí hacia allí de inmediato.

En aquellos momentos, no entendía cómo me sentía. Las cosas que aquel sueño me habían dicho seguían presentes en mi mente, y todavía no había tenido el tiempo para sentarme a reflexionar al respecto. Las dos cosas que resonaban con mayor intensidad eran lo que los fantasmas de Carol y Sam me habían dicho. La idea de que, quizás subconscientemente, no me sentía digna de ser amada. Que ese miedo había arruinado mi relación con Sam, y que mi enamoramiento con Carol no era más que una excusa para tener un amor no correspondido.

Quería racionalizarlo, pero ¿han intentado alguna vez encontrar una lógica a sus sentimientos? Eran dos lenguajes completamente distintos, como tratar de afinar un color. ¿Cómo diferenciar entre un amor verdadero y una infatuación?

Pues bien, en primer lugar, claramente la encontraba atractiva. Era una chica hermosa, rubia, muy bien cuidada. Si tenía un tipo, definitivamente era ese. Podía admitir que, antes de conocerla, esa atracción física era la que había detonado mi infatuación con ella. Pero luego la conocí realmente, y comenzamos a interactuar. ¿Eran esas interacciones románticas? ¿Conocerla me había enamorado más, o todavía sentía la misma atracción que antes?

No lo sabía. No podía decirlo, no en aquel momento al menos. Sólo sabía que, mientras más lo pensaba, menos coincidencias encontraba entre lo que sentía por Carol y lo que había sentido por Sam en su momento. Me sentía avergonzada cuando hablábamos, y cada vez que mencionaba que se sentía cercana a mí, era como si una piñata de felicidad estallara en mi interior.

Pero por más emocionada que me sentía cada vez que Carol me sonreía, había algo que me faltaba, y que sólo ahora estaba comenzando a comprender. Paz. La paz que sentía al estar con Sam. Sentía que podía ser yo misma, que no debía pretender ser alguien que no fuera. Que podía ser auténtica sin miedo al rechazo. ¿Con Carol? Dudaba cada paso que daba. Y aunque me encantaba tocar con ella, nuestra música carecía de la conexión que Sam y yo solíamos tener.

No sabía si estas cosas significaban que no estaba realmente enamorada de Carol o si sólo eran prueba de que necesitábamos más tiempo. Lo único que sabía era que lo que hasta ahora había considerado como una certeza, mi crush con ella, era ahora un gran signo de interrogación.

Sobre todo considerando que la había oído murmurar algo acerca de rechazar mis sentimientos. Podría decirse que eso era un ligero obstáculo.

Parte de mí habría preferido escapar, alejarme y darme tiempo para organizar mis pensamientos y emociones. Pero si algo había aprendido con el retorcido plan de Luan, era que no enfrentarme a los problemas no era una solución. Más bien era una forma de hacer que crecieran. Por lo que, muy a mi pesar, me acerqué a Carol.

— ¿Estás bien? —Pregunté cuando llegué junto a ella.

—Sí, sí, estoy bien —respondió, aunque su mirada, como la de muchos otros, parecía decir lo contrario—. ¿Dónde estabas? No te vi por ninguna parte.

—Uh… No lo sé, todo fue muy confuso —dije, rezando porque mi estúpida excusa fuera suficiente.

Carol asintió, por lo que pareció que compró mi excusa.

—Y que lo digas. Luan… ¿Quién lo hubiera pensado?

—Nunca me lo imaginé…

—Yo tampoco. Es una locura… Y tú trataste de detenerla.

Me moví incómoda, acariciando mi brazo.

—No fue suficiente —me lamenté—. Si hubiera prestado más atención antes… si hubiera sido una mejor amiga…

—Luna, no puedes culparte por lo que pasó —me dijo—. Ella dijo… Algo así como que tú eras la única que no quería lastimar. Hiciste más que suficiente. El problema fue que ninguno de nosotros hizo lo mismo. Eres una gran amiga.

Cruzamos nuestras miradas, y noté en su rostro y en la forma en la que se enderezó que se estaba preparando para decir algo. Por mi parte, me preparé para oír algo que probablemente no me gustaría.

—Sé que es un poco repentino, pero, uh, ya que estamos aquí, me gustaría disculparme —comenzó.

—No tienes por qué hacerlo…

—No, sí tengo. Sam tenía razón. Y con lo que hizo Luan… No puedo fingir que no me equivoqué. Incluso si no fui yo quien hizo esas cosas, no dije nada cuando mis "amigos" lo hacían. Eso es igual de malo. Y por culpa de eso, tu amiga pasó por una situación horrible. Tendría que haber hablado antes, haber hecho algo para detenerlo… Pero no lo hice. Así que tengo parte de la culpa de todo lo que pasó. Y lo siento. Lo siento en serio.

Me tomé algunos momentos para pensar en mi respuesta.

—No tienes nada de qué disculparte conmigo. No me hiciste nada. Pero si quieres puedo, uh, hacerle llegar tus disculpas a Mazzy.

Ella suspiró.

—Gracias, supongo. Luan tenía razón, ¿sabes? —me dijo con una pequeña sonrisa— Eres una gran persona. Y… Y me alegra mucho que seamos amigas. Ojalá podamos serlo por un largo tiempo.

No se atrevió a decirlo, pero lo noté en su mirada y en la pausa expectante tras sus palabras. Lo que realmente quería decir era que esperaba que continuáramos siendo amigas. Sólo amigas.

Todavía no sabía si estaba realmente enamorada o no de Carol, pero sí puedo decir que la puñalada al corazón dolió como si lo estuviera. Tuve que respirar hondo para tratar que la decepción no se reflejara en mi rostro. Me apresuré a sonreír tanto como me fue posible y asentir con seguridad.

—Por supuesto —aseguré, cerrando mis puños tan fuerte que mis uñas marcaron mis palmas—. Yo también espero que podamos seguir siendo amigas, más allá del taller de música.

Permanecimos en silencio hasta que la tensión se volvió insoportable, momento en el cual carraspeé y traté de encontrar una forma elegante de despedirme.

—Bueno, uh, me alegra que estés bien.

—Lo mismo digo.

—Voy a… volver con mi familia. Mi hermana y mi papá estaban también en la audiencia, así que, ya sabes…

—Oh, sí, claro. Espero que estén bien.

Carol suspiró, apoyando un codo sobre su rodilla y descansando su mentón sobre su mano.

—Le envié un mensaje a mi madre para que sepa que estoy bien, pero no me respondió aún.

Puse una mueca.

—Quizás está ocupada —sugerí.

—Por supuesto que lo está. Suele tener reuniones a estas horas, seguramente está…

— ¡Carol!

Como si hubiera sido invocada por un conjuro, la madre de Carol, Jeanine, se acercó corriendo a toda velocidad, cerrando sus brazos alrededor de su hija y levantándola en el aire como una muñeca de trapo.

—M-Madre —dijo Carol, sorprendida y con problemas para respirar—, ¿qué haces aquí?

— ¡Vine en cuanto recibí tu mensaje! —Dijo, apretando su mejilla contra la de Carol— ¡Mi pequeña, atacada en un concierto! ¡Oh, qué desgracia! ¿Te duele algo? ¿Tienes sed? ¿Quieres que vayamos a la clínica?

— ¡Madre! ¡Estoy bien! ¡Ya déjame!

— ¡Puedo llamar a la Doctora López si necesitas hablar de tu trauma!

Aprovechando la distracción, me alejé en silencio, dándole la espalda a Carol y reuniendo fuerzas para mantenerme entera. Tratando de no dejar que la decepción y desazón se vieran reflejadas en mi rostro. Tratando de enterrar ese extraño sentimiento en mi corazón, una especie de nostalgia por lo que pudo haber sido.

Enamoramiento o infatuación, el dolor era real.

Continué caminando, buscando con la mirada hasta que logré encontrar a una niña de cabello negro con un mechón violeta y a su padre, calvo y con una boina en la cabeza.

— ¡Tabby! ¡Chunk! —Grité al tiempo que corría hacia ellos.

Los dos giraron en mi dirección tan pronto como me oyeron, y Tabby salió disparada desde su silla para encontrarme a medio camino. Saltó para que la atajara en el aire y nos fundimos en un fuerte abrazo. La apreté contra mi pecho, suspirando aliviada.

— ¡Eres una idiota! —Se quejó mi hermana, susurrando enérgicamente contra mi oído para que nadie más la oyera— ¡No puedo creer que hicieras eso!

—Tranquila, hermana. Todo salió bien.

Mi espalda comenzaba a doler, así que la bajé. Ella tardó unos segundos en aflojar su agarre y apoyar los pies en el suelo.

— ¿La policía sabe? —Me preguntó, mirando en todas direcciones como si temiera que un oficial saliera desde detrás de los arbustos para arrestarme.

—No. No, creo… Creo que estamos seguras. Por ahora.

Suspiró, dejando salir tanto aire que temí que se desinflara. Apoyó una mano sobre su corazón y sonrió.

— ¡Sigues siendo una tonta! —Me dijo, golpeándome de repente en la pierna— Desmayarme de esa manera… Debería llenar tu almohada de cubos de hielo mientras duermes.

—No esta noche, por favor; creo que en serio voy a necesitar dormir por un buen rato.

—Yo también. ¿Puedo dormir contigo?

La forma tan inocente en la que lo preguntó me derritió el corazón.

—Por supuesto que sí, enana.

Le sonreí una vez más, y luego desvié la mirada hacia Chunk. Él me veía desde su silla. A diferencia de la gran mayoría de las personas, él se veía feliz, al menos en aquel momento. Sin la sombra de miedo o desencanto en sus ojos que se repetía en todas las demás personas a nuestro alrededor. En sus ojos no veía más que felicidad por verme. Y eso me lastimó incluso más que las palabras de Carol.

Nunca me perdonaste, Luna. Nunca pudiste aceptar que yo te perdoné. Que nunca te culpé. Que continué queriéndote en lugar de resentirte.

El recuerdo de las palabras del fantasma de Chunk volvió a resonar en mi mente. De todas las verdades difíciles de aceptar que ese sueño me había hecho enfrentar, esa era la más fácil de reconocer, y también la más dura de admitir. Nunca lo había puesto en términos tan… directos y sencillos. Pero era cierto. Parte de mí quería que Chunk estuviera enfadado conmigo. Que me hiciera responsable. Que me dijera que había sido mi culpa. Saber que me culpaba hubiera sido más fácil de aceptar. El hecho de que no me guardara ni una pizca de rencor por haber estado allí cuando su esposa, el amor de su vida, murió sólo era una muestra más de que Chunk era un grandioso padre. Alguien que no merecía lo que había ocurrido.

Su amor e infinita paciencia se volvían insoportables. Sólo hacían que me sintiera aún más culpable. Pero no era un problema de él, para nada. Como esa visión me había demostrado, el problema era mío y solamente mío. Mi deseo de sufrir penitencia por lo que yo creí que era mi propio error no hacía más que dinamitar todas mis relaciones. Incluida la relación con mi padre, que adoptivo o no, era un verdadero faro en mi vida. Y a quien, por caer presa de la desilusión y la culpa, había desestimado y alejado de mí durante tanto, tanto tiempo.

Pensar de nuevo en el accidente de aquella noche me puso en un estado emocional. Recordé la visión de mi madre, tan cálida y hermosa como la recordaba. Recordé el breve abrazo que habíamos compartido. Quizás había sido todo en mi mente. Estaba casi segura que había ocurrido en mi mente. Dudaba que aquel recuerdo fuera más que eso: un recuerdo, el fantasma de una memoria.

Pero, oh, cuánto lo necesitaba, y cuánto daría por otro más.

El estrés de todo el día estaba comenzando a afectarme. Cada vez me era más difícil contenerme, mantener la compostura y no largarme a llorar como mi cuerpo me pedía a gritos. No quería hacerlo, no allí, no en ese momento.

Me acerqué a Chunk, con la garganta seca y el corazón entumecido. Él se puso de pie, y de alguna manera, mirándolo a los ojos, entendí que él sabía exactamente lo que me estaba ocurriendo.

— ¿Papá? —Le dije— ¿Puedo hacerte una pregunta?

—Por supuesto.

—Pero tienes que ser sincero. Tienes que responderme con nada más que la verdad, ¿entiendes? No puedes mentirme.

Asintió con suavidad, como si estuviera diciendo exactamente lo que él esperaba.

—Nunca te mentiría, Luna.

Tomé aire y me preparé para hacer la pregunta que necesitaba sacarme del pecho.

— ¿Por qué me diste tanto espacio? —Pregunté finalmente con voz temblorosa, y aunque al principio sólo tenía pensado hacer una pregunta, el resto salió sin que pudiera detenerme— ¿Por qué nunca te enfadaste conmigo? ¿No crees que fui injusta al distanciarme de ti después del accidente?

Chunk suspiró, rascándose la nuca mientras se tomaba unos segundos para pensar.

—Nunca estuve enfadado contigo —me dijo con absoluta honestidad—. Siempre supe que me amabas, eso nunca estuvo en duda. Y sobre si me pareció injusto… Luna, tú siempre te sentiste responsable por el dolor que los demás sentíamos, pero nunca pudiste entender que fuiste tú quién más sufrió. Nunca estuve enfadado porque sabía que lidiarías con el duelo y el dolor a tu manera. Lo único que quería era asegurarte que, cuando me necesitaras, yo estaría allí.

— ¿Y no te dolió? —Pregunté con la poca entereza que me quedaba.

Él hizo una mueca.

—Lo que realmente me dolía era ver que tú sufrías. Lo demás… Puedo soportarlo si es lo que una de mis niñas necesita.

No sé qué sucedió primero: mis pasos, o las lágrimas que comenzaron a caer. Sólo sé que pronto me encontraba abrazando a mi papá, y por primera vez en mucho, mucho tiempo, me permití llorar toda mi angustia y miedo. Sus fuertes brazos me encerraron en un cálido abrazo, y Tabby se sumó segundos más tarde, su amor y lágrimas sumándose a la mezcla.

Pasó mucho tiempo hasta que un médico se acercó a asegurarse que todo estuviera bien.


El sonido de alguien golpeando la puerta de mi habitación me despertó. Gemí, cansada y aún atontada por el sueño, sentándome con pereza. Froté mis ojos mientras mis sentidos volvían a activarse. A juzgar por la luz del día que entraba desde la ventana, tan sólo habían pasado un par de horas desde que llegamos a casa y, totalmente abatida por el estrés y el cansancio, me había acostado en mi cama sin siquiera cambiarme la ropa, y había rápidamente tomado una muy necesaria siesta.

Los suaves golpecitos volvieron a sonar, y dejé escapar lo que probablemente sonó como el sonido de una mamá oso tratando de llamar a sus cachorros. Me puse de pie y me estiré, sintiendo varios huesos de mi columna tronando. Bostecé una última vez, colocándome un par de sandalias, y me dirigí hacia la puerta. La abrí, esperando encontrarme con Chunk o Tabby.

Definitivamente no esperaba ver a Sam.

— ¡Sa…!

— ¡Por favor, escúchame, tengo mucho que decir y si no lo digo ahora no creo poder decirlo después! —Dijo, juntando sus manos en un gesto de disculpa frente a su rostro y hablando tan rápido que me costó seguirla— ¡Sé que lo arruiné todo! ¡Sé que fui una tonta, una estúpida, una ilusa, una desconsiderada! ¡No te merecías nada de lo que hice! ¡Estaba celosa, y estaba enfadada, y no sabía qué hacer, y cuando te vi con Carol y con Luan fue como si algo hiciera corto-circuito, y lo que hice estuvo muy, muy mal! ¡Y luego dije algo que nunca quise que supieras, pero ahora lo sabes, y no sé qué va a pasar con nosotras, pero no quiero que eso arruine nuestra amistad! ¡Eres la persona más importante en mi vida, eres mi mejor amiga, y no quiero perderte! ¡Por favor, perdóname, perdóname por enfadarme, y por ignorarte, y por no estar hoy en el musical! ¡Sé que significa mucho para ti pero no me sentía lista para verte y no sabía cómo hablar contigo pero luego escuché que pasó algo y yo no estuve allí para ayudarte y vine porque necesitaba verte y asegurarme que estabas bien! ¡Lo siento! ¡Lo siento mucho, mucho, mucho, mucho, mucho, mu…!

Si no la hubiera abrazado quizás habría continuado disculpándose, y honestamente, eran demasiadas palabras por minuto para que mi recién-levantado cerebro procese. No es por decir que no quería escucharla, o que lo hice sencillamente para silenciarla. La abracé porque creí que era lo mejor. No necesitaba que le dijera que la perdonaba: necesitaba que se lo demostrara.

Se silenció en cuanto la rodeé con mis brazos, y no tardó ni un instante en devolver el abrazo, hundiendo su rostro en el espacio entre mi hombro y mi cuello, sujetándome como si no quisiera volver a dejarme ir.

—Sam, ¿en verdad crees que ibas a librarte de mí tan fácil? —Le dije, oyéndola reír— Sabes que tú también eres súper importante para mí. No quiero perderte.

—No lo harás —me aseguró, aunque se veía totalmente avergonzada—. Y… Y… Rayos, siento que me voy a desmayar.

La tomé de la mano y la llevé a mi cama, donde nos sentamos una junto a la otra. Continué tomándola de la mano porque quería hacerle saber que podía contar conmigo, que estaba allí apoyándola.

—Supongo que hay que discutir el elefante en la habitación —dijo con pesadumbre.

La miré con cariño.

—Vamos, no estás tan gorda.

Levantó la mano para golpearme, pero se detuvo, conteniendo la risa y apretando con fuerza mi mano.

—Eres terrible.

—Aprendí de la mejor —respondí con inocencia.

—Estoy tratando de decir algo serio, ¿sabes?

—Y yo sólo quiero mostrarte que todo está bien. No tienes que estar nerviosa. Somos almas gemelas, todo estará bien.

Eso pareció tranquilizarla. Me miró con suavidad, y aunque todavía se la veía avergonzada, el cambio a una actitud más relajada era palpable.

—Yo… Lo que dije cuando estaba fuera de mí… Verás…

Parecía no encontrar las palabras, por lo que decidí ayudarla, mencionando la parte más complicada, y lo que debíamos discutir.

—Dijiste que cuando rompiste conmigo, lo hiciste por mí, no por ti —dije, y ella se estremeció—. ¿Es cierto?

Sus labios comenzaron a temblar, y sus ojos a brillar más intensamente.

—No te diste cuenta… pero cuando cantabas ya no sentía el mismo amor que antes —me confesó una vez más—. Nunca dijiste nada, pero lo sentí. Sabía que lo nuestro terminaría en algún momento. Y… Y tuve miedo de que si no lo hacía a tiempo, si no lo terminábamos mientras todavía nos queríamos, acabaríamos mal.

—Sam…

—No quería perderte —dijo, usando su mano libre para refregar sus ojos y no permitir que las lágrimas cayeran por sus mejillas—. Yo… Me aterraba pensar que nos distanciaríamos.

—Eso jamás pasará, ¿me oyes? —Le aseguré— Eres el bajo de mi guitarra, Sam. Eres demasiado importante para mí. Nunca dejaría que nos distanciáramos. Y… Y también dijiste…

Traté de recordar las palabras exactas. Habían estado repitiéndose en mi mente durante todo el fin de semana.

—Me preguntaste si habías hecho algo mal. Si había sido tu culpa. Si no habías sido lo suficientemente atenta, o si no me habías querido lo suficiente.

Se sonrojó, cubriendo su rostro con su mano libre.

—Oh, demonios, ¿en serio dije eso?

—Sí. Y la respuesta es que no. Tú no hiciste nada malo. Quiero que lo sepas. Tú… El tiempo que pasamos como pareja… fueron los mejores momentos de mi vida.

Levantó la mirada, y esos ojos llorosos se enfocaron en los míos. Sentí que si alguien hubiera estado observándonos, habrían visto el chispazo.

—No hiciste nada malo —le aseguré—. Fuiste una novia ideal. Fui… fui yo la que lo arruinó todo. Me cuesta creer que no me odies.

— ¡Por supuesto que no! —Se apresuró a decir— Escucha, sé que… Quizás haya sonado como que estaba enfadada o que… no lo sé, que te guardo rencor o algo. Pero te prometo que no es así. Sé que las cosas cambian. Los sentimientos también. Y no te culpo. En absoluto, en serio. Yo…

Suspiró una vez más.

—Sólo… Lo único que quiero es que esto no cambie las cosas entre nosotras. Me da mucha vergüenza que te hayas enterado como lo hiciste, pero… No quiero que cambie nada.

Una solitaria lágrima se escapó por el rabillo de su ojo. Volteé para tomar su mano entre las mías, y me incliné hacia delante hasta que nuestras frentes se tocaban.

—Sam… Voy a ser honesta, ¿ok?

Asintió.

—Estos últimos días fueron muy confusos. Hoy mismo… No te das una idea de todo lo que pasó. Estoy muy confundida, ¿y honestamente? No sé cómo me siento acerca de nadie. Ya no entiendo mis sentimientos. No sé si me gusta Carol o no. Lo único que sé es que te necesito en mi vida. Y nada va a cambiar eso.

Esta vez fue ella quien inició el abrazo. Y así como Chunk me consoló mientras lloraba, esta vez fui yo quien acarició la espalda de Sam mientras ella se descargaba, disculpándose por todo, y liberando el estrés y las emociones contenidas que había guardado durante meses.

Eventualmente se separó, y ya sintiéndose mejor, comenzó a preguntarme acerca de lo que había ocurrido en el musical. Tomé mi guitarra para distraerme mientras le relaté todo lo que había vivido en estos últimos días, desde la visita sorpresa de Luan hasta aquella niña desconocida que me advirtió acerca de las cámaras.

—Entonces, ¿una metahumana más joven que nosotras fue la que borró los registros de las cámaras de seguridad? —Preguntó, tratando de darle sentido a todo lo que había ocurrido.

—Así parece. Aunque no estoy segura de si fue ella o alguien más. Lo hizo sonar como si fuera alguien más —comenté, rasgueando mi guitarra sin cuidado.

—Vaya… Y dijo que no quería que te revelases si no estabas lista, ¿no?

—Algo así.

— ¿Y crees que vas a estar lista?

Toqué un acorde y dejé que sonara.

— ¿De qué hablas?

—Ya sabes… Ahora que has aceptado tus poderes —mencionó, inclinándose más cerca con una gran sonrisa—. ¿Vas a convertirte en una heroína?

—Pfft, vamos, como si mis poderes fueran útiles para un héroe.

— ¡Tus poderes son geniales! Apuesto a que puedes hacer de todo si practicas. Estallidos sónicos, hacer dormir a los villanos, usar las ondas de sonido como si fueras un radar para encontrar a villanos escondidos… ¡Tienes toda clase de poderes de utilidad!

—Estás dejándote llevar, Sam. No estoy lista para ser un héroe.

—Duh, claro que no, necesitas un traje. Yo lo diseñaré. Dattebayo.

Reí en voz alta.

—Sam, tú apestas diseñando ropa. ¿Recuerdas cuando trataste de convertir tu falda en un chaleco?

— ¡La máquina de coser se trabó! —Se quejó, poniendo puchero.

—Sí, sí, lo que digas. Lo siento, pero no voy a ser una heroína aún.

—Podrías llamarte Sonic.

—No puedes estar diciéndolo en serio.

Banshee.

— ¿Qué no hay una de esas en Wisconsin?

— ¡La Sirena!

Volví a reír, al tiempo que comenzaba a tocar una nueva canción en la guitarra.

—Pensándolo mejor, te dejo diseñar el traje siempre y cuando no estés a cargo de elegir mi nombre.

Ella hizo un gruñido de falso enfado, cruzándose de brazos y alzando una ceja.

— ¿Ah, sí? Pues elige tú un nombre si tan buena eres para ello.

Fruncí el ceño, tratando de imaginar un buen nombre mientras continué tocando la canción. Nada se venía a mi mente. Traté de pensar en Tabby y en los nombres que ella se había imaginado. Debía ser algo con temática musical, ¿no? Era lo lógico.

Nada se me ocurría, hasta que toqué un power chord y lo dejé sonar. Miré mis dedos en el mástil de la guitarra.

— ¿Qué? ¿Qué es? —Me preguntó Sam.

Una sonrisa se dibujó en mi rostro.


.

.

.

Y con esto doy por terminada esta historia, la primera página en el libro de Luna Morrison. Me es complicado hacer una historia breve, como habrán notado jajajaja. Mi idea con el Heroverse era hacer historias cortas, con capítulos de 4K palabras (40K-45K total), pero hasta ahora las dos historias del Heroverse tienen alrededor de 90K palabras. Así que sí, apesto resumiendo jajaja.

Luna ha aprendido mucho en esta historia. Ha aprendido a aceptarse a sí misma y a no huir o renegar de sus poderes. ¿Cuándo dará el primer paso para convertirse en una heroína? ¿Cómo continuará su relación con Sam en el futuro? ¿Qué pasará con Tabby? Todo esto y mucho más se irá explorando en las próximas entregas del Heroverse.

La siguiente historia será Nova: Homecoming, y dejaremos el drama adolescente para volver a una verdadera historia de superhéroes… ¡con drama adolescente! Volveremos a ver a Nova, a Eclipse, e incluso a Ace Savvy. Estoy muy emocionado por poder escribir esa historia, y hasta tengo esperanza de que no sea tan larga jajajaja.

Muchas gracias a todos por continuar leyendo este pequeño proyecto. Y como siempre, mil gracias a los lectores que comparten sus opiniones conmigo:

Leo 23: ¡Muchas gracias!

Luna PlataZ: Tus poderes de videncia han sido impresionantes a lo largo y ancho de toda la historia. Lo de Carol, creo que no entendiste bien jajaja Carol se había acercado a Luna para tratar de escapar. Luna se adelantó, pero seguía estando a tan sólo un par de metros de Carol. No hay error de continuidad. Y ¡ja! Quisiste usar la lógica contra mí, pero estuve siempre un paso por delante: específicamente mencioné que la parte superior del torso de Luan no estaba atrapada por el hielo. Jaque mate ateos. Muchísimas gracias por tus completas reviews, siempre graciosas y con predicciones locas que estuvieron… mitad y mitad acertadas jajaja.

Misugi: Tremenda review, muchísimas gracias. Me es difícil responder a todo, así que sencillamente diré que agradezco de corazón el esfuerzo que pusiste en no sólo seguir esta historia, sino en hacerme saber qué te parecía. Aprecio los cumplidos y las críticas. Al fin y al cabo apenas soy un escritor de fanfics, obviamente hay una montaña de cosas por mejorar.

El caballero de las antorchas: Muchas gracias por el review. No puedo mencionar mucho al respecto de lo que se viene porque ya lo verás jajaja. Pero agradezco los comentarios, y espero que disfrutes el resto de la historia.

daglas99: Muchísimas gracias por los comentarios. Con respecto al traje de Luna, lo estrenará más adelante jajaja. Su debut como heroína no se ha dado aún oficialmente.

Jairo De la Croix: Muchas gracias! Me alegra que te haya gustado. Esa enumeración me puso muy contento jajaja En especial que te haya gustado The Reason! Y Let it Go jajaja. Ojalá el final también te haya gustado.

Luis Carlos: ¡Felicidades al review número 100, te has ganado una palmadita en la espalda y un apretón de manos! Tu análisis de lo que ocurrió es perfecto jajaja No tengo mucho para decir. Gracias por leer y comentar.

Sylar Diaz: Pues sí, su plan no era una broma pesada, era más profundo que eso. Creo que estabas esperando un April Fools Rules, pero esta versión de Luan es distinta a la canónica jajaja No está haciendo bromas sólo para joder o molestar. Lamento que no te haya gustado, pero lo que pides no es lo que yo quería contar. Y lamento también haberte privado de la Carol dominatrix con traje de látex y látigo negro. Verdaderamente una pérdida para la humanidad uwu

Y con esto son todos. A los usuarios registrados que dejen su review a este capítulo les responderé por mensaje privado, a menos que me pidan que no lo haga.

Muchas gracias a todos por haber seguido esta historia. Ya son libres de irse de la sala de cine.

¿Por qué siguen aquí?

Ah, ya. Seguro que Googlearon "hay escena post-créditos en Power Chord de UnderratedHero" y se spoilearon la sorpresa. Pues bien, como quieran.

Ahí les va.

.

.

.


Tic. Toc. Tic. Toc.

Recostada boca arriba en su cama, observaba la aguja del reloj moverse segundo a segundo, vuelta a vuelta, una y otra vez. Con excepción de las comidas tres veces al día y de la hora de televisión que le era asignada, la siempre-en-movimiento aguja del reloj era su única forma de entretenimiento fuera de su mente.

No es que se quejara, realmente. La tranquilidad del silencio y la soledad eran relajantes. No tener que ir a la escuela cinco días a la semana a enfrentarse a una horda de otros adolescentes que la odiaban —o peor aún, que la ignoraban— era la mejor de las recompensas. Extrañaba su muñeco, el Señor Cocos, así como las largas y lentas caminatas que daba alrededor del parque, sentándose en un banco y observando a todos los que por allí pasaban. ¿Más allá de eso? La vida en la celda era en muchos aspectos una mejora con respecto a su vida diaria.

Cualquier otra adolescente se habría vuelto loca, de eso estaba muy segura, pero Luan no era como cualquier otra adolescente.

Ella ya estaba loca, y lo sabía. Pero ahora todo el mundo conocía su nombre. Lo veía en la televisión cuando se lo permitían: todos hablaban de ella. Se preguntaban qué hacer para evitar alienar a otros como lo hicieron con ella. Ponían su rostro en la televisión y tenían debates con psicólogos, con maestros, con expertos en metahumanos. Por primera vez en su vida, era conocida, y pese a que no estaba en libertad para disfrutar de aquella fama, el simplemente saber que ya no estaba siendo ignorada la mantenía contenta.

Perdida en esa tranquilidad y serenidad, su mente desestimó los retumbes y vibraciones de las paredes. Mientras miraba con atención el reloj en la pared, tratando de determinar si la aguja de la hora estaba siempre en lento movimiento o si avanzaba cada cierto intervalo —¿Cinco minutos? ¿Diez?—, no prestó atención a los ecos que parecían provenir desde el exterior. No hasta que las vibraciones hicieron temblar a las agujas.

Fue sólo en ese momento cuando decidió sentarse en su cama y observar a su alrededor. Su celda era una doble jaula. El primer retículo era un cubo de paredes y techo de vidrio templado, con una cama, una mesa, una silla, una televisión, un reloj, y un baño. El suelo era un piso radiante con recubrimiento de madera, siempre cálido al tacto y calefaccionando el interior de la habitación a una temperatura confortable.

La caja de cristal estaba, a su vez, en el centro de una celda mucho más grande, una que el vidrio le permitía ver, dejándole saber por qué nunca sería capaz de escapar. Era, en términos sencillos, un gran congelador, con tubos de algún líquido extremadamente frío que constantemente refrigeraban los muros, piso y techo, los cuales estaban cubiertos de escarcha y hielo.

Luan se sentía halagada. Había decidido en su mente que esa celda había sido diseñada específicamente para ella, y no para ningún otro metahumano. La hacía sentir especial. Tenida en cuenta.

Un nuevo sonido llamó su atención. Un sonido como nunca antes había oído, como si el acero estuviera gimiendo. Luan se puso de pie, mirando con extrañeza hacia la pared de la cámara refrigerante. Había algo allí. Un punto rojo, que cada vez se volvía más y más grande.

Cuando el hielo comenzó a derretirse y evaporarse, entendió que la mancha roja era en verdad el metal calentándose a temperaturas increíblemente altas. Las luces comenzaron a parpadear, hubo explosiones de chispas provenientes del interior de los muros, y con un estruendoso impacto, el muro pareció estallar desde fuera.

Las esquirlas de metal volaron, y Luan instintivamente activó sus poderes para protegerse de cualquier proyectil que pudiera golpearla, pero el vidrio templado resistió. Hubo una nube de humo, e instantes más tarde, la cámara se llenó de una luz roja y viva cuando una figura humanoide, sin cabeza y con un torso redondo formado por magma y fuego, se adelantó.

Buenas buenas, Laura —dijo una voz, demasiado aguda como para pertenecer a aquel golem de fuego—, me alegra conocerte.

—Me llamo Luan —dijo con cautela, alejándose un paso del vidrio al que aquella figura se acercaba. Se preguntó qué era aquella extraña criatura que sonaba como un niño, hasta que notó que en el centro del pecho había un aparato comunicador.

Sí, como sea. En fin, vine a liberarte porque creo que tú y yo tenemos mucho en común, y podemos ayudarnos mutuamente.

Ella ojeó al golem.

—Me cuesta creerlo.

¿Y si te dijera que hay una forma de abrirle los ojos a toda la ciudad? —Dijo la voz con un tono divertido, como si estuviera sugiriendo hacer la más grande broma en la historia de la humanidad— ¿De mostrarnos ante todo el mundo y hacerles ver la realidad de los metahumanos? ¿La realidad que han tratado de ocultar durante tantos años?

Luan permaneció en silencio, considerando aquellas palabras.

Vamos, Laura. Tú puedes jugar un papel muy importante en este plan. El papel protagónico para que la ciudad se enfrente a sus mentiras. ¿Vas a decirme que no te intriga ser la cara que cambie para siempre esta sociedad injusta?

Ella volteó hacia el reloj. Tic. Toc. Tic. Toc.

Una diabólica sonrisa se dibujó en su rostro cuando volteó una vez más hacia la criatura de fuego. Con cuidado, avanzó hacia el muro de cristal, atravesándolo como si no estuviera allí, y deteniéndose frente a aquella monstruosidad.

— ¿Qué tienes en mente, cabeza de carbón?

Luna Morrison y Luan DiAngelo regresarán.