Disclaimer 1: Fanfic sin ánimos de lucro. The Loud House es creación de Chris Savino, propiedad material de Nickelodeon Intl, y está bajo licencia de Viacom International Media y Jam Filled Entertainment.
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Vínculos
XVIII
Sangre nueva, viejos lazos
Royal Woods, Michigan
23 de febrero de 2022
8:50 am
Corredores de la preparatoria
Con el cierre obligado de las instalaciones escolares debido al brote en el cuerpo docente, Clyde tuvo bastante tiempo de replantear su situación con Chloe. Le duele recordar la charla que degeneró en la discusión que acabó por mandarlo al suelo, y lo peor de todo es que todo fue por unos celos que la doctora López habría considerado demasiado injustificados.
Admite que fue su culpa. Sabe que Chloe es gentil y entusiasta, pero de ahí a tener celos de algo o de alguien, la idea se antoja de todo menos apropiada. Hasta entonces, jamás había sido objeto de ello desde -según Lincoln- aquella vez que Lori creyó que lo estaba perdiendo en favor de Leni. Todavía entonces siguió practicando para hablar con ella con normalidad hasta que, en pleno receso de invierno de 2018-2019, le pidió a través de una videollamada (la única que ambos tuvieron, de hecho- consejos para evitar distractores para una temporada de exámenes finales ya que a Lincoln se le hizo difícil quitarse de encima las parrandas de algunos universitarios que armaban jolgorio en el piso de abajo.
Desde luego, Tiago forma parte de ese plan. Con la idea de reforzar su explicación, Clyde optó por intentar que su reconciliación sea por todo lo alto. Llegó a la conclusión de que, siendo el tiempo que pasara con el carioca el causante de su distanciamiento y final ruptura el causante, tendría que ver cómo revertirlo sin perder familiaridad.
Obviamente, Lincoln debería estar fuera de esto. Más que nada, quiere probarse a sí mismo que no dependería siempre de su mejor amigo. Se había prometido eso mismo al empezar la secundaria y terminó por romper ese pacto consigo. Ahora, más que nunca tiene la intención de apegarse a su plan inicial.
-Estás loco -dijo Richie, señalando lo que cree una gran imperfección en aquella movida al sacar un libro de Literatura-. Me dijiste que Spokes está rondando a Chloe, ¿y quieres recuperarla?
-Si -respondió Clyde, ajustando el cuello de su camisa-. Quizás falle, pero como Lincoln dice, siempre hay que tener un plan de respaldo por si el primero falla.
-A todo esto… -dudó Richie por un segundo-…, ¿cómo vas a llamar su atención si dices que te bloqueó de todos lados?
-Solo observa… -dijo Clyde, un poco pagado de sí mientras enviaba un mensaje a Mollie y a Emma por igual.
Siendo que ambas están en clase con Chloe, asume que esta podría ser enterada en cuanto termine la sesión. Más basto, simple y no tan rebuscado, el plan consiste en verla en la cafetería y explicar que todo el asunto de Tiago era un malentendido. Para rematar, procuró llegar a la hora de entrada del personal de la cocina y pagar para que guardaran una caja con chocolates belgas que esperaba darle en San Valentín pero que, por motivos ya de todo mundo conocidos, su entrega se retrasó indefinidamente. Como un tierno remate, Tiago entraría con un enorme panda de peluche que solo por el tamaño parecería un puf.
-Tan sencillo que hasta Lincoln sentiría algo de envidia -terminó Clyde, un tanto presuntuoso.
-Ojalá pudiera decir lo mismo de una de las chicas de La Hamburguesa del Eructo -sonrió expectante Richie-. ¿Tienes pensado llevarla a algún lado?
-Invitarla a cenar a casa, por supuesto…
No pasaron ni diez segundos cuando le llegó una respuesta que, lejos de animarlo, le rompió toda esperanza de reconciliación pronta.
Por favor, deje de molestar a mis
estudiantes antes de llamar a la policía.
Única advertencia
Con una evidente molestia, Clyde notó para su sorpresa que envió el mensaje a la clase de la maestra DiMartino.
-¿Algún otro plan? -dudó Richie.
Bajando la cabeza, Clyde se sintió apenado. Olvidó que la maestra DiMartino lleva un registro de los números que llaman a sus alumnos, en particular familiares y amigos en casos de emergencia. Dado que él no cursa Francés, las cosas podían ponerse, y no lo esperaba, bastante mal para sus planes.
Horas más tarde, ya con la jornada escolar a nada de acabar, tuvo la clase de psicología más extraña de toda su vida. Siendo habituales compañeros de clase, de un tiempo para hoy Chloe empezó a ocupar sitio junto a Chandler. Para sí, Chloe pensó que, entre un patán y matón a un traidor, prefiere al patán por la simple razón de que el traidor lo es sin más, aún cuando es manifiesto que el pelirrojo le desagrada tanto como él.
Estuvo mucho más metido en eso que en los estudios sobre la teoría de la psicología conductual cuando recibió un fuerte llamado de atención.
-Señor McBride, por favor pase al frente -indicó el señor Perkins, un hombre de color de perfil afilado y mirada más bien amable… dentro de un rostro aterrador demacrado por una apresurada vuelta tras haber estado hospitalizado-. ¿Puede darnos un ejemplo de conductismo en esta clase?
-¿Qué? -preguntó sorprendido Clyde.
-Y ahí lo tienen, estudiantes -dijo triunfal Perkins-. Un estudiante distraído por pensar en cosas sobre las que no debería de pensar mientras se encuentra en clase. ¿Puede decirnos por qué estaba pensando en ello?
-No tengo idea -dijo evasivo el moreno.
-Entonces, debo pedirle que se vaya -ordenó el docente-. No quiero en mi clase a alumnos tan poco comprometidos fuera del papel.
-Pero señor Perkins, no estaba…
-Debatir conmigo es una pérdida de tiempo, McBride, así que tome sus cosas y salga de mi clase.
En medio de risas, Clyde abandonó el salón. Todavía más, ver que, en medio de esas risas, Chandler le hizo mofa sin que Perkins se diera cuenta al simular que besaba a Chloe sin que esta se diera cuenta.
Molesto por eso, decidió tragarse su orgullo, con la idea de que el mañana ya será un nuevo día y un juego totalmente distinto al de hoy.
~o~
Cuando la directora Rivers les anunció que la clase de Flores la tomaría un sustituto para las semanas previas a las vacaciones de primavera por lo prolongada que ha sido su estadía en el hospital, se sorprendió al saber que tendrían que empezar desde cero. Ahora, en la clase de Economía Doméstica, las cosas serían, teme, muy diferentes.
Ya con tan solo ocho estudiantes ya que la mayoría desertaron o se cambiaron para este semestre, a Lincoln le dio un poco de pena por Jordan. Hasta donde supo por Kat -de muy mala gana, pudo adivinar-, el suplente salió de la secundaria y había rumores absurdos de él, como que era un caníbal y tenía relación con las mafias en Detroit. Desechó esos rumores como bobos, aunque al inicio de la clase todo aquello podía parecer verdad.
Algo desaseado, con aroma agrio y con el cabello y bigotes entrecanos. Así es tal y como recuerda al maestro Bolhofner. En un maletín llevaba sus cosas y documentos sobre el grupo, mientras que en la otra mano lleva una lonchera de acero con un guiso de aroma penetrante vagamente familiar y una bolsa bastante grande con materiales.
-La señora Flores -comenzó a hablar Bolhofner, a modo de saludo- no se presentará hasta nuevo aviso. Parece que tomó esa horrenda infección por hongo negro en la cara mientras tomaba un tratamiento contra su… enfermedad… y le avergüenza mostrarse en público. ¿Quién lleva la lista?
-Yo, señor -señaló Kat, queriendo sonar halagadora.
Revisando el papel entre manos, Lincoln se sintió sobrecogido en cuanto Bolhofner se puso frente a su estación. Llegó a sentir esas desagradables notas de cacerola de atún algo pasada, sobras de la cafetería de la secundaria y sudor en las axilas pese al desodorante barato.
-Te quiero ver al final, Loud -observó Bolhofner sin miramientos.
Desde su lugar, Jordan sintió algo de miedo por Lincoln. Después de pasarla en sexto grado con Salter, pasó el resto de la secundaria con él porque -palabras de su padre- ella era aún más blanda que Allegra cuando esta impartió al cuarto grado al faltarle un estudiante de su clase que se había ido de intercambio. Calor y frío agobiantes en ese cobertizo hecho salón, la compañía de Emma y Erin y los constantes abusos de Chandler eran la regla común en ese lugar, y pensó que algo así jamás le volvería a suceder.
Dado que la clase del día se suponía iba a ser sobre administración de presupuestos para la cena (ya que a Flores le encanta contar cada centavo de su dinero mientras no esté de vacaciones y su clase está bastante bien estructurada en ese sentido), a Bolhofner le dio por abandonar el programa y empezar con cómo hacer guantes de lana usando dicho material recién esquilado. La mala noticia es que de ello dependerá su calificación final, y la fea es que tenían que hacerla individualmente. Como nota adicional, para obtener créditos extra sobre la nota final deberían de tratar el material de forma que este sea vistoso.
La siguiente hora, el lugar apestaba horrible a causa tanto del olor natural de la lana recién esquilada como por el desprendido por esta al pasar por un primer hervor. Tal era el hedor que la propia directora Rivers se vio en la onerosa necesidad de presentarse y amenazar, cosa muy poco usual de ella desde la Rebelión de los Recortados, con hacer rodar su cabeza. El suplente no solo no se intimidó, sino que incluso se dio el lujo de recordarle quién demonios le hizo las tareas escolares desde el tercer grado, haciéndola retroceder en sus amenazas.
Estuvo atareado teniendo problemas para guardar su lana y la de Jordan -a pesar de la resistencia de esta al alegar que puede llevar su lana- cuando decidió ignorar el llamado de Bolhofner al inicio de su clase. Estuvo a nada de lograrlo cuando el docente le dio alcance.
-¿No se supone que el día acabó? -cuestionó Lincoln, bastante apurado por el poco tiempo que tiene entre escuela y trabajo.
-Y yo que pensaba que querías explicar por qué preferiste congelarte el trasero en Canadá. Creo que a Hank le habrá gustado mucho escuchar tu versión de la historia.
-Ah, claro… Hank -jadeó nervioso Lincoln-. Y… ¿cómo está?
-Murió a la semana de que te fuiste -gruñó Bolhofner-. Un estúpido alce se metió en el salón y McCann rompió su pecera antes de luchar por soltarse y aplastarlo en su escape.
-Ay… -gimió Lincoln.
-Como sea -minimizó el docente mientras da una vuelta al escritorio-. Hasta que tu maestra regrese, eres mío. Y me aseguraré de que me pruebes que Canadá no fue en vano.
Una vez afuera, Lincoln fue a la entrada solo para encontrarse con Clyde. El afroamericano no se siente precisamente a gusto, pues es la primera vez que lo echan de una clase en toda su vida.
-¿Te sientes bien?
-¿Crees que esto es estar bien? -ironizó Clyde- ¡Me sacaron de clase por nada!
-¿Tú siendo echado de una clase? ¿Y qué hiciste para que lo hicieran?
-Nada que yo sepa -respondió Clyde-. Sólo estaba sentado sin hacer nada, y de la nada el señor Perkins me sacó de su clase.
-¿Y en qué rayos pensabas?
-En nada.
-Clyde…
-Por favor, no me hagas decirlo.
-Recibí un par de balonazos de Chandler y apenas hice estiramientos -dijo Lincoln, buscando justificarse-. Después de eso y lo de… lo de Taylor, eso no es nada.
-¿Qué problema con tu jefa? -cuestionó Clyde.
-Nada importante -mintió Lincoln antes de insistir-. ¿Es algo personal?
-Lincoln…
-¿O necesitas una visita con la doctora López?
-Lincoln, por favor no…
-¿Tiene que ver otra vez con Lori?
-Si te lo digo, ¿prometes no burlarte? -explotó finalmente el afroamericano, un tanto fastidiado por la insistencia, a lo que Lincoln asiente- Bien… es Chloe. Ella me… me cortó hace unos días porque supuestamente Tiago me está quitando mucho tiempo de pareja, y… y me devolvió todos los regalos que le di. Los que no eran flores o dulces y postres -añadió, un poco perturbado.
Riendo un poco, Lincoln de verdad sintió algo de pena por Clyde. Hasta entonces, este se había mostrado demasiado hermético sobre su rompimiento, razón por la que apenas y hablaban en el almuerzo entre sí. Hasta entonces, se permitió pensar un poco mal de ambos, ya sea Clyde siéndole infiel a Chloe inclusive con Trent o ella saliendo a buscar "diversión" por su cuenta.
Por un instante, pensó devolverle el favor de ese intento de sanación de los folletos del consultorio de la doctora López y por los tres pasos. El problema de todo ello era que muchos de los sitios recreativos que conociera cerraron por bancarrota o se mudaron lejos, michas de las chicas definitivamente no eran del gusto de Clyde y el balneario y motel de Hazeltucky está cerrado al público general, ni hablar de ese motel de mala muerte que es el Buttz, a donde Luan llevó a la familia el día de las bromas previo a su graduación y la de Luna. Empero, no siente que ese sea el medio en que debiera proceder.
-No es gracioso -protestó con timidez Clyde.
-Solo recordé lo que me hicieron pasar con Ronnie Anne antes de que llegara Stella -rió el peliblanco, un poco jocoso, antes de pensar rápido-. ¿Por qué no me acompañas a La Hamburguesa del Eructo y comes algo? Yo invito.
-¿Aunque te los descuenten?
-Tal vez tenga que pedirle prestado a Lori si hace falta -meditó Lincoln en voz alta, encogido de hombros.
Riendo como en los mejores tiempos de Clyncoln McLoud, ambos adolescentes ignoraron la normativa de la máscara hasta llegar al destino último de Lincoln.
~o~
Una de las cosas a las que Lori había dado prioridad, además del trabajo y su vida con Lincoln en el departamento, fue a tratar de agilizar su proceso de homologación y transferencia de Windsor a Fairway. Si bien al presente semestre rechazaron su solicitud, para el siguiente año escolar se encontró con que las solicitudes de dichos procesos tenían agenda libre en línea hasta ña última semana hábil de abril, es decir, hasta el día 8, quedando libre la semana de Pascua y regresando a la actividad burocrática hasta el 18 para terminar el 30. Sin embargo, las cosas no estaban saliendo tan bien.
Antes de que saliera Lincoln, tomó el correo físico en el buzón y encontró algunas misivas. Sobre todo eran cuentas del teléfono, una oferta para ampliar su banda ancha y -cosa que le sorprendió- un par de cartas tanto de Fairway como de Windsor. La de Windsor era una nota de pago que se había quedado atrasada un tiempo e invariablemente está ya en último aviso pese a haber enviado el mismo hace un mes.
La de Fairway, por el otro lado, le hizo olvidar por un segundo que tiene trabajo pendiente, de tal forma que ahora mismo está en camino al campus.
El contenido de la misiva sigue resonando en su cabeza.
Para Lori Louise Loud
Le informamos que el periodo de inscripciones al programa de intercambio del año escolar 2022-2023 requiere de una entrevista. Dadas las condiciones actuales, es preferible mas no obligatoria una videoconferencia.
Esperamos su respuesta a la brevedad.
Atentamente
Dan Mackenzie
Decano
La ansiedad por llegar le hizo perder valioso tiempo, primero pagando un par de multas y luego por casi chocar el auto de una anciana que la culpó de una abolladura inexistente. Siente la necesidad de llegar a la oficina del entrenador Niblick, ser accesible a casi todo lo que requiera y, sobre todo, prepararse para el mejor escenario posible.
Ya se imagina. Cursando los últimos dos años de administración, tal vez buscando alojamiento cerca del campus ahora que Lincoln podría tomarse el sabático por paternidad ("y eso, si es que no deserta o lo obligan a regresar", pensó), alejada de todos y sin sociópatas titulados que gozan más de lo que remedian con supuestas charlas y tratamientos de segunda. Quizás extrañe de nuevo trabajar en el negocio familiar, pero eso se le pasaría pronto. Si pudo soportar por casi cinco años a su hermano, ¿qué habría de temer viviendo sola en Fairway?
Nada más entrar a la zona administrativa, nota que las cosas cambiaron bastante, todas por obvias razones. A juzgar por lo que Whitney le había enterado antes de perderle todo rastro, las medidas de seguridad, en un sentido sanitario, se relajaron bastante debido en buena medida al porcentaje de estudiantes vacunados, mas las máscaras y las caretas siguen siendo una constante. A diferencia del año pasado a estas alturas, ya no toman la temperatura por un elevado número de contagios asintomáticos al final de la segunda oleada boreal, mientras que el gel antibacterial se volvió por completo opcional.
Después de preguntar a una latina de aspecto agradable por las oficinas de la administración, no le tomó demasiado tiempo llegar al edificio donde el entrenador Niblick tenía su oficina.
El lugar le trae muy amargos recuerdos. De lo que prometía ser un recorrido por la que pudo ser su Alma mater a un día que por más que lo quisiera no puede olvidar, eso se había convertido el corazón del campus de Fairway para ella. Por ello, su plan era intentar olvidar lo sucedido aquella tarde y, como se había planteado a sí misma, pensar en positivo.
.
No fue a la oficina de Niblick. En su lugar, una mujer blanca de cabello gris -muy probablemente ya muy entrada en su sexta década- la recibió en un cubículo con tapizado en ese tono mate que le gustó la última vez que estuvo allí. La decoración no era mucha, pero en el piso había un hoyo de práctica y en las paredes relucen algunos cuadros de la encargada del despacho.
-Habías tenido buenas referencias para haber logrado una beca -expuso la mujer, en cuya placa de latón en el escritorio de ébano de la pieza rezaba Janice Blanc-. Maestros, entrenadora en la preparatoria, Victor Pingrey…
-No fue fácil buscar recomendaciones -dijo nerviosa Lori, soltando una risa incómoda por recordar cómo obtuvo la recomendación del padre de Carol.
-…, calificaciones por debajo del mínimo requerido para entrar… -continúa la señora Blanc-…, un par de avisos de la dirección de tu última escuela media y comentarios bastante halagadores del entrenador Niblick.
-Claro.
-Lo que, inevitablemente, nos lleva a este punto antes de empezar -dijo salmodiante Blanc-. ¿Por qué rechazó una beca que tenía asegurada?
-Fue por… -responde Lori, dudando de confesar-… motivos personales.
-¿Qué tan personales?
-Problemas familiares -minimizó la rubia con nerviosismo.
-Ya veo…
Del escritorio, la señora Blanc sacó una carpeta azul un tanto gastada que fácilmente tendría una pulgada de grosor. Con cierta agilidad, propia de décadas de estar tras un escritorio y efectuar el papeleo, dio con tres expedientes que a la funcionaria le parecieron más acordes.
-Tyrone Pines, 2015, de Portland, Oregon -lee la anciana-. Estuvo a punto de ingresar. Un llamado a testificar por parte de la Corte de su ciudad en un caso de robo le hizo desistir. El sistema lo descartó y ya no pudo ingresar. Actualmente terminó sus estudios en geología y realiza su servicio en el Tecnológico de California como pasante para la maestría.
-Suena bien -sonrió esperanzada Lori.
-Quinn Morgendorffer, 1998 -continúa Blanc-. Residente de Lawndale, Wisconsin. Recibió cartas de aceptación de aquí, Sur de California y Middleton. Eligió la segunda a pesar de que aquí le ofrecimos una beca completa -añadió con un gesto de desaprobación.
-¿Y qué pasó con ella?
-Es madre de cuatro y trabaja como cajera en una tienda de conveniencia. Finalmente…
Sudando por el nerviosismo, Lori estuvo a punto de sentirse traicionada. No por la imagen que Fairway le había vendido, sino porque sus expectativas eran altas, y al ver que las personas mencionadas tuvieron la oportunidad de tener una buena educación y la desaprovecharon por razones varias pensó que podría ser algo sencillo.
Recordó un poco de su última visita a Windsor. Se sintió cómoda, pero la idea de que algo le faltaba estuvo fastidiando todo ese tiempo. Enfocada en sus estudios, Lincoln y su trabajo, fue como ahogó esa sensación hasta que ambos regresaron al país.
-¿Me está poniendo atención? -preguntó la funcionaria Blanc, molesta por verla mirando a la ventana.
-Perdone -dijo Lori a modo de disculpa-. Es que vi algo en la ventana.
-Le decía -repuso la anciana-. Clarence Greene, 2019, de Ypsilanti, Michigan. Apenas puso un pie aquí, muchos se confiaron que por ser el sobrino de un docente tenía talento. Para cuando terminó el proceso de inscripción creyó poder pasarlo todo sin problemas hasta que hubo un incidente en el que Niblick estuvo implicado.
-¿Qué clase de problemas? -pregunta Lori.
-No estamos aquí para discutir sobre chismes del personal, señorita Loud -cortó Blanc-. Ahora, ¿podemos ver su expediente?
-Creía que no guardaban eso.
-Se depuran después de cinco años.
Mientras aquella funcionaria buscaba, Lori empezó a sentirse nerviosa. Sin ánimos de indagar todavía sobre qué sucedió con el entrenador Niblick, lo mejor que podía hacer en ese sentido era pretender que el tema quedaría olvidado y estar atenta a su historial permanente.
Con gesto triunfal, Blanc empezó a leer.
-Destrucción de propiedad escolar… no presentó muchos servicios sociales, admitida en el programa de becado a deportistas, pero rehusó después de una serie de… ¿podemos llamarle a ello "incidentes"?
-Claro -dijo Lori bajo reservas.
-Incidentes entre los que se cuentan vandalismo en propiedad escolar -empieza a enlistar la funcionaria-, invasión a la propiedad, tráfico de animales, organización de protestas… Niblick habló maravillas de usted, Lori, pero me temo que tu historial permanente pesa más en este tipo de situaciones.
-Pero señora Blanc, yo…
-Permítame dejarle claro esto, señorita Loud -sentenció Blanc, un poco cansada-. Niblick podría haber sido generoso y hacerle pruebas para admitirle, sin más requisitos que una presentación impecable y una serie de recomendaciones. Pues bien, le tengo noticias. Los procesos de admisión e intercambio cambiaron. Niblick ya no está, y los juegos de exhibición, hasta nueva orden, son cosa del pasado.
-Pero…
-Siento mucho tener que decirlo, señorita Loud -cortó terminantemente Blanc-, pero el único modo en que usted puede entrar sería empezar desde cero. Realizar un par de pasantías, impresionar al consejo académico que presido el siguiente semestre...
.
Frustrada, mira el -ahora que lo piensa- mezquino sándwich de jamón de pavo que está comiendo en la cafetería. Dentro de lo que cabe, todo está bastante mal con él, igual que su intentona de entrar por el programa de intercambio.
Pan seco, al igual que su expediente en el área de servicios. El tiempo que muchos maestros le "rogaban" -siendo justa, pensó que le ordenaban- para realizar aunque sea una pasantía o un internado en la alcaldía o en algún negocio. Pudo ganar algún dinero en ello, pero prefirió dar lustre a su vida social, y más desde que confrontó a Carol en ese paradero a las afueras de Royal Woods.
Tomate un poco verde al igual que sus aspiraciones deportivas. Hasta su último semestre de preparatoria, tuvo junto a Lincoln el dudoso honor de ser la única Loud en tener un sitio vacío en la vitrina. Peor, su espacio se lo habían dado a él. Sólo hasta después de limar asperezas con Carol y de que su hermano hizo aquella historieta empezó a tener un palmarés decente. Los halagos de la entrenadora, ahora lo cree, solo eran como una cinta por participación.
Lechuga que empieza a ponerse fea… nada con qué compararlo mas que las cosas entre ella, Leni y Luna. Es cierto que la rockera no ha tenido ya una buena racha, menos una oportunidad para destacarse, pero ha sabido manejar su frustración mucho mejor de lo que ella misma jamás lo haría. En cuanto a Leni… ni siquiera sabe ya por donde comenzar. El sabotaje a su solicitud, la pelea en Great Lakes City, su reacción al golpe dado a Lincoln o las consultas no pedidas a ese imbécil con credenciales universitarias. Todo un circo sin orden ni concierto.
El jamón… está bien, pero supuso que podría mejorar como pudo hacerlo con Bobby. No le gustó nada verlo en brazos de la tal Miranda, aquella estilista nicaragüense o cubana, Margarita, la viuda Flores del piso de arriba y de aquella fulana de los jamones por piernas, Alicia, Ariana… como sea que se llame, en la cama de Carlota. Le es duro perdonarle, y más porque él le pidió que hiciera exactamente lo mismo. Se sabe fiel, y más porque él ha sido su único novio hasta donde todo mundo sabe.
Sin pensarlo, tomó su teléfono y marcó a Lincoln para pedirle que la recogiera. No siente ánimo para absolutamente nada, y menos si tiene que ver con cualesquiera de sus aspiraciones. Lo último en lo que ahora quiere pensar es justo por donde debería empezar. No tiene ni la más remota idea de dónde ni cómo proceder.
-Disculpa -dijo una estudiante de cabello blanco-, ¿está ocupado?
-Todo tuyo -respondió Lori de mala forma, dejando atrás el sándwich.
Avanzando sobre la vereda del campus a la salida del estacionamiento, recordó que Lincoln debe de estar trabajando. Por lógica, es imposible que la recogiera, y empezó a maldecir.
~o~
Como pudo comprobar, Lincoln no mentía con lo que decía de Taylor. A pesar del ruido imperante en la cocina, la voz de aquella chica que fue una de las causas de la partida de Stella se sobrepone a cualquier reclamo o sugerencia que le hagan.
Lo que le sorprendió fue que, a la menor oportunidad, vio a ambos desaparecer de la vista solo para volver, él estresado y ella un poco más relajada. Con todo lo que había podido leer en clase y visto en películas, está de más pensar que Lincoln no es precisamente el casanova por el que -cosa que notó- Jordan y Mollie babean ni mucho menos. Incluso todo lo contrario. Si bien le iba, alguna de las chicas del equipo de básquetbol de la estación de Flip le echarían el ojo, y no precisamente las bonitas.
Haciendo un enorme acopio de voluntad, se dio su tiempo. Una vez que hubo terminado con su hamburguesa, se quedó esperando un poco mientras mascaba una a una las papas de la caja. No le importa esperar un tiempo, y por consejo de Lincoln, Tiago tendría que esperar afuera. Se encargó de llamar a Liam y pedirle un pequeño favor, en parte, porque le debía eso después de la brutal paliza que Lynn le hizo recibir de él y de Virginia.
-Creo que mejor me voy -jadeó Clyde, nervioso por la tensión que respira.
-Ponme atención -dijo Lincoln, cortando su intento de fuga.
-¡Rata blanca! -llamó Taylor desde la cocina- ¡Esos aros de cebolla no se rebosan solos!
-Solo no te pongas nervioso -continúa Lincoln, sin importar nada-. Di lo que tengas que decir, actúa natural… como cuando te entrenaste para intentar hablar con Lori.
-¿Sabes si funciona? -preguntó Clyde, pasando del nerviosismo al susto- La doctora López me recomendó evitar este tipo de confrontaciones.
-Vas a estar bien mientras…
-¡Loud! -insistió Taylor, saliendo de la zona de cajas y dando alcance al chico para tirar de su brazo.
-¡Solo no lo eches a perder! -gritó Lincoln antes de perderse en la cocina.
Con tan poco tiempo, no tiene idea de qué hacer. Encogiéndose sobre su asiento, las ideas que le venían a la cabeza eran ya de si aterradoras. Lo más seguro, llegó a imaginar, sería que confirmara que empezó a salir con Chandler o con cualquier otro patán. O peor, que venga Emma y le eche en cara el desastre en que acabaron las cosas.
Teniendo miedo de mirar a la puerta, las cosas solo aspiraban a ponerse peor cuando escuchó una discusión.
-Oh, por favor… -escuchó decir a Chloe con un gruñido.
-¿Quieres parar por un segundo? -pidió Liam, tratando de sonar comprensivo- Te traje aquí para que hables con él. Es mi amigo, y tanto Linc como yo sabemos que la ha estado pasando muy mal por ti. Créeme, ¿crees que él haya tenido las agallas para venir y tratar de hacer lo que cree mejor?
Temblando sobre su asiento, Clyde empieza a sentir como si el aire le faltara. Esa presión en el estómago, esa horrible sensación de nudos en el intestino que sentía los primeros días con ella y aún sentía cada vez que veía o siquiera escuchó a Lori, se está haciendo presente de la peor forma.
En un último intento de reaccionar con coherencia, apenas y atinó a vaciar su malteada sobre la cara y quiso emprender una veloz huida que se vio frustrada por el granjero.
-¡Tú de aquí no te mueves! -dijo este, sujetándole de la camisa y devolviéndole al asiento- ¿No tienes algo qué explicar?
-Lo que él tenga que explicar me tiene sin cuidado -expresó Chloe, molesta, antes de recibir del granjero una mirada fulminante.
Sentada la pareja, Liam se aseguró de que ambos no se fueran tanto como fuera posible.
Tanto Clyde como Chloe no tienen idea de cómo evitar que Liam, con todo y su cuerpo correoso a pesar de la delgadez de su cuerpo, estuviera físicamente dos o tres pasos delante. Chloe sabe de primera mano que a él no le gustaba ir con rodeos, mientras que Clyde no puede moverse ni de su asiento sin violar cualquier regla que sus padres le hayan dejado claras en restaurantes y cines. Lo peor de todo es que ambos realmente no quieren ni hablar.
Dejaron pasar el suficiente tiempo como para que Taylor pasara al gabinete.
-Oigan, ya vamos a cerrar -avisó con poco tacto la encargada.
-Hasta que no hablen -respondió Liam con firmeza-, no voy a…
Un segundo bastó para que la latina se las arreglara para someter a Liam. Por debajo le hizo perder pie, al tiempo que por arriba le sujeta por el cabello para tirar de él y un brazo para hacer palanca.
El agarre no duró mucho, pero fue la ventana que Chloe aprovechó para darse a la fuga. En tanto que Liam fue de nuevo sometido, esta vez siendo víctima de un candado que lo dejó inconsciente.
-¿Alguna objeción? -cuestionó Taylor- Ya quiero irme a casa y el encargado de la noche es un pesado.
Sin pensarlo siquiera, Clyde tomó el cuerpo laxo de Liam y, sin esperar a que Lincoln saliera, abandonó el lugar.
Minutos después, luego de que a Liam lo despertara con un golpe accidental en la cabeza en casa de los McBride, ambos se encontraron en la habitación del afroamericano. Clyde se encargó de darle todos los detalles que podía recordar mientras Tiago alista todo para -cosa que Howard aceptó a regañadientes- empezar en Reininger's como bodeguero.
-No me preocupo porque fuera una mujer -jadeó Liam, vistiendo solo una camiseta sin mangas y unos calzoncillos verdes-. Me preocupa que haya sido esa chica en particular.
-¿Y no te sientes culpable por dejar ir a Chloe? -preguntó Clyde.
-Amigo, sabes que cuando una cabra te odia, no importa que -dijo Liam con sencillez-, es mejor dejarlo por la paz.
-Pero…
-¿Te acuerdas qué me despejó cuando Karla Sakas-Shropshire me dejó? -preguntó retórico Liam- Sabes que me terminó en el cine cuando se estrenó la película de Contadora de Cartas, y aunque te agradezco que me sacaras esa noche, no me ayudó mucho. Toda esa semana tuve que trabajar en los campos hasta que casi me rompí la espalda, y papá se aprovechó de eso haciéndome arrear a la manada por meses. La siguiente vez que la vi, apenas y nos saludamos, nada más.
-¿O sea que tengo que trabajar en tu granja hasta que la olvide? -cuestionó Clyde.
-Yo nunca dije eso -respondió Liam-, pero si quieres…
-No lo sé -dudó el afroamericano-. Tus gallinas y tus pavos me odian.
-Entonces lo que tienes que hacer es despejarte un poco. Ocúpate un tiempo, no pienses en ella. Cuando menos te lo esperes, lo más que puedes esperar de ella es que no vea que te afectó. Tal vez si te metes al equipo de animadoras, hasta puede que pasen solo semanas.
Sin decir palabra, Clyde pasó meditando en ello mientras estuvo despierto. Las cosas ya no podían estar peor si Chloe, determinó, vio lo patético que se sentía en su inicial determinación de arreglar las cosas con ella. Lo más lógico, desde la perspectiva de Liam, sería solo desplazarla a base de trabajo pesado.
~o~
Leni no ha tenido empacho en decirlo, pero desde la última sesión con Lori se siente algo más ligera. No tanto como una pluma al viento, sino más como si en una rebaja de primavera a un comprador se le ocurriera meter a los anaqueles ropa espantosa de las ofertas del verano de 2018 en el inventario de la exhibición del presente y no tuviera personal para deshacer semejante atentado.
Para empeorar las cosas, la sesión del día es grupal y al aire libre. Algo normal para ser fin de semana, pero para ella todo un atentado dado a su horario. Las mesas de ajedrez en el parque Ketcham servirían, en cuanto el doctor Schiller le explico apenas llegó, como si de una ronda de cita de dos minutos se tratara. No eran muchas parejas, pero la mayoría parecen ser del tipo de relaciones tóxicas, desgastadas o que simplemente se estancaron. Por lo que pudo contar, eran seis sin contarlas a ella y Lori.
Le sorprende ver allí a los padres de Mollie y a los de una amiga de la ex de Lincoln de otra ciudad, no recuerda de dónde los conoce. Todas las parejas están sentadas una persona frente a la otra, lo que le deja una banca justo frente a Lori, quoen llegó con casi dos minutos de diferencia. Esta, a juzgar por la cara larga que tiene, no se ve que haya tenido una semana especialmente buena.
-Escuchen, amigos -saluda el terapeuta-. Por desgracia, mi colega la doctora Takiguchi no se presentará esta noche por un compromiso personal, maldita mojigata -añadió en voz baja-. Algunos de ustedes la ven, otros son mis pacientes, y ella me pidió de favor que solo esta tarde los trate.
-¿Entonces de qué se trata todo esto? -preguntó un hombre de ascendencia china.
-No es algo que me guste, pero dadas las condiciones esto es algo que necesitan hacer -respondió Julian-. Un par de mis pacientes me hicieron dar cuenta que no es buena idea tener que realizar una confrontación electroconvulsiva, así que no me dejaron de otra que organizar esta… sesión grupal. ¿Alguien tiene alguna duda?
-¿Habrá bocadillos? -preguntó impaciente Harvey Nordberg, más por haber salido de casa sin comer nada que por otro motivo. El resto echó a reír más por la impertinencia que por la pregunta en sí.
-¿Alguna que no implique comida o bebida? -replicó Julian, apagando las risas mientras se levanta la mano de dos personas ansiosas- ¿O sobre irnos temprano? -una mano baja, mientras que la otra se mantiene- Si, tú, eh…
-Becca -dijo la rubia de blusa verde y jeans-. Me pregunto si de casualidad podrían mantenerme lejos de los obsesionados con los trenes. Son demasiado aburridos cuando no se tiene empleo para pagar un pasatiempo tan ridículo.
-¡No son ridículos! -protestó el oriental- Lo dices como si tuviera la culpa de que cerrara el zoológico.
-¿Y de dónde crees que salió el dinero para pagar una réplica de una locomotora del Transiberiano de 1955, Stanley? -cuestionó Becca, harta- ¿Justo antes de que me despidieran?
-¡No sabía que te habían despedido! -exclamó Stanley a la defensiva.
-Encantador… -dijo Lori por lo bajo, sarcástica.
-No estamos precisamente para discutir sobre trenes ni despidos ni nada por el estilo -dijo terminante Julian, pisoteando el césped-. ¿Por lo menos tienen alguna duda real? ¿nadie? -nadie reacciona- Excelente. Esta sesión será de dos partes, y la primera es algo bastante parecido a una cita de dos minutos.
-¿Por qué una cita de dos minutos? -preguntó Leni.
-Me alegra que preguntes, Leni. Digo bastante parecido -explica el terapeuta- porque, para los que no conocen esta mecánica, se trata de hacer una presentación y una charla rápida antes de que termine el tiempo. Sin embargo -añade con un dejo de desaprobación personal-, no vamos a decir nada positivo de nosotros. Todo lo contrario, vamos a presentarnos con lo que la gente ha dicho, lo peor que se les pueda ocurrir que hayan dicho de nosotros, sea que lo hayan hecho de frente o nos enteramos que dijeron a nuestras espaldas. Por ejemplo…
Buscando con la mirada, Lori se percató que la elegida para la demostración fue la señora Nordberg. El psicólogo se plantó frente a ella y tomó un poco de aire.
-Hola, soy Julian -dijo este, presentándose con educación-. Soy un vil apostador que tiene prohibido entrar a la mitad de los casinos de Las Vegas por quebrar la banca en al menos doce ocasiones, tengo algunos problemas con el alcohol y tengo por esposa a una encantadora mujer que me reclama por qué demonios no me he circuncidado. Tiendo a hacer trampa en los juegos de naipes y tuve una tía. Encantadora mujer, para ser una bruja fascista -añade con sarcasmo la mención a su tía-. ¿Qué me dice usted?
-Me… llamo Helen Nordberg -respondió Helen, dudando.
-Excelente -felicita Julian-. Prosiga…
-Me han dicho que… que soy una estirada… ama de casa -titubeó Helen, dudosa-, que tengo cara de… ¡ay! ¡no puedo decirlo!
-Todos aquí somos adultos, Helen -animó el terapeuta-. ¿Cuál es la regla de oro en una sesión grupal?
-Sin más secreto que el profesional -jadeó agitada Helen.
-Si, así es. ¿Puede continuar?
-S-s-si… -dudó la mujer-. M-me han dicho que… que me veo como si…
-Dígalo
-Pero…
-¡Sólo escúpalo, mujer!
-¡Que soy una controladora de mierda! ¿si? -gritó ofendida Helen- ¡Que lucía como una ramera cada vez que llamaba a ese chico del salón! ¿Creen que es difícil luchar contra la ludopatía de un marido que apostaba a los deportes o criar a un chico que quiere dejar la fe y una niña que ronda a un depredador sexual? ¿Qué…?
-Estupendo, Helen -felicita Julian, palmeando la espalda de esta antes de volver a su sitio-. Tomaré este temporizador -añade, levantando un temporizador con forma de huevo- para tener un mayor control del tiempo que les tome realizar esta mecánica, tienen diez segundos para cambiar de lugar a la siguiente mesa. ¡Ah! Una última regla. Cuando llegaron, asumí que el primero en sentarse de cada pareja era el alfa en su relación. Los betas son los que se van a rotar y empezarán en la mesa siguiente al número de la que les tocó. El asiento donde se sentaron al llegar será el último que toquen. Pueden comenzar… -ajusta el temporizador a dos minutos-… ahora.
Mirando en inicio la mesa que le tocó, es la número tres, y su primera "cita" es una chica de piel morena, mientras que Lori pasó a la mesa cuatro con el sujeto de los trenes, Stanley.
-Me llamo Leni -se presentó la rubia.
-¿Un placer? -dijo la morena-. Soy Alice.
-Lynn me habló un poco de ti.
-Si, como si ella supiera -suspiró Alice-. Mi novia dice que soy una blandita demasiado cursi, que no tengo idea de qué es lo que quiero en nuestra relación.
-Uy…
-Si, también dice que soy muy quejumbrosa -añadió Alice-, y también dice que hablo poco, pero en general…
Por su parte, Lori tiene sus propios problemas.
-… y cree que soy un obsesionado de los trenes. ¿Tiene algo de malo pedirle matrimonio en la vía de la estación Harlem?
-No.
-¿Y qué hay de…?
No había tenido oportunidad de decir nada cuando recién sonó por primera vez el temporizador. Escuchó puras quejas de Stanley, eso de pedir su mano en la vía fingiendo caer a la vía y otra vez más quejas de tener que quitar pelo de animales cuando llevaba la ropa a la lavandería (amén de otras cosas) antes de que Becca fuera despedida del zoológico, y todavía más cuando intentó trabajar en una tienda de mascotas, un refugio de animales y un supermercado, todo en los primeros meses antes de abandonarse.
La segunda persona para Lori, por desgracia, resultó ser la propia señora Nordberg. Ambas, dada la naturaleza de su encuentro anterior, solo se miraron fijamente. Lori con lástima por la religiosa, Helen con abierto desprecio por lo que Lincoln le representa.
Por al menos quince minutos, ambas tuvieron que escuchar quejas y comentarios que prácticamente cayeron en no seguir instrucciones al pie de la letra. Por eso, cuando terminó la primera parte, Julian se percató del mutismo entre Helen y Lori, cosa que ya discutirá después con ambas.
-Podemos tomarnos un descanso de cinco minutos -anunció el terapeuta-. En cuanto terminen, empezamos con la segunda parte. Exactamente igual a la ronda anterior, pero ahora dando una presentación halagadora. No se guarden nada. La única regla de este descanso es que se tendrán que sentar con su respectiva pareja. Están en libertad de hablar o callar, pero traten de pasar el tiempo como sea posible.
-Esto es una estupidez -dijo Harvey con evidente menosprecio.
-¿Tanto como hipotecar la casa cuando apenas empezaron como padres y jugarlo en la Copa Stanley? -cuestionó Julian, confiado.
-¡¿Que hiciste qué?! -preguntó furiosa Helen, comenzando una fuerte discusión y yéndose.
-Ay, no pensé en esto… bueno, dos menos -dijo satisfecho el terapeuta, encogiéndose de hombros mientras los Nordberg abandonan la sesión-, ellos se lo pierden.
-Creí que no se irían esos estirados -dijo Lori.
-Creí que no se irían esos groseros -dijo Leni al mismo tiempo.
-Pueden ir por alguna botana -concedió Julian-, pero tienen que estar aquí en cinco minutos. Se bien que necesitan descansar de una semana pesada.
-Como si hubiese tenido una buena semana -dijeron ambas al mismo tiempo-. Espera, ¿qué?
Ambas se sorprendieron de la sincronía que tuvieron en ese momento. No eran muchos los momentos en que ambas estaban tan de acuerdo con algo sobre un tema común, y ninguna sobre cosas por completo ajenas una de la otra.
Incómodas, decidieron no verse las caras. Ambas decidieron que antes mejor tratar de digerirlo a hacer una escena como los Nordberg minutos atrás.
El resto de la sesión, y muy a pesar de un par de gases que Leni soltó -mismos sobre los que Lori mintió alegando que son sus zapatos-, no fue tan incómodo ni molesto. Hasta fue satisfactorio ver que Stanley y Becca también abandonaron la sesión, aunque en términos mucho más dulces de lo que llegaron.
Un par de horas más tarde, mientras Leni se encontraba levantando la mesa, pensó un poco sobre ello cuando ocurrió algo inusual.
-¡No quiero ir! -gritó Lily desde el tiro de la escalera.
-¡Vamos, Lily! -imitó Lisa con insistencia- ¡Sólo será un fin de semana con Lori y Lincoln!
Dejando de lado su labor, Leni se asomó para ver lo que está pasando. Junto a la entrada del comedor, Lisa está tirando de Lily, cargando a duras penas un par de mochilas.
-Mamá por fin accedió a que salgas a una pijamada con Lori -continuó Lisa.
-¡Estará ese hombre feo! -chilló Lily con vehemencia.
-¡Oh, por el gato de Schrödinger! -maldijo la castaña- ¿Cuántas veces tengo que decir que es nuestro hermano?
-¿Y quién lo dice?
-Todas lo dicen -intervino Leni-. ¿Por qué no nos crees?
-Billy Marsh dice que las únicas personas con cabello blanco son los abuelitos y los fenómenos de circo.
-Tu bisabuelo por papá y Pop-pop por mamá lo tuvieron blanco toda su vida -corrige amablemente Leni.
-Porque eran abuelitos.
-Myrtle también es abuela, pero todavía no lo tiene blanco.
-De hecho lo tiñe para esconder que es gris -cortó Lisa-. ¿Quieres darte prisa? Lori ya nos espera afuera y Lincoln prometió ponerse al día con sus muestras fecales y de otro tipo.
Leni no necesitó entender lo de las muestras del otro tipo. De las pocas cosas ajenas a la moda y los recibos, solicitudes e inventarios de Reininger's que pudo retener, la clase de ciencias le dejó en claro, ya después del incidente de Chaz y Cici, que puede haber muestras de sangre, orina, excremento y otros fluidos que le conviene no recordar frente a las niñas.
Con Lori en su auto, el último contacto visual que ella hizo en un principio buscó una reacción defensiva en mecánico, pero había algo más. Algo que, por desgracia, no ha podido leer aunque quisiera.
~o~
Diciembre 6 de 2021
2 años y cinco días desde el primer contagio documentado
de covid-19
Parafraseando el prólogo de Halo Wars... dos años. Dos largos años de guerra contra un enemigo desconocido. Al principio, pequeñas victorias, una rápida reacción que nos hizo anticipar una campaña rápida... y después, derrota tras derrota. Retirada tras retirada. Dos años que se convirtieron en un infierno.
Lamento si me puse un poco sentimental. Ya dos meses de no verlos por aquí, de haber estado como loco escribiendo y luego "descansando" para ocuparme de mis cosas, escribiendo, haciendo quehacer doméstico, yendo a lugares... incluso pecando de Covidiota.
¿Y qué ha pasado en estos casi sesenta días? Tres nuevas variantes, una mucho más contagiosa que Delta (Omicron), mayor resistencia del movimiento antivacunas, mayores manadas y rebaños de gente, el AMLOFest en la capital de México... ya no sé para cuándo saldremos de esta. Hace un siglo muchos imploraban que las secuelas de la Gran Guerra y la epidemia de Gripe Española acabaran. Y, contra mis más optimistas esperanzas (ya de por sí zarandeadas), ahora se nos vino encima una oleada que es mucho peor en contagios (mas no en defunciones). Pero sigan viajando, celebrando, saliendo a lo que no... los que estamos preparados, escarmentamos por los que no.
Limiten sus celebraciones en familia, por favor. De ser posible, menos de quince si viven cerca de sus seres queridos, y sobre todo lleven gel antibacterial. Por ahora...
Sigan sintonizados
Sam the Stormbringer
