Continúe esta historia por que si. Y curiosamente es lo mas extenso que he escrito en las últimas semanas. Disculpen errores ortográficos.
La Chica del Parque
- Corazón Dolido -
Ella no volvió a la tarde siguiente, ni a la otra, ni a la otra después de esa. Los gritos de los demás chicos que jugaban alegremente al futbol, o que contaban chistes, corrían o simplemente platicaban bajo la sombre de alguno de los grandes árboles de ese parque de Royal Woods, se escuchaban en su sentir, muy a lo lejos.
"Déjame sola"
Volvió a recordar mientras, inconscientemente, hacía una mueca de dolor. Suspiró. Que tontería era el ilusionarse solo, pero como dolía.
Perdido estaba en su pesimismo, cuando sintió que alguien le apretaba la nariz. Era Stella quien lo miraba preocupada.
-Por lo menos lo intentaste, muchacho. Eso es algo.-
-De que sirve si me rechazo totalmente. Me tuvo que defender de un pelotazo. Debió pensar que soy lo más débil del mundo.- El chico se dejó caer en la banca completamente desganado. Stella le acarició el cabello.
-Así es esto, Lincoln. No hay muchas palabras que pueda decir para ayudarte, pero, ánimo. Ven, te invito un helado.-
-Te lo agradezco, Stella, pero no tengo antojo de nada.-
Es verdad que Lincoln se había descubierto enamorado de aquella chica de cabello largo y castaño y profundos ojos verde brillante; se dio cuenta de ello en los días en que ya no llegó. Por sobre todo le dolía el considerar que parte del rechazo, era haber quedado como un pelele que no pudo reaccionar al balonazo. Culpaba eso. Aun así, todavía la recordaba gallarda deteniendo aquel disparo de balón.
Stella le acarició un poco más el cabello.
Mas tarde, Lincoln llegó a casa y, dejando su mochila al lado de la puerta, se sentó en el sofá y prendió el televisor solo para escuchar ruido.
No mucho después de él, llegó Luna quien lo saludo alegremente y pasó de largo a su cuarto sin hacer mucho espaviento; para ese entonces ya todas sabían que su hermano estaba mal y de malas y no lo molestaban mucho.
Arriba de las escaleras, Luna se encontró a Lynn Jr. quien, desde allí, veía a su hermano.
-¿Sigue igual?-Preguntó Lynn.
-Eso parece. Creo que no solo lo rechazaron, si no como que fue feo.-
-¿Tú crees?- Devolvió Lynn sin dejar de observar el sillón de la sala desde las escaleras.
-Pues sí se pone mal cuando una chica no le da bola, pero esta vez ya se puso bastante emo. Será mejor que lo dejemos en paz un rato.-
-Si…creo que si.- Dijo Lynn de una forma extraña.
Luna siguió el camino a su habitación y la joven deportista bajó despacio hasta llegar al sillón donde su hermano veía nada en la tele. Se sentó.
-Eh…Link…- Dijo para romper hielo.
El chico estiró la mano y le alcanzó el control remoto. Ella miró el control y luego a él. -No, no baje para ver tv, Lincoln.-
Su hermano por fin la miró.
-Lynn, quiero disculparme por cómo te contesté el otro día. Fui grosero y lo siento, entenderé si aún me quieres golpear.-
-Tampoco bajé para eso y, la verdad, golpearte mientras estas en ese estado no es divertido, es triste.- Y sonrió levemente. Su hermano igual sonrió.
-Yo…este…-Dudó Lynn.- ¿Quieres hablar…de lo que te pasa?-
Él la volvió a ver. -Creo que no lo entenderías. -Dijo.
-¿Eso que quiere decir?-
-No te enojes, es solo que tú has dicho que los romances no te interesan en lo absoluto, ¿recuerdas?-
-Eso fue rudo…pero tienes razón, yo dije eso.- Lynn subió los pies al sillón y se encogió un poco. Estaba solo con sus calcetas blancas de rayas azul y roja.
-Es…¿una chica de la escuela?- Insistió.
-Y…si.- Respondió Lincoln por compromiso. Lynn suspiró un tanto aliviada.
-Bueno, bro, sé que no sé mucho de esto pero, de verdad deseo que pronto te sientas mejor, te lo mereces.- Le dijo sonriéndole. Lincoln sintió que, nuevamente, estaba siendo grosero con su hermana por no decirle la verdad.
-Gracias, Lynn, y, bueno, la verdad es que no es de la escuela.-
-¿Eh?- Exclamó Lynn pasmada.
-Es…- El chico suspiró.- Es una niña que conocí en el parque.- Lynn cerró los ojos sintiendo un recorrer amargo por todo el cuerpo. -Realmente la he visto pocas veces y solo por las tardes. Ella es…muy linda, y su forma de vestir, su perfume y -el chico sonrió y bajó la vista- no sé, la energía que despide me encanta. Es, o más bien, era muy hermosa. - Volteó a ver a su hermana con tristeza. -Es tonto ¿no?
La pequeña deportista tenía un leve sonrojo a la vez que una expresión melancólica. Suspiró y se acercó a su hermano para posteriormente abrazarlo con suavidad.
-No creo que sea una tontería, Lincoln. – Le dijo mientras le acariciaba el cabello.- Supongo que ya no ha vuelto y eso te tiene así. Mira, lo mejor que hacer en estos casos hasta yo lo sé. -
-Dejar de pensar en ella, lo sé.- Lincoln se recostó sobre su hermana aprovechando que por fin estaba hablando de algo que le dolía.-
-Es solo que no puedo, Lynn, y es difícil y duele.- Lynn lo escuchó sollozar y se le heló la sangre. Apretó los dientes mientras cerraba los ojos pensando que no debió escoger ese parque y que jamás, realmente jamás pensó, que semejante cosa podría pasar.
Para empezar, ella creyó que Lincoln la reconocería rápidamente. Que a fuerza de amenazas lo haría callar y listo. Pero nadie la reconoció el primer día que llegó vestida de esa manera por haber perdido una estúpida apuesta con Margo, quien, después de haber vencido a Lynn en un duelo de fuerza (aun no sabía cómo es que su amiga la había derrotado), accedió a vestirse como ella deseara, maquillada y arreglada para comportarse como una señorita de sociedad.
Ella quiso que la "exhibición" fuera en el otro extremo de la ciudad, pero la apuesta era clara, debía ser un parque cercano.
Así que temblando llegó con su vestido de olanes, guantes a los codos, sombrilla ridícula, un sombrerito, maquillaje fuerte que cubría sus pecas y cambiaba su tono, y unos potentes pupilentes verde brillante. Sin contar los ridículos zapatos de charol con los que tuvo que practicar para no caerse.
Ese día Margo la vio llegar al parque, caminar y sentarse en una banca mientras se reía como nunca desde lejos. Luego, había recibido una llamada urgente y le envió un mensaje a su celular con el funesto mensaje, "Me tengo que ir, hubo una urgencia, pero ya con eso doy por cumplido tu castigo, nos vemos mañana".
Y la había abandonado allí, en medio de un parque llenó de gente, vestida como nunca lo hubiera hecho en su vida.
Por un momento estuvo paralizada mirando a todos lados como un gato asustado. Su respiración se agitó y se dio cuenta que la sombrilla le servía para ocultarse, por lo cual estuvo usándola como escudo. Pero no podía estar usándola todo el día, así que trató de salir de allí sin ser vista; pero por más que lo intentó, no consiguió su objetivo. Llamaba mucho la atención. La vieron chicos de su salón, chicas de los equipos que jugaba, viejos amigos y Lincoln con su grupo en el trayecto en que caminó de la banca a la orilla del parque para tomar un taxi.
Y nadie la reconoció.
Eso le llamó la atención poderosamente. Miró su vestido, sus enguantadas manos (todo se lo había conseguido Margo de un bazar que tenía su familia) y quiso hacer alguna maldad estando así, disfrazada.
No tomó el taxi. Comenzó a caminar despacio (como había visto en alguna de las películas aburridas de Lola) Se llevó la sombrilla al hombro y esta vez no hizo por cubrirse demasiado.
Logró percibir disimuladamente que la miraban y mucho, que algunos chicos se pasmaban, y que algunas niñas la miraban con desdén.
Sonrió.
Llegó hasta el puesto de helados, pidió uno de cono doble y luego se arrepintió cambiándolo por uno sencillo: una dama no come demasiado.
-Tu no eres de aquí, ¿verdad?, ¿eres nueva en la colonia?- Pregunto con una sonrisa aquella señora que vendía helados y que la conocía. Lynn sonrió tímidamente y con voz suave le respondió. -Solo estoy de paso.-
-Entonces, el helado es de cortesía.- Y se lo sirvieron doble. Y le emocionó.
Caminó hasta la banca donde había empezado todo y se sentó a comer sintiendo algo extraño. Miró lentamente alrededor, la vida seguía activa; gritos, balonazos, chicos corriendo, algo de escándalo. Y ella estaba allí, poniendo atención a todo.
Sintió que el tiempo se movía lento por primera vez.
El sosiego de la tarde, de los árboles y los pequeños animales que le sacaron una sonrisa le dieron un sentimiento placentero.
Descubrió un poco de paz. Y le gustó mucho.
Ahora tenía a su hermano, sollozando en su regazo por estar, aparentemente, perdidamente enamorado de quien había pretendido ser. Le palmeaba la espalda -ya…ya…- Le decía.
Si, se dio cuenta que llamaba mucho la atención y eso despertó en ella un algo que no había pensado nunca. Era bonita y podía sentirlo en el aire de manera poderosa. Los chicos (y algunas chicas) quedaban embelesados con su esencia y sentía la envidia de muchas más.
Todo se redujo a "Soy la mejor en los deportes, y, además, soy capaz de robar sus corazones" y el ego competitivo, se hinchaba. Eso la empujó a ser lo más elegante posible.
Fue por esos días en que le dijo a Margo que había tirado la ropa y todo a la basura, cuando en realidad la llevaba en una mochila extra para cambiarse (no siempre ni todos los días) en un baño del parque asegurándose que nadie la viera entrar, para salir convertida en la reina del lugar.
Y si, había notado que ni siquiera su hermano había sido capaz de descubrirla. Y ahora se lamentaba ese día en que, por joderlo, le guiño coquetamente uno de sus verdes ojos debajo de unas largas pestañas negras.
Como se divirtió viéndolo sonrojar. Luego ella se hizo la disimulada por más que él busco verla.
Y no hizo más. Allí había quedado la broma.
Y ahora veía a su hermano, terriblemente derrotado en el sillón.
Esa noche Lynn Jr. no pudo conciliar el sueño. Le rondaba un sentimiento de culpa que había estado tratando de desechar, pero que por más que usaba su tan conocido valemadrismo, la culpa seguía allí, como una espina clavada. Se llevó las manos a la nuca mientras observaba el pedazo de techo del cuarto que quedaba justo encima de su cama, allí donde tenía pegado diversos carteles y pañuelos de equipos deportivos.
Estiró la mano y detrás del poster de Los Leones, sacó una fotografía.
Era ella con su atuendo, ese que había descubierto hacía un par de semanas.
Lynn Jr., pequeña niña tomboy, había aceptado que se gustaba arreglada. Cuando finalizó ese primer día, salió caminando por en medio de todos como una campeona, con la frente en alto siendo la mejor del lugar. Se subió a un taxi y desapareció. A medio camino se dio cuenta que no podía llegar así a su casa así que fue hasta la cancha de entrenamiento donde ya nunca había nadie a esa hora. Allí se cambió, no sin antes verse durante un buen rato al espejo de cuerpo entero de las regaderas.
Lynn Jr. no solo se miró. Estiró el vestido, dio vueltas, levantó la sombrilla y giró mientras sonreía siendo simplemente coqueta. Luego se sintió tan estúpida que se quitó todo y lo guardó (sorpresa para ella, delicadamente) en una maleta. Allí supo que se lo volvería a poner.
Quitarse los pupilentes fue un infierno.
Acarició la fotografía, se gustaba.
Y no, no había olvidado el deporte, ni le daba asco el sudor, ni iba a cuidarse las uñas ni nada de eso que siempre consideró bobo. Pero el saberse así de bonita, le llenaba de una felicidad que desconocía.
Además de poderosa.
-¡Maldición!- Pensó- No puedo dejar así a Lincoln.
Al día siguiente Lincoln avisó a sus amigos vía Telegram que no iría al parque, sin embargo, lidereados por Stella, fueron por él hasta su habitación y se lo llevaron a rastras.
-¿Por qué hacen esto?-
-¡Porque somos tus amigos! ¡Ahora sal de bajo de la cama!-
Luego, ya en el parque, se entabló que la importancia de la reunión era hacer un plan sobre cómo evitar que los masacraran (otra vez) en los quemados, y a la vez ver como escapar de una clase especial con el maestro Bolhofner que, si bien ya lo comprendían mejor, seguía siendo bastante nefasto en sus clases.
Pero a nadie se le ocurría una idea viable.
-¿Algo que decir, Lincoln?- Preguntó Clyde. La verdad es que todos esperaban un plan de parte de él.
-La verdad chicos, creo que deberíamos tomar la clase, nos haría bien.-
-Es oficial, Lincoln esta delirando.- Dijo Zach.
-¿Terapia de electroshock?- Preguntó Rusty con malicia y Liam sacó una cajita con dos varas conectadas por alambre.
-Siempre vengo preparado, espero que mi papá no necesite la batería de la luz del granero.-
Stella y Rusty agarraron a Lincoln, mientras Liam se acercaba para darle una descarga a su amigo (Clyde había leído que las terapias de electrochoque hacían que las personas recuperaran la cordura, lo que no leyó es que esta terapia está descartada).
-Aguanta, Lincoln, es por tu bien.- Dijo McBride.-
-¡No, esperen! ¡Ya se me ocurrió algo!- Exclamó el chico al ver que le acercaban un par de puntas de metal.
-Si que es efectivo. - Mencionó Rusty sin soltarlo.
-Disculpen…- Se escuchó suavemente.
Todos voltearon a ver y notaron que, desde la orilla de concreto (ellos estaban en zona de pasto) Los veía aquella misteriosa niña.
Sombrilla en mano, unos labios rosas inmóviles, pequeña nariz y unos ojos verdes brillante. Su tocado de hojitas plateadas mantenía el cabello en su lugar a pesar del viento y sus zapatos se asomaban debajo de aquellos holanes. Esta vez, su aroma era a fresa con limón.
-Niño del cabello blanco. ¿Podríamos hablar un momento?-
Lincoln sintió tres fuertes latidos que le sacudieron y su respiración se agitó. Inmediatamente los nervios se le subieron y pasaron tres segundos sin que dijera nada.
-Dice que si puede.- Adelantó Stella, y lo empujó. Él les volteó a ver y todos le levantaron el pulgar.
Lincoln les sonrió, al final si tenía buenos amigos. Despacio se acercó a la niña.
-Ho-hola…-
-¿Me sigues?-Le dijo suavemente.
-Claro.-
Y ambos caminaron, rumbo a la mítica banca.
Los chicos, al verlo alejarse, comenzaron a murmurar.
-Mira pues, el señor, conquistador.- Dijo Zach.
-Van dos dólares a que no lo logra.- Apostó Rusty.
-Hecho.- Dijo Liam.
-Su color de ojos no es natural.- Dijo Stella.
-¿Lo crees? - Preguntó Clyde.
-¿Estas celosa?- mencionó maliciosamente Rusty.
Ella se sentó en la banca y le hizo una seña a Lincoln para que hiciera lo mismo. Luego hubo un silencio ensordecedor.
Lincoln miraba sus rodillas, tímido, y ella sopesaba su suerte.
Una pequeña ardilla tomó vuelo y brincó en un gracioso arco, a un viejo roble.
-Niño…-
-¿Cómo te llamas?-Adelantó Lincoln y ella lo miró. Sonrojado a más no poder, se tomaba del pantalón con nerviosismo.
-¿Me tienes miedo?- Dijo ella mientras cerraba la sombrilla y la colocaba a un lado.
Lincoln negó con la cabeza. -Es solo que, quiero disculparme por lo de la otra vez.-
-No hiciste nada que tenga que perdonarte.-
-Si, por mi lentitud hice que rompieras tu guante.- Le dijo.- Ahora traes otros. Te arruiné un par.
Ella iba a decir que no importaba mientras pensaba que él había notado ese pequeño detalle (para pronto, Lynn había robado unos viejos guantes de Lola que no combinaban del todo con su conjunto). Sin embargo, antes de que pudiera responder algo, Lincoln sacó de su pantalón una cajita rectangular finamente envuelta para regalo.
-Yo…quería darte esto como disculpa.
Ella lo recibió titubeante.
-¿Qué…es esto?-
-Ábrelo.-
Lo pensó, esto estaba fuera del plan. Lo mejor era devolverlo y llevar a cabo lo ideado; pero, desgraciadamente, no pudo. La curiosidad le comía.
Lo abrió delicadamente. O eso intentó. Lynn ya había aprendido a caminar, moverse, coquetear, muy finamente pero nunca había intentado abrir un obsequio sin destruirlo como el demonio de Tasmania.
Se comenzó a poner nerviosa. Él la miraba atento.
Se lo tomó como reto y poco a poco lo fue desmantelando hasta que, al final, en sus manos quedó una cajita leve que apenas tenía peso. Le pasó el papel de regalo a Lincoln y le dijo -¿Podrías tirarlo en el bote por mí?-
-Claro- Dijo el sonriendo, pero no lo tiró, lo dobló y lo guardo en su bolsillo.
Ella abrió la cajita y no pudo evitar una expresión.
Dentro venía un bello par de largos guantes del mismo color que había roto, pero nuevos y muy suaves. Además, que debían ser costosos. Días atrás anduvo indagando precios por si "se daba la necesidad".
-Son…hermosos.-Dijo con sinceridad.
-Que bueno que te gustaron.-
-¿Los has cargado todo este tiempo esperando que apareciera?-
-Si…¿es raro?-
-Así que…así eres enamorado, Lincoln, todo un caballero- Dijo sin pensar extendiendo los guantes.
Y para Lincoln fue la niña más bella del mundo el verla embelesada con su obsequio.
Luego cayó en cuenta,
-¿Cómo dices?-
Obviamente tendrá un tercer capítulo.
Se me antoja para un cuasi romance, pero no creo que se forme.
Un saludo a todos y gracias por leer y comentar.
Lobo Hibiky
