Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es Lily Jill, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: This story is not mine, it belongs to Lily Jill translating with her permission. Thank you, Lily Jill! ❤️


Capítulo 5

Bella

—Sí, y me gustaría ayudarte.

—Gracias a Dios —responde el hombre exhalando con alivio y con una ligera inclinación de su cabeza—. Creo que estoy perdido aquí.

Bueno, considerando que luce como si acabara de salir de las páginas de GQ, definitivamente pensaría que estaba un poco más que perdido en esta biblioteca arbitraria en Carolina del Norte.

—Puede ser un poco abrumador aquí adentro —admito, volteando hacia él una vez que el libro en mi mano es colocado correctamente en su lugar en el estante—, pero es muy fácil una vez que conoces el lugar.

Ahora que no estoy distraída por los libros del carrito, no hay otro lugar para mirar que no sea a él. Es algo bueno que este aferrándome al carrito entre nosotros porque verlo tan cerca de mí, no entre los estantes como antes, casi me hace olvidar cómo estar de pie.

Con la lluvia aún cayendo fuerte afuera, es casi incomprensible que alguien pueda lograr lucir así de bien.

—Qué bueno que te encontré entonces —responde con una sonrisa antes de reemplazarla con una sacudida de su cabeza—. Para ayudarme.

Intento no leer mucho sus palabras—seguramente un tipo que luce así tiene mucha práctica cuando se trata de conversar con chicas al azar. Supongo que no haría daño si disfruto de mi tiempo siendo otra de esas chicas al azar por un rato. Sonriendo de nuevo, le doy la espalda para empujar el carrito contra el estante, así no lo dejo parado en el medio del pasillo.

—¿Te muestro el lugar? —pregunto por encima de mi hombro mientras coloco el carrito en el lugar. Por encima de mi hombro, puedo verlo comenzar a caminar hacia dónde me encuentro al final del pasillo.

—Sí, gracias.

Me da una sonrisa en agradecimiento, y volteo fácilmente, tratando de no delatarme sobre lo mucho que esa sonrisa me está afectando. No es todos los días que una chica de pequeño pueblo como yo tiene a un chico como él frente a ella, por lo que tengo intención de disfrutar mientras dura.

—¿Estás buscando algo en particular? —pregunto mientras doy unos pasos lejos de nuestros pasillo vacío y más cerca de las mesas donde otros clientes están ocupados. Él me sigue mientras camino, y no puedo evitar las palabras que salen volando de mi boca—. ¿Además de una camiseta seca?

¿Acaso es mi culpa que la humedad de la lluvia ha hecho que mis ojos se centren en lo que puedo ver a través de la camiseta que tiene puesta?

Él baja la mirada hacia sí mismo ante mi comentario, soltando una risita mientras toca sus prendas.

—No anticipaba correr bajo la lluvia hoy —se defiende, dándome curiosidad ya por escuchar la historia detrás de esto. Él pausa e inclina su cabeza ligeramente hacia un lado—. ¿Acaso esto rompe una regla de la biblioteca que no conozco?

Oh. Así que es sexy y gracioso, ¿eh?

Por supuesto que lo es.

Creo que puedo seguirle el ritmo con los chistes que me suelta.

—Es la número uno, de hecho —miento, poniendo énfasis extra en la sacudida de mi cabeza y una mano en mi cadera—. No se entra a la biblioteca con restos de una tormenta.

Él finge estudiar el suelo por el que ha caminado desde que llegó, chequeando sus pasos para ver si ha dejado alguna evidencia de la lluvia detrás de él.

—¿Ya rompí la regla número uno? —pregunta, colocando una mano reflexiva en su barbilla—. Eso es un récord para mí.

Lo miro con desaprobación y un suave asentimiento de mi cabeza.

—Supongo que debo felicitarte. —Comienzo a caminar con esperanza de que me siga. Lo hace. Puedo sentir su presencia con cada paso que damos hacia ningún lugar en particular. Caminamos lentamente, como dos extraños en un lugar silencioso harían—. ¿Cómo deberíamos celebrar?

Él lo piensa por un momento.

—Llévame a tu sección de golf. Estoy seguro que mi premio estará allí, esperándome.

Le doy una sonrisa cómplice de nuevo y nos dirijo hacia la zona de deportes.

—¿Eso es lo que te trae aquí? ¿Golf?

—Desafortunadamente —responde en un tono que no suena como alguien que disfruta de este pasatiempo en particular.

—¿Desafortunadamente? —pregunto, deteniéndome cuando estamos directamente frente a un estante o dos que contienen libros sobre golf. Le señalo hacia el estante para mostrarle que hemos llegado a nuestro destino—. No es un sentimiento usual en las personas aquí.

El golf en un pueblo costero y sureño es tan común como asistir a la iglesia un domingo.

—No soy de por aquí, de hecho.

—Eso pensé. ¿Eres nuevo en el pueblo?

—Desde el pasado sábado, sí.

Ninguno de los dos ha mirado a algún libro en el estante aún; en cambio, nos rodeamos con nuestras palabras, con esta conversación que flota como si lo hubiera conocido por más tiempo que tan solo meros minutos. Hablar con él se siente tan cómodo como leer con la lluvia de fondo.

Jamás quiero detenerme.

Me detengo de observar sus labios mientras él habla, el inferior es más grande que el superior, e imagino cómo se sentirían.

Probablemente increíbles, considerando que ya estoy embelesada con lo que sale de ellos.

Aclarándome la garganta en un intento por recordarme de no observarlo tan intensamente como imagino que lo estoy haciendo, me inclino contra el rincón del estante y levanto la mirada hacia él.

—¿Te gusta hasta ahora?

Observo sus ojos saltar a diferentes lugares de mi rostro, una sonrisa cerrada en los bordes de esos labios que están volviéndome loca.

—Por ahora, todo bien —responde con un asentimiento, levantando una mano para esconder su boca. Sus ojos verdes me mantienen en mi lugar contra el estante. En una voz suave, añade—: Definitivamente no me quejo ahora.

—¿Menos el golf? —comento con una suave risa para romper la corriente eléctrica cerniéndose en el aire entre nosotros, a lo que él responde con su propia risa llena de sinceridad y paz.

—Menos el golf —confirma y sacude la cabeza en derrota.

Con mis manos en mis bolsillos traseros, señalo hacia el estante frente a nosotros con mi codo.

—Aquí estamos —ofrezco, incapaz de mantener mis ojos lejos de él por tanto tiempo—. Asumo que estás buscando tips para el juego, ¿sí?

Él asiente con entusiasmo, su mirada en los libros que tenemos para ofrecer. Noto sus manos mientras se deslizan por sus lomos, sus dedos moviéndose como un roce fantasma. Intento esconder el estremecimiento que recorre mi cuerpo mientras imagino esos largos dedos recorriendo mi columna en vez de los libros frente a nosotros.

—Todos los que pueda conseguir. ¿Algún consejo que no encontraré aquí en estos libros?

Uno de sus brazos permanece contra el estante por encima de mí, haciéndolo inclinar involuntariamente su cuerpo hacia el mío. Intento reflexionar su pregunta en mi cabeza, pero la proximidad del hombre y la intensidad general hace que sea ligeramente difícil concentrarse.

—Camisetas con cuello es imprescindible —digo en broma, pero mi rostro permanece serio. Creo que él puede captar mi sentido del humor rápidamente—. Mi papá tiene muchas.

—Esa regla la conozco —responde, regalándome esa sonrisa y risita que me hace sentir que tengo quince años de nuevo.

—Este de aquí puede que te interese —digo después de un instante silencioso mientras nos observamos, nuestros rostros llenos de preguntas curiosas que hierven por debajo de la superficie. Me estiro hacia él, mi brazo desnudo rozando contra el brazo que sigue aferrándose contra el estante. La sensación de su piel sobre la mía, aunque tan breve y accidental como lo fue, me hace soltar el libro involuntariamente.

Él lo atrapa en sus manos, con un poco de torpeza mientras el libro cae. Él lo gira una vez que el caos ha acabado.

—Golf para Tontos —anuncia, estudiando el libro antes de mirarme cuando una idea se le cruza por la mente—. ¿Realmente me lanzaste un libro? ¿Qué tipo de bibliotecaria eres?

Me río pero me estiro en busca de otro, ignorando su burla juguetona mientras él fácilmente atrapa el siguiente libro que le lanzo.

—Relájate. Estos libros no han sido chequeados en años. ¿Ves el polvo volando por tu rostro?

—Gracias por eso —responde con una tos burlona, usando sus manos para apartar el polvo invisible—. Pensé que dijiste que todos juegan al golf aquí. Estos libros deben estar volando de los estantes.

—Todos juegan al golf aquí... solo que no son tontos —aclaro y me muevo hacia la mesa detrás de mí para juntar más libros sueltos que los clientes han dejado.

—Touché —concuerda, y entonces un minuto más tarde, después de examinar los estantes, voltea hacia mí de nuevo y agita los libros que le di suavemente entre nosotros—. Esto probablemente sea exactamente lo que busco. Gracias...

Puedo ver que está pidiendo mi nombre.

—Bella —respondo—. Y de nada...

—Edward.

No es un nombre que hubiera esperado que tuviera, pero como sea, es bueno finalmente colocar un nombre al rostro en el que sin duda estaré pensando por mucho tiempo después de que se vaya de la biblioteca.

—Puedes seguirme hasta circulación si estás listo para registrar la salida —sugiero. Siempre puedo darme cuenta cuando la cantidad de libros e información en un estante se vuelve abrumador para una persona, y la expresión en el rostro de Edward me dice que con solo dos libros en sus manos, él ha llegado a su tope del día.

Lo que es una lástima ya que todo lo que quiero hacer es seguir con esta conversación.

—Claro. Puedes mostrarme el lugar ya que estamos, así no será tan abrumador, como dijiste.

Acepto su oferta, y lentamente comenzamos a volver al escritorio de circulación. Señalo con un dedo y observo cómo su rostro sigue hacia dónde apunto.

—Bueno, a tu izquierda, tenemos unos libros. —Resoplo cuando lo veo seguir el juego y mirar hacia los libros como si estuviera completamente sorprendido—. Y a tu derecha, tenemos más libros. Y si miras adelante, puedes ver que tenemos...

—¿Más libros?

Estoy perdida una vez que el sarcasmo ha entrado a la conversación. El sarcasmo es mi Kriptonita, y creo que compartí mi pequeño secreto por la manera en que no puedo evitar que mi risa interrumpa el espacio relativamente silencioso a nuestro alrededor.

—Quizás no eres lo suficientemente tonto después de todo, Edward.

Es su turno de reír, y lo hace con una sacudida de su cabeza en mi dirección.

—Sabes que eres exactamente lo contrario a lo que las personas imaginan en su cabeza cuando piensan en "bibliotecaria". He estado aquí por veinte minutos, y has logrado insultarme la mayoría de ese tiempo.

—¿En serio? —le respondo con mi propio sarcasmo—. Supongo que ambos dejamos todo en claro entonces.

Caminamos hacia el área de circulación, ambos ahora separados por el costado del escritorio, deteniéndonos frente a una de las computadoras que usamos para registrar las salidas.

—Entonces, ¿qué necesita hacer uno para conseguir una tarjeta de biblioteca? —pregunta Edward, inclinándose sobre el escritorio entre nosotros mientras desliza sus libros hacia mi lado.

—Solo algún tipo de prueba de residencia. Licencia de conducir, recibo de servicio, algo como eso.

Su rostro se contrae brevemente, la decepción asomándose por sus rasgos.

—Sí, no tengo nada de eso. Simplemente vine caminando desde mi trabajo. —Agita una mano hacia las puertas principales de la biblioteca—. No he tenido la oportunidad de conseguir una licencia de Carolina del Norte aún.

Asiento ante el recuerdo de su reciente mudanza a Willow Creek.

—Cierto. Es tu cuarto día siendo un trasplante de Carolina. Un contrato firmado o una cuenta de hipoteca también funciona.

Él sacude la cabeza y palmea sus bolsillos.

—Sí, definitivamente no tengo eso conmigo ahora mismo; tendré que volver más tarde.

La idea de que él vuelva más tarde es un vistazo del sol en este día lluvioso.

—Puedo guardar los libros para ti —ofrezco, estirándome para colocar una nota en ellos. Escribo su nombre sobre el papel y envuelvo una bandita elástica alrededor de la nota y de los libros—. Nadie los retirará. Incluso podría volver a colocarlos en el estante, y aún así, nadie los retiraría.

—Gracias por recordarme de mis habilidades inexistentes para el golf en un pueblo lleno de Tiger Woods.

Me río de su comparación.

—No puedes ser tan malo —digo en un intento por aliviar su preocupación—. Probablemente seas mejor de lo que piensas.

Edward mueve su cabeza de un lado al otro, pensando en su historial de golf.

—No soy malo, de por sí; solo necesito dar una buena impresión, ¿sabes?

Acepto su respuesta, a pesar que tiendo a pensar que las impresiones son solo superficiales. Prefiero conocer a alguien personalmente antes de juzgar, por lo que lo miro inquisitivamente y coloco sus libros en el estante detrás de mí. No se me ocurre hasta un momento después que quizás él tenga una persona específica en mente a la que desea impresionar.

La idea debería habérseme ocurrido mucho más temprano; alguien que luce tan increíble como él debe tener a alguien para aclamar como suyo.

No dispuesta a saber la respuesta a esa pregunta aún, miro por encima de mi hombro y le pregunto:

—¿Dar una buena impresión se basa solo en tus habilidades en el golf?

—Dios, espero que no —responde con un gruñido y levanta una mano para pasarla por su rostro. Ahora que él está secándose de la lluvia, no me molesta cuando se pasa una mano por el cabello esta vez, la humedad hace que sus mechas broncíneas se paren en distintas direcciones en la parte superior de su cabeza.

—Está bien, de acuerdo. Puede que esté exagerando un poco.

Inclino mi cabeza a un lado y le respondo con ojos bien abiertos.

—¿En serio?

Vuelve a inclinarse sobre el escritorio, sus codos descansando en el espacio entre nosotros. Me hace querer inclinarme sobre mis propios codos frente a él, cerrar el espacio restante. Sin embargo, permanezco en mi lugar del lado de la computadora y frente al escritorio, recordándome que inclinarme a su nivel podría ser peligroso.

No sé si confío en mí misma estando tan cerca de él.

Edward continúa la conversación mientras batallo conmigo mismo en mi cabeza.

—Mi jefe juega al golf. Es un gran golfista, aparentemente, y...

Lo interrumpo con una sacudida de mi cabeza y una mano en el aire.

—No se diga más. Simplemente debería enviarte a la sección de autoayuda así puedes trabajar en la seguridad en ti mismo.

Él se ríe de nuevo.

—Mi seguridad está bien —se defiende—. De hecho, soy muy seguro de mí mismo que golpearé a mi nuevo jefe en la cabeza con una pelota de golf por accidente.

Pienso en ello por un segundo y señalo a la fotocopiadora.

—Pensándolo bien, quizás deberías hacer unas copias de estas páginas para que te ayuden hasta que puedas retirar estos libros.

—De hecho, tengo que volver al trabajo —dice Edward con un tono arrepentido—. ¿Estás segura que estos seguirán aquí?

Le doy mi respuesta más honesta.

—Si no lo están, será la mayor sorpresa de mi vida.

Minutos más tarde, después de que le haya asegurado por tercera vez que estos libros jamás han sido tomados, y nunca lo serán, él se retira de vuelta a su trabajo y fuera de la biblioteca. Camina hacia atrás, y un poco demasiado fuerte para la biblioteca, él me llama sobre su hombro antes de desaparecer.

—Te tomaré la palabra, Bella.

En serio, en serio espero que lo haga. Espero que él tomé otras cosas de mí también.

Incluso después de que se va, su efecto en mí continúa. Solo tengo una hora antes de que termine mi turno, y paso el resto de la hora reviviendo nuestro encuentro, si acaso puedo llamarlo así. Quiero decir, nada demasiado emocionante sucede aquí en la biblioteca—recuerdo el día que llegó el nuevo escáner, y todos pensamos que sería lo más destacado del año. Pero ahora, mientras intento borrar la sonrisa de mi rostro al pensar en él y cómo me sentí mientras hablaba con él, no puedo recordar la última vez que sentí algo cercano a lo que estoy sintiendo ahora.

Otro pensamiento pasa por mi mente, y no puede ser ignorado. Ha pasado un tiempo desde la última vez que estuve con un tipo. No soy una chica resentida que cuida de su corazón—simplemente no he estado buscando compañía en ese sentido. Tengo un par de citas agradables de vez en cuando, algunas terminan a la mañana siguiente, pero nada que me haga revivir cada palabra o cada movimiento de la manera en que lo hago ahora mismo, pensando en Edward.

No hubo nada extraordinario sobre él—vino vistiendo un par de jeans oscuros y una camiseta blanca, una mandíbula cincelada y lisa que podría cortar cristal, una sonrisa contagiosa, y una voz que me hizo pensar en cómo sonaría bajo distintas circunstancias. Su cabello, aunque aún húmedo por el clima y claramente con una mente propia, hizo que mis dedos ansiaran tocarlo por sí mismos.

Quizás darle un tirón por si acaso.

—Será mejor que dejes tu número en la nota —dice Jessica mientras busco mi paraguas una vez que ha terminado mi turno—. En caso de que él vuelva cuando no estés aquí.

Sí se me cruzó por la mente dejar mi número añadido en sus libros reservados, pero entonces recordé que he trabajado aquí en la biblioteca por mucho más tiempo de lo que he conocido a Edward. Me gustaría seguir teniendo trabajo, a pesar que la idea es muy tentadora.

Me encojo de hombros en su dirección antes de dar la vuelta para irme.

—Él volverá. Incluso si no estoy aquí cuando los recoja, está la posibilidad de que esté aquí cuando los regrese.

—Por tu bien, eso espero.

Yo también.

Es un pensamiento que se queda conmigo por el resto de la noche, incluso cuando estoy haciendo la cosa que he querido hacer desde que me había despertado esta mañana. Estoy en el sofá leyendo, una taza de té caliente en la mesa junto a mí, pero estoy pensando en él y no en las palabras en la página.

No estaba buscando esto. Buscándolo. Buscándonos. Pero a veces, así es la manera en que todo comienza. Debería haberlo sabido por la manera en que comenzó —la intensidad, y la manera en que él no se fue de mi mente una vez que fue añadido en mis pensamientos y en mi vida— que se transformaría en esta pasión voraz y abrumadora que no podría ser controlada.

Sin importar lo mucho que lo intentemos.

Debería haberlo sabido cuando entro a la biblioteca al día siguiente, y hay una nota esperándome detrás del escritorio de circulación. Jess no puede quitar la sonrisa enorme de su rostro incluso si eso quisiera.

No creo que ella lo quiera.

La coloco en el bolsillo trasero de mis jeans e intento seguir con mi día, pero es difícil cuando la nota se siente como si quemara un hoyo en mi bolsillo, mis pantalones, y mi mundo.

Bella,

Gracias por tu ayuda con la tarjeta de biblioteca. Volveré a buscar más para retirar.

Edward.


Awww, tanta miel jajaja

En el próximo vuelve Mary :)

¡Gracias por leer y buen fin de semana!