Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es RMacaroni, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to RMacaroni. I'm only translating with her permission. ¡Gracias, Ronnie, te adoro!
Capítulo 2
La Primera Noche
Nos lleva nueve horas volar desde Oregón a Costa Rica, y otras dos para pasar por aduana y tomar el autobús hacia el lugar dónde nos hospedaremos por los próximos tres meses.
Justo en la playa en la Reserva y Centro de Investigación Tortuga, es dónde haremos la mayoría de nuestro trabajo. Ambos, la reserva y el centro se encuentran en Playa Tortuga, parte del Parque Nacional Tortuguero en la provincia de Limón en la costa caribeña de Costa Rica.
El centro de investigación está muy bien equipado, con hospedaje para el personal que pasa la noche, dos laboratorios, e incluso un puerto con dos botes de investigación.
Sigue siendo de noche cuando llegamos, habiendo partido demasiado temprano en la mañana, y la primera cosa que Rose y yo hacemos es caminar hacia la playa, mientras el Prof. McCarty nos registra en las cabañas del personal.
La Playa Tortuga es una playa en forma de media luna, lo suficientemente larga para tener zonas que están protegidas y son parte de la reserva y zonas que están abiertas al público. Está rodeada al sur por la desembocadura de un río y un terreno de manglar, donde se encuentra el centro de investigación, y al extremo norte por un acantilado de roca. Detrás de este, la playa está rodeada por montañas tropicales y algunas casas locales que conducen a la ciudad.
Al ser del Noroeste del Pacífico, estoy acostumbrada a vivir cerca del agua, pero las palmeras, la arena blanca y caliente, y las aguas cristalinas son nada que haya experimentado antes.
Puedo oler el agua salada en el aire, vaporizada en el calor, mientras la tenue luz del día calienta mi rostro.
Oh, creo que me encantará este lugar.
~BW~
A pesar de que está oscuro afuera, la arena se siente caliente entre mis dedos al dirigirme al bar en la playa. Mi bolso tejido está fijo sobre mi hombro mientras que mis sandalias cuelgan de mi mano. No veo el punto de tenerlas puestas ya. La arena se mete entre mis pies y la suela, y hace que sea incómodo caminar.
Tengo puesto el vestido floral amarillo que Rose me compró, el que se tuerce en la parte superior y me hace lucir como si realmente tuviera pechos. Mi cabello está suelto. Tengo puesto mis lentes de contacto. Es nuestra primera noche en Costa Rica, y estoy en una misión.
La misión, como Rose y yo discutimos en el avión, es encontrarme un romance de una noche. Hay demasiadas cosas que no he hecho en mi vida. Sexo casual es una de ellas.
Deseo que Rose estuviera aquí conmigo para ser mi compañera, pero ella desapareció repentinamente después de prepararse, dejándome para que me las arregle sola, diciendo que deberíamos encontrarnos en el bar más tarde.
Típico de Rose.
La playa es grande y hay varios bares a lo largo de la costa. Puedo ver al menos dos desde donde me encuentro, antorchas tiki iluminando sus perímetros.
Uno luce lleno, y la música suena fuertemente. El otro está un poco más lejos, pero luce mucho más tranquilo, así que obviamente elijo este último.
Las luces tenues amarillas cuelgan desde los bordes del techo cuadrado del bar. Tomo asiento en uno de los taburetes, mirando hacia el océano. Suave música latina suena desde los pequeños parlantes que cuelgan de los postes de madera que sostienen la estructura.
—Hola allí. —Debo tener escrito "turista" en mi frente porque el barman me habla en inglés desde el comienzo—. Soy Seth. ¿Qué puedo ofrecerte?
Él es adorable y amistoso. Cabello oscuro y lacio cae sobre sus hombros. Es alto pero delgado, con un rostro juvenil y una sonrisa cálida. Luce inofensivo. Él sería el tipo que la Vieja Bella elegiría, pero Rose nunca lo aprobaría. Es de la clase de "amigo", y decidimos que no habría amigos en Costa Rica.
—Hola, sí. Eh... —Golpeteo la yema de mis dedos sobre la barra, sonriéndole—. ¿Qué tal una Corona?
—¡Sale enseguida! —Seth se retira por un momento, dejándome sola. Mis ojos estudian el bar, cuando escucho un bufido burlón proveniente de a un par de taburetes a mi derecha.
Volteo en la dirección del sonido ofensivo, justo cuando la brisa nocturna sopla mi cabello en mi rostro. Despejo mi cara con una mano, esperando lucir sexi, pero mi sonrisa titubea cuando mi mirada aterriza sobre el tipo sentado a mi derecha.
Cabello broncíneo que se aclara al llegar a las puntas, cae justo por debajo de sus orejas. Piel bronceada que se asoma por debajo de su camisa celeste. Ojos verdes que penetran tu alma, escondidos debajo de pestañas gruesas y oscuras.
Es ligeramente aterrador lo hermoso que es.
—¿Hay algo malo con mi elección de cerveza? —le pregunto, levantando un hombro coquetamente. No sé de dónde sale mi seguridad, pero intento aprovecharla.
—Sí. Todo —dice, en serio, luego vuelve a bufar.
—Bueno, dudo que tengan unas Rainiers.
Seth está de vuelta con mi cerveza, y sonrío y le agradezco, antes de voltear al hermoso extraño que se encuentra a unos taburetes de distancia. Levanto mi cerveza en su dirección y tomo un sorbo. Mis ojos se mantienen firmes en los suyos. Diría que son hermosos si no fueran tan oscuros y desprovistos de emoción.
Cuando su mirada baja por un instante hacia la botella en mi mano, hace una mueca, sacudiendo la cabeza antes de regresar sus ojos a los míos.
—¿Noroeste del Pacífico?
—¿Le atinaste de suerte?
—Conozco mi cerveza. —Se encoje de hombros de manera engreída—. ¿Seattle?
—Forks.
—¿Forks? —Frunce el ceño con confusión, sus labios se estiran ligeramente en las esquinas.
—Síp.
—Jamás he escuchado de él.
—No me sorprende. Población: 3.120 personas. —No sé por qué dije eso. Giro hacia mi cerveza, un poco avergonzada.
—Santa Bárbara. —Su voz es como terciopelo, y me toma por sorpresa—. Población: 91.000. ¿Creo? —Suelta una suave risita, y sus ojos se achinan un poco.
Mi risa es pequeña y mis mejillas arden cuando fija sus ojos en mí.
Mantengo su mirada, tratando de descifrarlo. Él se encuentra ligeramente encorvado sobre la barra, su cabeza apoyada sobre una mano, mientras la otra acuna su cerveza aparentemente superior. Sus ojos siguen atentos en mí, pero lucen tan... ¿tristes? Como si alguien les hubiera apagado la luz.
—¿Estás aquí por las vacaciones de verano? —pregunta de repente, sacándome de mi deslumbramiento.
—No —respondo, mirándolo con sospecha, porque quizás él acaba de insinuar que sigo en la universidad.
—¿Ecologista entonces? —La mano que sigue envuelta alrededor de la botella de cerveza señala un dedo hacia mi cuello, o en realidad al dije de tortuga que cuelga de este—. ¿O quizás eres solo una hippie?
Pongo los ojos en blanco ante sus suposiciones, intentando esconder el hecho que mis orejas siguen ardiendo de que su mirada haya estado en la zona de mi pecho. No estoy acostumbrada a mostrar a las chicas. Inconscientemente, jalo hacia arriba las tiritas del vestido, tratando de cubrir un poco más, maldiciendo a Rose por comprarlo y por la subsiguiente atención inusual.
—Soy una investigadora, de hecho. —Sueno engreída, defensiva. Supongo que ambos estamos tratando de descifrar al otro, pero sus primeras suposiciones son completamente erróneas.
—Ajá. —Llevando su atención al fondo del bar, toma otro trago de su cerveza, efectivamente quitando su rostro, y sus ojos, de mi vista.
Me muerdo el labio, negando a dejar que nuestra conversación muera aquí.
—¿Qué hay de ti? —Quizás es la cerveza, o los sorbos de ron que Rose y yo compartimos temprano en nuestro cuarto, pero me acerco más a él, mi mejilla presionada contra mi hombro, mis cejas alzadas en su dirección.
Se siente coqueto.
Me siento coqueta.
Sí, probablemente sea el alcohol que corre por mis venas que me da el coraje. Soy muy consciente de que estoy siendo más directa de lo que he sido en toda mi vida.
—¿Alguna conjetura? —Cae, sus ojos un poco juguetones, pero su expresión sigue siendo impenetrable.
Llevo la cerveza a mis labios, frunciéndolos alrededor del borde, antes de tomar un trago. Él echa un vistazo muy ligeramente a mi boca antes de volver a mis ojos.
Él casi luce molesto. Me hace sonreír.
Cuando noto su pecho, expuesto debajo de los botones abiertos de su camisa, sonrío al ver su collar y el dije de tabla de surf colgando de este.
¿Cómo se atreve a burlarse de mi tortuga?
Levanto la mirada hacia él, mis labios se estiran; mi conjetura es casi demasiado obvia.
—Surfista. —Mi suposición parece ser correcta cuando sus labios tiemblan. Intento no observar demasiado pero su físico sí se parece al de un atleta—. ¿Profesional quizás?
—Retirado, de hecho —aclara.
—¿Retirado? —Mi voz suena un poco chillona por la sorpresa—. ¿No eres un poco joven para estar retirado?
Él no responde sino que se encoje de hombros.
Estudio su rostro, su mandíbula cubierta de barba incipiente, las pequeñas líneas que acompañan a sus ojos. Parece que él ha visto cosas, pero no puede tener más de treinta años. Me pregunto entonces por qué se ha retirado, así que me arriesgo.
—Está bien. Surfista retirado. Dejó su mundo atrás por la paz y la tranquilidad de una simple vida en el caribe. ¿O cómo es que se dice aquí? —Golpeteo mi labio con un dedo, fingiendo pensar en ello—. ¿Pura vida?
Sus ojos se agrandan ligeramente, y lo que aparece fugazmente en ellos ya no es juguetón. Es triste. Es oscuro. Está roto. Casi quiero disculparme por lo que sea que dije, cuando se para bruscamente de su taburete.
—De hecho, solo soy un fantasma —dice entre dientes. Echa un vistazo detrás de mí y un gruñido se acumula dentro de su pecho.
Cuando golpea un puño sobre la barra, me sobresalto.
—José Cuervo. Puro —le espeta al barman y se aleja hacia el otro extremo del bar, sentándose frente a mí.
¿Qué diablos acaba de pasar?
Él bebe dos chupitos antes de mirarme de nuevo, sacudiendo la cabeza. Excepto que sus ojos ya no están sobre mí, sino en la chica que camina a mi lado, en su dirección.
Ella tiene puesto un vestido floral largo hasta los pies. Este flota detrás de ella con la brisa del océano mientras marcha hacia él. Su cabello es oscuro y corto, apenas llega por debajo de sus orejas.
Ella toma asiento junto a él, de espalda a mí, sus hombros caen casi como con un suspiro. Él mantiene su cuerpo derecho, mirando al frente, y no la mira.
No puedo escuchar lo que ella le dice, pero es obvio que ella es la única que habla. Trago tras trago, él recibe la bronca de ella, pero más que una breve sacudida de su cabeza, o una mirada a sus manos, él no parece afectado por su presencia.
Me doy cuenta que estoy observando cuando el barman pregunta si quiero otra, señalando a mi cerveza, a medio beber, y ahora caliente en mi mano.
Le rechazo amablemente y tomo un sorbo de mi cerveza, haciendo una mueca ante el sabor caliente y amargo.
Mi mirada encuentra al tipo del otro lado del bar. Está bajando el tequila como si fuera agua, toda la botella ahora vacía junto a su vaso. Él sigue tenso, sentado en su taburete. En algún punto, parece que ella podría estar llorando, y él no hace nada para consolarla. Nada más que volverse imposiblemente más tenso con cada segundo que pasa.
Está bien, entonces él es un imbécil.
Mi cerebro piensa en todos los escenarios y todas las posibilidades de lo que son. ¿Viejos amantes quizás? ¿Tal vez él rompió su corazón? ¿Quizás él la engañó?
Es exactamente la razón por la que no elijo a tipos como él. Hermosos. Misteriosos. Exactamente de la clase que rompe un corazón o dos.
Comienzo a convencerme de que este probablemente no sea el tipo que quiero para la tarea número uno en mi aventura costarriqueña, cuando ella finalmente se pone de pie y gira para irse.
Ella da un paso, luego otro, deteniéndose a medio paso. Finalmente puedo ver su rostro. Ella es tan hermosa. Incluso luce un poco como él pero con cabello más oscuro y tez más clara—como si ella no pasara todo momento del día debajo del sol.
Los restos de lágrimas en sus mejillas me dejan en claro que ella estaba llorando. Ella luce absolutamente devastada.
Sus manos están cerradas en pequeños puños a sus costados cuando ella voltea hacia él. Y esta vez, su voz es más fuerte, por lo que escucho exactamente lo que le dice.
—¿Sabes? También lo perdí, Edward. Todos lo hicimos. —Ella se toma un momento para inhalar, pero lo suelta como un sollozo ahogado—. Y de alguna manera también te perdimos a ti.
Al siguiente instante, ella le da la espalda y se apresura por mi lado. Sus sollozos se intensifican con cada paso que da.
Echo un vistazo por encima de mi hombro y noto por primera vez que hay un tipo esperándola en la arena, alto y delgado, su cabello rubio y ondulado. Su expresión es serena mientras ella corre hacia él y entierra su rostro en su pecho. Él envuelve sus brazos cariñosamente alrededor de ella, y besa la parte superior de su cabeza, fulminando con la mirada en dirección al tipo que solo hace unos minutos era objeto de mi deseo, antes de girarlos a los dos y se van.
Observo mi cerveza por un momento, sintiendo como si me hubiera entrometido en un tema muy personal y privado. Cuando levanto la mirada, Seth me está mirando, pero él luce sorprendido, como si lo acabara de atrapar, y se mantiene ocupado limpiando la zona de la barra frente a él.
Inhalo profundo, casi como en preparación, antes que mis ojos encuentren al hermoso extraño del otro lado del bar. Edward, supongo. Es como ella lo llamó.
Sus manos frotan su rostro, sus codos sobre la barra, cuerpo encorvado. Una imagen completamente opuesta a lo que él era hace un minuto cuando recibía un regaño de la chica.
Frente a ella, él tenía un rostro inafectado y espalda derecha. Era imperturbable, indiferente. Estoico. Ahora, solo, se encuentra encorvado sobre la barra de nuevo. Roto, torturado, y simplemente cansado. Luce como si le vendría bien alguien que no le gritara.
Estoy indecisa, abrumada por la urgencia de ser ese alguien; alguien que solo escuche, que no juzgue.
Él detona algo en lo profundo de mi ser. Algo no familiar. Algo nuevo. Pero estoy aterrada de ello.
Me muerdo las uñas y considero mis opciones.
¿Hago lo que la aburrida Vieja Bella y lo evito, voy por lo seguro, espero a Rose, y hablo con el barman un poco más? ¿O recibo a la Nueva Bella atrevida y busco más dentro de mí misma, voy más allá de mis nervios, y conozco a este hombre roto e intrigante que se sienta frente a mí?
